24 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XXVIII
(11-19)

11.

Las lecturas del domingo ya están escogidas  Hay cristianos que aún no tienen bastante claro que las lecturas del domingo están  estructuradas en tres ciclos, que se repiten cada tres años y que se distinguen  fundamentalmente por el evangelio. Últimamente, en estas semanas del inicio del curso,  estamos leyendo, de forma casi continua, el evangelio de Marcos.

Por tanto, está claro que los textos de hoy no los he escogido yo y que, a pesar de que  traten la cuestión delicada de la riqueza, son siempre "Palabra de Dios". La Palabra que  marca el criterio de nuestro comportamiento porque procede del mismo Dios, Aquel que sólo  procura nuestro máximo crecimiento como personas y como hijos suyos.

La educación tradicional no siempre resulta evangélica 

El evangelio de hoy (que os invito a reflexionar) muestra la fuerza inmensa de la riqueza,  capaz de ahogar las mejores intenciones. Porque aquel joven (como muchos de nosotros)  había aprendido (desde pequeño) a observar todos los mandamientos y pensaba (como los  fariseos) que las riquezas eran un don de Dios; estaba convencido de que, con sus  riquezas, podría dar limosna a los más pobres y así se ganaría el cielo; vivía de la moral  burguesa, que permite a los ricos el ser buenos sin tener que dejar la riqueza.

Jesús lo ve de otra manera 

Jesús, a este joven que cumple todo lo que está mandado, le dice: "Una cosa te falta:  anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y luego sígueme". Porque, este  joven, cumple la letra de los mandamientos, pero no su espíritu: "amar a Dios (con todo el  corazón y por encima de todo) y amar al prójimo como a sí mismo". Porque quien acumula  riqueza, aunque sea fruto de su trabajo, aunque dé alguna limosna a los más necesitados,  no ama al prójimo como a sí mismo (porque no comparte con él todo lo que tiene), ni ama a  Dios "con todas sus fuerzas" y, menos aún, "por encima de todo". Porque "el que quiera  ganar la vida", dice Jesús, debe dar (gastar) la propia vida por los demás y debe dar (con  mayor razón) lo que no necesita para vivir.

¿Qué nos pide Jesús? 

¿Qué tenemos que hacer, pues, cada uno de nosotros?: ¿suprimir esta página del  evangelio? o bien, ¿dejarnos convertir por esta Palabra de Jesús? Si escogemos la  conversión, hay dos maneras de empezarla:

A- Primera posibilidad 

Pensar en serio (en la oración): ¿qué espera Jesús de mi vida?, ¿qué me pide a mí,  personalmente? Hay que hacerse esta pregunta de un modo concreto. Por ejemplo: Un joven trabajador (y que ha estudiado una carrera) debe preguntarse dónde quiere  ejercerla y al servicio de quién. Cualquier joven, un día, debe preguntarse en serio: ¿Jesús me pide a mí que sirva a la  gente como sacerdote o en la vida religiosa?  Una persona mayor (que se ha quedado soltera) debe preguntarse cómo llena su vida:  ¿de la felicidad de quien sirve? ¿o bien de la ansiedad del solitario?  Un empresario se preocupará por mantener los puestos de trabajo, aunque no gane tanto  (o lo tomen por loco). ¡Y no hay que preocuparse!: ¡quien se pone a servir, nunca se enriquecerá! 

B- Segunda posibilidad 

Otra manera de cumplir lo que dice el evangelio de hoy es reflexionar sobre nuestro  mundo que sólo valora la riqueza y el bienestar, y necesita pobres al servicio de los pobres.  ¿Por qué no vivir con ellos? Europa y América del Norte se han enriquecido a causa de los  más pobres, ¿por qué no paso una parte de mi vida sirviendo al Tercer Mundo? 

Y esto, que parece imposible a los hombres, lo ha vivido Jesucristo. El se hizo pobre  entre los pobres y dio toda su vida para nosotros. También podemos vivirlo nosotros  mismos porque, ahora (en la Eucaristía), nos alimentaremos del mismo Espíritu que animó  toda la vida de Jesús.

JAUME GRANE
MISA DOMINICAL 1994, 13


12.

1. «Vende lo que tienes». 

La historia del joven rico que no quiere renunciar a sus bienes y la de los discípulos que  han dejado todo para seguir a Cristo forman una unidad en el evangelio. Entre los dos  episodios aparecen las palabras de Jesús sobre la dificultad de los ricos para entrar en el  reino de Dios. ¿Quiénes son esos ricos para Jesús? Los que se apegan a sus posesiones  o riquezas. La cuantía de las riquezas carece de importancia. Puede haber ricos que no  están apegados a sus bienes (Jesús conoció seguramente a algunos de ellos;  presumiblemente las mujeres que le ayudaban con sus bienes eran de familias  acomodadas: Lc 8,3), del mismo modo que puede también haber pobres que no están  dispuestos a renunciar a lo poco que tienen. Cuando ve que el joven rico no está dispuesto  a renunciar a sus bienes, Jesús habla primero de dificultad, y después, con la imagen del  ojo de la aguja, de imposibilidad práctica de entrar en el reino de Dios para el que no esté  dispuesto a renunciar a sus riquezas, para, finalmente, ante el espanto de los discípulos,  confiar todo al poder soberano de Dios. Y cuando Pedro afirma que él y los demás  discípulos han dejado todo para seguirle, Jesús radicaliza la cuestión en varios aspectos:  en primer lugar enumerando las personas y los bienes que es preciso dejar, después  subrayando que esas personas y esos bienes se han de dejar «por mí y por el Evangelio»  -por tanto: no por menosprecio de los bienes terrenales, sino postergándolos por un motivo  muy concreto-, y finalmente mediante la cláusula «con persecuciones»: el que se  desprende de sus bienes no llega necesariamente a un puerto seguro, el «céntuplo» que  recibirá se promete sólo para la vida futura. El seguimiento del que ha hablado Pedro  consiste en esto: cruz en este mundo, resurrección en el más allá.

2. «Invoqué y vino a mi un espíritu de sabiduría». 

Salomón, en la primera lectura, aparece como una figura ambigua ante la exigencia de  Jesús en el evangelio. Como joven rey que es, ha pedido a Dios la sabiduría; el pasaje del  libro de la Sabiduría atestigua que el monarca prefería la sabiduría a cualquier poder real, a  cualquier riqueza, incluso a la luz, la salud y la belleza. La actitud de Salomón no parece  estar lejos de la del discípulo del Nuevo Testamento. Pero en la Antigua Alianza, en la que  falta el modelo de Jesús, todavía no se aprecia el valor de la «pobreza en el espíritu» y del  «dejar todo»; por eso Dios le concederá, debido a la rectitud de su petición, «riquezas  incontables» (cfr. 1 R 3,13). Y serán precisamente tales riquezas las que propiciarán las  locuras de su vejez. Será necesario el modelo de Jesús para hacer comprender a los  hombres que el Dios infinitamente rico no tiene más riqueza que el amor, que puede  también hacerse pobre por nosotros.

3. «Más tajante que espada de doble filo». 

La segunda lectura nos describe de qué manera tan «viva y eficaz» la palabra de Dios  penetra y juzga nuestra actitud más íntima y más oculta al mundo. Esa palabra divide «alma  y espíritu», el alma que quizá se apega todavía a las cosas terrenales y no quiere renunciar  a ellas, mientras que el espíritu «es decidido» (Mt 26,41). El hombre no ve las intenciones  de su corazón, pero para la palabra de Dios todo está «patente y descubierto»; sólo a ella  hemos de rendir cuentas, porque sólo en ella encontramos claridad sobre nosotros  mismos.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 197 s.


13.

Frase evangélica: «Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres... y sígueme» 

Tema de predicación: LAS EXIGENCIAS DE LA SALVACIÓN 

1. La salud -de donde se deriva salvación- equivale, idealmente, a vida en plenitud (sin  rastro de enfermedad), a integridad personal (sin secuelas de alienación) y a armonía  global (en paz con todos y con Dios). Cumple todos los deseos y aspiraciones de la  persona y se expresa en la esperanza de la inmortalidad. No es mera ausencia de  desgracias y calamidades, sino realización plena del ser personal. Naturalmente, la salud  está constantemente amenazada por la enfermedad, el hambre y, en definitiva, el pecado y  la muerte. Sólo Dios es salud total, que se comunica en la historia; por eso es «bueno».

2. La salud cristiana, o salvación liberadora, abarca la totalidad de lo humano. No es la  mera inmortalidad del alma ni la retribución individual en forma de «vida eterna». Es  presencia ya actuante, aunque todavía no en su plenitud, del reino de Dios. Para recibir la  salud de Cristo no basta con guardar los mandamientos; es preciso, además, despojarse de  las riquezas y entrar en la comunidad de discípulos.

3. Evidentemente, la riqueza es un obstáculo considerable para entrar en el reino de Dios  o para seguir a Jesús, porque falsifica la relación con Dios y con los hermanos. En cambio,  la riqueza de los pobres está en el seguimiento de Jesús, en la fraternidad y en el reino. Se  plantea esta cuestión evangélica: «¿Quién podrá salvarse?». La salvación es irrupción de  Dios en la persona humana, que acepta y cree sin aferrarse al dinero o a la autosuficiencia.  La recompensa de los discípulos que lo han dejado todo es consecuencia del seguimiento:  formar parte de la comunidad eclesial ahora, y de la definitiva en la plenitud de los tiempos.  Lo que parece «primero» es lo «último», y viceversa.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué nos aferramos tanto a las riquezas? 
¿Qué salvación es la que pretendemos? 

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITÚRGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 230 s.


14. SOBRE POBRES Y RICOS 

Muy pronto empezó Jesús a mostrar sus preferencias: «Dichosos los pobres, porque de  ellos es el Reino de los Cielos». Fue en el sermón de la montaña, al comenzar su vida  pública. Y muy pronto también señaló el gran peligro de la situación contraria: «¡Ay de  vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!».

El pasaje evangélico de hoy es un «ejemplo al canto» de estas líneas maestras que Cristo  trazó para los que quisieran emprender el camino del Reino: «No se puede servir a Dios y al  dinero». Buen camino, pues, la pobreza. Peligroso camino, por el contrario, la riqueza. Y, sin embargo, la riqueza, en sí misma, no es un mal. Es un bien. Dios no sólo es «rico en  misericordia». Es rico en todo. Suyos son el cielo y la tierra, el tiempo y la eternidad. El hizo  el universo, «vio que era bueno», y se lo dio dadivosamente al hombre: «Someted la  tierra».

Leed el A.T. y veréis que, a los que Dios ama, los colma de bienes. A Abrahán le dijo Dios:  «Toda esta tierra te daré para ti y tus descendientes». Por eso luego se nos dice: «Abrahán  era muy rico en ganado, plata y oro». Lo mismo pasa con Isaac: «Yhavéh le bendecía y él  se enriquecía más y más». En cuanto a su pueblo, recordad lo que le dijo: «Te daré una  tierra que mana leche y miel, allí no faltará de nada». Por otra parte, la  Sagrada escritura consideraba las riquezas como premio a la sagacidad, al trabajo, a la  audacia y a otras virtudes: «No ames el sueño, que te harás pobre. Ten abiertos los ojos y  te hartarás de pan», dicen Los Proverbios.

