Juan Evangelista
DJN
 

SUMARIO: 1. Argumentos que avalaban la paternidad literaria de Juan evangelista. - 2. Devaluación de las pruebas "definitivas" mencionadas.-3. Nueva consideración del problema. - 4. Problemas que nos hemos inventado. - 5. Tres plumas expertas. - 6. El evangelio nos habla de su autor. - 7. Testigo de la fe original, no de los sucesos fundantes de la misma. - 8. Una idea clarificadora. - 9. Justificación de la creencia "tradicional". - 10. ¿Pertenecía al círculo de los Doce?


Juan era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15, 40), hermano de Santiago el Mayor, natural de Betsaida (Mc 1, 1620); discípulo de Juan Bautista, (Mc 1, 40); apóstol de Jesús (Mt 4, 21-23; 10, 2; Mc 3, 17; Lc 6, 14); uno de los tres apóstoles preferidos y privilegiados de Jesús (Mt 17, 1; 26, 37; Mc 1, 29; 5, 37; 10, 35; 13, 3; 14, 33; Lc 8, 51; 9, 28), el predilecto (Jn 13, 23; 19, 26; 20, 2; 21, 7). Tuvo especial relación con Pedro (Lc 22, 8-12; Jn 18, 15; 20, 2; Act 3, 1; 4, 13; 8, 14). Según la tradición, Juan no dejó Palestina hasta la muerte de María, que Jesús le había encomendado desde la cruz, hacia el año 48. Luego se estableció en Efeso. Posteriormente fue deportado a la isla de Patmos. Uevado nuevamente a Efeso, murió martirizado (?) en tiempos del emperador Trajano. Es autor del IV evangelio, de tres cartas católicas y del Apocalipsis.

Hubo un tiempo en que fue así. Hermano de Santiago, hijo del Zebedeo, y autor del evangelio que lleva su nombre. Los argumentos eran evidentes. Al menos así se pensaba entonces. Pero ¿es Juan un evangelista?

1. Argumentos que avalaban la paternidad literaria de Juan evangelista

En consecuencia, el autor del cuarto evangelio es Juan evangelista, como nos ha sidio presentado por la tradición multisecular. (H. HOEPFL - B. GUT - A. METZINGUER, lntroductio Specialis in Novum Testamentum, Roma, 1956).

2. Devaluación de las pruebas "definitivas" mencionadas

El valor del cuarto evangelio no depende del origen apostólico, entendiendo éste como vinculado a una persona concreta perteneciente al grupo de los Doce. Decir que el autor es judío y, además, judío palestinense, no prueba absolutamente nada en relación con su autor; serían muchos los judíos palestinenses que podían haberlo escrito y, por otra parte, este judío se hallaría en otra zona de influencia cultural, distinta de la habitual en la que se mueven los Doce; que sea testigo ocular es más que problemático, ya que ha tenido que servirse de fuentes, entre las que destaca la de los signos, comúnmente admitida, a las que no hubiese tenido que acudir un testigo inmediato y ocular de los acontecimientos; estas mismas razones hacen que se esté cuestionando su pertenencia al colegio de los Doce.

En cuanto a la tan difundida creencia de una longevidad excepcional de Juan el Zebedeo, a la que se ha recurrido para explicar sus diferencias con los sinópticos, hay muchos autores que hoy la ponen en tela de juicio o simplemente la niegan. Teniendo en cuenta su temperamento violento, semejante al de su hermano Santiago, ambos Boanerges (Mc 3, 17: hijos del trueno) es muy probable que el testimonio definitivo del evangelista mediante su martirio fuese, más bien, temprano. Más o menos en torno al año 44 en que fue martirizado su hermano Santiago (Hch 12, 2).

3. Nueva consideración del problema

Hace casi un siglo que las cosas comenzaron a cambiar. Hoy el planteamiento difiere radicalmente del expuesto anteriormente. Seguimos hablando del evangelio según san Juan y, consiguientemente, del evangelista Juan. Pero la obra, el cuarto evangelio, es considerado como un documento teológico en forma de evangelio que ha sido colocado bajo el patrocinio de san Juan apóstol (X. Léon-Dufour). Y Juan evangelista es la figura representativa a la que se acude como avalista del documento teológico más valioso del N. T. Mantenemos tanto el nombre como el título que lleva por razones tradicionales. El enfoque actual condiciona prácticamente todo aquello cuyo valor había sido absolutizado en el pasado.

