COMENTARIOS AL SALMO 97

 

El Oficio matinal se abre proclamando la Resurrección del Señor con un salmo del Reino de Yahwé.326 Nosotros, que hemos recibido la plenitud de la revelación, estamos en óptimas condiciones para entender tales maravillas: se trata de la victoria de Cristo, autor de nuestra Redención, manifestada en su Misterio Pascual: nunca se oyó cosa semejante.327 Su diestra le ha dado la victoria: es decir, para salvarnos por medio de su Muerte y Resurrección, el Señor no necesitó ayuda extraña.328

Y esas maravillas de las que habla el salmo -comenta Jerónimo-329 responden a aquellas otras del Antiguo Testamento. De un modo semejante a como Eliseo (4 Reg 4: 34 ss) se contrajo al postrarse sobre el cadáver del hijo de la viuda -ojos sobre ojos, manos sobre manos, ...- para resucitarle, así también el Señor ha asumido la forma de hombre y se ha contraído para constituirnos en hijos de la Resurrección.

** Tanto la Liturgia como la tradición cristiana,330 nos invitan a alabar con un cántico nuevo (v. 1) al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La alabanza a Cristo, aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne. En un famoso himno navideño de Sedulio (+450), el 'A solis ortus cárdine',331 se recogen estas palabras: "No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre."

Venidos desde los confines de la tierra, los Magos conocieron al Niño Dios. Ellos son los primeros, de entre todas las naciones, a quienes se les revela la misericordia divina: la primera epifanía del Unigénito a los gentiles, que nace de una madre Virgen para salvar al mundo. Una colecta de la liturgia de Adviento332 sirve para convertir en oración estos sentimientos: "Suban, Señor, a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio admirable de la Encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén."

*** Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de lsrael (v. 3). Este versículo, que podría haber inspirado -quizá- el Magníficat, nos sugiere meditar en los sentimientos de María en la Resurrección de su Hijo: "Fuerte en la fe, contempló de antemano el día de la luz y de la vida, en el que, desvanecida la noche de la muerte, el mundo entero saltaría de gozo y la Iglesia naciente, al ver de nuevo a su Señor inmortal, se alegraría entusiasmada."333

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326 E. LOPEZ-TELLO OSB, La liturgia monástica de las Horas - El esquema B del «Thesaurus» en PHASE (1993), s p. 423: "Los salmos 46 y 92 y los salmos 95 - 99 se llaman salmos del Reino de Yahvé. Los siete se rezan siempre en Laudes y en ellos se encuentran expresiones como "el Señor reina" o "el Señor es Dios", que son equivalentes a decir "el Señor ha resucitado". Estos salmos, además de recordarnos que Cristo es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre, resultan especialmente adecuados para santificar toda la mañana, al traer a todos nuestros actos el recuerdo del Señor.

327 S. ATANASIO, De titulis psalmorum, 97; PG 27

328 S. HILARIO, Tractatus super psalmos. 97 L PL, 9.

329 S. JERONIMO, Breviarium in psalmos, 97; PL 26

330 OLM, Sal resp Misa del 25 XII (Misa del día), y 2 3, y 4 I; MISAL ROMANO, com Misa del 25-XII, Misa del día; P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París 1959, Serie V (Pseudo-Orígenes), 97, p. 144: 'Psalmus ostendit quod ipse (Christus) per adventum nativitatis salutare suum omnibus patefecit.'

331 LITURGIA HORARUM, Himno 'A solis ortus cárdine, Laud, Solemn Natividad del Señor: 'Feno iacére pértulit, / praesépe non abhorruit, / parvoque lacte pastus est / per quem nec ales ésurit.' (F. AROCENA, Los himnos de la Liturgia de las Horas, Madrid, 1992, p 120)

332 MISSALE ROMANUM, Coll Feria II, Hebd 2 Adv (Sacr. Veronense, 1344): 'Dirigatur, quasumus, Domine, in conspectu tuo nostrae petitionis oratio, ut ad magnum incarnationis Unigeniti tui mysterium nostrae vota servitutis illibata puritate perveniant. Qui vivit.'

