REFLEXIONES

1.

-EL CESAR Y DIOS

El evangelio de hoy es de los que hacen sufrir a la hora de predicar. No está muy claro lo que quería decir Jesús exactamente. Y menos aún cómo hemos de aplicárnoslo nosotros (por ejemplo, porque las pretensiones de los césares de los tiempos de Jesús eran mucho más impresentables que las pretensiones de nuestros gobernantes actuales, que afortunadamente elegimos democráticamente).

Una buena cosa que podemos hacer hoy, a la hora de preparar la predicación, sería leerse las breves o largas introducciones que encontramos en los misales manuales o en otras presentaciones de las lecturas de este domingo, y así podremos obtener un amplio espectro de posibilidades e interpretaciones. Quizá también nos servirá para darnos cuenta de que la palabra del evangelio puede ser comprendida de diversas maneras, y que hay que ir con mucho tiento en querer llevar el agua al propio molino sin escuchar las demás posibles maneras de ver y sin espíritu autocrítico.

A buen seguro que, de entrada, lo que está detrás de la respuesta de Jesús son las ganas de aclarar a los fariseos y herodianos que él no tiene ningún interés en discernir en nombre de Dios qué hay que hacer en las decisiones políticas concretas, y que sería tentar a Dios querer encontrar autoridad divina detrás de las propias opciones y decisiones; los fariseos y herodianos saben muy bien que Jesús no viene a santificar opciones políticas, y por eso Jesús, lo primero que les dice, es que son unos hipócritas. Y junto con esto, seguramente que también hay aquí una crítica contra los que manejan el dinero y buscan dinero, y a la vez quieren mantenerse al margen, en nombre de vaya usted a saber qué pureza, del juego de poderes que el dinero genera.

Yendo más a fondo, seguramente hay un criterio básico común, que es el que Jesús ha venido a traer: el criterio es dar a Dios "lo que es de Dios". Lo que es de Dios es lo que Jesús vive y anuncia, es el Evangelio. Lo que es de Dios no explica ni concreta lo que hay que hacer con lo que es "del César", y por tanto, a la hora de escoger grandes o pequeñas opciones y actuaciones en la vida social y política, el creyente escoge según su propio cerebro. Pero a la vez, el creyente sabe que Dios, que el Evangelio, aunque no concrete lo que hay que hacer y pensar en cada caso concreto, sí ofrece unos criterios que deben guiar estas concreciones y opciones.

Todo esto no es fácil vivirlo: de hecho, si lo fuera, ya estaríamos en el Reino de Dios. Y aún no estamos. Quizá algunos principios sobre el tema podrían ser:

- Es preciso que nos empapemos de Dios, del Evangelio, para que lleguemos a llevar en nuestro interior "lo que es de Dios" y esto nos marque toda la vida.

- Debemos velar para no considerar que son de Dios o del Evangelio cosas que son más bien criterios personales, o del tipo de gente con la que nos relacionamos.

- Debemos esforzarnos por escuchar otras voces cristianas, y contrastarlas con nuestra manera de comprender y vivir el Evangelio, para cambiar nuestros planteamientos si fuera necesario.

- Debemos ser conscientes de que ninguna opción social o política no puede responder plenamente al Evangelio, y quien defiende un valor acostumbra a olvidar otro: para discernir, debemos utilizar a la vez la conciencia cristiana y una buena informaci6n. Y no descalificar a los cristianos que piensan diferente.

-Debemos empujar, por todos los medios razonables, el acercamiento de nuestro mundo hacia el proyecto amoroso y fraternal de Dios.

- La Iglesia, colectivamente, debe denunciar aquellas situaciones que se alejan descaradamente del proyecto del Evangelio, pero sin dejarse llevar inconscientemente por otros criterios, y aplicando también los principios que acabamos de indicar para cada cristiano.

- Y hay que tener claro, en última instancia, que el origen de todo, la fuerza que lo mueve todo, el término de todo, es Dios manifestado en Jesús.

-LA COMUNIDAD DE TESALÓNICA

Iniciamos hoy la lectura del primer texto que se escribió de todo el Nuevo Testamento. Antes que los evangelios, Pablo escribía cartas a sus comunidades. Y la primera, ésta dirigida a los cristianos de Tesal6nica.

Será bueno indicarlo, en la homilía o en otro momento de la celebración, e invitar a sentirnos en comunión muy cercana con aquellos cristianos de los primeros tiempos, con su fe, su esperanza, su ilusión por el Evangelio. Podemos recordar la intrepidez de Pablo, y a la vez la "normalidad" cristiana de aquellos grupos de gente que empezaron a agruparse en el nombre de Jesús.

Incluso podríamos dedicar toda la homilía a comentar este texto: la comunidad de los creyentes es obra de Dios y Jesucristo; los buenos deseos de los evangelizadores; la manera concreta cómo se vive la fe, la caridad y la esperanza; la fuerza de Dios manifestada en la manera cómo el Evangelio fue anunciado y recibido; la fuerza del Espíritu que actúa...

