Celibato
DJN
 

SUMARIO: 1. Valoración del celibato o virginidad según el Antiguo Testamento. -2. El celibato según Jesús y el Nuevo Testamento.


1. Valoración del celibato o virginidad según el Antiguo Testamento

El ideal del hombre y mujer del AT respecto a la forma de vida concreta era el matrimonio con numerosa descendencia de conformidad con el mandato de Dios al principio de la creación: "Sed fecundos y multiplicaos, poblad la tierra y sometedla" (Gén 1,28). Asimismo la bendición de Dios a Abrahán, prometiéndole una numerosa descendencia, significaba para el israelita que el matrimonio con hijos era la forma de vida querida por Dios, mientras que el celibato se consideraba como algo extraño y no deseable. Con el incrementarse de las esperanzas mesiánicas después del exilio se acentuó la aspiración de todo israelita al matrimonio e hijos.

La virginidad de la joven antes del matrimonio no sólo se tenía en gran estima (Gén 24, 16; 34,7.31; 1Re 1,2), sino que estaba protegida por la ley y era condición para contraer matrimonio (Ex 22,15-16; Dt 22,14-19.28-29). Pero se consideraba una deshonra para una mujer el que no pudiera contraer matrimonio (Is 4,1) o que una vez casada no tuviera hijos (1Sam 1, 6.11.15). El celibato de Jeremías aparece como un signo negativo del juicio divino que amenza a Israel (Jer 16,2-4). Un cierto cambio se observa en el judaísmo temprano cercano ya al NT: se consideraba honroso en una mujer viuda no volverse a casar (Jdt 16,22; Lc 2,36-37) y en ciertos grupos como en los terapeutas de Egipto (Filón de Alej., De vita contemplativa 68) y, probablemente, la comunidad de Qumrán se practicaba el celibato voluntario (1 QS; 1QSa; cf. FI. Josefo, 11,160).

2. El celibato según Jesús y el Nuevo Testamento

La forma de vida que Jesús escogió para sí fue el celibato. Resulta extraño que Jesús, varón judío, viviera más de 30 años célibe en una familia de un pueblo de Galilea, rodeado de familiares y vecinos cuyo ideal era casarse y tener hijos. Las circunstancias en que Jesús vivió célibe en Nazaret eran bastante distintas de aquellas en que los terapeutas o la comunidad de Qumrán practicaban su celibato, porque no es lo mismo vivir el celibato con personas que comparten el mismo ideal o forma de vida que entre familiares y ciudadanos para quienes lo natural era casarse y tener hijos. Así como hay alguna probabilidad de que la forma celibataria de Juan el Bautista hubiera podido estar influenciada por los esenios, no hay razón alguna para afirmar lo mismo de Jesús, aunque esto no se pueda excluir tampoco absolutamente.

Desde el punto de vista histórico crítico no hay indicio alguno en el NT, y fuera de él, que permita sospechar que Jesús estuviera casado y en un determinado momento abandonase el matrimonio y familia para vivir celibatariamente. Las afirmaciones al respecto que algún que otro autor de vidas de Jesús hace para atraer la atención de sus lectores carecen de todo valor histórico-crítico. La narración según la cual corría el rumor de que Jesús se había vuelto loco y sus familiares vinieron a Cafarnaúm a buscarle con intención de llevársele, no es ninguna invención de los evangelistas; es, sin embargo, interesante que en ella no se mencionen otras personas que "su madre y sus hermanos" (Mc 3,21.31-35 par.). De haber estado casado, ¿no se debería esperar que se mencionasen hijos, mujer? Así como sabemos que Pedro estaba casado, no hay, en cambio, ningún indicio respecto a Jesús. El dicho que se suele llamar "aforismo de los eunucos por el reino de los cielos" es una alabanza del celibato como forma radical de seguimiento de Jesús (Mt 19,11-12). El celibato de Jesús, por su parte, está en función de su misión de hacer presente en su persona, palabras y obras el Reino de Dios. Ya antes de que Jesús fuera a hacerse bautizar por el Bautista en el Jordán, vivía totalmente entregado al Reino. Tal vez este aforismo denota la experiencia de la total falta de comprensión de sus paisanos y familiares. La expresión tan gráfica y enérgica del dicho quiere indicar que quien acepta libremente el consejo de Jesús no se puede volver atrás. El que ha tenido la experiencia de la llegada del Reino no puede mirar para atrás (Lc 9,62). El celibato de los discípulos representa la forma radical del seguimiento de Jesús, equiparable al martirio: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mt 10,28/Lc 12,4Q; Mt 10,39/Lc 17,33Q). Como el seguimiento radical de Jesús exige la renuncia a poseer algo (Mt 8,19-20/Lc 9,57-58Q), así también el celibato como forma radical de seguimiento supone la renuncia a la familia (Mt 12,48-50; Mc 3,34-35; Lc 8,20-21; Mt 8,21-22/Lc 9,59-60Q; Lc 9,61-62).

