Esperanza

De los conceptos que expresan esperanza o espera son EXTIÍQ [elpís] y éA.ní£co [elpízó] con
sus derivados los más usados, y con más riqueza de matices, en el griego del NT. Ambos
términos designan, por una parte, el acto de esperar e incluyen, por otra, lo esperado, de
modo que, p. ej. TX EÁmCófieva [tá elpizómena] puede significar los bienes esperados y elpís
el bien que se espera. Los demás términos tratados en un segundo artículo se relacionan
entre sí semánticamente por la derivación común de ÓOK [dok-] o ÓSK- [dek-], recibir,
acoger y tienen una gama significativa esencialmente más limitada: el nombre ánoKa
pendencia [apokaradokía] designa una espera ansiosa, casi impaciente. TlpooSoKáco [prosdokáo]
y npoadoKÍa [prosdokia] incluyen la espera angustiosa de lo horripilante (catástrofes,
guerras), y upoobijopca [prosdéchomai], además del sentido frecuente de acoger,
recibir, puede tener también el de esperar, aguardar, y por eso se trata aquí.

iXnic, [elpís] esperanza; íXní^ca [elpízo] esperar, aguardar; ÁTIEXTIÍCCO [apelpizo] esperar
en retorno; npo&Xm^íú [proelpízd] esperar por adelantado

I El radical Un [elp] en elpízo y elpís se formó de la raíz vel (cf. el latín velle, querer) añadiéndole una n [p] (lo
mismo que se aprecia en el latín voluptas, placer). En el griego profano elpís no equivale a nuestro término
esperanza, puesto que puede referirse a toda clase de esperanzas de cara al futuro, tanto de cosas buenas
(esperanza) como malas (miedo). Como sinónimo de prosdokia (espera) puede determinarse como esperanza por
medio de atributos como áytx9rj, ylvKiXa, ilapá [agathe, glykeía, hilará] (bueno, delicioso, alegre). El verbo elpízo
significa no sólo esperar, sino también aguardar, suponer, pensar.

En el ámbito cultural griego se desconoce una esperanza viva como actitud religiosa fundamental. Es cierto que
Teognis dice: «¡Mientras vivas como adorador de los dioses, conserva la elpísi». Y Horacio llama a \afides (fe,
fidelidad) compañera de la spes (esperanza). Con todo se estaba desesperado frente a los poderes del mal: culpa y
muerte. En Sófocles el coro lanza esta queja: «Lo mejor es no haber nacido». Séneca afirma que la esperanza
designa «un bien inseguro». Mas lo que las religiones mistéricas prometían (divinización, inmortalidad), eran
sueños humanos.

II 1. Esperanza en el AT

a) A nuestro esperar corresponden en hebr. cuatro verbos: a) qiwwñh (relacionado con qaw: lo tenso, cordel
de medida), estar en tensión hacia, ansiar (26 veces con respecto a Dios); b) yhl (en pi. e hif.), aguardar, anhelar (a
Dios: 27 veces); c) hikkah, aguardar, esperar (a Dios: 7 veces); d) sibber, escudriñar, esperar (a Dios: 4 veces). Los
sustantivos (cuatro) se emplean muy poco (9 veces se habla de la esperanza en Dios). Esperar, en cuanto acto,
ocupa el primer plano y tiene lugar en la promesa y el consuelo, pero la mayoría de las veces se encuentra como
«confesión de la confianza» especialmente en los Salmos. Los verbos hebreos sobre esperar están muy cercanos a
los de confiar (cf. LXX; -> fe, art. %íaxiq [pístis]).

b) De los 146 pasajes en que los verbos y los sustantivos designan esperar o esperanza, la mitad de ellos
hablan de esperanza en sentido profano. Entonces se trata de una espera mezclada con confianza y tensión,
dirigida a un bien o suceso concreto, deseado, pero todavía futuro. Cuestión aparte es si la confianza que mantiene
tal espera tiene un fundamento legítimo y objetivo, o se basa en un cálculo subjetivo equivocado. Característico
para juzgar el esperar profano es que muchas veces se dice que es baldío a pesar de su intensidad personal.
Especialmente en Prov se resalta que la esperanza de los necios (impíos) se desvanece (11, 7).

