JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN, SAN
DC


SUMARIO: I. La Trinidad en nosotros.—II. Cristificación.—III. La acción del Espíritu Santo.—IV. 'Trinitarismo' de los trinitarios.


Maestro espiritual, reformador de la Orden de la SS.Trinidad, Juan Bta. de la Concepción (Almodóvar del Campo, 1561-Córdoba, 1613) florece en el vergel de la Iglesia postridentina cual agente de renovación evangélica y exponente cimero del siglo áureo de la mística española. En su ancha obra literaria' vierte los propios tesoros y anhelos interiores para provecho de sus hermanos y de los proficientes en las vías del espíritu. Menciono algunos de sus tratados más representativos:
La llaga de amor, El conocimiento sobrenatural extraordinario, Dos diálogos entre Dios y un alma afligida, El recogimiento interior', La presencia de Dios, La humildad. Más allá de ciertos ejes y constantes, rehúye el diseño de un itinerario espiritual monolítico.


I. La Trinidad en nosotros

"Toda nuestra felicidad está en ser amados de Dios" (III, 226), quien, en su "inmensa bondad, busca darse y comunicarse al hombre" (II,146). Es el Dios de la revelación,"fundamento de toda nuestra fe en su pluralidad de personas y unidad de esencia".

Por la creación el ser humano es "un retrato de la SS. Trinidad", "vivo y propio", que el pecado borra "algo" pero no cancela (cf. Gén 1,26-27 II,138, 155,157). Ahí estriba no sólo la aptitud radical para el diálogo, encuentro y unión con la Trinidad, sino también la necesidad recíproca entre Dios y el hombre. Éste necesita de la "divina compañía" para "enllenar la capacidad de su alma" (II, 208-209). Viceversa, "Dios sin el hombre se tiene por solo" (II, 227). "Sólo el hombre se llevó el corazón de Dios; con sólo el hombre empleó su sangre, su vida" (II, 228).

Por la gracia somos hijos de Dios, "reengendrados" en Cristo (II, 265); el alma es "cielo pues es templo y morada de la SS.Trinidad" (IV, 318), "habitación de todas tres personas" divinas Un 14,23] (III,136). En "los escogidos", junto con esos modos de presencia trinitaria, se da un tercero: el de la "unión" experiencial (II,155).

Concibe la inhabitación en clave de unión interpersonal''. Se trata de la autodonación de Dios Trinidad, Dios Amor, al hombre, haciéndole partícipe de su vida. También la gracia se define con categorías personalistas de donación y comunión. El conocimiento y el amor son "los brazos con que el alma abraza, cose, liga y ata a su buen Esposo, no se le salga". A su vez, de la unión mana "la caridad que inflama a la voluntad y la luz que alumbra al entendimiento" (II, 231,235). Todo ello se traduce en vivir como hijos, unidos al Padre con amor fiel.

Intenta desvelar algo de su "unión perfecta" con las divinas personas. El Espíritu facilita, a quien quiere, la "perfecta comunicación y trato estrecho con Dios" en el centro del alma (I1,192). Por "merced singular Dios hace a un alma una misma cosa consigo mismo" mediante una "transformación verdadera", verificándose entonces lo que pide Jesús: "Que sean uno en nosotros y como nosotros" (cf. Jn 17,21-23; IV,169) y lo que "dice san Pablo: 'Vivo yo, ya no yo, sino vive en mí Cristo'" (Gál 2,20;1I,52); "el que se une al Señor se hace un espíritu con él" (1 Cor 6,17; V,36). En Cristo por el Espíritu", Dios se da a gustar en "gracia y amistad, unidad y conformidad, un ser, un querer, un amor, una liga, una traba con un abrazo amoroso, un él para mí y yo para él" (VIII, 168). "Comunica al alma sus condiciones, propiedades" (cf. II, 93; VIII,173) y le"representa sus misterios" (II, 237). Todo, con luz sobrenatural "en tinieblas y obscuridad interior".

Al exponer estos temas, el místico trinitario bebe sin saciarse de la Palabra de Dios; asume en todo su contenido e implicaciones el simbolismo del Cantar; recurre a jugosas descripciones psicológicas.


II. Cristificación

Ha vivido el misterio trinitario en y desde la cristificación o configuración con Cristo, polo central también de su magisterio. Su mística es cristopática. Su Cristo, el del NT. Es "el rostro del Padre eterno", en cuanto que lo revela y se constituye en el punto de encuentro del hombre con Dios (II, 273-274). Es "depósito" y "dispensero de los bienes del Padre eterno" (V ,6a). Subraya, apoyado en conocidos pasajes joaneos y paulinos, que Cristo es el "verdadero camino que nos lleva al Padre" (II, 309a), "el camino carretero por donde todos los siervos de Dios han de caminar y de quien no se han de apartar" (VIII, 189b-190a). El sendero de la perfección "es Cristo en el corazón" (II, 309b). El designio comunional de la Trinidad no tiene otro cauce que Cristo. "Por Cristo se ha de empezar y por Cristo se ha de acabar [cf. Ap 1,8]. Él es el principio de todas nuestras obras, acciones y méritos; y el mismo Cristo es fin de todas ellas" (cf. VIII, 533-536). La "compañía", el "esposo" que el Padre otorga al alma es "Cristo, Dios y hombre verdadero" (II, 229).

