COMENTARIOS AL EVANGELIO

Marcos 8, 27-35

Par:Lc/09/22-25  Mt/16/21-27 

 

1. /Mc/08/31. CZ/SV:

Hay que observar cómo el anuncio de la pasión va siempre unido al anuncio de la resurrección. El misterio de Jesús tiene dos caras, y la definitiva es la resurrección, no la pasión. Marcos no quiere solamente decirnos que la resurrección vendrá después de la pasión, como un triunfo sobre ella, sino que la salvación pasa a través de la cruz. Con esto queda afirmado, al menos implícitamente, el carácter soteriológico de la pasión. Finalmente, resulta sorprendente cómo tras cada una de las predicciones de la pasión aparece de una manera o de otra la incomprensión de los discípulos: la de Pedro, la de los discípulos que discuten sobre quién es el más grande, la de Juan y Santiago que buscan el primer puesto... Así pues, la soledad de Jesús es total: no sólo no lo comprende la gente, sino ni siquiera los discípulos.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág. 122


2./Mc/08/33.

-El Hijo del Hombre sufriente

Comienza una nueva revelación, que será habitual a partir de este momento. La novedad de la revelación (que se irá concretando cada vez más en el evangelio) consiste en esto: se pasa de la revelación de Jesús Mesías a la del Hijo del Hombre que sufre. Paralelamente comienza un nuevo tipo de incomprensión, que no es ya la de la gente, sino la de los discípulos. Ellos están dispuestos a aceptar el carácter mesiánico de Jesús, pero no en el camino mesiánico hacia el sufrimiento. A la profundización en la perspectiva mesiánica corresponde otra profundización de la fe (o de la incredulidad).

Lo repetimos una vez más: la soledad de Jesús es total. No sólo es la gente la que no comprende, sino tampoco los discípulos. Jesús condena a Pedro con los mismos términos con que condenó a Satanás en la tentación del desierto. Se trata realmente de la misma tentación: una oposición mesiánica que descarta los caminos de Dios para imponer los caminos humanos. Hay que comprender además en qué consiste la novedad de la revelación que aquí se nos hace. No consiste solamente en la perspectiva de la pasión, sino en el hecho de que esta pasión entra en los planes de Dios.

Conviene que nos fijemos bien en ese "era necesario" que recogen todas las fuentes. No indica simplemente una certidumbre de orden histórico y psicológico, basada en las observaciones que Jesús podía ir sacando del ambiente y de las situaciones.

J/PASION-MU/NECESIDAD: Expresa claramente la conciencia de una necesidad de orden teológico. La pasión no es la consecuencia de una fatalidad, sino de la voluntad de Dios. Está arraigada en el plan mismo de Dios. Y aquí es donde está el escándalo de los discípulos: esta forma de presentar la pasión no sólo afecta a su concepto del Mesías, sino más hondamente al plan mismo de Dios, a su concepto mismo de Dios.

BRUNO MAGGIONI B.Pág. 123


3./Mc/08/34-37:ABNEGACION/CV: NEGARSE-A-SI-MISMO

El discípulo tiene que "negarse" a sí mismo (8, 34), esto es, tiene que aceptar -a diferencia de Pedro- el proyecto mesiánico de Cristo, invirtiendo de esta manera la imagen de Dios que se había construido y purificando radicalmente las esperanzas que había cultivado hasta entonces.

Es una conversión que llega hasta la raíz y alcanza hasta el centro de la propia mentalidad, desconcertando los criterios de fondo e indiscutibles de las propias valoraciones. Se puede por tanto hablar muy bien de "negarse a sí mismo".

El discípulo (8, 35) tiene que proyectar su existencia en términos de entrega, no de posesión: "El que quiera asegurar su vida la perderá; en cambio, el que pierda su vida por mí y por el Evangelio se salvará". Hay que evitar absolutamente leer estas palabras en una clave dualista: renunciar a esta vida terrena por la celestial, a los valores materiales por los espirituales. Nada de esto. Jesús afirma que la vida entera, material y espiritual, se posee únicamente en la entrega de sí mismo. Vale la pena que insistamos: Jesús no nos pide que renunciemos a la vida (a esta vida, para que tengamos otra), sino que exige que cambiemos el proyecto de esta vida. No se trata de una renuncia a la vida, sino de un proyecto de la misma en la línea del amor.

