Belén
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Ciudad de Judea a 8 Km. al sur de Jerusalén. Hoy en día cuenta con 35.000 habitantes. Aunque en la tierra fértil de la Montaña, se encuentra ya en zona limítrofe con el desierto de Judá, por lo que es frecuentada por los pastores que conducen por aquél sus rebaños de ovejas y cabras. Etimológicamente Beth-lehem significa «Casa del pan», lo que está de acuerdo con la fertilidad del llano al pie de la ciudad por el Este (Beth Sahur), donde se recogen buenas cosechas de trigo y cebada. Es conocido con el nombre de Campos de Rut, en recuerdo de los pasajes narrados en el Libro de Rut. La ciudad está edificada sobre un alto alargado en forma de loma. No tiene fuentes dentro de su recinto, por lo que el agua procedente de la lluvia se conservaba en oscuros y frescos aljibes, a los que alude David cuando, durante sus correrías, deseaba apagar su sed con aquella agua (2 Sam 23, 13-17). Aunque Belén es ya citada en las famosas cartas egipcias de Tell el-Amarna en el siglo XIV a. C., nunca fue una ciudad muy importante. Su fama en la Biblia le viene de ser la patria del rey David, el hijo de Isaí, quien durante su infancia se había dedicado al pastoreo de ganado menor (1 Sam 16, 11; 17, 15 y 34-35). Algunas alusiones en la Biblia tal vez permitan suponer que en Belén debió existir en un tiempo un pequeño santuario o «lugar alto», donde tenían lugar ciertos sacrificios (1 Sam 16, 2-5; 20, 6 y 27-29). La pequeña ciudad fue amurallada en los tiempos del rey Roboam (1 Cron 11, 6). A la vuelta del destierro, Belén fue repoblada (Esd 2, 1 y 21; Neh 7, 6 y 26). En el A.T. no hay ningún pasaje en que se diga expresamente que el Mesías tenga que nacer en Belén, sino más bien que Belén será dichosa porque uno de los descendientes de esa ciudad -de la familia de David- será quien gobierne a Israel (Miq 5, 1). Sin embargo, la insistencia en los evangelios, incluido el de Juan (Jn 7, 42), en que el mesías tenía que nacer en Belén parece apoyar el hecho real del nacimiento de Jesús en esta ciudad, en los días de Herodes el Grande. Por entonces Belén no era una aldea, pero sí una ciudad pequeña y pobre, probablemente con la muralla en ruinas, aunque se debía notar la altivez y prosapia de algunas de las viejas familias que tenían allí sus antiguos solares. José, cuya ascendencia está reflejada con mayor verosimilitud en la genealogía de Lucas (Lc 4, 23-38) que en la de Mateo (Mt 1, 1-16), debía tener allí la casa de sus mayores y a ella acudiría con motivo de un empadronamiento de tipo catastral, que no es ciertamente el del gobernador Quirino, como con evidente error apunta el evangelio de Lucas (Lc 2, 2), tal vez por tratarse de una interpolación. Las casas de Belén en aquella comarca, como en otras de Palestina con subsuelo de caliza, solían aprovechar las cuevas naturales para infraestructura de las mismas, destinándolas a establos, despensa, taller y graneros. El evangelio de Lucas dice textualmente que María, que probablemente vivía por aquellos días en la casa familiar de José, «dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre porque la «sala» (katályma) no era el sitio apropiado para ellos» (Lc 2, 7). Cabe pensar que José, cuando llegó el momento del parto de su mujer, la retiró a una de las dependencias inferiores de la casa, acondicionándola debidamente, para evitar el espectáculo del nacimiento en la gran sala común, donde vivía y dormía el resto de la familia, según era costumbre. Esta parece hoy en día la interpretación más adecuada y está de acuerdo con la tradición de que Jesús nació en una cueva, recogida en testimonios fidedignos a partir ya del siglo II. Tras los acontecimientos navideños que Mateo (Mt 2, 11) localiza expresamente en una casa (olida), no hay otros indicios en las fuentes que hablen de que Jesús haya vuelto a Belén, desde el traslado de sus padres a Nazaret; por eso recibirá el nombre de Jesús de Nazaret, de acuerdo con su pueblo de adopción.

Sabemos que sólo unos cien años después de la muerte de Jesús era ya de dominio público el lugar donde había nacido, pues el emperador Adriano, en su afán de «paganizar» los lugares santos de judíos y cristianos en Jerusalén y sus alrededores, convirtió la cueva y su entorno en un jardín sagrado dedicado al dios Tammuz o Adonis, según nos cuenta el betlemita de adopción San Jerónimo, para lo cual se debió arrasar la casa y las otras construcciones contiguas. Evidentemente éstas se hallaban en la zona alta más oriental de la ciudad, justamente donde hoy se encuentra la basílica de la Natividad. Algunos restos arqueológicos, tumbas y graffiti en el antiguo baptisterio nos hablan de un antiquísimo santuario de Belén en manos de una comunidad judeocristiana. Como en los primeros tiempos de la iglesia palestina estas comunidades solían estar regidas por personas de la familia de Jesús (Jerusalén, Nazaret...), cabe pensar que también en Belén ocurriría algo similar con los parientes que allí vivían. Desgraciadamente la datación precisa de tales restos resulta algo ambigua. El año 339 se consagró la basílica construida por Constantino, que tenía un ábside octogonal en cuyo centro una apertura hacia abajo permitía contemplar la cueva original. De esta primitiva iglesia se conservan aún algunos mosaicos. Cuando en el 384 San Jerónimo fue a vivir a Belén, se estableció en una de las cuevas que forman aquel complejo kárstico subterráneo. Tanto el propio San Jerónimo como sus discípulas Paula y Eustoquio, así como Eusebio de Cremona, fueron enterrados tras su muerte en estas cuevas contiguas y comunicadas con la del Nacimiento. En el 529 el emperador Justiniano levantó la actual basílica, magnífico edificio de cinco naves, en cuya cabecera están las escalinatas que descienden a la cueva del Nacimiento, ya no visible desde arriba. La basílica contaba con espléndidos mosaicos. En el que existía a la entrada del nartex o atrio estaba representada la adoración de los magos. El hecho de que éstos se hallaran vestidos con atuendos de tipo persa fue lo que salvó a la basílica de su destrucción el año 614, cuando los persas invadieron el país y arrasaron otras iglesias. Durante el reino de los Cruzados la basílica fue de nuevo remozada y adornada con bellos mosaicos y pinturas. Los reyes cristianos de Jerusalén eran allí solemnemente coronados. Las excavaciones e investigaciones arqueológicas actuales han sido realizadas en Belén principalmente entre los años «cincuenta» y «ochenta», bajo al dirección de B. Bagatti y E. Testa. -> Galilea; infancia.

BIBL. - CABEZÓN MARTÍN, A., Belén. El Evangelio de Navidad, la Gruta, la Basílica del Nacimiento, 2 ed., Jerusalén 1991; GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., Arqueología y Evangelios, 22 ed., Estella 1999; MURPHYO'CONNOR, J., The Holy Land, Oxford 1998.

J. González Echegaray