Historicidad de los Evangelios
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SUMARIO: 1. Historia de la investigación. - 3. Postura de la iglesia católica. - Conclusión.


Tras la experiencia Pascual y la consiguiente infusión del Espíritu, los Apóstoles comenzaron a predicar a Jesús, muerto y resucitado. Los que le habían seguido desde el principio, siendo testigos oculares de lo que Jesús "hizo y enseñó", lo proclamaron de viva voz, atrayendo a la fe a muchos que comenzaban a creer "sin haber visto". Fue esta una ingente tarea en que la palabra era el primer y principal instrumento para la predicación.

Paulatinamente, con el paso de los años, y aún de décadas, la palabra de la predicación se fue convirtiendo en escritura a través de un proceso complejo, en el que influyeron la selección de tradiciones, tanto escritas como orales, y la fe de las comunidades que habían convertido en vida la predicación que habían oído. Los evangelios nacieron desde la fe y para engendrar fe, y una fe que era vida y no simplemente un conjunto de doctrina o sistema intelectual. Por lo que en la formación de los evangelios se entremezclan los recuerdos de los testigos, la tradición, colecciones de escritos, vida de la comunidad, aplicaciones e interpretaciones de las palabras y hechos de Jesús, a la vida y circunstancias de la comunidad y todo esto realizado desde la nueva comprensión que dio la luz de la Pascua en la que se transmite una interpretación guiada por el Espíritu de los acontecimientos y la tradición en torno a Jesús.

La constatación del cúmulo de aspectos que se aúnan en la composición de los evangelios, ha producido una pregunta lógica ¿es posible conocer lo que hizo y enseñó Jesús de Nazaret a través de lo que nos cuentan los evangelios? Tras esa confesión creyente ¿podemos descubrir al Jesús terreno?, ¿hasta qué punto los evangelios son historia? Dicho con la formulación que se ha hecho clásica ¿El Cristo de la fe que nos transmiten los evangelios es el Jesús de la historia? Estas preguntas plantean el problema de la historicidad de los evangelios y han estado presentes en los estudios que se han realizado sobre los evangelios en buena parte del siglo XX.

Antes de responder a estas preguntas y tomar postura ante ellas, hagamos un breve repaso por la historia de la investigación sobre esta problemática.

1. Historia de la investigación

Hasta finales del s. XVIII la afirmación era rotunda: los evangelios son históricamente veraces, es decir, lo que nos cuentan es "estricta y propiamente historia". Eran considerados como una biografía, algo así como las actas de la vida de Jesús.

El primero que plantea el problema de la historicidad de los evangelios es Reinmarus (1778), quien afirmando que los discípulos hicieron de Jesús, -que él considera como un Mesías fracasado-, el Mesías espiritualista que narran los evangelios, le dio un nuevo enfoque al estudio de los mismos, distinguiendo entre la predicación del Jesús histórico y el mensaje de la comunidad. En la misma línea se coloca Strauss (1835), para él la comunidad primitiva transfirió las esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento a Jesús de Nazaret, por lo que es necesario distinguir el hecho originario de la interpretación creyente que realizó la comunidad. Con ellos quedó planteada la pregunta crítica sobre la historia de Jesús.

A mitad del s. XIX se planteó con toda crudeza el problema de la historicidad. Baur (1847) reconoce que los evangelios nacen dentro de la historia de la Iglesia y como fruto de la dialéctica entre la apertura a los gentiles y la fidelidad al judaísmo en el que predicó Jesús. Por este tiempo los racionalistas, cuyo máximo representante es Renán, intentan explicar humanamente los hechos de Jesús, excluyendo todo elemento sobrenatural de los mismos. Las afirmaciones se realizan desde posturas apriorísticas y con razonamientos muy críticos, que hoy reconocemos como poco científicos.

La investigación histórica sobre la vida de Jesús toma una nueva orientación con la teología liberal, quien acepta que los evangelios transmiten la enseñanza auténtica de Jesús, de ahí que con una actitud optimista viesen una posibilidad de renovación de la vida cristiana a partir del hallazgo de lo genuinamente proveniente de Jesús. Schweitzer, acabó con este optimismo al demostrar la imposibilidad de escribir científicamente una vida de Jesús.

Kálher (1892) y Wrede (1901) introducen ya con toda claridad la distinción entre el "Jesús histórico y el Cristo de la fe".