En definitiva, ¿de qué sirve ganar el mundo entero si se pierde uno a sí mismo? (8, 36-37). Estamos siempre en la misma línea de pensamiento. Ninguna oposición entre alma y cuerpo, entre espíritu y materia. La oposición está en el proyecto del hombre y el proyecto de Dios, entre dos modos posibles de conducir la existencia. No está en juego una vida en lugar de la otra, no se trata de elegir simplemente entre esta vida y la vida futura. Está en juego toda la existencia; la elección hay que hacerla entre una vida "llena" y una vida "vacía". Puedes jugarte la existencia apostando por la posesión, dentro de la lógica de tener cada vez más; o te la puedes jugar apostando por la solidaridad, según la lógica del discípulo. La primera elección, a pesar de su fascinación inicial, contiene la negación de la vida, porque en su esencia más profunda el hombre está hecho de amor, no de soledad. La segunda, a pesar de su fracaso aparente, contiene la plenitud de la vida.

BRUNO MAGGIONI, B.Pág. 126


4.

Texto. Se sitúa en la zona más septentrional judía, donde el río Jordán comienza su andadura. Marcos centra su atención en Jesús, abordando el interrogante que con anterioridad había aparecido en al menos cinco ocasiones. La pregunta sobre quién es Jesús se la han formulado a sí mismos absolutamente todos los que le rodean: la gente, los responsables doctrinales, los discípulos, los paisanos de Jesús, Herodes Antipas (Mc. 1, 27; 2, 7; 4, 41; 6, 2-3. 14-16). En el texto de hoy es el propio Jesús quien traslada la pregunta a sus discípulos. Es una forma de resaltar la importancia del texto de hoy.

La respuesta de Pedro en nombre del grupo va seguida de un tajante mandato de Jesús instando a sus discípulos a guardar silencio. El mandato de guardar silencio que el domingo pasado recaía sobre la curación del sordomudo, recae hoy sobre la confesión de Pedro. La actividad curativa de Jesús y la personalidad de Jesús las recubre Marcos con el mismo velo de silencio. En cualquier caso, del más sorprendente. Mandatos de silencio hasta ahora constatados acerca de la persona de Jesús: Mc. 1, 25 y 3, 12; acerca de las curaciones: Mc. 1, 44; 5, 43; 7, 36; 8, 26.

El mandato de silencio viene seguido en esta ocasión por unas palabras de Jesús sobre su camino futuro. Marcos subraya que se trata de una revelación a las claras, de un hablar abiertamente, sin esconder ni velar nada. Cuatro verbos resumen ese futuro camino: padecer, ser condenado, ser ejecutado, volver a la vida.

La expresión padecer mucho no se refiere a un momento concreto, sino que recoge el conjunto de tribulaciones causadas a Jesús a lo largo de su existencia terrena. Pedro cuestiona la revelación de Jesús. La reprensión siguiente de Jesús viene a sumarse a las cuatro ocasiones anteriores en que Marcos ha presentado a Jesús reprendiendo a sus discípulos por su falta de compren- sión. Mc. 4, 40; 6, 52; 7, 18 y 8, 17-21. Se trata de otro rasgo peculiar del quehacer teológico de Marcos.

El texto concluye con una solemnidad especial en razón de la ampliación del auditorio. Se anuncia el comienzo de una andadura difícil y se formulan dos condiciones para emprenderla: negación de sí mismo y disposición a cargar con la cruz.

Comentario. En Mc. 4, 11 el autor ha empleado la palabra misterio refiriéndose al Reino de Dios. Marcos entiende esta palabra en el sentido de algo oculto y desconocido. Una cosa que los contemporáneos de Jesús parecían desconocer es que el Reino de Dios es una realidad abierta absolutamente a todos los hombres. Este es el aspecto del Reino de Dios que Marcos ha ido desvelando hasta este momento.

En el texto de hoy Marcos aborda un segundo aspecto oculto y desconocido del Reino de Dios. Su formulación es trágicamente sencilla: el sufrimiento del Enviado, del Hijo. Esto es lo que hoy Marcos desvela con toda claridad.

Con anterioridad al texto de hoy Marcos ha dejado intencionadamente en suspenso el hablar sobre Jesús. Un "no comment" ha sido toda su respuesta a propósito de los milagros y de la persona de Jesús. El recurso empleado ha sido el sistemático y sorprendente encargo de guardar silencio. Hoy lo vuelve a emplear con ocasión de la confesión de Pedro. Nada permite pensar que Marcos dé a las palabras de Pedro una valoración política en la línea de una imagen revolucionaria de Mesías. Marcos recoge más bien las palabras de Pedro como afirmación válida, como auténtica confesión en la persona de Jesús. El término Mesías está en la linea del término Hijo. El mandato de silencio no se debe a una incorrecta afirmación de Pedro necesitada de corrección posterior. La afirmación de Pedro es absolutamente correcta y, sin embargo, se prohíbe hablar de ella.

