COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 25, 31-46

 

1. RD/FRATERNIDAD: EL HOMBRE HERMANO DE LOS HOMBRES REALIZA EL REINO MESIÁNICO, PUESTO QUE SU OBRAR, SEA O NO CONSCIENTE, ES DE DIOS. JUICIO/2-MEDIDAS.

Mateo ha explicado cómo los miembros del pueblo elegido debían practicar la vigilancia, si querían entrar a formar parte del Reino escatológico (Mt 24.-25.). Ahora va a contestar a la pregunta en torno a lo que será de los paganos en esa aventura.

El pensamiento judío era muy simplista a este respecto, puesto que se imaginaba sencillamente que el juicio de Dios confundiría a todos los paganos (Is 14. 1-2; 27. 12-13). La descripción que hace Mateo de este juicio ofrece muchos matices.

Mateo es sin duda el redactor final de este pasaje: los vv. 31, 34 y 41 son con toda seguridad obra de su mano, porque no era Cristo quien se llamaría a Sí mismo rey ni quien se atribuiría a Sí mismo las funciones de juez, que estaban reservadas al Padre. El resto de los versículos se remonta ciertamente a Jesús, pero parece ser que su disposición actual es obra del evangelista.

Puede distinguirse, en efecto, una corta parábola del pastor que separa a las ovejas de los cabritos (vv. 32-33) y una serie de palabras en las que Jesús se identifica con aquellos a quienes se ha hecho bien (vv. 35-40, 42-45), palabras que pudieron ser en origen prolongación de Mt 10. 42.

a)La separación entre ovejas y cabritos (vv. 32-33) es una imagen tomada de las prácticas pastorales palestinas, según las cuales los pastores separan a los carneros de las cabras, ya que éstas, por ser más frágiles, requieren una mayor protección del frío. Es probable que Cristo quiera atribuirse tan solo, por medio de esta parábola, las funciones judiciales del pastor de Ez 34. 17-22. En este caso, desearía recordar que el "juicio" no será una separación entre judíos y no judíos, sino, tanto dentro como fuera del rebaño, una separación entre buenos y malos. El juicio no será ya ético, sino moral.

b)Mateo añade a esta parábola del pastor unas palabras de Cristo que debieron de ser pronunciadas en otro contexto. Se refieren ante todo a la acogida que hay que dar a los "pequeños" (vv. 40 y 45). En labios de Jesús, la palabra pequeños designa especialmente a los discípulos (sobre todo en Mt 10. 42 y 18. 6, probablemente en Mt 18. 14 y 18. 10). Se trata de quienes se hacen pequeños con vistas al Reino, que lo han abandonado todo para dedicarse a su misión. Esos pequeños se han hecho ahora grandes y están asociados al Señor para juzgar a las naciones y reconocer a quienes les han dado acogida (cf. Mt 10. 40).

c) ¿Cabe la posibilidad de dar al pasaje de Mateo una interpretación más amplia y ver en los pequeños no sólo a los discípulos de Cristo, sino a todo pobre amado por sí mismo, sin conocimiento explícito de Dios? Parece que sí puede hacerse si se tiene en cuenta la insistencia del pasaje en torno al hecho de que los beneficiarios del Reino ignoran a Cristo, cosa apenas concebible por parte de personas que reciben a los discípulos y su mensaje. Además, las obras de misericordia enumeradas en los vv. 35-36 son precisamente las que la Escritura definía como signos de la proximidad del reino mesiánico (Lc 4. 18-20; Mt 11. 4-5) y sin limitarlas al beneficio exclusivo de los discípulos.

La caridad aparece como el instrumento esencial de la instauración del Reino de Dios (1 Co 13. 13).

