DJN-A

 

Abel

Segundo hijo de Adán y Eva, matado por su hermano Caín, con lo que aparece en la tierra la guerra fratricida, la lucha de clases, contienda entre ganaderos (Abel era pastor) y agricultores (Caín cultivaba la tierra), las dos únicas profesiones existentes entonces en el mundo. Jesús sitúa a Abel, hombre justo, primera sangre inocente vertida en el mundo, entre los profetas (Mt 23,35). Abel, por la fe, ofrecía a Dios un sacrificio más perfecto que el de Caín (Heb 11,4). Si su sangre clama todavía a Dios, ¿cuánto más clamárá la de Jesús? (Heb 12,24).

E. M. N.

Abías

Fue hijo de Roboán, nieto de Salomón y segundo rey del reino de Judá durante los años 915-913 a. de J. Siguió los malos caminos de su padre y su corazón no fue fiel a Dios. Figura entre los ascendientes de Jesús (Mt 1,7).

E. M. N.

Abiatar

Sumo sacerdote, de la familia de Elí, el único sacerdote que logró escapar de la matanza realizada por el rey Saúl en Nob. Abiatar se puso al lado de David cuando la sublevación de Absalón (1 Sam 23,6; 2 Sam 17,15). Saúl lo destituyó del sacerdocio y lo desterró a Anatot (1 Re 2,26-27). David comió los panes de la proposición siendo él sumo sacerdote (Mc 2,26).

E.M.N.

 

Abilene

Región situada en el antilíbano, al noroeste de Damasco. Su ciudad principal era Abila. En tiempos de Jesucristo, Lisanias era tetrarca de Abilene (Lc 3,1), que después pasó a ser gobernada por procuradores romanos. -> Galilea, Palestina.

E. M. N.

Abismo

En la otra vida, entre los buenos (el pobre Lázaro) y los malos (el rico sin piedad) hay un gran abismo, imposible de salvar (Lc 16,26). A veces tiene la significación de océano o de mar (Gén 1,2; Lc 8,31; 2 Cor 11,12). Adquiere, por fin, una significación teológica, como morada de los muertos (Rom 10,7) y de los demonios (Lc 8,31; Ap 20,1).

E. M. N.

Abiud

San Mateo le nombra en el árbol genealógico de Jesús, como hijo de Zorobabel (gobernador de Judá hacia el año 520) y padre de Eliacim (Mt 1,13). En el Antiguo Testamento no se le nombra.

E. M. N.

Ablución

La Biblia prescribe con frecuencia las abluciones con un fin de limpieza corporal y como un rito de purificación interna. Este rito se fue cargando de múltiples simbolismos. En la época del judaísmo tardío, las prescripciones purificatorias fueron llevadas a la exageración: hay que lavar el cuerpo (Jn 9,7.11-15), las manos (Mt 15,20; Mc 7,2), los pies (Jn 13,5-14). A veces es un puro símbolo de la limpieza del espíritu (Mt 27,24). -> puro.

E. M. N.

Abnegación

El hombre debe dominarse a sí mismo, sacrificar los propios intereses como una ofrenda a Dios o como un servicio al prójimo. Con tal de ser grato a Dios, debe estar dispuesto a renunciar incluso a las cosas más queridas para él (Mt 5,29) y a cargar con la cruz que El quiera depararle (Mt 16,24). Debe ser generoso y poner al servicio de la comunidad sus propios bienes (Mc 10,21), pues el apego excesivo a los bienes terrenos hace peligrar gravemente la suerte futura (Lc 17,33; Jn 12,25). -> discipulado; llamada; vocación.

E. M. N.

Abofetear

Una de las vejaciones con que maltrataron a Jesús durante el proceso sumarísimo que le hicieron (Mt 26,67; Mc 14,65; Jn 18,22; 19,3). Cristo nos aconseja que cuando nos abofeteen en una mejilla, lejos de airarnos y revolvernos, presentemos la otra (Mt 5,39). -> cruz; pasión.

E. M. N.

Abominación

Término empleado para designar algún hecho reprobable en materia moral. Los profetas de Israel lo empleaban frecuentemente para designar la idolatría, el culto profano, adoración de ídolos. La expresión «abominación de la desolación» pertenece a la literatura apocalíptica (Dan 9,27; 11,31; 12,11) y significaba una futura, horrorosa y trágica profanación del templo de Jerusalén, seguramente el altar o la estatua de Zeus erigida por Antíoco IV Epifanes en el templo de Jerusalén en los años 168-167 a. de C. Jesús utiliza esta frase refiriéndola a las tropas romanas invasoras en el año 70, lo que llevó consigo la profanación del Lugar Santo (Mt 24,15; Mc 13,14). ->apocalíptica.