333 COLLECTIO MISSARUM DE BEATA MARIA VIRGINE, Missa de Beata Maria Virgine in Resurrestione Domini, Praef: "...fide munita, diem prospexit lucis et vitae, quo, mortis nocte dilapsa, universus mundus exsultaret gaudio et oriens Ecclesia Dominum suum immortalem revisens trepida laetaretur".

FÉLIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, I
Ediciones EGA, Bilbao 1995.Págs. 152-153


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL 

* No olvidemos nunca que el sentido original de los salmos es aquel querido y orado por el pueblo de Israel. Este es un "salmo del reino": una vez al año, en la fiesta de las Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona. Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación".

Originalmente, grito de guerra del tiempo en que Yahveh, al frente de los ejércitos de Israel, los conducía a la victoria... Ahora, regocijo general, gritos de alegría, mientras resonaban las trompetas, los roncos sonidos de los cuernos, y los aplausos de la muchedumbre exaltada.

¿Por qué tanta alegría? Seis verbos lo indican: ¡seis "acciones" de Dios! Cinco de ellas están en "pasado" (o más exactamente en "acabado": porque el hebreo no tiene sino dos tiempos de conjugación para los verbos, "el acabado", y el "no acabado"). "El ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"... "Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado", que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada): "El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"...

Observemos la audaz "universalidad" de este pensamiento de Israel. La salvación (justicia-fidelidad-amor) de que ha sido objeto la Casa de Israel... está, efectivamente destinada a "todas las naciones": ¡El Dios que aclama como su único Rey, será un día el rey que gobernará la humanidad entera. Entonces será poca la potencia de nuestros gritos! ¡Será poca toda la naturaleza, el mar, los ríos, las montañas, para "cantar su alegría y aplaudir"!

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** Habiendo leído el salmo en su sentido "literal", tal como Israel lo leía, es necesario en un segundo tiempo, leerlo a la luz del "acontecimiento Jesucristo"... Decirlo en nombre de Jesucristo y con sus sentimientos, y la oración que encontraba en él para luego aplicarlos a su misión en los designios del Padre.

No es mera coincidencia que la Iglesia proponga este salmo de "Dios-Rey que viene", en la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, en pleno Adviento: la "Concepción" de María, es el comienzo del proceso que culminará en la Navidad... El Dios "¡Salvador"! El tercer Domingo de Adviento, se canta un canto de Isaías, que proclama los mismos temas y que pudo inspirar este salmo 97: "Dios es quien me salva, tengo confianza, no temo. El Señor es mi refugio y mi fuerza. El es mi salvador. Dad gracias al Señor e invocad su nombre, anunciad a los pueblos las maravillas que El ha hecho: Recordadles que su nombre es sublime. Cantad al Señor. Porque ha hecho maravillas conocidas en toda la tierra. Exultad, dad gritos de alegría: Dios está en medio de vosotros" (Isaías 12).

¡La "venida" de Dios! Israel no podía ni mucho menos adivinar hasta qué punto esto sería cierto. Lo que celebra este canto, es realmente la Navidad, la venida del Hijo de Dios en persona: este salmo 97 se utiliza en la Misa del día de Navidad... Y en la Misa de media noche, encontramos un salmo que tiene exactamente el mismo sentido (salmo 95).

¡La revelación del amor-fiel de Dios! La Encarnación del Verbo es el acontecimiento histórico que hace visible, que "levanta el velo" (significado de la palabra revelar) del amor que Dios tiene a Israel, y que extiende a todos los pueblos, en Jesús.

¡La "Nueva Alianza", la "Nueva Liberación"! Hay que cantar un "canto nuevo, porque Dios renueva su Alianza: la celebración de la "venida" de Dios es un "signo", un "sacramento" que realiza lo que significa. Cuando se aclama a Dios como Rey, no se le confiere la realeza (El lo es desde siempre), sin embargo se "actualiza" esta "realeza" se "urge la venida del reino escatológico". Festejar la Navidad, es en un sentido real, sacramental, "hacer que Dios venga hoy".  "¡La salvación que tú preparaste ante todos los pueblos!" Así se expresa Simeón en su canto de alabanza (Lucas 2,30) "Atraeré hacia mí a todos los hombres" (Grita Jesús en proximidad de la Pascua). (Juan 12,32). "¡Jesús había de morir por el pueblo de Israel, y no solamente por él, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que están dispersos!" En expresión de San Juan (11,52). Y esta visión universal, realizada en Cristo, era anunciada en la esperanza de todo un pueblo, que se atrevía a convidar a "toda la tierra", "todas las naciones", "todos los habitantes del mundo" a su propio "Terouah". ¡Una fiesta mundial! ¡Vamos hacia una fiesta en que todos los hombres estarán felices y cantarán todos juntos, el mismo día, el mismo Dios, el mismo amor que los habrá salvado ¡Salvado!

