31 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXVII
CICLO C
1-10

 

1. D/SILENCIO  FE/CRISIS  ORA/ALIENACION

UN DESAFÍO PARA LA FE: Hacia el año 597 antes de Xto los ejércitos de Nabucodonosor pusieron sitio a la ciudad de Jerusalén. Las calamidades del asedio se veían agravadas por la explotación, la injusticia y la violencia de los caciques del pueblo. En esta situación inaguantable el profeta Habacuc alza su voz en un grito de protesta contra el cielo: ¿Hasta cuándo, Señor? Porque, al parecer, Dios guardaba silencio y muchos no entendían este silencio de Dios.

La situación del pueblo judío de aquel tiempo no es radicalmente distinta de la del pueblo, de la humanidad, en nuestro tiempo. De una parte los desórdenes e injusticias interiores: la explotación, el paro, la pobreza, la violencia, el hambre, el dolor y la muerte. De otra parte, en el orden internacional, el panorama tampoco es muy halagüeño: tres cuartas partes del mundo sumidas en la pobreza y el subdesarrollo, millones de seres humanos a punto de morir de hambre, guerra y represión, tiranías y opresiones, mientras los pueblos sedicentes civilizados y desarrollados discuten indiferentes sus problemitas de OTAN o de Mercado Común o de la ONU, sin sensibilidad para hacer frente al desafío de la pobreza y del hambre.

Así las cosas, también la fe de los creyentes se da por aludida. ¿Cómo es posible que Dios guarde silencio? ¿Cómo compaginar la fe en Dios, el padre de todos los hombres con esa situación de angustia que aqueja a la mayor parte de la humanidad? ¿Es posible seguir creyendo en Dios? ¿En qué Dios creer? Resulta fácil y demagógico sentenciar la inexistencia de Dios ante los gravísimos problemas de la humanidad. Resulta fácil y demagógico culpar a las iglesias y a las religiones de su inoperancia frente a la situación de tantos millones de hambrientos. Resulta fácil y demagógico porque es echar balones fuera y tratar de justificarse o de lavarse las manos. Como si los desmanes de los hombres tuvieran que ser arreglados por Dios.

HAY QUE DAR LA CARA: Pablo en una situación comprometida, cuando él mismo está ya prisionero en la cárcel y cuando está a punto de desatarse la persecución de Nerón contra los cristianos, escribe a su discípulo Timoteo y le exhorta a que avive su fe y dé la cara por Jesús y por el evangelio. Y argumenta que el espíritu que se nos ha dado a los cristianos no es un espíritu de pusilánimes sino un espíritu de fortaleza y de buen juicio. Y esta recomendación del apóstol es la primera tarea para los creyentes. Lo primero es dar la cara, no esconderla, ni encogerse de hombros. Todos los problemas humanos son problemas para el creyente, son asunto nuestro (Ver GS:"Los gozos y las esperanzas...). La religión, contrariamente a los que así piensan, no se ocupa de la religión, sino de los hombres, de los hermanos. Utilizar la religión para zafarse de los asuntos humanos, es un peligro infinidad de veces denunciado por Jesús en el evangelio. La misión de la Iglesia, la que le confió Jesús, no es salvar a la Iglesia, sino a los hombres, sobre todo, a los más pobres y desatendidos de todos.

El hambre, la pobreza, el paro, la explotación, el dolor, la muerte... todo eso pone en cuestión la dignidad humana, pone en cuestión al hombre. No podemos presumir de personas, si somos indiferentes ante los graves problemas que tiene planteados la humanidad, sea en el país que sea, pues todos somos hermanos. Y lo creyentes tampoco podemos reconocernos como tales, si, de otra parte, pasamos de largo ante las desdichas y el sufrimiento de los demás. No podemos orar, hablar con Dios, como si no pasara nada, La oración que recoge, como en el caso del profeta, nuestras lamentaciones y quejas, es oración, es actualización de la fe y señal de confianza en Dios. Pero no podemos quedarnos ahí. No podemos esperar que Dios venga constantemente a sacarnos las castañas del fuego. Entre otras muchas razones, porque, como creyentes, sabemos que Dios ya ha puesto remedio a nuestros males. Pues confesamos y creemos que Dios nos ha creado libres y que nos ha dotado de razón y de voluntad para buscar soluciones y llevarlas a la práctica.

SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE: Como los discípulos de Jesús, hemos de reconocer que somos hombres de poca fe. Porque la fe no es simplemente un asentamiento intelectual, sino un compromiso personal. Así lo da a entender Jesús a sus discípulos cuando le piden que aumente su fe. La fe es confianza en Dios y, por lo mismo, es confianza en la obra de Dios, que somos nosotros. El creyente mejor que nadie sabe que no podemos esperar todo de Dios, porque Dios ha confiado el mundo a nuestra responsabilidad.

