Crucifixión (teología)
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SUMARIO: 1. La crucifixión en el entorno histórico del NT. - 2. La crucifixión de Jesús con sus circunstancias según el NT. 2.1. Testimonios de autores no cristianos sobre la crucifixión de Jesús. 2.2. Tiempo y lugar de la crucifixión de Jesús. 2.3. La condenación de Jesús a muerte de cruz por Pilato. 2.4. Circunstancias de la crucifixión y muerte de Jesús.

1. La crucifixión en el entorno histórico del NT

Los orígenes de la pena de la crucifixión, "la más brutal y cruel de las penas de muerte" (Cicerón, in Verrem 11,5,72: patus, acerbissima mors crudelissimusque cruciatus; FI. Josefo, bell. jud VI1,6,4) son inciertos. Herodoto (siglo V) menciona casos de crucifixión entre los persas; Alejandro Magno (siglo IV) la aplicó con frecuencia. Los romanos la tomaron de los cartaginenses con ocasión de las guerras púnicas (264-241 a.C.). En Palestina se introdujo en el siglo 1 a.C. Aunque en el AT se habla de empalar o clavar en un palo (Gen 40,19; Dt 21,22), sin embargo en estos casos no se trata de verdadera crucifixión, sino sólo al empalamiento de los cadáveres después de que la muerte hubiera tenido lugar de alguna otra forma. El empalamiento de los cadáveres significaba, sin embargo, para los judíos una maldición divina (Dt 21,23; cf. también Gál 3,13). No se conocen en el mundo judío, antes de que llegaran los romanos en el 63 a.C, casos históricamente ciertos de crucifixión. El manuscrito encontrado en Qumrán, que lleva por título el Rollo del Templo, aproximadamente del siglo II o III a.C., menciona la crucifixión como pena judía, pero sin que en él se citen casos en que hubiera sido aplicada realmente (64,6-13). El madero que entre los romanos servía para ajusticiar a bandidos, asesinos, traidores, criminales de lesa majestad y sediciosos, generalmente esclavos y libertos, muy rara vez ciudadanos, solía tener en la parte superior un travesaño, bien en la forma de T (crux commissa) o t (cruz immissa). La muerte de cruz era sumamente ignominiosa para la sensibilidad romana (Cicerón, pro C. Rabirio 5,16: "nomen ipsum crucis absit... a cogitatione": "la palabra `cruz'... lejos de la mente de los ciudadanos romanos). La crucifixión se consideraba un castigo terrible tanto porque el tormento podía durar muchas horas como por su infamia, por ser propia de esclavos. Cuando José de Arimatea entró a pedir a Pilato el cuerpo de Jesús, el gobernador se admiró de que Jesús ya hubiera muerto (Mc 15,43-45). Los casos de crucifixión que tuvieron lugar en Palestina a partir de la dominación romana en el año 63 a.C. se refieren a insurrectos y sus cómplices: Quintilio Varo, gobernador de Siria, hizo crucificar sediciosos judíos en el año 4 a.C., a raíz de la muerte de Herodes 1 (AssMos 6,9; FI. Josefo, bel/. jud. 2,75). El hallazgo arqueológico de los restos de un joven, llamado Yojanán, encontrados en 1968 en una tumba de la parte nordoriental de Jerusalén, sometidos de nuevo a examen en 1984, dió por cierto que al crucificado le habían sido clavados los calcáneos con sendos clavos, mientras que los brazos no habían sido clavados, sino probablemente sólo atados. El emperador Constantino abolió la crucifixión definitivamente hacia el 320.

