Discipulado
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SUMARIO: 1. Los discípulos de Jesús en los evangelios. 1.1. Los discípulos en el evangelio de Marcos. 1.2. Los discípulos en el evangelio de Mateo. 1.3. Los discípulos en el evangelio de Lucas. 1.4. Los discípulos en el evangelio de Juan. - 2. Tradiciones históricas sobre el discipulado en los evangelios. 2.1. Tradiciones históricas en Marcos. 2.2. Tradiciones históricas en Q. 2.3. Tradiciones históricas en el resto de las fuentes. -3. El discipulado en el círculo de Jesús. 3.1. Discípulos, seguidores y simpatizantes de Jesús. 3.2. Los discípulos son testigos de lo que Jesús hace y dice. 3.3. Los discípulos comparten el estilo de vida de Jesús. 3.4. Los discípulos comparten el destino de Jesús.


Jesús llamó a algunos de sus seguidores para que le siguieran y se convirtieran en discípulos suyos (véase: Vocación III, 3). Según los evangelios, ser discípulo consiste en "seguir a Jesús" (Mc 1,18), "ir detrás de él" (Mc 1,20) o "estar con él" (Mc 3,14). Ser discípulo implica, por tanto, una relación dinámica con Jesús.

El discipulado fue un elemento central en el ministerio de Jesús. Su actuación, su forma de vida y sus enseñanzas tuvieron como primeros destinatarios al grupo de estos discípulos más cercanos, que observaban, aprendían, preguntaban... Los discípulos desempeñaron también un papel decisivo en la continuidad de su proyecto, pues fueron ellos quienes conservaron la tradición sobre Jesús y quienes difundieron su mensaje. La centralidad del discipulado se manifiesta también en la importancia que tuvo el recuerdo de aquellos seguidores de Jesús para las primeras comunidades. Los evangelios, que fueron escritos en la segunda generación cristiana, reflejan esta preocupación. En ellos encontramos diversos retratos de los discípulos, determinados, en parte, por la situación y las preocupaciones de las comunidades en las que nacieron.

1. Los discípulos de Jesús en los evangelios

Los discípulos son, junto con Jesús, los personajes más importantes de los evangelios. En muchos aspectos, las noticias que los evangelistas nos ofrecen acerca de ellos coinciden básicamente. Así, por ejemplo, todos ellos están de acuerdo en que Jesús llamó a sus primeros discípulos al comienzo de su actividad pública. También están de acuerdo en que le acompañaron en todo momento y fueron testigos de lo que hacía y enseñaba, y coinciden en que a veces les explicaba algunas cosas sólo a ellos. Los cuatro evangelios concuerdan también en que estos discípulos vivieron algunos momentos de crisis en su seguimiento, y que cuando llegó el momento de su pasión la mayoría de ellos lo abandonaron.

Sin embargo, junto a estas coincidencias básicas, encontramos que los evangelistas difieren en aspectos importantes a la hora de presentar a los discípulos. Las diferencias más notables son las que existen entre los Evangelios Sinópticos (Mt, Mc y Lc) y el evangelio de Juan. Según los Sinópticos, Jesús llamó a sus primeros discípulos en Galilea, mientras que según Juan esta llamada tuvo lugar en Judea. Tampoco se ponen de acuerdo a la hora de identificar a aquellos discípulos (Juan: Felipe, Natanael; Sinópticos: Santiago, Juan, Leve. Ni siquiera los Evangelios Sinópticos coinciden del todo en su visión de los discípulos, y cuando se comparan los pasajes que hablan de ellos, se observa que Mateo y Lucas han modificado notablemente los textos de Marcos, creando así distintas imágenes de los discípulos y diversos modelos de discipulado.

Los evangelistas trataron de ser fieles a la tradición que les habían transmitido los cristianos de la primera generación, pero al mismo tiempo estaban interesados en que aquella tradición iluminara la situación que estaban viviendo sus comunidades. Las coincidencias muestran la fidelidad a la tradición recibida; mientras que los acentos propios reflejan su preocupación por lo que estaba pasando en sus comunidades. La riqueza de los evangelios consiste en haber incluido la experiencia de las dos primeras generaciones cristianas, en las que se vivió de formas diversas el proyecto iniciado por Jesús. Vamos a detenernos ahora en la presentación que cada uno de los evangelios hace de los discípulos. Será necesariamente una exposición breve, que nos servirá para distinguir entre redacción y tradición. De este modo podremos identificar mejor las tradiciones históricas subyacentes y describir con más precisión los contornos del discipulado tal como lo entendió Jesús y lo vivieron sus primeros discípulos.

