SUGERENCIAS

 

1. EL REY DEL UNIVERSO 

Con este domingo y la semana que de él depende se concluye el largo Tiempo Ordinario y se clausura el Año Litúrgico. Hoy se nos presenta la grandiosa visión de Jesucristo Rey del Universo; su triunfo es el triunfo final de la Creación. Cristo es a un mismo tiempo la clave de bóveda y la piedra angular del mundo creado.

La inscripción colocada sobre el madero de la Cruz decía: "Jesús de Nazaret es el Rey de los judíos". Esta inscripción es completada por San Pablo cuando afirma que Jesús es "imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, Cabeza del Cuerpo, que es la Iglesia, reconciliador de todos los seres".

Parece paradójico que los cristianos nos gloriemos en proclamar Rey a quien muere en la debilidad aparente de la Cruz, que desde este momento se transforma en fuerza y poder salvador. Lo que era patíbulo e instrumento de muerte se convierte en triunfo y causa de vida .

No deja de ser sorprendente volver a leer en este domingo, para celebrar el reinado universal de Cristo, el diálogo entre Jesús y el malhechor que cumpliendo su condena estaba crucificado junto a él. Ante el Rey que agoniza entre la indiferencia de las autoridades y el desprecio del pueblo que asiste al espectáculo del Calvario, suena estremecida la súplica del "buen ladrón", que confiesa su fe y pide: "acuérdate de mí cuando llegues a tu reino".

El Reino nuevo de Cristo, que es necesario instaurar todos los días, revela la grandeza y el destino del hombre, que tiene final feliz en el paraíso. Es un Reino de misericordia para un mundo cada vez más inmisericorde, y de amor hacia todos los hombres por encima de ópticas particularistas. Es el Reino que merece la pena desear. Clavados en la cruz de la fidelidad al Evangelio se puede entender la libertad que brota del amor y se hace realidad "hoy mismo".

ANDRÉS PARDO


2.

"Incluso puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en Él, puede ser también el Reino de Dios porque en El reinaremos"    

San Cipriano, Dom. orat. 13


3.  EP/ATEISMOM/RD   J/VENCEDOR

- Creer en Dios es creer que el bien es más poderoso que el mal; es creer que, al final, el bien y la verdad habrán de triunfar sobre el mal y la mentira. Quien piense que el mal tendrá la última palabra o que el bien y el mal tienen las mismas probabilidades, es un ateo... La fe en el Reino de Dios, por lo tanto, no se reduce simplemente a aceptar los valores del Reino y a mantener una vaga esperanza en que habrá de venir a la tierra algún día. La fe en el Reino es estar convencido de que, suceda lo que suceda, el Reino habrá de venir.

ALBERT NOLAN-ALBERT
DABAR 1987, 56


4. J/IMAGENES-DEI

CRISTO REY:FIESTA.ORIGEN Y SIGNIFICADO. 

"¿QUÉ CRISTO?".- Digámoslo de entrada: son muchos los que se acercan a esta fiesta con cierto recelo. Sí, porque hoy sabemos que ya desde su nacimiento estaba politizada. Creada como reacción al desmoronamiento de las monarquías y al avance del liberalismo, respondía, en gran parte, a un querer afianzar la Iglesia su poder temporal, tradicionalmente unido a la forma aristocrática de gobierno. El establecimiento de esta festividad significaba implícitamente la no aceptación por parte de la Iglesia de la autonomía del mundo social y político. La posterior espiritualización de su contenido y su traslado al último domingo del año litúrgico, como coronación del mismo, no deshace los prejuicios ya formados. Por eso hoy serán muchos los que mediten en o prediquen de Cristo Rey en un sentido muy diverso al que pensaban los que establecieron la fiesta. Harán una relectura.

Nosotros también la haremos. Pero, precisamente por eso, es muy importante reflexionar sobra las causas de esta necesidad de relectura. ¿Por qué no podemos hablar de Cristo Rey en los mismos términos o con los mismos planteamientos que hace cincuenta años? No sólo porque el mundo ha cambiado, sino porque hemos cambiado la imagen de Cristo. ¿Es posible? Sí, claro. Pero ¿Cristo no es siempre el mismo, ayer y hoy... y por los siglos de los siglos? Sí, Cristo es siempre el mismo, pero no es la misma idea, la imagen, la percepción que de él tenemos los creyentes a lo largo del tiempo, ni siquiera es la misma la percepción que tenemos de él los creyentes de un mismo momento histórico.