La perfección consiste, por tanto, en la cristificación o conformación conel Hijo humanado del Padre (Rom 8,29; V,12), ya que "Cristo es nuestra gracia y nuestra justicia" (VIII, 341; cf. 1 Cor 1,30), cabeza y vida del cristiano, "modelo de toda virtud y santidad" (I, 188-189). En el fondo, se trata de asemejarse a Cristo crucificado, "con quien perfectamente está unido" quien vive la comunión trinitaria (II, 92); de compartir su kénosis y padecimientos, de empuñar la cruz, que es "el postrer escalón" para acceder a la gloria (V, 81).

Las páginas cristológicas del autor —y no sólo ellas— están transidas de vigoroso paulinismo.


III. La acción del Espíritu Santo

Su pneumatología supera en densidad a la que se puede rastrear en otros autores contemporáneos. La Regla, la reforma, su conversión y misión, la dirección espiritual, la unidad de vida y pluralidad de funciones del cuerpo místico: todo lo coloca en la esfera del Espíritu, don de Cristo resucitado. Con Pablo, ve manar del Espíritu —que "es amor" (IV, 28) y cuyo "oficio" consiste en "derramar caridad en los corazones de los hombres" (VI, 8; cf. Rom 5,5)— nuestra filiación divina y todas las gracias y virtudes que jalonan la senda del cristiano. Dirá que el Espíritu, porque Amor, es maestro interior de la Iglesia y de cada uno de los creyentes, conforme a los textos de la promesa Un 14,26; 16,13] (IV, 28; VIII, 187,197).

Acentúa la pluriformidad de su acción en las almas. Destaca su intervención en la experiencia mística, cuando el alma navega "a vela viento en popa del E.Santo" (VIII,154), impulsada por "el viento delicado del E.Santo" (I, 75). "El fuego del E.Santo" inflama y hace arder en amor trinitario al espíritu del hombre (VIII, 557).

Característico en este caso es el predominio de los "siete dones que decimos del E.Santo" (VIII, 167,170)". Son dones que acompañan al Espíritu, don de dones, don donante. Evita el peligro de 'cosificación' al afirmar que el alma los "conoce en Dios" como "bienes y hacienda" suya y al poner en primer plano la orientación teologal de los mismos, en cuanto medios para acrecentar y experimentar la comunión trinitaria. Tiene mucha cabida en sus reflexiones —por tenerla en su vida—el conocimiento sapiencial, que "es don del Espíritu Santo y merced singular de Dios para que lo conozcan" (IV, 55). Gracia que, una vez más, dimana de la autocomunicación de Dios Trinidad7', uniendo al alma esponsalmente con Cristo. Repite con el Apóstol que el mismo Cristo, "Dios eterno y sabiduría infinita del Padre", es la sustancia de ese saber sobrenatural; Cristo crucificado, sabiduría salvífica. Advierte que la luz de la fe —la "santa y divina fe" concedida por el Padre a los pequeños (Mt 11,25)— permanece y es esencial aún en las etapas más altas de la experiencia de Dios (cf. IV, 50-51).


IV. 'Trinitarismo' de los trinitarios

Otro filón macizo de su magisterio, engarzado obviamente con el espíritu de la Orden. Presenta a Dios Trinidad como padre y fundador, patrón y señor, prototipo, abogado, fuente y vida, norte y meta, hogar de los trinitarios, a quienes llama "hijos de la SS.Trinidad" con todo el calado teológico de un específico carisma eclesial. El compromiso de redimir cautivos y servir a los pobres participa de la misión salvífica confiada a Cristo por el Padre. Es "el oficio" mismo de la Trinidad, de la que la Orden se siente "esposa" y colaboradora'. María,"patrona, señora y madre" del trinitario, es contemplada en la Trinidad como "Esposa (del Padre) y Madre del Hijo y Sagrario divino del E.Santo" (VII, 243).

Cito, a título conclusivo, una oración que toca la fibra más honda de su trinitarismo vocacional: ¡Oh santo Dios mío! Ámete yo mucho y quiera mucho a tus pobres. Que, aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú, que eres misericordioso y gustas que tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre; porque sea trinidad: Dios, el pobre de bienes temporales y yo, pobre de los espirituales. Para que, siendo trinidad perfecta, que consiste en unidad de esencia y trinidad de personas, siendo tú, Señor, el pobre y yo tres personas, haciéndonos tú una misma cosa, seamos unos con una unidad y unión perfecta, como tú la obras en las almas que tú amas y quieres" (VI, 58). Es la vida en el amor de la Trinidad; el testimonio urgente que el mundo necesita.

[ -> Amor;; Comunión; Espíritu Santo; Experiencia; Fe; Jesucristo; Inhabitación; María; Mística; Naturaleza; Padre; Persona; Pobres; Redención; Revelación; Trinidad; Vida cristiana.]

Juan Pujana