Avaricia
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La avaricia es un vicio detestable no sólo en el AT y judaísmo, sino también en el mundo griego y latino: el avaro es un ser despreciable y servil, mientras que la persona generosa muestra tener un alma libre. En el NT no podía ser menos, pero las razones por las que el NT y, especialmente, Jesús rechazan la avaricia y ensalzan el desprendimiento de las riquezas y bienes terrenos son distintas, y están en relación con el anuncio del Reino: su venida relativiza todos los valores terrenos, más aún, trastoca los ya existentes, de tal manera que los pobres son ahora los preferidos de Dios (Mt 5,3; Lc 6,20; cf. también 1,51-53), la confianza absoluta e ilimitada en Dios, "que es bueno con los desagradecidos y malvados" (Lc 6,35), y la igualdad de todos los hombres ante Dios, por lo cual nadie debe poseer más de lo debido, como hace el avaro, que perjudica a los demás y en especial a los pobres.

La avaricia, afán desordenado de poseer y atesorar riquezas, aparece mencionada explícitamente en los evangelios por boca de Jesús sólo dos veces con el nombre griego pleonexía, es decir, afán de tener más de lo debido. Mientras que en el catálogo de Mc 7,2 aparece sólo como uno de los vicios que envilecen al hombre, en Lc 12,15 previene Jesús "contra toda forma de avaricia, ya que en la abundancia de los bienes materiales no está asegurada" ni siquiera la vida del hombre en este mundo. A continuación ilustra Jesús esta verdad con la parábola del labrador rico, que muere cuando estaba haciendo planes para almacenar su gran cosecha. Jesús pide que no se atesoren bienes materiales en la tierra, sino obras de caridad en el cielo, dando todo lo superfluo a los pobres (v. 16-21).

Implícitamente pone Jesús una y otra vez en guardia contra el peligro de la avaricia, o sea, el afán de atesorar riquezas. A sus discípulos les prohibe que en su misión apostólica traten de procurar o llevar oro, plata o dinero en sus fajas (Mt 10,9; Mc 6,8; Lc 9,3). El avaro se afana inútilmente, pues lo conseguido a costa de trabajo lo puede perder fácilmente (Mt, 19-20; Lc 12,33), y carece de paz por temor de perderlo (Mt 6,21; Lc 12,34). Al labrador avaro le llama Jesús, por esta razón, insensato e infeliz (Lc 12,20), porque ni disfruta ni goza de paz, y al final pierde su vida y alma: "¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?" (Mt 16,226; Mc 8,36; Lc 9,25; Jn 12,25). Con el símil de los cuervos y lirios, que ni trabajan ni hilan y, no obstante, son alimentados y vestidos de balde por Dios, inculca Jesús la confianza absoluta en el Padre, característica de los que esperan y buscan el Reino de Dios: su corazón y pensamiento no están apegados a los bienes terrenos, sino que están puestos en el tesoro celestial (Lc 12,22-34).

El avaro, en cuanto amigo del dinero, es materialista, carece de esperanza y aspiraciones elevadas respecto a la otra vida y, al final, la muerte sella su insensatez y desgracia eterna (Lc 12,35-40). En la parábola del administrador infiel advierte Jesús, en cambio, que con el buen uso de las riquezas, o sea, ayudando a los pobres, se consigue el cielo (Lc 16,1-12). Más aún, el juicio definitivo versará fundamentalmente sobre el uso del dinero: los benditos del Padre celestial se salvarán por haber empleado su dinero en ayudar a los necesitados, mientras que los malvados se condenarán, porque fueron avaros y no ayudaron al necesitado (Mt 25,34-40. 41-46).

El culto al dinero, cual es la avaricia (Mt 6,24; Lc 16,13), y el apego a las riquezas hacen al hombre insensible para escuchar la palabra de Jesús e incapaz de conseguir el Reino de Dios: "los fariseos, que eran amigos del dinero..., se burlaban" de Jesús (v. 13-14). El engaño y fascinación del dinero ahoga todo buen germen de la palabra de Dios (Mt 13,22; Mc 4,19; Lc 8,14). Con razón dice Pablo que "el apego al dinero es la raíz de todos los males y algunos arrastrados por el amor al dinero se han apartado de la fe..." (1 Tim 6,10).

Lucas recalca la preferencia de Dios por los pobres, que son "los poseedores del Reino de Dios" (Lc 6,20; cf. 1,53), mientras que los ricos, apegados a sus riquezas, difícilmente entrarán en el Reino de Dios (Mt 19,23; Mc 10,23; Lc 18,24-25; cf. también 6,24-25). Jesús es modelo de desprendimiento de las riquezas, al rechazar la oferta del diablo, que se refería no sólo a la gloria mundana del poder, sino también a la riqueza, cuando le ofrecía a Jesús todos los reinos de la tierra, si le adoraba. Dado que no se puede dar culto a dos señores, a Dios y al dinero, Jesús le responde que sólo se debe adorar a Dios (Mt 4,8-10; Lc 4,5-8).

Jesús ha escogido la pobreza radical, ya que "no tiene donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58). También sus discípulos más allegados, "los doce", son ejemplos de seguimiento de Jesús, al dejar todo (Mt 19,27; Mc 10,28; Lc 18,28). Zaqueo es el publicano avaro, que se convierte, "da la mitad de sus riquezas a los pobres y restituye el cuádruplo de lo estafado" (Lc 19,8). Un contraejemplo es el de Judas, que por dinero entrega a Jesús (Mt 26,14-16; Mc 14,10; Lc 22,3-6). El evangelio de Juan subraya de modo especial que Judas "era un ladrón, guardaba la bolsa y robaba lo que había en ella" (12,6; 13,29). La gravedad del pecado de la avaricia y apego al dinero se pone de manifiesto en el castigo de Ananías y Safira en He 5,1-11, mientras que el ejemplo de la comunidad primitiva, mencionado inmediatamente antes, destaca la generosidad y desprendimiento (4,32-36).

Pablo denomina frecuentemente la avaricia con el término sinónimo "aprovecharse de alguien" y la coloca entre los vicios que impiden entrar en el Reino de Dios (Rom 1,29; 1 Cor 5,10. 11; 6,10; 2Cor 7,2; 9,5; 12,17-18; 1Tes 2,5; 4,6). Otros escritos del NT se refieren también a este pecado detestable (Ef 4,19; Col 3,5; 2Pe 2,3. 14). En las cartas pastorales se llama a los avaros "amigos del dinero" (1Tim 6,10; 2Tim 3,2) y se pone en guardia contra la avaricia, porque "los que quieren enriquecerse caen en la tentación y la trampa de deseos insensatos que hunden a los hombres en la ruina y perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Algunos, arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe..." (1Tim 6,9-10). -> ricos/riqueza.

Miguel Rodríguez Ruiz