1.1. Los discípulos en el evangelio de Marcos

La actuación de los discípulos en el evangelio de Marcos está marcada por el contraste. En muchos pasajes, sobre todo en la primera mitad del evangelio (Mc 1,14-8,26), los discípulos aparecen bajo una luz positiva, pues responden con prontitud a la llamada de Jesús, le acompañan en todo momento, escuchan sus enseñanzas y son testigos de sus signos, comparten su estilo de vida y las críticas que suscita. De entre ellos Jesús escogió a un grupo de Doce (Mc 3,13-19), para que le acompañaran y para enviarlos a predicar el mismo mensaje que él anunciaba (Mc 6,7-13).

Sin embargo, a medida que avanza el relato, va emergiendo una imagen negativa de los discípulos, que se caracteriza por la incomprensión. Los primeros indicios de esta actitud aparecen en la llamada sección de los panes (Mc 6,6b-8,26), en la que los discípulos parecen no comprender qué es lo que Jesús quiere decirles. Esta incomprensión se hace más explícita en la sección siguiente (Mc 8,27-10,52), en la que repetidamente manifiestan su incapacidad para entender el camino de Jesús hacia la cruz, y se niegan a aceptar que ser discípulos implica seguirle en este mismo camino de entrega y servicio. Finalmente, toda esta incomprensión y rechazo de los discípulos llega a su culmen en la pasión, cuando uno de los Doce le entrega, el resto le abandona, y Pedro niega conocerle (Mc 14,43-47. 50. 66-72).

Es muy probable que este contraste de actitudes refleje en cierto modo las contradicciones que de hecho vivieron los discípulos de Jesús, pero es evidente que Marcos ha acentuado los rasgos negativos. La razón por la que lo hizo es todavía un asunto discutido, pero es probable que le hayan guiado intenciones catequéticas. El principal escollo en el que tropiezan los discípulos es la aceptación de la cruz de Jesús y las consecuencias que ésta tiene para ellos. Es probable que Marcos se esté dirigiendo a una comunidad que ve a Jesús, sobre todo, en su dimensión triunfante y gloriosa (Mesías, Señor), pero tiene dificultades en aceptar su dimensión sufriente (Hijo del hombre). A través de los discípulos, Marcos les propone un camino para relativizar lo primero y asumir vitalmente lo segundo. En este proceso es decisivo el papel que desempeñan las discípulas. Ellas, que han estado ocultas a lo largo de todo el relato, aparecen en el momento de la pasión, como testigos de su cruz y sepultura (Mc 15,40-41. 47), y por eso serán ellas las primeras en conocer que Jesús ha resucitado (Mc 16,1-8). Al final del relato, el lector de Marcos tiene la impresión de que estas mujeres, y no los Doce, son el modelo de discipulado que el evangelista propone a su comunidad.

1.2. Los discípulos en el evangelio de Mateo

La imagen de los discípulos que encontramos en primer evangelio es mucho más positiva que la de Marcos. Mateo ha matizado y corregido algunos detalles en los textos que ha tomado de Marcos, pero además ha incluido en su evangelio algunas instrucciones acerca del discipulado procedentes de Q, así como tradiciones que no se encuentran en ningún otro evangelio. Basta comparar el final de ambos evangelios para hacernos una idea de estas diferencias. El de Marcos terminaba originalmente de una forma enigmática (Mc 16,8), que deja en una situación comprometida a los Doce. Sin embargo, en Mateo los Doce son invitados por Jesús repetidamente a un encuentro en el que quedarán rehabilitados, y Jesús les encargará una misión de horizontes universales (Mt 26,32; 28,7.10.16).

En la visión que Mateo tiene de los discípulos —lo mismo que en su visión de Jesús— la época anterior a la Pascua y la posterior se funden, de modo que los discípulos son, al mismo tiempo, un reflejo de la experiencia vivida junto al Jesús terreno, y de la relación que luego tuvieron con el Resucitado. Lo que mejor les caracteriza no es la incomprensión como en Marcos, sino la poca fe. Esta actitud aparece en un pasaje muy representativo de la visión que Mateo tiene de los discípulos: aquel en que Pedro intenta ir caminando hacia Jesús sobre las aguas (Mt 14,28-31). Lo que le pasa a Pedro en este relato (quiere ir hacia Jesús, vacila ante las dificultades, es salvado por él) es lo que viven los discípulos en la comunidad de Mateo. Jesús les dice a ellos lo mismo que le dice a Pedro: "Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?".

