COMENTARIOS AL EVANGELIO

Marcos 7, 31-37

 

1.

Marcos presenta el relato de la curación del sordomudo ("mogilalos") de una manera bastante original. Establece, por ejemplo, un paralelo estrecho entre el episodio del sordomudo y el del ciego (Mc 8, 22-26), ya subrayado por estar ambos recogidos en el conjunto llamado la "sección de los panes" (Mc 6, 30-8, 26). En ambos casos encontramos sucesivamente un mismo "apartamiento" del enfermo (7, 33; 8, 23), una misma insalivación (7, 33; 8, 23), la misma insistencia de Cristo en recomendar silencio al beneficiario del milagro (7, 36ñ; 8, 26), una misma imposición de las manos (7, 32ñ; 8, 22, 23), una misma reacción de los amigos que "llevan" al enfermo (7, 32; 8, 22).

De ambos relatos se desprende, pues, una misma lección: no oír y no ver son signos de castigo (Mc 4, 10-12; 8, 22): la curación de la vista y la del oído son signos de salvación. Pero la salvación otorgada por Dios supone una ruptura respecto al mundo: si Cristo "lleva" al mudo y al ciego "fuera" para que vean y oigan, es porque la multitud, en cuanto tal, es incapaz de ver y de oir.

a) El relato de la curación del mudo se nos ofrece, en primer lugar, como una réplica de Is 35, 2-6. El profeta anunciaba al pueblo, exiliado en Babilonia, un destino en el que no se atrevía a soñar: sería investido con la "gloria del Líbano" y los mudos mismos gritarían de alegría.

Ahora bien: Jesús se encuentra en las fronteras del Líbano en un país pagano, y allí realiza un milagro en beneficio de un mudo cuya palabra no podrá ya contenerse. El pueblo va a volver del destierro, enriquecido con la fama de los países paganos y con una alegría incomparable. El milagro anuncia así la era inminente de la salvación. Esta salvación será también un juicio; los sordos oirán (cf. Is 29, 18-23), pero otros se volverán sordos a la Palabra.

b) Es casi seguro que Marcos ha incorporado este milagro dentro de un ritual de iniciación al bautismo ya existente. La actitud de Cristo levantando la vista al cielo antes de curar al mudo (v. 34) no aparece más que en el relato de la multiplicación de los panes (Mc 6, 41). ¿No es esto un indicio del carácter litúrgico de este episodio? Este pasaje parece ser, efectivamente, un eco del primer ritual de iniciación cristiana. Los más antiguos rituales bautismales preveían ya un rito para los sentidos (ojos, en Act 9, 18; nariz y oídos, en la Tradición de Hipólito, núm. 20, etc). Si se tiene en cuenta que, para la mentalidad judía, la saliva es una especie de soplo solidificado, podría significar el don del Espíritu característico de una nueva creación (Gén 2, 7; 7, 22; Sab 15, 15-16). Marcos conserva, sin duda, la palabra aramea pronunciada por Cristo, Ephpheta (v. 34), porque así la había conservado la tradición.

Los elementos de este ritual de iniciación podrían ser, pues, un exorcismo (Mc 7, 29, inmediatamente antes de este evangelio), un padrinazgo de "quienes les llevan", un rito de imposición de las manos (v. 32), un "apartamiento" (v. 33, sin ser el arcano, más tardío, refleja ya la toma de conciencia de la originalidad de la fe), un rito sobre los sentidos (v. 34), tres días de ayuno preparatorio (Mc 8, 3; Act 9, 9), y después la participación en la Eucaristía.

Para terminar, Marcos vuelve a la tradición sinóptica (vv. 36-37) cuando hace mención de las alabanzas de la multitud que reconoce en este milagro la llegada de la era mesiánica (Mt 15, 30-31), puesto que da cumplimiento a las profecías de Is 61, 1-2, ya interpretadas por Cristo en este sentido (Mt 11, 5).

