34 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XIX
16-25

 

16. ¿LA CASA POR LA VENTANA?

Cabodevilla, en esa larga meditación que nos ha escrito sobre «la casa como mística del hogar y la familia», pinta una caricatura rebosando ironía: la de un hombre que se pone a construirse su casa con los materiales más sólidos, en un lugar prácticamente inexpugnable, con todos los métodos más sofisticados -interiores y exteriores-, de seguridad. En su obsesión por eliminar todo riesgo, termina por forrar toda la casa con hierro, con hierro macizo. ¡Para comprobar después, ay desdichado, que ha construido su casa sobre un volcán! (Puede ser el retrato del hombre moderno, empeñado en asegurarse con todos los seguros ante el incierto futuro).

Viene a ser un poco lo mismo que Jesús nos cont6 el domingo pasado, con tanto realismo, en el evangelio de Lucas. La insensata planificación de aquel hombre egoísta que se encerró en sus inmensos graneros, con sus inmensas cosechas, soñando en dedicarse a la «buena vida».

Siendo así que, aquella misma noche, llegó la muerte desmoronando todos sus planes. Son apólogos crueles, no cabe duda. Nuestro pobre corazón se amilana como un pajarillo asustado, al reflexionar seriamente sobre ellos, y escuchar encima la advertencia de Jesús sobre la marcha -«guardaos de toda codicia»-, uno tiene la sensación de encontrarse en el mayor de los desamparos, abandonado a todos los riesgos, perdido en la más negra oscuridad. Entonces, uno se pregunta: «¿En eso consiste el seguimiento de Jesús? ¿No se trata, acaso, de una filosofía inhumana, empapada en un peligroso masoquismo?». Es necesario seguir leyendo a San Lucas, amigos. Es justamente el evangelio de hoy. Escuchad lo que dice Jesús:

-«No temas, pequeño rebaño mío, porque vuestro padre ha ten¿do a bien daros el Reino». No se trata, por tanto, de un «expolio» absurdo y cruel, que nos proponga Jesús, sumergiéndonos en la nada. Es más bien un «trueque».

Consiste en dejar el «reino de abajo» por el «reino de arriba», la «ciudad terrena» por la «ciudad de Dios», la bandera del «rey temporal» por la bandera del «Rey Eterno». Lo que San Pablo concret6 tan claramente: «Los que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba, que es donde está Cristo y dejad los de la tierra... ». O lo que el mismo Jesús desmenuza en el evangelio de hoy un poco más abajo: «Haceos talegas que no se echen a perder y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no llegan ni los ladrones ni la polilla».

Segundo.-Cuando Jesús dice: «guardaos de toda codicia», no nos está invitando al pasotismo o a la huida de toda responsabilidad. Al contrario, nos está involucrando en la realización de una tarea que El comenz6 y que nosotros debemos llevar a término: -«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas llegue y llame». El mundo es una «sinfonía inacabada», amigos, y cada uno debe aportar su personal melodía. No una melodía para ser cantada, bailada y gozada en el salón cerrado de nuestro propio «yo», sino en ese gran templo de los hijos de Dios que es el Reino.

En resumen. Cuando Jesús dice: «vended vuestros bienes y dad limosna», no nos está empujando a «tirar la casa por la ventana» y nosotros con ella, sino, al revés, a acertar con la puerta verdadera. La que, al pasar por ella, nos haga exclamar: «Esta es la morada de Dios entre los hombres».

ELVIRA-1.Págs. 254 s.


17.

Frase evangélica: «Estad preparados»

Tema de predicación: LA CONFIANZA EN DIOS

1. La designación de los discípulos como «pequeño rebaño» -imagen muy repetida en el Antiguo Testamento- indica dos cosas: la pequeñez de su número y la protección de que es objeto por parte de Dios. La confianza del fiel está puesta en la donación del reino por Dios, que es la promesa fundamental hecha al cristiano. Por consiguiente, «buscar el reino» es acogerlo (Dios lo da) y llevarlo a cabo (con nuestra modesta ayuda). El deseo es claro: «Venga tu reino».

