34 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXI
CICLO C
11-18

11.

LOS ENANOS

Zaqueo es posiblemente un buen retrato robot del hombre de negocios de nuestros días. Aunque pueda parecer que cualquier semejanza con la realidad actual es mera coincidencia, hay dos cosas indiscutiblemente delatoras: la desmesurada ambición por ganar el dinero como sea y el enanismo, o sea, la falta de talla para poder ver todo lo que no sea ganancia fácil.

TRABAJO/NEGOCIO: Claro está que no debe identificarse al hombre de negocios, que representaría nuestro pequeño hombre del evangelio, con los empresarios, ni con todos, ni sólo con ellos. Hoy se llama negocio a cualquier forma de ganar dinero en abundancia, al margen del "trabajo", de la legalidad y de la ética. Es verdad que en ocasiones se adjetivan ciertos negocios de sucios, pero el sustantivo, el negocio, sigue en pie. Por eso suele ser un mal negocio el trabajar por cuenta ajena, y son buenos negocios los que sustituyen el salario por la especulación. Es buen negocio a partir de unos beneficios más allá del 50 por ciento, y es, por el contrario, mal negocio, tener que desprenderse del stock a precio de saldo. De modo que "bueno" y "malo", cuando se refieren a los negocios, no tienen nada que ver con la ética, sino con la rentabilidad. La expresión "el negocio es el negocio" se ha erigido en principio fundamental de moralidad, en valor absoluto, que legitima cualquier ganancia. La pornografía, el narcotráfico, la venta de armas, la adulteración de alimentos y la rapiña de patentes, o la trata de blancas, de negros, de niños, de deportistas, como el tráfico de órganos humanos, los secuestros y un largo etcétera, aunque no siempre gocen de la bendición del sistema -o se discriminen algunos por aquello de las apariencias- tienen infinidad de cultivadores, dispuestos a todo. Y pueden generalizarse en cualquier momento. Tampoco la usura estuvo bien vista en otros tiempos y hoy campea entre los negocios más "saneados" de cualquier economía. Como lo es la venta de agua, que unos ensucian y otros purifican, para vendérsela a su legítimo dueño, que es el pueblo. Pienso que no tardaremos en tener que comprar el aire común, ensuciado por muchos y que algún espabilado encontrará la forma de limpiarlo para revenderlo y así hacer negocio.

FE/DINERO: Y es que, todo hay que decirlo, no se ha perdido la fe religiosa, sino que se ha transferido al dinero. No deja de ser significativo que la moneda por excelencia, el dólar, lleve como leyenda la confesión de que "en Dios confiamos", o sea, en el nuevo dios que es el dólar. Una versión actualizada podría ser "en Ti confiamos".

El dinero se ha enseñoreado de todo. Hasta el punto de que ha perdido la partida la Política económica para dejar paso a la Economía política, es decir, pierde el poder en favor del dinero, que es quien manda, decide y nos lleva a todos de cráneo. Por eso se augura ya la crisis de la sociedad del bienestar, porque quiere repartir el bienestar, pero sin repartir el dinero, lo cual es como pedir peras al olmo. Habrá que ir pensando en modificar la solemne declaración de los Derechos humanos, para reconocer que el primer derecho no es el derecho a la vida, sino el derecho al dinero, sin el que no hay vida posible de momento.

O, y sería deseable, habrá que tomar ejemplo del pequeño Zaqueo, para que, por fin, los enanos caigan en la cuenta de su falta de talla, y se encaramen a una higuera para ver lo que pasa. Que, a lo mejor, resulta que subidos a la higuera empezamos a ver las cosas de otra manera que como negocios.

Pocos serán hoy los que discutan teóricamente la afirmación de ·Freud-S que considera que la persona que no ha superado la fase "analerótica" y continúa preocupada exclusivamente por "tener" y "poseer", es neurótica.

Sin embargo, son innumerables los que dirigen sus principales energías a tener, acumular y ostentar.

Empujados por su obsesión de "poseer", tienden a extender su necesidad de propiedad a todos los ámbitos de la vida. "Tienen" unos conocimientos, "poseen" buenas relaciones, "adquieren" nuevas amistades, "logran" éxitos y hasta se sienten "dueños" de su esposa y sus hijos.

Si fueran dos o tres, serían considerados como personas enfermas e inmaduras, pero al ser mayoría, su conducta se nos presenta, sorprendentemente, como normal y hasta envidiable.

Es normal que en sus vidas crezca la desconfianza, la dureza y la agresividad, y estén ausentes la ternura, la solidaridad y la verdadera amistad. Pasan los años y nada cambia ni se transforma dentro de ellos. Pueden tener momentos de euforia, éxito y excitación, pero difícilmente conocerán la alegría que acompaña y resplandece en quien vive creciendo desde dentro, desarrollando día a día su capacidad de dar, compartir y convivir.

¿Cómo recuperar la auténtica alegría de vivir? ¿Cómo salvar estas vidas que aparecen ya "perdidas"? Es aleccionadora la actuación de Zaqueo, un hombre con una posición social en Jericó, rico propietario, jefe de publicanos, pero "bajo de estatura" en todo su vivir.

Zaqueo sabe reaccionar y dar un giro nuevo a su vida. Busca algo diferente. Siente la necesidad de encontrarse con Jesús, acoge su mensaje y toma la única decisión que le puede salvar.

Renunciar a una vida dominada por el afán de poseer, acumular y explotar, para descubrir la alegría del dar, ayudar y compartir.

Esta es la experiencia de quien acierta a encontrarse con ese Jesús que ha venido a "salvar lo que estaba perdido".

LUIS G. BETES
DABAR 1989/54


12. DESEO/BUSQUEDA  J/MIRADA.

El Dios que "ama a todos los seres y no odia nada de lo que ha hecho" (1. lectura) ama también a Zaqueo, aquel pequeño hombre que era un gran ladrón profesional. En la narración evangélica parece que sea Zaqueo quien intenta encontrar a Jesús. Pero de hecho, es Jesús quien quiere hacerse el encontradizo con ese hombrecillo rico y pequeñajo encaramado al árbol.