Volveremos aquí, a propósito del aspecto particular de las curaciones de mudos en la Biblia, al tema de la fe, que es el punto principal de esta perícopa. La mayoría de los relatos que tratan de la vocación de profetas, es decir, de personajes que han de ser portadores de la Palabra de Dios, refieren al mismo tiempo curaciones de mudos o tartamudos (Ex 4, 10-17; Is 6; Jer 1). Se trata de un procedimiento literario cuya finalidad es dar a entender que el profeta es incapaz, apoyado tan solo en sus facultades naturales, de comenzar siquiera a hablar, sino que recibe de Otro una palabra que hay que transmitir. Por eso, la curación de un mudo, que proclama la Palabra, es considerada como un signo evidente de lo que es la fe: una virtud infusa que no depende de las cualidades humanas.

Hay otro elemento que interviene con frecuencia en las curaciones de mudos. En periodos de castigo divino, los profetas permanecían mudos: no se proclamaba la Palabra de Dios porque el pueblo se tapaba los oídos para no oírla (1 Sam 3, 1; Is 28, 7-13: Lam 2, 9-10: Ez 3, 22-27; Am 8, 11-12; Gén 11, 1-9). El mutismo está pues, ligado a la falta de fe: el mudo es muchas veces sordo con anterioridad. Pero si los profetas hablan, y hablan abundantemente, es señal de que han llegado los tiempos mesiánicos y de que Dios está presente y la fe ampliamente extendida (cf. Lc 1, 65; 2, 27-29).

Hay un texto profético muy significativo a este respecto: Jl 3, 1-2, que se verá precisamente cumplido con el milagro de Pentecostés (Act 2, 1-3). El crecido número de curaciones de sordos y mudos operadas por Cristo es signo de la inauguración de la era mesiánica (Lc 1, 64-67; 11, 14-28; Mt 9, 32-34; 12, 22-24; Mc 7, 31-37; 9, 16-28).

Al final de los Evangelios se presenta también en forma de una vocación profética el envío de los apóstoles a predicar, puesto que se les otorga una lengua nueva (Mt 10, 19-20; Rom 10, 14-18), como si también ellos tuvieran que salir del mutismo.

Este evangelio quiere darnos, pues, a entender que debemos tomar conciencia de que la fe es un bien mesiánico. Mas, al relatar esta curación, Marcos quiere hacer suyo el tema del Antiguo Testamento que relaciona mutismo y falta de fe. El evangelista subraya repetidas veces que la multitud tiene oídos y no oye, y tiene ojos y no ve (Mc 4, 10-12, repetido en 8, 18). Por otra parte, toda la "sección de los panes" (Mc 6, 30-8, 26) es la sección de la no inteligencia (Mc 6, 52; 7, 7, 18; 8, 17, 21).

Ahora bien: para curar al sordomudo, Cristo le lleva fuera de la multitud (Mc 7, 33), como para subrayar que el mutismo es característica de la multitud y que es necesario apartarse de su manera de juzgar las cosas para abrirse a la fe.

La característica de los últimos tiempos es la de situarnos en un clima de relaciones filiales con Dios, capacitarnos para oír su palabra, corresponderle y hablar de El a los demás. El cristiano que vive estos últimos tiempos se convierte así, en cierto modo, en profeta, especialista de la Palabra, familiar de Dios. Para ello debe poder escuchar esa Palabra y proclamarla: para hacerlo necesita los oídos y los labios de la fe.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 43


 

2.

Suspiro de Jesús mientras mira al cielo. Es difícil precisar el matiz de este suspiro, pero tratándose del evangelio de Marcos no sería incorrecto interpretarlo como expresión de una "queja-cansancio" de Jesús por la situación. 