2. Las dos parábolas siguientes incluidas en este pasaje se refieren al mismo tema: la espera vigilante del retorno del Señor. Esta es la actitud de los buenos servidores que aguardan toda la noche, en actitud de compromiso, la vuelta de su señor (recordemos que, cuando Lucas escribe su evangelio, Jesús ha ascendido al cielo, y sus discípulos esperan su retorno en la convicción de que es preciso mantenerse activamente despiertos y vigilantes frente a las dificultades que conlleva la incertidumbre de la «hora», del momento crucial); y es también la actitud del administrador sensato que se comporta justamente con sus súbditos.

3. Lo que pretende inculcar Lucas en este evangelio es la acogida que los cristianos --como Iglesia o comunidad- debemos dispensar a Dios, que llega como juicio, como salvación y como reino. De este modo le rendimos cuentas de lo que hacemos en cada momento. El acento está puesto en la confianza en el Padre. Se pretende desterrar el miedo y acrecentar la responsabilidad.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿En que o en quién tenemos puesta nuestra confianza?

¿Nos sentimos verdaderamente responsables de lo que hacemos?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 296


18.

"La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve". Así comenzaba hoy la segunda lectura. Y luego nos presentaba el gran ejemplo de esa fe, aquel hombre de hace cuatro mil años que se llamó Abrahán. Aquel hombre que sigue siendo modelo y estimulo para todos nosotros.

- Por fe obedeció Abrahán a la llamada La historia del pueblo de Dios, Israel, se inicia porque Abrahán escuchó la llamada de Dios. Éste no se lo hizo fácil, al contrario. Para asegurarle su favor, le puso por condición dejar a su clan, su tierra, y partir sólo con su familia y su ganado hacia aquel País que le prometía. La iniciativa era de Dios. Siempre es así. Es Dios quien llama, quien tiene la iniciativa. Al hombre le toca escuchar, no hacerse el sordo, y obedecer a la llamada. Éste es el inicio de la fe. No ser autosuficiente, no limitarse a lo propio. Sino estar abierto al que llama, al que invita. Y escuchar su llamada, atender a su invitación por más incómoda o difícil de realizar que nos parezca. "Por fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad".

- Salió sin saber a dónde iba

FE/AVENTURA: Y añade el autor bíblico: "Salió sin saber a dónde iba". He aquí un nuevo aspecto de todo acto de fe. Como cualquier otra relación interpersonal, como cualquier enamoramiento siempre comporta un riesgo. Siempre tiene algo de aventura. En el trato personal siempre cabe la traición, los malentendidos, la incomprensión. Quien opta por dejarse cautivar por otro, asume siempre el riesgo de que aquella relación no llegue a buen fin.

Es cierto que nuestra fe tiene unos contenidos, se resume en la fórmula que llamamos el "Credo". Su contemplación y su repetición nos ayudan a disfrutar de las verdades que consideramos esenciales en nuestra vida de creyentes. Estas formulaciones de la doctrina nos dan alguna certeza, nos proporcionan cierta seguridad. Pero, en el inicio de la experiencia de fe siempre se da un aspecto de aventura humana. Y en el fondo de toda convicción de fe hay siempre una parte de riesgo asumido, un trasfondo de "salir sin saber a dónde vamos", como le sucedió a Abrahán.

- Se fió de la promesa

Y tanto el patriarca como su mujer Sara, se pusieron en camino porque "se fiaron de la promesa". Y la Biblia parece disfrutar al insistir en las dificultades que aparecían continuamente poniendo en peligro el cumplimiento de las promesas. Y por eso se remarca que "Abrahán por fe vivió como extranjero en la tierra prometida", haciéndosele muy larga la espera de llegar a poseerla, tal como Dios le había prometido. Y que era ya muy anciano y todavía no tenía descendencia, cuando Dios le había prometido que sería padre de un gran pueblo. Y que también Sara, cuando ya le había pasado la edad, y además siendo estéril, esperaba ser madre. Ante tal cúmulo de dificultades, la Biblia resume su actitud con estas palabras: "esperaron contra toda esperanza", "se fiaron de la promesa".