En esta situación es importante que los discípulos cultiven dos actitudes: la fe en Jesús, y la capacidad de comprender sus enseñanzas. Estas son, de hecho las dos cualidades que mejor caracterizan al discípulo ideal en el evangelio de Mateo. Detrás de esta insistencia puede entreverse la situación hostil en que vivía su comunidad, acosada por el Judaísmo Fariseo, que cuestionaba constantemente su confesión de fe en Jesús, y discutía su interpretación de la Ley de Moisés. La insistencia en la necesidad de la fe, que determina la redacción mateana de los relatos de milagros, y la larga instrucción dirigida a los discípulos en el Sermón del Monte (Mt 5-7) responden a esta intención de fortalecer la fe de los discípulos y proporcionarles una interpretación autorizada de la Ley.

1.3. Los discípulos en el evangelio de Lucas

También Lucas matizó y suavizó la visión que Marcos tenía de los discípulos, y lo hizo con los mismos recursos que Mateo: introduciendo retoques redaccionales en los textos de Marcos, incluyendo los dichos de Q, e incorporando tradiciones propias. La visión lucana puede apreciarse, también en este caso, a través del relato de la pasión de Jesús y de los acontecimientos pascuales. La presentación que Lucas hace de los discípulos es mucho más respetuosa. Ni siquiera se menciona el hecho de que abandonaron a Jesús, y la negación de Pedro es mucho menos dramática. Lucas la ha cambiado de lugar (Lc 22,54-62), para que el discípulo pueda acompañar a Jesús con las lágrimas del arrepentimiento. La ampliación de las apariciones a los discípulos (Lc 24) es también un signo de esta nueva visión.

Lucas contempla la relación de los discípulos con Jesús desde una perspectiva diferente a la de Mateo y Marcos. Su comunidad no se encuentra acosada por un grupo judío que la cuestiona, sino insertada en un mundo pagano, que puede acabar disolviendo lo más genuino del mensaje cristiano. Desde esta situación, lo que más valora y subraya en los discípulos es la radicalidad de su seguimiento: su respuesta a Jesús, la disposición a seguirle aunque para ello sea necesario renunciar a todo. Lucas concibe el discipulado como un proceso que se vive junto a Jesús camino de la cruz. La construcción más original de su evangelio desde el punto de vista literario, la sección del viaje a Jerusalén que abarca casi diez capítulos (Lc 9,51-19,28), es en realidad una pausada instrucción sobre el sentido y las exigencias del discipulado. No es casual que Lucas haya colocado al comienzo de este viaje una sección, tomada básicamente de Q, que trata sobre el seguimiento y la misión (Lc 9,57-10,24). En la visión de Lucas, discípulo es aquel que acepta dejarlo todo para seguir a Jesús y vivir según la radicalidad de sus enseñanzas.

1.4. Los discípulos en el evangelio de Juan

En el evangelio de Juan los discípulos se identifican prácticamente con los creyentes. La distinción que hacen los Sinópticos entre diversos grupos de seguidores de Jesús (los Doce, otros discípulos, la gente) no es tan clara en Juan. El grupo de los Doce sólo aparece en un pasaje a lo largo de todo el evangelio (Jn 6,70-71), y no es representativo de la visión joánica del discipulado. El discípulo ideal no es Pedro, sino el Discípulo Amado, que es presentado como modelo de fe en Jesús (Jn 20,3-9. 20-21). Los discípulos son, ante todo, los que creen en Jesús (Jn 2,11), y todo el que está unido a él por la fe es un discípulo (Jn 15,1-8).

Esta visión de los discípulos refleja más la situación de la comunidad de Juan, que la experiencia histórica de los primeros seguidores de Jesús. Los discípulos de Jesús, en cuanto modelo de la comunidad joánica, siguen a lo largo del evangelio un proceso de iniciación que les conducirá al conocimiento pleno y a la fe. Las dos primeras secciones del evangelio presentan, sucesivamente, el proceso de fe de los discípulos (Jn 1,19-2,11), y las actitudes de algunos personajes representativos (Jn 2, 12-4, 54). A partir de entonces, los que han creído en Jesús vivirán junto a él un proceso de enfrentamiento y diferenciación con respecto a "los judíos" (Jn 5-12). Esta confrontación los preparará para una intensa iniciación (Jn 13-17), que culminará con la manifestación de Jesús y la efusión del Espíritu (Jn 20).

El momento en que mejor se expresa la concepción que Juan tiene del discipulado es la larga sección en torno a la cena de despedida de Jesús, que es propia de este evangelio (Jn 13-17). Jesús se encuentra sólo con sus discípulos y va guiándoles a través de un proceso de iniciación que pasa por diversas fases. A lo largo de este proceso van apareciendo los rasgos característicos del discípulo: un amor como el de Jesús, la unión íntima con él y con el Padre, y sobre todo la posesión del Espíritu. El Espíritu, prometido aquí repetidas veces e infundido en ellos después de la resurrección (Jn 20,19-23), es quien les quien les mantiene unidos a Jesús y les ayuda a entender sus signos y sus enseñanzas.