Podemos acabar imaginándonoslos celebrando la Eucaristía, y sintiéndonos en continuidad con ellos.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1993/13


2. HUMANISMO/ECOLOGISMO: "BUITRES LEONADOS QUEDAN POCOS; HOMBRES HAY DEMASIADOS" PARECE SER SU FILOSOFíA.

Es considerable el aprecio que la palabra "vida" -con todas las limitaciones y corruptelas que se quieran constatar- va consiguiendo en las sociedades desarrolladas. También es muy frecuente que la palabra de Dios recuerde al discípulo la importancia de la vida. Es verdad que se dan ciertos ecologismos poco serios, que sirven para refuerzo del sistema y entretenimiento de bien alimentados.

Estos mantienen fuera de sus objetivos la preservación de la vida del hombre o de grupos humanos en peligro de deterioro o desaparición. "Buitres leonados quedan pocos; hombres hay demasiados" parece ser su filosofía.

EUCARISTÍA 1990/48


3. ESTADO-ABSOLUTO:

"Alguien podría decir que mi punto de vista coincide con el mito anarquista, pero no es así. La utopía de una convivencia feliz sin Estado alguno, me es enteramente extraña. La función del Estado pertenece a los condicionamientos de este mundo. Pero el Estado sólo tiene un significado funcional y, consiguientemente, relativo. Es menester negar de todo punto la soberanía absoluta del Estado. El Estado ha tenido siempre una tendencia a traspasar sus propios límites. Ha llegado a ser una realidad autónoma. El estado quiere ser totalitario.

Y esta afirmación no es válida sólo para el Estado comunista o fascista. También en el período cristiano de la historia hubo una regresión a la concepción pagana del Estado. Una de las acusaciones clásicas más importantes que hizo Celso a los cristianos, era que éstos se comportaban como ciudadanos malos y desleales al considerarse ciudadanos de otro reino. Ese conflicto sigue todavía. Es el eterno conflicto entre Cristo, el Dios-hombre, y el César, el hombre endiosado. La tendencia a la divinización del César es una constante histórica, que apareció en la Monarquía y puede aparecer también en la Democracia y en el Comunismo. No existe ningún tipo de soberanía terrena que pueda compaginarse con el cristianismo, ni la soberanía de la Monarquía ni la soberanía del pueblo o de una clase social. El único principio que se aviene con el cristianismo es la afirmación de los derechos inalienables del hombre. Pero el Estado difícilmente se reconcilia con ese principio".

NICOLÁS BERDIAEFF


4.

-A DlOS LO QUE ES DE DlOS

La sentencia evangélica "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" ha contribuido a esclarecer lo que es del César y lo que no es del César.

Pero no parece haber ayudado en la misma medida a clarificar lo que es de Dios, o sea, lo que no pertenece al poder. Existe, en efecto, un fácil reduccionismo a remitir a las iglesias, como si éstas fuesen las apoderadas de los intereses de Dios en el mundo. "En el nombre de Dios", por ejemplo, se han librado batallas y guerras santas, ocultando los verdaderos motivos de tales procedimientos completamente contrarios a la voluntad divina. Para "salvar el honor de Dios" se ha pisoteado la honra y los derechos humanos. Por "defender a Dios" -y ¿qué dios es ése que necesita que sus creaturas le defiendan incluso por la violencia?_ se ha operado en contra de los hombres, creados, según creemos, a imagen y semejanza de Dios.

Hombres, que se consideran representantes de Dios, elevados a altísimas dignidades, dejan que se les suba el humo a la cabeza y en vez de representar (hacer presente, como todo creyente) tratan de suplantar a Dios o de endiosarse. En vez de estar a disposición de Dios y al servicio de los hermanos, se creen disponer de Dios para someter a sus clientes. El clericalismo no es otra cosa que la apropiación indebida por el clero, los que deben servir al pueblo, de la Iglesia de Dios (¡no de los curas!).

Y no es así. Dios es inapropiable. Y lo que es de Dios no es, ciertamente, el templo o los lugares sagrados, ni los objetos religiosos, ni las ceremonias litúrgicas, ni los ornamentos sagrados, ni mucho menos los tesoros acumulados. Todo eso puede merecer un respeto por su función, pero son hombres los que deciden destinarlo a eso. No Dios.

En cambio, para un creyente, hay algo que procede indefectiblemente de Dios y que, por tanto, a él pertenece en exclusiva. Y eso que es indiscutiblemente de Dios, según la fe, es la dignidad del hombre y sus derechos. Lo que sí es de Dios, es, pues, el paro de los que no encuentran trabajo, el hambre de los que no tienen pan, las lágrimas de los que sufren, la persecución de que son objeto los que luchan por la justicia. Lo que sí es de Dios es la justicia de los explotados, la libertad de los oprimidos, la conciencia del individuo. Porque todo eso pertenece a la naturaleza del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios.

EUCARISTÍA 1981/49