Se trata de aquello que a menudo decimos: la fe mueve montañas. Ante cosas que aparecen como imposibles, la fe confía porque "es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve".

- A la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre

Nosotros estamos aquí hoy, porque también como Abrahán obedecimos a la llamada que nos llegó de Dios por medio de nuestros padres, o de la influencia de un amigo, o de las enseñanzas de un buen catequista o por la lectura de un buen libro. Y asumiendo el riesgo nos pusimos en camino sin saber bien a dónde vamos. Nos fiamos de la promesa de que "viene el Señor". Todos los que intentamos seguirle, todos sus discípulos tenemos que estar en todo momento a punto de recibirle. Insistiendo en esa única idea el evangelista san Lucas nos ha presentado varias parábolas: la del señor que vuelve de la boda, la del ladrón y la del mayordomo. En las tres la conclusión es la misma: "Estar siempre a punto". El estado de ánimo característico de quien piensa y vive según el evangelio consiste en estar aguardando su encuentro definitivo con el Señor que "viene". Nuestro "tesoro" está en el cielo.

- La Eucaristía, anuncio del Banquete definitivo

Podemos ahora celebrar la Eucaristía porque tenemos fe; y a la vez la celebración de la Eucaristía aumenta nuestra fe. Porque tenemos fe vivimos gozosos como quien ve al Invisible. Sentimos la creciente cercanía de Dios. Estamos seguros en la esperanza, cuando otros dudan y tiemblan.

Acojamos al Señor que viene ahora a nosotros en forma de pan para ser comido.

EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1998, 10 29-30


19.

El camino del cristiano nos lo describe hoy san Lucas como camino de vigilancia. Empieza el evangelio aludiendo de nuevo a las riquezas e invitando a que con ellas sepamos reunir un tesoro que valga también para después de esta vida, por ejemplo, ayudando con nuestros bienes a quienes lo necesitan. Éste era el tema del domingo pasado: y, en seguida, pasa a otro más incómodo todavía, el de la vigilancia, que parece propio del Adviento, pero que nos interpela todo el año. ¿Vivimos despiertos? ¿Nos damos cuenta de dónde venimos y a dónde vamos en la vida?

EL EJEMPLO DE NUESTROS ANTEPASADOS

La primera lectura nos pone la actitud de los judíos en la cena de Pascua. En la noche de su salida de Egipto, comieron de pie, ceñido el cinturón, preparados para emprender la marcha, convencidos de que Dios iba a actuar a favor de ellos, para liberarles de la esclavitud: conocían "con certeza la promesa de la que se fiaban". Y, además, decidieron mantenerse fieles a la solidaridad entre ellos: "Se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes". Buenas condiciones para ponerse en camino: confianza en Dios y solidaridad mutua.

La segunda lectura coincide hoy con esta línea, porque nos pone delante la actitud de peregrinación y de esperanza de Abrahán. La carta a los Hebreos -de la que durante cuatro domingos leeremos algunos fragmentos- nos presenta el ejemplo de este gran patriarca de la fe. Define la fe como "seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve". Abrahán vivió "como extranjero", "habitando en tiendas". Como muchos otros personajes del AT, nos da ejemplo de una fe llena de esperanza y vigilancia: vivieron "como huéspedes y peregrinos en la tierra", "buscando una patria". La fe es camino y búsqueda, provisionalidad y riesgo. El autor de la carta quiere animar a sus lectores -a nosotros- a seguir este meritorio ejemplo de fe y confianza de los que vivieron en la penumbra del AT, sin conocer todavía a Cristo, como nosotros.

LA VIGILANCIA DEL CRISTIANO

Como buen maestro, Jesús nos enseña con varias comparaciones cómo debe ser de despierta y vigilante nuestra fe: la actitud de los siervos que aguardan la vuelta del amo, la del dueño que no sabe cuándo pueden venir los ladrones, la del administrador que debe estar preparado para rendir cuentas de su gestión en cualquier momento.

