27 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
1-7

1.

La parábola pudo ser dirigida por Jesús a los escribas de su tiempo para acusarlos de la mala administración que habían hecho de la palabra de Dios. Mateo, que parece conservar la versión más original la aplica a la situación de la comunidad cristiana para que no sea negligente porque la parusía tarda en llegar.

Fijándose en las fabulosas cantidades de dinero que se manejan en la narración (cinco talentos serían ciento cincuenta kilos de plata), algún comentarista la ha llamado "parábola de los millones". La frase "al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene" era seguramente un refrán popular que subrayaba lo injusta que es la vida.

Enterrar el dinero envuelto en un pañuelo de cabeza era, según el derecho rabínico, la protección más segura contra los ladrones y eximía de responsabilidad civil.

El siervo que devuelve a su señor lo mismo que recibió es condenado por negligente y holgazán. Sabía de antemano que a su amo no le gustaría, pero pensó salvar la situación sin trabajar ni arriesgarse ni meterse en líos. Hasta pensó que no hacía nada malo. Al fin y al cabo no se había gastado el dinero en ninguna juerga particular. Ni siquiera llevó el dinero al banco, con lo cual se perdió una apreciable cantidad de dinero en concepto de intereses. Su postura, que él consideraba simplemente conservadora, era en la práctica ruinosa. ¿Fue mayor su pereza o su miedo? ¿Obró con prudencia? PRUDENCIA-FALSA: Es habitual en algunos ambientes de Iglesia entender la prudencia en el sentido exclusivo de "lo que no hay que hacer". Se recalca que "es mejor no pasarse", como si el no llegar fuese una virtud y no un fallo evidente. Se recomienda no ser persona de novedades (¡que se equivoquen otros primero!). Lo nuevo es sospechoso por el mero hecho de serlo. Prefieren ser en todo caso los más modernos de los antiguos. De hecho, en la Iglesia siempre se llevan la regañina los que abren caminos, nunca los que no andan.

BUSQUEDA/PEREZA: Así el tradicionalismo mata lo más valioso de la tradición. Sin embargo, vivir es moverse, y moverse siempre lleva algún riesgo. El hombre es un ser incompleto que busca su realización. Quien no anda ni busca da la impresión de que ya lo tiene todo. Se puede estar vivo por la única triste razón de que no ha llegado la muerte. No vivo, me viven. No pretendo estar en las páginas de la historia, sólo quiero no tener problemas. Tal vez pueda ser ésta la radiografía actual del siervo perezoso que, además, coincide curiosamente en retratar a su amo como "duro": Dios es más juez que padre.

PEREZA/MIEDO: El acusado explica su actitud como fundada más en el miedo que en la pereza. La confianza de su amo le produce un miedo que mata su libertad para negociar, su espontaneidad y su creatividad. Ni la gran Iglesia, ni la pequeña comunidad, ni el creyente concreto deben tropezar en esta piedra. La responsabilidad de los creyentes no es "conservar" congelado el evangelio de Jesús, sino hacerlo operativo con audacia; no guardarlo como simiente, sino sembrarlo; no es adorarlo como pan, sino comerlo. Adolecemos de un miedo paralizante que, al menos desde las palabras de Jesús, no tiene justificación. (...).

FE/TALENTOS: La fe es uno de los talentos que debemos hacer rendir. Somos depositarios de algo que tiene un valor más fabuloso que las enormes cantidades de dinero citadas en la parábola. Enterrarla en el mero cumplimiento, en la rutina o en la estricta intimidad es hacerse merecedores de la condena del Señor. Es preciso vivirla, alimentarla, testimoniarla y contagiarla. Cada uno con su peculiar estilo de negociar y sin infundados escrúpulos por lo que pueda pasar. Lo peor es no hacer nada, el resto siempre se justifica ante el Señor si se hizo pensando en el bien de los demás.

EUCARISTÍA 1990/53


2. 