2. La crucifixión de Jesús con sus circunstancias según el NT

2.1. Testimonios de autores no cristianos sobre la crucifixión de Jesús

Afirmaciones claras de escritores paganos acerca de la crucifixión de Jesús o no existen o dependen indirectamente de los testimonios del NT. El escritor romano Tácito, hacia el año 120-125, menciona la muerte de Jesús por sentencia judicial de Plato en tiempo del emperador Tiberio, pero no afirma explícitamente que fuera crucificado, aunque el lector pagano podría colegirlo fácilmente (Tiberio imperitan te per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus: "durante el reinado del emperador Tiberio fue ejecutado por medio del procurador P. Pilato"). El escritor y sofista Luciano en su libro La muerte del peregrino (hacia el año 165) se refiere a "aquel gran hombre, que fue crucificado (literalmente "empalado": anaskolopiszenta) en Palestina", que los cristianos "aún adoran" (c.11), al que poco después llama Luciano "aquel sofista crucificado, adorado por ellos" (c.13). El testimonio es tardío y su fuente de información -directa o indirectamente- es probablemente cristiana.

Los testimonios judíos de FI. Josefo (37-95 d.C.) y la noticia rabínica del Talmud sobre Jesús como seductor (bSanh 43a) son, según la crítica seria, dudosos. El texto de FI. Josefo en su forma actual es claramente redacción cristiana (Ant. 18,63-64); los intentos por reconstruir críticamente el texto primitivo de FI. Josefo en que se hablaría de la crucifixión de Jesús no pasan de meras hipótesis. Según la descripción de la muerte de (¿Jesús?) del texto talmúdico mencionado, primeramente tiene lugar la lapidación y luego es ahorcado, lo cual no corresponde a los relatos del NT. Antes del año 220 d.C. no hay noticias rabínicas acerca de Jesús (según el conocido judaísta alemán J. Maier).

2.2. Tiempo y lugar de la crucifixión de Jesús

A pesar de la falta de testimonios históricos no cristianos la crucifixión de Jesús por sentencia de Pilato (gobernador del año 26 al 36 d.C.) con ocasión de una fiesta de pascua es un dato histórico seguro, gracias a los testimonios del NT y descripción fidedigna de los hechos que rodean el NT por FI. Josefo. Los cuatro evangelios están de acuerdo en que Jesús fue crucificado un viernes (Mt 27,62; Mc 15,42: Lc 23,54; Jn 19,31.42). La única diferencia entre los sinópticos y el EvJn consiste en si Jesús fue crucificado el 15 deI mes Nisán a las 9 horas de la mañana siguiente después de haber celebrado por la noche con sus discípulos la Última Cena (Mt 27,1-2.45; Mc 15,1.25.33-34; Lc 22,66; 23.44), o en la tarde del día 14 de Nisán, cuando tenía lugar en el templo la degollación de los corderos pascuales (Jn 18,28; 19,14.31). No ha sido posible hasta el presente armonizar convincentemente las fechas diferentes de los sinópticos y EvJn respecto del día del mes en que tuvo lugar la muerte de Jesús; no sabemos si su muerte ocurrió un 15 ó 14 del mes de Nisán, lo único cierto es que fue un viernes.

Tampoco es seguro el año de la pascua de la crucifixión. Los intentos de averiguar mediante cálculos astronómicos cuándo cayó exactamente el 14 ó 15 de Nisán/Abril entre los años 27 y 33 d.C. no proporcionan seguros resultados a causa de la inseguridad de las observaciones astronómicas de entonces. Como fechas más probables se proponen las pascuas del año 27, 30 y 33. Si se tienen en cuenta que Juan el Bautista comenzó su predicación el año 15 del reinado de Tiberio, es decir, el año 27/28, y Jesús después de él, cuyo ministerio duró aproximadamente entre uno y tres años, hay que rechazar la pascua del año 27 como la de la muerte de Jesús. Por otra parte, la cronología de Pablo hace improbable retrasar la pascua de la crucifixión hasta el año 33. El año 30 de nuestra era parece ser la fecha más probable.

