Pedro
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SUMARIO: 1. Pedro en los evangelios: a) El nombre de Simón; b) El apelativo «Cefas». - 2. Datos coincidentes. - 3. Personalidad llena de contrastes. - 4. Perfil de la figura de Pedro en cada evangelista. - 5. La figura de Pedro como «símbolo».


Quiero presentar cuatro conclusiones de cuatro investigadores que acotan en sus justos límites los problemas teológicos, jurídicos, eclesiológicos, confesionales en torno a la figura de Pedro. Seda Rigaux comienza así su artículo («San Pedro y la Exégesis contemporánea») (cfr. Bibl.): «La persona, la historia y el primado de Pedro son temas importantes y discutidos en la exégesis contemporánea. El texto de Mateo 16, 18-19 constituye el epicentro de las discusiones y las divergencias. A más de uno le ha hecho perder la sangre fría. Si bien un cronista no puede permanecer neutral en medio de la tempestad, cabe exigirle la mayor objetividad posible... Es indudable que la exegesis protestante ha abandonado en puntos de importancia ciertas posiciones durante largo tiempo mantenidas como verdaderas por la Reforma. Los exegetas católicos se han esforzado por no imponer a los textos un sentido y un alcance que no son de hecho más que prolongaciones teológicas. La historia dirá si un común amor a la verdad y el respeto de las reglas estrictas de una interpretación objetiva llegarán a vencer un día las oposiciones confesionales».

Sobre la «transmisibilidad» de las perrogativas de Pedro, F. Refoulé escribe («Primauté de Pierre dans les Evangiles», 1964): «Los textos evangélicos, si se toman en sí mismos, no confirman ni debilitan explicitamente la posibilidad de esa transmisión. De hecho, los exegetas y los teólogos la niegan o la afirman en nombre de una determinada concepción de la Iglesia y de la gracia de la nueva alianza en comparación con la antigua; de ahí que se enfrenten síntesis teológicas diferentes y esa es la razón de que el debate haya resultado hasta hoy tan poco fecundo».

R. Pesch («Lugar y significación de Pedro en la Iglesia del Nuevo Testamento»): «Hoy es un hecho reconocido, aunque no evidente, que no cabe mezclar los planteamientos histórico-exegéticos y los sistemático-críticos, los de la teología fundamental y los de la dogmática, y que la investigación neotestamentaria debe distinguir cuidadosamente entre cada uno de los datos históricos e histórico-tradicionales y la valoración teológica del testimonio conjunto del Nuevo Testamento que en ellos se basa. Según Wolfgang Trilling, la observancia de esta metodología traería como consecuencia «que del testimonio del Nuevo Testamento como tal no cabe obtener una respuesta adecuada al problema de si en él se conoce o no se conoce, es decir, se excluye (como O. Cullmann) una sucesión de Pedro o en el «oficio de Pedro».

J. Blank termina su artículo («Tipología y ministerio de Pedro en el Nuevo Testamento») con estas frases: «¿Puede fundamentarse desde el Nuevo Testamento un ministerio de Pedro en la Iglesia? La respuesta es sí y no. NO, si este ministerio importa una orientación especial al primado romano. Aquí entraron en juego nuevos aspectos histórico-culturales, que en la primera época eran totalmente imprevisibles. Y sí, en un aspecto muy amplio, quizá como punto simbólico de inserción de todo «ministerio eclesiástico», en el sentido de testimonio de la auténtica tradición de Jesús, de su conservación y siempre nueva representación en la doctrina y en la praxis. Desde esta perspectiva podría, tal vez, entenderse «Pedro» como «tipo» de la unidad del «ministerio». Además de esto, como «roca» de la «ecclesia» de Jesús, continúa siendo fundamento único y exponente claro de la siempre necesaria vinculación de toda la Iglesia a su origen indiscutible, Jesucristo».

En nuestro trabajo, que se circunscribe a estudiar la figura de Pedro solamente en los Evangelios, presentamos de modo informativo su persona y actividad, evitando todo otro tipo de cuestiones controvertidas. Nadie discute hoy el lugar preponderante que la tradición concede a Pedro, aunque no siempre se saquen las mismas conclusiones.