Los dos primeros servidores tienen simplemente la función de poner de relieve, por contraste, el comportamiento del tercero; a diferencia de los dos primeros, el último esconde el tesoro en un hoyo. También las dos primeras liquidaciones de cuentas tienen por finalidad atraer la atención sobre el tercero. Por eso está claro que hay que centrar la atención en el comportamiento del siervo malo y que la clave de toda la parábola está en el diálogo entre el siervo malvado y el amo (vv. 24-27).

El siervo tiene su idea del amo, a saber, la de un hombre duro, que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido (v. 24). En semejante concepción de Dios sólo hay sitio para el miedo y la observancia escrupulosa de la ley: ¡todo lo que está prescrito y nada más! El siervo no quiere correr riesgos y pone al seguro el dinero, teniéndose por justo porque puede devolverle al amo lo que ha recibido. Se considera libre de obligaciones: "Temiendo, fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo tuyo" (v. 25).

También el oyente se siente tentado a considerar justo el razonamiento del siervo e injusta, por el contrario, la pretensión del amo. Es la misma reacción que surge frente a otras parábolas; por ejemplo, en la parábola en que se habla del amo que da la misma paga a los obreros que han trabajado sólo una hora (Mt 20. 12); o en la parábola del pródigo, que nos habla de un padre que perdona y festeja la vuelta del hijo que salió de casa y dilapidó su patrimonio (en cambio, no se hace fiesta por el hijo que quedó en casa: Lc 15. 29-30). La reacción del oyente -reacción que la parábola suscita intencionadamente- es la de los escribas, los fariseos y los observantes celosos y escrupulosos de la ley. Ninguno de ellos entiende la conducta de Dios que se manifiesta en el comportamiento de Jesús. La consideran injusta.

Conciben ellos la justicia como una relación de paridad: tanto cuanto. En cambio, Jesús se mueve en la perspectiva del amor, que no sabe de cálculos, pero tampoco de miedo. Dios, el primero, no se comporta según la rígida justicia de la paridad; por eso perdona a los pecadores, festeja la vuelta del hijo pródigo y paga a los últimos obreros como a los primeros. Pero también el servidor debe salir de la estrecha perspectiva del tanto cuanto. El siervo no debe poner límite a su servicio, porque el amor no tiene límites. Ni debe temer correr riesgos, porque el amor no sabe de temores.

Así pues, la parábola tiene fundamentalmente como finalidad hacer comprender la verdadera naturaleza de la relación que existe entre Dios y el hombre. Es todo lo contrario de aquel "temor servil que busca refugio y seguridad frente a Dios mismo en una exacta observancia de sus mandamientos" (J. Dupont). Es, al contrario, una relación de amor, del que únicamente puede brotar valor, generosidad y libertad.

Todo lo que hemos observado hasta ahora pertenece probablemente al tenor originario de la parábola. El evangelista Mateo, que recoge la parábola de la tradición, la reelabora, la inserta en el discurso escatológico y se sirve de ella para ilustrar su apremiante invitación a la vigilancia. La finalidad del evangelista se aclara con un "en efecto" colocado al principio: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora; es como, "en efecto", un hombre que, al emprender un viaje..." Mas ¿qué significa en concreto vigilar? El siervo vigilante y atento, nos dice Mateo, es el que, superando el temor servil y la mezquina concepción farisaica del deber religioso, traduce el mensaje en actos concretos, generosos y animosos. Esperar al amo significa asumir el riesgo de la propia responsabilidad. Dios no quiere que se le devuelva cuanto nos ha dado, sino mucho más. A quienes se mueven en el terreno del amor y corren el riesgo de las decisiones, se les abren perspectivas siempre nuevas. En cambio, el que se queda inmóvil y temeroso, se hace estéril y se le quitará incluso lo que tiene (v. 29).

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág 261


3. MONEDA TALENTO. LINGOTE DE PLATA DE APROXIMADAMENTE 30 KILOS

Ante todo, qué son estos talentos. Los estudiosos nos informan de que el talento era una especie de lingote de plata, con un peso aproximado de treinta kilos. Y así, aquel que recibió cinco talentos se ha visto cargado con más de 150 kilos. Y si la expresión "a cada cual según su capacidad" debe entenderse también como capacidad muscular, hay que reconocer que aquel individuo debía tener unas fuertes espaldas para arrastrar tras sí un quintal y medio de plata...