Pero, a pesar de eso, el creyente ha de reconocer que no todo podemos resolverlo los hombres. Es verdad. Pero hasta llegar al límite de nuestras posibilidades, queda todavía mucho camino por recorrer y hay todavía mucha responsabilidad que cumplir. Frente a los problemas humanos, los nuestros y los de todos los hombres y todos los pueblos, hemos de buscar soluciones y cooperar con todos los hombres de buena voluntad. La doctrina social de la Iglesia, en las últimas encíclicas de los tres últimos Papas, ha trazado vías y ha hecho luz sobre infinidad de cuestiones relativas a la pobreza, el hambre, etc. Escuchar esas consignas y discutirlas y contrastarlas con otras propuestas de los expertos y de los responsables políticos, es nuestra tarea como creyentes. A pesar de todos nuestros esfuerzos y de tanto noble esfuerzo de hombres beneméritos, quizá no superemos la indiferencia y las trabas de otros muchos, pero sólo la buena voluntad y el esfuerzo nos autorizarán a poder clamar al cielo y pedir a Dios que venga en nuestra ayuda para que mueva la voluntad de unos e ilumine la mente de otros, a fin de que entre todos tratemos de poner remedio a los males de nuestro tiempo y de siempre: la injusticia, el hambre, la desigualdad, la pobreza, el sufrimiento.

EUCARISTÍA 1986/47


2.FE/VICTORIA  DEBILIDAD/FUERZA  /2Co/12/09 FE/TESORO FE/CONFIANZA FE/SUFRIMIENTO /Mt/08/25 /Lc/08/24 /Mc/04/38.

I-Confianza en las dificultades.-La primera lectura está escogida en función de la llamada a la fe del evangelio. Pero la perspectiva desde la que Habacuc llama a la fe es diferente de la de Jesús, y conviene destacarlo. Habacuc presenta la fe como sostenimiento en medio de una situación dramática, cuando parece que todo se hunde: quien se sostiene en Dios, podrá vivir en medio de los conflictos, aunque todo se vaya al traste: al final, queda Dios. Esto lo podemos aplicar a nuestros conflictos cotidianos, en medio de los cuales podemos vivir confiados si de verdad creemos; pero también habrá que despertar la sensibilidad respecto a los conflictos más colectivos: hambre, pobreza, carrera de armamentos. Habacuc habla desde una situación comprometida en el camino de su pueblo. El creyente camina por el difícil camino personal y colectivo de la humanidad, convencido de que Dios le sostiene y que sostiene el camino de todos.

II-La fe como estímulo para ir hacia adelante.-La perspectiva de la fe en el evangelio de hoy es más bien la de un impulso para ir hacia adelante. Sostenidos en Dios, podemos hacer todo lo que sea necesario. La imagen surrealista que Jesús utiliza para resaltar esta fuerza de la fe, debe ser probablemente la imagen más exagerada de todo el evangelio, lo que denota el relieve que Jesús quiere dar a su afirmación. Y esta afirmación sería la segunda parte de lo que decíamos con Habacuc: el creyente camina por el difícil camino personal y colectivo de la humanidad, y camina por él con la fuerza de Dios, con la que puede andar este camino sin temor, siguiendo el estilo de Jesús, trabajando por el Reino de Dios.

III-La fe como reconocimiento de debilidad.-Detrás de estas llamadas a la fe, hay una premisa sin la cual no tendrían sentido: nosotros somos débiles, y necesitamos el sostenimiento de Dios. Si no fuéramos débiles, no lo necesitaríamos... Hablar de esta debilidad es en ocasiones peligroso, porque se entiende mal: no se trata de que, puesto que somos débiles, necesitamos a alguien que nos mande y nos diga lo que debemos hacer (así se justifican muchos estilos y sistemas totalitarios civiles y eclesiásticos); sino de que, puesto que somos débiles, nos queremos sostener en alguien que nunca nos fallará, y con el cual nos sentiremos fuertes para ir buscando el camino en medio de tantas perplejidades (las perplejidades continuarán, pero las viviremos acompañados de Dios). Quien no se siente débil, nunca tendrá el gozo de poder sentir la fortaleza de Dios que le acompaña.

IV-"Hemos hecho lo que teníamos que hacer".-La segunda parte del evangelio muestra la actitud que el creyente debe tener en todo lo que realiza "bien". El creyente no reivindica méritos ante Dios, ni se considera superior a los demás: el creyente reconoce que, en realidad, lo que ha hecho ha sido lo que tenía que hacer, porque Dios le ha dado fuerza. No se trata de que sea malo sentirse contento de la propia fidelidad, de la propia entrega, del propio esfuerzo al servicio del Evangelio: este sentirse contento no sólo es bueno, sino que es imprescindible para que lo que realizamos sea hecho con ganas y no sea un simple cumplimiento hipócrita; pero este sentirse contento debe ir acompañado del reconocimiento de que todo nos es dado.