Y es que Jesús de Nazaret se esfuerza por acercarse al que va por mal camino y mira de entablar amistad con él para reinsertarlo en la sociedad y salvarlo. Le concede el don mesiánico del perdón y de la paz.

Zaqueo, el hombre amado y buscado por Jesús, podríamos decir que es el prototipo del hombre llamado a la salvación: el hombre que escucha una llamada que transforma su vida.

-Zaqueo: el hombre que escucha una llamada

Todo empieza con un encuentro, con un mirarse el uno al otro, con dirigirse algunas palabras. La salvación es siempre fruto de una llamada, de un diálogo entre el hombre y Dios. Me atrevería a decir que Jesús y Zaqueo se buscaban desde hacía tiempo. El rico de corazón vacío e insatisfecho, buscaba a Jesús desde su subconsciente, como si una voz misteriosa y confusa le dijera que sería bueno ver a Jesús, pero no verle sólo con la mirada superficial de los curiosos, sino con ojos llenos de sentimiento y de preguntas. Una mirada que era el resumen de su vida pecadora y de la situación a la que lo había abocado su mala carrera. Por eso, Zaqueo, avergonzado, quería ver sin ser visto.

Pero Jesús lo mira descaradamente, "levantó los ojos" -dice S. Lucas- para verle encaramado al árbol. Y de esta manera es como se encuentran la miseria y la misericordia, el pecado y el perdón.

Jesús, con escándalo de todos, rompe los esquemas sociales y se invita a sí mismo a casa del hombre que necesita ser salvado. Sale de El la iniciativa: "Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Y Zaqueo escucha la palabra del Maestro de Nazaret, baja rápido y lo recibe en su casa. Seguramente no se habría imaginado nunca poderlo invitar a su mesa, a su casa, que era casa de pecado, por ser cueva de ladrones.

No sabemos cómo proseguiría el diálogo, qué más se dirían el rico y su invitado. Pero sabemos el final. Zaqueo escucha la llamada y brotan de su corazón palabras de arrepentimiento y de conversión.

-Zaqueo: el hombre que cambia de vida

Y las palabras se convierten en hechos: el ladrón devuelve lo que ha robado y el estafador comparte sus bienes con los necesitados. Se vuelve transparente a la gracia que ha llegado a su casa.

Sin este gesto, esta actitud de cambiar de vida, la invitación del Maestro y sus palabras habrían sido inútiles. Y también inútil aquella comida... Pero no. Zaqueo cambia sus esquemas, su manera de pensar, su escala de valores, su actitud para con los demás. Ahora es un hombre nuevo, un gran hombre, un hombre libre.

Hay que subrayar que este cambio llega hasta aquello que el rico más aprecia y que más ama: sus bienes. El ciego del camino (Lc. 18, 35-45) era pobre y no tuvo que dejar nada para seguir al Maestro de Nazaret que lo había curado. Zaqueo, en cambio, ha de restituir la fortuna que ha acumulado con astucia y engaño si quiere abrirse a la gracia que ha llegado hoy a su casa. Y la restituye con creces.

Este cambio afecta también a toda la familia del rico y no sólo a Zaqueo. Jesús mismo dice que "hoy ha sido la salvación de esta casa". El gesto del rico repercute inmediatamente en todos los que se encuentran en su entorno, en todos los que viven con él, en todos los de su casa.

Pero con la restitución que realiza, Zaqueo da a su familia lo mejor que podría darle, lo que nunca le había dado: el sentido de la justicia, la honradez y la honestidad, el amor desinteresado y abierto a los demás, sobre todo a los pobres.

Y si bien los hijos salen perjudicados económicamente, el padre, no obstante, les deja la mejor de todas las herencias: la salvación de Dios, "hoy ha sido la salvación de esta casa". Zaqueo y los suyos han encontrado la justicia (restitución) y el amor (compartir), es decir, el camino de la salvación.

No hay salvación posible sin este cambio en la vida del que se siente llamado y amado por el Padre. El cambio es la respuesta auténtica a la llamada que nos hace Dios. Dios nos llama, como a Zaqueo. Quiere entrar en nuestra casa, en nuestra vida, en nuestros proyectos. ¿Le abrimos las puertas? Y, sobre todo, ¿estamos dispuestos al cambio que exige su presencia salvadora? ¿cuáles son nuestras resistencias?

En la Eucaristía -hecho Pan y Vino de salvación- tenemos al Maestro de Nazaret, el que con su palabra cambió el corazón de Zaqueo, transformándole en un hombre nuevo. Que cambie nuestro corazón de piedra por un corazón de carne, para que la salvación de Dios llegue también a nuestra casa.

EDUARDO CANALS
MISA DOMINICAL 1989/21


13.

LA COMPASIÓN DE UN DIOS QUE AMA

-El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 1-10) El relato de hoy es uno de los más conmovedores que pueda haber. Es rico en diversos aspectos y en lecciones morales. Pero su proclamación en conexión con la 1ª lectura nos orienta en una dirección determinada. De hecho, no es tanto la ida de Jesús a la casa de Zaqueo lo central de hoy -como sería el caso en ocasión de la celebración de la consagración de una iglesia-, cuanto la salvación que Jesús vino a traer, particularmente la búsqueda del pecador y la larga paciencia de Dios que le espera y le transforma desde que ve sus primeros pasos de conversión.

Zaqueo es de baja estatura; se ve en dificultades en medio de la gente para poder ver al Señor que pasa. Es indudable que la curiosidad está en primer término en su proceso, pero bajo esta curiosidad se adivina un secreto deseo de encuentro y de cambio de vida. De hecho Zaqueo se siente aparte de la vida de sus conciudadanos. Trabaja por cuenta del ocupante y esa ocupación no ha dejado de producirle beneficios. Se tiene la impresión de que Zaqueo experimenta cierto disgusto de sí mismo que no es extraño a su curiosidad por ver a Jesús, de quien ha oído hablar.

