COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 25. 14-30

 

1.

En cuanto a la parábola que leemos hoy (y siguiendo lo que dice C.H. Dodd en "Las parábolas del Reino", pág. 140-147), se puede intentar llegar a lo que esta parábola significaría en la situación real de la vida de JC. De este modo vemos que la parábola encuentra su centro de interés en el momento de rendir cuentas. Los dos primeros empleados han aumentado el capital y son alabados, mientras que el tercero, que creía que su cautela y honradez serían alabadas, se encuentra ante un duro vituperio.

Pero esta respuesta a su conducta no la recibe por ser demasiado miedoso y cobarde, sino por algo peor: el señor le había confiado su dinero para que lo hiciera fructificar, y él no ha cumplido con esta misión; es por lo tanto, un empleado inútil e infiel, no sólo un empleado miedoso.

En la situación en la que hablaba JC la aplicación era fácil. Los judíos piadosos buscaban su seguridad personal en la observancia de la Ley, con el fin de hacer méritos ante Dios, pero entre tanto, por su exclusivismo egoísta, la religión de Israel se convertía en una magnitud estéril: los pecadores, los gentiles, el pueblo sencillo, no se beneficiaban de la observancia farisaica de la Ley, y Dios no percibía intereses de su capital. Por ello, Israel será desposeído de lo que tiene, y se dará a un nuevo pueblo que, aceptando el riesgo que implica toda inversión, sea capaz de hacer fructificar los dones recibidos.

Esta aplicación inicial se transformó posteriormente, pasando la parábola a tener finalidad parenética, ilustrando la máxima "al que tiene se le dará": el que trabaja sus capacidades y su fe las aumenta; al que no las trabaja, se le degradan y las pierde. Y aún hay, finalmente, un tercer estadio de interpretación: la preocupación pasa entonces a la segunda venida de JC, que se ve representado en el retorno del dueño, y la parábola comprendida como imagen del juicio final: el empleado infiel será echado "fuera a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes".

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1975/20


2.

En aquel tiempo el que recibía una prenda de otro, si la enterraba en el suelo, en un lugar seguro, quedaba libre de toda responsabilidad. Nuestro hombre no lo pensó dos veces: fue y se dio prisa en enterrar el dinero de su señor, que le quemaba las manos. Ahora ya puede sentirse tranquilo: ha cumplido. Cuando el señor se presente, ya irá a desenterrarlo y correrá a devolverlo: "Aquí tienes lo tuyo". Como quien se quita un peso de encima, mientras piensa: y ahora dejadme en paz y no me molestéis más.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1978/21


3. PARABOLA/ALEGORIA.

Las últimas palabras del domingo pasado eran una invitación a vivir con la mirada puesta en el futuro: "Velad porque no sabéis el día ni la hora". El texto de hoy enlaza con esta invitación por medio de una partícula explicativa que, por razones obvias, ha quedado fuera de la traducción litúrgica. Así pues el texto quiere insistir y ahondar en la invitación del domingo pasado. Lo hace por medio de una parábola. Es la historia imaginada de un hombre que marcha al extranjero y confía sus bienes a tres empleados. A su vuelta, pasado mucho tiempo, alaba la actividad llevada a cabo por dos de los empleados y recrimina la inactividad del tercero.

* Comentario.-Cuando el texto es una parábola, una tendencia bastante frecuente es interpretar ésta en sentido alegórico, es decir, atribuyendo a cada personaje y situación de la misma un significado concreto. Interpretación alegórica de la parábola de hoy sería la siguiente: el hombre que se marcha es Jesús subiendo al cielo. Los talentos, las capacidades que cada cristiano tiene.

La vuelta, la segunda venida de Jesús al final de los tiempos. El tiempo entre la marcha y la vuelta de Jesús, la historia humana.

El rendimiento de cuentas, el juicio final en el que cada uno deberá responder de las capacidades recibidas. El premio y el castigo, el cielo y el infierno.