VI-Un tesoro.-Pablo llama "tesoro" a la gracia y a le fe recibidas. A cada creyente le ha sido confiado este tesoro: el tesoro de la fe, el tesoro del Evangelio, el tesoro de la vida nueva de J.C. Un tesoro para ser amado, para ser conservado, para ser vivido, para ser transmitido en toda circunstancia de la vida, con la fuerza del Espíritu Santo.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1989/19


3.FE/VIVA V/TESTIMONIO  FE/COMPROMISO

I-La fe viva.-Jesús no habla de más o menos fe, sino de fe viva, que es la única fe verdadera. Una fe muerta es ceniza o, a lo sumo, como un rescoldo que sólo da calor al que la tiene. Y así es muchas veces, amigos, nuestra fe, un rescoldo, un subterfugio, una coartada para quedarnos tranquilos y seguir viviendo sin complicarnos la vida. Nos interesa, sobre todo, esta vida, aprovecharla, disfrutarla, sacarle todo el jugo, pero nos da miedo la muerte, por eso tratamos de conservar ese rescoldo de fe, para por si acaso. En el fondo, si somos así, no somos creyentes, ni cristianos. Seríamos sólo unos aprovechados. En cambio, la fe viva es como el fuego en llamas, que calienta y da su luz a cuantos lo rodean. No es una fe para uso particular, para un caso de emergencia. Es una fe para la vida y, en consecuencia, para la convivencia, para la vida privada y pública, para nosotros y para todos los otros. La fe viva es fe que da vida, por eso se manifiesta y se expresa en la vida y en sus relaciones con los demás en obras de solidaridad y de amor, en testimonio de esperanza y de paciencia, de lucha y de esfuerzo por arreglar el mundo, sin escurrir el bulto o dejar que lo hagan los demás.

II-La fe mueve montañas.-Según Jesús, el que tiene fe viva, como el grano de mostaza, puede hacer lo imposible, como el que una morera se arranque de cuajo y sea trasplantada al mar. O como el remover una montaña. Y si es capaz de lo imposible, mucho más tiene que ser capaz de hacer lo posible, como dar sentido a la vida y dar vida a todo cuanto hace el creyente. Dar sentido a la vida significa encontrar una razón para vivir, de manera que ya no andemos a tontas y a locas, sino con fe, poniendo en práctica el evangelio, siguiendo los pasos de Jesús, cumpliendo el mandamiento de Jesús, sin componendas con el egoísmo, la injusticia, la insolidaridad o la superficialidad que nos rodea.

Dar vida a lo que hacemos quiere decir iluminar desde el evangelio todos nuestros actos, nuestras intenciones, nuestras ilusiones, nuestros temores y recelos. De esta suerte la fe, la fe viva, removerá todo cuanto impida o mortifique la vida, como el miedo a la muerte. III-Vive con fe y con amor cristiano.-La segunda lectura recoge una hermosa exhortación de Pablo, encarcelado, a su discípulo y amigo Timoteo. Sus palabras nos sirven hoy a nosotros. Nos exhorta a que avivemos el fuego de la gracia que hemos recibido, la fe. Porque la fe es don de Dios, que podemos aceptar o rechazar, poner en acción o arrinconar en la inoperancia. Nuestro cristianismo puede ser sólo una praxis ocasional, en algunos momentos, en misa o en nuestra vida personal y privada. Pero puede ocurrir que nos avergoncemos o atemoricemos en la vida pública. Por eso, el apóstol nos llama a la valentía y coraje en dar la cara por Jesús y por el evangelio. El espíritu de fe no es un espíritu pusilánime o de cobardía, sino fuerza y energía para dar vida y ayudar a humanizar el mundo en conformidad con el proyecto de Dios. Pablo insta a Timoteo y a nosotros a que tomemos parte en la tarea del evangelio, siguiendo su ejemplo. La fe viva es siempre un compromiso con Jesús y con su causa: la de construir en el amor la gran familia de los hijos de Dios, una humanidad solidaria y unida.

EUCARISTÍA 1989/46


4.

La escena evangélica de hoy ocurre entre Jesús y los apóstoles; se trata, por tanto, de una cuestión de gran importancia. Los apóstoles van comprendiendo las exigencias que supone el seguimiento de Jesús y todo lo que exige la adhesión a Él (cf.los evangelios de los domingos anteriores). Reconocen que tienen fe, pero al mismo tiempo saben comprender que es insuficiente y que esta fe es un don. Por eso piden al Señor: "Auméntanos la fe".

La respuesta de Jesús no consiste en decirles: "he ahí que aumento vuestra fe", sino que tiene el sentido de decirles en qué consiste la fe y qué cualidades debe tener. Lo esencial no es su cantidad, sino su calidad: si se tiene fe "como un grano de mostaza", "la más pequeña de todas las semillas" (Mc 4. 31), pueden hacerse cosas grandes (he aquí el sentido de la morera que se arranca y se planta en el mar, donde no crecen árboles), puesto que la fe es sobre todo participación en la vida y en la fuerza de Dios: ésta es la cualidad de la fe que hay que revitalizar.

