Enemigos, Amor a los
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La exigencia de amar a los enemigos constituye el imperativo más radical de la ética de Jesús, y todas las restantes exigencias han de explicarse sobre esta base. Nos limitamos al estudio del texto inserto en el esquema de la sexta antítesis: «Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No os venguéis del que os hace mal..». (Mt 5, 36-48; Lc 6, 27-36). «Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo...»

1) Pregunta con problema: Hay que reconocer que el mandato de «amar a los enemigos» es único y original de Jesús. El Antiguo Testamento no manda amar a los enemigos; Levítico 19, 18 dice solamente: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»». Mateo 5, 44 expresa un fuerte contraste entre el mandamiento del amor al prójimo según el significado que se le daba en la tradición judía y la petición de Jesús. En la filosofía platónica y estoica es fundamental el tema del amor ilimitado al hombre, que incluye la simpatía hacia el que es antipático, malo u hostil. También en la tradición judía abundan las máximas como esta o similares: «Lo que no quieras para ti, no lo hagas a tus semejantes. Esto es la Tora. Lo restante son comentarios». Llama la atención, en cambio, que Jesús hable con un acento tan entusiasta del amor a los enemigos. Las fórmulas extremas y opuestas destacan el punto de contraste en la conducta exigida por Jesús: «amar» y «enemigos», «hacer el bien» y «los que odian», «bendecir» y «los que maldicen», «orar» y «los que maltratan». La pregunta, pues, es muy clara y directa: «Se puede tolerar e incluso olvidar, la injuria hecha a nosotros o a un miembro de nuestra familia, pero ¿cómo amar al enemigo que nos hace mal, que nos priva por asesinato bien preparado, de algún miembro querido? Amor/odio son sentimientos, movimientos del espíritu, espontáneos, incontrolables diríamos. Nadie puede amar u odiar por prescripción.

Lo que Jesús propone es una utopía, un ideal, pero no una ley. Se comprende la posibilidad de amar al prójimo y también la de no odiar al enemigo, pero amarlo, amarlo... De lo que se trata es de que el discípulo demuestre una «justicia» mayor (Mt 5, 20), distinta y más perfecta que la de los publicanos y gentiles, «porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de especial más que los otros? ¿No hacen eso también los gentiles?» (Mt 5, 46-47). No se trata tanto de sentimientos íntimos del alma cuanto de la respuesta que el discípulo debe dar al mal: no responder a la violencia con la violencia, no devolver mal por mal, olvidarse de la venganza etc. Todo esto, incluso el no odiar, es posible desde el punto de vista antropológico y psicológico, y mucho más posible si el consejo o precepto de «amar a los enemigos» lo insertamos en una experiencia de gracia y de la experiencia de la actividad concreta y misericordiosa de Dios en la proclamación y la práctica de Jesús, y más especialmente en la experiencia del perdón incondicional de Dios, manifestado en el interés de Jesús por los pecadores. «De este modo seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, porque él hace salir su sol sobre buenos y malos y hace que llueva sobre justos y pecadores» (Mt 5, 45). «Es correcto afirmar que no se refiere primariamente a sentimientos amistosos, sino a obras concretas, pero es más importante aún la circunstancia de que el «amor» sea una conducta de toda la persona, que no excluye los sentimientos» (U. Luz, El Evangelio según San Mateo, Vol. 1, p. 430 s).

2) ¿Qué entiende el evangelista por «enemigo»? Conviene advertir que la alusión de Mateo 5, 43 a Levítico 19, 18 encierra discrepancias, cuya solución no se ha dado todavía: en Levítico 19, 18 no se encuentra «odiarás a tu enemigo»; en cambio sí encontramos «como a tí mismo», expresión que Mateo omite. ¿Se trata de razones estilísticas o retóricas? ¿De una elaboración intencionada del autor? Mt 5, 44 y Lc 6, 27-28 proyectan bastante luz sobre el «significado» de enemigos: en Mateo, «enemigos» está en paralelo con «los que os persiguen»; en Lucas, la acumulación de calificativos y epítetos sugiere la Inclusión de toda clase de hostilidad: «haced el bien a los que os aborrecen... maldicen... maltratan... abusan de vosotros»; los enemigos son los que de un modo hostil se enfrentan con los discípulos de Jesús. La palabra «dioko» de 5, 10.44 indica que Mateo alude también a los enemigos de la comunidad cristiana. Esta comunidad se distingue de los «otros»» por su amor a los enemigos y apunta así a la interpretación de la Iglesia antigua, donde el amor cristiano pasó a ser «topos»» de la apologética» (U. Luz, ob. cit., 436).

3) ¿Qué implica, pues, el precepto de «amar a los enemigos»? Puede verse quizás una pista en Mt 5, 47 que dice que «hasta los gentiles saludan a sus hermanos». El saludo, signo visible de comunicación, de relación personal. Esto parece indicar que para Mateo el precepto del amor a los enemigos significa reconocer su presencia y el lazo que existe entre uno y ellos a causa de compartir ambos la misericordia del Padre. Tanto Mateo como Lucas hablan de oración (Mt 5, 44; Lc 6, 28). El amor debe transformarse en obras, pero cuando una situación de persecución tortura a la comunidad, la oración es quizás la única salida para romper las fronteras de la raza, de la sangre, de los nacionalismos esterílizantes, como sucedía en el Antiguo Testamento, donde no se dice nada sobre la oración por personas que no están unidas al orante por lazos de sangre, lazos étnicos... y menos en favor de los enemigos. Es lícito suponer que en las celebraciones comunitarias se elevaban súplicas por los enemigos y perseguidores. Lo extraordinario del evangelio es romper el egoísmo del clan o de clase para amar al enemigo. Se ve, pues, hasta que punto el amor consiste en gestos concretos, no en buenas intenciones, ni en respeto altanero.

Mateo 5, 48 tiene una carácter conclusivo e inclusivo: resume la primera parte del Sermón de la Montaña, recapitulando las ideas expresadas en «los pobres de espíritu» (5, 3), «los limpios de corazón» (5, 8), y «si vuestra justicia no supera» (5, 20, 47). «Perfecto» indica consistencia (ser «de una pieza»), así como entrega total y generosidad. En el pensamiento de Mateo «perfección» es lo mismo que justicia sobreabundante en Mt 5, 20. No es un consejo opcional para personas que ya guardan los mandamientos, sino una obligación para quienes desean entrar en el reino. En el contexto presente, son «perfectos» los que hacen algo más, el no eso mismo de los vers. 46-47. Son personas que se relacionan de un modo diferente al de los recaudadores y gentiles. Su existencia y actividad están motivadas no por la ley de la retribución, sino por Dios, que rompe esa Ley. El mandamiento del amor a los enemigos es la prueba del mandamiento del amor al prójimo; es su verificación crítica» (H. HENDRICHX, El Sermón de la montaña, bibl., 123-124).

BIBL. - W. FOERSTER, Nemico (ejzrós), en K. Gerhard, Lessico del Nuovo Testamento, vol. III, Brescia, 1964, 1303-1318; H. HENDRICHX, El Sermón de la Montaña, Madrid, 186; U. Luz El evangelio según San Mateo (Mt 1-7), vol. 1, Salamanca, 1993; M. WOLTER, Enemigo (ejzrós), en FI. BALZ-G. SCHEIDER, Diccionario exegético del Nuevo Testamento (DENT), vol 1, Salamanca 1996, 1711-1715.

Carlos de Villapadierna