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Comentario. El relato de hoy tiene su continuación-culminación en Mc. 8, 22-26. Ambos son relatos propios y exclusivos de Marcos, a través de los cuales el autor pone de manifiesto de una manera gráfica lo inadecuado de un acercamiento a Jesús superficial, interesado y falto de fe. El resultado de este acercamiento sería un Jesús ritualizado, a disgusto y casi maniatado en su poder curativo. Espero que se me interprete bien. Se trata de la crítica del autor a un determinado tipo de acercamiento a Jesús, cuyo resultado no sería otro que un Jesús distorsionado, ritualizado y mágico. Así sería Jesús, viene a decirnos Marcos, si hubiera que hacer caso de lo que la gente busca en él.

ORA/RD: Marcos es un autor muy pesimista en lo referente al seguimiento religioso. Detrás de este seguimiento, en efecto, se esconde con demasiada frecuencia la búsqueda a una solución a los propios problemas, sin atisbo alguno de planteamiento altruista y desinteresado. Para convencernos de esto bastaría con formular entre nosotros la siguiente pregunta: ¿Qué lugar ocupa en nuestra plegaria espontánea el Reino de Dios y qué lugar ocupa, por ejemplo, la salud? El Padre nuestro lo rezamos todos, pero ¿es el Padre nuestro el contenido de nuestros rezos? 

ALBERTO BENITO
DABAR 1991, 44


 

3.

Jesús vuelve del extranjero. ¿Por qué se fue? Según Marcos, dos parecen haber sido los motivos: la creciente conflictividad con la autoridad religiosa central y el seguimiento "interesado" de la población judía. Ambos motivos han condicionado la estrategia de Jesús: alejamiento, ocultamiento. Esta característica de la actividad de Jesús vuelve a ser resaltada por Marcos: v. 33a y 36a. Pero una vez más la estrategia falla: v. 36b. Es cierto que la gente interpreta la actuación de Jesús como un cumplimiento de la profecía de Isaías (35, 5-6): v. 37; pero, según Marcos, esta interpretación se queda en lo anecdótico y superficial, porque no les lleva a una reflexión seria y a la fe.

Este estado de cosas provoca en Jesús una enorme tensión interna, que sólo esporádicamente la refleja Marcos, como en esta ocasión: "mirando al cielo, suspiró" (v. 34).

En este momento del evangelio, Marcos es ya decididamente pesimista acerca de las posibilidades reales de cambio por parte de los judíos (de los hombres). Resaltando la profunda conmoción de Jesús, Marcos no apunta tanto a su estado de ánimo cuanto a unas condiciones objetivas que lo han provocado.

Por extraño que pueda resultarnos el relato de la curación del sordomudo -narrado con la mentalidad propia de aquella época-, el cuadro constituye una imagen adecuada del programa de Jesús: todo el hombre queda sanado. Las dolencias que deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original.

Es un signo de la creación nueva que Dios realizará algún día. En la mañana de la creación todo lo hizo bien (Gn 1), en el día de la consumación todo lo hará nuevo (Ap 21, 5).

Sólo que Marcos tiene serias dudas de que los oyentes de Jesús estemos dispuestos a secundar este programa de transformación.

EUCARISTÍA 1988, 43


 

4.

Texto. Entre el texto del domingo pasado y el de hoy Marcos intercala un episodio que se desarrolla en tierra no judía (Mc 7, 24-30). Es un episodio en el que se desvela con la práctica una de las dimensiones del misterio del Reino de Dios, es decir, que el Reino de Dios es una realidad abierta a todos, sean o no miembros del pueblo oficial de Dios.

Desde este presupuesto Marcos retoma la tierra judía. A decir verdad el episodio de hoy carece de localización concreta y todo él se desarrolla de acuerdo a unas coordenadas muy típicas de Marcos: traída anónima del enfermo, curación evitando la presencia de la gente, encargo de no divulgar el hecho, incumplimiento del encargo a causa del asombro. Relato paradójico entre una primera parte de facilitación del habla y una segunda de prohibición del habla. El resultado es el habla asombrada, mezcla del todo era bueno del Génesis 1, 31 y de las imágenes esperanzandoras de Isaías 35, 5-6 (primera lectura de hoy).