La razón de esta prohibición y de todas las anteriores la encontramos en el v. 32. Este versículo desvela del todo el misterio del Reino de Dios, un Reino abierto a todos y un Reino cimentado sobre el sufrimiento del Enviado de Dios. En la concepción de Marcos la fe en Jesús pasa en primer lugar por un creer en Jesús muerto y resucitado. Es inválida toda confesión sobre Jesús que no parta de la provocación de la muerte y de la resurrección de Jesús. Porque es realmente provocativo decir que el Hijo de Dios tiene que morir y resucitar. Escandaloso para los esquemas humanos de lo divino. ¡Un Dios que sufre como cualquier mortal el desbarajuste y los descalabros de los mortales! La tremenda necesidad nacida de la realidad. El fascinante realismo del Reino de Dios.

DISCIPULO/CZ: El texto termina transfiriendo al creyente el camino de Jesús, el camino completo, esto es, muerte y vida. Ser discípulo de Jesús, según Marcos, es reconocer el camino de Jesús y asumirlo como único camino personal. Es importante devolver a este camino toda su impronta de realismo, derivado de las provocaciones humanas. Esto sí que es misterioso, me refiero al hecho de que seamos ("tengamos que ser") lobos los unos para los otros. El creyente se encuentra situado en el mismo camino que Jesús. La confesión externa puede resultar sencilla; su puesta en práctica es difícil. La protesta proviene de la consternación existencial. Pero puede ayudar a que la confesión hecha con los labios llegue a madurar hasta convertirse en fe auténtica.

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 47


5.MESIAS-POLITICO.

Pre-texto. De la literatura de la época de Jesús se deduce que los diversos círculos del pueblo judío habían concebido cada uno su Mesías, al que esperaban en muy diversas formas de apariencia.

Mesías distinto de los fariseos y los esenios, los sacerdotes y los políticos, los pertenecientes a círculos apocalípticos y los estudiosos de la ley, los cultos y la masa, los fanáticos y los pacíficos. Había, no obstante, un punto en el que estaban de acuerdo sectores bastante amplios, la masa del pueblo y los fariseos: el Mesías libertador político de Israel del yugo extranjero. El concepto de un Mesías absoluta o predominantemente político era el resultado del centenario avasallamiento del pueblo judío por estados extranjeros y paganos.

Sentido del texto. Lo que los demás piensan de Jesús (vs. 27-30); lo que Jesús piensa de sí mismo (v. 31); Lo que piensa del discípulo (vs. 33-35). El texto no nos dice si Jesús aceptó o rechazó las opiniones de los demás sobre él, incluida la de Pedro. Lo único que el texto constata es una orden de silencio sobre su persona. ¿Por qué? Estrictamente hablando tampoco lo dice el texto, Superada la explicación de la creación comunitaria postpascual de esta orden (teoría del secreto mesiánico de Wrede), la opinión hoy más común ve el motivo para esta orden de silencio en las ideas sobre el Mesías corrientes en aquella época (cfr. pre-texto). De estas ideas participaba también Pedro, como parece indicarlo su reacción del v. 32. A la imagen del Mesías del tiempo de Jesús le era absolutamente extraña la idea de un padecer y de un morir violentamente impuestos. ¡Esta es precisamente la idea y la realidad que Jesús asume para sí mismo, junto con una profesión de fe en la vida! El "es necesario" del v. 31 suele interpretarse en sentido teológico (la inexorable decisión divina). A la luz de la estructuración que Marcos ha dado a su evangelio, esta interpretación teológica no parece encajar en las intenciones del autor. El "es necesario" es más bien la constatación y aceptación realística por parte de Jesús de la situación de rechazo de su persona. "Amigos, me van a liquidar". Y ésta es la previsión que debe hacerse el que quiera ser discípulo de Jesús (=cristiano).

Ser cristiano, según Marcos, es partir de esta primera convicción: "Puede ser que desemboque en la cruz, es decir, que me liquiden". Y a este cristiano Jesús le dice: "¡Ese riesgo vale la pena. Córrelo!"

DABAR 1982, 47


6.

