Discursos (de Jesús)
DJN
 

Ocupan un lugar importante, particularmente en el evangelio de Mateo y en el de Juan. También nos ofrecen buenos ejemplos Marcos y Lucas. Lo más importante y lo primero que tenemos que destacar en relación con ellos es que Jesús no recurrió nunca al discurso como método de enseñanza. No era pedagógico. Cuando los antiguos acudían a los discursos lo hacían para exponer sus ideas sobre los problemas y preocupaciones de su época a las que pretendían ofrecer una solución, al estilo de lo que hacen nuestros políticos.

En lugar de hablar de los discursos de Jesús sería más exacto calificarlos como discursos sobre Jesús. Esta idea vamos a exponerla aduciendo dos ejemplos tomados de Mateo. Añadiremos la visión que el cuarto evangelio nos ofrece de ellos:

El primer evangelista, en el orden actual de los evangelios, nos narra el discurso o el sermón de la montaña (Mt 5-7), y en él nos ofrece las exigencias éticas más importantes de Jesús. Por eso Mateo coloca este gran discurso al comienzo del evangelio. Se trata de enseñanzas impartidas por Jesús en distintas ocasiones y que el evangelista ha coleccionado y sistematizado en un discurso. ¿No fue pronunciado por Jesús?

En cuanto a su contenido, sí; en cuanto a la forma en que hoy lo encontramos, como un discurso seguido, unitario, pronunciado de una vez y al mismo auditorio, al estilo de un parlamentario actual, no. No resulta difícil descubrir las distintas unidades literarias o pequeñas secciones que lo integran y que arguyen procedencia diversa. Mateo las coleccionó por razones prácticas: tener un resumen completo y seguido de la enseñanza ética de Jesús para que pudiese ser utilizado con facilidad en la predicación y en la enseñanza de la Iglesia. Otra razón importante para Mateo es presentar a Jesús como el nuevo Moisés, fundador de un nuevo pueblo al que da sus leyes, mandamientos y promesas (los cinco grandes discursos que nos ofrece Mateo a lo largo de su evangelio ¿no hacen referencia a los cinco libros de Moisés, que componen el Pentateuco?). El monte de las bienaventuranzas es el eco y la plenitud del monte Sinaí.

El segundo ejemplo lo constituye el discurso parabólico en el que Mateo (cap.13) construye sobre el cimiento que le ha ofrecido Marcos (cap. 4) al que, naturalmente amplía. Es un intento de exponer la naturaleza del Reino. Su finalidad consiste en presentar la naturaleza del Reino y dar las razones por las que es recibido o rechazado. La estructuración del discurso es septenaria: son narradas siete parábolas con la estructura siguiente: la primera es la del sembrador, la más importante y completa en orden a lograr la finalidad que el evangelista se ha propuesto; por eso la separa de las demás, añadiendo una amplia interpretación de la misma; la segunda (la cizaña) y la séptima (la red), por razón de su contenido, son parábolas "escatológicas". Las dos constituyen una especie de inclusión o marco dentro del cual son situadas las otras cuatro: el grano de mostaza y el fermento, por un lado, y el tesoro y la perla, por otro, que son parábolas gemelas entre sí por razón de su contenido.

En el evangelio de Juan los discursos, tanto en el sentido estricto de verdaderos discursos, como en una forma más amplia, que se inicia en un diálogo para terminar en el monólogo, prácticamente convertido ya en discurso, al leerlos recibimos la impresión de encontrarnos ante composiciones literarias, desarrollos dogmáticos polarizados en torno a la persona de Jesús. Su interés siempre es critológico. Los discursos son provocados por una pregunta dirigida a Jesús, como en el caso de Nicodemo (3,1ss), o por una acción que él hubiera realizado, como una curación en sábado (5,1 ss). En cualquier caso, esta "provocación" no es constitutiva del discurso, sino una introducción al mismo.

El centro de gravedad lo constituye el cuerpo del mismo, en el que Jesús expone su pensamiento o de forma directa o como respuesta a alguna pregunta suscitada por el diálogo o por la discusión. Por ejemplo, a propósito de la curación del paralítico de la piscina (5,1ss), la ocasión que provoca el discurso es la no observancia de la ley del descanso sabático (5,9ss), y el centro de gravedad lo constituye el desarrollo que hace Jesús afirmando que su quebrantamiento del sábado es un signo de su poder, igual que el que posee el Padre. Es ésta la afirmación que constituye el verdadero centro de interés del discurso de Jesús (5,17ss). Esta estructuración de los discursos aparece con peculiar claridad a propósito del discurso sobre el pan de vida, que es la interpretación auténtica del relato de la multiplicación de los panes (cap.6), o en las palabras de Jesús, que se autopresenta como la resurrección y la vida, interpretando de esta forma el significado de la resurrección de Lázaro.

Generalmente existe una conexión entre la narración de un signo y el discurso siguiente, que es provocado por el signo extraordinario precedente. Los signos-milagros simbolizan el significado de Jesús; los discursos lo expresan o manifiestan en lenguaje directo.

Los discursos son la auténtica autorrevelación de Jesús y, por lo mismo, aparecen en primera persona del singular. Cuando no existe signo previo al mismo se recurre a otros símbolos o imágenes, mediante los cuales se pone de relieve el significado de Jesús: el agua de la vida (4,10ss; 7,37-39); la luz del mundo (8,12; 9,5); el buen pastor y la puerta (10,1ss); el camino (14,6) la vid verdadera (15,1ss). La quintaesencia del discurso suele aparecer en la célebre frase epifánica "Yo soy" (=egó eimi). ->géneros.

Felipe F. Ramos