1. Pedro en los evangelios

Sobre la base de un núcleo tradicional, común a los cuatro evangelistas, se describen, por una parte, los rasgos y datos coincidentes (biográficos, actuación al lado de Jesús y en la comunidad, situación en el grupo...) y, por otra parte, se describen los aspectos redaccionales con que cada evangelista perfila y presenta, de un modo más o menos singular, la figura de Pedro.

a) El nombre de Simón

Simón, nombre original de Pedro, aparece en los cuatro evangelios. Lo mismo que su hermano Andrés, recibe de su padre Juan un nombre griego, en la ciudad helenizada de Betsaida (Bar Yona) (Mt 16, 17; Jn 1, 41; 21, 14-17) —Mateo le da el nombre de Simón solamente dos ves (17, 25; y 16, 17 con Bar Yona). Después de identificar a Simón con Pedro (4, 18; 10, 2), Mateo siempre lo llama «Pedro». —Marcos, hasta la elección de los Doce, donde a Simón le impone el nombre Pedro (3, 15), Marcos usa siempre el nombre «Simón» (1, 16-29, 30, 36; y también 14, 37). -Lucas usa el nombre «Simón» (4, 38; 5, 3, 4, 5, 10) hasta que se le da el nombre «Pedro» (6, 14), exceptuando el nombre compuesto «Simón Pedro» (5, 8); «Simón Simón» (22, 31=negaciones), confesión de Pascua (24, 34=«se apareció a Simón»). -En el evangelio de Juan, «Simón-hijo de Juan» parece únicamente en labios de Jesús (1, 42; 21, 15, 16-17); a los discípulos se lo presenta con el simple nombre de Pedro (1, 44; 13, 8, 37; 18, 11, 16, 17, 18, 26, 27; 20, 3-4, 6; 24, 7, 17, 20, 21) o con el nombre compuesto «Simón Pedro» (6, 8, 68; 13, 6, 9, 24, 36; 18, 10, 15, 25; 20, 2; 21, 2, 3, 7, 11-15).

b) El apelativo «Cefas»

«Cefas» es el sobrenombre o apelativo de Simón (Pedro). Transcripción al griego del arameo «Kefa»; significa «cosa» y no aparece como nombre propio antes de la era cristiana; pronto se convirtió en nombre propio junto a la traducción griega, «Petros», que significa «piedra», nombre este preferido por los cristianos de habla griega y que entre los evangelistas lo conserva solamente Juan: «Tu eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefas, que quiere decir Pedro» (Petros) (1, 42). No sabemos cuándo tuvo lugar la transformación semántica de «piedra» en «roca» (petra) (Mt 16, 18). El título honorífico Cefas no pudo Simón recibirlo de Jesús; prueba de ello es que en boca de Jesús aparece constantemente el nombre de «Simón», incluso en una excepción debida a la redacción de Lucas (22, 34) y que la imposición del nuevo nombre ocupa en los evangelios lugares diferentes (Mc 3, 16; Cfr Jn 1, 42).

El nuevo nombre se debe a su inquebrantable confianza en Jesús (Lc 22, 31 s) y a su vocación como primer testigo de la resurrección (24, 34), es el nombre que corresponde a quien funda y garantiza la fe de la Iglesia, confirma a sus hermanos(Lc 22, 32) y los dirige (Jn 21, 15-17) como cabeza de los Doce y «primer cristiano» (R. Pesch, art. cit. en Bibl. 23-24). La promesa vinculada al cambio de nombre tiene antecedentes (Gen 18, 4-5; 35, 10). Bajo este nuevo nombre, que es a la vez promesa y programa de acción, «Cefas-Pedro» entra como primer actor en el escenario de la historia de la salvación.