Comentario. La historia exegética del texto demuestra que nos hallamos ante un texto simbólico: el sordomudo al que se abren los oídos y la boca representa al hombre que recibe la fe. Beda el Venerable, autor en el siglo VIII del primer comentario conocido de Marcos, opera con la siguiente simbología, de gran influjo posterior: sordo es el que no oye la Palabra de Dios; mudo, el que no divulga la fe.

Dentro de su verdad de fondo, hay que decir una vez más que la debilidad de esta simbología radica en no tener su origen en la globabilidad de la obra o macrotexto de Marcos. En el episodio anterior al de hoy Marcos ha desvelado parte del misterio escondido desde el origen de las edades y de las generaciones. Las palabras son de Pablo a los Colosenses 1, 26.

La parte del misterio revelada es que "los paganos entran en la misma herencia (que los judíos), forman un mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa". Las palabras son también de Pablo, esta vez a los Efesios 3, 6.

Este es el mensaje que Marcos nos invita hoy a escuchar. El sordo del relato simboliza al pueblo de Dios incapaz de escuchar este mensaje. El sordo son los integrismos religiosos, tal vez también los llamados cristianos de presencia: en mayor o menor grado todos ellos parecen no percibir los gritos de dolor de la madre en parto que es la humanidad. La imagen es también de Pablo, esta vez en Romanos 8, 22: "Sabemos bien que hasta el presente la humanidad entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su parto".

Tal vez todos tenemos algo de integrismo religioso y estamos necesitados de que Jesús abra nuestros oídos.

Hay otra parte del misterio todavía sin desvelar. A ello se debe el sorprendente encargo de guardar silencio, típico de Marcos en los relatos de curación. Marcos prefiere que se guarde silencio sobre las curaciones hasta tanto no desvele la otra parte del misterio del Reino de Dios. Un hablar ahora de la curación podría llevarnos a forjarnos una falsa imagen de Jesús y del Reino de Dios, cuya llegada proclama Jesús. La curación debe realizarse sin presencia de gente mientras tanto no se desvele la otra parte del misterio. Sin embargo, hay algo que sí se puede ya decir: Jesús recrea el espacio bueno que desde el principio Dios ha soñado y ha buscado para el hombre. El vio Dios que era bueno de Gén. 1, 31 vuelve a resonar este domingo. De la Eucaristía de hoy tenemos motivos para salir contentos y esperanzados.

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 46


 

5.

Jesús marcha con sus discípulos hacia el norte, hacia la ciudad de Sión, para descender después, por la parte oriental, al valle del Jordán y llegar hasta la Decápolis, junto al lago de Galilea.

Evita intencionadamente pisar tierra de Israel, y da un gran rodeo, huye de las multitudes y busca la ocasión de estar a solas con sus discípulos. Este alejamiento de Jesús de Galilea y, esta huida de las multitudes señalan un cambio en su actividad, que se va a concentrar en adelante en el pequeño grupo de sus seguidores. Sin embargo, al llegar a la Decápolis, en donde ya era conocido después de la curación del poseso de Gerasa (cfr 5, 20), los nativos notan su presencia y acuden a él para pedirle otro milagro. La curación de un sordomudo.

La imposición de manos, conocida ya en el Génesis (48, 14-19) como rito de bendición, es utilizada frecuentemente por Jesús en sus curaciones (6, 5; 8, 23 y 25). Este gesto significaba también la comunicación del Espíritu de Dios, y como tal ha pasado a la liturgia de la iglesia. Recordemos que el Espíritu, que descendió abundantemente sobre Jesús en el Jordán, es la fuerza vivificante y el "dedo de Dios" con el que Jesús realiza todos los milagros.

Jesús no quiere despertar un entusiasmo ciego y fomentar el sensacionalismo en las multitudes. Jesús retira al enfermo de la multitud curiosa. Aunque generalmente Jesús cura a los enfermos imponiendo las manos y pronunciando su palabra eficaz, aquí realiza también una serie de gestos simbólicos que dan a todo el proceso una solemnidad especial. Por otra parte, son señales necesarias para comunicarse con el sordomudo. La liturgia bautismal ha recogido estos gestos de Jesús, con lo que reconoce que todo hombre debe ser abierto por Dios para que pueda escuchar el evangelio.