En cualquier caso, lo que sí es cierto es que un cristiano del siglo XX no puede marginar esta cuestión, sea o no sea la de Mateo. Cristo se presenta en ella, en efecto, no sólo como el Hijo del hombre esperado por los judíos, sino también como el pastor de Ezequiel: no quiere que el logro del Reino dependa de una pertenencia física al pueblo elegido, y trata de definir las condiciones en las que un extraño al pueblo elegido puede ser justificado. Ahora bien: está claro que Jesús no se detiene en el reconocimiento que el pagano podría adquirir respecto a Dios y a su Mesías: este conocimiento de Dios no es un criterio suficiente. Para él, el único criterio válido es la red relacional en la que el hombre se sitúa respecto a sus hermanos y especialmente a los más pobres de entre ellos, y este criterio se basta a sí mismo, vaya o no acompañado de un conocimiento explícito de Dios. Cristo propone, pues, un concepto profanizado del juicio de Dios; desacraliza la teología judía en este punto: el hombre hermano de los hombres realiza el reino mesiánico, puesto que su obrar, sea o no consciente, es de Dios.

En cierto sentido, hay dos pesos y dos medidas en el juicio de Dios según que recaiga sobre la humanidad en general o sobre los miembros del pueblo elegido. Los primeros darán cuenta de su esfuerzo en pro de un ser humano mejor; los segundos darán cuenta de su vigilancia, que consiste en ver la presencia de Dios en la red de las relaciones humanas. Sólo la fe da esa posibilidad. Los cristianos están obligados no menos que los otros hombres a amar a sus hermanos, pero la fe les obliga a significar la densidad divina contenida en esa fraternidad y a ser así, de antemano, los testigos de lo que se aclarará en el juicio, cuando Dios revele a todos los hombres su presencia y su acción en la fraternidad y su solidaridad.

La asamblea eucarística reúne a los hombres "vigilantes" para que sean conscientes de la función que han de cumplir delante de Dios y de los hombres, dando testimonio de la presencia de Dios en las relaciones humanas.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 294


2. D/OPRIMIDOS: LA IDENTIFICACIÓN DE DIOS CON LOS OPRIMIDOS CONSTITUYE DESDE EL ÉXODO UNO DE LOS RASGOS CARACTERíSTICOS DEL DIOS BíBLICO. RD/HUMANITARISMO: LO QUE HACE DEL PAGANO UN MIEMBRO DEL PUEBLO DE DIOS ES SU HUMANITARISMO COMPROMETIDO CON EL QUE LO PASA MAL. 

La novedad de este acontecimiento son sus participantes: "todas las naciones". Se trata de los "goyim" o gentiles, es decir, de cuantos no forman parte del pueblo santo de Dios, porque o no son judíos o no han aceptado el modo de vida judío. Lo significativo del texto radica en esa presencia de los paganos en el acontecimiento final, algo absolutamente impensable en la mentalidad de los judíos contemporáneos de Jesús.

En sí mismo el texto es una parábola, a través de la cual Jesús hace ver a sus discípulos que en el futuro Reino de Dios pueden también tener cabida los no miembros del Pueblo de Dios. Culmina así un planteamiento que Mateo ha ido desarrollando a lo largo de su obra. Por tratarse de personas desconocedoras de Dios, la inclusión de las mismas en el Reino de Dios no puede ir ligada al conocimiento de Dios o al cumplimiento de su voluntad. Nada de eso, en efecto, menciona el rey en la parábola; sus menciones son a situaciones y comportamientos sin connotación alguna religiosa. Lo que hace del pagano un miembro del Reino de Dios es su humanitarismo comprometido con el que lo pasa mal. Este humanitarismo determina la calidad de su persona, haciéndola acreedora al título de "justo", un título hasta ahora reservado exclusivamente a los miembros del Pueblo de Dios y ligado al cumplimiento de la voluntad de Dios. Lo que, en cambio, no constituye novedad dentro de la Biblia es la identificación del rey con los necesitados: "cada vez que lo hicisteis con uno de mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis". Esta identificación, en efecto, constituye desde el Éxodo uno de los rasgos característicos del Dios bíblico.

Comentario.-La imagen de un juicio universal final, sacada de este texto, está muy arraigada en la conciencia cristiana, imagen consagrada además artísticamente por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Si el precedente análisis del texto es atinado, dicha imagen resulta problemática, no porque el texto no hable de un juicio (que sí lo hace), sino porque no es el juicio su intención prioritaria ni en ese juicio toman parte los pertenecientes al Pueblo de Dios.

