Juicio
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El juicio es el proceso por el cual Dios pide cuentas al pueblo de su conducta y reparte en consecuencia su destino. El tema del juicio es importante en la enseñanza de Jesús que repite muchos rasgos basados en el Antiguo Testamento, la apocalíptica y la literatura rabínica.

Tres aspectos importantes señalamos, a saber: en primer lugar, analizamos la terminología del concepto juicio y su significado. En segundo lugar, describimos el mensaje de Jesús acerca del juicio. En tercer lugar, presentamos el alcance que dicho concepto tiene en los escritos evangélicos.

1. La terminología y el significado de juicio

El verbo griego krino puede significar "una forma de opinión" (Lc 7, 43). Pero normalmente en el Nuevo Testamento describe el paso de una sentencia a otra en un tribunal (Mt 5, 40). O metafóricamente la palabra está en relación al juicio divino (Mt 7, 1-2; Jn 5, 22. 30). Con frecuencia el centro de atención está sobre un aspecto negativo de condenación (Mt 7, 1; Jn 3, 17-18).

El nombre krisis normalmente se refiere al "acto del juicio" (Mt 5, 21-22; Lc 11, 31-32). Otras veces la palabra krima denota el "veredicto o sentencia" (Lc 23, 40). Pero esta distinción es dudosa (Jn 9, 39). La influencia de los LXX, donde el grupo de palabra usualmente traduce spt se puede ver en algunos lugares de los sinópticos (Mt 23, 23; Lc 11, 42) y krisis significa "justicia". En otros lugares krisis probablemente significa "norma" (mt 19, 28; Lc 11, 42). Aunque el nombre "juicio" (krites) se encuentra en las parábolas (Mt 5, 25; Lc 18, 2. 6) y no es usado como una descripción de Dios en los dichos directos de Jesús.

Otras expresiones son el sustantivo "condena" (Mt 12, 41-42) y el verbo "condenar" (Mt 12, 37). Otras palabras como "castigo", "retribución", "justificar", "justicia" (Lc 18, 1-8; 21, 22), "visita" (Lc 19, 44) y también las referencias explícitas al "día del juicio", tienen su origen en la Antigua Alianza y los autores neotestamentarios explican este motivo y su desarrollo en algunos lugares (Mt 7, 22; 12, 36; Lc 21, 34).

El mensaje de Jesús. Jesús rechaza la idea extendida de que la riqueza o el sufrimiento de los individuos es la recompensa de Dios por la rectitud o castigo por el pecado (Mc 12, 38-44; Jn 9, 2-3). El evangelio de San Lucas describe la suerte de algunos galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de los sacrificios y con aquellos otros sobre los que se desplomó la torre de Siloé. No es que las víctimas fueron especialmente malvadas, sino que cada uno debe arrepentirse en la presencia del juicio de Dios (Lc 13, 1-5).

2. El juicio de las naciones

La mayoría de las enseñanzas de Jesús consistían en advertir a sus contemporáneos que un impenitente Israel está apartado para una catástrofe histórica inminente. Según la parábola de los niños en la plaza (Mt 11, 16-19), esta negativa de la generación a jugar con otro Juan Bautista o Jesús demuestra su desafío de Dios. Esta frase identifica los contemporáneos de Jesús con la generación rebelde de Dt 32, 5; Sal 78, 8; Jr 7, 29. Esta es la última generación de un pueblo rebelde, destinado ahora a pagar de lleno el débito acumulado de la resistencia de las naciones a Dios (Lc 11, 47-51; Mc 12, 1-12). Este sería el tiempo para un cambio de corazón, pero en un tiempo estrictamente limitado (Lc 13, 6-9).

Jerusalén y sus líderes religiosos son el principal objetivo de aquellas advertencias. A la manera de un profeta del Antiguo Testamento, Jesús lamenta el fracaso de Jerusalén para responder a su llamada y profetiza su desolación (Lc 13, 3435; 19, 41- 44). El juicio toma la forma del abandono de Dios de Israel a sus enemigos, como en Jeremías (Jr 7, 25-34; 12, 7; 25, 4-11) y Oseas (Os 9, 15-17; 10, 13-15).

Ello ha sido argumentado notablemente por C. H. Dood y J. Jeremías; esas diversas parábolas que en los evangelios son dirigidas a los discípulos y refieren la venida final de Jesús y el juicio final, son dirigidas por Jesús a sus enemigos o a las multitudes y se refieren a la catástrofe que viene a Israel (Mt 24, 45-25, 30). Pero después, J. Jeremias concede que Jesús esperaba un juicio final, ello es mejor para permitir que algunas parábolas aluden a la crisis inminente de Israel, otras al juicio final de todo el pueblo. Pero nosotros podemos por supuesto agregar con Jeremias que Jesús no ha dado una solución entre la destrucción de Jerusalén y el juicio final podría extenderse por los siglos.