Pero esto es suficiente, y ahora ya Jesús toma el asunto en sus manos. Zaqueo ha sido seguido por la paciencia de Dios; ha hecho un gesto, y ahora el Señor lo aprovecha. Con escándalo, por otro lado, de todos: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador". La conversión de Zaqueo es espectacular: da a los pobres la mitad de sus bienes, y si de alguno se ha aprovechado, está decidido a restituirle cuatro veces más.

La conclusión de Jesús es clara: Zaqueo también, y a pesar de lo que haya hecho, es un hijo de Abraham. "El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Es una conclusión querida de Lucas (15, 6.9.24.32).

Sería inútil desarrollar aquí los demás aspectos del relato, dado que la celebración litúrgica nos sitúa decididamente en otro camino.

-La larga paciencia de Dios que estimula la conversión (Sab 11, 23--12,2) "Porque todo lo puedes"; por eso se compadece de todos los hombres y cierra los ojos a sus pecados para que se arrepientan.

Dios ha creado todo lo que existe; partiendo de ahí, ¿cómo podría sentir odio por el pecador? Por otra parte, nada puede subsistir si Dios no quiere. Creador y Dueño de la vida, él ama la vida.

Esto constituye una admirable teología de la "angustia" de Dios con respecto a la criatura, la suya, la que le ha negado; es el punto de partida de todas las búsquedas de Dios a través de la historia para recrear lo destruido por el pecado.

Pero el texto nos coloca sobre todo ante la larga paciencia de Dios. El no abandona a los que caen; los corrige poco a poco. El Señor no actúa brutalmente; respeta a su criatura aun cuando ésta le es infiel. Este respeto de Dios por el hombre agrada inmensamente a nuestra época. Dios respeta al hombre, aun al infiel. No le castiga ferozmente; además su primera actitud no es castigar, sino convertir. Hace caer en la cuenta, recuerda a los hombres en qué han pecado. Quiere que se aparten del mal y que puedan creer en él. Porque en el punto de partida de la conversión está esa inmensa fe en Dios que ha creado a sus criaturas y que lo puede todo para volver a tomarlas en sus manos.

La Iglesia describe hoy a los suyos toda la admirable pedagogía divina, en la que ella misma debe inspirarse constantemente. Podemos pensar que san Lucas, que sabe que en su comunidad se da a veces la experiencia del pecado, quiere enseñar a sus fieles que el pecado no ha de enfocarse en primer término desde el punto de vista de la justicia de Dios, sino precisamente desde la misericordia. El Nuevo Testamento, aunque en el pecado ve una falta contra Cristo, ve sobre todo en él la misericordia y el perdón.

El salmo 144 canta:

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad...

El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Esto no supone, ni para la Iglesia ni para nosotros, un estímulo a una indulgencia sin medida, sino una enseñanza sobre la actitud que debemos tener. La primera reacción ante el pecador y ante el pecado no puede ser ni la desesperación ni el castigo, sino el deseo de conversión. Esperar al pecador, saber encontrar la ocasión para reprenderle con dulzura, hablarle de la misericordia de Dios, comunicarle la confianza en el poder de Dios, que puede enderezar todo lo curvado con la fuerza de su Espíritu Santo.

La absolución, tal como la prevé el ritual actual, expresa adecuadamente esta misericordia de Dios:

"Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 92 ss.


14.

1. A las puertas de Jerusalén

La ciudad de Jericó, deliciosa villa en medio del desierto, a once kilómetros de río Jordán, con sus frescos manantiales y sus plantaciones de palmeras, está convulsionada. Jesús, el famoso profeta, ha llegado, y toda la ciudad se vuelca para verlo. Sólo para verlo... Está el pueblo, y están sus jefes espirituales, y los hombres piadosos.

Jesús entra en la ciudad y es bien recibido. Le rodean, acuden a él. Probablemente deseaban su visita y se honraban concediéndole hospitalidad. Era mucho lo que se hablaba de él y sienten curiosidad.

En este ambiente festivo, Lucas -único que lo narra- nos presenta un hecho sencillo, cargado de humildad y de alegría. A la fascinación que causan las riquezas, y que el evangelista expuso en el pasaje del joven rico (Lc 18,18-30 y par.), la conversión de Zaqueo presenta la otra cara.

Jericó, ciudad asentada muy por debajo del nivel del mar, permite acentuar el simbolismo de la "subida a Jerusalén" que Jesús está realizando.

2. "Jefe de publicanos y rico"

Zaqueo, que significa "el puro", "el justo", es presentado por Lucas con dos rasgos íntimamente unidos entre si: es "jefe de publicanos y rico"; doble inconveniente para entrar en el reino. Tenía poder y dinero, cosas que casi siempre van juntas... Y muy mala fama. Es un hombre odiado por todos.

Los publicanos eran los que recaudaban los impuestos de Roma al pueblo de Israel. Las autoridades romanas admitían de éstos una cantidad alzada, y luego ellos podían resarcirse en los cobros que hacían a los ciudadanos judíos. Ello dejaba un margen de abuso manifiesto en los publicanos, por lo que eran aborrecidos por los judíos. Los jefes de recaudadores eran los que normalmente más robaban, pero sin enfrentarse directamente con los contribuyentes. Por eso y porque tenían mucho dinero, algunos lograban pasar por personas "honorables", lo que parece que no sucedía con Zaqueo, jefe sin escrúpulos de los publicanos de toda aquella zona de Jericó. Por eso era "rico". Es un hombre polarizado por el dinero, y la injusticia es el instrumento normal para alcanzar sus objetivos. Zaqueo "era bajo de estatura": un hombre de espíritu ruín, objeto de envidia y de resentimiento. Por eso se ha refugiado en la acumulación de riquezas, cualquiera que sea su precio y su riesgo. No ha podido crecer como hombre, y eso lo humilla ante sus propios ojos y los de los demás. Tendrá que subirse a un árbol para sentirse un poco más "grande" y poder ver a Jesús. Tendrá que caminar hacia su infancia.

