SALVACIÓN
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SUMARIO: I. Soteriología extrabíblica y soteriología bíblica: 1. Salvación en las religiones no cristianas; 2. Salvación en el pensamiento filosófico.—II. Soteriología bíblica: 1. Salvación en el AT; 2. Salvación en el NT.—III. Trinidad y salvación: 1. El origen trinitario de la salvación; 2. La economía trinitaria de la salvación; 3. El cumplimiento trinitario de la salvación.—IV. Tareas de la soteriología sistemática.


Por salvación se entiende la obtención de una permanente condición de paz, felicidad, bienestar y la plena realización del hombre como individuo,como miembro de la comunidad y como parte del cosmos; ésta constituye uno de los objetivos principales que el hombre se propone conseguir en la propia existencia, especialmente gracias a la experiencia religiosa. Se podría también pensar la salvación como respuesta o solución de una cierta llamada de la criatura humana, sea a la liberación de algunos elementos negativos de la existencia y de la historia, sea a la conquista de un algo-más, de una ulterioridad que apague el deseo de elevación y de satisfacción de las múltiples aspiraciones que la criatura racional lleva consigo. Normalmente, la búsqueda de esta respuesta se da al interno del hecho religioso. En concreto, se puede decir que la salvación "define la meta de la religión misma";' y además que "la búsqueda de la salvación es esencial en las religiones".


I. Soteriología extrabíblica

Antes de indicar algunos elementos esenciales y comunes a la visión soteriológica de las diversas concepciones religiosas, es conveniente despejar el campo de un prejuicio y de un equívoco: pensar la religión como simple "suspiro de la criatura oprimida" (K. Marx). Al contrario, más bien hay que considerar las religiones como diferentes y respetabilísimos resultados de "aquella disposición o capacidad que está inscrita en los interrogantes y en las aspiraciones más profundas del ser humano, orientándolo espontáneamente hacia lo último y lo absoluto"3. Toda experiencia religiosa es, en el fondo, como reconoce el Conc. Vaticano II,una respuesta a una serie de preguntas: "¿qué es el hombre?, ¿cuál es el sentido y el fin de la vida humana?, ¿qué es el bien y qué es el pecado?, ¿de dónde proviene el sufrimiento y cuál es su finalidad?, ¿cuál es el camino para alcanzar la verdadera felicidad?, ¿qué es la muerte, el juicio y la retribución después de la muerte?, ¿y cuál es el misterio último e inefable que rodea a nuestra existencia?, ¿de dónde venimos y a dónde vamos?" (NA 1).

Puesta esta premisa, se puede ante todo tratar de individuar, en las múltiples experiencias religiosas, algunos elementos soteriológicos comunes y algunas orientaciones de fondo; sucesivamente vendrá considerado el significado de la salvación en algunos ámbitos no religiosos.

1. SALVACIÓN EN LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS. Existen, en las diversas concepciones religiosas no cristianas, algunos elementos comunes de soteriología, que aquí queremos señalar rápidamente". El primero está constituido por la difusa convicción de una caída originaria del hombre, que postula la necesidad de la salvación. Esta última se configura principalmente como 'restauración', o sea, como liberación de una condición negativa y como restauración del precedente estado de bienestar y de paz. Otro elemento frecuente es la idea de la retribución final, dada al hombre sobre la base de la conducta mantenida y de las elecciones operadas durante la existencia terrena; esta idea se asocia, naturalmente, a la convicción de alguna forma o modo de sobrevivencia del hombre después de la muerte. Mirando en su conjunto las varias formas de religión, sea de los así llamados pueblos primitivos, sea de las antiguas civilizaciones desaparecidas, sea de las múltiples religiones extrabíblicas todavía existentes, parece poder desprenderse que éstas piensan en la realización de la salvación o como retorno a un pasado o a un tiempo primordial donde la historia no es torpedeada por los actuales límites; o también como proyección hacia un futuro, que nunca será oprimido por las tinieblas del presente. En todo caso, la salvación se coloca fuera del tiempo y del espacio ordinarios y comporta casi inevitablemente el abandono del presente; se sigue, por tanto, que ésta tiene, en el fondo, un esencial alcance meta- y a-histórico. En fin, se puede destacar que "en todas las religiones el hombre se vuelve hacia un horizonte que le atrae y le da paz frente a la insatisfacción de su estado presente, cuya limitación y precariedad rechaza".

Por lo que respecta a las orientaciones de fondo de las diversas concepciones soteriológicas, algunos autores llegan a individuar tres principales: a) aquella según la cual la salvación tiene una dimensión cósmica (religiones antiguas mesopotámicas y del Asia menor); b) una segunda según la cual la salvación es 'liberación del tiempo cíclico' (religiones asiáticas); c) por último la que afirma que la salvación consiste en condividir la misma vida divina (religiones monoteístas). En cuanto a las vías, mediadores y medios de salvación existe, obviamente, una notable variedad en las diversas religiones; el hinduismo, p. ej., propone la vía de la acción, del conocimiento de lo divino, del amor y de la sumisión; el budismo, en cambio, propone 'nobles verdades', 'prohibiciones' e invocaciones devotas; el islamismo, a su vez, habla de cinco 'deberes' fundamentales (profesiones de fe, oración, ayuno, limosna y peregrinación a la Meca). Casi siempre, en las diversas religiones, se manifiesta la notable contribución que algunas personas o personajes ofrecen en la realización de la salvación: los varios 'maestros', los guías 'espirituales', los diversos 'sacerdotes', algunos personajes 'proféticos'. Entre los medios de salvación, casi siempre vienen propuestas distintas prácticas rituales, junto a la oración, meditación y peregrinaciones.

