TEMA II: LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

 

OBJETIVO:

Darnos cuenta de dónde proviene el valor de la dignidad humana y cómo en ésta se encuentran los cimientos de la convivencia, con sus respectivos derechos y deberes.

1.-         REVISIÓN DEL TRABAJO PERSONAL

Quienes participamos podemos comentar nuestras experiencias sobre la tarea anterior.

2.-         PARTIR DE LA EXPERIENCIA Y REVIVIRLA

Voluntariamente responderemos con sinceridad a las siguientes preguntas.

a)  ¿Pienso que existen personas con mayor dignidad que otras ? ¿Quiénes? ¿Por qué?

b)  ¿Estoy consciente de mi dignidad de persona?¿De qué manera lo expreso y vivo?

c)  ¿Alguna vez he sentido que se ha pisoteado mi dignidad como persona? ¿Cuándo?¿Por qué?

 

3.-         DOCTRINA O CONTENIDO DEL TEMA

Lectura compartida: cada quien leerá un párrafo. Al final se harán los comentarios.

LA ANGUSTIA SOBRE NUESTRA IDENTIDAD Y DESTINO

La época actual se distingue por un claro contraste entre el inmenso progreso realizado por las ciencias y la técnica y el asombroso retroceso que ha experimentado el sentido de la dignidad humana.

Juan Pablo II afirma que una de las más grandes debilidades de la civilización actual es nuestra inadecuada visión sobre el ser humano, lo que trae como consecuencia el hecho de que la nuestra sea la época de las más hondas angustias de los hombres y de las mujeres respecto a su identidad y destino.

Los obispos latinoamericanos, por su parte, dicen: “Compartimos con nuestro pueblo las angustias que brotan de la falta de respeto a su dignidad como ser humano, imagen y semejanza del Creador, y a sus derechos inalienables como hijos de Dios” y señalan que “países como los nuestros, donde con frecuencia no se respetan los derechos humanos fundamentales, están en situación de permanente violación de la dignidad de la persona”.

Estos atropellos hieren en lo más vivo la conciencia cristiana y nosotros, como laicos y laicas, no podemos permanecer pasivos.

Pero primero hemos de preguntarnos, ¿cuál es el concepto cristiano del hombre?, ¿de dónde nace la dignidad humana?

LA VERDAD SOBRE EL HOMBRE

Entre todas las criaturas de la tierra, sólo el ser humano es persona, sujeto consciente y libre, y, precisamente por eso, es a la vez el centro y lo más alto de todo lo que existe sobre la tierra.

La Iglesia conoce, gracias al Evangelio, la verdad sobre el hombre, y no cesa de profundizar y de comunicar la afirmación primordial de que el hombre y la mujer son creados directamente por Dios, a su imagen y semejanza.

Al hacer el mundo, Dios creó al ser humano para que participara en esa comunidad divina de amor... El hombre, eternamente ideado y eternamente elegido en Jesucristo, debía realizarse como imagen creada de Dios, reflejando el misterio divino de comunión en si mismo y en la convivencia con sus hermanos y hermanas. Sobre la tierra debía tener, así, el hogar de su felicidad, no un campo de batalla.

Por ello, el hombre y la mujer no pueden ser reducidos a una simple parte de la naturaleza o a un elemento cualquiera de la ciudad humana. Todos y cada uno estamos penetrados por el soplo de vida que proviene de Cristo. Esta unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio, del que nace el ‘hombre nuevo” llamado a participar en la vida de Dios, creado nuevamente en Cristo, en la plenitud de la gracia y la verdad.

Estas verdades profundas, que constituyen la base de la doctrina de la Iglesia acerca del hombre y la mujer y de sus derechos y deberes en la sociedad, son también la fuerza que nos debe mover, como Iglesia, en nuestra acción de servicio a la humanidad entera.

LA CONVIVENCIA: DEBERES Y DERECHOS

El efectivo reconocimiento de la dignidad personal de todo ser humano exige el respeto, la defensa y la promoción de los derechos de la persona. Se trata de derechos naturales, universales e inviolables, y no se puede renunciar a ellos por ningún concepto. Nadie, ni una persona en particular, ni en grupo, ni la autoridad, ni el Estado pueden modificarlos y mucho menos eliminarlos, porque tales derechos se derivan de la naturaleza humana que no cambia.

La Iglesia proclama estos derechos como fundamento de toda convivencia humana bien ordenada y provechosa.

Por todo lo visto, podemos afirmar tajantemente que el ser humano es siempre un valor en s~ mismo y por sí mismo, y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa.

