Simbolismo
DJN
 

El símbolo es un signo o una acción esencialmente ordenada a significar otra realidad de tipo intelectual, moral o dogmático. En los profetas abundan las acciones simbólicas (Jer 19,1-15; Ez 4,1-17; Act 21,10-13). En los evangelios también se dan (Mc 11,12-14). El evangelio de San Juan está prácticamente todo él concebido en un plan simbólico; simbolismo que se detecta fácilmente tanto en las palabras como en los hechos; así tenemos que Jesucristo es el cordero de Dios (Jn 1,29), el templo nuevo (Jn 2,19), el pan de vida (Jn 6,35), el agua viva (Jn 4,10), el Buen Pastor (Jn 10,11), la luz del mundo (Jn 8,12), el esposo (Jn 3,20). Las bodas de Caná (Jn 2,1-11) simbolizan los nuevos desposorios de Dios con la humanidad a través de Jesucristo, que es el esposo (Jn 3,29): María es el símbolo del Israel fiel, que toma conciencia de la terminación de la alianza antigua y pide a Jesucristo su renovación; Jesucristo renueva esas bodas judías con un vino superior y abundante, el vino de la caridad evangélica, fuente de alegría inagotable, frente a la frialdad del legalismo y de las ya caducas prescripciones ritualistas simbolizadas en las tinajas que guardaban el agua de las purificaciones. El episodio de los profanadores del templo (Jn 2,13-24) simboliza que al templo de Jerusalén le va a sustituir el templo nuevo que es Jesucristo, morada perfecta de Dios, y que el culto antiguo será sustituido por un culto nuevo al cuerpo glorioso y sacramental de Jesucristo. Nicodemo (Jn 3,1-21), personaje real, es el símbolo y el prototipo de los judíos doctos y buenos, preocupados por el Reino de Dios, en el que sólo se puede entrar por un nacimiento nuevo a través de las aguas bautismales y por la fuerza del Espíritu. El episodio de la Samaritana (Jn 4,1-42) simboliza a la esposa infiel que vuelve al hogar, tipo de la conversión de los no judíos: a un templo espiritualizado -cuerpo glorioso de Jesucristo- debe corresponder un culto en espíritu y en verdad. En el inválido de la piscina (Jn 5,1-47) encontramos la ineficacia casi absoluta de aquellas aguas, la inutilidad de la Ley para dar la salud, que le vendrá al mundo exclusivamente a través de Jesucristo. La multiplicación de los panes (Jn 6,1-71) significa que si hay un templo nuevo, debe haber también una liturgia nueva: la liturgia pascual de la vieja alianza debe ser sustituida por la liturgia eucarística. La curación del ciego de nacimiento (Jn 9,1-41), que ha de lavarse en la piscina de Siloé (enviado), nos manifiesta que la salud la encontramos en Jesucristo, enviado del Padre. La resurrección de Lázaro (Jn 11,1-54) es el símbolo de la luz y de la vida. El lavatorio de los pies (Jn 13,1-17) es un símbolo que entraña una gran lección de humildad. La sangre y el agua que brotan del costado abierto de Jesucristo (Jn 19,34) son el símbolo del Bautismo y de la Eucaristía.

E. M. N.