c) El testimonio del AT sobre la esperanza en Dios. De este esperar se habla objetivamente con frecuencia aun
cuando los términos lingüísticos falten. En su estructura formal se identifica con el esperar profano (cf. supra), pero
se diferencia esencialmente por contenido, fundamento y efecto. En los 73 pasajes en que los creyentes de Israel
expresan su esperanza mediante un verbo o un nombre, se presenta a Yahvé como meta. «Esperar en Yahvé»,
«anhelar a Yahvé» es un neologismo del AT. Los orantes babilonios jamás llaman a sus dioses su «esperanza». En
Israel, por el contrario, se proclama: «Tú eres mi esperanza» (Sal 71, 5). Jeremías dice: «¡Tú, esperanza de Israel!»
(14, 8; 17,13). De modo que Yahvé es meta, encarnación y garante de la esperanza de su pueblo. Se ansia su nombre
(Sal 52,11), su palabra perdonadora (Sal 130, 5), su brazo (Is 51, 5), su salvación (Gn 49,18). En textos escatológicos
se presenta el contenido de la esperanza no en abstracto, sino en forma de visión. Por eso son raros los términos
que expresan la esperanza (con todo cf. Is 25, 9; 42, 4; 51, 5; Hab 2, 3). El horizonte de la esperanza en el AT
sobrepasa con mucho los límites visibles en la mayoría de los testimonios de esperanza personal y anuncia la
venida de Yahvé en gloria, su reino sobre una nueva tierra, la conversión de Israel y los pueblos, la nueva alianza
basada en el perdón de los pecados. Para conservar pura la esperanza fue importante la lucha de los profetas
clásicos contra los falsos y su pseudoesperanza e ilusiones salvíficas (-> profeta). Una mirada de conjunto a los
escritos proféticos y a los Salmos prueba que Israel ha seguido esperando siempre de Yahvé la continuidad de su
libre actuar por la gracia en su historia surcada por tanto aprieto debido a juicios divinos (cf. Os 12, 7; Jer 31,17; Is
40, 31; Sal 40, 2). Por eso tal esperanza era un don de Dios (Sal 62, 6: de él me viene la esperanza; Jer 29, 11: para
daros futuro y esperanza). Donde el futuro parecía cerrado a cal y canto, anunciadores del juicio como Oseas,
Jeremías, Ezequiel, abrían la perspectiva divina de un nuevo comienzo (cf. Os 2; Jer 29, 1 ss; 31, 31-34; Ez 36 y 37).
En los casos en los que, en los salmos de lamentación, a la súplica llena de temor siguen testimonios de alegre
esperanza, el método de las formas, como explicación, recurre a «oráculos sacerdotales de salvación», o sea, a una
promesa divina de salvación transmitida al orante por sacerdotes.

d) a) Como actitud subjetiva, tanto la esperanza de la fe como la profana, es una espera concreta y personal
que, a pesar del «todavía no» de la realización salvífica, mira hacia adelante confiada e impaciente. Pero puesto que
es Yahvé, al que la esperanza ardientemente aguarda, el que conoce, promete y realiza el futuro de su pueblo en
contraste con nosotros, hombres, esa esperanza gana en el ámbito de la revelación una certeza inigualable. A pesar
de todo lo que ahora contradice a la promesa, el que espera confia que Dios, a causa de su fidelidad, no defraudará
la espera que suscitó por su palabra (Is 8, 17; Mi 7, 7; Sal 42, 6).

/¡) A la confianza en la espera de la actuación salvífica divina se une el sometimiento al soberano dominio del
Señor universal. De él dependen el tiempo y el modo del cumplimiento. Por eso en algunos salmos aparecen en
paralelismo esperanza y temor de Dios (cf. 33,18; 147, 11); cf. Prov 23,18: «futuro y esperanza» están prometidos al
que «conserva el temor del Señor».

y) Mediante la confianza y la humildad, la esperanza se convierte en una espera paciente, perseverante, que
sabe sobrellevar la tensión.

S) El tener la esperanza puesta en Dios hace a uno «silencioso» pero no falto de cooperación, y muestra la
«nueva fuerza» recibida (Is 40, 31) en la superación de la prueba y en la actuación orientada al futuro esperado.

Durante el sitio compra Jeremías un campo para hacer palpable la palabra del Señor de que «en este país se
volverán a comprar campos y viñas» (32, 6 ss).