2. Tradiciones históricas sobre el discipulado en los evangelios

Hemos partido de un dato que parece incontestable: cada uno de los cuatro evangelistas nos presenta una imagen distinta de los discípulos. En el apartado precedente hemos señalado estas diferencias, subrayando los acentos propios de cada evangelio. Hemos podido comprobar que estos acentos se deben a la situación que vivían las comunidades a las que se dirigían los evangelistas. Hemos descubierto también que, en la mayoría de los casos, esta forma de presentar a los discípulos tiene una intención pastoral: los evangelistas querían mostrar a sus comunidades lo que significaba ser discípulos de Jesús en las diferentes situaciones que estaban viviendo las comunidades cristianas de la segunda generación.

Pero junto a este dato incontestable hay otro, que no lo es menos: al redactar sus evangelios, los evangelistas trataron de ser fieles a las tradiciones recibidas. Esta segunda afirmación nos conduce a un estadio anterior a la redacción de los evangelios, en el que las tradiciones sobre Jesús se transmitían en las comunidades. Estas tradiciones, que a veces se habían ido agrupando en pequeñas colecciones, fueron la base sobre la que los evangelistas elaboraron sus relatos. Debemos preguntarnos en qué medida estas tradiciones, todavía discernibles en los evangelios actuales, contienen recuerdos históricos acerca del discipulado de Jesús. Y para responder a esta pregunta hemos de analizar las pequeñas unidades de la tradición oral, principalmente los dichos de Jesús acerca del seguimiento que encontramos en ellas.

2.1. Tradiciones históricas en Marcos

La mayoría de los dichos de Jesús sobre el discipulado que encontramos en Marcos están relacionados con el estilo de vida de los discípulos. En una colección de controversias que se encuentran al comienzo del evangelio (Mc 2,1-3,6), los discípulos aparecen acompañando a Jesús en una serie de actuaciones que no se ajustan a las costumbres judías: comen con los publicanos, no guardan el ayuno, no observan el sábado. En una de estas controversias, además, se compara a los discípulos con los amigos del novio (Mc 2,18-20). Esta imagen de los discípulos compartiendo con Jesús un estilo de vida que contravenía las normas sociales es coherente con bastantes dichos de Q que hablan sobre el estilo de vida de Jesús (p. e. Lc 7,34 par.), y es muy probable que responda a un recuerdo histórico.

Hay otros dichos que también se refieren al estilo de vida de los discípulos, y que podrían proceder de Jesús. Uno de ellos habla de la oración confiada de los discípulos (Mc 11,22-24); otro insiste en los peligros de las riquezas (Mc 10,23-27); y otros dos se refieren a la necesidad de estar vigilantes (Mc 13,33-37; 14,38). Lo más probable es que estos dichos fueran pronunciados en situaciones muy diversas, y por eso su contenido y su tono es tan distinto. Sin embargo, su formulación es muy semejante a la de otros dichos de Q, como veremos enseguida.

Otra serie de dichos se refiere a las exigencias del discipulado. Actualmente se encuentran en una elaborada catequesis acerca del discipulado como camino hacia la cruz detrás de Jesús (Mc 8,27-10,52). La catequesis está organizada en torno a tres anuncios de la pasión, a los que siguen una serie de instrucciones dirigidas a los discípulos (Mc 8, 34-38; 9, 35-37; 10,41-45). Estas instrucciones contienen una serie de dichos sobre el discipulado, la mayoría de los cuales proceden muy probablemente de Jesús. En ellos ser discípulo implica negarse a sí mismo, tomar la cruz (una expresión que se encuentra en autores estoicos contemporáneos), perder la vida, ser el último y el servidor de todos, y ser el esclavo de todos a ejemplo de Jesús. A estas renuncias habría que añadir las que aparecen implícitamente en los relatos de vocación centradas en la ruptura con la casa (Mc 1,1620; 2,14; 10,2830; véase la voz Vocación

Por último, hemos de considerar también dos pasajes en los que se habla de los discípulos como una nueva familia. En Mc 3,3135, los que están alrededor de Jesús (una expresión con la que Marcos se refiere a los discípulos) son declarados familiares suyos, porque cumplen la voluntad del Padre. En Mc 10,2830, sin embargo, se habla de la nueva familia que los discípulos recibirán como recompensa por su fidelidad. Es poco probable que Jesús haya hablado del grupo de los discípulos como una nueva familia, pero es posible que se refiriera a la recompensa que aguarda a los que han dejado todo para seguirle, pues en Q encontramos otro dicho en este mismo sentido.