2. SALVACIÓN EN EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO. También fuera del estrecho ámbito de las religiones es posible encontrar reflexiones sobre la temática de la salvación'. Después del derrumbamiento radical de la teología cristina por parte de G. W. F. Hegel, que ha transformado la metafísica en historia, y por parte de L. Feuerbach, que se ha propuesto realizar una 'humanización' de Dios, o sea, "la transformación y la disolución de la teología en la antropología", la salvación viene a configurarse para el hombre como liberación-de-Dios y como descubrimiento y afirmación de la propia autonomía y dignidad: es la orgullosa pretensión del humanismo ateo. En la estela de este derrumbamiento, los así llamados 'maestros de la sospecha' (P. Ricoeur) de la cultura contemporánea, K. Marx, S. Freud y F. Nietzsche, proponen a su vez el rechazo de Dios como vía para la auténtica liberación y realización del hombre sobre el plano social (Marx), psicológico (Freud) y ético (Nietzsche).

En el cuadro de la filosofía de E. Husserl, la salvación viene a configurarse "como vuelta a la teoría pura', como "heroísmo de la razón" (Heroismus der Vernunfi). En la reflexión de M. Heidegger la atención de la problemática soteriológica se expresa en la búsqueda del ser y de la verdad. En algunas filosofías existencialistas ateas, como aquella de A. Camus, la salvación asume el carácter de común compromiso de los hombres en la vía del amor y la solidaridad recíprocas. No falta, en fin, en la cultura contemporánea, una interpretación puramente política y social del concepto de salvación: entonces significa aniquilación de toda forma de injusticia y de todas las estructuras sociopolíticas que generan violencia y opresión y, a la vez, compromiso común por la construcción de relaciones sociales respetuosas de la dignidad de todo hombre.


II. Soteriología bíblica

Referencia indispensable, fundamento seguro y criterio permanente de verificación de la concepción eclesial de la salvación es la revelación divina. Esta es 'palabra primera' respecto a toda 'palabra segunda' que los creyentes, por la fuerza del Espíritu, pueden pronunciar. Por esto, antes de profundizar teológicamente el concepto de salvación, es necesario escuchar el Verbum Dei.

1. SALVACIÓN EN EL AT. En el AT el concepto de salvación viene expresado prevalentemente con el término hebreo yéshú áh (en griego sótéría) o con sinónimos que significan: ayuda, felicidad, bienestar, liberación, victoria donadas por Dios en favor del hombre. Presupuesto de la salvación es la situación negativa en que se encuentra el mundo y el hombre, y cuyo único liberador es Dios; sólo una intervención gratuita y benéfica de Yahvé puede evitar a las criaturas caer y permanecer en la ruina. Ciertamente, en la individuación y en la profundización de este concepto, ha sido decisiva para Israel la propia experiencia histórica, que conoce en la liberación de la esclavitud egipcia su momento decisivo. El éxodo de Egipto, realizado gracias a la intervención poderosa y determinante de Yahvé, constituirá siempre para el pueblo elegido la raíz y el paradigma de toda experiencia de salvación. En ésta aparece decisiva, según el AT, la libre, gratuita y soberana acción de Dios, que es ordenada no solamente a modificar la condición negativa (la esclavitud) en la cual se encuentra Israel (aspecto negativo de la salvación), sino sobre todo a inaugurar una relación de familiaridad intensa entre Dios y su pueblo y una época de paz, de bienestar, de estabilidad y de felicidad (aspecto positivo de la salvación).

Según la fe de Israel, el rol salvífico de Yahvé es tan fundamental que cualifica de manera determinante la misma identidad de Dios y, consiguientemente, el concepto que el hombre puede hacerse de El. De hecho, revelándose a Moisés antes de dar inicio a las intervenciones poderosas que tendrán como efecto la liberación de la esclavitud en Egipto, Dios se autodefine "Yo soy el que soy" (Ex 3,14). Con tales palabras Yahvé quiere expresar la propia presencia junto a los suyos, para garantizar un futuro de bien. No casualmente, mientras se manifiesta por medio de Moisés a Israel, Dios llama a sus hijos a la fe, invitándolos a mirar el pasado, en el cual ya ha manifestado su potencia salvífica y, por otra parte, a proyectarse con confianza y arrojo hacia el futuro.

En el AT aparece con claridad la existencia de mediadores de salvación, que testimonian la voluntad divina de implicar al hombre en la obra de la salvación. Si bien es Dios el artífice principal y benévolo de toda intervención en favor de sus criaturas y de la historia, se dan vocaciones y misiones de algunos individuos que, animados y transformados por la rúah (espíritu) de Yahvé, cooperan libremente eñ la realización de un proyecto de bien. En cuanto a los niveles de esta colaboración humana, se pueden individuar tres principales: el de la palabra (los profetas), el de la promoción de la paz y la justicia (jueces, rey), el del culto divino (sacerdotes). Se señala también un importante grado de participación de todos los creyentes en la obra salvífica: la fe en Dios, la escucha de la palabra, la fidelidad a la Alianza y la justicia. Sin la libre acogida de los beneficios ofrecidos por Dios y sin el amén de Israel, no se llega a la 'tierra prometida'.

Después del exilio babilónico será cada vez más evidente para la teología del AT el alcance universal de la salvación prometida por Dios. El pueblo de Israel es siempre mejor comprendido cual signo e instrumento de la presencia benéfica de Dios en medio de todos los hombres; los hijos de Abrahán son llamados a ser bendición para todas las naciones: Yahvé quiere que todos y todo pasen del exilio a la libertad. En el Deutero-Isaías es muy importante, en relación a la salvación, la obra de un personaje excepcional y misterioso: el Siervo de Yahvé, que será "luz de las naciones" (Is 49,6) en virtud de su obediencia amorosa y del sacrificio de su persona que libará a Dios en favor y en lugar de sus hermanos (cf Is 52,13-53,12).