2. Los LXX y el judaismo tardío
a) Los LXX utilizan elpizo primeramente en sustitución de los verbos de confianza: a) 46 veces por bátah,
sentirse seguro, confiar; b) 20 veces por hásáh, encontrar refugio, guarecerse. Como traducción de los verbos de
esperanza se encuentra: c) 16 veces por yihel, aguardar, anhelar; d) solo dos veces por qiwwáh, esperar con
tensión. Este se traduce además 26 veces por vnoptévm [hypoménó] (-* paciencia), que más que aguardar significa
perseverar. En esta gran aproximación a los verbos de confianza se diferencian los LXX de los términos usados en
el griego profano y preparan el concepto neotestamentario de elpizo.

b) Todo el judaismo tardío se caracteriza por los múltiples anhelos escatológicos orientados en primer lugar a
la venida del mesías y a la consiguiente reinstauración del reino israelita. Con frecuencia tales esperanzas quedan
defraudadas. Hubo hombres que se presentaban con pretensiones mesiánicas y provocaban el entusiasmo del
pueblo. Pero todos estos movimientos a la corta o a la larga se hundieron. Así se explica el matiz pesimista que
acompaña las esperanzas escatológicas de los rabinos. El reino de Dios sólo puede venir cuando Israel haya
llegado a obedecer totalmente a la ley. Pero ello implica un elemento de inseguridad: ¿quién dirá con toda
seguridad en qué consiste la completa obediencia a la ley? Ello hace insegura igualmente la esperanza personal del
individuo: ¿quién puede decir que Dios le es verdaderamente propicio? Los salmos de Salomón, por el contrario,
contienen la esperanza mesiánica y en los libros de los Macabeos se afirma la resurrección del cuerpo como
esperanza.

c) A diferencia de este aspecto pesimista la comunidad de Qumrán confiesa una y otra vez que para el hombre
hay una esperanza fundada en la actuación salvífica de Dios. Por supuesto que esta esperanza sólo es válida para
los elegidos de Dios.

d) En el judaismo helenístico la esperanza mesiánica pasó a un segundo plano en favor de la idea de la
inmortalidad del alma (cf. espec. Filón, que espera solamente la perfección moral de cada alma).

III 1. Empleo y frecuencia. Característico del vocabulario del NT es el hecho de
que elpizo y elpís no juegan papel alguno en los evangelios. Solamente aparece una vez en
Mt (cita del AT), otra vez en Jn y tres en Le en el sentido de esperanza subjetiva. Dicho
vocabulario, por el contrario, es puesto de relieve en los escritos paulinos (el verbo
aparece 19 veces de un total de 31; y el sustantivo, 36 de un total de 53) y especialmente en
Rom (4 y 13 veces respectivamente). Llama la atención además la frecuencia en la carta 1
Pe (2 y 3 veces respectivamente), deudora de la tradición paulina, y en Heb (1 y 5 veces).
En Hech el verbo y sustantivo (2 y 8 veces) designan ante todo la «esperanza de Israel»
que se interpreta como esperanza en la resurrección.

Apelpizó: el prefijo án [ap] ( = ánó [apó]) niega el significado positivo del simple,
con lo que el sentido resultante es: cesar de esperar, renunciar a la espera, desesperar. El
único ejemplo en el NT es Le 6, 35. Pero aquí el verbo se aparta del significado usual
indicado y quiere decir: esperar en retorno («¡prestad de modo que no esperéis nada en
retorno!»; la Vulg. traduce: nihil inde sperantes).

Proelpízó, esperar antes, sólo en Ef 1, 12. El «antes», si el «nosotros» se refiere a los
judeocristianos, significa: esperábamos en Cristo antes de que los cristianos de la
gentilidad recibieran la fe y la esperanza; pero puede referirse también a la esperanza
mesiánica que los judíos tenían antes de la venida de Cristo.

2. Significado: los términos no indican jamás en el NT una espera indeterminada o
incluso angustiosa, sino que siempre se piensa en algo bueno (cf. npoadoKia áyaQov
[prosdoki'a agathoü]). Cuando el verbo se construye con una preposición (eíg xiva, éní y
ev xivi [eís tina, epí y én tinij) indica aquel en quien se pone la esperanza. En ciertos
lugares elpís significa no la actitud personal, sino el bien salvífico objetivo al que tiende la
esperanza (el bien que se aguarda, lo que se espera, como en Gal 5, 5; Col 1, 5; Tit 2, 13).
Cuando verbo o sustantivo aparecen sin complemento (absolutamente) se piensa la
mayoría de las veces en la realización escatológica (así en Rom 8, 24; 12,12; 15, 13; Ef 2,
12 y passim; -» meta, fin, art. EOXOLIOQ [éschatos]).

