REFLEXIONES

1. 

No nos abandones en la tentación.
No nos dejes expuestos al placer,
ni al consumo, ni a la pura ciencia,
ni a los valores dominantes, ni al cansancio,
ni al aburguesamiento que traen los años,
ni a la autosuficiencia, ni al fariseísmo,
ni al engaño propio, ni al olvido de ti.
Somos débiles, aunque a veces
no nos lo creamos nosotros mismos.
Líbranos del mal,
de la ceguera y del endurecimiento de corazón,
de la instalación y del cambio de calle,
cuando apareces tú en la otra esquina.

EUCARISTÍA 1990/51


2. 

Dicen y no hacen... ¡Malditos hipócritas! A veces las palabras son reveladoras. En la antigüedad, "hipócrita" designaba tanto al adivino como al actor, es decir, al que dice palabras que no son de su propia cosecha. Pero, bajo la influencia del arameo, no tardó en designar, en la Biblia, al hombre que desempeña un papel sin comprometerse. ¿Ocurrirá esto siempre entre los maestros religiosos? Ponen fardos sobre los hombros de las personas, pero ellos no quieren mover un dedo... En este sentido, Jesús es todo lo contrario del "hipócrita". Todo lo que dice es de su propia cosecha, y lo hace centro de su propia vida. Su infinita grandeza se revela en el servicio que asume, hasta el final, en favor de los hombres.

De hecho, es difícil, si no imposible, administrar una religión. Tarde o temprano, se convierte en un sistema legal o doctrinal en el que los responsables deben adornarse con títulos para imponer a la vez su persona y el sistema. Pero ¿existe un sistema que consiga salvar al hombre sin tener que cuestionar constantemente su propia verdad? Nosotros sólo tenemos un maestro, un único Rabino, Dios y su Hijo JC. La Iglesia no administra un sistema revelado; vive de la presencia siempre nueva del Espíritu. ¿Qué harían en ella señores y maestros? Incluso el título de Padre es inadecuado, desde el momento en que se trata de la fe, pues ante Dios todos son hermanos y servidores unos de otros, todos sumisos a la Palabra y a los impulsos del Espíritu. Nadie tiene un papel que representar, a no ser el de su propia vida, en humilde testimonio para los hermanos. Nadie es adivino, pues nadie puede reivindicar el monopolio de la inspiración profética. Cada uno, desde su sitio, es servidor, y el lugar más importante es el que exige el servicio mayor.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 42


3. 

Yo tengo la impresión de que demasiado frecuentemente nosotros obligamos a los otros a caminar inclinados. Casi aplastados bajo el peso de lo que esperamos de ellos. Todos esperamos algo del prójimo.

Todos nos sentimos con derecho a estar descontentos de los hermanos, porque traicionan nuestras legítimas esperanzas.

Y, por parte nuestra, no esperamos nunca nada de nosotros mismos. ¡Pretendemos tan poco de nosotros mismos! (...).

Por eso la vida se convierte en ímproba tarea para muchos en la comunidad.

Los pesos no están equitativamente distribuidos.

Hay quien lleva el peso y quien... lo distribuye.

Quien ordena y quien curva la espalda.

La mayor parte de las personas deben cargarse con el fardo de NUESTRAS pretensiones y NUESTRAS exigencias.

ALESSANDRO PRONZATO
EL ACOSO DE DIOS
Edic. SÍGUEME.SALAMANCA-1981 .Pág. 221


4.

El discípulo de Jesús -porque es consciente de su debilidad y de la única y total soberanía de Dios y de su enviado JC- ha de evitar las grandes tentaciones que el Maestro denuncia en los fariseos: decir y no hacer; ser maestros insoportables de los demás, con ostentación; buscar el ser servidos en lugar de servir.

MISA DOMINICAL 1990/06


5.

-UN EXAMEN PARA LOS RESPONSABLES ECLESIALES

El evangelio de hoy, dentro del tema constante en Mateo de la contraposición entre Israel y la Iglesia, presenta una dura crítica a la manera de obrar de los maestros de Israel para ofrecerla, como en un espejo invertido, a los responsables de la nueva comunidad de Dios, la Iglesia. Y la primera lectura, de Malaquías, incide en la misma crítica a los sacerdotes israelitas, resaltando su infidelidad a la alianza e indicando que, si siguen así, el pueblo dejará de hacerles caso.

Una buena invitación, pues, a todos los responsables de la Iglesia -obispos, sacerdotes, diáconos, y todos los responsables- para que examinemos nuestra manera de actuar. Pere Tena, en su Guía homilética del leccionario dominical, escribe: "En realidad, el peligro existe en todas partes, y el profeta Malaquías acusaba ya a los que dicen y no hacen, y escandalizan a los pequeños. En la predicación cristiana, este fragmento puede resultar un fecundo examen de conciencia para los "organismos" de la comunidad, y para los ministerios eclesiales. El telón de fondo de Mateo continúa presente: el verdadero Israel tiene un solo Padre, y un solo Maestro: Cristo".

Hoy, pues, antes de predicar y de preparar la predicación, haríamos bien en examinarnos a nosotros mismos. Mirando el evangelio, podríamos resaltar estos aspectos a examinar:

- si nosotros hacemos y vivimos lo que predicamos;

- si "nos pasamos" a la hora de exigir comportamientos estrictos a los demás, sin capacidad de comprensión y creando malas conciencias;

- si "nos hacemos ver" ante la gente, si buscamos respeto y consideración, si nos hacemos aplaudir;

- si marcamos distancias, si nos ponemos por encima de los demás;

- si nos sentimos hermanos de los demás, y por tanto dispuestos a aprender de ellos;

- si nos parece bien que nos den títulos de honor;

- si tenemos un único Padre y nos sentimos discípulos del único guía, Cristo;

- si somos verdaderamente humildes.