Me imagino a Jesús recitando este salmo... Lo recito con El...

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** ¡Vamos, no lo dudemos. Dejémonos "invitar" a la fiesta! ¡Vamos! Saquemos todos los instrumentos, trompetas, bocinas, guitarras, panderetas, flautas... Y nuestras voces y aplausos. ¿Hay personas que se escandalizan por la "alegría" y el "ruido" que hacen los muchachos de hoy en sus fiestas? Hay un tiempo para la oración silenciosa. Sí. Hay un tiempo para la meditación y la oración íntima. ¡Sí. Pero hay también un tiempo para la oración de aclamación!

Escuchemos a Paul Claudel, que vive a su manera este salmo: "¿Qué canto, oh Dios mío, podemos inventar al compás de nuestro asombro? El ha roto todos los velos. Se ha mostrado. Se ha manifestado tal como es a todo el mundo. La misma caridad, la misma verdad, todo semejante, a lo que quiso con Israel, ¡helo aquí, doquier, brillando a los ojos de todo el mundo! ¡Tierra, estremécete! ¡Que oiga en tus profundidades el grito de todo un pueblo que canta y que llora y que patalea! ¡Adelante, todos los instrumentos! ¡Adelante la cítara y el salmo! ¡Adelante, la trompeta en pleno día con sonido claro, y esta trompeta, la otra, muy bajo, como un hormigueo de trompetas que yo creía escuchar durante la noche! ¡Adelante el mar, para sumirme! ¡Adelante, la redondez de la tierra como un canasto que se sacude! ¡Ríos, aplaudid, y que se alisten las montañas, porque ha llegado el momento en que Dios va a "juzgar" a la tierra! ¡Ha llegado el día del rayo del sol, y de la radiante nivelación de la justicia!".

¡La "justicia"! ¡Un mundo gobernado "según Dios"! ¡Está por venir! ¡Un mundo gobernado según el amor! Está por venir, Dios viene. El Reino de Dios ha comenzado...

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 190-193


3. ALABANZA/JÚBILO/SAL-97

CANTAD AL SEÑOR UN CANTO NUEVO

Oración de alabanza

Uno de los temas que más tratan los salmos es el de la alabanza. Dios merece toda la alabanza por ser él quien es, por sus obras maravillosas, por la bondad mostrada al hombre, por la salvación, por su predilección por Israel.

Esta alabanza es el fruto de una experiencia gozosa, de una alegría que produce la actuación salvadora de Dios: el salmista siente admiración, entusiasmo y gratitud por este Dios tan excelso, tan providente, y por esto brota de su corazón la más sincera alabanza. La fe en Dios lleva aneja la alabanza, y la alabanza proviene de la alegría. Los salmos, entre otras muchas otras cosas, nos enseñan también esta verdad y esta actitud de la alabanza gozosa, porque si el hombre alaba a Dios lo hace movido por un corazón admirado y agradecido, inundado de alegría por sentirse amado, salvado y protegido por su Dios.

El Antiguo Testamento ha sabido elaborar una serie copiosísima de cánticos y de himnos que ensalzan la bondad o las obras de Dios en medio de una atmósfera exultante: los cánticos de Moisés, de Débora, de Ana, de Judit, de Ezequías y los profetas, y por supuesto los salmos: una magnífica panorámica de una oración llena de alabanza y de gloria.