2. Datos coincidentes

Estos datos los presentamos tal como aparecen en los evangelios, sin intentar determinar cuales pertenecen al tiempo de Jesús y cuáles al tiempo postresurreccional: -Simón, originario de Betsaida (Jn 1, 44) y casado en Cafarnaún (Mc 1, 21, 29), pescador, hijo de un tal Jonás (Mt 16, 17) o Juan (Jn 1, 42; 21, 15-17), se convierte en seguidor de Jesús, perteneciendo al círculo de sus íntimos en el oficio misionero. Es el primer discípulo que recibe la llamada de Jesús (Mt 4, 18 y par) (Cfr Jn 1, 40ss); en la lista de los Doce es citado el primero (Mc 3, 16 y par; Cfr Hech 1, 13) y en los relatos de vocación (Mc 1, 6-17 y par.), Mateo destaca que «es el primero» (10, 2). El evangelio de Juan está en esta misma línea, a pesar del importante papel que desempeña el «discípulo amado»; el cuarto evangelio reconoce desde el principio, que Jesús ha dado el nombre de Roca (1, 42) y destaca la confesión decisiva de Pedro: «Se encaró Jesús con los Doce ¿También vosotros queréis marchar? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tu eres el santo de Dios» (Jn 6, 66-69). Forma parte, con Santiago y Juan, del círculo más íntimo de Jesús, citado siempre en cabeza; con ellos asiste a momentos especiales como la curación de la hija de Jairo (Mt 9, 18-19, 23-26), la transfiguración (Mt 17, 1-13 y par.), escena de Getsemaní (Mt 26, 37 y par). Se dirige al Señor como portavoz del grupo (Mt 17, 4; 18, 21; 19, 27; 26, 33-35; Mc 8, 29; Luc 22, 31). Y Jesús se dirige a Pedro personalmente cuando habla a los Doce (Mc 8, 33; 14, 37; Lc 22, 31).

En el relato de las apariciones se destaca a Pedro de los otros discípulos (=Pero vosotras id a decir a sus discípulos, sobre todo a Pedro... Mc 16, 7; Cfr 1, 36). Igualmente es portavoz de los Doce en escenas tan significativas como la curación de la «hemorroisa» (Lc 8, 45), y en otras ocasiones (Mc 11, 21; Mt 15, 14; 18, 21; Lc 12, 41). Y sobre todo, la confesión de Cesarea (Mt 16, 13-20; Mc 8, 27-30; Lc 9, 18-21).

3. Personalidad llena de contrastes

Por una parte, es el discípulo que confiesa al Mesías (Mc 8, 27-30 y par.), y es agraciado con grandes promesas (Mt 16, 17-19; Lc 22, 31s; Jn 21, 15-17). Por otra parte, es el discípulo al que Jesús rechaza como «Satanás» (Mc 8, 31-33 par.), el que aparece como ejemplo de fe dubitativa, como «hombre de poca fe» (Mt 14, 28-31=«Pedro hundiéndose en las aguas»), el que niega a Jesús (Mc 14, 29-31, 53-54, 66-72 par.). Aparece «arrogante». «Aunque todos se escandalizan de ti, yo jamás me escandalizaré» (Mt 26, 33); «temerario»: «Simón Pedro desenvainó la espada...» (Jn 18, 10), «cobarde»: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces; y saliendo fuera, lloró amargamente» (Mt 26, 70), «desconcertado» en el sepulcro (Lc 24, 12). «Es curioso observar que (esta unión de contrastes) aparece en todos los testigos neotestamentarios de la tradición de Pedro, lo cual podría ser exponente de un «núcleo» histórico. La primitiva tradición no cayó en absoluto en idealizaciones unilaterales de la figura de Pedro. Pero más tarde, con frecuencia se acentuó, por desgracia, sólo el lado positivo del simbolismo de «Pedro», mientras el lado negativo apenas se mencionaba o se pasaba incluso en silencio» (J. BLANK, art. cit. en bibl. 350-351).