3. La revelación de Cristo como nueva situación: con la venida del Cristo prometido
se ha cambiado fundamentalmente la situación de espera descrita en el AT, según los
testigos de todo el NT. El día de la salvación del mundo ha irrumpido con el reconciliador
como el gran «hoy» de Dios. Lo que hasta ahora era futuro, es en él ahora presente
para la fe (la justificación, filiación divina personal, inhabitación del Espíritu santo, el
nuevo pueblo de Dios compuesto de los creyentes de Israel y las naciones). Con la mayor
fuerza se acentúa la presencia de la salvación en el evangelio de Juan («escatología
actual»). Por esa razón falta allí el término elpís. Su ausencia en Ap tiene otra razón: la
contemplación casi siempre en visiones de la meta, tanto de la meta como del preludio de
la parusía, reemplaza a lo abstracto. La esperanza del NT se formula de nuevo en
contenido y bases, dada la nueva situación. Pero supuesto que el «hoy» de la salvación
sólo es reconocible para la fe, adquiere su situación un doble aspecto: al «ahora» se junta
el «todavía no» (1 Jn 3,2), al «tener» (-> participar, art. e/co [echo]) y «estar en Cristo» le
acompaña el esperarlo y aguardarlo.

4. La esperanza es tan fundamental para la condición cristiana que se la puede
llamar renacimiento a una «esperanza viva» (1 Pe 1, 3). Es cierto que en la gentilidad se
tienen ideas de un futuro mesiánico, pero ninguna esperanza que libere del temor y que
consuele (Ef 2, 12; 1 Tes 4, 13). La importancia de la elpís se ve también por el hecho de
que forma la tríada cristiana primitiva junto con pístis (-» fe) y agápé (-» amor) (la terna
de los elementos fundamentales del ser de cristiano, p. ej. 1 Tes 1. 3; 1 Cor 13, 13).
Ninguna puede existir sin la otra. No puede haber esperanza sin fe en Cristo, puesto que
se enraiza sólo en él. Fe sin esperanza sería vacía y baldía en sí (1 Cor 15, 14.17).

5. Las características esenciales de la esperanza neotestamentaria vienen determinadas
en gran medida:

a) por su contenido: en ninguna parte está orientada egocéntrica, sino siempre
cristológica y teocéntricamente. Su meollo no es la felicidad del individuo, sino el reinado
universal de Dios en el que él será «todo para todos» (1 Cor 15, 28). Resurrección no es
volver a tomar una vida év aapKÍ [en sarkí], en la carne, ni tampoco KOÍXÍ cípKy. [katá
sárka], según la carne, sino la realización de la vida recibida en el renacimiento, de la vida
év nveúpom [en pneúmati], en el espíritu, Kaxa nvevfia [katá pneúma], según el espíritu (1
Cor 15). En el ámbito del término elpís se da como su contenido lo siguiente: la salvación
(1 Tes 5, 8), la justicia (Gal 5, 5), la resurrección en el cuerpo incorruptible (1 Cor 15; Hech
23, 6; 24,15), la vida eterna (Tit 1, 2; 3, 7), la visión de Dios y el hacerse semejantes a él (1
Jn 3,2 s), la gloria de Dios (Rom 5, 2) o la dó^a [dóxa] a secas (Col 1. 27: cf. 2 Cor 3,12: la
dóxa permanente del servicio neotestamentario; -> gloria, art. óózz [dóxa]:

b) la esperanza viene determinada asimismo por su motivo: no se apoya en obras
buenas (ley), sino en la gratuita actuación de Dios en Jesucristo. Por eso a él se le llama
«nuestra esperanza» (1 Tim 1, 1; Col 1, 27: Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria).