E.M.N.

Abrahán

De significado discutido: "el Padre (Dios) es excelso", "Padre de muchos pueblos". Es el personaje central en la época de los patriarcas y el punto de arranque del Pueblo de Dios, tanto en su vertiente carnal (los israelitas) como en la espiritual (la Iglesia cristiana). Abrahán ocupa un puesto privilegiado en la historia de la salvación. Es considerado padre por judíos, cristianos y musulmanes. La paternidad espiritual de Abrahán sobre los cristianos es un tema de San Pablo (Rom 4,16). Abrahán es, pues, nuestro padre en la fe. Porque de él procede el Pueblo de Israel y porque la Iglesia de Cristo, a la que pertenecemos, es el verdadero Israel. Pero también porque Abrahán es considerado como el prototipo de la fe. El creyó en Dios, se fió plenamente de El, aun en los momentos de las pruebas más costosas, y Dios, a cambio de esta fe sin reservas, le confirió la justicia, porque el fundamento de nuestra salvación radica no en la fragilidad de nuestras obras, sino en la fortaleza de nuestra fe. Abrahán fue un emigrante, que por razones de tipo religioso (Dios se lo ordenó), pero también por razones de tipo sociopolítico, tuvo que dejar su patria, hacia el año 1800 a. de C., y salir a tierra extraña para organizar su vida y dar a su vocación satisfacción cumplida. En los evangelios y en boca de Jesús aparece con frecuencia (Mt 1,1-2; 2,18; 3,9; 8,11; Mc 12,26; Lc 1,55; 1,73; 3,8; 13,28; 16,23-24; 19,9; 20,37; Jn 4,5. 6. 12; 8,33-58). —> fe.

E. M. N.

Acción de gracias

La acción de gracias es uno de los actos fundamentales de la religión. El hombre debe aceptar ante Dios una postura radical de humildad y de agradecimiento, de acción de gracias. En el A. T. había incluso un sacrificio de acción de gracias (Sacrificio). En el N. T. Jesús instituye su memorial con expresión de acción de gracias (Mt 14,32; 26,27; Le 22,17). Jesús tiene un himno de acción de gracias al Padre (Jn 11,41). Los apóstoles practican y enseñan a practicar a los primeros cristianos la acción de gracias (Col 1,2; 2,7). La liturgia de los santos en el cielo es esencialmente una acción de gracias a Dios (Ap 4,9; 7,12). —> oración; eucaristía; sacrificio.

E. M. N.

Aceite

El aceite es en el A. T. una bendición del cielo (Dt 7,13-14). Palestina lo exportaba a Egipto y a Siria (Os 12,2; Ez 27,17). Fue uno de los alimentos fundamentales, con que Dios alimentó a su pueblo en la tierra prometida, tierra rica en olivos (Dt 6,11). Es ungüento que perfuma, símbolo del amor (Cant 1,3). Es también símbolo de alegría, pues da brillo y lustre a la cabeza: derramar aceite sobre uno es augurio de felicidad y de gozo, prueba de amistad y signo de honor (Mt 26,7; Lc 7,46). Es asimismo fuente de luz encendida en las lámparas (Mt 25,3-8). El rey era ungido con aceite, con señal de haber sido elegido por Dios como prenda de recibir el Espíritu. Se empleaba también, mezclado con vino, en la medicina oriental para la curación de enfermos (Lc 10,34; 6,13). Es, por fin, la materia empleada en los sacramentos, especialmente la unción de los enfermos (Sant 1,14), como signo sensible de la invisible comunicación de la gracia y del Espíritu. —> unción; sacramentos.

E. M. N.

Ácimo —> ázimos

Acordarse

Este término se aplica a Dios en el A. T., hablando de él de una manera antropomórfica, para designar su fidelidad a las promesas. Dios se acuerda siempre de la palabra dada para cumplirla con lealtad absoluta. Se emplea igualmente como exhortación (iacordaos!) o como reproche (ro os habéis acordado!) para indicar la fidelidad y la lealtad que los hombres debemos a Dios y que es constantemente violada. Esta es la constante del pueblo elegido: frente a la lealtad de Dios, que es "el que es", la fidelidad misma, el mismo siempre, está la inconstancia y la deslealtad del pueblo. En el N. T. también se emplea este término con el mismo complejo de significado: el hombre se acuerda de sus deslealtades con Dios o con los hombres, o se acuerda de los favores de Dios, de tantas y tantas cosas que no fueron realizadas, de las obras buenas y de las obras malas (Mt 5,23; 26,75; Lc 22,71; 1,72; 16,25; 17,32; 23,42; 24,6; Jn 12,16).