4. Perfil de la figura de Pedro en cada evangelista

-Mateo describe a Pedro más cercano, más ligado y unido a Jesús, mediantetoques redaccionales y tradiciones que le son propias: ejemplos: Pedro camina sobre las aguas (14, 28); la promesa hecha a Pedro («roca y llaves») (16, 16-19); relato de la moneda en la boca del pez (17, 24-27). Por eso, en comparación con Marcos, Mateo da una preeminencia destacada a Pedro (10, 2; 14, 28-29, 30-31; 16, 13, 16, 17-19. 22-23). En la escena de la Transfiguración Mateo omite la frase de Marcos (9, 6a): «no sabía lo que decía». En la lista de los discípulos de Jesús, Mateo nombra a Pedro como «protos», el primero de los apóstoles. Para comprender que significa esto, hay que notar que Mateo, a través de la sección 4, 18-10, 4, presenta a Jesús invitando a los discípulos a seguirlo. Mateo, con su lista de los Doce, no sólo manifiesta la sucesiva llamada de los discípulos, que termina en la formación del grupo, sino que también determina el orden exacto en el que ha previamente descrito la llamada de los cuatro primeros discípulos. Esto sugiere que da gran importancia a este orden, y Pedro, que es uno de los Doce, es el «primero» en esta línea. La primacia de Pedro es, pues, desde el punto de vista de la historia de la salvación. «Pedro es la «roca» no en razón de ser elevado a un oficio superior, o aparte de los otros discípulos, sino por razón de que fue el primero de los discípulos que Jesús llamó» (J. D. KINGSBURY, The Figure of Peter in Matthew's Gospel as an Theological Problem, JBL (1979)). De este modo se «liga a Pedro completamente con Jesús, que es el mediador de la revelación. Siempre que la Iglesia se asienta sobre la doctrina de Jesús, está edificada -según Mateo- sobre el fundamento de Pedro, que es el tradente de la revelación, y a quien se ha concedido el poder de las llaves con la autoridad para atar y desatar, ejercido en el momento presente por el conjunto de la comunidad unánime (18, 19). Puesto que quiere encarecer la sujeción de la Iglesia a las enseñanzas de Jesús. Mateo tipifica así más la figura de este, en la cual figura esboza -por decirlo así- la norma apostólica de la Iglesia» (R. PESCH, DENT, 919).

Los cristianos de la comunidad de Mateo enlazan los comienzos de la iglesia con el ministerio de Jesús (4, 17-16, 20), y dentro de este ministerio el «honor» es para Pedro por ser el «primero» que fue llamado (4, 18, 21; 8, 19-21; 10, 2-4). La comunidad ve a Pedro como portavoz y como representante suyo en la confesión de Cesarea de Filipo (16, 16); también lo ve como el «primero» de los discípulos que hace la «fundación» de la iglesia (16, 18) y recibe las llaves, y así se convierte en guardián de la tradición de la Iglesia. Pero a los ojos de Mateo todos los discípulos participan del poder de «atar y desatar», por el que se ejerce el poder de las llaves. Si Pedro fue el «guardián» de la tradición en Cesarea de Filipo, todos los discípulos fueron hechos guardianes de la tradición en el monte de Galilea (28, 16-20). Según esto, estos cristianos de la comunidad de Mateo, que se ven a sí mismos como en interrumpida sucesión de los discípulos terrestres de Jesús, reciben como suyas propias las tradiciones que Jesús entregó a los suyos (5, 1-2; 10, 35; 18, 1; 23, 1; 24, 1-3). «Dentro de la iglesia de Mateo es toda la comunidad la que se reúne en nombre del Señor exaltado y decide lo concerniente a la doctrina y a la disciplina» (18, 1-20) (KINGSBURY, art. cit.).

—Marcos describe a Pedro más distanciado de Jesús, con rasgos menos cordiales; ejemplos: «Jesús reprende a Pedro... Márchate de junto a mí, Satanás» (8, 32-33) y Pedro censura a Jesús (primera predicción de la Pasión); con motivo de las negaciones «se puso a jurar y perjurar: No conozco a ese hombre de que me hablas» (14, 71); en el palacio del Sumo sacerdote, Pedro sigue a Jesús «desde lejos» (14, 53s); en la escena de la Transfiguración: «No sabía lo que decía, pues estaban asustados» (9, 7). Se ha querido ver el evangelio de Marcos como un intento de desprestigiar la figura de Pedro o al menos de desprestigiar a un «supuesto» partido petrino. «Pero no hay razón para decir que Marcos ataca al Pedro histórico. Donde Pedro aparece con cierta obscuridad, Marcos se esfuerza por clarificarlo,asociando a otros discípulos con él, excepto en la historia de la negación donde acumula materiales acerca de él; pero no es menos claro que no lo hace para desprestigiar a Pedro, puesto que acentúa la participación de los discípulos: por ejemplo: «No sabía lo que decía, pues estaban asustados» (9, 7); en la escena del «prendimiento se destaca también la huida de todos los discípulos (14, 50). Si se pregunta por qué Marcos no omitió estos pasajes referentes a Pedro si pretendía defenderlo, la respuesta puede ser que estos pasajes pertenecían a la tradición conocida en su comunidad. No puede eliminarlos y consiguientemente los modifica, es un proceso que Mateo y Lucas llevan más lejos. «No se demuestra que Marcos intenta atacar a Pedro. Pedro aparece con acentos peyorativos. Pero esto puede deberse a la misma tradición anterior a Marcos. ¿Dónde y cuándo apareció? Hay dos obvias respuestas: a) Dentro de una antipetrina facción partidaria de Santiago o Pablo, durante el tiempo de controversia acerca de la admisión de los gentiles en la comunidad nueva. b) Con Pedro mismo o algunos otros discípulos, y halla transfondo en tiempos de Jesús cuando Pedro claudicó de varias maneras. El tiempo tiende a ver el pasado de los conversos en colores más negros de lo que realmente fue. En cualquier caso, para animar a los cristianos, la tradición habría concentrado en las «caídas» iniciales de Pedro el reflejo de la propia vida cristiana posterior» (E. BEST, Peter in the Gospel according to Mark, CBQ, 1978).