Pero cuando el hombre no se da cuenta de que las riquezas sólo son un camino para  conseguir la «otra» riqueza, la única, la «perla preciosa», entonces se le desmorona toda  su jerarquía de valores, y convierte en «fin» lo que sólo es un «medio». Ante ese «medio»,  que es el «becerro de oro», se arrodilla, después de haber fundido en él todos los otros  ideales. Eso le pasó al joven rico. No era malo. Era bueno. Pero su corazón estaba ganado por  las riquezas. Eso le pasó igualmente a aquel otro hacendado, que, después de una gran  cosecha, se dijo: «Amigo, tienes bienes para muchos años; come, bebe y date buena vida». 

Eso mismo les pasó a aquellos tres invitados que rechazaron el convite del Señor,  agarrándose a «unas yuntas de bueyes», una «finca» y una «esposa». Todos ellos  pensaban que «sus riquezas» eran ya la dicha, la seguridad, el verdadero reino.  Confundían «las riquezas» con «la Riqueza». No es que el rico sea más malo que el pobre. Lo que pasa es que, al saberse rico,  primero cree bastarse él solo; y eso se llama orgullo. Después, prescinde de Dios, para  confiar en sus riquezas; y eso es idolatría. Luego se olvida de los que «no son ricos». Y eso  va contra «el amor». Como, además, sus riquezas, ¡ay!, muchas veces se han amasado  con «la sangre del pobre», como decía León Bloy, entonces estamos ya en el pecado de  «injusticia».

Pero sumad y seguid, ya que no suele terminar ahí: «El que tiene cinco quiere tener  diez», ya lo sabéis. Y eso se llama «avaricia». Y el que nada en la abundancia, no se priva  ya de nada. Y se le van pegando, como moscas, la lujuria, la gula, la pereza, etc., etc.  Repito: no es que el pobre sea más bueno, no. Lo que pasa es que, al ser pobre, siente  todas las necesidades y entonces, se ponen a confiar en Dios. Ellos son los únicos que  aceptaron la invitación del banquete. En la sobremesa cantarían, seguro: «En Dios pongo  mi esperanza»...

ELVIRA-1.Págs. 185 s.


15. RIQUEZA/PELIGRO JOVEN-RICO:

1. Peligro de las riquezas 

El gran tema de este pasaje evangélico es la radicalidad que implica el seguimiento de  Jesús, el desprendimiento que exige y la total incapacidad que tienen los ricos para ser  fieles a ese seguimiento. Los cristianos no podemos tener más valor absoluto que Dios y su  Mesías. Es una clara advertencia a las comunidades cristianas de todos los tiempos sobre  la imposibilidad de seguir a Jesús -de ser cristianos- rodeados de riquezas. Descalifica la  idea, tan extendida siempre, según la cual las personas ricas, por el mero hecho de serlo y  por dar algunas limosnas, son piadosas y buenas. Y como, además, estas personas suelen  presumir de ello... Nos narra el encuentro y el diálogo de Jesús con "uno" (Mateo y Marcos)  o con "cierto hombre importante" (Lucas), la enseñanza a los discípulos sobre el peligro de  las riquezas y el comentario de Pedro sobre que ellos lo han dejado todo, seguido de la  promesa de recompensa. Mateo y Marcos terminan con una frase sobre muchos primeros  que serán últimos, y viceversa.

Tocar el tema del dinero es tocar fuego, hacerse impopular, crearse muchos enemigos.  ¿No es el gran aliado de los cristianos, el financiero de un apostolado "eficaz"? ¿Qué se  hace sin dinero?... Jesús parece que tenía otra opinión. El episodio que vamos a comentar  es otro fuerte palo para los ricos y para las riquezas. Tener riquezas para sí es  irremediablemente alejarse de la comunidad fraternal humana, alejarse de Dios. Ser rico no es una bendición, como se creía en el Antiguo Testamento y se sigue  creyendo hoy entre la mayoría de los cristianos. La riqueza tiene poca consistencia (Lc  12,15-21) y muchos peligros. Tampoco podemos decir, sin más, que la pobreza sea una  suerte: cuando entraña carencia de los bienes más elementales para la vida -vivienda,  alimentos, vestidos, libertad, cultura...-, la pobreza (más bien miseria) es una desgracia. Y  todos tenemos la obligación de trabajar para suprimirla en todas sus dimensiones. La  existencia de la pobreza-miseria es un hecho escandaloso que clama al cielo. Jesús de Nazaret se identificó con los pobres y declaró bienaventurada la pobreza (Mt  5,3) -nunca la miseria-, por la disponibilidad total que proporciona a los que la practican. El  pobre es capaz de recibir, y puede estar en disposición de dar lo que posee y es: su propia  persona. Dentro de la pobreza, asumida con decisión, puede hallarse la verdadera  libertad.

El tema de fondo del texto es la verdadera vida, la conquista de la plena comunión con  Dios para siempre. Así lo indica la pregunta inicial del joven y la respuesta de Jesús a  Pedro. Solamente viviendo orientados hacia la grandeza de esta meta, hacia el valor  absoluto de este ideal, pueden palidecer las otras realidades terrenas y ajustarse los demás  valores a su verdadera realidad.

El relato de Marcos parece el más fiel al desarrollo de la escena, a pesar de ser el que  menos detalles nos dé del protagonista del hecho. Además de su reconocida habilidad  narrativa, se nota la aportación de un testigo ocular, que en este caso sería Pedro. Las narraciones de los tres evangelistas son plásticas: dominan las imágenes  pintorescas, que ayudan a fijar en la memoria las enseñanzas de Jesús: la mole del camello  ante el ojo de una aguja, los muchos familiares con el fondo de casa y campos... En Marcos  hay dos detalles que hacen la narración más entrañable: la triple mirada de Jesús (de  cariño al joven, a su alrededor y a los discípulos) y el elemento dramático de las  persecuciones.

2. ¿Cómo heredar la vida para siempre? 

La escena la sitúa Marcos: "Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se  arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" En Lucas el  que le pregunta es un "hombre importante", posiblemente miembro principal de un consejo o  sinagoga, incluso del sanedrín; un hombre destacado, que encarna el espíritu del judaísmo.  Hace la pregunta típica del judío piadoso, en la que se nota el individualismo farisaico. La  pregunta que le hace no es sorprendente: la hacían los discípulos a sus maestros, porque  eran conscientes de que el estudio sin la guía de un enseñante inducía fácilmente a error. 

Había una diferencia: preguntaban sobre la vida, sin más; solamente en el judaísmo tardío  se convertirá en pregunta sobre "la vida eterna". "Se arrodilló" ante él -detalle de Marcos- y le llama "maestro bueno" (Marcos y Lucas). En  Mateo sólo "maestro"; pero la respuesta que pone en labios de Jesús tiene también relación  con "bueno". Está fascinado, posiblemente, por la bondad que ha manifestado Jesús hacia  los niños, a pesar de la oposición de los discípulos (capítulo anterior). Sólo si nos ponemos ante el absoluto de Dios nuestras preguntas no serán dudas  académicas ni se reducirán a satisfacer una curiosidad, sino que manifestarán nuestra  voluntad de aceptar la seriedad de un compromiso y las consecuencias de las opciones  más decisivas.

El individuo pretende "heredar la vida eterna" (Marcos y Lucas), "obtenerla" (Mateo), en  cuanto miembro del pueblo de la alianza, gracias a las promesas divinas. No pretende  "conquistarla". Conoce el fin -"la vida eterna"-; por eso pregunta por el camino. Además,  sospecha que tiene que hacer algo que aún no hace. El don de Dios no se logrará con  independencia del esfuerzo del hombre, aunque nunca se pueda merecer. Ya es mucho  saber estas cosas y poder preguntar tan atinadamente.

La respuesta de Jesús consta de dos partes. En la primera rechaza que lo llame "bueno"  (Marcos y Lucas). Los fariseos se tenían por buenos porque observaban la ley y  practicaban obras de supererogación. Sólo Dios es bueno; el hombre lo es sólo si Dios lo  hace. Sólo el que reconoce que no es bueno puede dejarse realizar por Dios y llegar a  serlo. Si Dios es el único bueno y Jesús es Dios, ¿por qué lo rechaza? No podemos perder  de vista que su conciencia de ser Dios fue evolucionando, afirmándose con el paso de los  acontecimientos. Si muchas veces parece lo contrario, es porque los evangelistas escriben  después de su resurrección. ¿No fue probado en todo como nosotros, menos en el  pecado? (Heb 4,15). Mateo, como en otras ocasiones, pretende evitar la dificultad de las  palabras de Jesús según la versión de los otros dos y desvía lo "bueno" hacia las obras:  para obtener la vida definitiva no basta con ser fiel a unas normas; es necesario que éstas  tengan relación con "el Bueno". La observancia de los mandamientos -segunda parte de la  respuesta- es consecuencia de esa relación personal; los mandamientos son buenos  porque expresan la voluntad "del Bueno". Dios es la plenitud de lo bueno, y cada una de las  cosas buenas que se ven y hacen participan del bien absoluto que es el mismo Dios. Así,  cuando se pregunta a Jesús por lo bueno, se le pregunta por Dios. Sólo por Dios -desde  Dios- se mide todo lo bueno que el hombre puede conocer y anhelar como valor. En su enumeración de los mandamientos, Jesús le recuerda únicamente los relativos a  sus relaciones con el prójimo -aunque no todos-, que son citados sin respetar el orden (Ex  20,12-16; Dt 5,16-20). Así se indica la dirección de la respuesta de Jesús: importa hacer lo  bueno en favor del hombre si se quiere alcanzar la vida eterna. Es la relación con los  hombres la que determina la verdad de la relación con Dios. Mateo añade, como  compendio, la regla de oro del amor al prójimo como a uno mismo (Lev 19,18; Mt 7,12; Lc  6,31), que no estaba en el Decálogo.

El rico ha formulado la pregunta refiriéndose a las obras que hay que hacer. Jesús, en  cambio, ha centrado su respuesta en la relación global con Dios y con el prójimo, centrando  su atención en este último como camino único para llegar al primero. ¿Entenderemos algún  día? Todos sabemos muy bien de palabra eso de obedecer a Dios, honrarle y amarle, pero  lo del prójimo se nos tiene que decir constantemente para que se nos grabe. Y así y todo... 

SV/ETICA: Es importante añadir que Jesús, con su respuesta, le muestra  indirectamente que para obtener la vida eterna o salvación final no se requiere la fe en él.  Los mandamientos que le propone formulan la más elemental honradez según el concepto  de toda cultura o filosofía humanas. La ética salva al hombre. Así se manifestará -en la  parábola del juicio final (Mt 25,31-46)- con los paganos que, sin conocer a Jesús ni la ley de  Moisés, escucharán palabras de salvación. Pero el cristianismo es algo más, como veremos  a continuación.