El juicio final. Jesús habla de un juicio de todo el pueblo a partir del "día" cuando el Hijo del hombre llega a establecer su reino en su plenitud (Mt 7, 22; Lc 17, 30-35). Dios es el juez (Mt 10, 28). El papel propio de Jesús en el juicio es a veces ese del testigo para o contra la persona juzgada (Mt 10, 32-33), pero a veces él es el juez (Mt 7, 21-23; 16, 27). Esta es la fuerza en el argumento en los dichos primitivos del Hijo del hombre, Jesús es testigo más que juez y esa la representación de él como juez es por tanto un desarrollo tardío. Aunque el hecho de que el Hijo del hombre se siente a la derecha de Dios (Mc 14, 62) muestra cómo fácilmente un concepto podría pasar en el otro.

El juicio implica una división entre dos clases de gente, los hijos del reino y los hijos del mal (Mt 13, 38), "prudente" y "necio" (Mt 7, 24-27), "oveja" y "cabras" (Mt 25, 31-46), aquellos que entran en la vida y aquellos que son arrojados al infierno (Mc 9, 42-48). Esto refleja la distinción radical entre el "justo" y el "malvado" basado en la literatura apocalíptica y en los rollos del Mar Muerto.

Jesús mantiene el énfasis judío sobre el juicio según las obras (Mt 7, 21-23; 12, 36-37; 25, 31-46). El suministra ejemplos de una clase particular de hechos que serán sellados por la condenación de una persona, por ejemplo provocando a un pequeño a pecar (Mc 9, 42), falta de cuidado al pobre (Lc 16, 19-31; Mt 25, 31-46), fracasado para perdonar (Mt 18, 21-35) siendo crítico hacia los demás (Mt 7, 1-2). Estas advertencias de condenación están indicadas en aquel que comete adulterio, recoge impuestos deshonestos, pero el piadoso será excluido como persona de la comunidad (Mt 23, 33; Lc 18, 9-14).

En algunos dichos de juicio, son trabajos obligados con relación o respuesta a Jesús (Mt 7, 24-27). Otros dichos declaran que la reacción de Jesús será el criterio clave en el juicio (Lc 12, 8-9).

Además del lenguaje de relación, Jesús usa otro lenguaje más pictórico para representar el destino humano más allá del juicio. La familia de Dios se sentará en la mesa del Padre, mientras otros son echados fuera (Lc 13, 28-29). Estos verán a Dios (Mt 5, 8) y la experiencia de vida eterna (Mc 10, 30). Un negativo resultado se describe como fuego insaciable o Gehenna (Mc 9, 43. 45; Mt 5, 22; Lc 12, 5).

También debe ser notado que en comparación con gran parte de la literatura judía, las referencias de Jesús al destino del malvado son alusiones no específicas y como referencias suceden casi siempre al oyente, para responder al mensaje de Jesús, no en las descripciones del destino de algún otro.

La evidencia sugiere que la comprensión de Jesús del juicio se fija no en una retribución estricta de la justicia, por lo cual recompensa y castigo son recompensados por los hechos humanos. Mejor dicho, el centro está en relación a Jesús o a Dios a través de él. La relación elegida por el pueblo cuando ha sido confrontada por el mensaje del Reino de Dios será confirmada en el juicio final. Cuando el lenguaje de juicio según los trabajos se usa, el carácter de los trabajos es comprendido como evidente de una relación de la persona con Dios, o como presentación si la dirección básica de la vida de uno es hacia él o lejos de él.

Esta perspectiva sobre el mensaje de Jesús está reforzada por otras tres imágenes del juicio. El motivo de los dos caminos, ya familiar en el judaísmo sugiere que los destinos humanos no son recompensas o castigos impuestos desde fuera, sino el resultado inherente de la elección que hace el pueblo (Mt 7, 13-14). La imagen del tesoro en los cielos (Tob 4, 3-10) describe los destinos de la gente como el resultado final de sus deseos. Jesús rechaza la especulación acerca de algunos aspectos del juicio final y sus resultados. El es callado acerca de la geografía del reino de Dios o de la Gehenna. Mejor dicho, la especulación acerca del número de aquellos salvados (2 Esd 8, 1) incita sus corazones a estar seguros de su propia entrada en el reino (Lc 13, 23-24). Y modera un aviso terminante del juicio con gran énfasis sobre el cuidado infinito de Dios para sus criaturas (Lc 12, 4-12).