E. M. N.

Adán

La etimología popular dice que Adán proviene de adamaha (tierra). Por eso Adán, el primer hombre, sería el terroso, el que fue hecho del lodo de la tierra y al que Dios infundió el aliento vital (Gén 1,26). Dios le dio, sacándola de él, la ayuda de la mujer. Adán y Eva son el prototipo de la pareja conyugal (Mt 19,4-5). Fueron puestos por Dios en el paraíso, como señores de todo lo creado, pero también sometidos a la prueba de obediencia, que no superaron (Gén 3), lo que es causa del pecado de origen que todos los hombres heredamos. Todos sufrimos la consecuencia de su pecado, la muerte universal, pues todos descendemos de Adán (Act 17,26). San Pablo hace una contraposición entre Adán y Cristo. Si en Adán, el primer hombre, todos morimos -porque en él y como él todos pecamos-, en Jesucristo, el segundo hombre, el nuevo Adán, todos vivimos. Adán trajo la muerte y su resurrección, venció a la muerte misma. Por la desobediencia de Adán entró en el mundo el pecado, la condenación y la muerte. Por la obediencia de Jesucristo tenemos la gracia la justificación y la vida (Rom 5,12-21). Si la muerte a todos nos afecta, la redención de Jesucristo es también universal. El evangelio de San Lucas intenta la comparación de Adán y Jesús en las famosas tentaciones del desierto. Jesús, «hijo de Adán, hijo de Dios» (Lc 3,38), es el verdadero Adán, pues si el primer Adán sucumbe ante la tentación del Demonio, Jesús resiste al Tentador (Lc 4).

E.M.N.

Administración de la justicia

En la Biblia, en el nacimiento del pueblo de Israel como nación independiente, aparece Moisés administrando la justicia, como árbitro supremo en las contiendas y litigios. Pero el mismo Moisés eligió de entre el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, íntegros, insobornables, imparciales, que administraran con toda honestidad la justicia (Ex 18,13-23). Fue el rey Josafar (2 Re 19,5-7) el primero en nombrar los jueces propiamente dichos y el primero en instituir en Jerusalén un tribunal supremo (2 Re 19,18-19) integrado por sacerdotes, levitas y laicos (Dt 17,9). El rey era siempre la última instancia judicial, que podía directamente resolver los litigios y conceder, por sí mismo, la gracia del indulto (2 Sam 14,1-11; 15,2-4; 1 Re 3,16-28). En (a época de la dominación romana, el procurador romano tenía también este derecho (Mt 27,11-12). Los juicios se celebraban siempre en audiencia pública. Incluso el mismo pueblo participaba también en la decisión judicial. Los juicios solían celebrarse tanto en el salón del trono real como en la plaza pública o en la puerta de la ciudad, donde se resolvían y se trataban los asuntos de la cosa pública. El acusador llevaba al acusado ante el tribunal. Uno y otro aportaban testigos, al menos dos o tres (Dt 17,6; 19,15). Los falsos testimonios eran causa de duros castigos, a pesar de lo cual no pocas veces los testigos declaraban en falso (Dan 13,43; Mt 26,60-61). Aunque el proceso solía llevarse con un método instituido y bajo una normativa, no existía en realidad un estado rígido de derecho. Por eso es frecuente la violación del derecho y frecuentes también las diatribas de los profetas contra los jueces que conculcan, bajo soborno, ese derecho; que no hacen justicia al pobre y al desvalido; que por recibir regalos "absuelven al culpable y niegan su derecho al inocente" (Is 5,23). Este injusto proceder del que por profesión se debe a la justicia lo fustigó Jesús en la parábola del juez inicuo (Lc 18,28). —> instituciones; justicia.

E.M.N.

 

Administrar

El puesto de mando y de gobierno es siempre un servicio que debe realizarse con fidelidad. La fidelidad en la gestión y en la administración merece un premio e incluso una promoción; la infidelidad y el abuso en el cargo merecen un castigo (Lc 12,42-46). La parábola del administrador malversador e infiel indica que el hombre tiene dos tiempos, uno temporal, en el que debe administrar correctamente las riquezas del mundo, y otro eterno, en el que dejará definitivamente los bienes de este mundo: el que haya sido administrador bueno, se quedará en la casa del padre, pues ha sabido preparar su futuro con los bienes presentes. El parabolista alaba la astucia y la prudente previsión -nunca los medios ilícitos de que se sirve- del administrador (Lc 16,1-10).—> parábolas.

