Celemín
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La palabra "celemín", que aparece en el NT únicamente en el dicho de la lámpara sobre el candelero (Mt 5,15; Mc 4,21; Lc 11,33), traduce el término griego, de origen latino, modio. El modio era una medida de capacidad para áridos (8,75 litros) y correspondía a la sexta parte de una fanega. En toda casa judía debía haber un celemín, indispensable para medir el diezmo.

El dicho de Jesús de "la lámpara debajo del celemín" nos ha llegado en dos formas distintas. Una forma de esa tradición podemos reconstruirla a partir de las versiones muy semejantes de Mt 5,15 y Lc 11,33: "No se prende una lámpara y se pone bajo el celemín sino sobre el candelero para que alumbre a la gente". Mc 4,21 refleja, en cambio, una tradición diferente e independiente de la anterior, en forma interrogativa: "¿Se pone acaso una lámpara debajo del celemín o de la cama? ¿No se pone sobre el candelero?". Lucas trae otro dicho de la lámpara en el que no aparece la palabra "celemín", sino "vasija": "Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la pone debajo de la cama; sino que la coloca sobre el candelero para que ilumine a los que entran" (Lc 8,16). Este dicho se deriva de Mc 4,21, pero está claramente influenciado por el anterior de la colección Q (Mt 5,15; Lc 11,33), como muestra su carácter afirmativo y la oración final que falta en Marcos ("para que ilumine a los que entran"), y, además, por Lc 12,2 (también de la colección Q): "Nada hay tan oculto que no se llegue a descubrir, nada tan secreto que no se llegue a saber". En Lc 8,16 no se menciona el modio o celemín, sino la vasija, porque Lc escribe para gente de ciudad, a quienes es más familiar la vasija que el celemín. Tenemos, pues, dos formas o tradiciones distintas e independientes de un mismo dicho de Jesús (Mt 5,15/Lc 11,33 y Mc 4,21/Lc 8,16). Mc 4,21, del que depende Lc 8,16, no ha conocido la versión de Mt 5,15/Lc 11,33.

La forma más primitiva tal como fue pronunciada por Jesús no se puede reconstruir con toda seguridad; todo intento es, pues, hipotético. Probablemente el dicho estaba formulado en forma interrogativa, como en Mc 4,21; no es seguro -aunque posible-, si contenía una oración final como se encuentra en Q (Mt 5,15/ Lc11,33; cf. también Lc 8,16), pero que falta en Mc 4,21 ["para que ilumine a los que entren"]. La expresión "debajo de la cama" (Mc 4,21/Lc 8,16) probablemente no se encontraba en el dicho de Jesús, sino que fue añadida bien en la tradición oral de la que depende Marcos o por Marcos mismo. Tampoco es seguro si el dicho original de Jesús hablaba de "encender" (Mt 5,15/Lc 11,33; también Lc 8,16) o de "traer" (Mc 4,21; literalmente: "¿Viene acaso...?») la lámpara. Tampoco está claro el sentido de "poner la lámpara debajo del celemín", pues no hay testimonios de que el celemín fuera un medio apropiado y corriente de apagar una lámpara; además, es un disparate esconderla debajo del celemín, pues se apagaría. Tal vez quería Jesús estimular con esta expresión la atención de sus oyentes, haciéndoles comprender que ni su persona ni su predicación podían ser apagadas u ocultadas, pues esto sería tan absurdo como poner la luz debajo del celemín. Dado que hasta el presente no se ha podido encontrar un proverbio sapiencia) semejante, bien del tiempo de antes de Jesús o de su mismo tiempo, podría tratarse de un dicho creado por él mismo. El dicho de la lámpara debajo del celemín podría haber sonado en labios de Jesús así: "¿Se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín o sobre el candelero [para que ilumine a la gente]?".

Más difícil aún es saber a qué se refería Jesús con un tal dicho. Tal vez ha querido expresar el carácter público, universal y escatológico de su misión, respecto a la última gran intervención de Dios en la historia, llamando urgentemente a todos los hombres a aceptar su mensaje de la cercanía del Reino de Dios. La persona de Jesús así como su predicación del Reino de Dios sería la lámpara que no puede quedar oculta e ilumina a los que se acercan. Tal vez criticaría Jesús con este dicho a las autoridades judías que ocultaban a los demás la verdad.

El significado del dicho original de Jesús fue profundizado cristológica y eclesiológicamente por la tradición primitiva y, sobre todo, por los evangelistas. Marcos describe en su evangelio cómo el misterio de Jesús, a pesar de su predicación y milagros, permanece en realidad durante su vida terrena oculto a los hombres, pero, al mismo tiempo, afirma que después de Pascua tiene que ser predicado públicamente, cuyo contenido esencial es: "Jesús es el Cristo resucitado, Hijo de Dios". Jesucristo es, pues, la lámpara sobre el candelabro, que no puede ser puesta bajo el celemín o la cama (cf. Mc1,1; 9,9 y 4,21). Para Mt 5,15 la luz que debe alumbrar a todo el mundo no es sólo Jesús, el Mesías e Hijo del Dios vivo, sino también los discípulos, o sea, la Iglesia. Jesús exhorta a sus discípulos, al enviarles a su misión universal a todas la naciones del mundo, a comportarse no como la sal que se torna insípida y se arroja a la calle por inservible (Mt 5,13; Lc 14,34-35; cf. también Mc 9,50) o como la lámpara que se pone debajo del celemín, sino, al contrario, a alumbrar, como la lámpara sobre el candelero, con la predicación y ejemplo a un mundo que rechaza el evangelio (cf. Mt 5,13-16 y 2818-20). Conviene notar cómo Mateo recalca la misión universal de la lámpara sobre el candelero que tiene que "alumbrar a todos los que están en casa"; lo contrario sería tan absurdo como poner la luz debajo del celemín.

En Lc 11,33 la lámpara sobre el candelero se refiere, según el contexto de Lc 11,29-36, a la predicación y anuncio postpascual de Jesús como el Mesías e Hijo del hombre. En la predicación participan los discípulos, aunque en realidad es Cristo glorificado por medio de su Espíritu el que mueve e impulsa la predicación de la Iglesia. Interesante es el rasgo lucano de carácter misionero: "para que los que entran vean el resplandor". La misión y el buen ejemplo de los discípulos es la lámpara que lleva a los catecúmenos y recién bautizados a la Iglesia, concretamente, a la celebración litúrgica, donde ven el resplandor del cirio, que simboliza a Cristo resucitado y glorificado. La frase "no se pone la lámpara debajo del celemín" pone a los discípulos en guardia contra el peligro de la ineficacia de la predicación. Finalmente hemos de añadir la fórmula con que Juan hace culminar la idea de Jesús como luz que ilumina al mundo: "Yo soy la luz del mundo" (8,12).

Miguel Rodríguez Ruiz