Entre los documentos del Qumran han aparecido una serie bellísima de himnos de alabanza, en la misma línea, algunos de los cuales nada tendrían que envidiar a los mismos salmos por su profundidad y su belleza, por la expresión de su alabanza sentida y feliz. En el Nuevo Testamento, Cristo mismo alaba al Padre en diferentes ocasiones y se admira de sus obras; su infancia viene acompañada de grandes cánticos, como el de María (Magníficat), el de Zacarías (Benedictus), y el mismo himno de los ángeles en su nacimiento de Belén: "Gloria a Dios en las alturas...". San Pablo y el Apocalipsis nos muestran abundante literatura hímnica, y todo ello nos hace ver la Biblia jalonada de una atmósfera de alabanza y de júbilo: el hombre mantiene esta relación gozosa con Dios, consciente de su grandeza y de su bondad, respondiendo con sus cantos de gratitud y admiración.

Y esta corriente de exultación gozosa ha continuado en la vida de la Iglesia con el ejemplo de los santos y la proliferación inacabable de expresiones de alabanza: recordemos el "Te Deum", el "Cántico de las creaturas" de san Francisco de Asís. Y sobre todo, la Liturgia de la Iglesia, con su variadísima gama de alabanzas, desde la Plegaria Eucarística hasta la Liturgia de las Horas y tantas y tantas prácticas de piedad cristianas que siguen el mismo camino de alabanza y gratitud a Dios.

De una manera privilegiada los salmos nos dan esta enseñanza, y un determinado grupo entre ellos, los himnos o cánticos a Yahvé (además de otros grupos), muestran especialmente esta realidad, que no es sino la necesidad del alma agradecida y admirada ante su Dios. Muestran una experiencia profunda de Dios, de un Dios sentido en el fondo del alma: su ayuda se ha dejado ver en cada paso, se ha recibido toda su solicitud y su providencia, se ha sentido siempre su presencia.

Así, pues, los himnos a Yahvé cantan la grandeza, la actuación, el reino de Dios. Son salmos universalistas que, partiendo de la experiencia histórica de Israel, extienden su campo de alabanza a todos los pueblos y naciones, invitando incluso a los seres celestes (ángeles) y a la naturaleza toda (tierra y mar, árboles y ríos) a sumarse a esta alabanza grandiosa al Dios del universo, de la historia y de la salvación, cuyo juicio dará la recompensa a sus elegidos y permitirá un nuevo orden de cosas. Su victoriosa actuación le hace superior a todos los dioses y fuerzas del universo y le da dominio sobre todas las naciones.

"Cantad al Señor un cántico nuevo"

El Salmo 97, que se reza el miércoles de la 3a. semana en Laudes, es uno de estos cantos de alabanza a Yahvé, rey del mundo, cuya actuación no es sino una serie de maravillas y portentos en favor del hombre y del pueblo de Israel. Está influenciado, como todos los de su grupo (salmo 46, 92, 95-98), por el Segundo Isaías en sus miras universalistas, en su concepción de las nuevas realidades que se acercan para Israel, en su jubilosa visión del mundo como escena de la actuación de Dios y eco de su alabanza.

Lo podemos dividir en estas secciones:

- vv. 1-3: cantan la victoria y salvación de Yahvé

- vv. 4-6: la humanidad ensalza a Yahvé

- vv. 7-9: la naturaleza se suma a esta alabanza

Ha hecho maravillas (w. 1-3)

La primera frase del salmo es una invitación a la alabanza a Dios con un canto nuevo. Las maravillas de Dios son tan grandes, tan inesperadas, que el pueblo no puede contentarse con las alabanzas rituales conocidas: parece que requiere algo nuevo y grandioso. Dios es el obrador de grandes cosas, y su victoria ha sido total. Su brazo, es decir, su fuerza invencible, es quien ha actuado (no la fuerza del hombre).

Ciertamente el salmista piensa en la restauración de Israel después del exilio de Babilonia, cuando tiene lugar un nuevo inicio en la vida, en la religión, en la liturgia del templo. Este período feliz vendrá después del retorno, y este solo pensamiento produce en el salmista (igual que en Isaías) un potencial enorme de alegría y entusiamo. Dios realiza estas maravillas de salvación porque ama a su pueblo, porque nunca lo ha olvidado y ha tenido siempre presentes su misericordia y su fidelidad. El versículo 3:

"se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel"

ha inspirado muy de cerca el Magníficat de María (Lc 1,54), cántico que se mueve en la misma sintonía de alabanza al Dios que actúa en favor de su pueblo y de los humildes.