Es un problema muy serio e importante. Y parece mentira que los cristianos -y sobre todos los evangelizadores- nos lo saltemos con una descarada ingenuidad. Solemos pensar que con creer que Cristo es el Hijo de Dios, nuestro Salvador, una persona en dos naturalezas, y poco más, ya somos cristianos y ya podemos evangelizar y hablar de Cristo. (¿De qué Cristo?) Solemos pensar que los problemas de la Iglesia son ya posteriores a nuestra fe en Él. Son -pensamos- problemas de instituciones, cuestiones éticas, implicaciones varias, etc. Pero la verdad es que no debemos dar por supuesto que el problema de nuestra fe en Cristo (¿qué Cristo?) lo tenemos resuelto. Hay muchas imágenes de Cristo. Algunas falsas, otras erróneas, otras deformadas o adaptadas a nuestros intereses, otras antievangélicas o al margen, al menos, del Evangelio. Y otras, claro está, correctas, evangélicas. Aunque, ciertamente, todas son incompletas, porque a Él no se le puede encerrar en una imagen, en una idea, en una visión.

Por eso hay un pluralismo legítimo: unos acentúan en su imagen de Cristo unas cosas y otros acentúan otras. Entre todos podemos complementarnos. Pero también hay con frecuencia diferencias que van más allá del legítimo pluralismo de las diversas escuelas de espiritualidad. Y ello sugiere que puede haber imágenes deformadas, deficientes o manipuladas. El Cristo de los indígenas de los Andes es diverso al de los católicos de nuestras clases privilegiadas. Los obreros cristianos rezan y siguen a un Cristo sorprendentemente diferente al de los industriales, economistas y gobernantes cristianos.

Hay que purificar la imagen de Jesús de la religiosidad popular, pero también hay que purificar el Cristo de las élites burguesas o de las clases dirigentes. ¿Dónde está la Verdad completa y exacta? Completa y exacta quizá no esté aquí en ningún sitio. Sólo allá la poseeremos con plena certeza. Pero ello no exime al cristiano de ser crítico consigo mismo y con su imagen de Cristo, para ver lo que hay en ella de evangélico y lo que se le ha infiltrado procedente de la cultura, la sociedad, los intereses de clase, sus propios egoísmos, etc.

Es tarea de cada cristiano y cada comunidad. Problema largo que aquí no podemos abordar. Pero quisiéramos dar unas pinceladas, a manera de clasificación "para andar por casa". ¿Qué Cristo tiene usted? ¿Uno de éstos? 

El CRISTO SUFRIENTE por nuestros pecados. Típico de la religiosidad popular. Crucifijo, vía crucis, primeros viernes, viernes santo, mortificación, penitencia, expiación por los pecados, mística de la cruz, dolor asumido como dimensión fundamental que santifica..., son otros tantos elementos de esta espiritualidad cristiana. Espiritualidad que, infundida a las clases oprimidas y sufrientes, que no tengan conciencia clara de su explotación, puede dar (aunque no se pretenda) un efecto social de resignación y paz externa, conformismo u "opio del pueblo", como dirían otros.

El CRISTO ROMÁNTICO, que lo ha arreglado todo. Triunfador, intimista, dulzarrón, dulce huésped de las almas, divino prisionero del sagrario, propio de las celebraciones entusiásticas o carismáticas, de las imágenes azucaradas del Sagrado Corazón o de las tarjetas navideñas. Él resucitó y ya todo esta bien. El mal que subsiste es periférico e individual.

Estamos ya salvados. Basta pedir perdón (¿"convertirse"?) para poder unirse al coro de los aleluyas y batir palmas. El que quiere nada más nuestros corazones, que le alabemos, le glorifiquemos, que hagamos oración y actos de caridad. Aunque no se pretenda, esta imagen es la que mejor acoge el grupo social de los satisfechos y de los privilegiados, los poderosos y los patronos. Da gusto con ese Cristo.

DABAR 1980, 59


5.

Antes, la Iglesia se vinculó de forma bastante estrecha a los regímenes conservadores. Hace poco tiempo, algunos cristianos querían vincular a Jesús y su evangelio con las ideologías de izquierda. Para la mayoría de los cristianos, el Evangelio no tiene nada que ver con la política.

¿Jesús es rey? ¡Perfectamente! No se trata más que de los "corazones", de una relación muy personal y muy privada con Jesús. Dejemos para "los otros" la política sucia y villana. Si las estructuras colectivas hacen desgraciados a muchos hermanos nuestros, nosotros cantaremos cánticos y haremos magníficas plegarias por la paz y el bienestar del mundo.