En una vision de conjunto del AT, no es difícil "reconocer una ley fundamental que caracteriza la historia de la salvación (...): la tensión entre cumplimiento y expectación". Lo que sucede en la historia, gracias a la intervención poderosa de Dios, es salvación ya en acto; aunque Israel comprende bien que el contenido de la promesa todavía no ha sido totalmente realizado. Por eso, hay que vivir en un estado de ardiente espera del futuro y de tensión escatológica. No menos importancia reviste, en el concepto veterotestamentario de salvación, su alcance colectivo y personal a la vez: "la actividad salvadora de Dios se dirige siempre al conjunto, al pueblo y a su organización, al mundo entero desde la muda creación hasta el hombre". Todo y todos son potencialmente llamados a beneficiarse de la potencia benéfica de Dios; esto comporta, entre otras cosas, que el mundo, según el AT, no se entiende sólo como escenario de la historia salvífica, o sea como realidad extraña a ella; entre el hombre y el mundo existe una 'solidaridad' no sólo en el ser criaturas de Dios, sino también en la existencia y en el destino.

Según la interesante teología veterotestamentaria de la creación, el don de la existencia que Dios hace a las criaturas se configura como la primera forma de alianza, o sea una relación de familiaridad, de benevolencia, que el Creador instaura libremente con los otros seres. Se da, en el AT, un "modo soteriológico de entender la obra de la creación". Llamándolas por amor a la vida, Dios hace entrar a las criaturas en la propia 'órbita' y dentro de los proprios intereses; el crear no es para el Dios de Israel un puro ejercicio de potencia o un simple producir las cosas y 'arrojarlas' a la existencia; es, en cambio, un benévolo inclinarse, un voluntario acercarse a los seres llamados libremente a la luz desde las tinieblas de la nada; es la libre y sabia guía hacia la conquista del propio fin (providencia). Aquí se ve claramente que la salvación no comporta sólo un aspecto de liberación-de-lo-negativo, sino que entraña sobre todo los lazos permanentes y beatificantes que se establecen entre el Absoluto y el contingente, entre el Eterno y la historia. Cabe notar, además, que la creación-salvación tiene un intrínseco dinamismo escatológico; aunque sea algo ya cumplido, el proyecto creativo todavía no ha llegado a la meta definitiva; de hecho, al final de los tiempos, cuando la salvación alcanzará su cumplimiento, se dará una auténtica 'revolución' de la vida y de las relaciones de las criaturas: cesará todo conflicto, desaparecerá la muerte, triunfará la paz y el bienestar, y habrá "nuevos cielos y nueva tierra" (Is 65,17).

Este alcance universal o general no excluye aquel otro individual de la salvación. Expresiones de este último son, según el AT, los distintos bienes, materiales y espirituales, actuales y futuros: bienestar, salud, descendencia numerosa, longevidad, paz, justicia, serenidad, verdad, vida después de la muerte (Dan 12,2). La salvación individual,aun siendo principalmente fruto de la benevolencia divina y, por tanto, dependiente de Dios, está unida también a la fidelidad del hombre a la alianza: sine fide, nulla salus. Se reconoce, así, un rol positivo del hombre en orden al propio destino, sin que venga a menos el principio según el cual solamente Yahvé ofrece "un escudo de salvación" (Sal 18,36), es "Roca de salvación" (Dt 32,15) y auténtico "liberador" (Sal 18,3).

Concluyendo, debe resaltarse que uno de los aspectos característicos del concepto veterotestamentario de salvación es, sin duda su carácter de globalidad, totalidad e integridad; como don de Dios, se refiere al hombre entero en todas las fases de su existencia y comprende también la realidad cósmica e histórica en la cual el hombre está inmerso; esto significa que la salvación, aun poseyendo una esencial dimensión escatológica, es para el hic et nunc y para el nunc et semper.

2. SALVACIÓN EN EL NT. El anuncio de la comunidad cristiana primitiva, testimoniado en el NT, contiene una afirmación radical y sorprendente: Jesucristo es el único salvador; en ningún otro hay salvación; "porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (He 4, 12). Gracias a la vida, muerte y resurrección del Nazareno, la humanidad ha sido efectivamente liberada de la condición negativa en que vivía y ha entrado definitivamente en el 'mundo nuevo' y en los 'tiempos últimos'. Enviado por Dios no para juzgar, sino para salvar (Jn 3,17; 12,47), el Nazareno "fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificación" (Rom 4,25); gracias a El toda la realidad se proyecta hacia un futuro de bien y la historia tiene ya un sentido, una dirección positiva de la cual Dios mismo es garante. Después del evento de Cristo, se da para la humanidad una certeza: Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tim 2,4) y lo quiere de manera irrevocable (cf. Rom 8,38-39).

