ESCOLÁSTICA (Latina)
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SUMARIO: I. La primera escolástica de los siglos XII-XIII: 1. Período de iniciación; 2. Período de esplendor: a. El descubrimiento de Aristóteles, b. Distintas corrientes, c. Géneros literarios.—II. Nominalismo y lógica trinitaria. III. La Trinidad en la escolástica de los ss. XVI-XVIII.—IV. La Trinidad en el renacimiento de la Escolástica (ss. XIX-XX).


I. La primera escolástica de los siglos XII-XIII y la Trinidad

Scholasticus empezó por significar hombre erudito, instruido, sabio. En el s. XII adquiere un sentido técnico y designa tanto al estudiante como al maestro de la Escuela (episcopal). A partir del XIII se aplica a los maestros de escuelas superiores (Universidades) y, paralelamente, a la doctrina y método que solían emplear en sus lecciones y escritos. Superando la collatio monastica, la doctrina sagrada se va estructurando como un sistema de saber. Gracias al uso de la filosofía, se va analizando, investigando, deduciendo conclusiones, en una concatenación de temas que llega a presentarse como una síntesis científica perfecta.

1. PERÍODO DE INICIACIÓN. El s. XI se caracteriza por una fuerte oposición entre dialécticos y antidialécticos. Los primeros sacrificaban los estudios teológicos en aras de la filosofía; los segundos condenaban sin reservas cualquier intromisión de la filosofía en teología. S. Pedro Damiano (t1072) es pionero en el intento de reconciliar ambas, expresando su pensamiento en la conocida fórmula "philosophia ancilla theologiae".

El florecimiento de la ciencia sagrada comienza con Lanfranco y s. Anselmo, a fines del s. XI, cobra fuerza en el XII y llega a su apogeo en el XIII.

Aparecen en el s. XII las llamadas Sententiae Patrum, sistematización de cuestiones, elaborada con escritos de SS. PP., doctores eclesiásticos y colecciones canónicas. Son los inicios de las famosas "sumas" posteriores. Compaginando tradición y filosofía se van razonando los misterios de la Trinidad, creación, redención... San Anselmo (11109) puede ser considerado como el "padre de la Escolástica". Afirma contra los dialécticos que es preciso cimentarse en la fe, rehusando someter las Escrituras a la razón (no se comprende para creer, se cree para comprender). A la vez, y a la inversa, toma partido contra los adversarios de la dialéctica: para quien está cimentado en la fe es bueno razonar lo que cree.

San Bernardo (+ 1153) luchó por vencer las exageraciones racionalistas que se ocultaban en ciertas doctrinas de Abelardo. Ruperto de Deutz (11135), acérrimo enemigo de la filosofía, presenta una concepción económico-salvífica de la Trinidad que no consiguió demasiado favor entre sus contemporáneos. Hugo de San Víctor (+ 1141) limita fuertemente la competencia de la razón en el conocimiento de Dios, exigiendo con Anselmo la fe incondicional por encima de cualquier especulación. Con respecto a la Trinidad, su explicación pretende ser una vuelta a s. Agustín. En cambio Ricardo de San Víctor (+ 1173) se aleja de la analogía psicológica agustiniana y, centrando toda su atención en el "amor", imprime un sello muy personal en una explicación delmisterio que hoy ha recobrado actualidad. Pedro Abelardo (+ 1142), antítesis de Hugo de san Víctor por su temperamento inquieto, audaz y orgulloso, es el primer genio filosófico del s. XII y el que inaugura la interpretación cristiana de Aristóteles. Contribuyó notablemente al desarrollo del método escolástico con su tratado Sic et non. Discurriendo con gran acierto acerca de las relaciones filosofía-teología, no supo observar en la práctica sus propios principios al escribir sobre la Trinidad. Pedro Lombardo (+ 1159) es como el centro y cúspide de la producción teológica del s. XII por su famosa obra Quatuor libri sententiarum, texto oficial en las escuelas hasta que en el s. XVI fue sustituida por la Suma de teología de sto.Tomás. El primero de los cuatro libros está dedicado a Dios. Parte de la Trinidad y finaliza con el estudio de los atributos. Igual que para Agustín, su problema principal estriba en cómo explicar la triplicidad divina desde la unicidad de esencia. El papel decisivo vuelve a desempeñarlo el concepto de relación, pero su explicación representa un retroceso con respecto al uso de la analogía psicológica. En el círculo de su escuela llegó incluso a abandonarse, surgiendo en su lugar un especial interés por la discusión de las propiedades. Por lo demás, aquilata la distinción entre esencia, persona, relación y propiedad. Su enfoque ontológico queda suavizado por el estudio de las misiones temporales de las personas divinas.