Esquematizando las cosas en su más alto grado, se trata de dos tentaciones opuestas: vincular a Jesús a una política o llevarlo muy lejos de toda política.


6. FE/POLITICA:

El evangelio no contiene un proyecto político, sí un proyecto humano que implica y sobrepasa lo político. La doctrina social de la Iglesia no es un programa político, pero trata de influirlo desde la perspectiva del evangelio. Religión y política están llamados a dialogar, porque la vida es única y el hombre, religioso y político, es el mismo. Los intentos de distinguir entre uno y otro resultan siempre comprometidos, la pretensión de aislarlos no es más que una insensatez. Querer preservar la religión de su incidencia política es desnaturalizarla, querer hacer lo mismo con la política es enconarla. El espiritualismo puede devenir alienante, la aconfesionalidad fácilmente se practica como hostilidad o indiferencia, que es también una forma redomada de enemistad.

La religión, que abriga la pretensión de normalizar la relación del hombre con Dios, lo que realmente hace es sentar las bases utópicas que regulen las relaciones humanas y sociales en la perspectiva de un solo Dios, es decir, un solo género humano por encima de divisiones nacionalistas y mercados comunes. Cada vez más los acontecimientos apuntan en la misma dirección que la utopía religiosa: la caída del muro entre el Este y el Oeste hace indispensable la ruina de las barreras entre el Norte y el Sur. Y éste podría ser muy bien el sentido de la fiesta de Cristo, rey del universo.

La fiesta se promovió ocasionalmente para sostener el antiguo régimen monárquico, cuya desestabilización se suponía acarrear el caos social. Providencialmente, la fiesta, que apunta un reinado universal, viene a dar pleno sentido a la marcha de la historia.

Y en esa marcha, religión y política no pueden andar ignorándose mutuamente, porque ello es siempre en detrimento del hombre, que es un animal político, ciertamente, pero es también, y sobre todo, un ser trascendente.

Naturalmente no hay por qué volver a las confusiones del nacionalcatolicismo. Pero no se puede seguir en el equívoco de un pretendido laicismo, que está destruyendo el patrimonio cultural por el mero hecho de creerlo religioso. Hay sensibilidad para conservar catedrales y arte religioso, pero con la mayor insensibilidad se suprimen fiestas que son parte de la cultura religiosa y del ocio.

EUCARISTÍA 1990, 54


7.

El Reino de Dios es un servicio divino al hombre. La bondad de Dios ha puesto a su alcance la liberación total. El que quiere entrar en este Reino conoce lo que es la libertad.

Porque el Reino -vale la pena notarlo- pide el cambio de corazón y por él desembocar en la liberación. ¡Hemos de captar todo el significado de la realeza de Cristo! ¡Merece la pena entrar en el dominio de este Señor! El nos ofrece la libertad del orgullo, de la mentira y del odio; nos enseña el camino del amor y de la verdad; nos invita a la lucha gozosa a favor de los hermanos. En este Reino se nos da el Espíritu Santo, que reafirma la debilidad humana, cambia las cosas imposibles y llena de consuelo. Entrar en el Reino significa entrar en el movimiento del amor de Cristo.

JUAN GUITERAS
MISA DOMINICAL 1975, 21


8. J/LIBERADOR LBC/I/RD LBC/ESCLAVITUD 

Tenemos que reconocer y aceptar, de una vez por todas, que el Reinado de Cristo no es un reinado etéreo, reducido al ámbito de lo meramente psicológico e individual, sino que es una realidad que pretende conseguir la transformación radical del mundo. Cristo es un Rey Liberador, porque nos libera (si nos dejamos, por supuesto) de todo aquello que nos impida ser realmente hombres:

-Frente al afán consumista que nos desvela y nos impide vivir con una relativa paz, Jesús nos recuerda que los ricos ya han recibido su consuelo (Lc. 6, 24), que quien pone el valor de su vida en lo que posee es un insensato (Lc. 12, 19-20). El hombre vale por lo que vale aquello a lo que se ata; si se ata a las cosas que se pagan, su precio es el dinero. Jesús nos enseña a buscar el Reino y su justicia.

-Frente a las estructuras que intentan reducir al hombre a un producto en serie, Jesús deja bien claro que leyes y estructuras están al servicio del hombre y no al revés; el testimonio evangélico no se da a base de una buena organización: "destruid este templo, y en tres días lo reedificaré" (Jn. 2, 19); el Espíritu y la libertad, no las leyes, son la base de la actuación del hombre.