Frente a la identificación de Pueblo de Dios y de Reino de Dios que hacían los contemporáneos de Jesús, éste proclama la mayor amplitud del Reino sobre el Pueblo, con la consiguiente consecuencia, sorprendente sin duda, de que al Reino de Dios no se accede por la sola vía religiosa. Frente a una concepción restrictiva del Reino de Dios, Jesús propone una concepción universal del mismo. Esta es la intención prioritaria del texto y que convierte al mismo en texto capital para la humanidad, por cuanto, al no hacer de la religión condición esencial para encontrar a Dios, cualquier humano puede llegar a Él, siempre que su vida tenga la calidad de la solidaridad. Es precisamente ésta la calidad que caracteriza al Dios bíblico desde el Éxodo hasta Jesús. A través de ella es como Jesús ha revelado a Dios y como se ha convertido en Rey del Universo.

A. BENITO
DABAR 1990/57


3.- La imagen del pastor que separa las ovejas de las cabras está tomada del texto de Ezequiel (primera lectura). Es importante no olvidar este detalle, pues sólo así comprenderemos que se trata evidentemente de un juicio entre los explotadores y explotados, entre los que hacen la injusticia y los que la padecen. El Señor saldrá al fin en defensa de los pobres, de los que sufren, de los perseguidos por su amor a la justicia...

El juicio será según las obras, no según lo que decimos creer y confesar. Así que son las obras las que distinguen y juzgan a los hombres al fin y al cabo, no las palabras ni los rezos. Cualquier otra discriminación o distinción no vale nada y no permanecerá: ni la raza, ni el dinero, ni la cultura, ni los honores..., colocan en verdad a los hombres a la izquierda o a la derecha del Señor. Pero las obras que pueden salvarnos son siempre obras de amor, porque la ley con la que vamos a ser juzgados se resume en el amor.

El cumplimiento del mandamiento del amor o su incumplimiento anticipa ya en el mundo el juicio final. El que ama a Cristo en los pobres y se solidariza con su causa se introduce en el reino de Dios.

EUCARISTÍA 1990/54


4.

El juicio del que aquí se habla es universal. La promesa y la amenaza que este juicio supone va dirigida sin distinción alguna a cristianos y paganos, a los creyentes y a los ateos, a todos los hombres y a los pueblos.

La imagen del pastor que separa las ovejas de las cabras está tomada del texto de Ezequiel (primera lectura). Es importante no olvidar ese detalle, pues sólo así comprendemos que se trata evidentemente de un juicio entre los explotadores y explotados, entre los que hacen la injusticia y los que la padecen. El Señor saldrá al fin en defensa de los pobres, de los que sufren, de los perseguidos por su amor a la justicia...

El juicio será según las obras, no según lo que decimos creer y confesar. Así que son las obras las que distinguen y juzgan a los hombres al fin y al cabo, no las palabras ni los rezos. Cualquier otra discriminación o distinción no vale nada y no permanecerá: ni la raza, ni el dinero, ni la cultura, ni los honores..., colocan en verdad a los hombres a la izquierda o a la derecha del Señor. Pero las obras que pueden salvarnos son siempre obras de amor, porque la Ley con la que vamos a ser juzgados se resume en el amor.

Notable y digna de toda consideración es en primer lugar la pregunta de los bienaventurados. Se ve que ellos no sabían lo que les esperaba, que ignoraban su amor a Cristo cuando amaban a los pobres. Pasaban por ateos, incluso se confesaban así en el mundo, y ahora resulta que son cristianos. Recordemos que Jesús dirigió las bienaventuranzas a los pobres, a los que luchan por la justicia y por la paz..., y sólo la última de ellas a los discípulos que confiesan explícitamente su nombre en el mundo. En segundo lugar fijémonos en la respuesta de Cristo, que se identifica con los pobres, con los forasteros, con los encarcelados, con los enfermos. Y esto no sólo porque tales son los que padecen la injusticia, sino también porque son los que buscan la justicia y luchan por alcanzarla.