Zaqueo tiene lo que envidia la mayoría -dinero-, pero que a él ya no le ilusiona porque vive insatisfecho de sí mismo y sin salida posible porque la sociedad lo ha condenado a la marginación, a la más espantosa soledad. Nadie se le acerca más que para pagar deudas y para mirarlo con odio.

Pero el amor de Dios vence todos los obstáculos cuando el hombre sabe reconocer su pecado. Un día, sin saber con claridad el cómo ni el porqué -así son las conversiones-, una mirada le traspasó el corazón, encontró a alguien que le amó y creyó en él.

"Se subió a una higuera". Desafía el ridículo con tal de ver a Jesús. Realiza un gesto que le libera de todas las trabas sociales. Se desprende de las buenas formas y se encarama a un árbol. Como un niño: está ya en la condición ideal para ver a Jesús. Ha desafiado todos los comentarios de la multitud, sus burlas..., con tal de ver quién era el profeta del que tanto se hablaba.

El que quiera saber quién es Jesús tiene que "romper" con las normas de la sociedad, no dejarse arrastrar, iniciar y consumar una búsqueda personal. Un rico subido a un árbol para ver pasar a un pobre... ¿No indica ya un cambio de actitud? Dice san Agustín: "No me buscarías si no me hubieras encontrado ya". Al desear ver a Jesús, parece que Zaqueo lo había encontrado ya.

3. "Hoy tengo que alojarme en tu casa"

Todas las personas honorables, piadosas, patriotas... de Jericó han subido al encuentro de Jesús. Pero él se fijará en un hombre acurrucado en un árbol y se invitará a su casa para quedarse en ella. Ha descubierto en él algo que no veía en los demás. Es el encuentro de dos hombres que se estaban buscando desde hacía tiempo. Zaqueo buscaba a Jesús desde su mismo inconsciente, no con la mirada superficial de los curiosos, sino con esa mirada cargada de sentimientos, de preguntas, de búsquedas. Una mirada en la que estaba reflejada su vida, su aislamiento, el callejón sin salida en el que se había metido. Quería ver a Jesús, pero sin ser visto.

Jesús le estropea el espectáculo y le propone otro que no estaba en el programa. Todos los encuentros de Dios con los hombres se caracterizan por su afán de desinstalarlos. Zaqueo tiene que bajar del árbol: Jesús será su huésped, rompiendo todos los esquemas sociales y religiosos: comer y alojarse en casa de un pecador público. Zaqueo jamás se hubiera atrevido a formular tal invitación.

Jesús lo ha mirado con plena conciencia porque la conversión es un encuentro personal en el que cada interlocutor expresa todo lo que tiene dentro: miseria o misericordia, pecado o perdón. Zaqueo quizá vivía así porque nadie lo había tomado en serio, porque nadie lo había amado. ¿Cómo entrar en comunión con los demás sin amarles? Y ¿cómo amar sin sentirse amado?

El amor purifica la mirada, la hace limpia, penetrante. Se dice que es ciego, cuando la verdad es que es el único que ve perfectamente, ya que descubre cosas que se escapan a una mirada indiferente y superficial, el único que logra ver valores donde el que no ama sólo percibe defectos y fango. ¿No es una experiencia que pueden tener todos los enamorados?

El amor de Jesús va más allá de los pecados; se sumerge en la hondura humana y busca, descubre, despierta, urge todo lo que hay de intacto y de puro, incluso en los seres más perversos. Y es que en el hombre más abominable subsiste siempre un rincón de inocencia, sólo accesible al que vive esa inocencia. ¿No somos todos los seres humanos imagen y semejanza de Dios? Una imagen frecuentemente saboteada, corrompida... Pero una imagen a la que es necesario llegar si queremos ser hijos del Padre.

El amor de Jesús es creador. Llega hasta el fondo. No ama a los demás porque sean buenos, sino que los hace buenos porque los ama.

Es preciso que los cristianos seamos espejos, criaturas transparentes que poseamos a Dios, si queremos hacer de mediadores del encuentro de Dios con los hombres. Porque Dios se reconoce en Dios; Dios responde exclusivamente a Dios. Sólo Dios es capaz de "despertar" al Dios que duerme en el rincón más profundo de los hombres. En todo Zaqueo que encontremos en nuestro camino, Dios está esperando; un Dios que sólo responderá a la voz de Dios.

"El bajó en seguida y lo recibió muy contento". Es el contraste de la frialdad con que lo habían invitado algunos fariseos. Los dos se van juntos, en medio del escándalo general. También Zaqueo debe estar muy extrañado con lo sucedido.

¿Qué pasó después?, ¿de qué hablaron?, ¿que más le dijo Jesús?... No lo sabemos, aunque sería muy interesante conocer una conversación que tuvo un final tan extraordinario. Es posible que dialogaran largamente, como había hecho con Nicodemo o con la samaritana y como hacía con sus discípulos. Es evidente que Zaqueo descubrió que las riquezas jamás le harían feliz y libre; aquel Jesús, que se había alojado en su casa, sí. Y fue consecuente.

La murmuración de los judíos no podía faltar al ver que se hospedaba en la casa de un pecador legal -así consideraba la ley a los publicanos- y moral -por sus abusos en el cobro de las tasas-. La multitud hubiera visto lógico que se hubiera dirigido primero a la sinagoga y después a la casa de uno de los principales jefes religiosos.

¿Por qué Jesús, el profeta bueno, escogía la casa del rico estafador y colaborador del enemigo? Sus paisanos no lo habrían tocado ni con pinzas -¿tampoco su dinero?-: estaba demasiado sucio por su dinero y sus relaciones sospechosas.

Jesús no teme provocar el escándalo y la crítica mordaz de los presentes cuando se trata de liberar-salvar a alguien, de ayudarle a que sea él mismo. Hay muchos sectarismos: de izquierdas y de derechas, de los que odian a los pobres y de los que odian a los ricos. Sectarismos que suelen identificar al hombre con lo que hace.