La interpretación alegórica de las parábolas tiene varios inconvenientes: ruptura con el contexto literario, desmenuzamiento y falta de sentido unitario, pérdida de plasticidad y de evocación, ausencia de criterios uniformes de trasposición, subjetivismo. Demasiados inconvenientes. Vamos a evitar, pues, todos hablar de la parábola de hoy en términos alegóricos. En su lugar fijémonos en la impresión de conjunto dentro del contexto. Lo podemos sintetizar de la siguiente manera: el desconocimiento del día y de la hora no debe inducirnos a pensar que ese día y esa hora no existen.

Algo ha cambiado en la actitud de los cristianos del tiempo de Mateo respecto a la venida del Señor. Parecen quedar ya lejos el interés y la excitación de ánimo reflejados en la segunda carta que Pablo había escrito a los cristianos de la ciudad griega de Tesalónica. A estos cristianos Pablo les pedía que no perdieran el juicio ni vivieran en continua zozobra por lo que ellos consideraban inminente venida del Señor (cf. 2 T 2. 1-2). En tiempo de Mateo, la actitud parece haber pasado al extremo contrario: de la zozobra al desinterés e indiferencia. ¿La venida del Señor? ¿Una historia abierta al futuro de Dios y al encuentro con Él? A los cristianos del tiempo de Mateo éstas les debían parecer ya preguntas carentes de sentido y tal vez ridículas.

Pero si la zozobra que Pablo criticaba era mala, también lo es el otro extremo del péndulo anímico, probablemente también el nuestro en esta cuestión. Con la parábola de hoy Mateo quiere reavivar no la zozobra (esto queda para frustrados, personas que han perdido el tren de la vida, agoreros y fatalistas), sino la vigilancia, es decir, la actitud abierta al futuro de Dios y de nosotros con Él. Una vez más, la plástica y la crudeza de las imágenes (esto es una parábola) ayudan más que cien palabras a despertar esta actitud abierta o de vigilancia y que en la parábola se expresa como actividad económica. Jesús era un maravilloso maestro del lenguaje. No estropeemos su lenguaje lleno de garra ni lo entenebrezcamos con nuestras alegorías del miedo. Miremos sin más hacia fuera de nosotros y hacia adelante, hacia la línea del horizonte en que el Hombre (cada uno de nosotros) y Dios se funden en un abrazo. Es el día y la hora.

ALBERTO BENITO
DABAR 1987/55


4. PEREZA/RD

La figura más significativa es la de este último administrador, el que recibe sólo un talento de plata y se lo guarda hasta la vuelta del dueño. Temiendo complicarse la vida, el administrador aquel debió pensar: "Si lo guardo y se lo devuelvo al dueño en cuanto vuelva, no podrá decirme nada; por el contrario, si negocio con él puede salirme mal".

Pero el dueño, al llegar, le llama "negligente y holgazán", y lo despide de su trabajo, porque lo que había que hacer no era guardar el dinero, sino arriesgarse y sacarle fruto. ¡Y pensar que el administrador había obrado así por prudencia, creyendo que aquello era lo más sensato que podía hacer para no perder el dinero! ¡Qué imprudente había sido, en realidad! Todo esto es más o menos lo que hacemos nosotros cuando decimos: "Yo estoy en paz con Dios porque no hago daño a nadie, porque no me meto con nadie, y voy a misa y rezo". (...).

No es eso lo que quiere Dios, no es eso lo que predica JC. UN CRISTIANO NO QUEDA EN PAZ CON DIOS PORQUE NO HAGA DAÑO A NADIE: actuar así es hacer lo que el administrador que se guarda su talento y no lo hace rendir. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se esfuerza porque los dones que tiene sirvan para que avance la causa del Evangelio en el mundo, para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el amor, la fe.