—En Lucas la imagen lucana de Pedro está muy enriquecida por las tradiciones recogidas. Lucas presenta a Pedro de un modo más positivo y entusiasta. Así: 22, 8 (a diferencia de Mc 14, 13) hace que Pedro y Juan (los dos «abanderados» de la comunidad primitiva), se encarguen de preparar la Pascua; Pedro (Lc 9, 20; a diferencia de Mc 8, 2a) confiesa a Jesús como «el Mesías de Dios», pero no reprende a Jesús ni es reprendido por Jesús; en la tercera negación (22, 60), Pedro no maldice ni jura (a diferencia de Marcos 14, 71); la llamada a convertirse en pescador de hombres se dirige únicamente a Pedro (Lc 5, 10), (a diferencia de Marcos 1, 17); la negación de Pedro (Lc 22, 32) no significa que su fe se eclipse, puesto que él se encarga de confirmar a sus hermanos; acude presuroso al sepulcro (Lc 24, 12) y a él se le aparece el Señor (Lc 24, 34). «La fe pascual está vinculada a su testimonio. Las últimas palabras de Jesús a Simón (Lc 22, 31 ss) indican que la fe personal de Pedro y su arrepentimiento deben fortalecer a la comunidad de los discípulos, que serán zarandeados como en un cedazo por la oposición pública (¡Satanás!) contra la causa de Dios representada por Jesús» (R. PESCH, Diccionario exegético del N. T, 920-921, y 924).

-En Juan llama la atención la simbiosis con que actúan Pedro y «el discípulo predilecto de Jesús». Este («recostado junto al pecho de Jesús») aparece como el más cercano, el más íntimo al Maestro, y por eso como el mediador con los representados por Pedro: -En la Cena (13-24) Pedro, a través de Juan, intenta descubrir quién es el traidor (13, 24); -al llegar al palacio del Sumo Sacerdote, Pedro espera fuera, y es «el otro discípulo conocido del Sumo Sacerdote quien habla con la portera e introduce a Pedro» (18, 15-16). Niega por tres veces (en dos escenas según Juan) que sea discípulo de Jesús (18, 15-18, 25-27); -en la visita al sepulcro, llega primero el discípulo predilecto, pero «deja entrar a Pedro» (20, 3-8); -en la aparición del lago, el discípulo predilecto dice a Pedro: «es el Señor», pero es Pedro quien se arroja al mar, sube a la barca y arrastra a tierra la red (21, 7ss); -en los momentos difíciles y comprometidos, Pedro se erige en portavoz que da seguridad y sentido a la situación: «Señor, ¿a quién vamos a ir'?» (6, 68s); -en el lavatorio de los pies Pedro descubre el alcance del gesto de Jesús: «Señor, le dice Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también mis manos y la cabeza» (13, 9). -Como nota curiosa, en el cuarto evangelio se identifica a Pedro como el que cortó la oreja derecha al criado del Sumo Sacerdote, y el criado «se llamaba Malco» (18, 10-11). -Igualmente debe descubrirse el rico contenido del diálogo de Jesús con Pedro: (21, 15-17: «No se trata sólo de mostrar el perdón de Jesús a Pedro; la escena brinda además dos datos importantes para la historia de este apóstol: el encargo del ministerio pastoral y de su muerte en seguimiento de Jesús... El Resucitado no sólo «rehabilita» a Pedro, sino que le trueca en otro hombre, constituido en una función y seguimiento personal» (R. SCHNACKENBURG, El Evangelio según Juan, vol. III, 447-8).