En el NT se encuentran muchos de los principales elementos de la soteriología del AT. Acogiendo buena parte de la herencia teológica de Israel, la comunidad cristiana primitiva piensa en la salvación no sólo como restauración o superación de una situación negativa, sino también como gratuito interés de Dios en favor de la humanidad y del mundo, ordenado a instaurar una nueva y más profunda relación personal entre Dios, el Padre del Señor Jesucristo, y los hombres, llamados a hacerse realmente hijos y a dirigirse a Dios llamándolo 'Abbá' (Rom 8,15; Gál 4,6-7). También para la Iglesia primitiva la certeza de esta consoladora verdad se obtiene a partir de la experiencia histórica: Cristo es el nuevo Moisés que ha conducido definitivamente la humanidad de la esclavitud del pecado, de la muerte y de la ley, a la libertad de los hijos de Dios (cf. Gál 5,1; Rom 6,15ss). Como para Israel el rol salvífico de Yahvé ha sido determinante para la comprensión de la misma identidad de Dios, así para la comunidad cristiana de los orígenes la salvación, operada y ofrecida por Dios Padre gracias al envío del Hijo, Jesús de Nazaret, y del Espíritu, es el fundamento de un nuevo modo de percibir y profesar la fe en Dios: la presencia de Dios en la historia como Padre del Señor Jesucristo, como Hijo enviado por Dios y como Espíritu enviado por los Dos llevará, de hecho, a los cristianos a proclamar la inaudita realidad de un Dios uno y único que es en sí comunión y pluralidad de tres distintas personas". Otro dato común a la soteriología de Israel y a la del NT es la importancia dada a la mediación salvífica: ante todo, a aquella suprema, única, definitiva y perfecta de Cristo (cf. Heb); a aquella de los llamados y enviados por Cristo, los apóstoles, constituidos por el Resucitado pastores, anunciadores de la palabra y sacerdotes del nuevo culto divino; y, en fin, a aquella de todos los creyentes que, mientras forman un pueblo real, una asamblea santa y una estirpe sacerdotal, son también llamados a cooperar en la realización del proyecto salvífico, adhiriéndose en la fe, en la esperanza, en la caridad, en la obediencia y en el ejercicio del sacerdocio nuevo, que consiste en la oferta de sacrificios espirituales (cf. 1 Pe). También para la comunidad cristiana primitiva, la salvación es la amorosa invitación que Dios dirige, por medio de Cristo, en el Espíritu, al hombre; y, como toda propuesta, puede ser acogida o rechazada.

Debe también destacarse que en la fase 'cristiana' de la historia salvífica (que es continuación de la precedente) se mantiene en vigor la ley fundamental de la 'tensión entre cumplimiento y espera': en efecto, la certeza de la presencia de los 'tiempos últimos' no apaga, en la comunidad primitiva, el deseo de la patria definitiva, que está en los cielos; ni extingue la tensión escatológica, ni tampoco alienta la falta de compromiso, el quietismo o la indiferencia en el tiempo presente (cf. 1-2 Tes). Otra dimensión común a la soteriología del AT y del NT es, en fin, el alcance colectivo y personal de la salvación: el creyente sabe que Jesús es aquel que ha derramado su sangre por 'muchos (Mc 14,24), o sea por todos, y a la vez es "mi Señor y mi Dios" (Jn 20,28).

Si en Cristo se han cumplido, según el NT, las promesas hechas por Dios a Israel, es lógico afirmar que la salvación cristiana tiene un alcance universal e integral: ésta hace referencia a toda la realidad, a toda la humanidad y a todos los aspectos del hombre. Ciertamente, según la teología neotestamentaria, la salvación se expresa sobre todo en algunos bienes de carácter espiritual y futuro (liberación del pecado, adquisición de la bienaventuranza); pero esto no excluye un alcance también al hic et nunc de la existencia humana; baste pensar en los milagros y las curaciones realizados por Jesús y frecuentemente indicados por el Evangelio como signo de la presencia del reino y del evento de los últimos tiempos; o también a la presencia benéfica de Cristo, del Espíritu y del Padre, en la vida de los creyentes; o la comunión fraterna que se instaura entre aquellos que acogen el Evangelio, reciben el bautismo y entran a formar parte de la comunidad eclesial.

Para expresar brevemente el contenido del mensaje del NT sobre el significado de la salvación, puede ser útil considerar el sentido de la frase "Dios es amor" (1 Jn 4,8.16). Ésta traduce la experiencia fundamental y "decisiva' hecha por el hombre en la historia dela salvación; y significa que Dios llama a los hombres a la comunión personal con El, por medio del Hijo, en el Espíritu. El Dios de Jesucristo, en otros términos, ha manifestado "en la plenitud de los tiempos" (Gál 4,4) su irrevocable voluntad de admitir a los hombres a participar su propia vida. Por eso ha donado libremente a la historia el Hijo y ha enviado libremente el Espíritu, a fin que los hombres puedan reconocer el señorío de Cristo (1 Cor 12,3) y participar su muerte y resurrección. También podrán llamar a Dios Abbá (Rom 8,14) y ser y vivir como "hijos de Dios por la fe en Jesucristo" (Gál 3, 26). Sin embargo, como don de sí y libertad son la verificación del amor y, dado que Dios ha mandado al Hijo y al Espíritu, se puede concluir que "Dios es amor". Hay que afirmar, por tanto, que el ser salvados consiste precisamente en hacer "comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,3), en vivir en su amor (Rom 5,5), en conocer "cara a cara" a aquel Dios que sólo el Hijo conoce (Mt 11,27; Jn 3,11.32; 7,29), y que nadie ha visto jamás Un 1,18; 1 Tim 6,16), en ser regenerados y renovados en el Espíritu (Tit 3,5), en hacerse nueva criatura (2 Cor 5,17; Gál 6,15), en nacer de lo alto y del Espíritu (Jn 3,3-8), y, en definitiva, en llegar a ser "partícipes de la naturaleza divina" (2 Pe 1,3-7).

Es importante señalar otro elemento. El NT, además de la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu, asocia estrechamente la afirmación soteriológica al misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús, como oferta de sí mismo por nosotros (=en nuestro favor y en nuestro puesto)9. Vértice de la vida de pro-existencia del Nazareno, la cruz del Resucitado es aquel evento que, por un lado, es fruto de las concretas decisiones tomadas por Jesús durante sus días terrenos y, por otro, es el misterioso e incomprensible punto de llegada del proyecto salvífico del Padre. Y mientras constituye el coronamiento de la libertad humana del Hijo de María, la cruz es también el signo más claro de su disponibilidad hacia el Padre, que lo ha querido su 'Siervo' en orden a la liberación definitiva de la humanidad y del cosmos; una disponibilidad que el Hijo había ya claramente manifestado en la kénosis de la encarnación (Flp 2,6-8).

