COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Hb 12, 05-07. 11-13

 

1. MAL/SUFRIMIENTO:

El que tiene fe es capaz de descubrir la mano misericordiosa de Dios incluso en las adversidades, porque está seguro de que, aunque Dios no hace el mal, puede servirse de él para hacerlo redundar en bien para nosotros. Los mismos hechos tienen un sentido distinto para los fieles y para los infieles, esto es, para los que creen y para los que no creen. Esta es la meditación que el libro de la Sabiduría hace a propósito de los prodigios y de las plagas de Egipto (ver el comentario a la lectura del domingo XIX). Los verdaderos hijos han de saber aprender la lección que la pedagogía divina esconde en el fondo de las contrariedades. Entre las sentencias apócrifas (APOCRIFOS/DICHOS), no recogidas por los escritos canónicos del N.T., hay una que hace decir a Jesús: "El que se acerca a mí se quema, pero el que se aleja de mí se aleja del Reino". En este caso, la corrección o "prueba del fuego" que el autor de esta carta anima a soportar sin desfallecer es la persecución que los cristianos hebreos han empezado a sufrir.

H. RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 16


2. VCR/LUCHA:

El autor continúa su exhortación a la fe, añadiendo ahora otro motivo para la perseverancia: las tribulaciones que padecemos deberían ser entendidas como una muestra de amor que Dios tiene a sus hijos. Esto lo comprenden cuantos no se olvidan de lo que está escrito ya en los Proverbios 3, 11-12.

A nadie le gusta que le castiguen, pero un castigo justo y oportuno nos ayuda a alcanzar la verdadera paz y llevar una vida intachable.

Recordando palabras de Isaías (35, 3), el autor exhorta a sus lectores para que no se desanimen. Se dirige a unas comunidades cristianas en las que ya ha desaparecido el entusiasmo de los comienzos y empieza a notarse la vacilación ante las primeras dificultades y la persecución que padecen.

La vida/cristiana no es una vida en "un mundo feliz", sino lucha y responsabilidad en medio de un mundo hostil que contradice al evangelio. El misterio del dolor y de los sufrimientos que tenemos que aguantar por causa del evangelio se hace más aceptable para los que creen de verdad en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. De ello se habla precisamente en los versillos anteriores, en los que se afirma que Jesús es el "autor y el consumador de la fe".

EUCARISTÍA 1989, 40


3.

-La reprensión es signo de amor (Heb 12, 5-7.11-13)

Esta lectura es estimulante para los cristianos que se hallan sometidos a la prueba; es preciso dejar de considerarla como una especie de persecución por parte de Dios y ver en ella, más bien, el signo de un particular amor.

Cuando el Señor ama a alguien, le da buenas lecciones; corrige a todos aquellos a quienes reconoce como sus hijos.

Los cristianos a los que se dirigen estos consejos ya han sufrido mucho y sirven sufriendo la prueba (Heb 10, 32-34). Este puede ser nuestro caso o el de otros seres que nos son queridos. Encontramos aquí un consuelo que no está hecho de palabras vacías. No se trata de cerrar los ojos, ni de convencerse de que las pruebas no son tan duras como se piensa: por el contrario, mirándolas de frente, tal como son, podemos llegar a dar un verdadero juicio de valor sobre ellas. Además, el autor de la carta invita a meditar los sufrimientos, que condujeron a Jesús a su gloria.

La amargura del hombre probado le lleva a encerrarse en sí mismo y a no entender nada: le parece que está condenado al absurdo de la vida. Pero se trata, por el contrario, de no olvidar la palabra de consuelo que se dirige, al que sufre, como a un hijo. Lejos de considerar la prueba como un castigo, lo cual no cuadra con la misericordia de Dios y que a veces resulta inexplicable para personas realmente entregadas en cuerpo y alma al Señor, hay que ver en ella su valor formativo para la gloria que nos espera. No hay, pues, que desanimarse, sino tomar la prueba como un instrumento de una más íntima unión con Dios, que de este modo nos manifiesta su amor. Si, en un primer momento, la corrección, la prueba, pueden entristecer, cuando se reflexiona y se percibe el fruto del sufrimiento, se produce un sentimiento de paz profundamente gozosa que penetra el alma y la vida de quien ha aceptado y ofrecido la prueba. Porque sucede siempre que el efecto de la prueba aceptada provoca una curación del alma. Y basta con leer a Isaías y los Proverbios (Is 35, 3; Prov 4, 26).

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 165

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