Lc ha destacado positivamente el valor de la virginidad (Lc 2,36; He 21,9). El celibato de los discípulos por causa del Reino implica una orientación total a Jesús, que supone "dejarlo todo" (Mc 10,28 par.) y, según la interpretación lucana, dejar no sólo la familia, hermanos, padres e hijos sino, en primer lugar, la mujer, lo cual supone la renuncia al matrimonio (14,26; 18,29). Los otros dos sinópticos curiosamente excluyen a la mujer de esa renuncia radical, a quien no mencionan: en estos dos evangelios sinópticos no se dice que la mujer deba ser odiada, es decir, no amada o menos amada, o abandonada (Mt 10,37/Lc 14,26; Mt 19,29; Mc 10,39; Lc 18,29). Estas afirmaciones tan radicales de Jesús respecto al seguimiento, dejando la comunidad familiar y abandonando, según Lc, incluso la mujer, plantean cuestiones a las que no es posible encontrar solución satisfactoria por falta de datos históricos. Nos tenemos que conformar con soluciones hipotéticas. Por una parte, no es ninguna hipótesis afirmar que la experiencia del Reino, que Jesús predica y hace presente en su persona y obras, fuera tan avasalladora que sus seguidores más radicales, como el grupo de los doce discípulos, de ahora en adelante no van a anteponer nada a la prioridad absoluta del seguimiento. Jesús les da ejemplo dando preferencia a la predicación del reino sobre la familia (Mc 3,33-35 par.). Naturalmente la forma más radical y perfecta de realizar concretamente el seguimiento por medio del celibato y pobreza total son sólo un consejo o recomendación cuya excelencia pocos comprenden (Mt 19,11-12), pero no es un mandamiento que se imponga a todos los creyentes o discípulos de Jesús (Mt 19,16-30; Mc 10,17-30; Lc 18,18-30). Por otra parte, la radicalidad del seguimiento de Jesús parece contradecir la obligación de algunos mandamientos, p. ej. el cuarto mandamiento (Mt 15,4-8; Mc 7,9-13) y la prohibición del divorcio (Mt 19,6; Mc 10,8-9). Lc ha pasado por alto estas dos perícopas de Mc, tal vez porque no eran actuales en su comunidad cristianogentil, pero también porque ha percibido, tal vez, una cierta contradición con su forma más radical de concebir el celibato. Según esto podemos concluir que debemos distinguir entre la obligación del seguimiento para todos los discípulos y las formas concretas de realizarlo. La historia posterior muestra cómo la Iglesia rechazó formas ascéticas rigurosas que condenaban el matrimonio absolutamente como algo malo para todos los cristianos.

El apóstol P ha renunciado al derecho de ser mantenido por la comunidad en que ejerce su ministerio apostólico para no obstaculizar la eficacia del evangelio (1Cor 9,12) y es el único apóstol que conocemos haya escogido la vida célibe como forma de vida apostólica (7,7; 9,5), totalmente orientada a Cristo, ya que los valores de la vida presente son relativos y P espera ansiosamente la venida del señor (1 Cor 7,25-35). El valor del celibato evangélico según Jesús y el NT consiste en ser signo de la unión del discípulo con Cristo, sin que se interponga persona alguna de por medio, y de la vida futura (Mt 22,30; Mc 12,25; Lc 20,35-36).

Miguel Rodríguez Ruiz