3. El cristianismo no es sólo cuestión de mandamientos  El rico asegura que "todo eso lo ha cumplido desde pequeño". Es fiel a la convicción de  los fariseos que afirmaban en sus oraciones: "Señor del mundo, he recorrido los doscientos  cuarenta y ocho miembros que tú formaste en mí, y no he hallado haberte irritado con uno  solo de ellos". Jesús no encuentra nada que corregir a esta afirmación; se trata, en efecto,  de un joven recto, que observa irreprensiblemente la ley. Pero ve en la enseñanza de Jesús  algo superior a la ley mosaica, algo que ignora y que necesita hacer para seguirle, porque  su persona y su actividad tienen, para él, una apariencia nueva. Mateo lo dice: "¿Qué me  falta?" El rico -el joven según Mateo-, aunque honesto y sincero, parte de una moral a nivel  de hombre; piensa que es posible combinar la posesión de bienes con el cumplimiento de  los mandamientos divinos. Habituado a garantizarse y a garantizar todo con su riqueza,  creía que también la herencia de la vida eterna le sería garantizada sólo a través del  cumplimiento escrupuloso de las normas legales, a las que quizá Jesús añadiera alguna. 

Pero Jesús establece nuevas reglas, abre un nuevo camino: el hombre sólo tiene o posee  cuando da; uno que se da a sí mismo es sí mismo; uno que da todo es todo. Es el camino  mesiánico que trae Jesús: vaciarnos de lo vacío para llenarnos de plenitud. Marcos es el único que destaca que "Jesús se le quedó mirando con cariño". Sabe que  no es un hipócrita, sino un hombre religiosamente sincero, y por eso se dirige a él con  simpatía. Algunos comentaristas dicen que esa mirada puede incluir un gesto de ternura,  como una caricia, un beso u otra prueba de amistad.

Es verdad que puede haber ricos que sean buenas personas, caritativas, abiertas,  cumplidoras de lo mandado... Pero no basta. El reino de Dios se abre camino únicamente si  creamos una sociedad distinta hasta en sus mismas estructuras. La decisión en favor del  reino o en su contra no se juega entre el bien o el mal en abstracto, en el cumplimiento  mejor o peor de unas prácticas religiosas, en lo correcto o incorrecto de una ley..., sino  entre el compartir total propio del reino de Dios o el dinero acumulado en propiedad privada  y privante. Es necesario salir de los esquemas de una sociedad clasista, o simplemente  reformista, para plantearnos, como primer horizonte moral, la construcción de una sociedad  sin clases. Y para comenzar a construir esa nueva sociedad, lo mejor que se le ocurría a  Jesús en aquel tiempo y circunstancias era dar a los pobres toda la riqueza que uno tenía  acumulada. Las formas que este seguimiento deba tener en cada época y lugar de la  historia es tarea nuestra irlas encontrando según los "signos de los tiempos". Al rico, Jesús  le va a pedir que deje su posición de privilegio. Hasta ahora ha seguido una religión que le  permitía ser rico y que consideraba las riquezas como una bendición de Dios; una religión  que justificaba las injusticias que causaba la explotación; una religión que incapacitaba para  la vida fraternal. ¿Por qué hemos vuelto a las andadas? 

4. "Vende lo que tienes" 

Llegamos al punto central del diálogo. El rico habló con convicción, por eso Jesús le tomó  en serio sus palabras: "Si quieres llegar hasta el final" (Mateo), "una cosa te falta: anda,  vende lo que tienes, dales el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego  sígueme". Jesús ha dado un giro imprevisto al diálogo. Ha captado en el joven una cierta  insatisfacción. Le faltaba una cosa, y ésta era tan importante como para destruir todo lo que  parecía ir tan bien. Está muy cercano a Dios, pero aún existe un obstáculo: los bienes que  posee y que le impiden ser él mismo. Debe deshacerse de todo, si quiere compartir con él  la vida. Su programa no son los mandamientos, sino las bienaventuranzas. La mirada de  cariño se transforma en pedirle todo. El amor, por su misma naturaleza, es exigente. No se  conforma con poco: lo quiere todo. Debemos desconfiar de las personas que nos piden  poco. El amor de Dios manifestado en Jesús es siempre una invitación a ir más allá. "Vende lo que tienes". Jesús lo sitúa en una nueva dimensión: para tenerlo todo debe  desprenderse de todo; para ser hay que dejar. No le añade nuevas prescripciones a las ya  existentes. Para seguir a Jesús no basta cumplir los mandamientos -vivir honradamente-,  sino que es preciso liberarse de todo lo que sea un impedimento: bienes materiales, tiempo  libre, seguridades, ideología, cultura... Dejar todo lo que me aliena para vivir una actitud  clarividente con respecto a las cosas, entender y vivir que las riquezas no constituyen el  gran valor de la vida humana, que el hombre no se define por lo que tiene. Dejarlo todo es  entender que la única vida verdadera es vivir según Dios, amando como él ama. Es  comprender que donde se juega el todo de nuestra vida es en nuestra opción más  profunda, aquella que dirige realmente nuestras decisiones. Claro que los hombres  necesitamos algo para vivir, como lo necesitaba el mismo Jesús. La cuestión está en dónde  ponemos nuestro afán, nuestra seguridad, nuestro corazón, nuestra alegría. Jesús nos pide  un desprendimiento sin límites. Y esto es lo que con frecuencia olvidamos los cristianos. 

Nos quedamos al nivel del Antiguo Testamento, y no pasamos a la novedad que nos aporta  el evangelio. Y así seremos personas honradas, pero no seremos cristianos. "Dales el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego sígueme". Le  indica una buena forma de desprenderse de lo que posee, acomodada a aquellos tiempos.  El desprendimiento de los bienes no queda reducido a su aspecto negativo: los vende para  darlos y, al quedar libre de ellos, poder seguirle a él. Es también una forma de indicarle el  carácter de irrevocabilidad que tiene el seguimiento; como un quemar las naves para  impedirle la vuelta atrás.

El joven rico desea hacer más..., pero sin dejar lo que tiene. Jesús le propone hacerse  discípulo suyo, ser uno de los amigos que le acompañen a todas partes, ser uno de sus  íntimos. Pero antes tiene que dejar todo lo que tiene y es. Esto estaba en oposición con  toda su formación religiosa, que consideraba las riquezas como una prueba de la  benevolencia de Dios. Dada la mentalidad judía, su razonamiento al acercarse a Jesús  podía haber sido así: con una observancia más, me haré más agradable a Dios, que me  dará más riquezas; teniendo más riquezas, podré hacer más limosnas y, por tanto,  aumentar mi capital en vistas a la vida eterna... Una doble contabilidad: para el presente y  para el futuro. ¿Tendrá algo que ver con el afán de algunos ricos por encargar muchas  misas por sus difuntos? Si Dios pensara como nosotros, ¡pobres de los pobres, por los que  nadie reza! La respuesta de Jesús es escandalosa porque trastoca esta práctica religiosa  basada en la doble ganancia.

El joven debe deshacerse de todo lo que tiene sin esperanza de recuperarlo ahora. Lo  recuperará "en el cielo", símbolo de Dios mismo. La seguridad, el apoyo del que lo deja todo  está en Dios. Dejada la seguridad de la riqueza, encontrará otra seguridad superior (Mt  6,25-34). Jesús le pide cambiar de mentalidad. ¿Quién está dispuesto a invertir la dirección del  camino? Un Dios que nos asignase una tarea más difícil, pero que no tocara nuestras  posesiones, quizá lo toleraríamos. Pero un Dios que no sigue nuestro juego nos  escandaliza. Si ni siquiera Dios respeta nuestras reglas religiosas, ¿dónde iremos a parar? 

5. "Se marchó pesaroso" 

Ante las exigencias de Jesús, el joven "frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era  muy rico". Le parece excesivo el precio que tiene que pagar para pertenecer a los  seguidores de Jesús. Esperaba de él otra cosa: que le hubiera mandado hacer obras  buenas, dar más limosnas..., algo que pudiese hacer desde su riqueza. La invitación de  Jesús ha dejado al descubierto su verdadera situación interior. ¡Qué peligroso es dialogar  tan abiertamente con Jesús! Pero ¿de qué sirve hacerlo de otra manera? Tiene muchos  bienes, y su corazón está pendiente de ellos, aunque haya cumplido los mandamientos.  Vive dividido entre su deseo de ser fiel a Dios y su amor a los bienes. Por conservar la propia fortuna, ha perdido la gran ocasión de su vida. No es que haya  dejado de cumplir algún mandamiento de la lista. Pero le sobra algo, lleva consigo una  carga que le impide seguir a Jesús, que lo esclaviza: tiene demasiado dinero, es rico. La  contraposición que presenta el texto es clara: en un plato de la balanza, el cumplimiento de  todos los mandamientos; en el otro, el ser rico. Y pesa más el segundo que todo lo del  primero. Y este hecho es suficiente para impedirle ser un hombre libre para seguir el camino  de Jesús.

El joven ha comprendido mejor que la mayoría de los cristianos las exigencias del  seguimiento. Se ha ido abatido y triste, porque ha medido hasta el fondo lo que Jesús  pretende de quienes quieran ser sus discípulos. Nosotros procuramos eludir el  planteamiento. Queremos ser buena gente, cristianos decentes, entrar en el reino... Pero  también queremos disfrutar y poseer. El joven es más honrado que los que se quedan con  la intención de negociar, de obtener rebajas, de compaginar... "Se va triste", en su misma condición de joven, incapaz de llegar a la madurez. ¡Qué  engañoso es creer que las riquezas dan la felicidad! ¿No es ése el planteamiento de  nuestra sociedad de consumo, las quinielas y la lotería? La riqueza no es más que la  máscara de la felicidad. ¡Cuánto vacío, aburrimiento... debajo de esa máscara! ¿Cómo ser  felices experimentando que el crecimiento personal se ve aplastado por la obsesión de la  riqueza? La solución es no pensar con la propia cabeza, tan frecuente en esta "civilización"  del progreso y de la técnica, en esta "cultura teledirigida". La felicidad, la alegría, se halla -según el evangelio- no en el tener, sino en el ser. Más  que una vida rica, Jesús nos propone una vida plena; rompe la relación tradicional entre  fidelidad a Dios y prosperidad terrena; derriba otro pilar de la religiosidad de entonces y de  ahora: la riqueza no es signo de la bendición de Dios. Aviso permanente para los cristianos  que creen vivir el seguimiento de Jesús contemporizado con la posesión tranquila de los  bienes terrenos: riqueza, poder, prestigio... Jesús no asegura nada a quienes no estén  íntimamente dispuestos a prescindir de las riquezas. No se dice el nombre del joven. Así, muchos podrán -podremos- identificarnos con él,  entender como dirigidas a nosotros las palabras de Jesús y, lo que es más importante, dar  la respuesta positiva que él no ha sabido o no ha querido dar. Porque Dios nos invita  siempre a no contentarnos, a no acomodarnos, a caminar constantemente; a ir más allá de  nuestros planes, de nuestros horizontes, de nuestros sueños... 