Suenen los instrumentos (vv. 4-6)

Las obras de Dios son contempladas por todo el mundo:

"los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios".

Es una acción de Dios que percibe (o percibirá) el mundo entero, que conocerán todos los pueblos y por esto alabarán a Dios. La vuelta a Sión, que según el Segundo Isaías superará en grandiosidad al mismo Exodo (Is 49), será el comienzo de esta justicia de Dios y la celebrarán todos los pueblos porque en la nueva etapa Israel será algo grande y su nombre se dejará sentir en todas partes.

Por esto ahora el salmista invita a toda la tierra a cantar al Señor, a aclamar a Dios sonando toda clase de instrumentos: ahora es la música quien acompaña esta sinfonía grandiosa de alabanza: "tañed la cítara... suenen los instrumentos".

Los instrumentos musicales son muy citados en la Biblia como acompañamiento y complemento de la alegría y alabanza. Baste recordar el último salmo del salterio con la enumeración de tantos instrumentos al servicio de la liturgia jubilosa: trompetas, arpas, cítaras, tambores, flautas, platillos sonoros... Todo esto para aclamar al Señor que es rey sobre su pueblo y sobre el universo, y para que la alabanza sea más armoniosa, más universal. La Biblia nos da una muestra más de aprecio por todo aquello que es bueno, alegre, positivo, humano: todo colabora en el bien del hombre, todo redunda a gloria de Dios. Los salmos son este eco fiel que van formando la conciencia del pueblo y le educan en una actitud abierta y generosa que la ennoblece y dignifica.

Aplaudan los ríos, aclamen los montes (vv. 7-9)

A esta vasta aclamación de la humanidad, acompañada de la música, se asocia ahora la naturaleza, como si ella continuase en la misma vibración de la primera creación, salida de las manos de Dios. Ahora, de un modo semejante, esta misma naturaleza, siempre solidaria del hombre (el hombre viene de ella: barro de la tierra), canta las obras de Yahvé: el mar y cuanto él contiene en su inmensidad y su misterio, los habitantes de la tierra (hemos de pensar aquí en el variadísimo reino animal), los ríos, como si sus bordes, al decir de un antiguo rabino, fueran largas manos que aplauden mientras tocan sus orillas. Así, con una mención de estos elementos más importantes como representantes de toda la tierra, el salmista asocia a su alabanza el mundo entero.

Y la explicación de esta alabanza alborozada y general nos la da el salmo: "el Señor viene a regir la tierra", viene a instaurar un orden nuevo, a reinar sobre el mundo de los hombres con justicia y equidad, y la rectitud será la marca de su reinado. Así la esperanza de Israel, y de toda la humanidad, que aspira a la paz y la justicia y a unos tiempos mejores, será una realidad con la venida del Señor.

Alabanza cristiana

Breve salmo, pero entusiasta, que ha sabido mostrar estupendamente el sentido de la alabanza y dar su motivación, en un alarde de experiencia divina y de sentido profético. Escuela de alabanza en la cual se inspiró el mismo Magníficat de María, y que nos enseña a todos el sentido de exultación, de admiración, de esperanza y alegría frente a las obras de Dios, de su providencia, de su salvación.

Como tantas veces, si el salmista logró componer un himno tan perfecto y que tan profundamente expresa sus sentimientos religiosos, cuánto más profundamente lo pueden comprender y hacer suyo los cristianos, nosotros que hemos visto la realización completa del plan de Dios, de su venida a nuestro mundo, que hemos visto su "victoria" en la redención del hombre, triunfando sobre el pecado y la muerte, resucitando e inaugurando las nuevas realidades de su reino entre los hombres. A partir de entonces, la misma historia de los hombres se ha dividido en dos, como para indicar con este elemento profano que realmente Dios ha venido a regir la tierra y a darle los cauces para una nueva etapa de vida.

El campo de la fe del cristiano es mucho más vasto, mucho más claro y mucho más grandioso que el campo de la fe del salmista. Por esto nuestra alabanza debería ser todavía más intensa, más auténtica y más sentida.