Elevar los ojos al cielo es la expresión de una oración en silencio, de una súplica y con frecuencia también de acción de gracias.

Marcos ha conservado en su original arameo la palabra de Jesús al sordomudo "effetá". También esta palabra ha pasado a la liturgia bautismal. Tanto Jesús como la iglesia dirigen esta palabra al hombre, para que se abra a la comunicación y se disponga a recibir el evangelio. Ni el milagro de Jesús ni el rito bautismal son acciones mágicas que actúen en virtud de unos gestos determinados y gracias al poder de una fórmula. Los gestos y las palabras tienen en ambos casos un significado y son, por tanto, apelación de quien ve y escucha. El milagro de Jesús se hace entender primero con gestos visibles por el sordomudo y así lo dispone para la fe, después pronuncia la palabra eficaz. Pero la eficaz de esta palabra no depende de ser precisamente tal, sino que sea la palabra de Jesús escuchada por el sordomudo.

Hay una relación entre la sordera y la mudez. No se puede hablar si no se puede escuchar. Y esto vale también respecto a la audición y confesión del evangelio. Sólo el que cree, el que escucha, puede después proclamar y confesar auténticamente el evangelio. Como dice Pablo: "porque creemos, por eso hablamos".

Aunque Jesús ha realizado el milagro apartándose del pueblo, pronto se conoce lo sucedido y todos se hacen lenguas de lo que ha ocurrido. Este milagro es una de las señales anunciadas por Isaías para los tiempos mesiánicos (cfr. primera lectura de hoy). Es posible que Jesús imponga silencio a estas gentes precisamente por eso, temiendo que la falsa concepción mesiánica que poseían comprometiera su actuación ante los poderes públicos.

EUCARISTÍA 1982, 41


 

6. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

La curación del sordomudo es uno de los pocos episodios exclusivos de Marcos. Jesús sale del círculo exclusivamente judío y se dirige a tierras de "paganos", donde más tarde se desarrollará la primitiva Iglesia: Tiro, Sidón, Decápolis. Así que llega le presentan al enfermo para que lo cure, lo cual nos da a entender que la gran fama de taumaturgo ya había llegado a aquellas tierras.

El comportamiento de Jesús nos resulta raro. Por un lado, al contrario que los curanderos de la época que hacían sus actos con gran ostentación, jesús se retira, en solitario, lejos de la gente. Busca el contacto personal con el enfermo. Y por el otro lado, Jesús rompe con su costumbre de curar de palabra y se vale del contacto físico, la saliva (cf. Mc 8,23 y Jn 9,6) y la oración (cf. Mc 6,41;1 Jn 11,41;17,1).

La plegaria de Jesús "Effetá" (ábrete) es uno de los términos arameos que Marcos transcribe y traduce para sus lectores (cf.14,36), lo cual india antigüedad del relato. Abrir es, en esta ocasión, sinónimo de curar, ya que la mentalidad de la época creía que los órganos paralizados permanecían "cerrados" para ser usados. La palabra de Jesús posee una eficacia creadora, como la de Dios en el Antiguo Testamento, lo que provoca un estupor religioso entre los presentes.

La expresión de la gente se inspira en el texto de Isaías que hemos leído como primera lectura (cf. también Is 29,18-23 y Salmo 38,14) y nos recuerda la respuesta de Jesús a los enviados del Bautista (Mt 11,5-6 y Lc 7,22). Por otra parte, tiene resonancias de la primera palabra creadora: "Y vio Dios que era bueno" (Gn 1,31).

Jesús se acerca, ofrece su contacto personal y salutífero a un enfermo bloqueado en su relación comunicativa con los demás (sordo y mudo). La palabra de Jesús crea una nueva situación, comparable a la del pueblo venido del Exilio.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 11, 50