Jesús nos da ejemplo de gran madurez. Sabe lo que quiere y dice, humildemente, su verdad. Tiene una clara personalidad y no teme perderla en el trato con unos o con otros. Por eso sabe encontrarse con el adversario ideológico, con las personas preocupadas de los demás y con las de mal vivir..., pero sin dejar de ser él, sin perder su personalidad y sin ofender la dignidad de los demás. Afronta la crítica de los que se creen buenos y la risa de los que no aceptan su utopía, pero no cede. No vende su verdad al mejor postor, ni da culto a las apariencias, ni busca el camino fácil para salvar la cara o la vida. Su juego es limpio y desinteresado, porque su único interés es el bien y la libertad interior del hombre. No hay trueque de mercancías: sólo una oferta de su parte, porque quien actúa como Jesús sólo juega a perder. Y así salva al hombre.

Si hubiera venido a mi casa, ¿hubiera sido la casa de una persona justa, de una persona digna de hospedarlo? No sabemos aceptar a los demás como son; los queremos meter a la fuerza en nuestros esquemas. Y si no entran, peor para ellos. Tenemos que ser capaces de descubrir los valores que hay en muchas personas que viven al margen de nosotros.

4. La doble oferta de Zaqueo

El encuentro llegó a su punto culminante cuando Zaqueo se levantó y dijo: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más". Lo que Jesús acaba de hacer por él tiene prisa por hacerlo con los demás. Zaqueo está insatisfecho de su vida y muestra con estas palabras la verdad de su conversión. Ha descubierto que aceptar a Jesús implica un cambio de actitud y de conducta. Que no bastan los buenos deseos. Su oferta es doble: la primera es como una indemnización general, por no saber los destinatarios de muchos defraudados; la segunda, un acto de generosidad muy por encima de lo que la justicia exigía entonces. En efecto, la ley sólo exigía devolver lo defraudado más un quinto (Lev 5,24; Núm 5,7).

Zaqueo es otro enfermo que empieza a andar, otro niño pequeño que se pone de pie. Es un hombre nuevo que, decidido, cambia radicalmente el rumbo de su vida y todos sus esquemas, su modo de pensar, su sistema de valores, su relación con la gente... Ha descubierto que puede "elevar" su estatura. Ha cogido la mano que Jesús le ha tendido y quiere caminar por su mismo camino. Hasta ahora sólo sabía usar y abusar del prójimo; ahora está decidido a compartir su vida y sus bienes con los pobres. Ha aprendido a decir "nosotros". Comprende que tiene que darle la vuelta a todo; comprende que el "tener" le impide "ser".

Cuando Jesús curó a enfermos -marginados- con problemas corporales, la liberación-salvación había consistido en reintegrarlos a la vida normal de la comunidad, como signo de la salvación definitiva. Para el rico -fabricador de marginados-, la liberación llega cuando sabe comenzar a compartir lo que tiene y trabaja por la igualdad entre los hombres, base de una sociedad realmente fraternal.

La conversión de Zaqueo está cargada de realismo material y económico, porque la conversión de corazón no se limita a que cada individuo tenga una moral privada elevada. Una verdadera conversión de corazón debe traducirse en demostraciones patentes, debe tener efectos sociales y económicos. Porque la fe en Jesús no será nunca efectiva y real si no se traduce y se convierte en una fe inserta en la comunidad. Los cristianos que viven en situaciones de privilegio difícilmente perciben el carácter pecaminoso de muchas estructuras e instituciones sociales contemporáneas, ni las causas de muchas injusticias que padecen los individuos y las naciones más débiles.

A Zaqueo no le ha llegado la liberación por profesiones de fe en verdades o dogmas ni por ritos sacramentales..., sino por la práctica del compartir, por la fidelidad a la justicia social, por hechos concretos. No es el rico que da algo, aunque sea un gran donativo; es el rico que acepta ser reclamado y juzgado desde el punto de vista de la justicia social. Acepta ser cuestionado por los explotados, a los que ahora reconoce como hermanos defraudados. Así será reintegrado al pueblo, a la verdadera comunidad, de la que estaba excluido por su misma profesión. A los fariseos y a los dirigentes religiosos no les importaba el problema de la justicia social, sino el cumplimiento de las leyes y ritos de tipo religioso. Así les iba con Jesús... ¿Ahora?

Sería ingenuo trasladar a nuestros días los detalles de la conversión de Zaqueo; es distinta la situación social. Sin embargo, podemos afirmar que allí donde el mensaje de Jesús no repercute en la manera de emplear los bienes, ha perdido toda su credibilidad y exigencia.

La acción de Zaqueo no sólo ha repercutido en él. Afecta de manera inmediata a todos los que viven en su casa, a toda su familia. Con su gesto ha dado a todos los suyos lo mejor que puede darles: el sentido de la justicia, la honradez, el amor... Aunque hayan sido económicamente perjudicados, Zaqueo les ha dejado la mejor de todas las herencias. ¿Qué fue de su negocio, de su puesto de trabajo? ¿En qué paró todo aquello? Los evangelistas no suelen narrar la historia completa y acabada de los personajes que salen en los evangelios. Lo que sí sabemos es que Zaqueo es un ejemplo para todos nosotros.

5. Buscar y salvar lo perdido

También Zaqueo, aunque degradado por los fraudes y los sucios negocios, era "hijo de Abrahán". También el rico y el explotador es un ser humano, un hombre al que muchos desprecian y pocos comprenden. Es necesario amarlos hasta que dejen de ser ricos y explotadores, única forma de amarlos de verdad, de evangelizarlos.

Para evangelizar a los ricos es necesario haber elegido ser pobre. Jesús no envidiaba las riquezas de Zaqueo; por eso no le tenía resentimiento ni odio, sino compasión. Y así había entrado en su casa sin doble intención: ni para volcar agresividad y rabia ni para pedirle dinero para sí y los suyos. Entró como hombre libre para expresar su verdad en toda su radicalidad. Le hizo descubrir la raíz de su soledad e insatisfacción, por qué lo odiaban... Finalmente, Jesús nos descubre su misión: "Buscar y salvar lo que estaba perdido".

