COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 53, 10-11

1.

Henos aquí ante uno de los momentos culmen de la revelación veterotestamentaria. El cuarto cántico del Siervo de Yahveh. La interpretación de la historia de Israel como expiación vicaria y redentiva del Resto en favor de toda la comunidad judía y de todos los pueblos de la tierra. Algo tan inaudito que, de hecho, nunca más volveremos a oírlo en todo el Antiguo Testamento. Su comentario merecido y minucioso sobrepasa los escasos límites asignados a estas presentaciones. Sí intentaremos una breve síntesis objetiva, crítica y en lo posible sencilla y comprensible que permita a nuestra reflexión volcarse en este misterio de amor sacrificado.

Los vv. 13-15 del cap. 52 son el preludio y síntesis de todo el canto. La contraposición entre su estado actual totalmente desfigurado e inhumano y lo que los pueblos y reyes comprenderán sin que se les explique. Es la fe universal de la humanidad en la glorificación triunfal, que ni se ve ni se explica, de este Siervo de Yahveh. Seguimos pensando en el sentido colectivo de este Siervo, que adquiere plenas dimensiones en Cristo, miembro eminente de la comunidad de salvados, de los Pobres de Israel, del Resto, de los Fieles. "¿Quién creerá lo que hemos oído?". Y la pregunta inmediata es a quién se refiere ese "hemos" y cuál es el contenido de esa audición. No cabe duda de que directamente se refiere a los gentiles de entonces; indirectamente y de modo mediato nos incluye a todos nosotros, los gentiles de todos los tiempos, a quienes llega el kerigma de salvación, la revelación de las obras realizadas por el brazo fuerte de Yahveh y hacia la que tendían todas las profecías. Unos hechos históricos, no unas teorías, a través de los cuales llegó la salvación, liberación y redención a judíos y gentiles mediante los sufrimientos del Siervo de Yahveh.

Este Siervo se presenta ante los demás, en primer lugar, como raíz de tierra árida o flor gris del desierto sin profundidad ni colorido. El Siervo pintado con categorías reales en el primer cántico y proféticas en el segundo y tercero aparece aquí, en el cuarto, como despreciado y abandonado de los hombres, familiarizado con el dolor y víctima de las injusticias. El autor amontona tanto las sombras que no hay viviente que no se sienta apesadumbrado ante esta descripción. ¡Pobre Siervo!, exclamaríamos, aunque sin saber aún por qué.

Precisamente la cima de la revelación que nos aporta el Siervo no está en ese tetricismo, como pudiera pensarse, sino en el fruto que su sufrimiento produjo sobre judíos y gentiles: llegar a reconocer que su castigo fue por nosotros, que su vida ha sido una expiación vicaria, que gracias a él nosotros hemos tenido paz porque hemos sido curados. Su dolor nos ha reconciliado con Dios a todos los niveles. Es la satisfacción vicaria que nunca más volveremos a encontrar en todo el Antiguo Testamento.

Los vv. 7-9 siguen pintando al Siervo con la imagen del martirizado Jeremías al fondo. El Israel del Espíritu sufrió hasta la muerte, hasta llegar al país de la esclavitud y tinieblas, históricamente identificadas con las mazmorras babilónicas y símbolo de los pecados del Israel histórico y de la humanidad entera. Allí, en aquella Babilonio criminal, todo quedaba sepultado, expiado y redimido. De allí, el Israel muerto, resucitaría y reviviría gracias a la acción vivificante de Yahveh.

El autor hace un recuento a la historia. El mismo que antaño diera fecundidad al seno muerto de Sara daría ahora muchedumbres en descendencia a su Siervo Paciente. Es que el pasado y presente juegan en manos del profeta en escatológica tensión. La vida, muerte y revivificación del Siervo, del Israel de la fe, han sido el único modo de aplacar la ira divina, de satisfacer por los pecados de judíos y gentiles conjuntamente. Abandonado en manos de Yavheh, el Siervo ha conseguido lo que no consiguiera ni el Israel histórico con la multitud de sacrificios rituales ni los gentiles con el cúmulo de sacrificios y divinidades. Por eso en él se cumplirá la promesa abrahámica de vida perenne expresada en fecundidad.

Todo cuanto hemos dicho del Siervo de Yahveh, del Israel de la fe, los evangelistas, inspirados por el mismo Dios, lo vieron realizado plenamente en el Jesús histórico de Nazaret.

Nacimiento, vida, pasión, muerte y resurrección serán descritos literalmente con estas palabras proféticas. Imposible cerrar los ojos a la evidencia histórica y teológica.

Confesamos que Jesús es nuestro Salvador, el Siervo Paciente, quien con su vida, muerte y resurrección expió todos nuestros pecados cargándolos como pesada cruz sobre sus hombres. Sólo en él hemos sido justificados.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 662 ss.


2.

Contexto.

Estos versículos de Isaías pertenecen a la conclusión del cuarto cántico del Siervo (52, 13-53, 12): inocencia-condena-glorificación del Siervo tras su gran humillación. Ya de antemano, el cántico anuncia el éxito del Siervo por su docilidad al Señor (52, 13-15). Los que antes se espantaron, al contemplar su figura rota y maltrecha, ahora deben permanecer callados en señal de admiración.