6. El camello y la aguja 

Por segunda vez Marcos hace mención a la mirada de Jesús.  Mira "alrededor" suyo, como indicando su experiencia personal de lo que les va a decir a  continuación sobre el tema de las riquezas; convicción que la marcha del joven rico no ha  hecho más que confirmar. "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!" Tema clave para toda la  comunidad cristiana. Toda su predicación está marcada por esta realidad, experimentada  por él en tantas ocasiones. Las riquezas y el bienestar ejercen tal influencia perniciosa en el  hombre, que llega a prescindir de todo lo que no sea él mismo. Nadie puede sustraerse a  su seducción mientras no se aparte por completo de su influjo y se adhiera a Dios. De nada  sirve hacerlo a medias. Las riquezas son como un ídolo que encierra al hombre en sí  mismo, le lleva a ignorar y despreciar a los demás, a cometer con ellos toda clase de  injusticias (Lc 16,19-21; Mc 4,19; Mt 6,19-21).

En el evangelio de Jesús el rico no tiene nada que hacer, a no ser que deje de ser rico;  como hizo Zaqueo (Lc 19,1-10). El joven del texto ha encallado en este escollo, a pesar de  su honradez, de haber preguntado a Jesús tan acertadamente y estar dispuesto a una  exigencia mayor. La salvación de Dios es siempre ofrecida a los pobres; y cuando algún  rico es invitado a participar en ella, se le pide que deje las riquezas y las reparta entre los  pobres. Sólo cuando la riqueza es puesta al servicio de la comunidad deja de ser obstáculo  para el seguimiento. Rico es sinónimo del hombre que ante nada se detiene con tal de conseguir sus objetivos  personales. Cuando esta actitud cristaliza en poder político-económico puede llegar a  suprimir el mundo. ¿No lo estamos viendo en la actualidad con el peligro de una guerra  atómica? Pensamos que estamos dirigidos por seres diabólicos o deficientes mentales,  cuando la realidad es que son "ricos" según el concepto que de ellos tenía Jesús. Detrás de  las guerras actuales entre pequeñas naciones, ¿no están los intereses económicos de  multinacionales y gobiernos poderosos? Entre el rico -persona o nación- y el resto de los  seres humanos se levanta siempre el dinero para suprimir todas las resistencias, falseando  las verdaderas razones de las conductas opresoras. ¿No es el dinero el que subvenciona y  dirige el inmenso poder de la información? El rico no conoce esa pequeña posesión que  constituye el don de sí mismo. Se cree que posee el mundo porque ha suprimido su  verdadera razón de ser. Posee una psicología raquítica en su constitución y ante la vida.

Ante la extrañeza de sus discípulos, Jesús no retira nada de lo dicho anteriormente:  "Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el  dinero!" Es curioso constatar la diferencia entre nuestra habitual presentación de  obstáculos para ser fieles a Jesús y los que presenta el evangelio. ¿Cuántas veces  hablamos de las riquezas como la gran dificultad'? El peligro de la riqueza no es algo que  afecte sólo a los multimillonarios. Jesús habla para todos. Así lo entienden los apóstoles,  que no eran ciertamente ricos. Porque "el tener la confianza en el dinero", el querer tener  cada vez más, el dejarse aprisionar por la espiral del consumo, afecta a todos, aunque  estemos muy lejos de ser millonarios. Jesús sabe que los bienes no son neutrales; como  tampoco lo son ese conjunto de actitudes que propicia la explotación de los demás, el  fraude a la comunidad camuflando los deberes de contribución, la evasión de capitales, el  paro obrero, el gasto en armamentos, el despilfarro familiar, la división de la sociedad en  clases... Actitudes que tienen su origen en el hombre y en los grupos que poseen dinero. La  fuerza de los ricos es tan grande que provoca la primera violencia: la institucional. La dureza de la proposición contrasta con el dulce principio: "Hijos". La conclusión es  evidente: el ser rico es el gran obstáculo para seguir a Jesús. Donde priva y manda el  dinero no puede haber cristianismo. El desprendimiento de las riquezas es la piedra de  toque de la autenticidad de nuestra fe y de nuestro amor.

Para Jesús, el rico es un necio (Lc 12,20), un infeliz, un desdichado. El hombre que cae  en la espiral de las riquezas sigue un camino muy preciso hacia su destrucción como  persona auténtica: las riquezas le van adormeciendo el corazón, la vista, el cerebro y,  finalmente, toda la persona.

Sin pretender ahora averiguar cómo han llegado a ser poseídos, los bienes se apoderan  del corazón del hombre, centro de la persona según el sentido bíblico, fuente de sus  acciones libres. Cuando llega allí el dinero, Dios se va. En un corazón "poseído" por las  riquezas no queda sitio para él. El evangelio es tajante: o Dios o riquezas (/Mt/06/24). No es  posible quedarse con los dos: o uno u otras. Un corazón ocupado por el dinero es un  corazón vacío de Dios.

Una vez ocupado el corazón, las riquezas extienden un velo ante los ojos para impedirle  ver la realidad humana o viéndola de una forma equivocada: el parado es un vago que no  quiere trabajar, siempre hubo ricos y pobres, los gastos de armamentos y de ejércitos son  necesarios para defendernos -¿de qué y de quién?-; ve normal el lujo incalificable de unos  pocos y de algunas naciones a costa del hambre y el subdesarrollo de la mayoría. Al estar nublada la visión de la realidad, el cerebro queda embotado. ¡Lástima que la  propaganda embote también los cerebros de los pobres! Cuando el rico ve que se mueve  algo, que hay algún tumulto que pueda hacer peligrar su situación de privilegio, en seguida  se defiende diciendo: "¡No entiendo nada!, ¡qué querrán!..." El rico necesita que no  cambien las estructuras de privilegio en que vive, tiene necesidad del "desorden  establecido".

Finalmente, las riquezas se apoderan de toda la persona. Es la última etapa: echa al  hombre de sí mismo, y en su lugar introduce su caricatura: el egoísmo. Al ocupar las riquezas su corazón, el rico se ha quedado sin Dios; al nublarle la visión de  la realidad, pierde su solidaridad con el prójimo; al apoderarse de su cerebro, tergiversa el  sentido de la historia; al dominar su persona, se ve echado de su casa. Sin Dios, sin  prójimo, sin historia, sin sí mismo, ¿quién más desdichado que el rico? ¿Qué proporción de  rico hay en nosotros cuando vivimos tan alejados del Dios de Jesús, tan despreocupados  de las luchas que mantienen tantos pueblos por su liberación, tan alienados por la sociedad  del progreso y de la técnica, tan vacíos de nosotros mismos?  "Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico en el reino de  Dios". Con esta hipérbole Jesús afirma categóricamente la práctica imposibilidad que tienen  los ricos de renunciar a sus riquezas para hacerse discípulos, para participar en la  construcción del reino de Dios. Pero no parece que pretenda establecer una imposibilidad  absoluta, como veremos más adelante. Es una triste constatación suya. Se refiere a la  riqueza en sí misma, no a su mala utilización.

Algunos autores, sorprendidos por la tremenda desproporción entre la aguja y el camello,  pensaron que, en lugar de "camello" (kámelos), Jesús había usado una palabra parecida  (kámilos), que significa cable, soga gruesa, maroma de navío, con lo que se lograría una  menor desproporción y una mayor relación con la aguja. También dicen que la palabra  "aguja" indicaba una puerta que existía en Jerusalén, tan baja y estrecha que se la llamaba  por eso "ojo de aguja". Pero de esa puerta no se habla hasta el siglo IX ni tiene fundamento  alguno en la arqueología, lo que hace muy improbable su existencia.

Todas estas divertidas cábalas parecen ignorar el gusto de los orientales por los fuertes  contrastes, por las expresiones exageradas, tan características de su mentalidad. Así,  Jesús habló de la paja y la viga en el ojo (Mt 7,3-5), de filtrar mosquitos y tragarse camellos  (Mt 23,24), de trasladar montañas (Mt 21,21; Mc 11,23). Eran comparaciones muy usadas.  Por ejemplo: "Practicad en mí, por la penitencia, una apertura como el agujero de una  aguja, y yo os abriré una puerta por donde los carros y los vehículos podrán pasar". En la  literatura rabínica se había cambiado el término "camello" por el de "elefante": "Nadie  piensa, ni en sueños.... un elefante pasando por el agujero de una aguja"; "Tú eres de  Pumbeditha, donde se hace pasar un elefante por el agujero de una aguja"... Son  expresiones para designar algo imposible por medios humanos. Aquí, para que caigamos  en la cuenta de la gravedad de la situación en que se encuentra el rico.

Se dice ordinariamente que con el dinero se puede conseguir todo. Pero hay una cosa  que jamás podrá llegar a conseguir el dinero: que estas palabras de Jesús no hayan sido  pronunciadas, a pesar de los intentos de rebajarlas con pintorescas interpretaciones, como  vimos.

7. Reacción de los discípulos y respuesta de Jesús 

La sentencia de Jesús aterroriza a los discípulos: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Es  difícil explicar esta reacción por parte de quienes son pobres y lo han dejado todo. Aunque  su espanto es lógico: están todavía influidos por las ideas de entonces, que unían rico a  piadoso. Jesús, en lugar de decir que se "salvan" los ricos y algunos pobres, parece  estrechar más la puerta al afirmar que los ricos no pueden "entrar en el reino de Dios". Su  pregunta viene a decir: Si ni siquiera los ricos pueden salvarse -únicos que tenían medios y  tiempo para cumplir aquella ley tan complicada-, ¿quién lo logrará? Entienden que Jesús no  habla de dificultad, sino de imposibilidad.

La sorpresa y la pregunta de los discípulos reflejan la preocupación por salvarse y la  cuestión de si es posible llevar a la práctica las palabras de Jesús. Es una pregunta  repetida constantemente ante las radicales exigencias de Jesús: ¿Es posible vivir según el  evangelio, caminar el camino del reino?; ¿sus exigencias no son una quimera? Ahí está la  experiencia de tantos millones y millones de cristianos que no saben ni de qué va el  mensaje de Jesús. ¿No ha sustituido la iglesia institución el seguimiento por prácticas y  burocracia? 