La parábola que viene a continuación debemos verla como estrechamente relacionada con la enseñanza de Jesús sobre la fe. Posiblemente en su origen no estuvo dirigida directamente a los apóstoles, puesto que entre ellos difícilmente habría alguno que poseyera un esclavo, como parece suponerse de las personas a quienes va dirigida. Esta parábola nos habla de un agricultor no muy rico que tiene un solo esclavo que debe hacerle los trabajos del campo, de la casa y cuidar del ganado; cuando regresa del campo -por más cansado que esté- todavía tiene que preparar la cena y servir al amo; y a nadie se le ocurriría decirle que se siente a la mesa antes que el amo ni darle las gracias o recompensarle: pertenece totalmente al amo y no hace más que cumplir con su deber.

CREATURA/DEPENDENCIA: Esta relación del amo con el esclavo únicamente quiere hacernos comprender por qué camino deben ir las relaciones del hombre con Dios. Ante Dios, nadie tiene ningún derecho a exigir nada; todo el esfuerzo, el trabajo y las buenas obras del hombre no deben hacerle sentirse autosuficiente ni exigir de Dios la recompensa que le corresponde. El hombre se encuentra en total dependencia de Dios, como el esclavo de su amo. Nótese que no se habla aquí de quién es Dios, sino de la situación en que está cada hombre ante Él.

Vistas así las cosas, es fácil comprender que todo lo que el hombre tiene -la fe especialmente- es don, es gracia de Dios, fruto de su amor generoso y comunicativo.

JOSEP ROCA
MISA DOMINICAL 1980/18


5.

"Auméntanos la fe", piden los atribulados discípulos que, de otra manera, se consideran incapaces de ir contra corriente. Es de suponer que sabían lo que pedían: no un milagro sino ayuda. Lo extraño es el modo como Jesús responde a tal petición. No les dice nada que parezca una ayuda. Más bien, su respuesta aparenta ser desmoralizadora. En lugar de indicarles lo que se puede hacer para aumentar la fe, les echa en cara que no la tengan. "Si tuvierais fe como un grano de mostaza diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar" y os obedecería". Es fácil de imaginar la cara de desilusión que pondrían. Piden aumento de fe y Jesús viene a decirles: ¿Cómo aumento? Si no tenéis nada... Puede aumentar lo que existe. Lo que no existe ha de nacer primero para luego aumentar.

La lección es dura. La respuesta parabólica. Quizá ellos entendieron a derechas la respuesta: no como un anuncio de maravillas externas sino como un ejemplo clarificador. Para explicar los milagros de comportamiento humano contra corriente que es capaz de impulsar la fe, pone un ejemplo fantástico.

No queda ahí la respuesta. Hubiera sido una lógica decepción. Jesús sigue hablando, también en parábola. Y en esta parábola del esclavo, que hace lo que tiene que hacer sin ningún derecho a reclamar agradecimientos o recompensas, está la verdadera respuesta. La raíz del aumento de fe, que es pura gratuidad por parte de Dios, hay que buscarla en la humildad humana.

No viene a cuento ahora entablar discusión sobre cómo y por qué Jesús pone el ejemplo del esclavo como si la esclavitud estuviera dentro del orden cristiano. Es un asunto lleno de interés, pero cuyo debate no haría más que distorsionar el problema que aquí nos interesa y que Jesús encauza. Se trata de una parábola. Se trata de una lección. No nos distraigamos analizando el dedo que señala la luna.

FE/BUSQUEDA:No es nada fácil enseñarnos dónde está el camino de búsqueda de la fe. Rara búsqueda, pues consiste más en "dejarse atrapar" que en salir de caza. No tenemos fe, la fe nos tiene. Buscar a Dios es dejar que El nos encuentre. Y todo sin sentirnos piezas importantes o codiciables. Todo por puro amor de Alguien que no sabemos por qué nos ama. Alguien a quien no hacemos falta y que nos busca incansablemente como si nos necesitara. Misterio tras misterio.

¿Cómo explicar tal cúmulo de raras circunstancias? Jesús lo hace por el sistema que tiene más a mano. Ser esclavo es no ser nada. Sentirse nada y al mismo tiempo alguien buscado por el Todopoderoso. Esa es una luz extraña para encaminar los pasos de la búsqueda del buscado. No sabemos si los discípulos entendieron o quedaron todavía sumergidos en el desconcierto. Lo que acaso comprendieron fue la sustancia: la necesaria humildad en un mundo de soberbias y encontronazos humanos si se quiere el encuentro con Dios.

No es que la imposición y la soberbia sean una lacra de nuestra sociedad. Lo peor es que forman parte de ella como modo natural de convivencia. Si el camino para llegar a la fe es la humildad, difícil camino contra corriente, anomalía casi esperpéntica que coloca a los humildes contra las cuerdas. "Dichosos los sometidos porque esos van a heredar la tierra", había dicho Jesús. Pero ¿qué tierra? Una tierra de libertad y plenitud, de futuro y esperanza que poco tiene que ver con esta tierra.

Mientras tanto, la dureza y escasez de la fe, por el largo camino de la humillación, es, paradójicamente, un gozoso desafío. Porque el Jesús que lo proclamó no era un discurseador. El lo vivió primero.

B. HERNANDO
DABAR 1989/49


6.