En los primeros años del s. XX, la Escuela de la Historia de las Religiones considera el cristianismo como resultado de un sincretismo religioso, negando toda historicidad no sólo a los evangelios, sino incluso a sus orígenes.

A partir de la primera guerra mundial, surge con fuerza la Escuela de la Historia de las Formas (Schmidt, Dibelius, Bultmann). Para ellos los evangelios han sido escritos en pequeñas unidades literarias, cada una de ellas independientes, que se han unido sin orden y que tuvieron su origen en las circunstancias y avatares de las primeras comunidades (Sitz im Leben). No existió, afirman, un relato histórico, sino un testimonio de fe con la finalidad de "ganar creyentes y confirmar a los fieles". Tras las formas literarias está siempre la comunidad que las ha creado según las necesidades que iban surgiendo y para dar respuesta a los interrogantes que la vida iba suscitando. De esta manera se niega que los evangelios sean obras literarias, apareciendo como un mosaico de unidades precedentes, sin ningún valor histórico. Los evangelios aparecen como obra de la Iglesia primitiva y en ellos no se encuentra al Jesús histórico sino al Cristo de la fe.

Bultmann, su máximo representante, afirma que entre el Jesús histórico -del que no se puede afirmar más que su existencia y su muerte en cruz- y el Cristo de la fe existe la diferencia que separa al que anuncia el Reino del que es anunciado como la actualización del Reino, el Predicador pasa a ser Predicado. De los evangelios sólo se puede deducir como fuente de la vida de Jesús, que existió y que murió en la Cruz. Estos dos datos (nacimiento y muerte en cruz) son el único presupuesto necesario para la predicación, fuera de esto no existe un interés histórico en los evangelios sino una preocupación kerigmática. Para transmitir la fe se recurre al mito y así el material que nos ofrecen los evangelios debe considerarse como una "Historización del mito" de Jesús, sin ninguna certeza histórica.

Los evangelios nos darían la fe pos-pascual y no el recuerdo de los "dichos y hechos" de Jesús. Desde el interés desmitologizador de los evangelios que tiene Bultmann y su método crítico-literario, niega como válido todo intento por llegar al Jesús histórico. Bultmann con un escepticismo exagerado sacó de un análisis literario, unas conclusiones históricas.

A mediados del siglo fueron los discípulos de Bultmann (Kássemann, Bornkamm, Fuchs, Braun), quienes desde sus mismos planteamientos, inician "la nueva pregunta" sobre Jesús, ya que la fe exige la persona de Jesús como "soporte de la Palabra de Dios". Si el Jesús histórico no se encuentra en los evangelios, la fe tendría su origen en un kerigma ahistórico y todo el cristianismo sería un mito; aceptando que los evangelios están escritos desde la fe, no hay por qué negar una base histórica y que esto es así lo prueba el interés de la primera comunidad por escribir los evangelios, se pudo muy bien predicar el kerigma, como lo hizo Pablo, sin referencias a la historia de Jesús.

Es así como se inicia una nueva investigación cuya finalidad es la búsqueda del Jesús histórico, se intenta llegar a la misma predicación de Jesús, al hecho originario, a ser posible a las "ipsisima verba" (J. Jeremias). Este nuevo camino de búsqueda se realiza a través de varias líneas metodológicas. La Escuela de Uppsala (Reinsefeld, Gerahson) lo hacen a través de la tradición oral. Investigan los métodos rabínicos para la enseñanza de la Toro oral, y quieren ver en la formación de los evangelios la repetición de este mismo método, Jesús habría hecho aprender de memoria a los discípulos sus enseñanzas y éstos a su vez lo transmitieron a la comunidad, con lo que los evangelios, por lo que los evangelios más allá de la historia, serían la misma tradición de Jesús. Método que ha tenido una mínima acogida.

Por otro camino, pero con la misma finalidad, Schürmann utilizando el método de la Historia de las Formas, realiza una constatación que le sirve como base para llegar a Jesús. Es esta la constatación de la continuidad que existe entre la comunidad pre y la pospascual. Los que predicaron después de la Pascua fueron los mismos que acompañaron a Jesús durante su vida pública. Si los discípulos participaron aún en tiempo de Jesús histórico en la predicación del Reino, como parece atestiguado, debieron aprender al menos unas fórmulas básicas para llevar a cabo esta predicación. Desde esta constatación se puede, y esto con el método de la Historia de las Formas, remontar la tradición no solamente a los inicios de la iglesia sino al tiempo prepascual.