Los rasgos y la función de Pedro coinciden con los evangelios sinópticos, destacando más la función pastoral petrina. El evangelista pone de relieve la importancia e influencia del «discípulo predilecto en la comunidad joánica, a causa de su fe modélica, y la importancia e influencia de Pedro en la iglesia universal como testigo privilegiado del hecho pascual, tal como afirmaba la iglesia primitiva.

5. La figura de Pedro como «símbolo»

Del análisis de las referencias a Pedro en las distintas tradiciones y evangelistas, los exegetas se hacen esta pregunta: «¿Cómo se llegó del «Pedro histórico» a la figura tipológica de Pedro», ¿cual es el valor simbólico especial de la figura de Pedro? «Hay que preguntarse por un valor simbólico, puesto que el nombre Cetas/Roca -impuesto por el mismo Jesús, según unos o por la comunidad según otros- es el nombre simbólico y alude a una función simbólica, y como los símbolos son polivalentes, permiten muchas posibilidades de interpretación (J. BLANK, art. cit., 349-350). Ejemplos: -Mt 16, 17-19: Pedro aparece: a) como fundamento (único) de la «ecclesia», y b) como tipo de la «ecclesia» y del poder conferido a ella, el cual proviene de Jesús a través de Pedro como garante de la verdadera doctrina, no sólo en «relación con la «confesión», sino también con la verdadera praxis. Lo que ello indica es una tipología de Pedro ya muy avanzada. En el sentido de Mateo todo poder eclesiástico podría entenderse como «ministerio de Pedro» y su desarrollo posterior como desdoblamiento del único poder. Es posible esta interpretación; pero también, según Mateo, está limitado este poder. «El poder dado a Pedro está totalmente al servicio de la tradición de Jesús; es únicamente «medio», no fin en sí mismo. Su finalidad consiste en la vinculación permanente al único Señor y maestro, Jesucristo, frente al cual todos los demás no son más que «alumnos» y hermanos» (Mt 25, 8-10) (J. BLANK, art. cit., 358s). -Jn 21, 15-17 que habla de la transmisión de poder en la imagen de un «ministerio pastoral», habría que entenderlo igualmente en el sentido de tipología de Pedro. En la figura de Pedro se hace visible la función del «ministerio» como «apacentamiento de las ovejas de Jesús», en sentido de un servicio pastoral representativo. La referencia expresa a las ovejas de Jesús excluye por principio toda pretensión de dominio propio en este servicio. S. Agustín parafrasea: «Cuida de mis ovejas como mías, no como tuyas». No cabe pensar, por consiguiente, que Pedro sustituye a Jesús como pastor del rebaño (cfr 1 P 5, 2-4). (R. E. BROWN, El evangelio de Juan, XIII-XXI, 1443). -Lucas 22, 31s encajaría en este marco, pues pone el acento en el fortalecimiento de la fe. El texto ofrece la interpretación lucana del símbolo de la «roca»: se alude a la fe inquebrantable y sólida como «una roca» de Pedro, pero con la indicación de que Pedro debe esta firmeza de fe no a su propia fortaleza, sino -típico de Lucas- a la intercesión de Jesús (Lc 5, 1-5) (J. BLANK, art. cit., 359).

BIBL. — R. Ricnux, San Pedro y la exégesis contemporánea, Concilium, III, t. III (1967) 149-177; R. PESCH, Lugar y significación de Pedro en la Iglesia del Nuevo Testamento, Concilium, VII, t. II (1971) 17-30; J. BLANK, Tipología y ministerio de Pedro en el N. T, Concilium, IX, t. 1 (1973) 348-361; R. PESCH «Cefas», en BALZ, DENT, Vol. 1, Salamanca, 1996, 2327-2329. Y «Pedro», en DENT, vol. II, Salamanca, 1996, 914-925. «Roca», ibid., 911-914; G. SCHNEIDER, «Simón» (Symeón), en H. BAL?, DENT, Vol. II, Salamanca, 1996, 1525-1536.

Carlos de Villapadierna