Quien ha comprendido el amor de Dios y ha optado por el seguimiento de Jesús no  pregunta ya por la renuncia que esto le exige: cada donación que se le pide le compensa.  Por eso, en lugar de renunciar a ser rico, habla de elegir ser pobre; lo mismo libre, justo...,  en lugar de seguir viviendo en la esclavitud y la injusticia... ¿Por qué no decir que el hombre  al crecer renuncia a ser hombre en la mayoría de los casos?  Por tercera vez (Marcos) Jesús dirige la mirada a sus interlocutores, diciéndoles: "Es  imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo". No trata de tranquilizarlos,  como hacemos nosotros cuando notamos que hemos asustado a alguien con nuestras  palabras. De hecho, es imposible salvarse; sólo es posible ser salvado. Supone la doctrina  de la gratuidad, el recurso a la oración: la salvación es un "milagro" de la gracia. "Es imposible para los hombres". No deberíamos pasar de largo rápidamente estas  palabras, para consolarnos y tranquilizarnos con las que siguen. Es necesario que nos  sintamos tambalear antes de pasar a las siguientes. Hemos de experimentar y confesar que  por nosotros mismos no tenemos la menor esperanza de salvarnos, de liberarnos del mal  que nos rodea por todas partes; percatarnos de que no tenemos escapatoria posible, antes  de abrirnos al camino que Jesús nos muestra. Sólo al borde del precipicio seremos capaces  de reconocer la verdad de las palabras que siguen. "Dios lo puede todo". No son palabras para levantar los ánimos de una manera fácil.  Jesús ha dejado bien claro que seguirle exige los mayores esfuerzos (Mt 7,13-14; Lc  14,25-27). No retira nada de lo dicho anteriormente. Pero cuando el hombre reconoce que  por sí mismo no puede hacer nada (Jn 15,5), consigue la condición fundamental para lograr  la salvación: se ha hecho pobre. Y entonces es posible para Dios salvarlo. Estamos en la  misma línea del "nuevo nacimiento" (Jn 3,3-8). La respuesta de Jesús ha brotado de las profundidades de su pensamiento anclado en  Dios. El hombre que ha comprendido el amor de Dios ya no pregunta por la medida y límites  de lo que se le pide; quiere amar a Dios con todo su corazón y demostrarlo con el amor a  los demás. Únicamente podrán trabajar por la fraternidad universal, por el reino de Dios, los  desprendidos, los pobres, los que buscan ante todo los valores del espíritu. El rico, si  quiere salvarse, tiene que reconocer los derechos privilegiados del pobre. Reconocimiento  que sólo será capaz de lograr con la ayuda de Dios.

El asunto es lo suficientemente serio como para darle muchas vueltas en lo profundo de  nuestras conciencias. El apego a las riquezas del joven rico ha desvalorizado todo lo  demás. Su propia riqueza lo ha traicionado. El peor servicio que podemos hacer a los ricos es el de callarnos. Y no olvidemos que en  cada ser humano anida un alma de rico...

8. Los que le sigan no quedarán defraudados 

Pedro quiere que Jesús concrete el porvenir que les espera a ellos, puesto que han  cumplido las condiciones puestas al rico: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te  hemos seguido". Mateo añade: "¿Qué nos va a tocar?" En Marcos y Lucas no pregunta por  la recompensa. ¿Cuándo puede decir un hombre que lo ha dejado todo? ¿No tienen las palabras de  Pedro mucho de fanfarronada? Cuando decimos "todo", ¿no dejamos siempre fuera algo?;  el sentimiento de vacío que sentimos frecuentemente en nuestra vida, ¿no es fruto de lo  que no hemos dejado?... De todas formas, la observación que hace en nombre de los  discípulos está en contraste con la actitud del joven rico que se había negado a seguirle. Es  la otra cara de la moneda; aunque parece que no han descubierto la recompensa  incomparable de estar viviendo la vida de Jesús. Al menos, no son conscientes de ello. Al tema del peligro de las riquezas sigue ahora el de la pobreza apostólica. Si lo dejo todo, ¿qué es lo que tendré?, ¿dónde podré asirme?... Es el miedo del  discípulo que se imagina el seguimiento como un camino hacia la muerte, con un precio  demasiado elevado que pagar.

La respuesta de Jesús es inesperada y profunda, como es habitual en él: "Os aseguro  que quien deje... por mí y por el evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces  más..., y en la edad futura, vida eterna". Marcos añade: "Con persecuciones". También  Mateo hace su aportación personal a la respuesta de Jesús: "Creedme, cuando llegue la  renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que  me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel".  Lucas no habla del ciento por uno de recompensa; se limita a decir que recibirá "mucho más  en el presente".

El hombre nace de aquello que deja. La pobreza lo libera de la idolatría del tener y lo  capacita para relacionarse con Dios, con los demás y con las cosas de una manera nueva.  La pobreza le abre al compartir, le descubre a Dios como bien inalienable e inagotable.  Gracias a la pobreza, el hombre se abandona en las manos de Dios, se despoja de toda  ansia de posesión, de todo hábito de apego a las cosas, de todo afán de prestigio, de toda  pretensión de dominio, y puede dejarse re-crear por el Padre como nueva criatura. San  Juan de la Cruz afirmaba que el camino para poseerlo todo era no poseer nada. La posesión es limitación. Nuestro espíritu y nuestro corazón tienden a empequeñecerse,  a reducirse a las dimensiones de las cosas poseídas. Las cosas que poseemos siempre  nos dejarán insatisfechos, porque siempre serán ajenas a nuestro ser profundo. Para  poseer verdaderamente una cosa sería necesario entablar con ella una relación de  participación, de contemplación, de comunión..., nunca de posesión o agresividad. Es el  hombre contemplativo, no el posesivo, el que vive en armonía con todo lo creado; el hombre  que no reivindica nada para sí.

Solamente el que reza teniendo las manos vacías, libres, puede orar en las cosas y con  las cosas. El hombre posesivo, egoísta trata de apropiarse de las cosas y se queda en la  superficie de todo; el contemplativo, el desprendido, descubre la verdad profunda de todo lo  creado y de Dios.

La recompensa es doble: el céntuplo ahora y la vida eterna después. No entendamos que  los bienes que se dejan sean centuplicados matemáticamente, sino en el sentido de que el  que sigue a Jesús encuentra en él todo lo que ha dejado, vivido de una forma nueva.

La relación con los padres, hermanos, amigos o bienes materiales se vive en otra  dimensión. Esta idea de plenitud, Marcos la expresa enumerando las cosas dejadas con  o..., o..., o..., y las recibidas con y..., y..., y... Más que una suma detallada, la operación hay  que entenderla en el sentido de plenitud. La totalidad ofrecida por Jesús lo incluye todo.  Creo que es una experiencia que pueden tener todos los que se han decidido a seguir a  Jesús de verdad, en todos los tiempos y lugares, a pesar de las propias limitaciones y  pecados. Jesús habla de lo que se ha dejado "por él y por el evangelio". Lo que importa no es tanto  lo que se deja como el porqué se deja. Se deja todo para estar libres de impedimentos,  como lo estaba él, para vivir como hermanos a disposición unos de otros. Es  desprendimiento al tener, nunca al ser. Jesús, al no tener nada, lo es todo (Lc 9,58; Mt  8,20). Es en la dimensión de la comunidad cristiana donde se puede manifestar el ciento  por uno.

Marcos resalta que la recompensa irá unida a "persecuciones". El estar con Jesús es  siempre un gozo amenazado. Si la sociedad humana vive unos valores contrarios a los que  propone Jesús, es lógico que se defienda atacando a los testigos molestos. Es lo más fácil.  El otro camino es el casi imposible de la conversión al amor. La verdadera "recompensa"  está aún por llegarles: es "la vida eterna" para después de la muerte física. Vida que  consistirá en el encuentro Dios-hombre, en el cumplimiento del proyecto humano sin  ninguna limitación y para siempre; sin sombra alguna de muerte. Mateo habla de otro premio para los Doce: "También vosotros os sentaréis en doce  tronos..." Es la hora del juicio final, cuando "el Hijo del hombre se siente en el trono de su  gloria". Parece que los apóstoles ejercerán con Cristo glorioso una especie de senado para  juzgar a "las doce tribus de Israel", que representan a todo el mundo. Pero los discípulos no deben trabajar por esta recompensa. Deben trabajar por Dios y su  justicia. Lo demás vendrá por añadidura (Mt 6,33).

9. "Muchos primeros serán últimos..." 

Marcos y Mateo terminan con una sentencia: "Muchos primeros serán últimos, y muchos  últimos serán primeros". En la vida futura, cuando llegue el cambio definitivo, muchos que  aquí han desempeñado los cargos más importantes -por su riqueza, cultura, poder...- serán  entonces los últimos; y otros, que habían pasado desapercibidos o habían sido mal  considerados y perseguidos, ocuparán los lugares de honor. Es una frase para recordar a  la comunidad de seguidores de Jesús que en su constitución terrena soportarán, como  Jesús, el arrinconamiento y el oprobio (I Cor 4,9-13). Y malo si no ocurriera así. Lo ganará  todo el que todo lo dejó. Perderá su vida el que la buscó lejos de los valores marcados por  Jesús; la encontrará el que la perdió por él.

En la perspectiva de Jesús, el cambio no estará nunca concluido. Lo mismo que en su  tiempo los dirigentes religiosos perdieron la oportunidad de seguirle, lo que les llevaría a los  últimos lugares, les puede pasar a los dirigentes y a los que ocupan los lugares de privilegio  en la iglesia -de ahora y de siempre-. Porque deja todo por Jesús el que de verdad lo  hace...

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 3
PAULINAS/MADRID 1985.Págs. 253-269


16. Domingo 12 de Octubre de 2003

Sab 7, 7-11: Invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría
Salmo responsorial 89,12-17: Sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría
Heb. 4, 12-13: La Palabra de Dios, espada de doble filo.
Mc 10, 17-30: Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, luego sígueme

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, expresa la preferncia de la Sabiduría frente a todos los bienes de la tierra. El sabio pone en la plegaria de Salomón la superioridad de los valores espirituales sobre los materiales, supeditándolos todos al don de la sabiduría y la prudencia para el gobierno de su pueblo.

En el texto de la carta a los hebreos, propuesto par la reflexión de hoy, el autor, al describir la fuerza transformadora de la Palabra de Dios, se hace eco de hondas raíces veterotestamentarias. En efecto, ya Isaías 42,9 había comparado la Palabra de Dios con la espada, y Jeremías la había presentado como una realidad operante por sí misma. ( Jer 23,29).

La íntima acción salvadora de la Palabra en la persona oyente es descrita en el texto diciendo que es “penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu”. Allí, en el santuario de la intimidad del corazón de la persona, de la comunidad oyente activa de esa voz salvadora que le muestra caminos de liberación, allí, donde reside la voluntad y la decisión de aceptarla o de rechazarla, donde anida lo más denso del ser humano: sus intereses, sus afectos, su libertad, es hasta donde la Palabra llega cuestionante, incisiva, liberadora, transformante. Por eso, el autor de la carta coloca intencionadamente las palabras “corazón, deseos, intenciones”, como abarcando en estas categorías la integralidad humana. Dios y su Palabra, “más íntimo que yo mismo” en expresión de San Agustín, conoce hasta los secretos más recónditos del corazón. El más absoluto misterio humano está patente ante sus ojos. Por eso, la Palabra es juez densamente imparcial, que conoce amando lo que ocurre en la conducta humana y en el corazón de hombres y mujeres.