La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. De aquí que sean absolutamente inaceptables las más variadas formas de discriminación que, por desgracia, continúan dividiendo y humillando a la familia humana: desde las raciales y económicas a las sociales, culturales y religiosas, desde las políticas a las geográficas, etcétera.

Toda discriminación constituye una injusticia completamente intolerable, no tanto por las tensiones y conflictos que puede acarrear a la sociedad, cuanto por el deshonor que impone a la dignidad de la persona; y no sólo a la dignidad de quien es víctima de la injusticia, sino todavía más a la de quien comete la injusticia.

DE LA DIGNIDAD HUMANA AL AMOR

No puede ser de otra forma. Si en verdad estamos convencidos de que todos los seres humanos somos hijos e hijas de Dios, y por lo tanto hermanos y hermanas en Cristo, tenemos que aceptar el mandato: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.

Y, quien ama no hace cálculos, no busca ventajas. La persona que ama actúa en secreto y gratuitamente a favor de sus hermanos, sabiendo que cada hombre y cada mujer, sea quien sea, tiene un valor sin límites.

En Cristo no hay personas que valen más o que valen menos. No hay más que miembros de un mismo cuerpo, que quieren la felicidad unos de otros y que desean construir un mundo acogedor para todos.

Si amarnos en verdad, profesamos que todo hombre y toda mujer, por más insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable, que ellos mismos y los demás debemos respetar y hacer respetar sin condiciones: que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su dignificación, y que toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien común, consistente en la realización cada vez más fraterna de la común dignidad. La fraternidad se impone sobre la voluntad de dominio, y el servicio por encima de la tentación de poder.

La dignidad personal es el bien más precioso que el hombre posee, gracias al cual supera en valor a todo el mundo material. Las palabras de Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si después pierde su alma?” contienen una luminosa y estimulante afirmación antropológica: el hombre vale no por lo que tiene-aunque poseyera el mundo entero- sino por lo que es. No cuentan tanto los bienes de la tierra, cuanto el bien de la persona, el bien que es la persona misma.

4.-         ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

Nos ponemos de pie.

Alguien lee el siguiente pasaje de la Sagrada Escritura.

Desde el momento de la concepción y, más tarde del nacimiento, el nuevo ser está destinado a expresar plenamente su humanidad, a “encontrarse plenamente” como persona. Esto afecta absolutamente a todos, incluso a los enfermos crónicos y los minusválidos. “Ser hombre” es su vocación fundamental; “ser hombre” según el don recibido; según el “talento” que es la propia humanidad y, después, según los demás “talentos”.

En este sentido Dios ama a cada hombre “por sí mismo”.

Juan Pablo II, Carta a las familias. Vaticano 1994.

5.-         SILENCIO Y REFLEXION

Reflexionamos en silencio para que la Palabra de Dios transforme nuestra vida.

6.-         CONFRONTAR NUESTRA REALIDAD PERSONAL CON LA PALABRA DE DIOS

Los participantes comentarán voluntariamente las reflexiones que hayan hecho en su encuentro con la Palabra de Dios y responderán a las siguientes preguntas:

a)  ¿En qué casos pienso que se viola la dignidad de una persona en la familia, en la pareja, en el grupo apostólico, en la sociedad, en los medios de comunicación, etc., etc.? Dar ejemplos y explicar.

b)  En mi relación cotidiana con los demás, ¿cuándo actúo sin respetar la dignidad de la otra persona?

c)  ¿Qué puedo hacer en lo personal y como grupo para participar activamente a favor de la dignificación de las personas y del respeto a los derechos humanos?

 

7.-         ORACIÓN COMUNITARIA

Quienes gusten harán en voz alta y voluntariamente la oración que Dios haga surgir en su corazón.

8.-         TAREA

 

Investigar cuáles son los derechos humanos aceptados universalmente y analizarlos a la luz de la realidad de nuestra patria.

Buscar un acercamiento cristiano con alguna persona a quien yo no haya respetado en su dignidad.

9.-         CANTO Y DESPEDIDA

Un mandamiento nuevo nos dio el Señor...
que nos amemos todos como El nos amó.

1.  La señal de los cristianos
es amarse como hermanos.

2.  Quien a sus hermanos no ama
miente si a Dios dice que ama.

3.  Cristo, luz y verdad y vida,
al perdón y amor invita.

4.  Perdonemos al hermano
como Cristo nos perdona.

5.  Somos hermanos de Cristo
si de veras perdonamos.

 

TALLER DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Responsable de Contenido:

Guadalupe Chávez Villafaña

Lic. en Periodismo y Maestría en Comunicación Social.

Directora del boletin Acción Femenina