Multiplicación (de los panes)
DJN
 

Creemos que puede afirmarse sin ningún lugar a duda que la multiplicación de los panes se convirtió en la historia más difundida y que más profundas raíces echó en la predicación de la iglesia original y en la fe que ella suscitó entre los discípulos. Los evangelistas nos cuentan seis multiplicaciones del pan: Marcos y Mateo nos ofrecen dos cada uno (la segunda multiplicación surgió de las diferencias como era contada la primera y única. La importancia que los evangelistas dieron a dichas diferencias les motivó a narrar una segunda); Lucas y Juan se limitan a narrar una.

En esta narración oímos los ecos del A.T. La multiplicación o multiplicaciones de los panes realizadas por Jesús pretenden poner de relieve que han llegado los días mesiánicos. El Mesías debía dar respuesta a todas las necesidades humanas. Por esto, no basta narrar milagros de curación. Son incluidos en el evangelio también aquellos que presentan a Jesús como el Señor frente a las necesidades externas, pero no menos urgentes, del ser humano, como el hambre. Su señorío se extiende también sobre ella, y eso, aunque el esfuerzo humano para remediarla entre dentro del marco establecido por Dios en su providencia.

El enfoque de la historicidad no debe hacerse ni desde las razones teológicas ensayadas previamente en los relatos del A.T. sobre Elías y Eliseo, profetas "multiplicadores" del pan (1 Re 17,1 ss; 2Re 4,42-44) y, menos aún, desde el contagio psicológico motivado por un "compartir" iniciado por Jesús e imitado por todos aquellos que habían llevado provisiones consigo. Más aún, el recurso a ese "compartir" equivaldría a la destrucción del milagro. El "repartir y el compartir" es un tema obsesivo del evangelio, pero hay que buscarlo donde está, no aquí.

Lo verdaderamente razonable sería tomar como punto de partida las comidas de Jesús con toda clase de gente y buscar la dimensión simbólica que nos es ofrecida en los dos discursos que explican el significado de la multiplicación de los panes en el evangelio de Juan: el discurso sobre el pan de vida (Jn 6,29-51 a) y el eucarístico (Jn 6,51 b-58).

Más que de la multiplicación de los panes habría que hablar de la multiplicación del Pan. Es evidente que el interés del narrador no está centrado en el hecho en sí, sino en su significado. En la mente del evangelista el milagro debe ser considerado como un signo, que apunta a otro pan que puede saciar toda clase de hambre.

El discurso sobre en pan de vida tiene como protagonista al Padre y la respuesta exigida por Dios al hombre es la fe. Jesús exige ser aceptado como el revelador del Padre, como el que ha venido de arriba, como el pan bajado del cielo. La pregunta suscitada por estas afirmaciones pretenciosas expresan la falta de fe en sus oyentes. Indican, además, que se buscan a sí mismos, no a Dios (Jn 6,30-40). Frente a la actitud negativa de sus oyentes, Jesús hace la afirmación fundamental: Yo soy el pan de vida. En esta autopresentación, Jesús se manifiesta como la respuesta a las necesidades y esperanzas del hombre. Para que esto sea así, la única condición que se impone al hombre es la fe. Lo manifiestan las mismas palabras de Jesús expuestas en claro paralelismo en Jn 6, 35b: el creer o ir a él es gracia concedida por el Padre (Jn 6,37.39; 17, 2.7.24) y al mismo tiempo quehacer humano (Jn 3,19-21; 7,17). Estamos ante un excelente resumen de la historia de la salvación. Destaca la iniciativa de Dios, que se realiza en su Hijo y que se hace eficaz gracias a la fe.

El discurso sobre el pan de vida, que tanta importancia da a la fe, se convierte en la preparación adecuada del discurso eucarístico (Jn 6,51 b-58). Frente al carácter metafórico del discurso sobre el pan de la vida -Jesús como el pan dado por el Padre, bajado del cielo, del que hay que comer mediante la fe-vida- destaca el realismo sacramental de esta unidad literaria estrictamente eucarística: es necesario comer y beber la carne y la sangre del Hijo del hombre. En este discurso el protagonista es Jesús, y la respuesta exigida al hombre es comer y beber la carne y la sangre del Hijo del hombre. --eucaristía.

Felipe F Ramos