-"Hemos hecho lo que teníamos que hacer" ¿Por qué será que este sirviente de la parábola se parece tanto a María cuando respondió al ángel? (Lc 1, 38).

Vamos a contemplarlo con calma. En la parábola dice: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer". María contesta al ángel: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra". Dice lo mismo. Primero reconoce a Dios como amo y Señor. Después se pone a su total disposición. Lo mismo que reclama Jesús a los que quieren ser de los suyos: "Los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica" (Mt 12, 50).

Queda bien claro que nuestra misión es escuchar y poner en práctica la palabra de Dios. Pero, ¿dónde queda nuestra libertad? ¿No quedamos anulados en el intento? ¿Qué es lo que hace que no quedemos invalidados como personas? La cualidad del dueño. Nos sujetamos a aquel que quiere que seamos perfectos y nos realicemos plenamente (cf. Mt 5, 48).

Nos sujetamos al pastor que quiere que "todos tengamos vida y vida en abundancia" (Jn 10, 10). Conformemos nuestra voluntad a aquel que quiere "que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tm 2, 4). Seguimos a un pastor que nos enseña a "entrar y salir cuando queramos" (Jn 10, 9).

-Dios tiene el proyecto de hacernos personas.

Todo esto es así porque Dios tiene el proyecto de hacernos personas. Josué y su familia escogieron a Yahvé cuando se dieron cuenta de que Dios les había llevado a la libertad (Jos 24, 15). Es como escoger y ponerse bajo las órdenes de un buen entrenador. Este hará aflorar nuestras posibilidades y hará que nos realicemos. El apóstol Pablo lo dice de esta manera: "Cuando se manifestará Cristo, nuestra vida, apareceremos llenos de gloria" (Col 3, 4).

Contemplemos cómo nosotros mismos hemos experimentado esta vida. Después de años y años de escuchar la Palabra de Dios y de participar en las eucaristías, una gran cantidad de cosas han penetrado en nuestro interior. Encontramos normal y bueno perdonar (aunque no sabemos si seremos capaces de hacerlo). Vemos con buenos ojos que el humilde sea ayudado y levantado de la miseria, somos generosos en muchas colectas que se hacen a lo largo del año, veneramos entre los santos a gente que ha sabido hacerse humilde como san Francisco de Asís (hoy es su fiesta), escuchamos con respeto las bienaventuranzas en las que se nos invita, igual que Jesús, a llorar, a pasar hambre y sed, a preocuparnos intensamente por la justicia, a hacernos pobres,... (Mt 5, 1ss). ¡Y esto no nos ha destruido!

Pero volvamos a la parábola del evangelio de hoy. ¿Cuál era el preámbulo? Los apóstoles piden más fe. Jesús les contesta que, por poca que tuvieran, moverían montañas. Y entonces les explica qué es tener fe: quiere decir saber quién es nuestro amo. No perder nunca de vista que, ni cuando volvemos del trabajo cansados, Dios es nuestro Señor y nosotros, como "siervos inútiles" nos ponemos a su disposición.

La fe es saberse indigente, pero es saber también en qué manos nos hallamos. ¿Qué clase de amo es éste? Lo explica el mismo evangelista Lucas, cuando a una pregunta de Pedro, Jesús le contesta: "Dios exige mucho a quien ha dado mucho y reclama más a aquellos a quienes ha prestado más" (Lc 12, 48b). Al siervo cansado aún le pide que continúe.

Por eso al siervo que ha vuelto del campo se le exige que siga trabajando:

-A María se le anuncia que una espalda le traspasará el corazón (Lc 2, 35).

-A Jesús se le conforta mediante una aparición que le da ánimo para que continúe en la Pasión (Lc 22, 43).

-A Pedro se le pide que, a pesar de todo, pastoree las ovejas (Jn 21, 15-17).

-.. y a nosotros, una vez le hemos escogido, se nos pedirá cada vez más. Y haremos cuanto esté en nuestras manos.

JOSEP ESCÓS
MI-DO/92/12


7.

-La fe, el único puntal seguro.

La historia de Habacuc puede ser muy ilustrativa, y la buena voluntad de los discípulos de Jesús también, aunque en otro sentido: ¡ellos se dan cuenta que no confían suficientemente y querrían confiar más! Para nosotros, saldrían dos preguntas: la primera, sobre si nuestra confianza está puesta en Dios o en otras cosas, como nuestro dinero, nuestras capacidades personales, nuestras buenas obras; la segunda, sobre si nuestra confianza en Dios es suficientemente fuerte como para lanzarnos de verdad al servicio de su reino (si tenemos suficiente fe como para hacer que las moreras se planten en el mar, como dice Jesús). Ciertamente crecer en la fe es un proceso que hemos de ir haciendo continuamente, que nunca termina. Y por eso hay que orar cada día como hacían los apóstoles: "Auméntanos la fe".

-El pecado de enorgullecernos de lo que hacemos.