4. Problemas que nos hemos inventado

a) La apostolicidad, inspiración e historicidad de los evangelios no dependen de aquellas personas a las que un documento del N. T. ha sido atribuido. La garantía y fiabilidad de estos documentos de fe dependen del "carácter eclesial y tradicional"; en ellos se expresa la fe de la Iglesia original y de su Tradición (hemos escrito intencionadamente la palabra con mayúscula) fundante; la atribución a una persona concreta estuvo exigida, en el siglo segundo, por la necesidad de ofrecer una versión ortodoxa y fiel del evangelio -garantizado por personas de absoluta solvencia reconocida como tal a nivel de Iglesia- frente a las corrientes heréticas que ya habían surgido con fuerza. Por esta razón, el año 180, por primera vez, Ireneo atribuye el cuarto evangelio a Juan el Zebedeo.

b) El cuarto evangelio es, en lo esencial, la obra de un solo autor -seguimos hablando de Juan evangelista, y el supuesto autor sería el responsable de lo más específico de la obra-; cuando hablamos así debemos tener en cuenta que el presunto autor no es una personalidad genial y aislada; forma parte de un grupo de teólogos a los que se ha convenido en llamar "escuela joánica". Y cuando hablamos de escuela nos referimos a un lugar donde la tradición cristiana se ha transmitido por vía de enseñanza, un lugar donde esta tradición ha sido interpretada y actualizada a lo largo de generaciones, un lugar donde esta tradición ha cristalizado episódicamente en producciones literarias.

En dicho lugar, la escuela joánica surgió como fruto maduro de la comunidad o comunidades joánicas. Dentro de la comunidad joánica surgió la escuela joánica cuya maduración en la fe fue encauzada por los teólogos de la misma, entre los que hay que contar al evangelista y a los diversos redactores que intervinieron en la composición de la obra. Puede hablarse de una "escuela joánica", situada ordinariamente en Efeso -ciudad de Asia Menor en donde pululaban múltiples corrientes religiosas-, que estaría en el origen de la designación de dicha escuela como "joánica".

La cristología del cuarto evangelio es mucho más evolucionada que la de los otros tres evangelios; la divinidad de Jesús resalta tanto, que la obra de Juan resultó durante mucho tiempo sospechosa para la teología judeo-cristiana (R. E. BROWN, La Comunidad del discípulo amado). Todas estas particularidades le son atribuidas a la escuela de Efeso o, en todo caso, a una "comunidad joánica", que no trabajaba, sin embargo, a partir de especulaciones sino sobre los resultados y enseñanzas transmitidas por el apóstol Juan, hijo de Zebedeo. El conjunto fue reunido y ordenado por el evangelista-escritor. Finalmente, un redactor-recopilador habría puesto el punto final o la redacción última del libro. (X. León-Dufour, que intenta de este modo armonizar lo nuevo con lo antiguo).

c) Crecimiento lento y progresivo. Antes de llegar a su forma definitiva, el evangelio de Juan ha sufrido una evolución bastante profunda y compleja; casi todos los comentaristas modernos lo reconocen, aunque estén en desacuerdo Sobre la forma de concebir esta evolución. Según unos, el evangelista habría fusionado, retocándolas, más o menos, un cierto número de fuentes, Bultmann, por ejemplo, distingue tres fundamentales: la fuente de los signos, que proporcionó a Juan los milagros que narra; una colección de los discursos" de Jesús, con una clara influencia de la gnosis mandea o del mandeísmo, y un relato especial de la pasión y de la resurrección.