Intentemos descubrir la originalidad de la conducta de Jesús para con los ricos. Por una parte, actúa sin contemplaciones con ellos; no los trata delicadamente, con cuidado, para no herirles, como hacemos tantas veces los hombres de iglesia; menos aún buscaba su ayuda y su protección (nunca organizó Jesús una "colecta" entre los ricos para sus obras apostólicas o de caridad). Todo lo contrario: los evangelios abundan en palabras duras para los ricos y sus riquezas. Pero la dureza de Jesús es fruto de su amor: los trata con severidad porque los ama. Una severidad que intenta salvar, que va directamente al núcleo de los problemas humanos. Por eso lucha contra la riqueza sin contemplaciones, porque sabe que es la perdición de los hombres.

¿Cuál es nuestra actitud ante las riquezas? ¿Qué postura tenemos ante el dinero, el placer, el afán de dominio y de poder... diosecillos todos ellos de nuestra sociedad?

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 3 PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 313-320


15. ZAQUEO:

-Los impedimentos de Zaqueo y el vacío del corazón

Zaqueo era bajito y pecador. Zaqueo quería ver a Jesús, pero la gente se lo impedía. Esto también nos pasa a nosotros.

Por una razón o por otra, Zaqueo soy yo. Zaqueo subió a un árbol. Es un hombre dispuesto a superar dificultades. Pero antes de que Zaqueo viera a Jesús, fue Jesús quién se fijo en Zaqueo y llamó a la puerta de su corazón. Zaqueo le abrió de par en par todas sus puertas, y desde entonces entró la salvación en su casa.

1. Los impedimentos de Zaqueo y el vacío del corazón Zaqueo quería ver a Jesús. No es de los enemigos ni de los indiferentes. Es de los que admiran a Jesús y le ven con simpatía. No es sólo curiosidad lo que le mueve o ganas de asistir a un espectáculo. Zaqueo tiene afectado cristianamente el corazón.

No tenía complejos Pero Zaqueo tenía sus impedimentos. Uno era el de la estatura. No sabía él que los pequeños son preferidos de Jesús. Otro era el de la gente, que no le dejaba ver. Pero Zaqueo era un hombre decidido, y encontró la manera de superar estos problemas. Madrugó, «se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro». Este hombre no tenía complejos, corre y sube al árbol como si fuera un niño. Su corazón le anuncia que algo muy importante va a «pasar». El pasa siempre a nuestro lado Y pasó Jesús. Pero Jesús no quería pasar, sino que quería quedarse con Zaqueo. Levantó los ojos Jesús para ver al pequeño Zaqueo. Y lo miró con simpatía y cariño, y llamó a la puerta de su corazón. «Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa».

Este paso, mirada y llamada de Jesús son el principio de la salvación. Difícil escaparse a la mirada y a la llamada de Jesús. El pasa siempre a nuestro lado. Para que Jesús nos mire Nosotros, como Zaqueo, hemos venido aquí también para ver a Jesús. Nos lo impedía la gente: las preocupaciones, las diversiones, los programas, los compromisos, los trabajos de cada día. Superados estos impedimentos, estamos aquí, no tanto para ver a Jesús, cuanto para que Jesús nos mire.

A la llamada de Jesús, Zaqueo "se apresuró a bajar y le recibió con alegría". ¡Que carreras las de este hombre! Primero para subir y ahora para bajar. Son las prisas del amor. Todos lo sabían Ahora viene el otro impedimento, el más importante. Zaqueo era «un hombre pecador». Todos lo sabían. Y su pecado se llamaba injusticia. Se había hecho rico a costa de los pobres. Por eso todos lo miraban mal. Ninguna persona justa se atrevía a entrar en su casa.

Pero Jesús sí se atrevió a entrar. Ha venido precisamente para eso, para buscar y salvar a los pecadores. Los busca; estén en el árbol o en el pozo o en la piscina o en la cruz; o en el puesto de trabajo o en la plaza pública o en la taberna o en el hospital o en la cárcel o en la chabola. No le importan nuestros pecados, sólo le importa nuestra salvación.

El pecado de Zaqueo era difícil de superar, porque las riquezas se convierten en un dios engañoso. Para que Dios pueda entrar en nuestra casa tiene que estar enteramente vacía y disponible.

O Jesús o el dinero Zaqueo tiene que elegir entre Jesús y su dinero. Pero su opción ya está hecha. Ha calculado bien dónde está el mejor negocio. Por eso «puesto en pie», para que todos le vieran, hizo donación generosa de todos sus bienes. Los bolsillos vacíos Jesús, como véis, ama a los pobres y a los ricos. Pero los ama de distinta manera: a los pobres, para compartir con ellos y colmarlos de bienes. ¡Dichosos! A los ricos, para que dejen de serlo. Siempre que Jesús se acerca, los bolsillos se vacían. No se puede ser rico y cristiano. Cuando Jesús entra en casa, se aprende enseguida el gesto del compartir. Un rico que reciba a Cristo no tardará en dejar de serlo. Vacíos de todo Pero no se trata sólo de bienes materiales. El Señor nos quiere vacíos de todo. Codiciamos la estima, el aplauso, el afecto, la seguridad, la comodidad. Nos apegamos a nosotros mismos. Para recibir a Cristo hay que despojarse de todo. Vacíos, pobres, pequeños, como llegó a ser Zaqueo. Derribar todos los pequeños o grandes tesoros que tenemos en el corazón acumulados. Que Jesús sea el único tesoro, el único Señor.

Dejar un poco de «basura» Con alegría Zaqueo hizo sus donaciones "puesto en pie" y en un clima de fiesta y gozo incontenible. No es nada heroico dejar un poco de "basura", cuando se ha encontrado el verdadero tesoro. Para aquél que ha conocido a Cristo todo lo demás resulta paja o tiranía inaguantable.

