EN TIEMPO PASCUAL (1)

En verdad resucitó el Señor

Monición de entrada: ¡Cristo ha resucitado! Con el saludo pascual, que confirma nuestra fe en la resurrección del Señor, os recibimos en la iglesia, queridos familiares que habéis sufrido la muerte de vuestro querido (vuestra querida) N. Quisiéramos transmitiros toda la fuerza de la fe en Cristo resucitado, para que os sirva de consuelo y reanime vuestra esperanza. Dios sí que puede conseguirlo. Por eso, vamos a confiar en El, al celebrar el misterio pascual en esta eucaristía que iniciamos y en la que os invitamos a participar.

Oremos:

Señor Dios, Padre omnipotente,
tú que nos has dado la certeza
de que en los fieles difuntos
se realizará el misterio de tu Hijo
muerto y resucitado,
por esta fe que profesamos,
concede a nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
que acaba de participar de la muerte de Cristo,
resucitar también con él en la luz de la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo...

Introducción a las lecturas: «Por Cristo, todos volverán a la vida». Esta consecuencia de la resurrección y el encuentro con Cristo resucitado es el mensaje que nos proclamarán las lecturas. El salmo de respuesta expresa nuestra adhesión al Señor, que es nuestra luz y nuestra salvación.

Primera lectura: Por Cristo todos volverán a la vida (1Cor 15,20-24a.25-28) [RE, Leccionario, 1222].

Salmo responsorial: El Señor es mi luz y mi salvación (Sal 26) [RE, Leccionario, 1208-1209].

Evangelio: Al anochecer de aquel día, se apareció Jesús (Jn 20,19-23) [esta lectura no se encuentra en el Ritual de Exequias, pero nos parece oportuno proponerla para esta celebración. La reproducimos a continuación].

«Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

Palabra del Señor.


Homilía:
Querida familia (esposa, esposo, hijos...) de N., familiares y amigos todos: «Paz a vosotros». Con las palabras de Cristo resucitado a sus apóstoles, os saludamos. Como los discípulos temerosos, encerrados en el cenáculo al anochecer, tras la muerte de Jesús, también vosotros sentís la oscuridad de la pena y la confusión tras la muerte de vuestro ser querido. Y habéis venido a este cenáculo que es la iglesia, buscando desde la fe un refugio para vuestra situación. Parece que juntos sobrellevamos mejor las penas. Parece que en Dios podremos encontrar alivio que nos reconforte.

En medio de nosotros aparece el Señor. Precisamente la Iglesia celebra estos días la Pascua de Resurrección. El aleluya y los cantos de victoria resuenan en nuestros templos. Hasta nos saludamos los cristianos con el «felices pascuas». Nuestros hermanos de oriente, cuando se encuentran durante estos días, se saludan diciendo: «iResucitó el Señor!», a lo que el otro responde: «iEn verdad, resucitó!». Es la convicción de fe que deseamos transmitiros en esta celebración. Y, a partir de ahí, creemos que el Señor repite con nosotros la escena del evangelio con sus discípulos.

Sí. En medio de nosotros aparece el Señor. Con la paz, con la señal de sus llagas ya florecidas en resurrección, y con el Espíritu Santo, aliento vivificador.

La fe en el Resucitado aporta siempre paz. «En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros"». Una paz que ilumina el atardecer de la muerte, con el amanecer de la resurrección. Una paz que alivia nuestro corazón dolorido por la muerte de un ser querido, con la confianza de que su vida, su buen hacer, su trabajo, sus desvelos por aquellos a quienes amaba, su cariño y su persona no se han desvanecido, sino que perduran en una vida nueva y eterna.

La fe en el Resucitado nos muestra las llagas, ahora luminosas, del Señor. «Diciendo esto, les enseñó las llagas y el costado». Son recuerdo de una muerte que, en las llagas de Cristo, asumió las llagas del padecer y morir de la humanidad, y queahora aparecen cicatrizadas en la carne resplandeciente del Señor que ha vencido a la muerte.

La fe en el Resucitado nos trae el aliento del Espíritu Santo. «Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados"». El Espíritu Santo es perdón que nos libra de la causa de todos los males, el pecado, y es aliento que nos infunde la vida de Dios.

Hermanos: Cristo, el Señor resucitado, está presente entre nosotros en la eucaristía. En ella transmite el consuelo de su saludo: «Paz a vosotros», muestra las llagas de su pasión, transformadas en cuerpo resucitado, e infunde el Espíritu Santo. Pidamos que la paz y el Espíritu del Señor transformen las llagas de la muerte de nuestro hermano (nuestra hermana) N. en vida de resurrección. Y confesemos con san Pablo nuestra fe en Cristo resucitado: «Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección... Primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo».

Que, por creer en la resurrección, es decir, por llevar la paz a los que nos rodean, por cicatrizar las llagas de los que sufren y por infundir el Espíritu de Dios en el mundo, también nosotros podamos ser contados, con nuestro hermano (nuestra hermana) y demás seres queridos difuntos, entre «los que son de Cristo» y, con él, resucitan a la vida eterna.

Invitación a la paz: Paz a vosotros. Vamos a intercambiarnos como hermanos, el saludo del Señor. En el Espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz.

Comunión: La presencia de Cristo resucitado es una presencia real y plena en la comunión. En ella nos hace partícipes de su muerte y resurrección. Este es el Cordero de Dios...

Canto o responsorio: Si en algún tiempo se canta a la resurrección del Señor, es en el tiempo pascual. Estamos doloridos por la muerte de nuestro hermano (nuestra hermana), pero mantenemos la fe en la vida nueva con Cristo.

Oremos:

Oh Dios,
que, por medio del agua del bautismo,
recreaste al hombre,
a quien la muerte retenía cautivo;
tú, que quisiste que tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro,
venciendo el poder de la muerte,
resucitara, como primicia de los muertos
y salvación de los que creen en ti;
tú, que has querido que los creyentes,
como miembros del cuerpo de Jesucristo,
participaran de su resurrección,
haz que nuestro hermano (nuestra hermana) N.
goce de la paz y de la dicha de tu reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Agradecimiento de la familia: Hemos venido a esta celebración aturdidos por el dolor, pero con la esperanza de encontrar un poco de consuelo. La participación de todos con tanta fe en la resurrección del Señor, el mensaje transmitido y la presencia de Dios nos han hecho sentir una emoción muy consoladora. Gracias a todos por vuestra presencia aquí y por vuestras constantes muestras de condolencia.