Una última indicación. Los autores del NT afirman explícitamente que, después de la desaparición de Cristo del escenario de la historia, la Iglesia es el lugar concreto de experiencia de la salvación. Lo atestigua unánimemente la predicación apostólica, cuando reconoce que los creyentes forman un cuerpo, o sea la Iglesia, del cual Cristo es la cabeza (Col 1,18; 3,15), "plenitud" (Ef 1,22 ss.), principio de vida y de crecimiento (Col 2,19; Ef 4,11-16). Cristo ha querido y amado a la Iglesia, entregándose a sí mismo por ella (Ef 5,22); ésta pertenece explícitamente a los objetivos de su misión, como aparece en los múltiples testimonios evangélicos donde se afirma que El quiere ser el 'pastor' de un 'rebaño' formado por todos los elegidos (Mc 14,27 y par.; Jn 10,1-29). Para indicar esta especial comunidad de 'llamados', Jesús de Nazaret usa la imagen de los invitados al banquete de bodas (Mc 2,19 y par.) y la siembra (Mt 13,24). Además, la ha caracterizado como una realidad 'orgánica', paragonándola a una ciudad (Mt 5,14), a una familia (Mt 23,9) e indicando para ella algunos elementos 'constitucionales': los doce Apóstoles con Pedro a la cabeza (Mc 3,34 y par.), la universalidad de la misión (Mt 8,11 ss), la oración (Lc 11,2-4), el estilo de vida (Mt 5,1-12), la ley suprema de la caridad (Jn 15,12), el memorial de su pasión (Mc 14,22-24), el deber de la espera de su retorno.


III. Trinidad y salvación

En el curso de la bimilenaria historia del cristianismo, los creyentes han reflexionado sobre la salvación en forma constante y en "diversos horizontes epocales de pensamiento y de experiencia". Mientras se remite a los estudios específicos para profundizar el desarrollo de la soteriología en el curso del tiempo, se quiere ahora proponer una relectura sistemática del dato de fe sobre la salvación. Y parece útil, a este propósito, hacer de la Trinidad de Dios el criterio unitario de comprensión del contenido de la fe relativo a la redención.

Según el NT, que quiere entender quién es el Dios de los cristianos y cuál es la salvación que los creyentes experimentan como realidad presente y venidera, actual y futura, necesariamente hay que contemplar el misterio pascual y proclamar que Dios es el Padre que ha enviado al Hijo (que se ha hecho hombre, ha predicado el reino, ha hecho milagros, ha muerto y ha resucitado) y al Espíritu (que permite a los hombres reconocer la paternidad de Dios y el señorío del Nazareno). Misterio pascual y misterio trinitario constituyen los dos polos imprescindibles de cualquier reflexión soteriológica cristiana.

En el esfuerzo por individuar los elementos y significados esenciales de la comprensión de la salvación, es útil una relectura en clave trinitaria de la soteriología. Entendiendo por salvación el complejo de las acciones mediante las cuales Dios elimina el pecado, el mal y la muerte que han entrado en la historia a causa del abuso de la libertad por parte del hombre; junto al resultado o efecto de estas acciones divinas, o sea la vida nueva en la que el hombre es introducido gratuitamente, somos remitidos inmediatamente de nuevo al Dios trinitario. En efecto, el NT presenta claramente al Padre como origen de la salvación: "tanto amó Dios [=el Padre] al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" Un 3,16). Por otra parte, se habla del Hijo como mediador de la obra salvífica: "Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos" (Col 1,19-20). Y, en fin, subraya que el Espíritu es el que derrama en el espacio y en el tiempo la bondad salvífica del Padre manifestada en Cristo (cf. Hechos). Además, los Tres constituyen también el fin de las acciones salvíficas: "nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo" (1 Jn 1,3); y representan el punto de llegada de la historia salvífica: "que Dios sea todo en todos" (1 Cor 15,28).

Pero esto no basta; para expresar mejor el dato de fe, se puede afirmar que la salvación tiene un alcance trinitario en cuanto al origen, a la economía y al fin. Ubi Trinitas, ibi salus.

1. EL ORIGEN TRINITARIO DE LA SALVACIÓN. Puesto que el Dios de Jesucristo es, según la fe eclesial, comunión de tres personas distintas, que son uno en el amor y en la naturaleza, es necesario reconocer que Padre, Hijo y Espíritu Santo son el único principio de toda 'acción ad extra'. Esto porque los Tres poseen totalmente el océano de la vida divina, aunque en manera 'original': el Padre como no-engendrado, el Hijo como engendrado, el Espíritu como procedente. Además, las tres divinas personas no están nunca la una sin la otra: "el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo": es el misterio de la divina perikhóresis. El 'expandirse' del misterioso y maravilloso dinamismo 'hacia fuera' de Dios tiene como ratio este mismo dinamismo, dirá Tomás de Aquino. Por eso, "creación, gobierno divino y misión del Hijo y del Espíritu van vistos como una prolongación de las procesiones internas. El Padre, 'Dios fuente', está al principio de todo: Él es también término último de todo: Como todo proviene de Él, así todo debe retornar a Él'. Exitus y reditus ven comprometidas en la historia a las tres divinas personas; y, como la creación, así también la salvación es obra trinitaria. Tomás con sus particulares categorías teológicas explica que solamente Cristo es la causa próxima o inmediata de la salvación, pero ésta es obra de toda la Trinidad, causa primera y remota de la obra salvífica, a partir de dos consideraciones: a) toda la Trinidad ha querido y aceptado el sacrificio ofrecido por el Hijo hecho carne: b) la pasión de Cristo es eficaz para la liberación del género humano en virtud de la divinidad de Cristo. En otros términos, se puede afirmar que la obra de la salvación debe hacer referencia, en su proyecto, a los Tres: al Padre, principio y fuente de la "eterna sinfonía intradivina" y de todo "libre canto de amor" que resuena en el templo; al Hijo, eterno icono de la belleza del Padre, reflejo en el tiempo de su misterio inefable, eterno sí al amor del Padre que por amor "no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios" (Flp 2,6); al Espíritu, eterno abrazo de los Dos, que por amor quiere llegar a ser el vínculo entre el Eterno y la historia y el Consolador de cuantos estaban perdidos.