-Los impedimentos de una santa o el vacío de unas manos Zaqueo era un pecador conocido y reconocido. Su conversión fue relativamente fácil. Lo malo es cuando uno no se cree pecador. Entonces, ¿de qué se va a arrepentir? No tengo nada que confesar Cuando a un confesor le llega un pecador que llora sus miserias, ¡qué fácil y gozoso le resulta el sacramento del perdón! Pero cuando llega un "justo" que no sabe de qué se va a confesar, se siente un frío grande. Es más fácil curar a un ciego de nacimiento que a un «justo» de su ceguera farisaica. Viciada por el orgullo Cuando se quiere ser santo a base de acumular virtudes y méritos, se escoge un camino equivocado que nunca llegará a la meta, porque siempre habrá alguna virtud que se olvida o se resiste. Y si algún día crees que ya eres perfecto, resultarás un ser insoportable: para ti mismo y para los demás. Una perfección que ciega. Una perfección que pone nervioso, para no tolerar imperfección alguna. Una perfección que te separa del resto de los hombres vulgares, con los que te comparas, sintiendo que eres mejor. Una perfección viciada por el gusano del orgullo.

HUMILDAD/DON: Un don, no una conquista. Puede que reconozcas el orgullo y que, por lo tanto, necesites humildad. Y pondrás todas tus fuerzas para conseguirlo. Pero la humildad es una virtud escurridiza; cuanto más crees haberla conseguido, más se te escapa. Si empiezas a decir: «Yo soy humilde», empiezas a dejar de serlo.

La humildad siempre es un don, nunca una conquista. La humildad es la prueba de contraste de la verdadera santidad, es el perfume que deja Dios a su paso. Es la rúbrica de toda acción y presencia de Dios. El santo no se lo cree, y no por ceguera o falsa humildad, sino por una luz extraordinaria que le hace ver al mismo tiempo su propia verdad tan limitada y la verdad de Dios tan santa. Ve la distancia, y se da cuenta que lo que tiene es nada en comparación de lo que le falta; y exclama: «Sólo Dios es bueno».

Dejarse hacer ¿Qué hacer? Más que hacer, el hombre que quiere ser santo, debe dejarse hacer. La santidad no es conquista, sino regalo; no se consigue a base de puños, sino dejando hacer al dedo de Dios, o poniéndose en sus manos. Una dádiva divina Entonces no es cuestión de presentar al Señor nuestra casa muy adornada y nuestras manos llenas de buenas obras, sino una casa abierta, limpia, acogedora y unas manos vacías, pero de verdad. Entonces nos llegará la dádiva divina.

CARITAS
UNA CARGA LIGERA
CUARESMA Y PASCUA 19887.Págs. 105-108


16.

Como afirma ·Ambrosio-san de Milán, "Zaqueo en el sicómoro es el fruto nuevo de la nueva estación".

Quería ver a Jesús y no sabía que sería precisamente él el "visto". Como cuando se dice que uno es atrapado cuando creía que iba a ser él el atrapador. "Zaqueo, baja pronto, porque hoy me quedo yo en tu casa".

En contra de lo que nos imaginamos, no somos nosotros los que buscamos a Dios: El es el primero en buscarnos. No hemos sido hechos para amar a Dios -aunque hayamos sido hechos también para eso-, sino para que Dios pueda amarnos, es decir, invitarnos a compartir con El en un intercambio gratuito. Somos buscados por alguien: ése es el secreto de nuestra fe y de nuestra felicidad: "Zaqueo, hoy me quedo en tu casa".

El Evangelio va más allá de la revelación de la paternidad de Dios. Si el misterio de Dios se nos revelase tan sólo en un infinito del que habría que depender, como una trascendencia insondable, aunque fuera capaz de establecer una comunión, esto no sería demasiado nuevo. Pero Jesús no es una encarnación de Dios, sino la encarnación del corazón de Dios.

"Zaqueo, baja pronto". Dios pide, porque Dios es amor. Jesús es la encarnación de ese Dios "informe", pobre como el amor que es súplica y herida. Y eso es lo que escandaliza a muchos. Que nadie se engañe: cuando Jesús se invita en casa de los pecadores públicos, no es sólo una reprobación moral lo que suscita, sino un cuestionamiento de todas las representaciones religiosas: Dios no es un infinito, ni siquiera un Padre infinito forzosamente opresivo; Dios es un suplicante y, por tanto, un infinito herido.

"También Dios tiene su infierno -escribía ·Nietzsche-F -: su amor a los hombres". San Pablo había ido más lejos cuando dijo: "Dios se enternece" (/Rm/09/16). "Zaqueo quería ver", y lo que se le reveló fue la herida de Dios. No había pedido nada, y fue Dios mismo el que le suplicó: "Quiero hospedarme en tu casa".

SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL 
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS 
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 195


17.

Jesús atravesaba la ciudad de Jericó. En esto, un hombre llamado Zaqueo, que era «El jefe de los Recaudadores de impuestos romanos» y muy rico... Una vez más Lucas es el único evangelista que nos aporta esta página... con ella ilustra un tema que le es particularmente muy querido: la conversión de los pecadores. En esos últimos Kms. de la «subida a Jerusalén», le agrada a Lucas contarnos esa conversión: es un caso verdaderamente difícil, y considerado desesperado. «El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.»

«¡El jefe de los Recaudadores de impuestos Romanos!» Un hombre odiado entre todos: ¡el que colaboraba con el ejército de ocupación, el que se comprometía con los paganos idólatras, el que oprimía al pueblo sencillo enriqueciéndose a cargo de la gente humilde, el que sacaba provecho de asuntos injustos, el que hacía ostentación de su riqueza y de su lujo... el jefe de los «publicanos» de Jericó, ciudad aduanera en la que los arbitrios de las caravanas procedentes de Arabia debían dejar bonitos dividendos!