Según los evangelios Jesús fue crucificado en el lugar llamado Gólgota (Mt 27,33; Mc 15,22; Jn 19,17; en Lc 23,33 se omite el nombre Gólgota y deja sólo su traducción: "Lugar de la calavera"). Según Jn 19,17.20 y Heb 13,12 Jesús fue crucificado fuera de los muros de la Jerusalén de entonces, es decir, fuera del muro llamado por FI. Josefo "segundo muro" (FI. Jos., bel/. jud. V, 146; 158), cerca de la ciudad (Jn 19,20). La tradición que coloca el lugar de la crucifixión y la tumba de Jesús en la actual iglesia del Santo Sepulcro es muy fidedigna y se remonta, por lo menos, hasta la mitad del siglo II d.C. También el detalle del EvJn, según el cual cerca del lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto (19,41), encaja bien en esta tradición, suponiendo que las excavaciones llevadas a cabo entre los años 1975 y 1978 hubieran logrado realmente identificar la puerta Gennath, que menciona FI. Josefo como punto de partida del "segundo muro" (cf. o. c. 146) y significa "Puerta del huerto".

2.3. La condenación de Jesús a muerte de cruz por Pilato

La cuestión quién fue el verdadero responsable de la muerte de Jesús viene siendo discutida desde hace un siglo sin que se haya llegado a una solución aceptada por todos los implicados en la controversia. Ciertamente es innegable que los evangelistas tienden a disculpar a Pilato, que lo pintan como un hombre débil y sin carácter, que cede a las presiones de los judíos. Cuando se escriben los evangelios al fin del siglo 1 (30 [Mc], 45 [Mt; Lc] o 50 [Jn] años después de la muerte de Jesús), los evangelistas trataban de disipar cualquier duda de que los cristianos fueran peligrosos para el estado romano: esa tendencia que ya aparece en Mc 15,1-15 se va a acrecentando en Mt 27,1-26; Lc 23,1-25 y mucho más en Jn 18,28-19,16. Los evangelistas parecen inculpar, más bien, a las autoridades judías como responsables de la muerte de Jesús (así H. Lietzmann a principio del siglo XX). Algunos investigadores, como el exegeta judío B. P. Winter (1961), van más allá, llegando incluso a negar que las autoridades judías estuvieran implicadas en la muerte de Jesús, pero esta opinión no tiene en cuenta los textos evangélicos de la pasión de Jesús.

El que Jesús fuera condenado a la muerte de cruz -un castigo típico de los romanos en la Palestina de los años 63 a.C. hasta el 66 d.C. contra revolucionarios judíos y sus cómplices- obliga a suponer que a Jesús le fueron imputados por Pilato motivos políticos, como el de sedición (seditio) o actuaciones hostiles contra el imperio romano (perduellio). Los magistrados romanos, como en el caso de Pilato, estaban dotados de la potestad (potestas) de intervenir en casos de infracciones contra el orden público por parte de ciudadanos romanos y no romanos e imponer las penas competentes; es lo que se llama "represión" (en latín coercitio: cf. Lc 23,16.22; Jn 19,1). Esta es la potestad que ejerce Pilato en el caso de Jesús. En cuanto gobernador de la provincia romana de Judea, Pilato tuvo que dirigir personalmente el proceso contra Jesús. Aunque la residencia habitual de los prefectos romanos era Cesarea marítima (FI. Jos., ant jud. 18,55-56), venían éstos, con ocasión de la pascua judía, a Jerusalén. La localización del pretorio o lugar de residencia del pretor Poncio Pilato en Jerusalén, donde dictó sentencia de muerte contra Jesús, no es segura: la Torre Antonia junto al Templo, según la tradición posterior, o bien el Palacio de Herodes, conocido hoy día como la ciudadela, antiguo palacio de los reyes asmoneos y residencia habitual de los prefectos romanos en sus venidas a Jerusalén.