Y ello, AUNQUE SUPONGA COMPLICACIONES, RIESGOS, ERRORES. Porque si uno se queda encerrado sin preocuparse de nada, sin duda no se encontrará con ningún riesgo ni problema, pero al final Dios le llamará "negligente y holgazán", como al administrador del talento. Por el contrario, si uno quiere ser fiel, sin duda se encontrará con momentos poco claros, y se equivocará probablemente más de una vez. Pero Dios podrá decirle al final que ha sido fiel a lo que él quería: que los dones que él ofrece a los hombres den fruto.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1981/03


5.

Cada uno puede esconderlos de muchas maneras. Por ejemplo: cuando nos desentendemos de ellos; incluso creyendo, vivimos en realidad de espaldas a Dios, por nuestra cuenta y riesgo, procurando sólo lo que nos conviene. O cuando nuestra vida cristiana es superficial; realizamos el bien cuando nos es fácil, pero dejamos de lado lo que nos cuesta un esfuerzo, como nuestras verdaderas responsabilidades o lo que nos pide la caridad que debemos a los demás. Vivimos un cristianismo muy flojo.

O también cuando nuestra fe es demasiado rutinaria y nos limitamos a ir tirando, sin aprovechar toda la riqueza y la fuerza de los dones que Dios nos da para que -poco a poco y sencillamente- vayamos creciendo como hijos y nos vayamos asemejando a la imagen de su Hijo, Jesús. Cada uno de nosotros debe considerar con responsabilidad cómo trabaja los dones de Dios, es decir, si está respondiendo a lo que Dios espera de él.

J. COLOMER
MISA DOMINICAL 1987/21


6.

La parábola de los talentos, como la de las diez doncellas, de hace una semana, tiene un fuerte matiz escatológico, con insistencia en la tarea que cada uno recibe en este tiempo de espera de la venida del Señor.

El que va al extranjero es una persona importante que libremente, porque así lo quiere, confía sus bienes a los criados, de acuerdo con la capacidad de cada uno de ellos, puesto que los conoce en profundidad. Hasta la vuelta del Señor, los protagonistas son los sirvientes, que usan de modos distintos los bienes que se les confiaron: dos de ellos arriesgan lo que tienen y -sin que se diga cómo- consiguen duplicar los bienes, mientras que el tercero -con miedo de perderlo todo- guarda temerosamente lo que se le confió. El punto más importante de la parábola es la reprobación del tercero de los empleados, que viene preparada por las palabras del señor a los dos primeros: ambos reciben la misma alabanza, no por la cantidad de capital que han conseguido, sino porque los dos pusieron en juego los bienes confiados y los hicieron progresar, y el señor les dice que en esto consiste la fidelidad. La invitación hecha por su señor tiene resonancias de recompensa escatológica.

No ocurre así con el tercero de los empleados. Este excusa su falta de actividad en el respeto, el miedo y las exigencias de su amo; ni siquiera se atrevió a colocar el dinero en un banco. Se quedó con los brazos cruzados quizá porque creía que su señor regresaría pronto y se ocuparía personalmente de lo que era suyo. No ha tenido interés alguno en aumentar los bienes en que el señor le hizo participar gratuitamente.

¿A quién iba dirigida la parábola de Jesús? En general, a todos aquellos que ponen en primer lugar la propia seguridad y comodidad en lugar de buscar el crecimiento de los bienes del Señor. Concretamente, quizás a los que se consideraban guardianes de la Ley, muy preocupados para que ellos no faltasen en nada y por guardarla en toda su auténtica pureza y muy poco, en cambio, por buscar auténticos intereses de Aquel que se la confió. El tercer siervo es llamado "negligente y holgazán", en contraposición con los otros dos, que son fieles y cumplidores. De este modo nos vamos dando cuenta de que la espera debe ser en todo momento activa y responsable. El que hace fructificar el don recibido, recibe aún más, mientras que quien no da fruto alguno pierde incluso el primer don con que el señor lo había asociado a sí mismo. Este último empleado, finalmente, es sacado fuera y separado de la fiesta a la que han sido invitados los demás.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1993/14