Este Cristo no es un extraño para la comunidad que está a la espera, sino el que ella
reconoce en el evangelio como el Señor crucificado y resucitado y al que sabe presente en
el espíritu. Espera, pues, en el «futuro del que ha venido» (Kreck). Entregando por todos
al propio Hijo, Dios da la seguridad de que nos lo otorgará todo haciéndonos participantes
de la comunión con él (Rom 8, 32). Puesto que Cristo ha resucitado como «la
primicia», todos nosotros resucitaremos (1 Cor 15, 20 ss). El que ha de venir es el que ha
sido exaltado, aquel a quien Dios ya ha colocado sobre todo y lo ha dado como cabeza a
la comunidad (Ef 1, 22);

c) la esperanza se especifica igualmente por su carácter de don: en cuanto elpís
agathé es un regalo del Padre (2 Tes 2, 16), lo mismo que la fe, despertada por ello
mediante el mensaje de salvación (Col 1, 23), en el que recibimos nuestra llamada. En la
Kkf\aic, [klésis] (-> llamada, art. «odecu [kaléó]) se divisa en toda su riqueza la meta de la
esperanza (Ef 1, 18), y la llamada auna a los convocados (Ef 4, 4). Se sobrabunda en
esperanza por la fuerza del Espíritu santo (Rom 15, 13), pues él es la «primicia» (Rom 8,
23). Su inhabitación en los creyentes es prenda de la resurrección de éstos (Rom 8, 11).

6. Los rasgos fundamentales de la esperanza como actitud subjetiva: mas la esperanza
como actitud personal es inseparable del contenido objetivo, puesto que no es un saber
teórico sobre el futuro de salvación prometido, sino una función de fe viviente.

a) La esperanza es siempre una espera confiada y cierta de la actuación salvífica de
Dios. Sin cerrar los ojos ante las situaciones angustiosas y los juicios que preceden a la
parusia, fija su mirada en la futura ciudad de Dios. Pístis y elpís están muy íntimamente
unidas (cf. III, 4). La fe da «substance» (Heb 11, 1 en la New English Bible) a nuestra
esperanza o es un «aferrarse a lo que se anhela». En Rom 4, 18 se presenta la fe de
Abrahán como nap' éXnída in hXiúbx [par' elpída ep' elpídi], esperar cuando no había
esperanza, es decir, contrapone la esperanza que se le dio por promesa divina a lo que,
según el criterio humano sobre el futuro, es imposible. Fe y esperanza tienen en común
que su objeto todavía es invisible y no se puede probar (cf. Rom 8, 24 ss: ó ov fiMnoiiev,
ÉÁníCo/iev [ho ou blépomen, elpízomen], esperamos algo que no vemos). Pero lo mismo que
la fe, también la esperanza neotestamentaria lleva en sí una certeza incondicional (cf. 5ac).
Por esa razón pueden introducirse profesiones de esperanza con términos como:
nwceúopMV [pisteúomen], creemos (Rom 6, 8), néneiap.oíi [pépeismai], estoy seguro (Rom 8,
38), nenoi&wQ [pepoithós], tengo la segura confianza (Flp 1, 6). Estando seguro de las
promesas de salvación, el cristiano se gloría de su esperanza, es decir, alaba agradecido la
gracia de Dios (Rom 5, 2: Kocu/cú/ieSa en' elníói [kauchómetha ep' elpídi], estamos
orgullosos con la esperanza de alcanzar...; cf. Heb 3, 6: xd Ka¿xn^ioi. Tfjt; éXmóog [tó
kaúchéma tés elpídos], esa honra que es la esperanza).

b) Elpís y agápé: Lo mismo que fe y esperanza así también están esencialmente
unidas en el NT agápé (-> amor) y esperanza. 1 Cor 13, 7 dice que el amor «todo lo
espera» y en Col 1, 5 se habla del «amor que tenéis a todos los consagrados. Os anima a
esto la esperanza». Pablo llama a los cristianos de Tesalónica su «esperanza y alegría» (1
Tes 2,19) y en 2 Cor 1, 7 se lee: «Nos dais fundados motivos de esperanza». La esperanza
neotestamentaria agranda el corazón y amplía la mirada. La comunidad que espera la
liberación corporal se sabe solidaria con toda la K-ZÍOIQ [ktísis] (-> creación) que gime, y
espera por ella (Rom 8, 20-23).