Para todo el mundo, y sobre todo para los fariseos, ese «Zaqueo» era el hombre al que había que abatir, ¡el pecador definitivamente «perdido», podrido!

-Trataba de distinguir quien era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Se adelantó corriendo y se subió a una higuera para ver a Jesús que tenía que pasar por allí. Quiere «ver». Este hombre, cuya vida está corroída por el dinero, está insatisfecho. Y tiene que superar varios obstáculos. La gente le estorba; no teme parecer ridículo. A toda costa quiere establecer «contacto» con Jesús. Sin que le preocupe su dignidad de jefe de la Tesorería, ¡se sube a un árbol, ante las miradas irónicas de los que le conocen!

-Levantó Jesús la vista y le dijo: "¡Zaqueo!... Baja en seguida: Hoy tengo que alojarme en tu casa!". El bajó en seguida y lo recibió muy contento. Hay que permanecer unos minutos imaginando toda esta escena, tan concreta, tan llena de vida y de movimiento: los pasos... las interpelaciones... los gestos... los rostros... la «alegría»... Jesús hubiera podido dejarle encaramado en su higuera y continuar su camino. Hubiera podido alojarse en casa de alguien más honorable. Al tomar la iniciativa Jesús sabe que está haciendo algo inusitado: un judío piadoso no debiera compartir la mesa de un «publicano» (Lucas 15, 2; 5, 30).

-Al ver aquello todos murmuraban: «¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!" Jesús, que ha pedido que no se den escándalos (Lucas, 17, 1-3) él mismo no duda en escandalizar alguna vez con actitudes no conformes a la opinión corriente de su época. Había dicho un día: «Feliz el que no se escandaliza de mí». (Lucas, 7, 23); ¡Jesús es «salvador» hasta lo chocante!

-Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: "¡Mira! la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero se lo restituiré cuatro veces." Sin comentario. Vuelvo a leer despacio, varias veces, esas palabras.

-Jesús le contestó: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abraham. En efecto el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.» Con frecuencia Lucas notó el DÍA de HOY de la salvación: (Lucas, 2, 11; 3, 22; 5, 26; 13, 32; 19, 9; 23, 43). En el DÍA de HOY Dios quiere salvarme. Esta página es absolutamente ejemplar: se ha visto en ella la pobreza del pecador, su cooperación libre por el deseo de salir de ella, la iniciativa divina, la comida de Jesús con los pecadores, la alegría del perdón. el corazón nuevo y transformado..

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 286 s.


18.

El evangelio nos hace descubrir la actitud de Jesús ante el pecador, y que implica, por parte de éste, su conversión y el perdón.

-Jesús se hace invitar, sale al encuentro del pecador, a pesar de las críticas.

-Es muy discreto, inmensamente respetuoso con la vida y la intimidad de quien era criticado por todos. Trata de inspirar confianza para que el hombre dé mucho más de su interior. Jesús, en efecto, busca el crecimiento de Zaqueo, no simplemente «borrar su pecado».

-Zaqueo, que inició su proceso como una simple curiosidad por Jesús, aceptó su invitación y «lo recibió muy contento». Es capaz de abrirse a un extraño y compartir con él su mesa.

-Nada sabemos de su conversación con Jesús, pero lo cierto es que Zaqueo entiende que debe dar un corte radical a su vida. «Se puso en pie», en un compromiso definitivo y serio. Ha cambiado interiormente, comprende que no puede seguir como antes. Este encuentro con Jesús es un momento crucial en su vida.

-Descubre que se ha enriquecido a expensas de la comunidad. Ahora está dispuesto a devolverle a la comunidad no sólo lo que le quitó, sino mucho más aún. Es decir: el amor es total y lo impulsa a desbordar el limite de la ley. Se integra a la sociedad como un elemento positivo. Se desprende de sí (de sus bienes) y descubre la presencia de los pobres, a los que ahora puede ayudar. En otros términos: la conversión exige reparación. Pero la reparación cristiana va más allá de la expiación de una falta, es donación total.

-Por eso Jesús interpreta su gesto como manifestación de la Presencia Salvadora de Dios, para quien todos son hijos con los mismos derechos.

-Si la obra de Jesús fue buscar y salvar lo perdido, esa misma es la de la Iglesia. Por eso nos encontramos aquí reunidos. Todos somos pecadores ante Jesús.

-Si queremos recibir el perdón, veamos en qué hemos defraudado a la comunidad y qué estamos dispuestos a hacer para reparar. Sin estas actitudes, de nada sirve la absolución del sacerdote.

-Al hacer ahora el examen de conciencia, sepamos que no basta mirar nuestros pecados. Eso es lo viejo. Lo importante es el nuevo compromiso que estemos dispuestos a adquirir por la comunidad. (Se puede dejar un momento de silencio, y luego cantar algún canto apropiado.)

EXAMEN DE CONCIENCIA

-- ¿Qué idea tenemos del perdón de los pecados? ¿En qué tenemos que cambiar esa visión después de escuchar este evangelio? -- ¿Tenemos conciencia de que el pecado es un robo a la comunidad, en cuanto que nos negamos a hacerla crecer con nuestras aportaciones?

--¿En qué medida defraudamos a nuestra familia, esposo, hijos, hermanos?

--¿No dejamos que recaiga todo el esfuerzo y trabajo sobre algún miembro porque se sacrifica más o lo tenemos dominado?

--¿Cómo defraudamos al país en nuestro trabajo o profesión? ¿Rendimos todo lo que podemos o nos valemos de ciertas excusas para poder vivir a costa de los demás?

-- ¿Nos preocupamos por capacitarnos más, por estudiar, leer, investigar, analizar los problemas que vive nuestro país y la Iglesia, o nos contentamos simplemente con vegetar?

--Según este análisis, veamos qué nos exige hoy el cambio y cuál será nuestra aportación en favor de la comunidad.

(Reflexión en silencio.)

SANTOS BENETTI
CAMINANDO POR EL DESIERTO. Ciclo C.2º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1985.Págs. 141 ss.