A partir de esta "Nueva Pregunta" sobre Jesús, los trabajos de una serie de investigadores (Jeremias, Perrin, Trilling, Rigaux, Mussner) han confluido en una serie de criterios que constituyen lo que hoy se conocen como las "vías de acceso al Jesús histórico", que básicamente se pueden resumir en tres criterios, que no hay que aplicar por separado, sino complementándose entre sí. Son éstos:

- El "criterio del testimonio múltiple": hay que retener como histórico aquellos datos que se encuentran atestiguados en varias o en todas las fuentes. Con la aplicación de este criterio se llegaría a una tradición más antigua que la primera fuente que la contenga, pero no por ello al dato original, pero si además de estar en diversas fuentes aparece en géneros literarios diferentes, su probabilidad histórica es muy alta.

- El "criterio de desemejanza o discontinuidad" considera históricos aquellos relatos que no pueden tener un origen judío, ni pueden derivar de las formulaciones de la Iglesia primitiva. Este criterio se aplica, principalmente, a las palabras de Jesús.

- El "criterio de conformidad o continuidad" que trata de verificar la unión que existe entre lo que transmiten los evangelios con el ambiente en que se predicó y con el conjunto del mensaje de Jesús.

Estos criterios han tenido sus objeciones, sin que éstas hayan anulado su valor pero que han motivado nuevas formulaciones. Siendo la llamada corriente "third quest" que viene del pensamiento anglo-sajón (Sanders, Vermes, Theissen, Bruchard, Crossan) la que en estos tiempos, desde una preocupación histórico-social, han derivado estos criterios hacia el de "plausibilidad histórica", para la aplicación de este criterio estudian no solamente las fuentes ortodoxas, sino también las no-canónicas. Esta nueva corriente, que es la que con más interés busca caminos para solucionar la historicidad de los evangelios, pone su atención en el estudio de la inserción del cristianismo en el judaísmo, más que en las diferencias y separación que surgió en el primer siglo de la iglesia.

2. Postura de la Iglesia Católica

Ante los resultados de esta investigación, en un momento en que imperaba el estudio historico-crítico de la Escuela de la Historia de las Formas, la Iglesia Católica, tras una serie de tanteos, se publica el 21 de Abril de 1964 la instrucción de la Pontificia Comisión Bíblica,"Sancta Mater Ecclesia" que es un breve escrito en la que se aborda la historicidad de los evangelios, afirmando que antes de llegar a nosotros la predicación de Jesús atravesó por tres momentos: la misma acción de Jesús, la predicación apostólica y el poner por escrito el recuerdo y la predicación interpretados desde la vida de la Iglesia y la guía del Espíritu. Con lo que se separaba de la postura tradicional de ver en los evangelios "la historia de Jesús" y manifestaba que los evangelios no sólo fueron escritos para conservar el recuerdo de Jesús, sino que son también el resultado de una predicación, con lo que se ofrecía a las comunidades el recuerdo de su fe y la vivencia de la misma.

Esta instrucción sirvió de base para la redacción definitiva de la Constitución Dogmática "Dei Verbum" del Concilio Vaticano II, quien en su número 19 afirma: «La santa madre Iglesia firme y constantemente ha mantenido y mantiene que los cuatro referidos evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, con fidelidad comunican lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, realmente hizo y enseñó para la salvación eterna de los hombres hasta el día en que fue elevado. Los apóstoles después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que él había dicho y hecho, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, instruidos por los acontecimientos gloriosos de Cristo e ilustrados por la luz del Espíritu de la verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo la forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria y recuerdo ya del testimonio de quienes «desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra», con la intención de que conozcamos la «verdad» de las palabras en que hemos sido instruidos».

El texto final aprobado recoge el sustantivo abstracto "historicitatem", que es 4 que usamos como título de este artículo. Ya que no se trata de la narración fría de unos acontecimientos históricos, sino de una historia interpretada por la fe.