Es cierto que, respecto a su origen, la salvación nos remite a la realidad de los Tres; por otra parte, sin embargo, ésta nos envía de modo especial al Padre, fuente de la divinidad y principio de la existencia de las criaturas; sólo su amorosa y gratuita iniciativa es la razón adecuada de aquel libre 'inclinarse' sobre la historia, que se traducirá en el envío del Hijo y del Espíritu y en la 'elevación' de las criaturas a la participación de la misma vida divina'. Ubi Pater, ibi salus.

2. LA ECONOMÍA TRINITARIA DE LA SALVACIÓN. Los autores del NT siempre han considerado la historia de Jesús Salvador en una perspectiva trinitaria; no por acaso, en todos los estratos o estadios redaccionales y tradicionales del NT se verifica una lectura o comprensión trinitaria del evento Cristo.

Bien encuadrado el evento cristológico, cabe notar que éste presenta una 'estructura' trinitaria y que "sólo en la percepción de esta estructura trinitaria se puede acoger a Cristo en su identidad y en su plenitud". Gracias a Cristo, no sólo la Trinidad inmanente se ha hecho la Trinidad económica, sino que también se han cumplido los eventos de nuestra salvación. Es lógico, pues, asociar la economía de la salvación, en su concreto e histórico desarrollo, a la realidad de los Tres, según los autores del NT. "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación", el Padre manda al Hijo y al Espíritu, el Verbo se hace carne, y el Espíritu es derramado sobre la Iglesia y sobre el mundo. He ahí por qué, quien dice Trinidad, dice salvación; o sea compromiso gratuito en favor de las criaturas: dice misterio adorable y consolador de un Dios amabilísimo porque nos ama totalmente.

Contemplando en particular la cruz, considerada bien como evento histórico que corona y concluye la vida de fidelidad al Padre por parte del Nazareno o bien como evento culmen de la libre autocomunicación de Dios por medio del Hijo, se la podrá fácilmente comprender como evento trinitario" La cruz es la hora y el lugar de entrega y de abandono (Mc 15,34) del Hijo por parte del Padre y de la efusión del Espíritu a través de las llagas del Crucificado (Jn 19,34); es la hora de la manifestación clara de la filiación divina del Nazareno (Mc 15,39); es la hora de la reconciliación y el retorno de la humanidad a la casa del Padre, después de la dispersión y del exilio.

No se pueden entender en toda su profundidad la cruz y la muerte de Jesús (y por tanto la salvación), si se prescinde de la paternidad de Dios (respecto al Hijo y a los hombres), de la filiación de Jesús (respecto a Dios) y de la realidad del Espíritu, que es el sublime "testigo del sufrimiento del Señor"35. Ni se llegará a comprender bien en qué consiste la salvación cristiana: ésta es la expresión elocuente de la cercanía, de la atención, de la misericordia y de la compasión del Padre; de hecho, con su muerte, "Jesús ha explicitado en el mundo la voluntad del Absoluto de ser solidario del destino de los mortales y el amor del Padre compartiendo la vida de sus hijo". Ubi crux, ibi misericordia Patris.

También la resurrección del Crucificado, que constituye el del Padre al ofrecimiento del Hijo y que tiene un decisivo valor salvífico, es un evento trinitario. En efecto, el Padre ha resucitado al Nazareno de entre los muertos (He 2,24), constituyendo Señor y Cristo a aquel que había sido crucificado (He 2,24). Jesús, a su vez, es objeto de la resurreción por parte del Padre; humillado, viene exaltado y constituido Hijo de Dios "poderoso según el Espíritu de santidad" (Rom 1,4); es aquel de quien el Padre testifica la veracidad; gracias a su resurrección, ha derribado el muro de separación que existía entre el hombre y Dios (Ef 2,14-18) y la humanidad ha alcanzado, en El y gracias a Él, una condición nueva (1 Cor 15,20-28). El Espíritu, en fin, está presente en los eventos pascuales como aquel en el que el Nazareno ha sido resucitado (1 Pe 3,18) y ha sido constituido dador de la vida (He 2,32); consituido en don al Crucificado para que lo resucite, lo exalte y lo anime totalmente, después de la Pascua el mismo Espíritu es comunicado por el Padre y el Hijo a la humanidad. Y comienza el día nuevo y último: aquel de la salvación como remisión de la esclavitud, de la muerte, del poder de las tinieblas, haciendo posible, al mismo tiempo la comunión con el Dios trinitario.

La salvación, bajo el punto de vista de la acción de Dios, nos dirige ciertamente a la Divina Comunidad; sin embargo, ésta remite de manera inmediata al Señor muerto y resucitado, al Siervo sufriente que con su sacrificio ha 'abierto a los creyentes el reino de los cielos'; remite al Humillado del Calvario, cuya sangre ha sido derramada en favor de todos, de forma eficaz y definitiva. Él es el iluminador de la humanidad, el redentor, el vencedor de la muerte, el libertador, el divinizador, justicia de Dios. Sobre esta base se apoyan sea el continuo esfuerzo del pensamiento creyente para individuar algunas categorías teológicas útiles que interpreten y expresen la realidad de la salvación cristiana realizada por medio de la cruz del Nazareno (sacrificio, rescate-redención, mérito, satisfacción), sea el estaurocentrismo soteriológico del Occidente. Todos los intentos de 'leer desde dentro' (intus legere) el misterio de la redención cristiana se fundan siempre sobre tres verdades inquebrantables para los creyentes: a) la cruz es el acontecimiento del amor infinito del Padre y de Cristo; b) en ella Dios está seriamente comprometido, así como Cristo mismo se ha comprometido con la totalidad del propio ser humano-divino; c) de esta forma nos ha liberado y salvado verdaderamente. Por eso, ubi crux, ibi Trinitas et vera salus.