El segundo tema del evangelio es también un buen tema de reflexión. Ante Dios no podemos alegar méritos ni derechos que nos obtengan gracia ni salvación: hacemos lo que hacemos, la distancia entre nuestras actuaciones y su amor infinito es inmensa, y nunca estaremos a "su altura". Ciertamente que con nuestra manera de vivir y de actuar nosotros respondemos a su llamada y nos acercamos a él; pero la salvación no nos la obtenemos nosotros, si no que nos es dada. Y eso tiene consecuencias. Porque la hipocresía del fariseo practicante, que no falla en ningún mandamiento, es una hipocresía que también se da entre nosotros, y sirve para mirar a los demás por encima del hombro. O el trabajar mucho por la iglesia y exhibirlo, e incluso cerrar el paso a los demás. Y no: todos "somos unos pobres siervos".

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1992/13


8.

PLANTADO EN EL MAR.

El reto de Cristo a los que tienen fe no puede ser más expresivo: Si tuvierais fe diríais a una morera: ¡arráncate y plántate en el mar! y estaríais seguros de que este absurdo se haría.

A mí me ha gustado pensar que el ejemplo no puede ser más ilustrativo, porque el cristiano es, si tiene fe, una especie de morera plantada en el mar, es decir, una "rara avis" que se pasea en medio de un mundo que no comparte con él casi ningún planteamiento vital.

Porque, miremos a nuestro alrededor y digamos sinceramente lo que encontramos. Encontramos afán de dinero, culto al cuerpo, deseo de personalismo, afán de triunfo, grandes dosis de egoísmo -es natural- de indiferencia hacia los demás, de desprecio a los débiles, de subordinación servil a lo fuertes.

Encontramos unos amores tibios, cuya duración depende de un montón de circunstancias entre las que no son las menos la frivolidad con la que se dice en qué consiste y qué es el amor; un sentido del cumplimiento del deber resquebrajante, un deseo de vivir la vida como meta final de la existencia.

Encontramos unas familias en las que las relaciones paterno-filiales difícilmente se fundan en un diálogo constructivo y operante.

Encontramos unos estudiantes que no estudian, unos obreros que no trabajan, unos patronos que no invierten y no se arriesgan.

Encontramos unos parados que gritan desde la calle la injusticia substancial de un sistema que no sabe repartir de verdad el producto nacional bruto o lo que haya que repartir.

Encontramos políticos que no dicen la verdad, saben que no la dicen y se quedan tan tranquilos.

Encontramos pueblos ricos insolidarios con los pobres como demostración a lo grande de la insolidaridad que a nivel individual se practica a diario.

Y en medio de todos esos encuentros se oye la voz eterna y permanente de un Hombre que desde su rincón galileo dice cosas como éstas:

-Yo he venido a servir y no a ser servido. Los que quieran seguirme tendrán que adoptar en la vida esta postura, pero adoptarla de verdad, no en preciosos slogans o lemas de vida que no significan nada en la práctica.

Yo he venido para dar vida y para que los hombres la tengan en abundancia. Y los que me sigan tendrán que comprometerse eficazmente en esta meta y repartir a su alrededor no muerte y condenación sino vida, alegría y entusiasmo.

Yo he venido para ocupar el último lugar pudiendo ocupar por derecho propio el primero. Y los que me sigan tendrán que correr a ocupar los últimos puestos en lugar de pegarse airadamente por sentarse en el primero. Y esto también de modo real y efectivo, no limitando esta postura a declaraciones grandilocuentes o gestos simbólicos que nada tienen que ver con la realidad diaria de esta difícil postura.

Yo he venido a decir a los hombres que lo fundamental en la vida es el amor, un amor tan grande que sea capaz de dar la vida por aquél a quien se ama, tan grande que sea también capaz de pensar en un amor más fuerte que la muerte, más que la enfermedad, más que la pobreza, más que la paciencia que se necesita para recorrer la vida, día a día, poniendo la mano sobre una mano que se arruga y que incluso puede tener, en algún momento, las uñas largas y propinar algún arañazo. Y los que me sigan deberán buscar este amor que, por otra parte, tendrá su alimento en Dios que es, por encima de todo, Amor.

Yo he venido a conducir a los hombres hacia el Reino y a decirles que el Reino no es algo que nada tiene que ver con los avatares de la vida diaria, porque el Reino empieza aquí y se va construyendo cuando el hombre, por Mí y apoyado en Mí, intenta que el mundo en el que se mueve y al que pertenece sea más humano, más visible, más justo, porque todo lo que se intente para que el hombre pueda realizarse como tal es un intento que coincide con los planes de Dios.

Y, naturalmente, cuando todo eso se oye en el mundo, el hombre que intenta vivir con ese talante está como "plantado en el mar" y solamente si tiene una fe intensa -una fe que diariamente hay que pedirle a Cristo con una sinceridad absoluta- no sentirá que le falta tierra bajo sus pies, porque sus planteamientos vitales son absolutamente distintos de los planteamientos al uso y resulta tan extraño para los que le rodean como el espectáculo de la morera asomando por una superficie marina.