Y aquí hago una primera observación fundamental: el talento no se gana, no se conquista, no se merece. SE RECIBE.

Los tres empleados de la parábola están equiparados en esta realidad del don. Un don distinto cuantitativamente. Pero siempre don. Para todos.

Así pues, en la vida cristiana el punto de partida no está representado por la nada. No se parte de cero.

-Me he hecho yo solo- proclaman, habitualmente, con tono de satisfacción, algunos personajes importantes, en los campos más diversos, "llegados" a posiciones de prestigio, cuando el entrevistador de turno les hurga acerca de los componentes de su éxito. En la "carrera" cristiana nadie se ha hecho por sí mismo. La existencia se construye con un material que se ha puesto a su disposición, que se le ha dado gratuitamente. Existe una "base" segura que se nos ha ofrecido.

Todo es gracia. Y la tarea, por nuestra parte, no es más que la respuesta a un don que nos hemos encontrado entre las manos.

El "Amo", pues, nos entrega algo para que trabajemos. Y este algo se hace "nuestro".

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO A
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1986.Pág 237


4.

La insistencia de Jesús en la vigilancia activa de los cristianos nos hace pensar que los discípulos y, después, los primeros cristianos no tenían muy clara la exigencia de la fidelidad a una misión que se les encomendaba y a la confianza que Dios deposita en los creyentes de cara a la implantación de su Reino en este mundo. Por esa razón, todas las parábolas sobre la vigilancia se fijan más en la infidelidad y en sus consecuencias que en la fidelidad, que también la hay.

El operario del Reino no es un arrendatario, como los cultivadores de la viña de Yahvé, que estaban regidos por un contrato, (la ley); el operario del Reino es un invitado a administrar libre, personal y responsablemente los bienes de ese Reino; esta responsabilidad es mayor cuando Jesús dice, intencionadamente, que el Señor se ausenta y deja su propiedad en manos de su operario.

El Señor espera la fructificación de lo que entrega. La conservación y custodia de los dones recibidos es una actitud insuficiente en el Reino de Dios.

La vigilancia evangélica no se puede reducir, como tantas veces, a una fe bien informada y confesada, a una piedad fervorosa en actos culturales, ni a una lucha angustiada contra las faltas de perfección. Todo esto es "previo a" y "en función de" lo esencial del cristiano: la fidelidad a la misión encomendada; hacer partícipes a los demás de nuestra esperanza, hacer llegar a todos los hombres el Reino de Dios: la verdad, la justicia, la paz, los panes y el Pan.

Muchos cristianos entienden la fe como un esconder y conservar los dones recibidos, como hace el criado condenado por Jesús en la parábola; saben que Dios los salva (algunos ni eso), y piensan que lo mejor es estarse quietecitos y que Dios los coja recién confesados y comulgados; saben también que puede venir por sorpresa, pero olvidan que cuando venga nos va a preguntar por la positividad de nuestro amor y de nuestra luz, que nos va a preguntar, en definitiva, por nuestros hermanos: la fe de mi hermano, su esperanza y su felicidad son la fructificación de lo que yo he recibido.

Junto a esta parábola de los talentos (los bienes del Reino), nos ofrece la liturgia un texto de Pablo en el que nos dice que no debemos ser sorprendidos por un fin imprevisible; y nos da una razón: el creyente tiene la luz de la fe y vive su futuro sin incertidumbre, como en pleno día; el creyente conoce ya el "sabor" de todo lo que espera.

Nos ofrece también la liturgia otro texto del libro de los Proverbios. Ejemplariza la actividad fructuosa, la vida entendida como una misión a cumplir, con la imagen de una mujer. Le asigna tres actividades: esposa, madre y ama de casa. No ejemplariza estas funciones como propias de la mujer, pues puede hacer otras; lo que ejemplariza es lo bien equipada que está esta mujer para cumplir su misión: sabia, prudente, trabajadora, hábil, previsora, caritativa.