Hasta entonces apenas si se le conocía por la lógica y fragmentaria e indirectammente a través de la filosofía arábigo-judía. Sto.Tomás encarga y consigue traducciones directas.

b. Se van perfilando tres corrientes en el modo de usar los nuevos materiales: aa. agustiniano-arábiga. Fiel al carácter peculiar de la teología agustiniana, aprovecha los nuevos escritos sólo como elemento secundario, aunque es cada vez más patente la influencia de Aristóteles, Avicena y Avicebrón. La adoptaron casi todos los teólogos franciscanos (Alejandro de Hales, san Buenaventura, Rogerio Bacón, Raimundo Lulio, Guillermo de la Mare, Tomás de York), la mayor parte de los profesores del clero secular (Prepósito de Cremona, Pedro de Capua, Simón de Tournai, Guillermo de Auxerre, Guillermo de Auvernia, Enrique de Gante) y los representantes de la primitiva escuela dominicana (Rolando de Cremona, Juan de san Gil, Hugo de san-Charo, Vicente Beauvais, Pedro de Tarantasia). Alejandro de Hales (11245) adopta en su Summa Theologiae las cuatro partes de las "Sentencias" de Lombardo. La primera trata de Dios. Pero no le sigue fielmente. Pedro comienza por la Trinidad y acaba por los temas de Dios-uno. Alejandro emprende un camino a la inversa, que luego seguirá Sto.Tomás. Tras una cuestión preliminar acerca del conocimiento de Dios, divide el tratado en una doble consideración: "de-Deo-uno" y "de-Deo-trino". S. Buenaventura (11274) es fundamentalmente agustiniano en su pensamiento, aunque en el tema trinitario sigue más bien a Ricardo de san Víctor, partiendo de la idea de "innascibilitas" que convierte en la "primitas" del Padre, a quien reconoce como la "fecunditas respecto personarum" y la "fontalis plenitudo"; bb. averroista. Acepta sin discernimiento los nuevos materiales de forma que, sin intentar su armonización con la fe, inventa la teoría de la doble verdad (Siger de Bramante, Boecio de Dacia, Egidio de Orleáns, Juan el Alemán, Tadeo de Parma); cc. tomista. Excluyendo del aristotelismo las teorías opuestas al cristianismo, propone la armonización de todas las demás. Su mérito consiste en haber realizado la unión de san Agustín y de Aristóteles, y el de poner la filosofía al servicio de la revelación, distinguiendo claramente entre lo natural y lo sobrenatural, y manteniendo siempre un equilibrio entre la fe y la dialéctica [Cf. Tomás de Aquino I,1 ] .

c. Géneros literarios: "comentarios a la Sagrada Escritura" (glosas teológicas siguiendo la historia de la salvación); "comentarios a los Libros de las Sentencias de Pedro Lombardo", consideradas como expresión genuina de la tradición; "quodlibeta" y "quaestiones disputatae", algo que podría compararse hoy a los "cursos monográficos"; y, finalmente, las Sumas: obras en las que sus respectivos autores formulan el propio pensamiento de una forma sistemática y sintética. Compuestas generalmente al final de su carrera docente, vienen a ser como la fórmula definitiva y perfecta de su respectiva doctrina.


II. Nominalismo y lógica trinitaria

A principios del s. XIV se produce un giro radical. El universalismo y objetivismo que caracterizaban la grandiosidad de las Sumas dan paso a una preocupación por los problemas concretos y particulares. Lo inmediatamente cognoscible es lo singular y experimentable, sin que sea necesario dar un rodeo a los valores universales. Por lo mismo, el sujeto cognoscente adquiere primacía, y la crítica ante la autoridad y la tradición doctrinal se radicaliza.