DABAR 1983/50


9. FE/PROGRESO.

La fe es una palabra corta, pero un tema de largo y múltiple alcance. De él hablan las tres lecturas de este domingo y voy a empezar por recoger y acentuar lo que dice la Palabra de Dios para apoyar así nuestra ulterior reflexión.

El justo tiene que vivir de su fe, el injusto tiene el alma hinchada. La fe es algo que hay que avivar constantemente nos dice San Pablo. Y los apóstoles piden al Señor que les aumente la fe. Esta puede ser una pregunta concreta de muchos de nosotros que sentimos que nuestra fe es débil y vacilante. La fe no se puede compaginar con un espíritu cobarde sino con un espíritu de energía, amor y buen juicio. No hay que tener miedo a dar la cara por nuestro Señor y hay que ser capaces de entregarse a duros trabajos por el Evangelio y de propagarlo con palabras sensatas.

Hay que saber guardarlo como un tesoro que es. Hay que exhortar, como Pablo a Timoteo, a todos los creyentes a vivir con fe y amor cristiano. La fe si no termina y madura en ese amor cristiano no es verdadera fe. La fe hace milagros, planta moreras en el mar y cambia montañas. Es algo que se puede comparar con el granito de mostaza, cosa tan diminuta e insignificante, pero capaz de hacer milagros, porque verdaderamente es algo milagroso, más allá de la lógica y justicia humana, aunque nunca contra la lógica o la justicia humana. Esto explica el modo de hablar de Jesús, el sentido de la parábola. Tener fe es algo que nace sencillamente de lo más profundamente humano y que al mismo tiempo lo trasciende, lo supera.

La fe es un don de Dios. Es una gracia. Estamos ante una afirmación neta de la doctrina católica apoyada en la Biblia. Algo que puede sorprender y hasta contrariar al sentido de autonomía y mayoría de edad del hombre de hoy. Pero es así porque así se desprende de todas las páginas de la Biblia. El que la fe sea una gracia de Dios no quiere decir que no haya que merecerla, o que no se pueda desperdiciar o perder. Aunque la iniciativa parta de Dios y la fe toque unas cumbres que no alcanza lo meramente humano, es imprescindible la libre respuesta humana.

La fe ha de ser una profunda convicción humana. Algo tan alejado del corto fideísmo como del intelectualismo racionalista. Pero convicción, algo razonable si es que quiere ser humano. Es peligroso dejar la fe en el mundo del puro sentimiento y pensar que no tiene nada que ver con la inteligencia, que es lo que distingue al ser humano y de ella nace la libertad y personalidad. Si la fe no es razonable termina por no ser humana y difícilmente se sostiene ante los embates del secularismo y el ateísmo moderno.

La fe tiene que ir madurando y haciéndose adulta como la persona. De ahí que no baste una fe de mera tradición, sociológica, cuando no puramente folklórica. Y tampoco nos podemos conformar con una fe infantil, de primera comunión en los adultos. Esto nunca pudo ser suficiente, pero era algo en una situación o ambiente de cristiandad. Hoy, en un mundo secularizado, cuando no descristianizado o ateo, esta fe no sirve de nada y está muy expuesta a perderse.

Bien sabemos todos que a la fe y a Dios no se llega por demostraciones científicas y rigurosas, tal vez nunca y nadie ha llegado a Dios por esos camino, pero esto no se opone a que la fe sea una convicción profunda y, por lo tanto, algo razonable en las personas adultas.

La fe tiene que estar unida a la vida, contrastada por la vida. No es un puro asentimiento intelectual que se conforma con recitar el Credo. La ortodoxia de la fe exige la ortopraxis. La fe es como una chispa, pero capaz de provocar el incendio, como una semilla diminuta, pero capaz de hacerse árbol frondoso, como un pequeño puñado de levadura, pero capaz de transformar toda la masa. La fe, según el Evangelio, hace milagros. Cuando hay fe, nos dice la experiencia y el sentido común, se llevan a cabo grandes empresas.

El justo vive de la fe, la convierte en savia de su vida, en tarea de cada día, en crecimiento constante, en amor cristiano. Porque, ¿qué es la fe si no termina por ser amor a los hermanos? ¿Cómo avivar la fe, cómo acrecentarla? Se me ocurren cuatro cosas con las cuales me doy cuenta, desde luego, que no descubro nada nuevo. En primer lugar, haciendo, a poder ser en grupo, una evangelización para adultos. Un catecumenado, que decimos hoy. En segundo lugar, la lectura atenta, una nueva lectura o relectura de la Biblia. Y mejor también en grupo o comunidad. Y la oración, el contacto constante y asiduo con Dios. Como sea, quizá cada uno a su aire, pero contacto frecuente con Dios. No basta hablar mucho de Dios o sobre Dios, hay que hablar con Dios. Y, por fin, las obras. La fe sin obras, como dice la Biblia, no es nada, una farsa. Las obras son la prueba, la verificación de la fe. Porque al árbol, como dice el evangelio, se le conoce por los frutos. Y a los creyentes se nos tiene que distinguir no por las hermosas palabras sino por las obras. Las obras son la marca de la verdadera fe.

DABAR 1980/51


10.