2.2. Tradiciones históricas en Q

Las enseñanzas de Jesús sobre el discipulado son todavía más abundantes en los dichos que sólo se encuentran en Mateo y Lucas. Suele pensarse que estos dichos proceden de una colección de dichos que se conoce con el nombre de "Documento Q", o "Fuente Q". Esta colección habría conservado con fidelidad muchos dichos de Jesús, y es considerada por ello como una importante vía de acceso a él.

En dos ocasiones el discipulado aparece en Q como un motivo de felicidad. En las bienaventuranzas se declara dichosos a los discípulos, porque están llamados a heredar una promesa (Lc 6,20-23 par.). A pesar de la situación adversa en que viven, otro dicho de Jesús los declara también dichosos porque están viendo y oyendo lo que muchos sabios y profetas desearon ver y oír (Lc 10,23-24). Esta visión del discipulado no está lejos de la imagen de los amigos del novio que hemos encontrado en Marcos.

El grupo más numeroso de dichos se refiere, como en Marcos, al estilo de vida de los discípulos. Sin embargo, la perspectiva de O es diferente a la de Marcos, pues lo que determina este estilo de vida es la relación con el Padre. Los discípulos pueden vivir sin preocuparse por el vestido o la comida (Lc 12,22-32 par.), porque el Padre les proporcionara lo necesario para vivir; pueden vivir sin temor porque El se cuidará de ellos (Lc 12,4-9 par.). En la forma de comportarse con los demás han de imitar la forma de actuar del Padre (Lc 6,27-38 par.). En la visión de Q, el estilo de vida de los discípulos se sustenta en esta relación, que se alimenta en la oración confiada (Lc 11,1-4. 9-13). Puede decirse, en este sentido, que el Padrenuestro resume, en la visión de Q, lo que significa ser discípulo.

Otro grupo de dichos se refieren a las exigencias para ser discípulo de Jesús. La mayoría de ellos coinciden en la necesidad de romper con los vínculos familiares (Lc 9,57-62; 14,25-26; véase la voz Vocación II). Otro dicho, con una formulación muy parecida a la de Marcos, habla sobre la necesidad de tomar la propia cruz (Lc 14,27). Otro, en fin, se refiere al peligro de las riquezas (Lc 16,13 par.). Todos estos dichos insisten en la necesidad de elegir. Ser discípulo implica una opción existencial que lleva consigo importantes renuncias. La coherencia con los dichos anteriores, así como las conexiones con algunos de los dichos de Marcos (tomar la cruz, peligro de las riquezas, ruptura familiar) son un argumento a favor de la antigüedad de estas tradiciones.

Finalmente, en Q encontramos también una tradición propia acerca de la recompensa que aguarda a los discípulos (Lc 22,28-30 par.). La recompensa que se promete a los Doce es compartir con Jesús la gloria y el juicio sobre Israel cuando llegue su reino. Ya hemos visto que en Marcos aparece también el tema de la recompensa de los discípulos. No es improbable que, ante la radicalidad exigida por el seguimiento, los discípulos le preguntaran a Jesús acerca de su recompensa (Mc 10,35-40).

2.3. Tradiciones históricas en el resto de las fuentes

En el resto de las fuentes evangélicas encontramos pocas tradiciones acerca del discipulado, y la mayoría de ellas pueden explicarse como elaboraciones de los evangelistas. Por esa razón las agrupamos en este último apartado.

En el material propio de Mateo encontramos una amplia instrucción a los discípulos, en la que Jesús les invita a distanciarse de la ostentación y la búsqueda de honores que caracterizan a los escribas y fariseos (Mt 23,1-7. 8-12). Aunque algunos dichos de la segunda parte podrían proceder de Jesús (p. e. Mt 23,11 = Mc 10,43b: "el mayor de vosotros sea vuestro servidor"), el conjunto de la instrucción refleja la situación que vivía la comunidad de Mateo, y por ello suele considerarse como una composición del evangelista. También suele atribuirse a Mateo un dicho en el que se compara a Jesús y sus discípulos con el paterfamilias y sus parientes (Mt 10,25).

En el material propio de Lucas apenas encontramos tradiciones sobre el estilo de vida de los discípulos. Es muy probable, incluso, que las dos comparaciones gemelas que relacionan con la decisión de seguir a Jesús y hacerse discípulo suyo (Lc 14,28-33), no se refirieran a esta decisión originalmente. El contexto indica que se trata de una composición de Lucas, que ha elaborado a partir de materiales diversos una catequesis acerca de las exigencias del discipulado (Lc 14,25-33).