La imagen del camino es central en el evangelio de Marcos (cf Mc 10, 17). Estamos ante el tema del seguimiento de Jesús. En ese sentido va la pregunta de aquel que únicamente Mateo llama "el joven rico" (19, 22); para Marcos (y Lucas) parece, más bien, tratarse de una persona mayor que pregunta: ¿cómo heredar la vida? (cf Mc 10,17). Jesús comienza por remitir a Dios, su bondad está al inicio de todo. Esto equivale a resumir la primera tabla de los mandamientos. En seguida enuncia explícitamente los correspondientes a la segunda tabla, con un añadido importante (que sólo se encuentra en Marcos): "no seas injusto" (v. 19). La frase es algo así como un sumario del listado que se recuerda. Se trata de la condición mínima que se plantea al creyente. Con sencillez el rico dice que todo eso lo ha observado (cf v. 20), no hay nada de arrogante en esta afirmación. Esa era la convicción de los sabios de la época: la ley puede ser cumplida plenamente.

Pero seguir a Jesús es algo más exigente. Con afecto el Señor lo invita a ser uno de los suyos. No sólo debe abandonar la riqueza, hay que entregarla a los pobres, a los necesitados. Esto lo pondrá en condiciones de seguirlo (cf v. 21). No basta respetar la justicia en nuestras actitudes personales, hay que ir a la raíz del mal, al fundamento de la injusticia: el ansia de acumular riqueza. Pero dejar sus posesiones le resultó una exigencia muy dura al preguntante, como muchos de nosotros prefirió una vida creyente resignada a una cómoda mediocridad (cf v. 22). Creer sí, pero no tanto. Profesar la fe en Dios, aunque negándonos a poner en práctica su voluntad. Jesús aprovecha la ocasión para poner las cosas en claro con sus discípulos: el apego al dinero y al poder que él otorga es una dificultad mayor para entrar en el Reino (cf v. 23). La comparación que sigue es severa, algunos han querido suavizarla; pretendiendo -por ejemplo- que había en la ciudad una puerta pequeña llamada "el ojo de la aguja". Bastaba entonces al camello agacharse para poder entrar...

Los discípulos, en cambio, entendieron bien el mensaje. El asunto se les presenta poco menos que imposible. Pasar por el ojo de la aguja significa poner su confianza en Dios y no en las riquezas. No es fácil ni personalmente ni como Iglesia aceptar este planteamiento, siguiendo a los discípulos nos preguntamos -con pretendido realismo- entonces "¿quién se podrá salvar?" (cf v. 26). El dinero da seguridad, nos permite ser eficaces, decimos. El Señor recuerda que nuestra capacidad de creer solamente en Dios es una gracia (cf v. 27).

Como comunidad de discípulos, como Iglesia debemos renunciar a la seguridad que da el dinero y el poder. Eso es tener el "espíritu de sabiduría" (Sab 7,7), aceptar que ella sea nuestra luz (cf v. 10). A la sabiduría nos lleva la palabra de Dios, cuyo filo corta nuestras ataduras a todo prestigio mundano. Ante ella nada queda oculto, todas nuestras complicidades aparecen con claridad (cf Heb 4,12-13). Como creyentes, como Iglesia, ¿seremos capaces de pasar por el ojo de una aguja?



Para la revisión de vida
Aunque creamos en la Providencia, Dios nos ha encomendado procurarnos la materialidad de nuestra vida y debemos preocuparnos por todo lo económico. ¿Qué lugar ocupa el dinero en el "ranking" de mis valores y preocupaciones? ¿Un lugar adecuado, sometido a los valores?

Para la reunión de grupo
- -"¡Qué difícilmente entrarán los ricos en el Reino de Dios!". ¿Captan los ricos ese mensaje en la Iglesia oficial, como conjunto? A pesar de las críticas al "capitalismo salvaje", de hecho, en el nivel de la práctica, el capitalismo ocidental se siente enjuiciado por la Iglesia o más bien apoyado? ¿Por qué? ¿En qué? Sea cual sea la respuesta, ¿qué corresponde hacer?
- -"Vende todo lo que tienes, repártelo entre los pobres… ven y sígume". Si esto no se hace materialmente, ¿cómo puede realizarlo de alguna manera un creyente que desee ser radical con el evangelio?
- -"El camello que no entra / por el ojo de una aguja/ entra en cualquier catedral" (Pedro Casaldáliga). Comentar.


Para la oración de los fieles
- -Por la Iglesia, para que dé testimonio del desprendimiento generoso que todos desean ver en ella, roguemos al Señor.
- -Para que comprendamos que el mensaje del evangelio de hoy no es para algunos "profesionales de la santidad" sino para todos los cristianos, y que todos debemos dar al dinero el lugar que le corresponde en nuestra vida…
- -Para que no falten también entre los cristianos figuras emblemáticas que testimonien la pobreza heróica en el seguimiento de Jesús…
- -Por los religiosos y religiosas, para que afronten la grave falta actual de vocaciones a la vida religiosa como un mensaje, una interpelación que algo o alguien o la sociedad o Dios mismo les está haciendo…
- -Por tantos hombres y mujeres que viven la pobreza de un modo obligado, tratando sólo de salir de ella, sin hacer opción por luchar por la transformación del mundo y por la superación de la situación de exclusión actual de los pobres…
- -Por los que utilizan el argumento del desprendimiento espritual respecto de las riquezas como el pretexto para acallar su conciencia ante lo crecido de sus riquezas, para que entiendan que Dios no quiere de nosotros sólo desprendimientos interiores sino actitudes exteriormente comprobables…


Oración comunitaria
Oh Dios, Padre nuestro, que nos has hecho responsables del sustento de nuestra propia vida y de la de nuestros hijos. Ayúdanos a tener una sana relación con lo económico, que evite tanto un romanticismo idealista o espiritualista, así como un materialismo romo y sin ideales. Mas líbranos sobre todo de poner lo económico por encima de la justicia y del amor. Por Jesucristo N.S.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


17.

Nexo entre las lecturas

Entre tantos valores que el hombre encuentra en su existencia, ¿cuál es el valor más importante, el valor supremo? El libro de la Sabiduría responde que ella es y posee una valor superior y más precioso que valores como el poder, la riqueza, la salud, la belleza (primera lectura). El encuentro con el joven "rico" permite a Jesús reafirmar el valor superior de su seguimiento sobre los bienes y riquezas de este mundo (Evangelio). La autoridad y penetración eficaz de la Palabra de Dios merece ser reconocida como valor supremo, al igual que el mismo Dios (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Valores y jerarquía de valores. Tanto los individuos como las sociedades se rigen por valores, es decir, por todo aquello que es apreciado como un bien y que objetivamente lo es. Los valores personales son los que configuran el modo de ser, de vivir y de actuar de las personas, como los valores sociales son los que configuran el modo de ser, actuar y vivir de una sociedad. Los valores son múltiples y afectan a diversas áreas de la existencia humana (valores vitales, económicos, culturales, morales, religiosos). Ante la variedad y multiplicidad de valores, es necesario establecer un orden entre ellos y por consiguiente una jerarquía. En una auténtica jerarquía los valores religiosos ocupan el primer puesto, luego los morales, los culturales, los vitales y finalmente los económicos. Cualquier cambio en este orden jerárquico, resulta en perjuicio de la persona humana y, en definitiva, de la sociedad. Si por encima del seguimiento de Cristo ponemos los bienes de este mundo (valores económicos), el "bolsillo" mejorará, pero con desventaja y daño de la persona humana y de la fe cristiana. Si la fitness y la belleza se ponen por encima de los valores morales, la sociedad contará con grandes atletas y con cuerpos esbeltos, pero con detrimento de valores más profundamente humanos como la justicia, la honestidad, la lealtad, la fidelidad, la dignidad de la persona. Hasta ahora sólo hemos hablado de valores y jerarquía de valores. Aunque sea de paso, hay que mencionar la existencia también de "antivalores". O sea, de todo aquello que el individuo o la sociedad consideran como un mal, y lo es en realidad. El apego a las riquezas es un mal para el hombre, porque le impide seguir a Jesucristo y poner en Dios su corazón.

2. Características del valor superior. En primer lugar, el valor superior explica todos los demás y les da sentido y plenitud. El amor a Dios como valor supremo no se opone al valor de los bienes materiales, ni al de la salud ni al de la belleza. Dios quiere que el hombre cuente con los medios necesarios para su vida, cuide su salud y la belleza de su figura. De esta manera, los bienes materiales no son sólo valores económicos, ni la salud y la belleza son sólo valores vitales, sino que adquieren una plenitud que en sí no tienen: forman parte del designio de Dios para con el hombre. La Palabra de Dios y su autoridad no se oponen a la autoridad y palabra de los padres, educadores, gobernantes; más bien, infunde en ellas una fuerza y eficacia que en sí no poseen. En segundo lugar, es Dios quien ilumina la inteligencia humana para ver cuál es el valor superior entre una serie de valores y cómo se ordenan esos valores entre ellos. El hombre a solas, sin la iluminación de Dios, corre el riesgo de construir jerarquías erradas. La primera lectura, por eso, comienza precisamente así: "Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría". En tercer lugar, el verdadero valor siempre termina recompensando con frutos buenos sea para el individuo sea para la sociedad. "Con ella me vinieron a la vez todos los bienes", dice la Sabiduría. Y Jesús responde a Pedro, que representa a los Doce: "Nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno ahora al presente... y en el mundo venidero la vida eterna".


Sugerencias Pastorales

1. Donde está tu valor, ahí está tu corazón. Los valores que rigen la vida de una persona o de una sociedad son el índice de su categoría humana y cristiana. Actualmente, hay algo en nuestro ambiente que nos debe hacer reflexionar: en las estadísticas sobre los intereses y valores de los ciudadanos, ¿cuáles son los valores que más interesan y preocupan? En muchísimos, la salud; en otros muchos, el trabajo; no pocos se muestran preocupados también por el ambiente. Luego vienen los demás. ¿Nos damos cuenta de que en una recta escala de valores no son éstos precisamente los que ocupan el vértice? Al contrario, son valores económicos, vitales, que están en la base de la pirámide jerárquica. Ahora bien, donde están tus valores, ahí está tu corazón, es decir, toda tu persona (inteligencia, voluntad, afectividad, sensibilidad). Vales lo que valen tus valores. Si tu valor predominante es la salud, en cuyo altar sacrificas los demás valores, tu categoría humana y cristiana será más bien baja. Si tu valor predominante es Dios, entonces te elevas a una grande categoría humana y cristiana que se reflejará luego en tu vida moral, en tu trabajo, en tu familia, en el mismo cuidado de tu salud. Tengamos esto muy presente: Dios como valor supremo nos impide despreciar los demás valores; más aún, nos manda positivamente estimarlos, cuidarlos, buscarlos ordenadamente. Dios como valor supremo es la máxima riqueza del hombre.