c) La esperanza neotestamentaria es una espera y un anhelo paciente, disciplinado,
confiado del Señor como nuestro salvador. Esperar es ser atraído por la meta y lanzarse a
ella, es un mantenerse en este dinamismo. La esperanza muestra su vitalidad perseverando
en la espera (en la únofiovr¡ [hypomone; -> paciencia, art. únofiévco [hypoménó]), en el
soportar pacientemente las tensiones entre el ahora, cuando (sólo) caminamos día
marean; [diá písteos], guiados por la -> fe (2 Cor 5,7), y nuestra vida futura (cf. Rom 8,25;
1 Tes 1, 3). Este perseverar es algo activo pues sirve para «esperar». Aunque el aguardar
va unido también a padecimientos, a éstos se les considera positivamente como «dolores»
que anuncian el «renacimiento» (Mt 24, 8). Por eso los que esperan están consolados y
confiados (2 Cor 5, 6.8; 2 Tes 2, 16; 1 Tes 4, 18). Esperar es un aguardar disciplinado. Por
eso a la exhortación de 1 Pe 1, 13: «poned vuestra esperanza sin reservas en el don» le
precede ésta otra: «ceñios los lomos», es decir, estad preparados para partir. Esto implica
la renuncia radical a todos los cálculos sobre el futuro, el respeto humilde de los límites
puestos a nuestro conocimiento y además el sometimiento de nuestros deseos a las
exigencias de la lucha que nos toca. La meta de la esperanza nos llama a «vigilar y orar».
El que lucha por una corona eterna se impone la renuncia necesaria (1 Cor 9, 25). La
esperanza se hace motivo de purificación personal (1 Jn 3, 3), espolea a procurar la
santificación (Heb 12,14), sin la que nadie puede contemplar a Dios. El apóstol, poseído
del anhelo de llegar al Señor, busca su honor en agradarle (2 Cor 5, 8 s). La esperanza
exige mantenerse sin titubeos en la profesión de fe en él (Heb 10, 23) y estar pronto a
responder a cualquiera que nos pregunte por las razones de nuestra esperanza (1 Pe 3,
15). Pero la esperanza neotestamentaria es en último término un aguardar alegre (Rorn
12, 12; -» paciencia, art. vnop,évoj [hypoménd]). Da ánimo y fuerza. Protege al hombre
interior como un casco la cabeza (1 Tes 5, 8). Como un ancla asegura el barco, así asegura
nuestra vida la esperanza que nos une a Cristo, el sumo sacerdote que ha entrado en el
santuario (Heb 6, 18 s).

E. Hoffmann
ánoKupadoKÍa [apokaradokía] espera impaciente; éKdéxofiaLi [ekdéchomai] recibir, aguardar;
áiisKdéxopiai [apekdéchomai] esperar, aguardar; npoaóéxofixi [prosdéchomai] esperar
ansiosamente; npoaóoKáa) [prosdokáo] estar a la expectativa, tender ansiosamente
hacia

I/II Mientras que los términos ÍK&oxr¡ [ekdoche] y TipoaboKitx [prosdokia] (una vez cada uno en el NT) sólo
se emplean para'designar la espera llena de temor, apokaradokía aparece en Pablo dos veces en profesiones de
esperanza. El término es desconocido en el griego precristiano, pero en el griego helenístico menudea el verbo
KapaSoKéw [karadokéó]. Se compone del sustantivo TÓ tcccpá [tó kará], la cabeza y Séxoftii [dékomai], óéyouai
[déchomai], yo acepto. KapadoKÓq [karadokós] (no se encuentran ejemplos) sería uno que alarga el cuello. En
apokaradokéó el prefijo áitó [apó] refuerza (según Bertram) un elemento negativo; significa más o menos: esperar
algo anhelante pero con tensión de temor (cf. el matiz negativo de apó en apelpizó, desesperar; xnoyiváoKco
[apoginóskó], renunciar a, áneínov [apeípon] [aoristo de aiioÁsyw [apolégó], rehusar, renunciarj.

Los compuestos de déchomai y de prosdokáo con ek-, apó-y pros- designan la mayoría de las veces la espera
paciente en orden a una meta futura.

III 1. En el NT apokaradokía sólo aparece en Rom 8, 19 y Flp 1, 20. Lutero
traduce en Rom 8, 19: «expectación angustiosa». Pero los padres griegos entienden el
sustantivo sin sabor negativo como «expectación ansiosa», «fuerte y tensa esperanza».
Como quiera que sea, queda puesto muy de relieve el aspecto emocional de la expectativa
escatológica. Por eso la New English Bible traduce Flp 1, 20: «as impassionately hope».
La Kxíaic, [ktísis], -> creación, está en una expectación anhelante de la manifestación
completa de los hijos de Dios (Rom 8,19). Sólo éstos saben que aquella ha sido sometida
a la vanidad ep' elpídi, (pero) abriga una esperanza. La -» elpís no suprime la tensión de la
apokaradokía, pero le quita el miedo y la incertidumbre. Por esa razón ambos términos
pueden estar juntos (Flp 1, 20) y prueban que la fuerza de la expectación no está en el
vigor de sus sentimientos, sino en la certeza que Dios da y que es característica de la
esperanza.