-Frente a los prejuicios que destruyen la paz del hombre, Jesús no tiene inconveniente en comer con publicanos y pecadores sin hacer caso de las críticas de "los buenos" (Mc. 2, 15), o en hablar con los samaritanos (Jn. 4, 6-9), las mujeres (Lc. 8, 1-3) y los extranjeros (Mc. 7, 31).

-Frente a la violencia que siembra de sangre la geografía de nuestro planeta, Jesús nos propone la libertad de quien es capaz de romper con la espiral de violencia, que nunca termina, y devuelve bien por mal (Mt. 5, 28 ss). Cuando llegó el caso, Jesús supo atacar, pero sin odio ni violencia, que es lo que esclaviza al hombre.

-Frente al miedo que paraliza al hombre y lo reduce a una marioneta, Jesús propone la libertad del amor; ni miedo a Dios, porque es Padre bueno; ni miedo a los hombres, porque son hermanos; el cristiano no puede tener miedo a nada ni a nadie, porque sabe que es Dios mismo quien dirige la historia hacia su culminación universal (Lc. 12, 32); ni tan siquiera a la muerte, porque Cristo ha triunfado sobre ella.

-Frente a la esclavitud de buscar el éxito fácil, tan frecuente en nuestro tiempo, Jesús propone buscar el único éxito que merece la pena: el del Reino de Dios; ante la posibilidad de convertir piedras en panes, Jesús recuerda que no sólo de pan vive el hombre, sino de la Palabra de Dios (Mt. 4, 3ss). Los éxitos fáciles lo más que consiguen es ser respuesta a necesidades inmediatas; ahora bien, el hombre se encadena a la primera solución que se presente, arreglando así una pequeña parte de su problema, y no le queda ya más libertad para hacer frente a las cosas en su profundidad.

-Frente a la esclavitud del mal, en cualquiera de sus formas, Jesús se presenta como el liberador que trae el Reino del bien y da a los suyos la posibilidad de seguir haciendo el bien: pecado, enfermedad, demonios, soledad..., de todo ello queda libre el hombre que, con confianza, se pone en manos de Jesús. Es cierto que Jesús no hace desaparecer el mal "como por arte de magia"; pero Jesús se revela como el Señor que domina el mal, que puede darle una solución, una respuesta, una salida.

-Frente a la esclavitud del sufrimiento, Jesús anuncia la llegada del día en el que los ciegos vean, los cojos caminen, los sordos oigan, los encarcelados vean la luz del sol, los pobres escuchen la buena noticia (Lc. 4, 16-21); es verdad que el sufrimiento no ha desaparecido, que sigue siendo cosecha abundante en nuestro mundo; pero ahora vemos hasta dónde puede conducir, cuál es su valor y su sentido y qué es lo que ha ocurrido con el sufrimiento en el mundo.

-Frente a la esclavitud de la muerte, que se enseñorea de todos los hombres, antes o después, quieran o no quieran, Pablo nos recuerda que el bautizo que nos vinculaba a la muerte de Jesús nos sepultó con él para que, así como él resucitó triunfando sobre la muerte y rompiendo definitivamente sus cadenas, también nosotros podamos empezar una vida nueva, una vida sin verdadera muerte (/Rm/06/03-04).

-Frente a la esclavitud de ver el mundo sin futuro, sin salida, nosotros afirmamos en nuestra fe que Jesús ha dado comienzo a un mundo nuevo en el que ya no habrá ni luto, ni llanto, ni muerte, ni dolor pues lo de antes ha pasado y Dios lo hace todo nuevo (Ap. 21, 3-5). Los sufrimientos de la condición humana son los sufrimientos de un alumbramiento, el cual debe dar a luz una vida nueva y sin fin; nuestras penalidades y sacrificios no nos llevan al sinsentido y al absurdo, sino a la liberación y a la consecución de una vida nueva (Mc. 13, 8).

Jesús es el liberador soberano y universal; su Reino es un Reino de libertad y vida; sin liberación no puede haber vida, y sin vida la liberación no es nada. Nosotros, discípulos de este hombre y Dios que es Jesús y que nos ha traído la LIBERTAD, no podemos reducir su misión, su tarea y su mensaje a una "simple religión", como muchas veces hemos hecho. Hace ya años que Loisy hizo su afirmación; "Jesús predicaba el Reino de Dios y llegó la Iglesia", y la polémica aún sigue en pie. La Iglesia es, a veces, más eclesiástica que eclesial, más preocupada por sí misma que por su misión. Y no podemos olvidar que la Iglesia es el medio, y el Reino la meta final. La Iglesia está al servicio del Reino y, por tanto, no se puede absolutizar ni cerrar en sí misma.