-Mantener el tipo en las dificultades.-San Pablo, ya al final de su vida, se encuentra en Roma. En Roma, pero en la cárcel de Roma. Pronto su tarea de anuncio del Evangelio, su tarea de hacer presente el nombre de Jesucristo por todo el imperio romano, llegará a su término. Pronto Pablo será condenado a muerte, y será ejecutado con la espada. Todavía hoy, en Roma, en la iglesia de San Pablo Extramuros, se puede venerar el lugar donde -según la tradición- está la tumba del apóstol.

Desde la prisión Pablo escribe a uno de sus discípulos más queridos, Timoteo, que le acompañó durante bastante tiempo en sus viajes apostólicos. Timoteo, está ahora como responsable de la iglesia de Éfeso, en el Asia Menor, en la actual Turquía. El mismo Pablo lo consagró responsable de aquella iglesia, con la imposición de las manos. Pablo ya le ha escrito una carta, la que conocemos en la Biblia como primera carta a Timoteo, y ahora le escribe la segunda. Hoy, en la segunda lectura, hemos leído el inicio de la misma.

Pablo la escribe con ganas de animarle. Piensa que quizás Timoteo está un poco asustado con la persecución que se ha desencadenado contra la Iglesia. Quizá sufre por lo que le pueda pasar a Pablo y tiene un cierto miedo -quizá algo más de la cuenta- por lo que le pueda pasar a él mismo. Y Pablo le escribe: "aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste; Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino de energía; no tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero". Y, sobre todo, le dice Pablo, tú no te eches para atrás: "toma parte en los duros trabajos del Evangelio según las fuerzas que Dios te dé".

-Tenemos un tesoro, y lo guardaremos con la fuerza de Dios.-Pablo lo quiere animar para que no se asuste, para que no desfallezca en los tiempos difíciles que hay que vivir, y que quizá serán aún más difíciles en el futuro. Vale la pena mantener el coraje, dice Pablo, para guardar este tesoro. El tesoro de la fe y de la esperanza, el tesoro del Evangelio. Y, añade Pablo, este tesoro lo podemos guardar, lo podemos mantener pase lo que pase, "con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros".

Esto, este convencimiento de que tenemos algo importante entre manos, que vale la pena mantener y vivir pase lo que pase, y esta certidumbre que la fuerza de la fe y de la esperanza que provienen de Dios es más sólida y más consistente que cualquier angustia y cualquier problema -y cualquier persecución- es lo que sostuvo a Pablo a lo largo de su vida, es lo que sostuvo también sin duda a Timoteo, y es lo que sostuvo a tantos y a tantos mártires de los primero tiempos, en aquellas persecuciones que marcaron tan fuertemente los inicios de la Iglesia.

Y es, también, lo que ha sostenido a tantos hombres y mujeres a lo largo de todos los tiempos. Hombres y mujeres que han tenido que vivir su fe en circunstancias difíciles, y que se han lanzado a ser fieles al amor de Dios y de los hombres, aunque esto les llevara a dejar su piel en el empeño. Hombres y mujeres que han entregado su vida en un servicio humilde, total, desconocido, ayudando a que crezca la esperanza y el amor en un mundo que tanto necesita amor y esperanza, actuando sin esperar ningún éxito público ni ningún reconocimiento social. Hombres y mujeres de todos los lugares y de todos los tiempos que han dedicado su vida, sencillamente, a vivir el Evangelio.

-La fe que nos sostiene para ser fieles al evangelio.-Jesucristo, en el evangelio que hemos escuchado hoy, venía a decirnos algo parecido a esto que Pablo decía a Timoteo. Cuando los apóstoles, con ganas de reforzar su fidelidad a Jesús, le dicen: "Auméntanos la fe", Jesús les responde reafirmando que, de verdad, con la fuerza y el apoyo de la fe es posible vivir con toda intensidad su seguimiento: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, dirías a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería". Jesús, con este exagerado ejemplo, está diciendo a sus apóstoles que tienen mucha razón al pedir fe. Porque es la fe, la confianza en Jesús, la certeza de que Dios sostiene a los hombres, lo que posibilita que podamos andar por el camino del Evangelio sin tener miedo, a pesar de las angustias y las dudas, a pesar de que las cosas sean oscuras, a pesar de que parezca que el amor a Dios y a los hombres que Jesús predicó sean cosas que ahora no se llevan, a pesar de que tengamos miedo de que si nos dedicamos demasiado a actuar como Jesús estemos haciendo el ridículo. Y es también la fe lo que posibilita que podamos continuar adelante, incluso cuando nos damos cuenta de que somos pecadores, que somos débiles, que tenemos poco ánimo y poca decisión, que estamos demasiado marcados por lo intereses del mundo.

Por eso, hoy, nosotros, nos acercaremos a la mesa de la Eucaristía repitiendo la misma petición sencilla, confiada, de los apóstoles: "Auméntanos la fe". Y pediremos que el alimento del cuerpo y de la sangre de Jesús nos llene de la fuerza que necesitamos.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1986/18