Muy probablemente la expulsión de los mercaderes del templo (Mc 11,15-17) fue interpretada por Pilato como un delito contra el orden público. El hecho de que fueran soldados romanos los que crucificaron a Jesús, es una prueba de que Jesús fue condenado a muerte por supuestos motivos políticos (Mc 15,16-27). Jesús fue considerado por Pilato un "pretendiente mesiánico judío", como indica el título de la cruz (Mt 27,37; Mc 15,26; Lc 23,37; Jn 19,20-22), siguiendo, sin duda alguna, las insinuaciones de las autoridades judías, lo cual no significa que Jesús realmente se hubiese declarado pública o realmente "Mesías" o "Rey de los judíos". Como las autoridades judías o el sanedrín no tenían en ese tiempo el derecho de imponer la pena de muerte (Jn 18,31), sólo el prefecto romano podía. condenar a Jesús a la pena de muerte. No hay razones serias para poner en duda esta afirmación del EvJn, a pesar de que se dieran casos aislados de linchamiento en los años posteriores, como en el martirio de Esteban (hacia el 33 ó 34 d.C.) y de Santiago, el hermano primo de Jesús (año 64 d.C.). Ciertamente recayó sobre Pilato la responsabilidad jurídica de la muerte de Jesús; Pilato no actuó por debilidad y respeto humano a los judíos, sino por razones políticas. No hay, sin embargo, razones para convertir a Jesús en un fanático celota que habría abrigado motivos políticos y hubiera querido imponerlos por las armas. Las objeciones contra esta descabellada teoría (así ya Reimarus en el siglo XVIII y alguno que otro en nuestros días) carecen de base. Es absurdo pensar que la tradición cristiana posterior hubiese trasformado totalmente la supuesta imagen de un Jesús político; toda la tradición acerca de Jesús está en contra de tal hipótesis: Jesús exige a sus discípulos la radical renuncia a la violencia y el amor a los enemigos (Mt 5,11-12/Lc 6,22-23Q; Mt 5,44-45 / Lc 6, 27-28.35cQ; Mt 5, 39-40 / Lc 6, 29-30Q); aunque las interpretaciones exegéticas del dicho de Jesús, considerado como auténtico, "el asalto de los violentos" (Mt 11,12/Lc 16,16Q) no son del todo seguras, es, sin embargo, cierto que en este dicho aparece Jesús, como también el Bautista, víctima de los violentos, es decir, Herodes Antipas y los que intentan sofocar la predicación de Jesús; el dicho implica, por tanto, el rechazo de la violencia celota. Una prueba de que Jesús no era partidario de la violencia es que en la hora de su prendimiento fue abandonado por todos (Mt 26,56; Mc 14,50; Jn 18,11).

Es, sobre todo, de los sumos sacerdotes de quienes partió la iniciativa de apresar a Jesús en la noche del jueves santo, después de que Judas se les ofreciese como ayuda para llevar a cabo la operación. El detalle de que uno de los presentes —en Mc 14,47 no está claro que fuera uno de los discípulos de Jesús, mientras que en los otros evangelistas se va haciendo la narración más biográfica y pormenorizada (en Mt 26,51-52 y Lc 22,49-50: uno de los discípulos; en Jn 18,10 es Simón Pedro)— le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote, posiblemente el jefe del grupo, indica que no fueron los romanos quienes prendieron a Jesús. De haber sido soldados romanos, enviados por Pilato, habrían apresado o matado —como en otros casos— también a los discípulos, o sea, todos los simpatizantes. Por lo tanto, no se puede disculpar del prendimiento de Jesús, por lo menos, a los sumos sacerdotes y a otros miembros del sanedrín. Los fariseos no parecen implicados en el proceso de los sumos sacerdotes y Pilato contra Jesús. El interrogatorio nocturno en casa del sumo sacerdote Caifás (Mt 26,57; Jn 18,13-14.24.28; cf. He 4,6) no fue una reunión oficial de todo el sanedrín, sino sólo de los círculos saduceo-sacerdotales, que a causa de la expulsión de los mercaderes del templo acusaron a Jesús de blasfemo y decidieron entregarle a Pilato (Mc 15,1 par.). En esa reunión trataron probablemente de encontrar cargos de cariz político que hicieran viable el proceso ante Pilato (Mt 27,11-14; Mc 15,2-3; según Lc 23,2-5 la acusación de los sumos sacerdotes ante Pilato es por sedición [seditio] y acción hostil [perduellio]; Jn 18,33; 19,12: acción hostil y alta traición contra el emperador).