Jesús en aquel tiempo encontró la fe en el hijo del hombre celeste, en el que tenía que venir al final en gloria para juzgar; y, al parecer, él mismo compartió esta fe (Mc 13, 24.26; 8, 38). Pero ahora no nos encontramos con esas palabras acerca del futuro hijo del hombre, sino con otras (por ejemplo 8, 31) en las que la expresión "hijo del hombre" se refiere a su existencia terrena. ¿Cómo es esto? Aunque en todas las preguntas que se plantean en esta perícopa las opiniones exegéticas difieren mucho entre sí, hay algo a lo que podemos atenernos con toda seguridad: siempre que nos encontramos con la expresión "hijo del hombre", hemos de estar atentos a la dignidad que Jesús mismo atribuye a esa persona (él mismo) por quien Dios quiere establecer su reino y llevar a cabo su juicio.

El camino que Jesús como mesías ve ante sí y del que abiertamente hablaba con sus discípulos (Mc 8, 31s) no era entendido por Pedro. Por eso Jesús lo toma aparte para recriminarlo, no dejándose desviar de su camino. Y dice a Pedro: "apártate detrás de mi (de mi vista), Satanás" (v. 33). Esta es una importante y dura palabra, pues ese "detrás de mí" (así en el original para decir "apártate de mi vista") es la misma expresión que en otro tiempo dirigió a Simón para invitarlo al seguimiento (1, 17). Con el intento de desviar a Jesús de su camino, Pedro traiciona su vocación como discípulo.

Jesús, sin embargo, debía sufrir, porque éste era el destino de los hombres después del pecado. Debía sufrir y ser rechazado por las autoridades, porque éste es el destino de los que proclaman la verdad entre nosotros. Debía ir voluntariamente a la muerte, porque el sacrificio de sí mismo libremente aceptado es el único medio para salvar al mundo.

EUCARISTÍA 1988, 44


7.

Jesús quiere saber hasta qué punto la fe de su discípulos va más allá de la opinión que tiene la gente de su persona. De ahí que la primera pregunta prepare la segunda y decisiva. De la encuesta que hace Jesús a sus discípulos se desprende que el pueblo andaba dividido en múltiples opiniones respecto a su persona. Después de unos siglos de opresión y dominación extranjera, el pueblo de Israel había puesto todas sus esperanzas en el Mesías anunciado por los profetas. Se explica que la expectación fuera grande y que la gran mayoría esperara a un Mesías que librara a Israel de la dominación extranjera. Nadie, al parecer, pensaba en un Salvador que librara a todos los hombres de la esclavitud del pecado y de la muerte, aunque sí se esperaba la destrucción de los pecados por la ira de Dios. Mucho menos se esperaba que el Mesías cumpliera su misión padeciendo y muriendo en una cruz. Es comprensible, pues, que las gentes no reconocieran a Jesús como Mesías, ya que su doctrina y su comportamiento no encajaba con sus prejuicios nacionalistas. Pedro, al confesar decididamente que Jesús es el Mesías, se eleva por encima de la opinión general de la gente; pero su fe es todavía imperfecta: sólo después de la experiencia pascual creerá que Jesús es el Hijo de Dios. Cuando el evangelista Mateo, en el lugar paralelo a este de Marcos, pone en labios de Pedro la confesión de que Jesús es el Hijo de Dios (Mt 16, 16), realiza una anticipación literaria. Sólo teniendo en cuenta la imperfección de la fe de Pedro en este momento, se entiende que, acto seguido, trate de disuadir a Jesús de que cumpla su misión muriendo en la cruz.

Aunque Jesús acepta la confesión de Pedro, prohíbe a sus discípulos que vayan diciendo por ahí que él es el Mesías. Con ello quiere evitar el peligro de un malentendido, muy probable en un pueblo que se había formado una idea tan distinta del Mesías a como era Jesús.

A partir de este momento, Jesús quiere hablar sin rodeos de lo que le espera y de qué manera ha de entrar en su gloria padeciendo antes la afrenta de la cruz. Esto, que había sido anunciado por Isaías en los cantos del Siervo de Yavé, era, sin embargo, lo que no podían entender los discípulos en aquella ocasión.

Pedro, y de seguro también sus compañeros, piensan de Jesús "como los hombres". Peor aún; Pedro se comporta aquí lo mismo que Satanás en las tentaciones de Jesús en el desierto. Por eso Jesús lo rechaza de la misma manera (cfr. Mt 4, 10).