En la pregunta de estos condenados se ve, por el contrario, la triste posibilidad de perder la vida y el reino de Dios que tienen cuantos en este mundo pretenden amar a Dios y ser cristianos sin amar al prójimo y reconocer a Cristo en los pobres y explotados. El cumplimiento del mandamiento del amor o su incumplimiento anticipa ya en el mundo el juicio final. El que ama a Cristo en los pobres y se solidariza con su causa se introduce en el reino de Dios; pero el que no ama y explota a sus semejantes se excluye del reino de Dios. El juicio universal será la manifestación y la proclamación de la sentencia definitiva, que se va cumpliendo ya en nuestras vidas según nuestras obras.

EUCARISTÍA 1987/54


5.

Estamos ante la última enseñanza de Jesús según el evangelio de Mateo. Su lenguaje es sobre todo profético, aunque en algún momento se acerca a la parábola y a la alegoría. Estas últimas palabras del Maestro nos describen la venida del Hijo del Hombre en gloria y poder para el juicio; cuando se ha sentado en el trono y se dispone a juzgar es llamado Rey: los que son juzgados le llaman Señor y, al hablar de "mi Padre", se nos muestra también como el Hijo: los títulos que la Iglesia primitiva da a Cristo resucitado, como expresión de su fe, se han concentrado aquí en pocas líneas.

El juicio se hace sobre todo el mundo ("todas las naciones"), como también a todos debe ser predicado el Evangelio (cfr. 28,19). La descripción del juicio es sobria, y estructurada en dos partes paralelas y antitéticas. La división derecha e izquierda o entre ovejas y cabras -imagen que recuerda al pastor que al caer la tarde reúne a su rebaño- es convencional y pedagógica.

Las palabras con que se acoge o se rechaza la entrada al Reino son un repaso de las llamadas obras de misericordia. Si toda la Ley consiste en amar a Dios y al prójimo (cfr. evangelio del domingo 30), lo que aquí aparece es el amor manifestado en hechos muy concretos. Por tanto, cada uno es declarado justo o es condenado según haya servido a los demás o se haya abstenido de hacerlo.

Ante este juicio aplicado por igual a "todas las naciones", cada uno de los dos grupos contesta a coro expresando la extrañeza cuando oyen que al ocuparse de un hermano o al dejar de hacerlo se lo hacían o rechazaban hacerlo al mismo Cristo. Y esta pregunta prepara las palabras del Juez sobre la razón de la sentencia: El Hijo del Hombre, Jesús, se hace solidario de aquellos que tienen alguna necesidad de ayuda. "Estos, los humildes" no son sólo los miembros de la Iglesia o comunidad de Cristo, sino que su alcance es universal, como el juicio: esto significa que la identificación de Cristo con ellos es independiente de su situación subjetiva.

Pero ni siquiera los justos son plenamente conscientes de esta solidaridad hasta el último momento, que será cuando aparezca el sentido pleno de cada una de las obras. Por otro lado, estas acciones de las que aquí se habla no son cosas excepcionales, sino hechos presentes en la vida de todos los días. Si el amor conduce a Cristo a solidarizarse con cada uno de los hombres, estos significa que el modo que tiene el creyente de manifestar su amor a Cristo es la solidaridad con el hermano, con todo hombre. Y que aquel que actúa con amor y misericordia, del mismo modo es juzgado; mientras que quien no ejerce la misericordia, es juzgado sin misericordia.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1981/22


6.

La separación entre buenos y malos que se realizará a la hora del juicio escatológico de Dios, será consecuencia de lo que cada uno habrá hecho en bien de los demás. Toda persona necesitada es un sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros.

MISA DOMINICAL 1990/05


7. A-H/JUICIO 
Dios santo, Señor y Dios nuestro,
tú que contemplas los cielos
en el infinito de tu gloria,
has tomado rostro de hombre
y has compartido la miseria
del más abandonado de entre los pobres.
Danos la fuerza de tu bendición.
Santifica nuestro corazón con el fuego de tu palabra
para que nuestros ojos reconozcan tu presencia
en la mano que se tiende
y en la mirada que mendiga nuestro amor.
Pues tu nos juzgarás sobre el amor
cuando llegue el día de tu juicio.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 27