El salmo de hoy es un buen ejemplo para un ejercicio de admiración y de alabanza frente a las maravillas de Dios, que culminan en el centro de la fe cristiana, la vida y la obra de Cristo Jesús, Rey de la paz y Rey del universo.

J. M. VERNET
DOSSIERS-CPL/22


4.

El salmo 97 tiene un claro significado mesiánico y escatológico. Nos hace contemplar la victoria final de Dios sobre el poder del mal y la salvación que conseguirá Israel para todos los pueblos: El Señor da a conocer su victoria.

En este día cantemos, pues, la victoria anticipada de Dios sobre el pecado del mundo, gracias a la Pascua de Jesucristo. Y que, ante esta maravilla, toda nuestra vida sea un cántico nuevo, proclamado ante los confines de la tierra. Que los hombres, que con tanta frecuencia viven faltos de esperanza, comprendan que también a ellos el Señor les revela su justicia, para que los confines de la tierra contemplen, como nosotros, la victoria de nuestro Dios.

Pedro Farnés


5. CANTICO DE VICTORIA

EI Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia

Creo en tu victoria, Señor, como si ya hubiera llegado, y lucho por ella en el campo de batalla como si aun hubiera que ganarla con tu poder y mi esfuerzo a tu lado. Esa es la paradoja de mi vida: tensión a veces, y certeza siempre. Tú has proclamado tu victoria ante el mundo entero, y yo creo en tu palabra con confianza absoluta, contra todo ataque y toda duda. Tu eres el Señor, y tuya es la victoria. Sin embargo, Señor, tu tan anunciada victoria no se deja ver todavía, y mi fe está a prueba. Ese es mi tormento.

Proclamo la victoria con los labios y lucho con las manos para que venga. Celebro el triunfo y me esfuerzo por que suceda. Creo en el futuro y sudo en el presente. Me regocijo cuando pienso en el ultimo día y me echo a temblar cuando me enfrento a la tarea del día de hoy. Sé que pertenezco a un ejercito victorioso, que al final, acabará por derrotar a toda oposición y conquistar todo el mundo; pero caigo en el campo de batalla con sangre en el cuerpo y desencanto en el alma. Soy soldado herido de un ejército triunfador. Mío es el triunfo y mías las heridas. Piensa en mí, Señor, cuando anuncies tus victorias.

Robustece mi fe y abre mis ojos para hacerme ver que tu victoria ya ha llegado, aunque quede velada bajo apariencias humildes que ocultan la gloria de toda realidad celestial mientras seguimos en la tierra. Tu victoria ha llegado porque tú has llegado; tú has andado los caminos del hombre y has hablado su lengua; tú has gustado su miseria y has llevado a cabo su redención; tú has hallado la muerte y has restaurado la vida. Sé todo eso, y ahora quiero hacerlo realidad en mi vida para que yo mismo viva esa fe y todos sean testigos. Hazme gustar la victoria en el alma para que pueda proclamarla con los labios.

Entre tanto, gozo viendo en sueño y profecía la victoria final que te devolverá la tierra entera a ti que la creaste. Entonces todos lo verán y todos entenderán; la humanidad se unirá, y todos los hombres reconocerán tu majestad y aceptarán tu amor. Ese día es ya mío, Señor, en fe y esperanza.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro. Orar los Salmos


6. Catequesis del Papa 6-XI-2002

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El ha Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:

tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.



1. El Salmo 97 que acabamos de proclamar pertenece a un género de himnos con el que ya nos hemos encontrado durante el itinerario espiritual que estamos realizando a la luz del Salterio.

Se trata de un himno al Señor, rey del universo y de la historia (Cf. versículo 6). Es definido como un «cántico nuevo» (v. 1), que en el lenguaje bíblico significa un cántico perfecto, rebosante, solemne, acompañado por música festiva. Además del canto del coro, de hecho, se evoca el sonido melodioso de la cítara (Cf. versículo 5), la trompeta y el son del cuerno (Cf. versículo 6), así como una especie de aplauso cósmico (Cf. versículo 8).

Además, incesantemente resuena el nombre del «Señor» (seis veces), invocado como «nuestro Dios» (versículo 3). Dios, por tanto, está en el centro del escenario en toda su majestad, mientras realiza la salvación en la historia y es esperado para «juzgar» al mundo y los pueblos (versículo 9). El verbo hebreo que indica el «juicio» significa también «gobernar»: hace referencia por tanto a la acción eficaz del Soberano de toda la tierra, que traerá paz y justicia.

