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H O M I L Í A

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DOMINGO XXI 

TIEMPO ORDINARIO

CICLO B

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-NUESTRA ASAMBLEA DE SIQUEN

La primera lectura de hoy es muy sugestiva, y valdrá la pena explicar su origen y su  situación y sacar consecuencias. Cuando las doce tribus llegan a la tierra prometida, Josué las convoca para sellar un  pacto de fidelidad al Señor. Podemos recordar aquí el largo camino por el desierto, tantas  dificultades que ahora llegan a término. Ahora es un momento decisivo. Y en este momento  decisivo hay que escoger: el Dios que ha conducido a Israel (con todo lo que eso también  implica de estilo de vida liberado y liberador), o los dioses antiguos y los dioses de los  pueblos vecinos. Tres aspectos resultan especialmente significativos:

1. Es una decisión. Y una decisión nada fácil, que el mismo Josué presenta de manera  polémica e incluso desafiante. Nuestra voluntad de seguimiento de Jesús también es una  decisión, y no algo que vamos arrastrando sin planteárnoslo nunca (¡Y sin que, en  consecuencia, nos implique nunca nada!)

2. La decisión se toma por un convencimiento experiencial profundo. Los motivos que el  pueblo da para seguir al Señor no son motivos teóricos: es la experiencia, la liberación  vivida, toda una historia que hace inimaginable ninguna otra posibilidad que no sea esta de  seguir al Señor. La última frase es maravillosa: "También nosotros serviremos al Señor: ¡es  nuestro Dios!". El motivo es éste: él "es nuestro Dios". También el seguimiento de Jesús  funciona así. Es la gran síntesis de Pedro: "¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras  de vida eterna".

3.  
La asamblea es el lugar de la decisión. La  decisión de seguir al Señor no es una decisión individual, sino una decisión que se plantea  colectivamente, en asamblea. La asamblea es el lugar en donde se afirma y se renueva  esta voluntad de seguimiento. Y eso nos ha de interpelar a nosotros. Nosotros tampoco  somos cristianos individualmente, como si fuera una cuestión de línea directa entre cada  uno y Dios. Nuestra asamblea eucarística de cada domingo es el lugar donde se hace  visible y real esta característica básica del ser cristiano, la comunitariedad. Y la Eucaristía  tiene que ser un lugar donde reafirmar y renovar, cada domingo, la adhesión al Señor.

-¿DONDE ESTA LO INACEPTABLE?

El evangelio de hoy concluye esta serie de cinco domingos de Juan. Y la concluye, como  la primera lectura, con una exigencia de decisión.

Lo inaceptable para los seguidores de Jesús (¡son los seguidores los que se  escandalizan, no los de fuera del grupo!) no es, ciertamente, sólo una comprensión  antropofágica del anuncio de la Eucaristía. Eso es más bien la excusa. Lo inaceptable es  todo lo que pretende Jesús: por un lado, ser él, un hombre como los demás, el hijo de José,  el único criterio de vida, el único camino a seguir si uno tiene ganas de "obrar como Dios  quiere"; por otro, ser él -recordémoslo: un hombre- quien da vida, y vida eterna, e invita a  unirse a él de una manera que supera toda unión humana y que llega incluso a la  experiencia física del alimento.

Lo inaceptable, al fin y al cabo, es que Jesús lo pretende todo. Pretende que quien quiera llegar a Dios debe cambiar radicalmente su vida y asumir una  vida entregada hasta la muerte por amor; y pretende ser él el objeto de fe, el depositario de  la vida divina, quien puede hacer pasar a los hombres de la realidad débil y contingente de  este mundo a una realidad definitiva, la realidad de Dios.

En el texto de hoy Jesús mismo muestra dónde está realmente el problema: el momento  clave, en el que culminará todo lo que él ha querido decir, será el misterio pascual: cuando  el Hijo del hombre "suba a donde estaba antes". Aquel será el gran momento de la decisión,  el momento en que habrá incluso quien le traicionará y le llevará a la muerte.

La pregunta final de Jesús es la versión joánica de la confesión de Cesarea, pero con  más dramatismo. En Cesarea Jesús constata que nadie comprende quién es él y pregunta  a ver si los discípulos lo han comprendido. Ahora, aquí, la pregunta es si también los doce  le abandonarán. Y la respuesta también es de Pedro, y con un toque fuertemente vivencial:  "¿A quién vamos a acudir?". Al hablar de la primera lectura ya dábamos algunas concreciones para la homilía. De todo  cuanto llevamos dicho, la concreción más clara es hacernos la pregunta de si nosotros  realmente asumimos todo lo que Jesús pretende, o si sólo asumimos una parte (¿el estilo  de vida?, ¿el tenerlo como punto de referencia personal? ¿la fe en su salvación? ¿el don  de la Eucaristía?...), y si todo lo que él pretende forma de verdad parte inseparable de  nuestra vida.

JOSÉ LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991, 12

 


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