SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA

 

Heb 12,5-7.11-13: Si deseas la herencia paterna, no rehúses el castigo

Si Dios ya te parece bueno, aún cuando da la felicidad a los malos, razón por la que solías murmurar contra él, es señal de que tu corazón es recto y te es decorosa la alabanza: A los rectos les conviene la alabanza (Sal 32,1). Si eres perverso, no te es decorosa. ¿Por qué? Porque la alabanza con que ensalzas a Dios no perseverará, ya que le alabas cuando te va bien y le ultrajas cuando te va mal; te agrada cuando te ofrece la felicidad y te desagrada cuando te castiga. En este caso no eres recto de corazón ni puedes cantar aquello del salmo: Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza está siempre en mi boca (Sal 33,2).

¿Cómo va a estar siempre si le alabas sólo cuando te va bien y no cuando te va mal? Aquello que te parece un mal es un bien si llegas a entender que es un padre el que castiga. El niño insensato frecuentemente ama al maestro blando y odia al que castiga. Sin embargo, el niño inteligente considera como buen maestro tanto al que halaga como al que castiga. Halaga para que el niño se anime, y castiga para que no se malogre.

Así, pues, si se tiene un corazón que no se siente molesto cuando le ocurre algo desagradable, se alaba a Dios de manera segura y se le canta fielmente: Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza está siempre en mi boca. Sin embargo, azota a todo aquel que recibe como hijo (Heb 12,6). ¿Qué eliges? ¿Ser castigado y recibido, o que no te castigue y no te reciba? Considera qué clase de hijo eres. Si deseas la herencia paterna, no rehúses el castigo. Si rechazas el castigo, renuncia a la herencia. ¿Para qué te corrige, sino es para darte la herencia? Tu padre ¿no te increpó, no te reprendió, no te castigó y no te azotó, para que fueses su heredero? ¿Para qué lo hizo? Para que heredases una casa que ha de caerse con el tiempo, para que heredases un campo que ha de ser pasajero o para que heredases el oro que no ha de permanecer en este mundo más tiempo que tú mismo. Ciertamente, o has de perder en vida lo que tienes, o lo has de abandonar con la muerte. Soportaste los castigos del padre por esa herencia temporal, y ¿murmuras ahora de Dios que te corrige para darte el reino de los cielos?

Sermón 15 A, 3