2.4. Circunstancias de la crucifixión y muerte de Jesús

La flagelación de Jesús coincide con la práctica frecuente de que el condenado a muerte fuera sometido previamente a tales castigos: según Mt 27,26; Mc 15,15 la flagelación aparece como un castigo que pertenece al ritual que va a concluir con la muerte, mientras que en Lc 23,16.22; Jn 19,1 es una medida coercitiva y política de Pilato para liberar a Jesús. Probablemente la exposición de Mt y Mc es más verosímil. El condenado a muerte de cruz solía llevar la cruz (Jn 19,17); según los sinópticos es Simón de Cirene quien lleva la cruz (Mt 27,32; Mc 15,21; Lc 23,26). Probablemente la flagelación había extenuado tanto a Jesús que no tenía ya casi fuerzas para llevar la cruz al Calvario.

En los relatos de la pasión no se dice explícitamente que le clavasen los pies a Jesús, pero el Señor resucitado muestra a sus discípulos sus manos y pies, lo cual incluye las llagas de sus manos y pies (Lc 24,39-40). Según el EvJn, Tomás pone una condición para creer que el Señor haya resucitado como afirman sus condiscípulos: "Si no veo en sus manos la `señal' (topos) de los clavos y no meto mi dedo en el `lugar' (topos) de los clavos y la mano en su costado, no lo creo" (20,25). La "señal" y el "lugar" de los clavos se refieren evidentemente, según el texto joánico, a las cicatrices de la manos por causa de la crucifixión. Es lógico que el evangelista Lc piensa también en las cicatrices de las manos y pies (24,39-40).

Jesús rechaza el "vinagre" (Mt 27,48) o "vino con mirra" (Mc 15,23), que le ofrecen los soldados, una especie de anestésico que aliviaba los terribles dolores de los crucificados. Jesús murió con plena conciencia, a lo que contribuyó su posición en la cruz. Jesús muere con terribles dolores, pero con plena conciencia entrega su espíritu (Mt 27,50; Mc 15,37; Lc 23,46; Jn 19,30). Según el EvJn pidieron los judíos a Pilatos que se quebrantasen las piernas a los crucificados para acelerar su muerte a fin de que los cadáveres fueran retirados antes de que con la caída del sol comenzase la fiesta de la pascua, lo que en Jesús no tuvo lugar porque había muerto ya (19,31-33). Aunque esta práctica llamada crucifragium no aparece en textos no cristianos en relación con una crucifixión, no hay razón para poner en duda este detalle del EvJn, ya que el evangelista Juan aporta con frecuencia hechos y circunstancias históricas fidedignas.

El descendimiento de la cruz tuvo lugar con permiso de Pilato, gracias a la iniciativa y solicitud de "José de Arimatea, insigne miembro del sanedrín" (Mc 15,43; cf. Mt 27,57: "hombre rico" y "discípulo de Jesús"; Lc 23,50: "sanedrita y varón bueno y justo"; Jn 19,38: "discípulo oculto de Jesús"). José de Arimatea colocó el cuerpo de Jesús en un "sepulcro (nuevo: Mt 27,60; Jn 19,41), cavado en piedra (Mc 15,46), en que no había sido aún puesto nadie" (Lc 23,53; Jn 19,41). El que se indique el nombre y origen de la persona "José de Arimatea" se considera un indicio de historicidad del hecho narrado: la iglesia primitiva conocía sin duda la noble acción de José de Arimatea, sepultando a Jesús; una invención de la iglesia primitiva es improbable.

Miguel Rodríguez Ruiz