Según otros autores, un texto primitivo, mucho más breve que el evangelio actual, se habría desarrollado, al estilo de una bola de nieve, incorporando materiales diversos pero unidos entre ellos por el hecho de haber emanado del mismo "ambiente joánico". ¿Diversas ediciones corregidas y aumentadas? Cualquiera que sea la solución adoptada, cualquiera que sean las variantes aportadas por una u otra solución, nos encontramos ante el hecho siguiente: el evangelio de Juan está compuesto por estratos redaccionales diversos, que pertenecen a épocas diferentes y a ambientes de pensamiento no homogéneos. Evidentemente que es necesario tener en cuenta todo esto cuando se quiere interpretar con seriedad el cuarto evangelio.

d) Los estratos de un "tell'. El cuarto evangelio ha sido comparado con lo que los arqueólogos llaman un "tell", un pequeño alto "artificial". El montículo arqueológico ha ido creciendo por la acumulación de los vestigios que las sucesivas generaciones y civilizaciones han ido dejando en él. Únicamente desmontándolo se nos hará patente la imagen y el testimonio de dichas generaciones o civilizaciones. Lo mismo nos ocurre en el cuarto evangelio. A través de los distintos estratos literarios o de la historia literaria del evangelio descubriremos la historia social y teológica de la comunidad joánica, que se halla cristalizada en él.

Para seguir debidamente el proceso al que hemos aludido será preciso distinguir tres fases importantes:

1ª) Primer encuentro con Jesús. Un grupo de judíos, no pertenecientes al judaísmo oficial, creyeron que Jesús era el Mesías; pero no el Mesías davídico, sino el profeta anunciado por Moisés (Dt 18, 15-18); no de origen divino, sino simplemente un hombre enviado por Dios, el hijo de José de Nazaret (Jn 1, 45-46; 6, 42). En este primer momento, la predicación cristiana tuvo un éxito considerable (Jn 2, 11; 4, 53; 6, 14). El hecho de que en Jerusalén muchos se entusiasmasen con Jesús apunta en esta dirección.

2ª) Crecimiento en la fe. La fe en Jesús en cuanto Mesías profeta era insuficiente. Debía ser completada con la confesión de Jesús como Hijo de Dios. No admitir el origen celeste de Jesús y su divinidad era ir en contra de las exigencias divinas y quedar excluido del camino de la salvación. Este nuevo planteamiento transformó la tranquilidad anterior en agitación violenta. La mayor parte de los discursos y del material similar a los discursos del evangelio tienen una clara impronta joánica. En este material, al que debe añadirse la primera carta de Juan, tenemos la base fundamental para determinar lo que es específicamente joánico. Más aún, el Jesús que está hablando aquí muy difícilmente es la figura histórica que puede ser perfilada medianrte el estudio de la tradición sinóptica. Se trata, más bien, de un Jesús deducido de la confesión y controversias de la comunidad joánica.

Naturalmente que esta consideración no excluye en modo alguno el material "tradicional" que fue utilizado para presentar de este modo la figura de Jesús. Durante este segundo período, en el que se afirma tajantemente la insuficiencia de la fe anterior: Jesús como Mesías profético... se produjeron conflictos radicales en dos niveles: dentro de la misma comunidad y en relación con e/ judaísmo oficial.

Creemos que en esta segunda fase jugó un papel importante el discípulo amado, que influyó decisivamente en la comunidad que se debatía buscando su verdadera identidad, e influyó de manera importante también en el evangelista propiamente dicho. Desde luego que deben pertenecer al mismo círculo. En la fase anterior, por el contrario, no encontramos vestigios para creer que el discípulo amado haya dejado sentir su influencia en la comunidad.

3a) Precisiones necesarias en orden a mantener la integridad y la pureza de la fe cristiana. Una comunidad dominada por la presencia del Espíritu -como es la comunidad joánica- y por una cristología tan elevada: el redentor divino, que desciende de arriba, para volver al mundo de Dios... podía correr el riesgo -de hecho ya lo había corrido- de "espiritualizarse", en el sentido peyorativo de la palabra, en la línea de la gnosis. Podía llegar a negar en el redentor divino una verdadera encarnación, una muerte real y una eucaristía auténtica. En estos tres terrenos, aunque no sólo en ellos, se hicieron necesarias unas precisiones bien concretas en orden a mantener la integridad y la pureza de la fe cristiana. Y todo ello corrió a cargo del que hoy es conocido comúnmente como el Redactor final del evangelio.