2. Se vive de valores. No es indiferente para los hombres y para los pueblos el que predominen unos u otros valores. Primero, porque los valores influyen y conforman la mentalidad de un individuo o de un grupo. Pero sobre todo porque los valores determinan la vida. Vivirás según que sean tus valores. Si tus valores predominantes son los vitales, todas tus actividades estarán determinadas por ellos, es decir, por una buena salud y un ambiente sano. ¿Para qué se trabaja? Para contar con medios que permitan estar en forma. ¿Para qué se reza? Para pedir a Dios salud. ¿Por qué se evita la droga, el alcohol, el tabaco? No por el desorden moral que implican, sino porque perjudican la salud. ¿Por qué partido se vota? Por aquel que asegure el mejoramiento de la sanidad y del ambiente. La salud se convierte en el eje a cuyo alrededor gira todo lo demás en la vida, y a cuyo valor se sacrifica cualquier otro valor. ¿Cuáles son los valores que gobiernan y dirigen tu vida? En tu medio ambiente (familiar, parroquial, comunitario), ¿cuáles son los valores supremos? ¿Qué puedes hacer para que los valores religiosos sean cada vez más en ti y en tus amigos, familiares, compañeros de clase o de trabajo, los valores que tengan el primer puesto en la escala de valores?

P. ANTONIO IZQUIERDO


18. DOMINICOS 2003 

Este domingo: 27º del Tiempo Ordinario

 

Profetizar es muy arriesgado. Contar historias fomenta la nostalgia, produce autocomplacencia, hasta paraliza la vida, porque resulta más fácil mirar hacia atrás.

Es mejor, más adecuado a todos, hablar de convicciones, promover y provocar vivencias de nuestros sentimientos y emociones, confesar nuestra fe todos a la vez, en comunidades, en grupos con palabra bien dicha, pausada, sentida, sincera, dialogando con el Padre, con la Comunidad de forma personal o en la asamblea.

En cualquier  caso lo importante es vivir, trabajar, actuar: hacer en cada momento, en el presente, con quienes formamos la comunidad, las cosas bien.

En este domingo, en el presente, la Palabra  nos invita a suplicar prudencia y sabiduría. Con ellas nos llegan bienes y riquezas incontables como se expresa en la 1ª lectura. El Señor hace prósperas las obras de nuestras manos.

La Palabra es viva y eficaz: “el Verbo se hizo carne y habita en/entre nosotros”. Por eso podemos disfrutar de todo: personas, actividades, sentimientos, emociones, relaciones sociales: todo nos une a Dios, produce vida, porque así lo quiere.

El joven que se acerca a Jesús, porque es bueno, porque cumple los mandamientos, aunque no se atreva a dar el paso, puede disfrutar de las riquezas, siempre que se convierta en pobre de espíritu: los bienes no son objetivo de vida, sino algo con lo que se favorece a la comunidad, a la justicia, al disfrute comunitario de las cosas.  Sin embargo el rico tendrá que esforzarse para vivir el presente: ser prudente y sabio, disfrutar de “bienes y riquezas incontables”

El presente es la vida, es el Verbo que sólo tiene palabras de vida.

Comentario bíblico:

La sabiduría del seguimiento de Jesús

 

Iª Lectura: Sabiduría (7,7-11): La sabiduría nos hace "divinos"

I.1. Esta lectura nos ofrece uno de los pensamientos más bellos sobre la sabiduría. Forma parte de una reflexión más amplia sobre la igualdad de los hombres en su naturaleza, y cómo esta nos perfecciona humanamente. Se supone que el autor es como un rey (algunos han pensado que era Salomón, pero no es así). Y este rey se considera igual a todos los hombres, porque los reyes y cualquier ser humano nacen lo mismo que todos y mueren lo mismo que todos, como le sucede a los animales. Pero lo que hace a los seres humanos distintos en la vida y en la muerte es la sabiduría, por la que compartimos la vida misma de Dios.

I.2. Este don no solamente enseña a gobernar a los reyes, sino a ser divinos a los hombres, porque es la riqueza más alta. Con ello se aprende a discernir lo que vale y lo que no vale en la existencia. Las personas sin «adentros» prefieren el oro, la plata y las piedras preciosas; el dinero y el poder. Pero quien elija la sabiduría habrá aprendido un sentido distinto de la vida y de la muerte; del dolor y del hambre; del sufrimiento y la desesperación. Con ella vienen riquezas, valoraciones y sentimientos que no se pueden comprar con todo el oro del mundo. Porque la verdadera sabiduría enseña a tener y vivir con dignidad.

IIª Lectura: Hebreos (4,12-13): La fuerza de la palabra de Dios

La lectura de Hebreos nos ofrece una reflexión sobre la Palabra de Dios que se entiende como el anuncio de las promesas del AT y, en nuestro caso, la predicación cristiana. El autor está exhortado a la comunidad a peregrinar, sabiendo que nos acompaña Cristo, el Sumo Sacerdote. Por lo mismo, es con la Palabra del Señor con la que podemos caminar por la vida. Esa Palabra es como una espada de dos filos que llega hasta lo más profundo del corazón humano; descubre nuestros sentimientos, nuestras debilidades, y por impulso de la misma podemos confiarnos a nuestro Dios. Pues esa palabra no es ideología, ni algo vacío. En este caso, debemos decir que nuestro texto tiene mucho que ver con el pasaje de la Sabiduría (Sab 7,22-8,1). La Palabra de Dios, pues, es para el cristiano la fuente de la sabiduría.

Evangelio: Marcos (10,17-30): El seguimiento, sabiduría frente a las riquezas

III.1. El evangelio nos ofrece una escena muy conocida: el joven rico y su pretensión de obtener la salvación (“heredar la vida eterna”). Es verdad que este texto es un conjunto no demasiado homogéneo. Los grandes maestros han pensado, no sin razón, que son varios textos en torno a palabras de Jesús sobre el peligro de las riquezas y sobre la vida eterna, las que se han conjuntado en esta pequeña historia. Es muy razonable distinguir tres partes: a) la escena del joven rico (vv.17-22); b) la dificultad para entrar en el Reino de Dios (vv. 23-27); c) las renuncias de los verdaderos discípulos (vv.28-30). Todo rematado sobre el dicho “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (v. 31). Las dos primeras tienen una conexión más fuerte que la tercera. Es verdad que todo el conjunto gira en torno a las claves del verdadero seguimiento. No se trata de una enseñanza sobre el voto de pobreza de los monjes, sino de algo que afecta a la salvación para todos.

III.2. Entre las muchas lecturas que se pueden hacer, señalemos que no podemos olvidar como decisivo para entender este pasaje la llamada al "seguimiento" y tener un tesoro en el cielo. Se ha comentado en alguna parte que este joven está buscando la sabiduría. Jesús le propone otro camino distinto, un camino de radicalidad, que implica sin duda renunciar a sus riquezas, que están sustentadas, incluso, en la praxis y en la forma de entender los mandamientos que siempre ha cumplido. Es una llamada a hacerlo todo de otra manera, con sabiduría. No es una llamada a una vida de pobreza absoluta entendida materialmente, sino de pobreza que no se apoye en la seguridad del cumplimiento formal de la ley. De hecho, la escena nos muestra que si el joven cumplía los mandamientos y además era rico, no debería haberse preocupado de nada más. Pero no las tiene todas consigo. Por ello pregunta a Jesús… y encontrará un camino nuevo.

III.3. Las riquezas, poseerlas, amarlas, buscarlas es un modo de vida que define una actitud contraria a la praxis del Reino de Dios y a la vida eterna: es poder, seguridad, placer... todo eso no es la felicidad. La alternativa, en este caso, es seguir a Jesús en vez de los preceptos de la ley, que le han permitido ser un hombre rico. En la mentalidad judía, ser un hombre de riquezas y ser justo iban muy unidos. Es eso, por lo mismo, lo que desbarata Jesús para este joven con su planteamiento del seguimiento como radicalidad. Pensar que el seguimiento de Jesús es una opción de miseria sería una forma equivocada de entender lo que nos propone este historia evangélica. Este joven es rico en bienes materiales, pero también morales, porque cumple los mandamientos. ¿Es eso inmoral? ¡No! Pero esa riqueza moral no le permite ver que sus riquezas le están robando la verdadera sabiduría y el corazón. No tiene la sabiduría que busca, porque debe estar todavía muy pendiente de “sus riquezas”. Siguiendo a Jesús aprenderá otra manera de ver la vida, de vez las riquezas y de ver la misma religión.

III.4. Por eso tiene sentido lo que después le preguntarán los discípulos cuando Jesús hable de que es muy difícil que los ricos entre en el Reino de los Cielos; porque no son capaces de descodificarse de su seguridad personal, de su justicia, de su concepción de Dios y de los hombres. No es solamente por sus riquezas materiales (que siguen siendo un peligro para el seguimiento), sino por todo su mundo de poder y de seguridad. Y reciben la aclaración, por otra parte definitiva, de que "lo que es imposible para el hombre, en cambio es posible para Dios" (v. 27). Por consiguiente, la respuesta de Jesús al joven rico es una llamada a este hombre concreto a que le siga de una manera especial; pero, a su vez, un criterio para todos desde la radicalidad y la sabiduría del seguimiento.

Miguel de Burgos, OP
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

En las lecturas del domingo XXVIII encontramos términos  provocadores: nos introducen inmediatamente en  las convicciones básicas que  trazan el camino personal que el Padre y Jesús  nos proponen. 

En contraposición y con el fin de comprender mejor los  mensajes, también hay palabras que nos transmiten y nos orientan sobre lo que, aún siendo valores, no son  tan importantes para seguir el camino propuesto por el Padre y Jesús.

En la primera lectura aparecen la prudencia y la sabiduría que condicionan lo más auténtico de la comprensión y de la ejecución de los hechos vitales: personales, familiares, laborales, sociales, comunitarios, universales.

Por el contrario relativiza como algo secundario los tronos, la riqueza, el oro, la salud, la belleza. Con estos principios nuestra vida se llenará de alegría.

En la segunda lectura aparecen adjetivos con la palabra: viva, eficaz. Es espada que descubre hasta el tuétano, es juez de nuestros deseos e intenciones.

De nuevo  se enfatiza en la Carta a los Hebreos la fuerza de la Palabra que mira y nos ve con toda claridad.

En el Evangelio de San Marcos, 10, 17-30, precedido de la bienaventuranza de “los pobres de espíritu” en el aleluya, tenemos otros términos, que también nos ayudan a encontrar lo que vale de verdad: el joven bueno interpela a Jesús  diciendo “Maestro bueno”, la mirada de cariño de Jesús, la justicia (reparto de bienes), Dios todo lo puede, o sea la capacidad de la fe.

También percibimos  lo que no es tan valioso: el joven frunció el ceño, marchó pesaroso, la extrañeza de los discípulos explicada con la imagen del camello entrando por el ojo de la aguja, la posibilidad de sufrir persecuciones.

 

La Palabra de Dios se sigue aceptando, se encarna, forma la persona misma y encamina a la comunidad humana, sin mirar atrás,  generando vida presente.  Deseo ardientemente acertar con las palabras que provoquen el seguimiento de Jesús.