1. Principal representante es Guillermo de Ockam (+ h.1349), aunque pueden ser considerados precursores Enrique de Harclay (+ 1317), Pedro Aureolo (+ 1322) y ya en el s. XI Juan Roscellin. Nacido en Ockam, cerca de Londres (h.1285), estudió en Oxford y enseñó en París. Llamado a Avignon por el Papa (h.1324) para someter a examen sus doctrinas, logró huir del juicio. Murió en Munich (h.1349).

Los conceptos universales carecen de contenido real. Son una mera forma de hablar, a la que corresponde tan sólo la singularidad de cada cosa concreta. No hay un contenido universal sino sólo la colección de los existentes particulares. El mismo principio de causalidad carece de valor. Es inútil, por tanto, preguntarse por la fuerza demostrativa de unas pruebas de la existencia de Dios. En ética se impone un relativismo moral: la norma suprema no se funda en la esencia, sino en la voluntad divina (voluntarismo). Por lo mismo, la salvación no depende del mérito de las buenas obras, sino de la libre aceptación de Dios. En las cosas temporales el Papa está sometido a la autoridad del Emperador y éste la recibe de los príncipes electores. La verdad está en las Sagradas Escrituras, pero el Papa y los concilios pueden equivocarse.

2. a. El nominalismo encontró numerosos adeptos, obteniendo la hegemonía en no pocas universidades de Inglaterra, Alemania y Francia. Marcó más tarde a Lutero, a través de las obras de Gabriel Biel (11495). La moderna filosofía del lenguaje es el nominalismo de hoy; b. por otra parte, tanto el Magisterio de la Iglesia, como la escolástica tradicional lo rechazaron de continuo; c. pienso, con todo, que en una buena lógica trinitaria hay que saber atender sus valores. La Escolástica había caido en un esencialismo abstracto e inoperante. Al acentuar de tal forma la esencia como principio único de la actividad trinitaria ad extra, se desembocó en un mysterium logicum reservado a especialistas, sin incidencia alguna ni en la vida ni en los demás tratados teológicos. El nominalismo acentúa las propiedades intransferibles de cada una de las personas trinitarias. Falla en el concepto de unidad (que entiende como "colectividad", no como esencia singularizada subsistentemente en cada uno de los tres), pero favorece sin duda muchos de los enfoques modernos.


III. La Trinidad en la escolástica de los siglos XVI-XVIII

1. Siglo XVI. También en teología escolástica puede hablarse de un "siglo de oro". De nuevo son las Ordenes religiosas las principales promotoras de su florecimiento. Contribuyó sin duda la reciente fundación de la Compañía de Jesús.

a. Escuela tomista [Cf. Tomás de Aquino IV.1]. Su principal centro de irradiación fue el convento de San Esteban de Salamanca. Se da una perfecta armonización entre la especulación y el uso de las fuentes bíblicas y patrísticas. Destaca Francisco de Vitoria (11546), quien introdujo como texto escolar la Suma de Sto. Tomás y dejó interesantes comentarios a la misma. Genuinos expositores del pensamiento trinitario del Angélico, por sus comentarios a la primera parte de la Suma, han de ser considerados entre otros: el español Báñez, el portugués Juan de santo Tomás (11644) y el italiano Cayetano; b. Escuela franciscana: el español Pedro Trigoso (11593) se propuso escribir una monumental Summa Theologiae ad mentem S. Bonaventurae de la que tan sólo redactó el tratado sobre Dios, mientras que José Zamora (11649) dejó unas importantes Disputationes theologicae de Deo uno et trino, in quibus omnes controversiae inter D. Bonaventuram, D. Thomam et Scotum componuntur, c. Escuela jesuita: Francisco Suárez es el más célebre de sus teólogos. Junto a él hay que mencionar, todos españoles, a Francisco de Toledo (11596), Gregorio de Valencia (11603), Gabriel Vázquez (11604) y Diego Ruiz de Montoya (11632). En nuestro tema trinitario sobresale éste último con su sólida y monumental obra De Trinitate. Nota distintiva de la escuela fue el eclecticismo, lo que provocó en ocasiones enconadas disputas con los tomistas, especialmente los temas de la predestinación y la gracia [Cf. Tomás de Aquino, IV,1,c].