Estas precisiones sobre la verdadera humanidad del Redentor divino, del Logos hecho carne, sobre su muerte real y no sólo aparente, sobre el verdadero sentido de la eucaristía, en la que se come y bebe la carne y la sangre de Cristo... obligaron a los gnósticos, los docetas, a irse de la comunidad joánica: salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros, dirá el autor de la primera carta de Juan. Si hubiesen sido de los nuestros habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros (1 Jn 2, 19).

Muy probablemente, en esta tercera fase el Redactor final se halla bajo la influencia del discípulo amado al que nos presenta como testigo cualificado de los acontecimientos finales de la vida de Jesús.

e) Unidad desde la diversidad. El evangelista no es un creador que parte de cero. El pertence a un ambiente que posee tradiciones ricas y originales sobre la persona de Jesús. Cuando se puso a escribir, hizo una obra de "trabajador" e intérprete. Se sirvió de una colección de relatos de milagros -ya nos hemos referido a ella, llamándola fuente de los signos-, de una colección de palabras atribuidas a Jesús y de informes especiales sobre la pasión-resurrección. Todas estas tradiciones fueron recopiladas en forma de un evangelio imprimiendo en ellas su concepción teológica específica. Por una razón que desconocemos, el evangelista no terminó su obra.

Esta tarea de "trabajador" e intérprete es fácil descubrirla en los indicios de composición existentes en el cuarto evangelio. De ellos se deduce con claridad que no salió de una única pluma ni de una única vez. El evangelio, lo mismo que la comunidad cristiana que se expresa en él, ha tenido un largo proceso de crecimiento que puede ser constatado mediante el análisis del mismo, aunque no pueda ser seguido paso a paso todo este proceso. Mencionamos a continuación las "cicatrices y suturas" que pueden ser descubiertas sin necesidad de especiales investigaciones para descubrirlas:

- Hay una clara ruptura entre el final del cap. 5°, en el que Jesús se encuentra en discusión con los judíos en Jerusalén, y el comienzo del 6° que, con toda naturalidad, sitúa a Jesús en Galilea, sin previos desplazamientos.

- El cap. 14, el verdadero y prácticamente único discurso de despedida, termina con una frase conclusiva cuya continuación lógica tenemos en el cap. 18. Pues bien, entre el cap. 14 y el 18 han sido insertados tres capítulos, que recogen las instrucciones de Jesús a sus discípulos -constituyen un verdadero cuerpo independiente y son considerados como la "gran glosa", y la comúnmente llamada "oración sacerdotal".

- De la afirmación-invitación que los hermanos de Jesús le hacen para subir a Jerusalén y demostrar allí su categoría (Jn 7, 3-4) se deduce que Jesús no ha estado nunca en la ciudad santa. Sin embargo, esta impresión es falsa. Jesús ya ha estado en Jerusalén varias veces (Jn 2, 23; 3, lss: 5, 1 ss).

- El texto de 7, 17-23 se refiere a lo ocurrido en 5, 18: la curación del paralítico, como si se tratase de algo recientemente ocurrido, cuando había transcurrido más de medio año.

- Las afirmaciones recogidas en 3, 31ss no encajan en absoluto en labios del Bautista, pero sí en labios de Jesús inmediatamente después de 3, 21. Los versos intermedios constituyen una glosa nacida de la tendencia antibautista.

- El relato de la mujer adúltera (8, 1-11) rompe la lógica del discurso. No encaja ahí, ni siquiera en el evangelio de Juan, que no es especialista ni manifiesta especial interés por hablarnos de la misericordia de Jesús. Es más, en la transmisión del texto ha sido una unidad literaria itinerante, que la ha colocado en los diversos evangelios. Naturalmente que el más adecuado sería el de Lucas.

- El evangelio terminó originalmente en el cap. 20, con una frase conclusiva, que aún permanece en los versos 30-31, y fue añadido otro cap. que tiene su propia conclusión que en nada se parece a la anterior.

La enumeración no ha pretendido ser exhaustiva, pero creemos que es suficientemente elocuente y probativa en orden a demostrar lo que se pretende: el evangelio es la culminación de un proceso complicado y, consiguientemente, no salió de una única pluma ni de una única vez.