Nos invita a vivir "ceñida la cintura y encendidas las lámparas", "como los que aguardan la vuelta del Señor". Esto puede referirse a la venida última, gloriosa, de Cristo, Juez de la historia, pero también a nuestra muerte, el momento decisivo para cada uno de nosotros, y también a la vida de cada día, en que se suceden ocasiones de gracia que corremos el peligro de desaprovechar.

DESPIERTOS Y MIRANDO AL FUTURO

A todos nos resulta útil la llamada a la vigilancia. Humanamente, pensamos en nuestro futuro y en el de nuestra familia, hacemos planes, prevenimos los peligros, ahorramos para el mañana. Pero ¿vivimos despiertos también en nuestra fe? ¿Trabajamos por crecer en la vida cristiana?

VIGILAR/QUE-ES: Vigilar significa no dejar que se entumezcan nuestros músculos, porque, como los atletas y peregrinos, necesitamos tenerlos en plena forma para el arduo camino. Significa no distraerse, no amodorrarse, no instalarse, satisfechos con lo ya conseguido. En medio de una sociedad que parece muy contenta con los valores que tiene, somos invitados a vivir "en tiendas", sintiéndonos peregrinos, con la esperanza vigilante y activa del que se siente miembro de esta Iglesia peregrina que es el pueblo cristiano. Vigilar significa tener la mirada puesta también en los "bienes de arriba». Porque este mundo es camino, y no meta. Nos conviene de cuando en cuando mirar el destino que marca nuestro billete, para que no nos encandilemos en exceso por las estaciones de paso; para que no nos quedemos encerrados en nuestra perspectiva más inmediata, sino que abramos los ojos al futuro y pongamos allá nuestro corazón, porque allá está el verdadero tesoro; para que nos sepamos vaciar de cosas superfluas, para admitir a Dios en nuestra vida.

Eso no significa vivir con ansiedad y angustia. Pero sí con seriedad, dando importancia a lo que de veras la tiene. Como el estudiante que desde el comienzo del curso piensa en el examen final. Como el labrador que siembra y está ya pensando en la cosecha. Como el deportista que, desde el primer esfuerzo, sueña con llegar primero a la meta o, al menos, no fuera de control.

Siempre que celebramos la Eucaristía, además de mirar al pasado, celebrando el memorial de la Pascua del Señor, también nos ponemos en actitud de profecía y de vigilancia: "mientras esperamos la gloriosa venida...", "ven, Señor Jesús». Mientras tanto, la Eucaristía es "viático", alimento para el camino. Y nos produce una sensación de confianza gozosa el escuchar lo que nos promete Jesús: al final de ese camino, si nos encuentra en vela, él mismo se ceñirá, nos hará sentar a su mesa y nos irá sirviendo.

(J. ALDAZÁBAL
MISA DIMINICAL 1998, 10 25-26


20.

Las recomendaciones que Jesús hace a la comunidad de discípulos los preparan para recibir el Reino. Son sugerencias que cubren variados aspectos de la vida cotidiana. Una de ellas es no andar desesperados tratando de asegurar el vestido y el alimento, porque la preocupación excesiva por lo inmediato no permite ampliar el horizonte de la vida. La comunidad ha ubicado el horizonte de sus expectativas en el trabajo del Reino. Por eso, Dios Padre le irá proveyendo de lo necesario para vivir.

La comunidad no sólo se ha liberado de los múltiples apegos a las cosas, a la familia, a las tradiciones...; también ha repartido lo que poseía entre los pobres. Ha constituido el servicio a los demás, el servicio al Reino, como el tesoro más valioso, por el cual ha abandonado cualquier otra riqueza. Esta actitud la prepara para la irrupción definitiva de la buena nueva. En la medida que los discípulos se liberan de las múltiples ataduras que les producen esclavitud, tienen las manos libres para recibir lo que el Padre les da: la capacidad de entregarse enteramente al Evangelio.