E. M. N.

Adoración

La adoración es el culto máximo que el hombre puede tributar, la suprema adoración, que sólo a Dios debe referirse, porque él solo es el santo y el grande, el único. La adoración es al mismo tiempo el reconocimiento de la criatura ante el Creador y la expresión psicológica del que se siente nada ante el que lo es todo. En el A. T., la adoración suele ir acompañada de unos gestos externos, tales como la postración, los brazos extendidos, la postura suplicante, los ritos en torno al altar, que tratan de expresar la total sumisión del hombre ante Dios. Jesús estableció que la adoración a solo Dios es debida (Mt 4,10), tal y como en el A. T. estaba ordenado. En el N. T. los cristianos adoran también a Jesucristo glorioso, resucitado y exaltado, el Señor (Mt 28,9.17; Lc 24,52), el Hijo de Dios con plenitud de derechos a ser también adorado como el Padre (Mt 14,33; Jn 9,38). Incluso antes de ser resucitado, ya es adorado (Mt 2,2.11). Porque Jesucristo tiene un nombre-sobre todo-nombre, ante el que debe doblarse toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos (Flp 2,9-10). Pero esta novedad de la adoración cristiana no sólo radica en que se dirige a la Trinidad Augusta, sino en las exigencias radicales que comporta -el hombre debe estar consagrado sustancialmente al Señor en alma y cuerpo (1 Tes 5,23)-, sin que sean necesarios los gestos y las formas externas, pues los verdaderos adoradores de Dios han de serlo en espíritu y en verdad (Jn 4,24). Dios es espíritu y quiere una adoración espiritual y sincera, en la que se compromete el propio ser y la propia conducta, no como la farsa y la comedia del culto farisaico, sostenida por la hipocresía y arropada con fórmulas y liturgias vacías de contenido espiritual. La adoración se puede ofrecer, en cualquier lugar de la tierra, sin necesidad de ir al templo (Jn 4,20-21), pues el único templo agradable al Padre es el cuerpo resucitado de Jesús (Jn 2,19-22), y los que, mediante la fe, son hijos de Dios, nacidos del Espíritu (Jn 3,8), asocian su adoración espiritual a Jesucristo, en quien el Padre tiene todas sus complacencias (Mt 3,17). —> oración; templo.

E. M. N.

Adulterio

En el A. T., el adulterio estaba severamente castigado. Era incluso considerado como un delito público. El hombre casado goza de privilegios frente a la mujer. Para él sólo es adulterio el comercio carnal con una mujer casada, pero no con una soltera Los adúlteros eran matados a pedradas para escarmiento público (Lev 20,10-12; Dt 22,22). A pesar de estas duras leyes penales, el adulterio era un vicio frecuente en Israel. Los Libros Sapienciales fustigan a menudo a la mujer adúltera (Prov 2,16-19; 5,15-23; 6,24-35; 7,5-27). Jesús recuerda este pecado, prohibido en el sexto precepto del decálogo (Mt 5,27; 19,18; Mc 5,19; Lc 18,20), y sitúa en la línea del adulterio el simple deseo consentido de adúltera (Mt 5,28); juzga asimismo con dureza el adulterio (Mc 10,11) cuando trata de establecer una doctrina; pero cuando se encuentra con el hecho real y concreto, trata con la mayor comprensión y la máxima misericordia a la persona que lo cometió (Jn 8,2-11). En sentido figurado, la incredulidad es un adulterio espiritual (Mt 12,39; 16,4; Mc 8, 38). —> pecado; pecadores; prostitución; divorcio.

E. M. N.

Aflicciones

La aflicción, el dolor, el sufrimiento es algo consustancial a la naturaleza humana. La Biblia está llena de referencias a esta triste situación que persigue inexorablemente al hombre. Es algo también que va esencialmente unido a la condición de cristiano. El que pretenda ser discípulo de Jesús tiene que abrazarse con la cruz cotidiana (Mt 10,38), porque El, antes de llegar a la gloria, tuvo que someterse al sufrimiento (Lc 24,26), dejando de este modo bien trazado el camino que tienen que recorrer sus seguidores, pues el siervo no puede tener mejor suerte que el señor, y si El sufrió persecuciones, también las sufrirán los que tras El caminan (Jn 15,20). El premio será grande: "los afligidos serán consolados" (Mt 5,4), y, por el contrario, los que ahora ríen y gozan, "se afligirán y llorarán" (Lc 6,25). -> cruz; bienaventuranzas; dolor; llanto; sufrimiento.

E. M. N.