5. Tres plumas expertas

Nos referimos a los tres autores que pusieron por escrito el evangelio en cada una de las tres fases por las que pasó la comunidad joánica y a las que hicimos referencia en el punto anterior: a) la primera fase del evangelio correspondería a la consideración de Jesús como Mesías profético. Esto equivaldría al escrito fundamental, que recogía los signos-milagros y otra materia narrativa. El autor nos es completamente desconocido. b) En la segunda fase, "crecimiento en la fe", un segundo autor, al que llamamos el evangelista, reelaboró el material anterior "teologizándolo o cristologizándolo". El "evangelista" pone de relieve el origen celeste de Jesús, su procedencia de arriba, la filiación divina, su carácter de Revelador, las discusiones sobre el origen de Jesús, los grandes discursos cristológicos... c) Esta "alta" cristología creaba serios problemas, desde la mentalidad religioso-filosófica de la gnosis para aceptar su humanidad, su muerte, el realismo de la eucaristía. Aquí era necesario hacer las precisiones necesarias en orden a mantener la integridad y pureza de la fe cristiana, particularmente en los tres puntos mencionados. Son los que aparecen con mayor claridad y crudeza en todo el N. T. En esta fase fue decisiva la pluma del Redactor final. Estas tres manos o plumas fundamentales no actuaron aisladamente sino como portavoces de la escuela teológica existente en la comunidad joánica.

6. El evangelio nos habla de su autor

a) El discípulo amado es el autor del cuarto evangelio. La afirmación no puede ser más clara: "éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las escribió" (Jn 21, 24a). La referencia a "estas cosas" se refiere, sin duda alguna, a todo el evangelio. A continuación, el texto citado, cambiando de persona, sigue afirmando: "...y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero". El texto exige dos precisiones importantes: Se halla en el cap. 21, que procede de una mano distinta al resto del evangelio y debe ser considerado como un verdadero apéndice. En el final del cap. 21, como ya dijimos, hablan, por una parte, el autor de dicho capítulo y, por otra, la comunidad cristiana. Además, debe destacarse, el estilo "hiperbólico" de dicho autor ("no cabrían en el mundo los libros que podrían escribirse"); que se aparta seriamente de la sobriedad del resto del evangelio. La conclusión sería que el discípulo amado es el autor del cuarto evangelio "según el Redactor final".

b) Clasificación de los textos sobre el discípulo amado. La afirmación del "Redactor final", a la que acabamos de referirnos, no se ve respaldada por el resto del evangelio, cuando habla del discípulo amado:

- Pedro recurre al discípulo amado para descubrir al traidor en la última cena (Jn 13, 23-25) y lo hace de tal modo que ninguno de los demás discípulos se entera. Todo nos hace pensar que se trata de inculcar la idea de la necesidad que Pedro tiene del discípulo amado.

- El discípulo amado aparece junto a la cruz (Jn 19, 26-27) por razón de ser un testigo excepcional para los seguidores posteriores de Jesús, como fiel mediador de la revelación, ya que su testimonio se halla rubricado por Jesús mismo.

- En la carrera hasta el sepulcro (Jn 20, 2-8) el discípulo amado llegó antes que Pedro porque fue el que descubrió en el sepulcro vacío -y lo descubrió él sólo-un "signo" que le apuntaba hacia la resurrección (el v. 9 no puede ser más claro sobre el particular). No llegó porque fuese más joven y corriese más. Únicamente cabe afirmar que fue más rápido que Pedro en la carrera de la fe.

- En cuanto al otro discípulo (18, 15-16), conocido del sumo sacerdote, no sólo no apoya la hipótesis de ser un hijo del Zebedeo, sino que nos aleja de ella: ¿cómo y por qué un pescador de Galilea era amigo del sumo sacerdote?

- En el relato de vocación hay un discípulo innominado (1, 40-42). Creemos que su nombre es silenciado intencionadamente porque al evangelista o al redactor le interesaba dejar en el anonimato a uno de los discípulos de primera hora para que los lectores pudiesen establecer su identificación con el discípulo amado.