En el cuerpo del poema, un grupo anónimo nos habla de su nacimiento, sufrimiento, muerte, sepultura y glorificación del siervo. Su nacimiento y crecimiento es oscuro como raíz en tierra árida (v. 2); desfigurado por el dolor es considerado como algo insignificante, y la sociedad le da de lado, lo condena al ostracismo. ¿Sufrirá el justo por sus pecados? (v. 3) ¿No seremos nosotros más bien los culpables? (vs. 4-6). Las cicatrices del justo tienen un valor curativo; una condena injusta acaba con él en la sepultura, y la gran paradoja: se reconoce su inocencia después de su muerte (vs. 8-9).

-Texto.

La muerte del Siervo no ha sido inútil. Su sufrimiento y castigo han conducido al éxito; la muerte nunca es punto final sino prenda de salvación para todos nosotros los impíos.

La paradoja es clara; el siervo de Yavhé, su elegido, carga con lo que tradicionalmente procura la ira de Dios frente a los impíos. El "aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca", aparece como víctima expiatoria (Lv. 4). El resultado es extraordinario: rompe el esquema tradicional de la justicia divina. Hasta entonces, quien la hace, la paga; el profeta, en cambio, descubre que puede que no sea así y revela en su oráculo un nuevo hecho: el sufrimiento tiene un valor salvador, no es sólo castigo sino que puede ser salud y, lo que es más notable, salud para los demás. Eso sí, tiene que sufrir el justo, y pues el injusto, el impío, al sufrir, paga, mientras que el justo, con el sufrimiento, salva.

Sería excesivo pedir al texto una afirmación sobre la resurrección. Algunos exégetas lo hacen, pero hay que atenerse al texto sin forzarlo. Es cierto que el profeta presenta al Siervo superviviente de alguna manera y reivindicando sus derechos; su acción no ha sido inútil, resulta beneficiosa para los demás, pero la descripción de una vida plena no supone la vida eterna, sino la afirmación de que la vida del Siervo ha tenido pleno sentido, y eso se describe con los términos clásicos de vida feliz en el A. T.: fecundidad, longevidad, prosperidad y, en último término, abundancia.

-Reflexiones.

Debilidad y fuerza, inocencia y persecución, sufrimiento y paciencia, humillación y exaltación, constituyen una parte importante de la vida de Jesús. El desfigurado en su pasión y muerte en la cruz es reconocido como el justo (Hech 3, 13s). Su silencio impresiona a Pilatos; es humillado y acepta la humillación; después de muerto, el centurión reconocerá su inocencia. Dios lo exaltará a su derecha y le dará en herencia una multitud inmensa entre la que nosotros nos contamos.

El secreto del triunfo para el justo radica en que su vida es servicio para los demás, no en su propio éxito (Mc. 10, 45).

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 52


3.

Este pasaje pertenece al cuarto y último canto del Siervo de Yavé. En él podemos distinguir dos partes, diversas no tanto por el contenido cuanto por la forma. Si en la primera parte, versillo 10, es el profeta el que nos informa sobre los planes del Señor acerca de su Siervo, en el versillo 11 es el mismo Señor el que revela su designio sobre su Siervo.

Este texto ha llegado hasta nosotros con muchas variantes y algunas lagunas que dificultan su interpretación. No obstante, podemos asegurar que aquí se hacen las siguientes afirmaciones: a) Los sufrimientos del Siervo de Yavé obedecen a los designios de la divina misericordia. b) El Siervo entrega su vida como un sacrificio de expiación, padece en lugar de otros y en favor de otros. c) Gracias a los padecimientos del Siervo del Señor se cumplen los planes del Señor y "muchos" alcanzan justicia y salvación por la muerte de "uno". d) Dios restituye la fama a su Siervo y lo devuelve a la vida, que se prolongará en la tierra con una larga descendencia.

Jesús que vino al mundo a servir y a dar su vida por todos los hombres (evangelio de hoy), se identifica con la misteriosa figura del Siervo de Yavé.

EUCARISTÍA 1982, 47


4.

- Es un fragmento del final del Cuarto Cántico del Siervo de Yahvé dentro de la obra del profeta denominado "Segundo Isaías". Aunque la descripción de esta figura del Siervo queda indeterminada al identificar de quien se trata, sí que hay algo muy caro y evidente: se trata de alguien que padece, que muere y que es glorificado. Una aventura desconcertante e inaudita para el mismo autor. Se ha leído en ella una referencia a figuras del pasado: Moisés, el rey Josías o el profeta Jeremías; o bien una aplicación a todo el pueblo judío a través de una figura tipológica. Hch 8, 34-35 nos da la clave de lectura cristiana: es en la existencia de Jesús que esta profecía ha hallado su concreción.

-"El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento": En los salmos en los que se menciona los sufrimientos del justo, se espera o se celebra la liberación por parte de Dios en la vida temporal. Aquí, en cambio, el Siervo sucumbe en la muerte sin experimentar ningún tipo de salvación palpable. Su vida aparece a los ojos de los hombres como un fracaso absoluto.

Entonces es preciso entrar en una nueva perspectiva: la muerte del Siervo forma parte del plan de Dios. El Siervo ha callado, ha sufrido y descendido al sepulcro: pero el designio de Dios ha triunfado. El Siervo, entregando la vida, ha llevado a cabo el triunfo del plan de Dios.

-"... verá su descendencia, prolongará sus años...": La fecundidad de la muerte del Siervo será la declaración pública de su inocencia y justicia. La muerte no será la última palabra.

Pero no se tratará sólo de una reivindicación personal frente a los hombres, sino que la pasión del Siervo servirá para llevar a los demás la justicia.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1988, 20