2. Desde mediados del s. XVII a finales del XVIII discurre un período de decadencia, marcado por la falta de originalidad, las repeticiones y compilaciones del pasado. Abundan los "Manuales escolares" con una teología abstracta y al margen de la realidad, encerrada en las "escuelas", alejada de los lugares donde se amasa la historia. Se agranda el foso fe-cultura. Muchas obras se caracterizan por su estilo polémico-apologético. Con todo, no faltan valores como los de exactitud y claridad en algunos autores.

Se acepta como normal la división en dos tratados: "de Deo Uno" y "de Deo Trino". El primero apenas se diferencia de una Teodicea si no es en el añadido artificial de algunas citas bíblicas para apoyar las razones filosóficas. El segundo es una visión puramente ontológica de la Trinidad, sin que apenas se vea su despliegue salvífico. Las "personas" no cuentan de cara al hombre. Quien actúa es siempre la "esencia una". La teología, el ministerio, la pastoral, la vida cristiana se desarrollan como si el misterio no se hubiera revelado. Este queda reservado para las especulaciones lógicas de los especialistas en las escuelas. Sólo en la "mística", pero siempre como algo separado y extraordinario, se llega a hablar de una inhabitación trinitaria.

Autores más positivamente destacados: a. Escuela tomista (Santo Tomás): Billuart y Gotti; Escuela franciscana (Duns Escoto): Frassen (+1711), Boyvin (+1681) y Montefortino (+h. 1728); c. Escuela jesuita (Suárez): Francisco Noel o Natalis (+1729) y los españoles Juan de Ulloa (+1725), Alvarez Cienfuegos (+1739) y Carlos Sardagna (+1775); d. Escuela anselmiana: el español Sáenz de Aguirre (+1699) creador de la escuela. Junto a él, también español, J. Bta. Lardito buscó armonizar a S. Anselmo con Sto. Tomás en una obra publicada en tres volúmenes. Un "manual" de teología escolástica según la mente de S. Anselmo lo compuso en Italia Nicolás Ma Tedeschi (+1741); e. Escuela agustiniana. Se recupera la escuela agustiniana gracias al italiano Federico Nicolás Gavardi (+1715). Le acompañan en España Antonio de Aguilar (+1712) y Pedro Monsó (+736); f. la teología de la Congregación del Oratorio, del Seminario S. Sulpicio y de la Sorbona levantaron fuertes esperanzas que pronto se vieron defraudadas por la tendencia jansenista de sus escritos; g. señalo aparte al jesuita Petavio (+1652) y al oratoriano Thomassin (+1695), porque al margen de toda escuela, intentan un estudio de la dogmática según un método históricopatrístico, con lo que reaparece el interés por una teoría trinitaria económicosalvífica.


IV. La Trinidad en la escolástica de los siglos XIX-XX

1. El s. XIX representa un renacer de la Escolástica, tanto en el campo filosófico como en el teológico. La renovación se inició en Italia con Buzzetti, Sordi S.J., Liberatore, Sanseverino, Zifiliari O.P. y en España con Balmes, Zeferino González y Díaz Muñoz O.P. Contribuyeron a la misma Vorges en Francia, Kleutgen y Kuhn en Alemania. Destaca entre todos Scheeben (11888), cuya obra cumbre, Los misterios del cristianismo" deslumbra por su profundo conocimiento de los SS. PP, de un modo especial de los griegos, y por su audacia especulativa gracias a lacual, armonizando fe y razón, es capaz de penetrar y hacer penetrar hasta la hondura del misterio. Talento especulativo también y conocedor de la patrística griega, aunque de orientación muy diversa es Armando Schell (+1906), quien en sus discusiones con el panteísmo llega a formular la idea de Dios como causa de sí mismo. Christiano Pesch S.J. (+1925) publicó un Compendium Theologiae dogmaticae en cuatro volúmenes.

