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-NUESTRA
ASAMBLEA DE SIQUEN
La
primera lectura de hoy es muy sugestiva, y valdrá la pena explicar su
origen y su situación y sacar consecuencias. Cuando las doce
tribus llegan a la tierra prometida, Josué las convoca para sellar
un pacto de fidelidad al Señor. Podemos recordar aquí el largo
camino por el desierto, tantas dificultades que ahora llegan a
término. Ahora es un momento decisivo. Y en este momento decisivo
hay que escoger: el Dios que ha conducido a Israel (con todo lo que eso
también implica de estilo de vida liberado y liberador), o los
dioses antiguos y los dioses de los pueblos vecinos. Tres aspectos
resultan especialmente significativos:
1.
Es una decisión. Y una decisión nada fácil, que el mismo Josué
presenta de manera polémica e incluso desafiante. Nuestra
voluntad de seguimiento de Jesús también es una decisión, y no
algo que vamos arrastrando sin planteárnoslo nunca (¡Y sin que,
en consecuencia, nos implique nunca nada!)
2.
La decisión se toma por un convencimiento experiencial profundo. Los
motivos que el pueblo da para seguir al Señor no son motivos
teóricos: es la experiencia, la liberación vivida, toda una
historia que hace inimaginable ninguna otra posibilidad que no sea esta
de seguir al Señor. La última frase es maravillosa:
"También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro
Dios!". El motivo es éste: él "es nuestro Dios".
También el seguimiento de Jesús funciona así. Es la gran
síntesis de Pedro: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna".
3.
La asamblea es el lugar de la decisión. La decisión de seguir al
Señor no es una decisión individual, sino una decisión que se
plantea colectivamente, en asamblea. La asamblea es el lugar en
donde se afirma y se renueva esta voluntad de seguimiento. Y eso
nos ha de interpelar a nosotros. Nosotros tampoco somos cristianos
individualmente, como si fuera una cuestión de línea directa entre
cada uno y Dios. Nuestra asamblea eucarística de cada domingo es
el lugar donde se hace visible y real esta característica básica
del ser cristiano, la comunitariedad. Y la Eucaristía tiene que
ser un lugar donde reafirmar y renovar, cada domingo, la adhesión al
Señor.
-¿DONDE
ESTA LO INACEPTABLE?
El
evangelio de hoy concluye esta serie de cinco domingos de Juan. Y la
concluye, como la primera lectura, con una exigencia de decisión.
Lo
inaceptable para los seguidores de Jesús (¡son los seguidores los que
se escandalizan, no los de fuera del grupo!) no es, ciertamente,
sólo una comprensión antropofágica del anuncio de la
Eucaristía. Eso es más bien la excusa. Lo inaceptable es todo lo
que pretende Jesús: por un lado, ser él, un hombre como los demás, el
hijo de José, el único criterio de vida, el único camino a
seguir si uno tiene ganas de "obrar como Dios quiere";
por otro, ser él -recordémoslo: un hombre- quien da vida, y vida
eterna, e invita a unirse a él de una manera que supera toda
unión humana y que llega incluso a la experiencia física del
alimento.
Lo
inaceptable, al fin y al cabo, es que Jesús lo pretende todo. Pretende
que quien quiera llegar a Dios debe cambiar radicalmente su vida y
asumir una vida entregada hasta la muerte por amor; y pretende ser
él el objeto de fe, el depositario de la vida divina, quien puede
hacer pasar a los hombres de la realidad débil y contingente de
este mundo a una realidad definitiva, la realidad de Dios.
En
el texto de hoy Jesús mismo muestra dónde está realmente el problema:
el momento clave, en el que culminará todo lo que él ha querido
decir, será el misterio pascual: cuando el Hijo del hombre
"suba a donde estaba antes". Aquel será el gran momento de la
decisión, el momento en que habrá incluso quien le traicionará
y le llevará a la muerte.
La
pregunta final de Jesús es la versión joánica de la confesión de
Cesarea, pero con más dramatismo. En Cesarea Jesús constata que
nadie comprende quién es él y pregunta a ver si los discípulos
lo han comprendido. Ahora, aquí, la pregunta es si también los
doce le abandonarán. Y la respuesta también es de Pedro, y con
un toque fuertemente vivencial: "¿A quién vamos a
acudir?". Al hablar de la primera lectura ya dábamos algunas
concreciones para la homilía. De todo cuanto llevamos dicho, la
concreción más clara es hacernos la pregunta de si nosotros
realmente asumimos todo lo que Jesús pretende, o si sólo asumimos una
parte (¿el estilo de vida?, ¿el tenerlo como punto de referencia
personal? ¿la fe en su salvación? ¿el don de la
Eucaristía?...), y si todo lo que él pretende forma de verdad parte
inseparable de nuestra vida.
JOSÉ
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991, 12
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