Pero ni Pedro ni nadie puede detener a Jesús en su camino y en el cumplimiento de su misión. Todo lo contrario, Jesús está dispuesto a exigir a sus discípulos que lo sigan. Porque sólo aquel que carga con la cruz y se niega a sí mismo, puede ser su discípulo. "Cargar con la cruz" no era para los oyentes una expresión simbólica. Los romanos obligaban al reo a llevar sobre los hombros su propia cruz, y más de uno de los oyentes habría visto con sus ojos a alguno de estos desgraciados caminar fatigosamente para ser crucificado. Cargar con la cruz significa renunciar voluntariamente a los instintos de conservar la vida, los honores y las riquezas cuando todo esto no es posible sin quebrantar la voluntad de Dios. Pero la cruz, que es la más alta expresión del sacrificio, no tiene que ver nada con el masoquismo: el cristiano no se sacrifica por amor al dolor, sino por amor a Cristo y a los hombres y por hacer la voluntad de Dios.

La entrega de la propia vida, cuando esto es una exigencia del evangelio (y lo es al menos cuando a uno le llega la muerte), es el único modo de entrar en la vida eterna (Mt 16, 24-25; Lc 9, 23-25).

EUCARISTÍA 1991, 42


8.

Efectivamente, Pedro no logra comprender la cristología del hijo del hombre y, tomando aparte a Jesús, "empezó a regañarle". Quizá el evangelista se refiere a ciertas tentativas de alianza con el poder sacerdotal-político, realizadas por la comunidad judeocristiana de Jerusalén, con la finalidad de reducir la gran tensión que la separaba del vértice judío. El hecho es que Jesús, dando largas a su propio temperamento fuerte, reprocha violentamente a Pedro y le dice: "fuera de aquí, satanás, porque tienes la mentalidad de los hombres, no la de Dios".

Esto presupone la existencia de una cristología "satánica", o sea una cristología que presenta a Jesús como sacerdote poderoso, o también como aliado del poder político. Lógicamente a esta cristología satánica corresponderá también una eclesiología satánica, o sea la presentación de la Iglesia como comunidad de poder sacerdotal o al menos como comunidad sacerdotal aliada con el poder.

La eclesiología satánica intenta, por todos los medios, "salvar la vida". No olvidemos que en el contexto del Nuevo Testamento (y del Antiguo) "salvar la vida" era una frase de plenitud humana. Una mística posterior, influida por el viejo platonismo, ha intentado viviseccionar este concepto, dividiéndolo entre "cuerpo" y "alma". Y así se suele explicar este pasaje como si Jesús invitara a sus seguidores a menospreciar la "vida corporal", ya que, siguiéndole a él, obtendrían la "vida espiritual". De aquí ha nacido una mística masoquista, que hace un absoluto de la "mortificación", como si ella automáticamente -"ex opere operato"- produjera la certeza de la "salvación del alma".

La enseñanza y la vida de Jesús, tal como la vamos viendo, van por otro lado distinto. Para Jesús los grandes signos de su venida son precisamente signos liberadores en sentido perfectamente corporal: saciar el hambre, obtener la curación, superar la angustia e ir más allá incluso de la muerte.

Jesús está diciendo aquí una cosa muy concreta, que fácilmente podemos deducir del contexto anterior. Y es esto: desgraciadamente es connatural en el hombre el deseo del poder: y esto explica que los mismos discípulos no entiendan la función profética de Jesús y la confundan con una posible tarea de liderazgo político.

Por eso, Jesús habla de la "cruz": era la suerte que les tocaba a todos aquellos que no bailaban al ritmo del poder establecido y simultáneamente hacían de él una fuerte crítica. Jesús prevé la cruz como resultado de su gestión profética: lo mismo habían hecho con los profetas anteriores. Por lo tanto, "seguir a Jesús", ser su discípulo no es predisponerse para obtener un cargo en el nuevo Israel liberado de la ocupación romana. Era algo verdaderamente inconcebible: apuntarse a la procesión de los crucificados por el poder, teniendo a Jesús como hermano mayor de la extraña cofradía.

Jesús termina con una paradoja: "perder la vida por él y por el evangelio" es ganarla. Es la única posibilidad de evitar esa constante tentación de incidir en la eclesiología satánica.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1165 s.


9./Mc/08/27-38

Jesús es el Mesías. Hemos llegado a la mitad del evangelio según Marcos. A través de los capítulos precedentes, la "nueva doctrina" (1,27) y la acción poderosa de Jesús han abierto el interrogante de su personalidad: «¿Quién es...?» (4,41). Con intención de revelar su misterio, ahora es el Maestro el que interroga directamente a los discípulos: ¿qué dice la gente?, ¿qué piensan ellos? La opinión del pueblo es favorable y admiradora pero totalmente insuficiente. Portavoz de los discípulos, Pedro lo reconoce como el Mesías.