Finalmente, resulta muy difícil identificar en el evangelio de Juan tradiciones históricas anteriores a la composición del evangelio. El hecho de que el evangelista haya convertido el discipulado en una categoría clave de su relato, haciendo de los discípulos un modelo del proceso que debe seguir todo creyente, ha desdibujado notablemente dichas tradiciones. Sin embargo, algunos datos de este evangelio, como el primer encuentro de Jesús con sus discípulos en el círculo del Bautista, o la poca importancia que Pedro y los Doce tienen en este evangelio, plantean importantes cuestiones de tipo histórico, e invitan a ser cautelosos con algunos datos que los Evangelios Sinópticos dan por sentados.

3. El discipulado en el círculo de Jesús

El inventario de las tradiciones más antiguas acerca del discipulado nos ha mostrado dos cosas. En primer lugar, hemos podido advertir que estas tradiciones se encuentran en las fuentes más antiguas (tradiciones de Marcos y de Q), y que las fuentes más tardías contienen pocas referencias al discipulado. Esta primera constatación pone de manifiesto la antigüedad de las tradiciones evangélicas sobre el discipulado. En segundo lugar, hemos constatado que las tradiciones recogidas por Marcos y por del Documento Q coinciden con frecuencia tanto en la forma como en el contenido. Es cierto que la perspectiva es a veces distinta, y que existen diferencias entre ellas. Sin embargo, son las coincidencias las que más nos interesan ahora, pues a través de ellas podemos acercarnos a la experiencia del discipulado tal como la vivieron los primeros seguidores de Jesús.

3.1. Discípulos, seguidores y simpatizantes de Jesús

Los evangelios no están de acuerdo a la hora de determinar quiénes formaban parte del grupo de los discípulos más cercanos de Jesús. Los Evangelios Sinópticos y el libro de los Hechos presuponen que este grupo estaba formado por los Doce, pero Juan los menciona solamente en un pasaje de su evangelio, que muy bien podría haber sido insertado tardíamente. Además, Juan habla de algunos discípulos que no aparecen en los Sinópticos (Natanael, el Discípulos Amado), y da un protagonismo a otros (Felipe, Andrés, Tomás), que en los Sinópticos sólo ocupan un discreto segundo plano. Estas discrepancias no se dan sólo entre Juan y los Sinópticos. La coincidencia de estos en cuanto a los Doce es sólo aparente, pues si comparamos las cuatro listas que recogen sus nombres (Mc 3,16-19; Mt 10,2-4; Lc 6,13-16; Hch 1,13), observaremos enseguida que las divergencias entre ellas son notables. A veces se ha intentado explicar esta divergencia diciendo que algunos discípulos tenían dos nombres, pero es más honesto reconocer que había tradiciones diversas acerca de quiénes componían el grupo de los Doce.

Los datos precedentes indican que los discípulos más cercanos de Jesús pudieron ser más de Doce, e incluso es posible que la identidad de los mismos variara con el tiempo, a medida que algunos se incorporaban al grupo y otros lo abandonaban. Pero también muestran que la institución de los Doce está muy arraigada en la tradición. Parece evidente que Jesús quiso que sus discípulos más cercanos fueran doce, para simbolizar en ellos la renovación de las doce tribus de Israel. Tal vez estas dos conclusiones no sean contradictorias, pues es posible pensar en un grupo de doce discípulos, que pudieron haber variado con el tiempo. Esta forma de concebir el grupo de los Doce habría facilitado a los discípulos la reconstrucción del mismo después de la muerte de Judas (Hch 1,15-26).

Además de este grupo de discípulos más cercanos, que podemos identificar con los Doce, Jesús tuvo otro grupo de seguidores, que le acompañaron desde el principio de su ministerio. Así por ejemplo, en el libro de los Hechos, cuando Pedro propone a la comunidad que alguien ocupe el puesto de Judas, ésta es capaz de presentar dos candidatos que cumplen los requisitos de "haber acompañado a Jesús desde el bautismo de Juan hasta su ascensión": José y Matías (Hch 1,21-22). A este grupo de discípulos pertenecían también algunas mujeres, la más conocida de las cuales fue María Magdalena. Estas mujeres no sólo le asistían mientras estaba en Galilea, sino que le acompañaron hasta Jerusalén (Mc 15,40-41; Lc 8,1-3). Lucas conoce también un nutrido grupo de seguidores a los que Jesús envía a proclamar el evangelio (Lc 10,1-2).

Finalmente, en torno a Jesús había también un grupo de simpatizantes que aceptaban y apoyaban su proyecto sin abandonar su residencia ni sus ocupaciones cotidianas. Estos simpatizantes acogían a Jesús y a sus discípulos en sus casas. Entre ellos se encontraban fariseos como Zaqueo (Lc 19,1-10), miembros del Sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47), o la familia de Marta, María y Lázaro, que los acogía en Betania cuando iban a Jerusalén (Jn 12,1-8; Lc 10,39-42). Estos simpatizantes formaban una red de familias vinculadas a la causa de Jesús, que fue muy importante en la expansión de su movimiento en Palestina durante la primera generación cristiana.