-LA HOMILÍA DE HOY: UN EXAMEN PARA NOSOTROS, UN EXAMEN PARA TODOS

Si nosotros hemos hecho personalmente este examen, podremos sacarlo entonces a la homilía, y extenderlo a todos los que forman la comunidad eclesial, porque todos, en diversos niveles, nos podemos sentir implicados. Los diversos niveles pueden ser éstos:

- Primero, nosotros, los sacerdotes (y los obispos y los diáconos). Somos los que tenemos la representación visible de la Iglesia, y los que estamos especialmente llamados a guiar a la comunidad. Por eso, las palabras de Jesús se aplican especialmente a nosotros.

Podemos hablar hoy brevemente sobre nosotros mismos, del gozo de nuestra labor, de las ganas de hacerla bien, y de los peligros en los que podemos fácilmente caer: los que Jesús denuncia hoy. Podemos pedir la plegaria de la asamblea por nosotros, y podemos pedir también perdón por los fallos (con sincero deseo de corregirlos, evidentemente).

- Segundo, los laicos y religiosos que en la parroquia, arciprestazgo, comunidad, o cualquier otro nivel, llevan a cabo tareas de responsabilidad. Todos ellos han recibido una llamada de Dios y han respondido a ella con generosidad. Pero todos, también, tienen los peligros de que hablaba Jesús. Por eso, hoy puede ser bueno animar en la fidelidad a la tarea, y a la vez exhortar a examinarse siempre según lo que dice Jesús. Y pedir que la comunidad ore por todos ellos.

- Tercero, todos los cristianos. Todo cristiano, aunque no ejerza ninguna responsabilidad específica, es un signo visible de la Iglesia y del Evangelio hacia los de fuera: hacia los que no creen, y hacia los que sólo acuden a la iglesia de manera ocasional. Llamarse cristiano y venir a misa es afirmar que creemos en el camino del Evangelio. Y si entonces resulta que nuestra vida no se corresponde con ello, nos ocurre como a los expertos de la Ley: que "no hacen lo que dicen".

- Finalmente, el evangelio de hoy también invita al examen colectivo. Invita a examinar la imagen que damos colectivamente como parroquia o comunidad, y también la imagen que damos como Iglesia universal ante el mundo.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/13


6.

-Dejar de ser contradictorios.

El evangelio tiene un contexto claro. Advierte a los maestros. Pero, como cada uno debe aplicárselo y vivirlo, no nos toca, en la oración, examinar la conducta de los demás. El juicio pertenece al Señor. El, ya ahora, nos advierte a cada uno de nosotros. Y cada cual debe centrarse sin concesiones. Evitando el peligro, enormemente infantil y pusilánime, de echar la culpa de todo a los demás, especialmente a los constituidos en guías.

Invito, sin ánimo de desanimar, sino todo lo contrario, a que cada uno considere sus incoherencias. Nuestro antitestimonio, si nos descuidamos un poquito, asoma inmediatamente. El hecho religioso, con su gran contenido doctrinal, puede favorecer una grandilocuencia que, luego, venga desmentida por los hechos. Decir y hacer requieren una aproximación. Es cierto que, en la existencia humana, imperfecta, nunca habrá una adecuación total entre lo que se predica y lo que se vive. Pero sí que deben reducirse las distancias entre ambas realidades y acercar los hechos a los dichos.

Una manera de redimir este hiato será la humildad. Porque el gran antitestimonio es el engreimiento, el hacerse considerar bueno. Porque, cada uno, en su interior, sabe de su pequeñez. Y debe reconocer que sus triunfos, el pequeño bien que vive y hace, son obra de la misericordia de Dios. La misma acción pastoral suele descubrirnos que el bien procede, a menudo, de aspectos marginales e insospechados de los cuales Dios se sirve, situándose más allá de los acentos y subrayados que habíamos pensado.

Misterio que no rebaja nuestra acción, torpe aunque voluntariosa, sino que realza la bondad de Dios para con todos. Tanta bondad, que incluso nos hace quedar bien ante los demás.

La lección evangélica es una remachar la humildad como virtud básica y fundamental. Verdadera palanca que sostiene la fe y la caridad. Actitud que nos hace auténticos discípulos del Maestro que se hizo servidor de todos y que, siendo el Hijo del Altísimo, se humilló hasta lo más profundo.

-Ejemplo de Pablo.

Su actitud apostólica es un buen reflejo del evangelio. Trató delicadamente a los tesalonicenses, como con sentimientos maternales, de verdadera abnegación y en pos del bien de los hijos. Se fatigó y se esforzó para comunicarles el Evangelio, no sólo por la palabra, sino por la entrega y el buen ejemplo.

- Una plegaria.

Servirse del salmo responsorial para merecer sentimientos de humildad 

- Suplicar la coherencia espiritual, de manera que haya ortodoxia entre el creer y el hacer, ortodoxia autenticada por el amor

- Recitar el Magnificat.

JOAN GUITERAS
ORACION DE LAS HORAS
CENTRO DE PASTORAL LITURGICA
BARCELONA 1993/09.Pág. 516