Como dice el sabio refrán castellano: "a Dios rogando y con el mazo dando". Los cristianos, como el criado perezoso nos olvidamos más del mazo que del ruego. Como siempre: "la virtud está en el medio".

JAIME CEIDE
ABC/DIARIO
DOMINGO 18-11-90/Pág. 70


5. GRACIA/ESFUERZO: 

-Lenguaje mercantil

La verdad es que el evangelio de hoy nos habla de negociar, de producir y de inutilidad. Un lenguaje mercantil, de negocios, y que puede parecer muy poco religioso. La intención de la parábola está bien clara y de ahí lo mucho que se ha usado en el lenguaje exhortativo. Hay que hacer rendir a los talentos que Dios nos ha dado, las cualidades, los carismas. Ser cristiano implica toda una tarea, un esfuerzo. Este es el mensaje obvio y el discurso que lo sigue. El talento era una especie de lingote como de veinte o treinta kilos de plata u oro, lo cual, sólo para empujarlo necesitaba ya un esfuerzo muscular considerable.

-Gracia y exigencia

Se da a cada uno según sus capacidades. Todo es gracia, pero bien distribuida. Dentro de la gratuidad inicial, hay como una racionalidad y medida en el don y en la exigencia. Esto parece como muy sensato. Lo que ya no es tan sensato y acomodado a la sensibilidad del hombre de hoy, que se proclama dueño de sí y de su destino y que admira como ídolo a quien se ha hecho a sí mismo, es que todo sea gracia. El creyente, sin embargo, sabe que, en última instancia, todo es verdaderamente gracia, y así debe entender y enfocar su vida. Es el punto de partida que hay que compaginar con la exigencia en la tarea. ¿Por dónde debe ir para el cristiano de hoy lo mejor de su esfuerzo y su tarea?

-Dos pistas

Me atrevo a indicar dos pistas: por un cuidado de la fe y por una tarea pastoral seria. La situación de nuestro mundo secularizado e increyente presenta al creyente un reto importante. Con una fe/infantil y puramente sociológica no se puede vivir a la altura de nuestro tiempo.

-Madurar la fe

Esto exige cuidar y madurar la fe. Hoy hace falta pasar por un buen catecumenado para llegar a una fe adulta y después no descuidar la formación, ya que ésta ha de ser permanente. Y esto ha de hacerse en grupo, en comunidad. Nuestras parroquias tienen que ofrecer hoy este servicio a los cristianos. Es toda una tarea por madurar y desarrollar la fe, que va desde el cultivo interior de la espiritualidad, a los frutos y testimonios de esa misma fe.

El talento que tenemos que desarrollar hoy es, en primer lugar, nuestra fe. Y esto vale para todos, para pastores y para pueblo de Dios. El evangelio de hoy nos exhorta a producir, a dar frutos. Esta es otra dimensión clara de la fe.

-La tarea en el mundo

¿Que frutos tienen que ser ésos? Es algo que cada uno de nosotros tendrá que ver desde su vida personal y también desde la sociedad en que vive. El campo es amplísimo, especialmente para los seglares que tienen su misión en el mundo. En estos últimos años muchos de nuestros seglares se han dedicado a la catequesis, a tareas intraeclesiales y como que han abandonado su misión en el mundo. No es bueno, aunque el ser catequistas es una gran tarea.

La cultura, la promoción social, la política, son campos que un cristiano no puede desconocer. Son espacios donde hay que extender el Reino de Dios y desde donde se puede hacer un servicio muy especial al hombre.

Cuando hay en nuestro mundo tantos hombres que por solidaridad desde el sindicato o el partido se comprometen con la lucha por la liberación del hombre, no podemos los cristianos perdernos en pequeñas escaramuzas o en planes y compromisos sin fuste.

-Las palabras y las obras

La evangelización debe ser con palabras y con obras y metiéndonos de verdad en el corazón de los problemas. Si no es así el mensaje cristiano no hará mella en amplios sectores del mundo moderno como puede ser el mundo obrero o el de los pobres.