Afirmación acertada para el que la comprenda "según los sentimientos de Dios", y no como la entendían los hombres (v 33). Por eso impone Jesús de momento una reserva absoluta (el «secreto mesiánico»), hasta que la experiencia de la cruz lo haga ver todo claro. Comienza, pues, una nueva revelación: el Mesías ha de sufrir mucho. Lo va a predecir solemnemente tres veces. El evangelista Marcos articula cada predicción en tres momentos: el anuncio, la reacción negativa de los discípulos, su adoctrinamiento.

Primer anuncio. Jesús no ignora el riesgo de ir a Jerusalén, donde le esperan enemigos mortales. Sabe por las Escrituras, expresión de la voluntad de Dios, que el auténtico Mesías «ha de» padecer. Si el evangelio constata con insistencia estas predicciones, es para recalcar la libertad consciente con la que Jesús camina hacia el destino que le ha señalado el Padre.

Reacción negativa. Marcos nos ha hecho oír por boca de Pedro la fe de la Iglesia. Pero él mismo manifiesta a continuación la dificultad de aceptar sus consecuencias. La cruz era un absurdo para los que esperaban la gloria del Mesías según los criterios de este mundo. Pedro actualiza, inconscientemente, la tentación de la montaña (Mt 4,8ss)...

Adoctrinamiento de los discípulos. Jesús replica con firmeza a los discípulos y a la multitud ( = a la Iglesia que escucha su palabra). Todos han de hacer su mismo camino. Para subrayar este pensamiento, el evangelista nos presenta, sistemáticamente encadenado, una colección de cuatro "sentencias" del Señor: a) el que quiera seguirlo es preciso que se niegue a sí mismo y lleve la cruz (= invitación al martirio: v 34); b) para tener vida (eterna) se ha de dar la vida (mortal): v 35; c) todos los bienes de este mundo no sirven de nada si se pierde la Vida: vv 36-37; d) el que niegue a Cristo será excluido del reino escatológico: v 38.

Al coordinar estos avisos pensaba el evangelista en unas comunidades concretas, que vivían en estado de persecución. Arquetipos de la perenne Iglesia perseguida. Le acecha siempre la tentación de rehusar la propia cruz. La que precisamente la hace auténticamente cristiana. La que lleva a la gloria. A continuación, el evangelio narra la transfiguración (9,1ss). Visión anticipada de la parusía. Pregustación de la victoria pascual.

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 894 s.


10 Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho

Los comentaristas de Marcos notan que a partir de 8,27-30 la narración evangélica da un giro, que llega hasta la solemne entrada de Jesús en Jerusalén, pocos días antes de su muerte. Las escenas ya no se limitan a los entornos del lago de Genesaret, la multitud aparece sólo esporádicamente, no hay disputas con los grupos adversarios, los milagros se reducen a dos (el joven endemoniado y el ciego de Jericó). La parte didáctica, en cambio, pasa al primer término. Jesús se centra en la enseñanza a sus discípulos. El tema de predicación alcanza su culminación en las predicciones de la pasión, de las que hoy leemos la primera. La acción de la perícopa de este domingo transcurre en Cesarea de Felipe, en los confines del Líbano, al pie de la cordillera del Hermón; zona turística y de veraneo ya en tiempo de Jesús. En un clima de revisión pastoral, Jesús pide a los suyos que se hagan eco de la fama de su persona entre la gente. Estos creen que Jesús es Elías, el precursor del Mesías en las perspectivas judías del momento. Pedro, portavoz de los Doce, va un paso más adelant y reconoce en Jesús al Mesías en persona. Jesús apunta todavía hacia un t x ir nivel más profundo: no es el Mesías davídico, tal como estaba en boga en la mentalidad popular de la época, sino el Mesías-Siervo de Isaías.

Hasta ahora los discípulos no han sabido captar el verdadero rostro de Jesús y, por eso, la reacción de Pedro, contrasta con la del anónimo personaje de la primera lectura:ante la perspectiva del dolor y del fracaso se rebela. Su confianza está todavía lejos dé apoyarse en las manos de Dios.

Aceptar la persona de Jesús es aceptar su destino y las paradojas que comporta el Evangelio: negarse a sí mismo, cargar la cruz, perder la vida... para recuperarla en Cristo.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000 12 10