Hoy, fiesta de Cristo Rey, recordemos una vez más cómo es su Reino y cuál es nuestra responsabilidad en él. Y, como Iglesia, busquemos el Reino de Dios y justicia, con la convicción de que todo lo demás se nos dará por añadidura.

LUIS GRACIETA
DABAR 1988, 58


9. D/IMAGENES-FALSAS  D/IDOLO 

Pero no sólo es idolatría el fabricarse imágenes falsas de Dios; también lo es el construirse falsos conceptos de Dios. No hay mayor idolatría que la pretensión de conceptualizar a Dios, o sea, de reducirlo a la estrechez y cicatería de nuestra mente. El dios que nace de nuestra mente, como el que surge de nuestras manos, no es Dios, es sólo una idea, un ídolo. Si la idea nos remite al Dios verdadero, cumple su función representativa; pero a veces cumple una función sustitutoria, y entonces no representa a Dios, sino al nuestro, a nuestra idea, frecuentemente a nuestro prejuicio y a nuestros intereses. Es un ídolo, una imagen mental falsa. Y es que, cuando hablamos de Dios, no deberíamos olvidar nunca lo que nos advertía Bultman, que es un hombre -no Dios- el que habla. Y la palabra humana adolece de la ambigüedad de nuestra condición y corre el riesgo de nuestra ecuación personal y social.

Es lo que ha ocurrido a veces con la fiesta de Cristo Rey. El epíteto de rey, aplicado a Dios o a Jesucristo, se tinta frecuentemente, más que de colores evangélicos, de tonos indefinidos del entorno social y político. El Cristo Rey de tantas imágenes y pinturas, tan distinto del Cristo de la pasión, puede ser un recurso artístico, pero fácilmente puede ser un ídolo al que luego se sacrifican demasiadas cosas y demasiadas personas.

Jesucristo es Rey y Dios, es el Señor. Pero la realeza de Cristo como el señorío de Dios nada tienen que ver con esa variopinta fauna de reyes y monarquías, señores y señoríos de nuestras historias y del presente. Nuestra experiencia del poder-poseído o padecido- de autoridad, de dominio, de sometimiento, etc., entorpecen enormemente la interpretación religiosa de expresiones como realeza de Cristo o señorío de Dios.

EUCARISTÍA 1985, 54


10. J/SEÑOR/PODER/MUNDO 

JESÚS ES "EL SEÑOR". 
Dado que Jesús era comandante en jefe de los cristianos, éstos se vieron envueltos en muy serias dificultades al negarse a poner incienso sobre el altar del César. Porque también el César reivindicaba el título de comandante, de kyrios.

Esta simultánea pretensión por parte de Jesús y del César a un mismo titulo resultaba, políticamente, muy peligrosa. Las personas que proclamaban que semejante título pertenecía con todo derecho a Jesús se convertían automáticamente en insurreccionarios políticos.

Hoy, en cambio, nadie es arrestado por negarse a poner incienso sobre un altar; eso ya no molesta a las autoridades. ¿Cómo sería, pues, posible ahora el hacer una confesión de fe que comprometa y desafíe a las autoridades políticas de nuestra sociedad actual, de la misma manera que aquella confesión de los cristianos primitivos desafiaba a los gobernantes de su tiempo?

EUCARISTÍA 1983, 55


11.  PODER/DEBILIDAD

"Si hubieras cogido la espada y la corona, todos se hubieran sometido a ti de buen grado. En una sola mano hubieras reunido el dominio completo sobre las almas y los cuerpos, y hubiera comenzado el imperio de la eterna paz. Pero has prescindido de esto...

No bajaste de la cruz cuando te gritaron con burla y desprecio: ¡Baja de la cruz y creeremos que eres el Hijo de Dios! No bajaste, porque no quisiste hacer esclavos a los hombres por medio de un milagro, porque deseabas un amor libre y no el que brota del milagro. Tenías sed de amor voluntario, no de encanto servil ante el poder, que de una vez para siempre inspira temor a los esclavos. Pero aún aquí los has valorado demasiado, puesto que son esclavos -te lo digo-, habiéndolos creado como rebeldes...