-Miedo y creatividad

El miedo es lo que atenaza la creatividad del tercero de los empleados. Le falta confianza en sí mismo y en el Señor, a quien considera duro y exigente. Eso le lleva a enterrar el talento. En ningún momento hace suyo el talento.

Los cristianos necesitamos como nunca la creatividad para extender el Reino de Dios. Muy especialmente en los viejos países de cristiandad secularizados y descristianizados. Todo un reto histórico. En el fondo, el miedo nace de la falta de confianza, de la falta de fe y es algo que se contradice con una actitud creyente. La fe, por lo tanto, debe ser siempre fuente de creatividad. Punto de examen para un cristiano.

MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR 1987/55


6.

La parábola de los tres empleados, llamada también "de los talentos", sigue el esquema del drama en tres tiempos:

1)el dueño confía sus bienes a tres empleados antes de marcharse al extranjero, vv. 14-15;

2)distinto comportamiento de los tres empleados durante la ausencia del dueño, vv. 16-18;

3)retorno del dueño y "ajuste de cuentas con ellos", con la recompensa o castigo de los empleados en relación con su rendimiento, vv. 19-30.

El tercer momento es el punto culminante de la historia y hace que centremos nuestra atención en el diálogo entre el dueño y el tercer empleado que representa al hombre prudente, atento a no arriesgar nada de lo que no es suyo, conservándolo intacto.

Los oyentes se identificarían con toda seguridad con su protesta (cf. la protesta del trabajador de la primera hora): es injusto que el dueño le castigue por haber conservado intacto (es legal) lo que se le había confiado. Pero es que Dios no sigue nuestros criterios de justicia.

Se ha interpretado desde la ética burguesa que valora mucho las cualidades personales, llamadas "talentos". Imaginemos tres jóvenes ejecutivos: no hay lugar para el que no tenga iniciativa y agresividad emprendedora.

En su contexto original, Jesús, provocando la identificación de los oyentes con el tercer empleado denuncia el legalismo judío en la relación con Dios, porque impide descubrir la gratuidad del amor de Dios y favorece una imagen del mismo deformada por el miedo. La relación con Dios no puede ser legalista; hacer estrictamente lo que está mandado es de prudentes y conservadores: uno se limita a hacer "su deber" y por miedo no hace más. Así actúa el tercer empleado. Jesús propone una relación gratuita con Dios basada en su propia experiencia.

Los dos primeros empleados son denominados "fieles y cumplidores" y son recompensados; en cambio, el tercero "negligente y holgazán" y se autocondena cuando intenta justificarse proyectando su angustia y su miedo en la imagen que se ha forjado del dueño: "...sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces". Un Dios así da miedo.

Mateo inserta esta parábola de los tres empleados en el discurso escatológico para denunciar el comportamiento del tercer empleado que, por falta de fe y confianza en el Señor no se compromete gratuitamente. El miedo es lo contrario de la fe, como la holgazanería lo es del dar fruto. Mateo motiva a sus lectores a que se comprometan seria y generosamente en el tiempo de espera de la venida del Hijo del hombre. Y los "talentos" no se pueden identificar con las cualidades o dones naturales que ha recibido cada hombre, sino con el ESTATUTO DE LOS DISCÍPULOS que han recibido gratuitamente la revelación de los "misterios divinos" que ha de fructificar. La fe es respuesta gratuita a la iniciativa gratuita de Dios.

J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/21


7. I/AYUDA DIA-I-DIOCESANA

-EL DOMINGO DE LOS TALENTOS Y EL DÍA DE LA IGLESIA

El evangelio de los talentos enmarca toda la liturgia de hoy en un clima de valoración general de nuestro ser cristiano, valoración que iniciábamos el domingo pasado y que culminará el domingo próximo, solemnidad de Cristo Rey con el evangelio del juicio final sobre el amor.

La pregunta de hoy es doble y bien clara: ¿Hacemos fructificar realmente todas las posibilidades que tenemos? Y esta fructificación, ¿está al servicio del Reino de Dios? No basta con enterrar los talentos recibidos ni mucho menos negociar con ellos para provecho propio: hay que negociar para el dueño que nos los ha confiado. Y detrás de esta doble pregunta tiene que haber un convencimiento básico, que valdría la pena subrayar: el convencimiento de que trabajar y negociar para este dueño es lo más grande y lo más valioso que es posible hacer en esta vida.