3. La importancia del juicio en los evangelios

San Mateo en comparación con San Marcos y San Lucas acrecienta el énfasis sobre el juicio, la recompensa y el castigo. Aumenta el número de referencias a la Gehenna y relaciona imágenes (Mt 5, 22; 8, 12; 13, 42; 22, 13) y hace más prominente uso de juicio como una sanción para el comportamiento (Mt 6, 1-6; 18, 35; 25, 14-30). De acuerdo con este está la presión sobre el juicio según las obras. Es peculiar a Mateo la parábola de las ovejas y las cabras (Mt 25, 31-46) cuyos destinos son repartidos según a hechos de misericordia o no, hacia el menor de aquellos mis hermanos.

El evangelio de San Mateo presenta el juicio de Dios sobre "esta generación" de judíos, en particular líderes judíos (Mt 23, 29-36). Ellos son el objeto de la serie de "ayes" en el capítulo 23. Mateo solamente añade a la parábola de los viñadores homicidas la conclusión: "Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos" (Mt 21, 43).

El Cuarto Evangelio refiere solamente dos pasajes del juicio final. Cuando en Jn 12, 48 Jesús dice a la gente que será juzgada en el último día por la palabra que ha hablado, el pensamiento parece estar cerrado al de Marcos 8, 38. Juan 5, 26-29 ofrece la descripción tradicional apocalíptica de una resurrección final general y juicio. Cristo es el juez (v. 27). Él juzga según sus obras y hay dos posibles desenlaces, vida y condenación (krisis) v. 29. Los términos krisis (condenación) y krino (juzgar) indican condenación (cf. Jn 3, 18; 12, 31; 16, 11). Pero estos versos están puestos en relación a los versos 19-25 que enfatizan un proceso de juicio ya en vigor "el que escucha mis palabras y cree en el que me envió tiene vida eterna y no incurre en condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida". Entonces el veredicto del último juicio es una ratificación de la vida o la muerte que el pueblo ya experimenta por su reacción a Cristo.

El resultado inmediato de la fe es la recepción de la vida eterna (Jn 3, 16; 5, 24; 12, 50) que deriva su cualidad de relación a Cristo (Jn 17, 3). La experiencia de vida eterna alarga su meta más allá de la muerte (Jn 11, 25-26) o en el último día (Jn 5, 29; 6, 40). Aquellos que no reciben a Cristo están fuera de su relación con él. La cólera de Dios permanece en él (Jn 3, 36), ellos permanecen en las tinieblas y la muerte (Jn 12, 46). Mientras que los sinópticos usan una imaginería llena de colorido como reino y alianza, Juan prefiere el más abstracto lenguaje de amor, conocimiento de Dios, vida, muerte.

Pero el evangelista también presenta a Cristo como juez salvador. Cristo declara que Dios no lo ha enviado al mundo para juzgar al mundo (Jn 3, 17) y tampoco ha venido para condenar al mundo (Jn 12, 47), porque "Jesús no juzga a nadie" (Jn 8, 15). Jesús se presenta como el juez establecido por Dios (Jn 5, 23) y su venida es juicio (Jn 3, 18-19; 9, 39; 12, 31). Esta aparente contradicción se resuelve si se considera el carácter particular de la persona de Cristo. Él fue enviado al mundo para la salvación del mundo: él lo debe salvar y liberar. Este es el diseño de Dios. El Señor no obliga al hombre, éste puede rechazar la liberación y negarse a la fe. Con lo cual se juzga a sí mismo y el salvador llega para él como el juez supletorio de su condena. Pero todo el que viene a Cristo y acepta que las propias obras son manifestadas a la luz, tiene ya hecho el paso decisivo, porque de parte del juez él no encuentra la condena, sino la salvación. En la acción de Dios prevalece la salvación. De igual modo, juicio y condena no tiene valor en sí, si no son rechazo y negación del único valor, Cristo. ->escatología; pobres.

BIBL. — J. B. CREEN - S. MCKNIGHT - 1. H. MARSHALL (eds.), Dictionary of Jesus and Gospels, Leicester- England 1992, 408-411; L. COENEN - E. BEYREUTHER -H. BIETENHARD, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, vol. II. Salamanca 1980, 389-397; H. BALz - G. SCHNEIDER, Diccionario exegético del Nuevo Testamento, Salamanca 1996, 2404-2407; 2407-2415; 2418-2419.

Antonio Llamas