Las lámparas encendidas significan la incursión inesperada del Señor en la vida de la comunidad. La ropa de trabajo indica que el esfuerzo que prepara la venida de Dios debe ser permanente. El discípulo no se puede dormir después de unos cuantos logros: tiene que estar velando y trabajando para que llegue el Reino.

Las parábolas que explican esta actitud van dirigidas a todos los fieles del Señor, sin excepción. El hecho de que alguien no ocupe un cargo en una comunidad no quiere decir que esté exento de obligaciones. En la comunidad cristiana todos son responsables de todos. La tarea o el trabajo de acercar el Reino nos compete a todos. Nadie se puede excusar por no saber lo que tiene que hacer, pues es deber del discípulo estar bien informado y responder de lo que se le pide.

Jesús les ha dado mucha instrucción, comprensión y afecto a sus discípulos. Éstos deben responder a este gesto gratuito con una actitud de disponibilidad para el servicio. El seguidor de Jesús que se afinca en sus exclusivos intereses personales o se deja envolver por las preocupaciones inmediatas no está en condición de ser fiel. Si Jesús nos ha dado con creces su persona, nosotros debemos responder de igual modo, no por deuda, sino por simple gratitud.

Uno de los cambios fundamentales para Jesús era que los discípulos comprendieran que el servicio a Dios consistía en la construcción de la solidaridad entre los seres humanos. De modo que la religión, sin abandonar sus ritos y sus símbolos, pasara de ser un deber social y externo a ser un compromiso con los demás y una cálida relación con Dios.

Las dos parábolas precisamente ilustran esta verdad. La religión se convierte en una casa donde los servidores se despreocupan de su oficio y se dedican a servirse a ellos mismos descuidando sus obligaciones. Se acerca el día en que llega el dueño y juzga a los de la casa como traidores por no hacer lo que les correspondía.

El cristianismo enfrenta en la actualidad un gran reto. Es religión "oficial" en muchos países y su poder y cobertura han crecido hasta el límite... pero la casa se halla abandonada. Cada iglesia trata de salvaguardar su espacio y su poder sin buscar un consenso que permita a todos crecer en fidelidad y servicio. ¡Que no llegue el Señor y encuentre a sus servidores luchando sólo por ocupar el cargo más alto y por tener más poder en la casa!

La segunda lectura nos recuerda que la fe es una tradición, una memoria, y que todo pueblo bien nacido debe venerar la memoria de sus mayores, especialmente la de sus "mártires", los "testigos" de la fe. Al concluir el milenio es bueno insistir en recordar a los mártires de esta nueva época de la historia, con un concepto actualizado y más amplio de martirio, en la línea inspirada por Karl Rahner. Una paráfrasis latinoamericana de Hebreos 11 está disponible en la red.

Para la conversión personal

-¿La forma en qué vivimos nuestro cristianismo realmente nos compromete con el anuncio del evangelio?

-¿Nos esforzamos por que nuestras comunidades sean realmente iglesias vivas donde todos se reconozcan como hermanos?

-¿Hemos creado formas de participación que permitan a todas las personas expresar su parecer e intervenir plenamente en la vida de la comunidad cristiana?

Para la reunión de la comunidad o del círculo bíblico

-Hacer una celebración de memoria de los mártires latinoamericanos. Comentar la paráfrasis actualizada de Hb 11.

-Estudiar el artículo de Karl Rahner, que propugna un "concepto ampliado y actualizado de martirio". Comentarlo. Y preguntarse: ¿Ya no es tiempo de martirio?

Para la oración de los fieles

-Para que nuestro cumplimiento del deber y nuestra actitud constante de alegría y servicialidad sean la mejor actitud de vigilancia ante Señor que vuelve de las bodas en cualquier momento, roguemos al Señor.

-Para que al concluir este milenio hagamos memoria de los testigos de la fe que han iluminado nuestro camino en estas décadas últimas de nuestra vida...

-Para que hagamos de los bienes del Reino nuestro tesoro y tengamos así nuestro corazón lleno de alegría al servir con generosidad...