Al final del examen de los textos de Jn 1-20, en los que directa o indirectamente se habla del discípulo amado, debemos concluir que la afirmación del redactor final en el cap. 21 sobre la paternidad literaria del cuarto evangelio no es correcta, no responde a la realidad. Del análisis de Jn 1-20 la única conclusión lógica es que nos encontramos, más bien, ante una obra anónima.

c) El discípulo amado y el evangelista. Como ya hemos dicho, para el redactor final del evangelio, no hay duda que el discípulo amado es el autor del evangelio, el verdadero evangelista. ¿Puede sostenerse esta identificación? Rotundamente, no. Tengamos en cuenta lo siguiente:

Resulta apenas imaginable que el discípulo amado se designe a sí mismo con este nombre. A veces se ha dicho, incluso con insistencia, que el autor del cuarto evangelio -que sería, por supuesto, Juan el Zebedeo- no menciona su nombre por modestia y se esconde a sí mismo bajo la circunlocución "el discípulo al que Jesús tanto quería". Esta salida no tiene en cuenta que dicha designación iría en contra de la más elemental modestia y habría que situarla, más bien, en el campo de la más refinada arrogancia. También iría en contra de que los hijos del Zebedeo no son mencionados nunca en todo el evangelio, excepción hecha de Jn 21, 3 donde se habla -en un capítulo que es un apéndice añadido- de forma genérica de "los hijos del Zebedeo". Lo más verosímil es que dicha circunlocución fuese utilizada en el círculo del evangelista: así era designado por todos los pertenecientes al círculo o escuela joánica. Ellos remitían así al garante y testigo ocular de sus tradiciones llamándolo el discípulo al que Jesús tanto quería.

Si se pregunta qué sabía y qué valoraba el evangelista en la persona del discípulo amado hay que decir lo siguiente: él estuvo recostado en el pecho-seno de Jesús y esto significaba, a su vez, que era una persona a la que Jesús se abrió y se confió de manera singular; a quien consideró como transmisor e intérprete del mensaje de Jesús; a quien confió su madre; el que primero llegó a la fe en la resurrección. Es el prototipo de los creyentes.

d) El fraude del Redactor. De lo dicho más arriba se deduce que el redactor final ha cometido un fraude, ha engañado, con sus afirmaciones del cap. 21, a sus lectores. Pero, ¿por qué?:

- La comunidad joánica sabía perfectamente quién era el discípulo amado. Para ella era la máxima autoridad sobre la que se apoyaba su fe.

- El único fraude frente a la comunidad joánica estaría en conceder al discípulo amado un papel exagerado, el atribuirle directamente la paternidad literaria de una obra que no era suya. Pero, en realidad, ¿no era suya? ¿No era el garante último de las tradiciones que recogía?

- El fraude estaría más justificado si la cuestión es considerada, no en relación con la comunidad joánica, sino hacia fuera, en la perspectiva de otras comunidades o de la Iglesia universal. El silenciar el nombre del discípulo amado y ocultarlo bajo la circunlocución consabida se explica mucho más lógicamente si el discípulo amado era una personalidad extraordinaria dentro de la comunidad joánica, pero era una persona desconocida a nivel de la Iglesia universal.

7. Testigo de la fe original, no de los sucesos fundantes de la misma

El autor del cuarto evangelio no pertenece ya a la generación apostólica. Juan evangelista -seguimos reservando este título para el autor del evangelio- siente la distancia que le separaba del Jesús histórico y reflexiona sobre la misma con mayor intensidad que lo hicieron los sinópticos. Su reflexión se centra en dos momentos trascendentales: en la vida de Jesús y en la época posterior en que él vive. Y no debemos pensar que al evangelista le interese muy poco el Jesús histórico. Lo que pretende el evangelista es unir o armonizar ambos momentos, de tal manera que el primero -el relativo al Jesús histórico- siga siendo el fundamento del segundo y que éste se desarrolle profundamente, en admirable "inculturación", desde aquél.