3.2. Los discípulos son testigos de lo que Jesús hace y dice

Ser discípulo de Jesús significa ante todo seguirle (Lc 9,60; Mc 1,18; 10,28), ir detrás de él (Mc 1,17.20). Estas expresiones tienen un triple sentido en las tradiciones sobre el discipulado. Se refieren, en primer lugar, al seguimiento físico, e implican ir físicamente detrás de Jesús con el objeto de aprender de él; no sólo de sus palabras, sino también de su forma de actuar. En segundo lugar, se refieren a una actitud vital que consiste en compartir su estilo de vida. Y en tercer lugar, seguir a Jesús significa estar dispuestos a compartir su destino. El seguimiento supone, pues, acompañar a Jesús para escuchar sus enseñanzas y para ver sus signos, pero supone también vivir como él vivía y compartir su suerte.

El primer aspecto del seguimiento aparece continuamente en los relatos de los evangelios. Los discípulos acompañan a Jesús en todo momento. El discipulado de Jesús, a diferencia de otras formas de discipulado de aquella época, implicaba la convivencia continuada, porque los discípulos no sólo tenían que aprender unas enseñanzas, sino que debían ser testigos de las acciones en que se realizaba lo anunciado por Jesús. Esta primera dimensión del discipulado aparece también en la tradición de los dichos, principalmente en una de las bienaventuranzas de Q: "Dichosos vuestros ojos que ven lo que estáis viendo, porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron" (Lc 10,23 par.). Ver y oír fue la primera tarea de los discípulos.

Esta primera dimensión del seguimiento tuvo una importancia excepcional en el nacimiento de la tradición evangélica, pues los discípulos que acompañaron a Jesús fueron quienes transmitieron a las siguientes generaciones de cristianos los recuerdos de lo que habían visto y oído, y de esta tradición nacieron los evangelios (Lc 1,1-4). El estilo del discipulado de Jesús fue determinante para dicha tradición en varios aspectos. Así, por ejemplo, el hecho de que los discípulos convivieran prolongadamente con Jesús les habría permitido escuchar en varias ocasiones sus dichos o sus parábolas. También es importante que los discípulos, además de escuchar estas enseñanzas, fueran testigos de las acciones de Jesús, porque Jesús anunció el reino no sólo con palabras, sino también con obras, y ambas cosas son necesarias para entender adecuadamente su mensaje. Esta condición de testigos de lo que Jesús había hecho y dicho confirió a los primeros discípulos de Jesús una autoridad que fue decisiva en las dos primeras generaciones cristianas.

3.3. Los discípulos comparten el estilo de vida de Jesús

La segunda dimensión del seguimiento tiene mucho que ver con el estilo de vida de los discípulos y con las exigencias del discipulado. La clave para entender ambas cosas es que el seguimiento de Jesús implica compartir su estilo de vida. Los evangelios han conservado algunos rasgos del este estilo de vida, que provocaban el escándalo y el rechazo de sus contemporáneos: el conflicto con su propia familia (Mc 3,20-21. 31-35); su estilo de vida itinerante, sin domicilio fijo (Lc 9,58 par.), sus comidas con los publicanos y pecadores (Mc 2,15-17), su actitud irrespetuosa hacia algunas normas y prácticas religiosas, como la observancia del ayuno (Mc 2,18-20), del descanso sabático (Mc 2,23-28), o de ciertas normas de pureza ritual (Mc 7,1-15). Este estilo de vida, que Marcos ha recogido en forma narrativa, aparece también en la tradición de los dichos, en la que encontramos algunos de los insultos que sus adversarios dirigían a Jesús a propósito de estos comportamientos (Mt 10,25; Lc 7,34 par; Mt 19,12).

La actuación de Jesús y las reacciones que suscitaba su estilo de vida nos permiten hacernos una idea de lo que implicaba ser discípulo suyo. Quienes le seguían llevaban una vida itinerante detrás de él (Mc 1,18. 20; 2,14); le acompañaban en sus comidas con los publicanos y pecadores (Mc 2,15); y transgredían como él las normas judías sobre ciertas prácticas religiosas (Mc 2,18. 23-24; Mc 7,2. 5). En este contexto se comprenden bien las palabras de Jesús acerca del estilo de vida de los discípulos. Las bienaventuranzas se dirigen a este grupo que lo ha dejado todo por seguirle. Las palabras acerca de la confianza en el Padre cuadran perfectamente en un grupo que ha roto con todos los vínculos sociales, lo mismo que las instrucciones sobre el peligro de las riquezas.