3. EL CUMPLIMIENTO TRINITARIO DE LA SALVACIÓN. Teniendo en cuenta su origen y su economía, la salvación ha sido considerada sobre todo como acción de Dios, en particular de Cristo, a favor del hombre. Vista, en cambio, en relación al cumplimiento o fin, la salvación se entiende mejor como efecto de tal acción divina. En este sentido indica, según la fe cristiana, ante todo la reconstrucción o liberación del hombre 'herido' por el pecado y oprimido por sus consecuencias (individuales y sociales, espirituales e históricas); y, sobre todo, "plenitud de la propia existencia"", "realización de una auténtica existencia completa"44, reconciliación con Dios, como afirma K. Barth, vocación del hombre a la comunión con la Trinidad y con las otras criaturas.

El Dios trinitario es, en primer lugar, hic et nunc, el cumplimiento o fin de la salvación. La larga historia de la presencia libre de Dios en el espacio y en el tiempo de los hombres, iniciada con la vocación de Abrahán y que se concluirá con la parusía (historia de la salvación), está ordenada precisamente a hacer habitar la Trinidad en la historia y a elevar la historia hasta la Trinidad. Asistimos, pues, a la comunión de vida y de acción entre el Dios trinitario y la humanidad, que, si bien está inmersa cotidianamente en la debilidad, en la fatiga, en la angustia, en las equivocaciones, ya desde ahora experimenta realmente la gloria de la vida nueva y proclama el cántico nuevo (Ap 5,9), con serenidad y en la esperanza, mientras continúa su camino en la historia, mirando hacia la patria.

La reflexión sobre el hic et nunc de la salvación exige necesariamente que se hable de las actuales mediaciones religiosas salvíficas. ¿Dónde es posible hoy encontrar a Cristo salvador y hacer experiencia de la salvación? El tema es delicado y complejo; sin embargo, puede darse una respuesta inmediata: ante todo, es la comunidad de las personas creyentes que permite el encuentro con Cristo y, gracias a él, con el Dios tripersonal; "sólo conocemos a Cristo, a la luz y en la convivencia con los que con anterioridad a nosotros han creído"46 Los creyentes son "las 'humanidades suplementarias' del Verbo encarnado a través de las cuales él va llegando a todos los hombres con la misma inmediatez que llegó a sus contemporáneos en Palestina"47. El Vaticano II llama a la Iglesia "el sacramento universal de salvación" establecido por Cristo y al cual todos están llamados. En la vida de esta comunidad, ocupan un puesto de relieve la fe, el bautismo y la eucaristía; "estas tres realidades forman la mediación normativa y actualizadora de la redención y por ello son constitutivas de la Iglesia. La fe abre el hombre a Dios y a su propuesta de salvación hecha al mundo por medio del Hijo en la potencia del Espíritu; el bautismo marca el paso del hombre de la condición creatural a la vida nueva de 'hijo de Dios'; la eucaristía, memorial de la cruz y de la resurrección, prenda de la gloria futura, es la presencia viva en la historia del amor apasionado de un Dios que continúa entregándose en las manos de la humanidad, a fin de que la humanidad vuelva, reconciliada, a El. No menos importantes aparecen los otros sacramentos: la confirmación, que hace testigos maduros y colaboradores de Dios en la realización del proyecto salvífico de Dios; el orden, que transforma un hombre habilitándolo al servicio de la palabra, del pueblo de Dios, de la eucaristía y de la caridad; el matrimonio, que transforma el amor de dos personas a semejanza del amor de Cristo por su Iglesia; la reconciliación, que marca el triunfo del amor misericordioso de Dios sobre el pecado del hombre; la unción de los enfermos, que comunica la 'fuerza sanadora' de Cristo.

La eficacia de estas mediaciones depende estrictamente de la acción del Espíritu en la historia; en efecto, el Paráclito hace posible el sí de la fe en Dios Padre y en el Señor Jesucristo; es El quien hace posible la presencia en el hic et nunc del pasado salvífico; es El quien hace los gestos sacramentales viva experiencia de la vida inefable de Dios. Y también el Espíritu, soplando donde quiere y como quiere, suscita expectativas y elementos de gracia en cada rincón de la tierra. Es gracias a El que "Cristo libera y cura nuestra libertad"; El sostiene el esfuerzo de solidaridad y de justicia de todos los hombres de buena voluntad; El transforma todo esfuerzo de liberación en gesto significativo y eficaz ante la llegada del reino de justicia y de paz. Por eso, ubi Spiritus, ibi salus.

El Dios trinitario es cumplimiento y fin de la salvación hic et nunc, nunc et semper. Después de comunicarse al hombre durante el camino fatigoso de lo cotidiano y de haber transformado el presente, haciéndolo "el lugar donde se debe verificar y vivir la salvación eterna", El se propone también como meta y patria: es la beata visio y la beata communio Patris, Filii et Spiritus Sancti, el día eterno, sin ocaso. Tambiéndesde esta perspectiva aparece decisivo el rol del Espíritu, porque Él "es el más allá de la historia, y, cuando El actúa en ella, lo hace para traer a la historia los últimos días, el éschaton"

Si el origen de la salvación conduce de manera especial al Padre y la economía lleva eficazmente al Hijo, el cumplimiento trinitario de la salvación está muy unido al Espíritu. La vida nueva o de los salvados consiste en el "caminar según el Espíritu" (Gál 5,25), guiados por la ley nueva, que "es principalmente la misma gracia del Espíritu Santo, dada a los fieles de Cristo"


IV. Tareas de la soteriología
sistemática

A la luz de la historia del pensamiento creyente y de las ultimas elaboraciones tanto de la teología en general, como de la soteriología en particular, parece oportuno indicar algunas tareas de la soteriología sistemática