El Protagonista de su evangelio es un Viviente, ausente corporalmente de la comunidad y, al mismo tiempo, presente en ella y determinante de su vida. Los discursos de Jesús son, más bien, discursos sobre Jesús; las discusiones de Jesús con sus contemporáneos se convierten en las discusiones sobre Jesús, protagonizadas por el cristianismo naciente con el judaísmo que se le había enfrentado de forma violenta. Juan evangelista se interesa por Jesús no como historiador, sino como cristiano y creyente, como teólogo, teniendo en cuenta la cultura y mentalidad tan distintas de sus nuevos destinatarios a los que había que hablarles en el lenguaje que ellos entendiesen.

8. Una idea clarificadora

Juan evangelista estaba plenamente convencido de que un regreso al Jesús histórico ya no era posible. Su preocupación está centrada en cómo se puede creer en Jesús a fines del siglo primero. La idea de la salvación, ¿no podía ser traducida e interpretada de forma más inteligible utilizando las nuevas categorías de pensamiento y, en particular, las procedentes del pensamiento gnóstico, que prometen al hombre unas fronteras infranqueables por el mundo y, como consecuencia, una liberación espiritual y trascendente, supranatural y ahistórica? ¿Por qué, pues, esta permanente vinculación del cristianismo al Jesús oriundo del oscuro Nazaret?

Juan evangelista encontró la única respuesta posible y satisfactoria en la consideración siguiente: El cristianismo puede permanecer fiel a Jesús y sus propios orígenes sólo en el caso de que se atreva a efectuar una nueva formulación de lenguaje y pensamiento de lo que concierne a Jesús como hecho y como persona. Con su evangelio, ese Juan evangelista se ha metido en una audaz aventura teológica. Se asemeja con ello a un equilibrista, al que un paso en falso, a la derecha o la izquierda, podía precipitarle en el abismo. El problema hermenéutico de la teología cristiana, que la reflexión sobre Jesús de Nazaret no puede en modo alguno dejar de lado, alcanza en su obra un nivel del que todas las generaciones posteriores están obligadas a aprender para beneficiarse de su enfoque.

Juan evangelista está en una raya fronteriza. El retorno a Jesús de Nazaret es tan importante para él como el problema de la nueva formulación del mensaje de Jesús para su propio tiempo, su entorno y sociedad. Sin el Jesús histórico no hay cristianismo para este teólogo y evangelista. Pero también es válido este otro enunciado: sin la transmisión e interpretación filológica del mensaje de Jesús, del kerigma, a los oyentes de su sociedad coetánea con su ideología marcada por el propio entorno espiritual y cultural, con su lenguaje helenístico o gnoscizante -entorno al que el propio Juan evangelista se sabe pertenecer-, ese mensaje de Jesús continuará cerrado y no conseguirá producir fruto alguno. El carácter misionero del evangelio le empuja en ambas direcciones. Si con ello queda adecuadamente fijado el propósito teológico de Juan evangelista, su evangelio logrará también en cierto modo una actualidad candente para nuestro tiempo, para nuestras reflexiones y esfuerzos.

9. Justificación de la creencia "tradicional"

El esfuerzo realizado por la adecuada "inculturación" hizo que el cuarto evangelio adquiriese un matiz, un lenguaje e incluso una mentalidad gnostizantes. Aspectos que le hicieron sospechoso de enseñar doctrinas gnósticas. Sólo cuando se cayó en la cuenta de que, también él, podía ser utilizado en contra de la gnosis -una de las tendencias del cuarto evangelio es la antignóstica-, encontró, a pesar de las diferencias con los sinópticos, la aprobación de la Iglesia oficial. Aquí tenemos la explicación del por qué los representantes de la ortodoxia mantuviesen la actitud de rechazo o reserva frente al cuarto evangelio.

¿Qué significado podían tener las dudas, fluctuaciones o negaciones para aceptarlo como plenamente ortodoxo? Digamos que estaban plenamente justificadas desde su acercamiento al mundo de la gnosis. Aprovechemos para afirmar que, de haber estado por medio como autor reconocido el apóstol Juan, esto no hubiera ocurrido. De hecho, cuando se comenzó a asociar el cuarto evangelio con el apóstol Juan, toda la Iglesia lo aceptó junto a los sinópticos. Se aplicó anticipadamente el criterio de la apostolicidad y del testimonio ocular.