Impulso decisivo lo proporcionaron las recomendaciones de los Papas [Cf. Tomás, nota 47] y la creación de Universidades Pontificias como Gregoriana (S.J.), Angelicum (O.P.), Anselmianum (O.S.B.), Antonianum (O.F.M.) y otros Centros de similar orientación fuera de Roma. Aportación de valor indiscutible fueron las investigaciones de carácter histórico sobre el pensamiento teológico de la Edad Media y su modo de teologizar.

Brota una nueva actitud, tendente no a repetir las tesis de siempre, cuanto a afrontar los problemas contemporáneos. Con todo, en el campo trinitario se sigue la tónica de los siglos anteriores. División del tema de Dios en dos tratados (de-Deo-uno y de-Deotrino) y encerramiento del tema trinitario en un compartimento estanco. Se presenta al principio de los cursos teológicos, pero todos los demás tratados se exponen sin conexión alguna con el misterio. Parece como si el Dios de la teología fuera sólo el Dios-Uno. En la escuela preocupa fundamentalmente la visión ontológica de la Trinidad, en una línea esencialista-occidental. Continúan los "mmnuales", con sus respuestas prefabricadas. Salvo excepciones, la teología se asienta triunfalmente en su torre de marfil mientras la historia camina por otros derroteros.

2. La primera mitad del siglo XX continúa la misma pauta, pero cada vez más preocupada por los avances exegéticos (J.Lagrange), el descubrimiento de los Santos Padres (Henri de Lubac, Daniélou), los estudios litúrgicos e históricos (Denifle, Chenu) y el afán de responder desde la palabra de Dios a los eternos y nuevos interrogantes de la humanidad (Charlier). Arintero O.P. vive preocupado por llevar el misterio trinitario a la vida y demuestra que la mística no es estado reservado para unos pocos sino el despliegue normal del bautismo, siendo el creyente templo de la presencia de la tri-personalidad divinas. R. Garrigou-Lagrange explica, por una parte, el misterio con categorías ontológicas y, por otra, hace ver la proyección de las personas trinitarias de cara a la salvación-santificación del hombre'. Rahner, Von Balthasar, Haring, Schillebeeckx, Máeller, Courtney-Murray, De Lubac, Chenu, Congar y otros persisten en una línea de investigación y de apertura [Cf. Tomás de Aquino IV.1]. En España continúan los manuales de corte clásico (Dalmau). Schmaus es el primero en presentar un Manual de Teología —si así puede llamarse a sus ocho abultados tomos— con una nueva ordenación de la materia, abandonando la división clásica entre el tratado "de-Deo-uno" y el "de-Deo-trino", donde el Dios de la revelación aparece desde el primer momento como quien, libre y misteriosamente, toma la iniciativa, se autocomunica y busca establecer alianza con el hombre; pero fue evidentemente Karl Rahner el gran renovador en teología trinitaria. El concilio Vaticano II provocó una nueva etapa en el quehacer teológico y puede afirmarse que con él desaparece el "método escolástico", al menos lo que en la práctica se venía entendiendo como tal [Cf. Tomás de Aquino IV.2.b]. El concilio encuentra en el patrimonio perenne de la filosofía y la teología tradicional la base para una formación sólida y coherente (OT 15-16); pero pide, al mismo tiempo, un lenguaje mejor adaptado a los tiempos (GS 62), un mayor conocimiento de las fuentes bíblicas y patrísticas (OT 14.16), un más sincero diálogo con otras culturas (GS 44.58) y otros centros donde se elabora el saber humano (GS 62; GE 10). A partir de entonces, aparecen nuevas colecciones y diccionarios en un laudable esfuerzo de abrirse a estas perspectivas (Mysterium salutis, Le Mystére chrétien, Historia salutis, Conceptos fundamentales de Teología, Sacramentum mundi, etc) y autores como Jüngel, Moltmann, Mühlen, Boff, Forte, Kasper y en España Rovira Belloso, Nereo Silanes, Xabier Pikaza, etc. destacan en la presentación de la Trinidad como el misterio clave de la vida cristiana. El Secretariado Trinitario de Salamanca, con sus Semanas y sus publicaciones ha contribuido y contribuye grandemente a ello. Quizás se esté en el inicio de una nueva era de esplendor para la Escolástica, más cercana a los objetivos de sus grandes Maestros (Tomás, Buenaventura, etc.).

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Sebastián Fuster