En este contexto, celebramos hoy el DÍA DE LA IGLESIA. La importancia de trabajar para el autofinanciamiento suficiente de la Iglesia es obvia, y hay que insistir en ello con firmeza. ¿Qué clase de cristianos somos, que para financiar nuestra Iglesia tenemos que confiar en el Estado? Aunque ésta haya sido la práctica habitual durante siglos, objetivamente no es razonable (otra cosa distinta serían los servicios de tipo social que ofrece la Iglesia). Hay que insistir una y otra vez en todo esto.

Y, en este domingo, sería aconsejable, a la vez que pedagógico, que la insistencia se realizara en el amplio contexto que sugiere el evangelio: ¿Qué hacemos de todas las posibilidades que tenemos?

-QUE FRUCTIFIQUEN TODAS LAS POSIBILIDADES Y LO HAGAN AL SERVICIO DEL REINO. A veces, el evangelio de hoy se ha entendido como una llamada "a ser personas de provecho" en el sentido individualista y pequeñoburgués del término: estudiar con ahínco para abrirse paso en la vida, etc. Es una mala interpretación. Tenemos que trabajar para el negocio del dueño. Y su negocio se resume en las líneas que siguen al evangelio de hoy y que leeremos el domingo próximo: "...cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos...".

El examen de hoy es una invitación al examen de conciencia. Y el primer punto del examen versaría sobre la pereza y la desidia.

Las cosas hay que hacerlas con seriedad, la vida hay que planteársela con seriedad. No basta con tener como único horizonte en la vida mirar la televisión horas y más horas. No basta con estudiar simplemente para aprobar los exámenes con un suficiente. No vale tener hijos y luego no prestarles atención.

No basta con ponerse un escudo que diga: "yo no sirvo para esto" para así ahorrarse responsabilidades. No basta con creer que ser cristiano consiste simplemente en ir a misa el domingo.

Después viene el segundo punto del examen. ¿Hacia dónde encamino mi trabajo? ¿Qué objetivos tiene mi esfuerzo? ¿Simplemente vivir mejor y estar mejor considerado? ¿Tener éxito y basta? El examen podría consistir en ver cómo utilizamos nuestras riquezas ("talentos") de conocimientos, de tiempo y de dinero. No hay nadie que no tenga posibilidades de poner conocimientos, tiempo y dinero al servicio del Reino de Dios. Y todos tenemos la obligación de examinarnos en este sentido.

El servicio al Reino de Dios tiene dos vertientes: el servicio a los pobres y a una vida digna para todos (actividades sociales, entidades, vida sindical o política, ayuda a los necesitados), y el servicio al buen funcionamiento y mantenimiento de la Iglesia (desde tener en orden los locales parroquiales hasta ayudar en gestiones técnicas, pasando por la simple y trascendental cooperación económica). En este sentido vale la pena subrayar que el misal, al hablar de la presentación de ofrendas al altar para la Eucaristía, dice que al llevar el pan y el vino puede añadirse dinero y ayuda para estos dos objetivos: los pobres y la Iglesia (Ordenación General del Misal Romano, n. 49).

El que un abogado decida abrir un despacho en un barrio en el que sabe que van a pagar poco, que un electricista haga reparaciones baratas en la Iglesia, que un vecino tenga tiempo para escuchar al que necesita ser escuchado, que por la noche uno sea capaz de salir de casa para ir a hacer catequesis, que cada uno dé un porcentaje de lo que gana para Cáritas, para ayudar al Tercer Mundo, para el autofinanciamiento de la Iglesia... Y hoy, este último punto del autofinanciamiento de la Iglesia se convierte en una llamada insistente, muy importante para todos.

Muy importante. ¡Ojalá se nos pueda decir también a nosotros las palabras pacificadoras que Pablo decía a los cristianos de Tesalónica en la segunda lectura de hoy.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1990/21