En todo caso, el argumento supremo utilizado por la Iglesia para la aceptación del evangelio de Juan fue que ella se vio reflejada en él; él expresaba de forma adecuada su fe; ella se auto-comprendió en él porque él decía lo que ella es.

La influencia que los movimientos gnósticos hayan podido tener en la divulgación y notoriedad del cuarto evangelio no puede ser considerado como un triunfo de la gnosis. Más bien pone de relieve la riqueza inmensa del cuarto evangelio, la densidad de contenido y la incorporación que ha hecho de un nuevo lenguaje y mentalidad en orden a la transmisión del mensaje cristiano. Esto lo captaron los gnósticos y lo utilizaron para justificar sus doctrinas. Ahí estuvo su mérito. Pero cuando comenzó a conocerse a fondo el cuarto evangelio se descubrió que era totalmente ortodoxo y que podía ser utilizado contra la gnosis, como así ha sido. (El cuarto evangelio es gnóstico y anti-gnóstico). Baste pensar en el papel que ha jugado tanto en la cristología como en la doctrina sobre la Trinidad.

10. ¿Pertenecía al círculo de los Doce?

Después de los desarrollos anteriores este interrogante sobraría. Lo resumimos en unas pocas líneas. La lengua utilizada por el cuarto evangelio es del todo singular. ¿De dónde procede este lenguaje? Es necesario tener en cuenta el contexto general, histórico y cultural. En este nivel, la lengua joánica se debe más a la contingencia que a una elección significativa. Se trata de no subestimar la tradición cristiana: el evangelista es un hombre perteneciente a la tercera generación cristiana, heredero de una tradición rica y constituida; muchas de las representaciones que utiliza le han llegado por el canal eclesial. En fin, desde el momento en que son consideradas las posibles influencias exteriores, provenientes de otras corrientes religiosas distintas del cristianismo, es necesario recordar que en la época de composición de este evangelio, el próximo Oriente vivía una fase de sincretismo.

El autor no refleja únicamente experiencias personales; ha utilizado fuentes -ya nos hemos referido a ellas- lo cual no es compatible con un testigo ocular. Los Doce tienen escasísima importancia en este evangelio y, cuando aparecen, nos encontramos como una especie de aerolitos procedentes del mundo sinóptico (Jn 6, 67-70: 20, 24). Entre los íntimos de Jesús figuraban otras personas que no pertenecían al círculo de los Doce, como José de Arimatea, Nicodemo, los que habían creído en él de entre los magistrados, etc. (Jn 12, 42). No se puede demostrar que en la última cena estuviesen únicamente los Doce: deberían ser invitados los de la casa; también podían asistir las mujeres...

En cuanto a la identificación concreta del discípulo amado, que no es Juan el Zebedeo ni ninguno de los Doce, existen varias y serias hipótesis. La que presenta como candidato firme a Lázaro se apoya en los argumentos siguientes: sólo de él se dice que le amaba Jesús (Jn 11, 3); a él conviene como a nadie el rumor sobre aquel discípulo que no moriría (Jn 21, 23); el discípulo amado sólo aparece en escena después de la resurrección de Lázaro: la primera vez es en la última cena.

Ante la falta de argumentos definitivos en este terreno, nosotros preferimos el anonimato. Como ya hemos dicho, Jesús tenía otros amigos fuera del círculo de los Doce. Entre ellos habría que buscar a esta personalidad extraordinaria que intimó con Jesús más que ningún otro y captó toda la dimensión y significado de su persona de forma tan singular. -> Juan.

BIBL. - J. BLANK, El Evangelio según san juan, 4/2, Herder, 1979; F. FERNÁNDEZ RAMOS, El Discípulo Amado, "Studium Legionense", 1981, pp. 39-74; D. MOODY SMITH, lohannine Christianity: Some Reflections on its character and delineation, "New. Test. Stud, 1975; M. E. BOISNARD. - A. LAMOUILLE, L "Evangile de lean, Paris 1977. Sinopsis del cuarto evangelio. Entre los comentaristas, el que más se ha preocupado del tema es. R. SCHNACKENBURC, El Evangelio de luan, 4 vol, Herder, 1987.

Felipe F. Ramos