2. El Salmo se abre con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel (Cf. versículos 1-3). Las imágenes de la «diestra» y del «brazo santo» se refieren al Éxodo, a la liberación de la esclavitud de Egipto (Cf. versículo 1). La alianza con el pueblo de la elección es recordada a través de dos grandes perfecciones divinas: «amor» y «fidelidad» (Cf. versículo 3).

Estos signos de salvación son revelados «a las naciones» y a «los confines de la tierra» (versículos 2 y 3) para que toda la humanidad sea atraída por Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvadora.

3. La acogida reservada al Señor que interviene en la historia está marcada por una alabanza común: además de la orquesta y de los cantos del templo de Sión (cfr vv. 5-6), participa también el universo, que constituye una especie de templo cósmico.

Los cantores de este inmenso coro de alabanza son cuatro. El primero es el mar con su fragor, que parece un contrabajo de este grandioso acto de alabanza (Cf. versículo 7). Le siguen la tierra y el mundo (Cf. versículos 4. 7) con todos sus habitantes, unidos en una armonía solemne. La tercera personificación es la de los ríos que, al ser considerados como brazos del mar, parecen batir palmas con su flujo rítmico (Cf. versículo 8). Por último, aparecen las montañas que parecen bailar de alegría ante el Señor, a pesar de ser las criaturas más macizas e imponentes (Cf. versículo 8; Salmo 28, 6; 113, 6).

Un coro colosal, por tanto, que tiene un único objetivo: exaltar al Señor, rey y juez justo. El final del Salmo, como se decía, presenta de hecho a Dios «que llega para regir (juzgar) la tierra... con justicia y los pueblos con rectitud» (versículo 9).

Esta es nuestra gran esperanza y nuestra invocación: «¡Venga tu reino!», un reino de paz, de justicia y de serenidad, que restablezca la armonía originaria de la creación.

4. En este Salmo, el apóstol Pablo reconoció con profunda alegría una profecía de la obra del misterio de Cristo. Pablo se sirvió del versículo 2 para expresar el tema de su gran carta a los Romanos: en el Evangelio «la justicia de Dios se ha revelado» (Cf. Romanos 1, 17), «se ha manifestado» (Cf. Romanos 3, 21).

La interpretación de Pablo confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído en la perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a su pueblo y que todas las naciones, al verlo, quedan admiradas. Sin embargo, en la perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo ven y son invitadas a aprovecharse de esta salvación, dado que el Evangelio «es potencia de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego», es decir el pagano (Romanos 1,16).

Ahora «los confines de la tierra» no sólo «han contemplado la victoria de nuestro Dios» (Salmo 97, 3), sino que la han recibido.

5. En esta perspectiva, Orígenes, escritor cristiano del siglo III, en un texto citado después por san Jerónimo, interpreta el «cántico nuevo» del Salmo como una celebración anticipada dela novedad cristiana del Redentor crucificado. Escuchemos entonces su comentario que mezcla el canto del salmista con el anuncio evangélico.

«Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado --algo que nunca antes se había escuchado--. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”. Orígenes continúa: Cristo “hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo» («74 homilías sobre el libro de los Salmos» --«74 omelie sul libro dei Salmi»--, Milán 1993, pp. 309-310).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa hizo esta síntesis en castellano]

Queridos hermanos y hermanas:

El nombre del Señor es el centro del Salmo que hemos escuchado. Dios actúa en la historia y al final juzgará al mundo y a los pueblos. En este contexto, juzgar significa también gobernar, instaurar la justicia, el orden y la paz. Esto es lo que el Señor trae consigo, lo que implantará definitivamente en todo el orbe. Es también el motivo por el que se le invoca y alaba desde todas partes y con todos los medios.

En la perspectiva cristiana, esta realidad ha comenzado ya en Cristo, en el cual "se revela la justicia de Dios", como dice San Pablo (Romanos 1, 17) y, por eso, el creyente puede entonar ya ahora el «canto nuevo» del universo y la humanidad entera redimida por Cristo.