La bondad personal, siendo el otro reconocido como si fuera yo mismo.

La libertad que se ejerce sin etiquetar al “contrario” como enemigo político, de otra religión, de otro color/raza, de otra clase, de otra ideología.

La transformación de la mente para  descubrir cuál  es la voluntad de Dios en cada situación, y no conformarse con cuál es lo “políticamente correcto” en este mundo.

La comunicación sincera del afecto a los de cerca, sobre todo si son débiles, pequeños o grandes.

La expresión ante todos de nuestras convicciones: participación activa en la expresión de la fe, oración, cantos en comunidad  expresando sentimientos y emociones también humanos y agradables al Padre.

Aceptación de la invitación “ven y sígueme” confiando siempre que Dios todo lo puede.

En contraposición muchos aceptamos como bueno lo que se acepta en grupo, como es la rentabilidad económica aunque sea abusando de grupos sociales con sueldos y condiciones de trabajo miserables.

Ahogar económicamente a pueblos comprando sus materias primas y vendiendo productos manufacturados.

Adjetivar ideologías políticas o de cualquier  otra índole con el término “democrático” siendo el nombre que lo soporta en si mismo injusto.

Atenciones inhumanas con nuestros mayores, cercanos, porque es un gasto, un esfuerzo, un amor que no se tiene.

Pidamos/roguemos: “Sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría”.

Carlos Vergara
cvergara@mailpersonal.com


19. 2003

 LECTURAS: SAB 7, 7-11; SAL 89; HEB 4, 12-13; MC 10, 17-30

¿QUÉ DEBO HACER PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA? VEN Y SÍGUEME.

Comentando la Palabra de Dios

Sab. 7, 7-11. Salomón, consciente de que la Sabiduría no está unida a las riquezas que el hombre posea, nos hace saber que hay que suplicar al Señor que nos la conceda. Quien la tiene consigo posee un tesoro más valioso que todos los cetros y tronos; y la riqueza es nada ante ella. Por desgracia muchas veces uno prefiere valorar demasiado los bienes temporales, pensando que en ellos se asegura el porvenir y la posibilidad de disfrutar de cuanto uno quiera. Recordemos la frase de Jesús: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su vida? Si no se tiene un sabio dominio sobre el poder y los bienes temporales terminará uno oprimiendo, despreciando y explotando a los demás; entonces no actuará uno como sabio y prudente sino como necio y falto de juicio. No es malo el que poseamos bienes temporales; el Señor nos pide no entregarles a ellos nuestro corazón, sino saber que, mediante ellos, socorriendo a los necesitados, podremos ganarnos amigos que, cuando mueran, intercedan por nosotros. Centremos en Cristo nuestro corazón, vayamos tras las huellas de Aquel que, hecho servidor de todos, no tenía ni dónde reclinar su cabeza; como Él aprendamos a vivir no como esclavos de lo pasajero, sino como hijos libres de toda esclavitud capaces, constantemente, de buscar primero el Reino de Dios y su justicia, sabiendo que lo demás llegará a nosotros por añadidura.

Sal. 89. Enséñanos a calcular nuestros días, para que adquiramos un corazón sabio. Sólo quien reconoce que su existencia en este mundo es una peregrinación que no dura muchos días podrá, realmente, dirigir sus pasos con lealtad hacia la posesión de los bienes definitivos, ahí donde la polilla no roe los vestidos ni el moho destruye los tesoros. Quien ha depositado su vida en el Señor sabe que cuando amanece nuestra existencia, iluminada por el Señor, se podrá vivir con alegría todos los días que Él nos conceda aún en los momentos más arduos, pues finalmente nos acompañará continuamente la bondad del Señor dándole prosperidad a las obras de nuestras manos. Que el Señor nos conceda que los bienes de la tierra no nos impidan alcanzar los del cielo.

Heb. 4, 12-13. El autor de la carta a los Hebreos comenta una parte del Sal. 95 (94) y nos invita a actuar con la Sabiduría necesaria, que nos lleve a ser obedientes y a cumplir con fidelidad la Palabra de Dios. Si así obramos no seremos excluidos del Descanso que tendremos al poseer la Tierra Prometida, es decir: tanto la salvación como la posesión de los bienes definitivos. No vivamos engañosamente nuestra fe, de tal forma que viniendo cada ocho días a dar culto al Señor y a escuchar su Palabra, después nos retiráramos como quien cumple un deber y no como quien recibe una misión. Dios conoce hasta lo más íntimo de nuestros pensamientos e intenciones del corazón. Él bien sabe cómo venimos a su presencia. Ojalá y escuchemos hoy su voz y con presteza vayamos a vivirla en nuestra existencia diaria; entonces podremos decir que ya desde ahora el Reino de Dios está dentro de nosotros y nos hace vivir en amor como hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre.

Mc. 10, 17-30. Jesús continúa decididamente su camino hacia Jerusalén. Quien quiera seguirlo debe tomar su cruz de cada día e ir tras sus huellas. Y aun cuando al cumplir de la Ley Santa de Dios Él dirija amorosamente su mirada hacia nosotros, no por eso podemos decir que ya somos buenos y santos, pues la ley sólo nos conduce a Cristo; y Cristo nos llama para que, caminando en amistad con Él podamos, finalmente ser santos como Él es Santo. La vocación a la santidad sólo la da el Señor. ¿Qué podemos hacer para alcanzar esa vida eterna? Hacia ella no podemos ir como esclavos de lo pasajero, sino liberados de ese fardo que nos impide caminar; y eso, no tanto porque las riquezas sean malas, sino porque llegan a oprimir y a esclavizar tanto el corazón de quienes las poseen que se dejan deslumbrar y encadenar por ellas, de tal forma que el Señor y la Vida que Él nos ofrece no sólo pasan a segundo término, sino que son relegados al último lugar en nuestra vida. El Señor nos dice: Ven y sígueme. Caminar tras de Jesús cargando nuestra propia cruz significa desembarazarnos de aquello que no deja que sólo Él sea el centro de nuestra vida, como pueden impedirlo las riquezas y los mismos familiares. Quien centre su vida en Dios probablemente reciba muchos bienes, no para anclar en ellos su corazón, sino como quien administra los bienes de Dios a favor de los demás. Quien por Cristo haya dejado a su misma familia recibirá como recompensa una multitud de familiares que le darán sentido a su vida, y a quienes podrá manifestar su amor preocupándose de su bien y de su salvación, en lugar de explotarlos y humillarlos como suelen hacerlo quienes han puesto su corazón en las riquezas. El Señor nos llama para que, siendo buenos como Él es bueno, no nos conformemos con estar de rodillas en su presencia, sino que pasemos haciendo el bien a todos los que nos rodean como Él lo ha hecho con nosotros.

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este Domingo.

El Señor nos ha convocado y reunido para celebrar esta Eucaristía. Nosotros hemos respondido a su llamada viniendo a ella con gran fe y para encontrarnos con Aquel que es el único Bueno, el Bien por excelencia y la fuente de todo bien. Queremos entrar en comunión de Vida con el Señor. Pero Él no deberá ser inutilizado en nosotros a causa de que nosotros lo escuchemos y lo aceptemos de un modo intranscendente, mientras seguimos esclavos de los bienes temporales. Qué bueno que con presteza hayamos venido a esta Eucaristía. No vengamos como espectadores. Preguntémosle al Señor sobre nuestro comportamiento moral, sobre aquello que hemos de hacer para lograr la vida eterna. Pero no hagamos esa pregunta sólo por curiosidad, sino porque en realidad queramos darle un nuevo sentido a nuestra vida. El Señor nos pedirá que dejemos nuestras propias esclavitudes; algunos tal vez no tengan ni un mendrugo de pan, y no tengan dónde reclinar su cabeza; muchos, al contrario tendrán incluso de modo superfluo alimento y cobijo. Tenemos que preguntarnos: ¿De qué tengo que desprenderme para caminar hacia la perfección en Dios? Si son los bienes temporales ¿Estoy dispuesto a compartirlos con los pobres y ser un reflejo de quien, no aferrado a su condición divina nos enriqueció con su pobreza? Si son actitudes internas pecaminosas ¿Estoy dispuesto a dejar aquello que me impide amar como yo he sido amado por Dios, que por mí envió a su propio Hijo para hacerme partícipe del Descanso Eterno, de la Vida que Él nos ofrece a todos? Que esta Eucaristía no sólo nos una a Cristo, sino que nos ponga en camino tras sus huellas.

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este Domingo y la vida del creyente.

Debemos tener una visión clara de aquello que pretendemos lograr en nuestra vida. En el camino de la fe también debemos tener una visión clara de aquella perfección que pretendemos lograr. Si al final queremos la vida eterna buscaremos por todos los medios saber qué debemos hacer para lograrla. Tal vez hacemos proyectos personales de vida para esforzarnos día a día en caminar con seguridad hacia esa perfección que deseamos. Hemos amoldado nuestra vida a una fidelidad amorosa en el cumplimiento de los mandamientos divinos. ¿Será suficiente? Si así fuera no hubiese sido necesaria la Encarnación del Hijo de Dios. Si Él se hizo presente entre nosotros no fue sólo para mostrarnos el camino hacia la unión con Dios; Él mismo se hizo ese Camino. Nadie puede ir al Padre sino por Él. Sólo quien una su vida a Él como las ramas se unen al tronco, podrá participar de la Vida que Él recibe del Padre. Unidos a Cristo estamos llamados a preocuparnos de nuestro prójimo, especialmente de los más desprotegidos. No podemos decir que nos hemos identificado con el Señor cuando no somos capaces ni siquiera de dar a los necesitados las migajas que caen de nuestras mesas. Pero quien sólo da las migajas, y las da para brillar, para hacer gala de lo que ofrece a los demás, para que aquello que ha dado se haga noticia en todo el mundo tampoco puede decir que ha llegado a la perfección en Dios. Es necesario despojarse de todo a favor de los pobres; es necesario dejar incluso a la propia familia con tal de proclamar la Buena Noticia del amor de Dios, haciendo llegar su amor, sus dones, su bondad, su misericordia, a quienes han sido marginados o azotados por gentes perversas y sin escrúpulos. Entre nosotros tenemos el ejemplo de Teresa de Calcuta, que en realidad supo amar hasta que doliera, pues supo hacer suya la cruz de Cristo, cruz que se convirtió para ella sólo como un paso que, a imagen de Jesús, la llevó, a través del sufrimiento, a la perfección. Ojalá como Cristo y como tantos que han dado su vida a favor de la vida de su prójimo, nosotros también seamos capaces de vivir abiertos hacia nuestros hermanos para procurar en todo su bien, sabiendo que al hacerles el bien nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber amar con lealtad siguiendo a Cristo, libres de todo aquello que nos impida identificarnos con Él. Y que, teniendo a Cristo en nosotros, podamos servir en un amor fraterno, constante, a nuestro prójimo, impulsados por el Espíritu Santo para que no nos quedemos a la mitad del camino. Amén.

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