Hay un común denominador en las palabras de Jesús que hablan de las exigencias del seguimiento y del estilo de vida de los discípulos: la ruptura con las estructuras de este mundo (familia, grupo religioso) para inaugurar un nuevo estilo de vida más acorde con la inminente llegada del Reinado de Dios. El grupo de los discípulos se convierte así en germen y anticipo del Reinado de Dios que Jesús anuncia. Es tal la novedad de este Reinado que no es posible vivir según sus criterios sin romper con las estructuras de este mundo, pues "nadie puede servir a dos señores" (Lc 16,13). La ruptura con la casa y los demás rasgos del comportamiento contracultura) de Jesús y sus discípulos estaban al servicio de este objetivo: encarnar proféticamente la novedad del Reinado de Dios.

3.4. Los discípulos comparten el destino de Jesús

La vinculación de los discípulos con Jesús tiene su última expresión en la invitación a compartir su propio destino. En realidad esta tercera dimensión del discipulado es una consecuencia de la anterior, pues el hecho de vivir como Jesús vivía hizo que tuvieran que experimentar el rechazo social, aunque al mismo tiempo les introdujo en una nueva relación con Dios. El destino de Jesús tuvo estas dos dimensiones: por un lado, el rechazo y la muerte; y por otro la gloria y la resurrección. Ambos aspectos aparecen en las palabras que dirigió a sus discípulos.

Compartir el destino de Jesús implica, en primer lugar, entrar en el ámbito de las bienaventuranzas, que hace a los discípulos objeto de la solicitud y de la promesa de Dios. Los dichos que hablan de la solicitud del Padre y de la confianza en él, lo mismo que la confiada actitud que supone el Padrenuestro, se refieren a éste estado de bienaventuranza del que el discípulo ya participa. Los discípulos han empezado a gozar ya de este don, pero saben que el Reinado de Dios aún no ha llegado totalmente, y por eso deben orar diciendo: "venga tu Reino". Saben que cuando el reino llegue plenamente su recompensa será grande por haber permanecido fieles a Jesús. Es aquí donde encajan las palabras de Jesús sobre la recompensa de los discípulos (Mt 19,27-30 par.).

Ahora bien, compartir el destino de Jesús implica también compartir su destino de rechazo y de muerte. Ya hemos visto que los discípulos experimentaron el mismo rechazo que Jesús por vivir como él vivía. Este estilo de vida le llevó a Jesús a la cruz, y era previsible que a los discípulos les sucediera lo mismo. Aquí son especialmente relevantes los dichos de Jesús que Marcos ha colocado a continuación de los tres anuncios de la pasión (Mc 8,34-38; 9,35-37; 10,41-45). En ellos, junto a la exhortación de hacerse servidor y esclavo de los demás, se habla de perder la propia vida y de tomar la cruz. El último de estos dichos relaciona explícitamente ambas cosas, explicando que el mayor servicio consiste en entregar la propia vida por los demás: "pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a entregar su propia vida como rescate por todos" (Mc 10,45). Resulta difícil saber si todas estas palabras proceden de Jesús, pero es evidente que en ellas resuena el eco de una invitación a compartir su actitud de servicio entregando la vida por los demás.

Los textos evangélicos sobre el discipulado nos permiten acceder a la experiencia del seguimiento en el grupo de Jesús y en las comunidades de las dos primeras generaciones cristianas. Jesús reunió en torno a sí a un grupo de discípulos para que le acompañaran a todas partes y fueran testigos de sus enseñanzas y de sus signos. La forma de seguimiento que él les propuso implicaba compartir su estilo de vida y estar dispuestos a compartir su destino. Jesús les llamó también para enviarlos a anunciar el mismo mensaje que él anunciaba, realizando los mismo signos que él realizaba. La misión es un elemento fundamental en el discipulado de Jesús (véase la voz Misión). Estas experiencias fundamentales vividas en el grupo de Jesús fueron recordadas y transmitidas durante las dos primeras generaciones cristianas. Para ellas fue importante conservar fielmente el recuerdo de aquella experiencia, pero al mismo tiempo tuvieron necesidad de actualizarla. Esta es también la tarea de cada generación de cristianos. -> apóstoles; doce; seguimiento; enviar/apóstol; vocación.

BIBL. — AA. W., "Seguimiento" en LOTHAR COENEN Y OTROS (eds.), Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Salamanca 1984, vol IV, 172-186; ADRIANA DESTRO - MAURO PESCE, Come nasce una religione. Antropología ed esegesi del Vangelo di Giovanni, Roma 2000; RICHARD LONGENECKER, Patterns of Discipleship in the New Testament, Grand Rapids, Mi. 1996; E. P. SANDERS, La figura histórica de Jesús, Estella 2000; GERD THEISSEN, Sociología del movimiento de Jesús, Santander 1979.

Santiago Guijarro