La primera tarea del teólogo, que reflexiona sobre la salvación cristiana, es la de evitar algunos límites o carencias existentes en los tratados anteriores. Los más relevantes, entre otros, son: la visión individualista de la salvación, según la cual ésta se reduce a un hecho privado, sin ningún nexo con la vida de toda la Iglesia y de toda la humanidad; se perdía de vista sea la necesidad de un compromiso de comunión y condivisión en la caridad, sea la necesaria referencia 'ad extra' de la vida de los creyentes. Hay que afirmar resueltamente que la salvación no se reduce a aferrarse sólo a la propia 'ancla de salvación', sino que consiste en el condividir con todos las alegrías y las fatigas de la historia. Otro límite era un cierto juridicismo de la visión soteriológica, que llevaba a acentuar el aspecto voluntarista de la espiritualidad cristiana, subrayando el discurso del mérito y ofuscando la sobreabundancia del don de Dios. Igualmente negativo era el espiritualismo, reflejo de una visión antropológica dualista: la salvación venía a veces considerada como una realidad que transforma sólo el alma; en esta forma se olvidaba que Cristo es el redentor de todo hombre, no de una sola dimensión de su realidad. Un último límite consistía en retener la salvación como puro dato escatológico; si sólo en la gloria se adquiere una verdadera experiencia de la salvación, se caerá casi inevitablemente en una actitud de contemptus et fuga mundi.

En segundo lugar, el teólogo que profundiza la soteriología cristiana debe poner en claro las permanentes aspiraciones de salvación del hombre o los presupuestos antropológicos de la libre oferta de Dios a la humanidad, que se concreta en el envío del Hijo y del Espíritu. Asimismo hay que individuar las conexiones o los puntos de contacto existentes entre la propuesta cristiana y la sensibilidad contemporánea. Se trata, en definitiva, de captar todas las instancias, de hoy y de siempre, que constituyen una especie de invocación de un algo-más, que el Dios cristiano, según la fe neotestamentaria, ha ofrecido ya a la historia. Una vez examinada la pregunta que brota del corazón humano, hay que considerar la respuesta ofrecida por Dios en la historia de Israel y del Nazareno: este acercamiento crítico del dato revelado nos pone en actitud de escucha humilde de la Palabra de Dios y del testimonio de la comunidad primitiva. Es una tarea de capital importancia para la soteriología, como para cada capítulo de la teología; y hay que realizar este trabajo con gran atención y objetividad, para no correr el riesgo de 'forzar' la Palabra según nuestro proyecto salvífico preconstituído y para descubrir más bien aquella improgramable y siempre nueva propuesta de Dios, presente en la historia. A lo largo de este proceso cabe prestar mayor atención a la persona y a la vida, muerte y resurrección del Salvador, Hijo del Padre de toda gracia y dador del Espíritu que hace nuevas todas las cosas. De la escucha de la Palabra 'primera', la de Dios, es necesario pasar a la escucha de la palabra 'segunda', la de los hombres que se han esforzado, a la luz y con la fuerza del Espíritu, por 'leer desde dentro' el misterio que se ha manifestado en Jesucristo. Es el momento del examen de la conciencia refleja de la Iglesia, que se ha ido formando en el curso de los siglos, a partir del pensamiento, de la oración, de la caridad y del testimonio de cuantos han experimentado personalmente la experiencia de la salvación. Este examen pone de manifiesto la notable riqueza contenida en la Palabra, expresada en el transcurso del tiempo dentro de los diferentes horizontes culturales e históricos en los que ha vivido la comunidad cristiana. Otro paso de esta segunda etapa consiste en conducir a la unidad el dato soteriológico, buscando un principio unificante, que consienta valorar todo el patrimonio que está asociado al concepto de salvación cristiana. Contemporáneamente, el teólogodeberá también "reconocer las alergias, rechazos y sospechas"57 existentes respecto a algunas categorías soteriológicas tradicionales, para verificar su veracidad o para desenmascarar su falsedad, de modo que ofrezca una propuesta significativa para la Iglesia y para los hombres de su tiempo; esta propuesta deberá mostrar también los límites de una concepción de la salvación puramente mundana o puramente espiritualista.

Como última tarea, el teólogo debe integrar los diversos 'horizontes' de reflexión sobre la salvación diferentemente acentuados en el curso del tiempo: el antropológico, el eclesiológico, el sacramental, el cristológico, el escatológico. Una buena clave de comprensión, en este sentido, se encuentra, como se ha tratado de indicar precedentemente, en el horizonte trinitario. Ya que, si es verdad que "la tarea suprema del cristianismo es dar razón de su propio nombre: religión mesiánica, es decir propuesta de salvación mediante el anuncio de Jesús de Nazaret como Salvador para todos; religión en la que el reino de Dios y el reino del hombre coinciden en El, como lugar concreto en el que Dios es definitivamente hombre y el hombre está definitivamente en Dios"; es igualmente cierto que la identidad, la misión y el destino de Jesús y, por tanto, del hombre se explican adecuada y totalmente sólo a la luz del misterio inefable y beatífico de la Trinidad.

[-> Absoluto; Amor Antropología; Ateísmo; Autocomunicación; Bautismo; Budismo; Catequesis; Comunidad; Comunión; Confirmación; Creación Cruz; Dualismo; Economía, Trinidad; Escatología; Espíritu Santo; Eucaristía; Experiencia; Fe; Filosofia; Heidegger; Hijo; Historia; Iglesia; Islam; Jesucristo; Liberación; Meditación; Misterio; Oración; Padre; Penitencia; Perikhóresis; Religión, religiones; Revelación; Sacerdocio; Teología y economía; Trinidad; Vaticano II.]

Giuseppe Marco Salvati