2. Ekdéchomai, apekdéchomai, prosdéchomai. Mientras que los términos formados a
partir del radical psv [men] son raros fnepipévco [periménó]: Hech 1, 4; complemento: la
promesa del Padre, es decir, el Espíritu santo; ávocp,éva> [anaménój: 1 Tes 1, 10; complemento:
el Hijo; ambos verbos aparecen una sola vez cada uno), y hypoméno significa
esperar sólo en los LXX pero nunca en el NT (con todo, cf. hypomoné en Ap 3, 10: la
palabra de mi expectación), son frecuentes, por el contrario, los derivados de la raíz dek-,
dok- en este sentido.

a) Ekdéchomai significa acepto, recibo y estoy a la espectativa, espero. Con esta
acepción aparece seis veces, dos de las cuales tienen sentido profano (p. ej. Hech 17, 16),
una sale en una comparación (Sant 5, 7: dicho del agricultor que espera el fruto del
campo) y otras dos se refieren a la espera de las eaxara [éschata], las realidades
definitivas (Heb 10,13; 11,10). El Cristo sentado a la derecha aguarda a que sus enemigos
le sean puestos como escabel de los pies. Y Abrahán aguardaba la ciudad de seguros
cimientos (locución que designa el cielo como mundo de la perfecta comunión con Dios y
de la felicidad).

b) Apekdéchomai (8 veces, de las cuales 6 en Pablo y 1 en Heb). En los LXX se
desconoce el término. Con el prefijo ap/apó se resalta la distancia entre la situación de
espera y el momento de realizarse lo esperado. Así el que espera se ve forzado a
perseverar. La New English Bible traduce en Gal 5, 5 por «eagerly await». Pero es el
contexto el que en la mayoría de los casos aclara la clase de espera de que se trata. En
cuanto a su contenido la expectativa se fija en el Señor que vuelve (Flp 3, 20), que se
manifestará como «salvador» en la transformación de nuestro cuerpo; se fija en la plena
toma de posesión de la filiación mediante la resurrección del cuerpo (Rom 8, 23) y,
consecuentemente, en la SiKccioaóvn [dikaiosyné] -> justicia en el juicio final (Gal 5, 5).
Puesto que el hombre y la creaíura no humana son solidarios en la ruina y en la
salvación, la espera de la creatura respecto de la liberación de la muerte tiende en último
término a la entrada de los hijos de Dios en lá gloria (Rom 8, 19). Conscientes de la
naturaleza de la esperanza (Rom 8, 24), esperan éstos Si 'ónopovfjg [di'hypomonés] (v. 25),
sobrellevando perseverantemente el sufrimiento del eón actual.

c) Prosdéchomai significa yo acojo y la mayoría de las veces: estoy a la expectativa
'14 veces, 7 de las cuales en sentido profano). Tratándose de una espera creyente, indica a)
a expectación mesiánica de Israel (Le 2, 25.38: Simeón esperaba la consolidación de

srael; Ana hablaba a quienes aguardaban la salvación de Jerusalén) y /?) las metas
¡scatológicas de salvación (resurrección: Hech 24, 15; misericordia en el juicio: Jds 21; la
;loria incomparable que llega con la epifanía: Tit 2, 13).


3. Prosdokáó: espero, estoy a la expectativa, aguardo algo o a alguien, aparece 16
eces, 5 de las cuales pertenecen a la fuente de logia y dos a 2 Pe; Mt 11, 3 par trata de los
nisarios del Bautista que preguntan sobre la espera del mesías; Mt 24, 50 par habla de la
irusía de Jesús que llega inesperadamente. En 2 Pe 3,13 se llama meta de la expectación
il nuevo cielo y la nueva tierra, en los que habita la justicia»; y en el v. 12 lo esperado es
amanecer del día de Dios. Los que esperan son al mismo tiempo los crnsvdovrsg
peúdontes], que se interpreta o bien como anhelar (así Th WNT VI, 727 y Bauer) o bien
mo apresurar (la llegada del día de Dios) por medio de una conducta santa (NB, ad
:um).

E. Hoffmann
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