Si hubieras tomado la espada y la púrpura del emperador, hubieses establecido el dominio universal y dado al mundo la paz. Pues, verdaderamente: quién puede dominar a los hombres, sino aquellos que tienen en su mano sus conciencias y su pan".

DOSTOIEVSKI
"Los hermanos Karamazoff"


12. RD/Espiritualidad Temporalismo/espiritualismo

-REY Y REINO: Si esta hoja fuera lugar para piruetas teológico-socio- lógicas podríamos proponer una hipótesis basada en una posible división de las teologías, espiritualidades, épocas cristianas... según pongan el acento en el Rey o en el Reino. Dos acentuaciones ortodoxas si no excluyen el otro aspecto. Porque Cristo es Rey de un Reino (aquel que define el prefacio de hoy: verdad, vida, santidad, gracia, justicia, amor, paz). Separar a Cristo de su Reino, es reducirlo a un "dios" con quien mantener relaciones individuales pero que no tiene incidencia en el mundo: es el camino espiritualista, verticalista.

Y el Reino no tiene consistencia sin su Rey, que es su constructor inicial, su realización actual, su plenitud final. Separar el Reino de Cristo Rey es reducirlo a una utopía humana, muy admirable, pero despersonalizada: es el camino materialista, horizontalista.

Una y otra visión deben unirse, aunque es posible que siempre -en cada cristiano o teología o época- una pesa más que la otra. Lo indispensable es no "pasarse" en favor de una u otra.

Con todo me parece que la perspectiva bíblica -y quizá el actual camino pedagógico- parte del Reino para descubrir después al Rey, y unir finalmente Reino y Rey. Es decir, primero es preciso que exista un anhelo por el Reino, una esperanza, quizá una lucha, aunque inevitablemente parciales por humanos. Sólo quien anhela este Reino (de verdad, vida, etc.) puede descubrir en Jesús al Rey. Una vez se ha descubierto en JC al Rey del Reino, uno y otro adquieren su solidez en la fe del creyente. Y éste puede llegar a descubrir la identificación que existe -en un universo personalizado como contemporáneamente intuyó Theihard de Chardin y bíblicamente había intuido ya Pablo de Tarso- entre el Reino y el Rey.

JOAQUÍN ·GOMIS
MISA DOMINICAL 1977, 21


13. Enraizados en Cristo

Con este domingo finaliza el Año Litúrgico. Ha sido un largo recorrido que, durante el Adviento, nos puso en una actitud expectante ante un Cristo que quiere, cada día, venir a nuestra vida y cumplir nuestras esperanzas.

En Navidad nos lo entregó hecho niño para que surgiera de nuestro corazón la fibra más sensible y le diéramos acogida tanto a El como al hermano necesitado. Durante el llamado Tiempo Ordinario la lectura del evangelio dominical nos hizo testigos de los hechos y palabras más relevantes de su vida pública.

La liturgia del Triduo Pascual nos invitó a caminar con Cristo por su pascua de la muerte a la vida, y así, en la cincuentena pascual, hacernos vibrar con la certeza de que su vida de resucitado se nos ha entregado sacramentalmente para que, también en nosotros, ni la muerte ni el pecado tengan la última palabra.

Si tenemos presente todo este acerbo de experiencia cristiana al celebrar hoy la Solemnidad de "Jesucristo, Rey del Universo" no caeremos en ninguna de las posibles falsas interpretaciones que se le puede dar a este título cristológico.

No haremos de él un grito de reivindicación de supuestos derechos intramundanos en favor de la Iglesia, pues es el Jesús nacido en Belén, el predicador de Galilea que gustaba estar con los pobres, el Maestro que lavó los pies a sus discípulos y se dejó matar en la cruz y a quien hoy le oímos decir: "Mi reino no es de este mundo".

Ni tampoco hemos de sentir complejo vergonzante al recordar tal título pues el Padre, al resucitar a Cristo, lo constituyó "Testigo fiel, Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra". 

Antonio Luis Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 231 - Año V - 23 de noviembre de 1997


14. 

Para orar con la liturgia 

Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo
a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, 
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que ofreciéndose a si mismo 
como víctima perfecta y pacificadora 
en el altar de la cruz, 
consumara el misterio de la redención humana; 
y sometiendo a su poder la creación entera
entregara a tu majestad infinita 
un reino eterno y universal:
el reino de la verdad y la vida, 
el reino de la santidad y la gracia, 
el reino de la justicia, el amor y la paz.
                                                           Prefacio