Cordero de Dios
DJN
 

Tras el Prólogo que lo encabeza solemnemente en 1,1-18, el Cuarto Evangelio desarrolla uno de los motivos introducidos ya en el citado Prólogo: el testimonio del Bautista (1,6-8.15). En un primer momento dicho testimonio es respuesta a los enviados desde Jerusalén: El no es el Cristo, ni Elías, ni el profeta; es sólo la voz del que clama en el desierto invitando a conversión y anunciando al que venía después de él aunque era mayor que él (cf. Jn 1,19-28). La voz del Precursor se vuelve a oír al día siguiente y precisará los términos del testimonio ofrecido el día anterior sobre Jesús, a quien ve caminando hacia él; su testimonio inicia de forma sorprendente: "He ahí el Cordero de Dios" (1,29); a esta afirmación inicial sigue otra serie que describe el ser más profundo de Jesús: existía antes que Juan, que ha visto descender el Espíritu sobre él como signo del futuro bautismo en el Espíritu que administrará aquel a quien se presenta finalmente como "Elegido (Hijo) de Dios" (1,30-34). La presentación de Jesús como "Cordero de Dios" se repite un día después, cuando el Bautista se hallaba con dos de sus discípulos (1,35s). Pese a lo sorprendente de esta identificación de Jesús, única en el conjunto de los Evangelios, su ubicación precisamente en medio de la afirmación sobre su condición mesiánica y de Hijo de Dios preexistente se convierte en un signo más de que la llamada "cristología alta" representada por el Cuarto Evangelio; no abandona el terreno sobre el que se fundaba toda la primera predicación cristiana, sino que constituye en realidad un esfuerzo acabado por traducirla en nuevas formas de expresión. La que nos ocupa es de hecho un modo indirecto de referirse a la Pascua de Jesús; situada al principio del Evangelio, inmediatamente después del Prólogo y de las primeras afirmaciones del Bautista, orienta claramente al lector hacia el lugar del "Calvario, que en hebreo se dice Gólgota" (19,17), es decir, al lugar de la crucifixión y muerte de Jesús. En efecto, el sustantivo griego aµvoS, que el Cuarto Evangelista escoge entre los varios sinónimos con que se puede denominar a un "cordero", se refiere en concreto al que tiene un año; por esta razón, es uno de los términos usados en la traducción griega de la Biblia (los LXX) cuando se refiere a estos animales hablando de los sacrificios del templo (cf. p. ej., Ex 29,38; Lev 9,3). Junto con esto, a.tvoS se utiliza en la famosa descripción del Siervo sufriente en Is 53,7s, un texto que el NT ve realizado en Cristo, a quien se lo aplican expresamente, como hace Felipe en su encuentro con el eunuco (cf. Hech 8,26-35). Sobre esta base, no es difícil imaginar que al presentar a Jesús como Cordero de Dios al principio de su obra, Juan está pensando en su condición de Siervo de Dios que cargará en su muerte los pecados del pueblo (cf. Is 53,10ss). Que Juan, y Lucas en el texto citado de Hechos, estén pensando en la muerte de Cristo al presentarlo como Cordero lo muestra con claridad otro de los pocos textos del NT que, como se ha indicado más arriba, recurren a tal designación: 1 Ped 1,9; en su condición de sin-pecado, Cristo es el cordero sin mancha con cuya sangre hemos sido redimidos.

Ahora bien, el Cántico del Siervo sufriente constituye el punto de partida para descubrir que, junto a tal referencia el "Cordero de Dios" con que el Bautista señala a Jesús en los preludios de la revelación del Padre en la persona y en la obra de su Hijo (cf. Jn 1,18) incluye también el simbolismo del cordero de la Pascua. Contra esta posibilidad de evocación suele invocarse el hecho de que, cuando los LXX hablan del cordero pascual no utilizan nunca el término aµvoS sino su sinónimo. Pues bien, el texto de Is 53,7s, evocado expresamente por Lucas en Hech 8,28 para hablar de Jesús, muestra que se trata de términos sinónimos: de hecho, las dos afirmaciones iniciales se construyen en claro paralelismo: "Fue llevado como oveja (npo(3atov) al matadero; y como cordero (aµvog) mudo delante del que lo trasquila". De acuerdo con esto, mediante la designación de Jesús como "Cordero de Dios", el Cuarto Evangelista quiere presentarlo como quien cumplirá con su muerte el destino del Siervo de Dios y, al propio tiempo, como el Cordero de la nueva Pascua. En línea con esta consideración, sólo en este Evangelio se dará cuenta de que, tras la crucifixión, al ver que Jesús había muerto, los soldados "no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza..."; para el Evangelista, el sentido de este hecho es evidente, y lo transmite expresamente: "Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: "No se le quebrará hueso alguno" (Jn 33-37); la cita une en una sola frase Sal 34,21, donde se describe la protección divina sobre el justo perseguido, cuyo tipo es el Siervo sufriente de Isaías, y una norma ritual sobre el cordero de la Pascua recogida en Ex 12,46. -> sacrificio.

J. M. Díaz Rodelas