Con el texto conciliar la Iglesia afirma que 1) la fe necesita como fundamento la historia. La fe cristiana no es posible sin la suficiente garantía no sólo de la existencia de Jesús, sino también de la verdad de sus dichos y hechos, que 2) los evangelios nos transmiten este fundamento y lo afirma con rotundidad al decir "firme y constantemente ha mantenido y mantiene", etc. y 3) que en la transmisión de los evangelios hay que distinguir el fundamento que es lo que Jesús "hizo y enseñó"; la comprensión de los mismos que reciben con la resurrección y la interpretación de "aquella crecida inteligencia" que supone la Resurrección y la infusión del Espíritu, aporta a los mismos. Todo ello supuso una labor de transmisión selectiva, de síntesis y de explicación, que no merma, sino que acrecienta la "verdad" en la que "hemos sido instruidos".

Supera así el historicismo, reconociendo y afirmando que los evangelios nos cuentan la verdad eterna de lo que Jesús manifestó en vistas a la salvación, dicho de otra manera, nos trasmiten al Jesús histórico pero visto e interpretado con los ojos de la fe.

Conclusión

A la vista de todo lo expuesto y de la larga historia de la investigación con resultados distintos, intentamos hacer una síntesis de nuestro empeño, ¿cómo entender la historicidad de los evangelios?¿Existe en los evangelios el recuerdo histórico de Jesús?

Para comprender la historicidad de los evangelios hemos de partir de la aceptación de los tres momentos sucesivos en el origen de nuestra fe: la predicación de Jesús, Jesús predicado por los apóstoles y la fe en Jesús de la primera comunidad. En el tiempo pre-pascual Jesús predicó, enseñó, actuó, creando en torno a él un grupo de discípulos que en medio de la flaqueza humana, recogieron su mensaje. Tras la experiencia de la Pascua todo ese cúmulo de recuerdos comenzaron a llenarse de comprensión, la "crecida inteligencia" que dio el saber a Jesús vivo y la infusión del Espíritu, llenó de contenido y dio unidad a todas aquellas vivencias, y los apóstoles comenzaron a contarlo, desde la nueva situación creyente de la Pascua, en una proclamación que muy pronto se hizo kerigmática. Todo aquello que era historia se convirtió para ellos en objeto de fe y como tal lo proclamaron. Los primeros cristianos que escucharon este mensaje, lo aceptaron como fe, lo vivieron como tal, organizaron sus comunidades de acuerdo con esta fe y los llenaron con la vida que de él se desprendía. El recuerdo pasó a ser mucho más que historia, era fe que fundaba sus comunidades y vivencia que les impelía al amor y la esperanza.

Cuando los apóstoles fueron desapareciendo comenzó un nuevo trabajo, escribir los cuatro evangelios "escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, explicándolas atendiendo a la condición de la Iglesia, reteniendo la forma de proclamación". Es así como los evangelios más allá de los hechos históricos transmitidos fríamente a la manera de un acta, lo que nos entregan es el recuerdo hecho fe, entendido a la luz de la Pascua y vivido en las circunstancias de cada una de las comunidades creyentes. Por lo que podemos afirmar que los evangelios, además del recuerdo de Jesús nos transmiten la fe que en él tuvieron las primeras comunidades.

Con la célebre distinción no son propiamente historia (historie), sino un relato contado para el compromiso creyente (geschichte) en Jesús. Ciertamente son escritos que nacen de la fe e intentan crear fe, pero ello no impide que tengan una realidad histórica que los fundamenta y a la cual interpretan. Por ello el Cristo de la fe tiene su origen en el Jesús histórico, ya que los evangelios nos transmiten la lógica comprensión y el entendimiento de la cristología que subyace en todo lo que Jesús "hizo y enseñó".

La historia es, pues, la base en la que se fundamenta la fe cristiana. No es posible comprender el cristianismo sin esta base. El conjunto de los cuatro evangelios nos transmiten "la verdad" de Jesús y es en cada una de las perícopas donde hay que delimitar el hecho histórico, la interpretación creyente que da la Pascua y la aplicación que las comunidades hicieron del hecho para que fuera significativo en la vida de las comunidades. --> historia y fe; interpretación hermenéutica.

BIBL. — J. S. KSEL MAN, Crítica Moderna del Nuevo Testamento, en Comentario Bíblico San Jerónimo, NT, II, Cristiandad Madrid, 1972, 25-57; R. AGUIRRE MONASTERIO, Interpretación de los Evangelios sinópticos, en AGUIRRE, R.- RODRIGUEZ, A., Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Verbo Divino Estella, 1992, 57-98; THEISSEN, G.-MERZ, A., El jesús histórico, Sígueme Salamanca, 1999.

J. Fernando Cuenca, ofm.