-Por todos los que en el hemisferio norte están de descanso estival, para que no den vacaciones ni a su responsabilidad ni a su solidaridad cristiana...

Oración comunitaria

Dios Padre Nuestro: danos un corazón grande y potente, capaz de ver con claridad que, más allá de las apetencias y tentaciones de la vida, los valores verdaderos son los valores de tu Reino, y que dar la vida por ellos es lo que más puede alegrar y pacificar nuestro corazón, tal como nos enseñó Jesús tu Hijo, que contigo vive y reina...

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


21. 8 de agosto de 2004

UN PUEBLO EN EXODO HACIA EL SEÑOR

1. La sabia ordenación de la Liturgia de la Palabra emanada del Vaticano II nos da la oportunidad y nos impone el deber de darle al pueblo de Dios una más amplia formación sobre la Palabra, por la variada, estudiada y conseguida coordinación de las Lecturas, pero algunas veces pienso que en general estamos aprovechando con mucha deficiencia tal oportunidad y deber y seguimos manteniendo al pueblo de Dios en formación rudimentaria. Nos pregunta hoy Jesús: “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que le reparta la ración a sus horas?”.

2. Unas veces se nos dice que no lo entienden. Si no se empieza a enseñar alguna vez, nunca lo entenderán. Otras, que la gente se cansa o se aburre. Hagámoslo ameno. Aderecemos la comida y condimentémosla bien. No les ofrezcamos refritos que estragan, ni repeticiones que adormecen, sino Palabras vivas que brotan de nuestra intimidad. También se nos dice que no tenemos tiempo, pero la realidad cruda es que se carece de estímulo de reformarse y estudiar, leer, pensar, para convencerse de que la Palabra de Dios es infinitamente más eficaz que la de los hombres. Una homilía basada en una frase de la Escritura, con página y media después de frases humanas, deja la impresión de que se confía más en el argumento terreno que en la voz de Dios. Y lo que no se si es peor, en el desconocimiento de esa voz. Lutero tuvo mejor visión del valor de la palabra que muchos católicos, y sus seguidores siguen con esa visión aventajando a los que tienen primigeniamente la Palabra. Si se busca la verdad, hay que buscarla en Dios, Verdad Suprema. Hay que saber distinguir qué sentido tienen esas palabras que doblan la Verdad. Hay que conocer los diferentes géneros líterarios en que se nos han transmitido, la cultura en que fue escrita, el talante de los autores, el fin que pretendían. Como hay hombres más ricos que otros, hay también hombres más sabios que otros... San Jerónimo es más sabio en Escritura que San Agustín, quien le consultaba interpretaciones de los textos, por ser el doctor máximo en la exposición de las Sagradas Escrituras, buen conocedor del griego, el hebreo, el siríaco, el árabe, y todas las otras lenguas semíticas, por lo que pudo traducir la Biblia hebrea con sus diferentes acepciones al latín, que se ha llamado Vulgata. También moralmente: unos son más santos que otros, o más pecadores que otros. Podríamos seguir, pero hemos de entrar en la homilía, para no incurrir en lo mismo.

2. El libro de la Sabiduría, que un judío culto del siglo I antes de Cristo dirigió a los círculos intelectuales de la cultura griega, relee los grandes acontecimientos de la historia de su pueblo, demostrando que el mundo está orientado por Dios según su plan de salvación. Leyendo el éxodo, que arrancó a Israel de Egipto, explica que esta liberación era el comienzo de una vida superior, en el que reina la gloria de Dios y su justicia. Con la aceptación de la ley, esta liberación señala el camino de la sabiduría. El Señor había dado órdenes precisas a Moisés porque le urgía ya la liberación de su pueblo de Egipto, pues el clamor de los pobres era ya vociferante. Su vida se había hecho ya en aquella tierra, insoportable.

3. Dios no es sólo liberador individual, según una teología espiritualista pura, que sólo se realiza en la intimidad individual. Es también un liberador social, que escucha la oración de su pueblo. Envía a Moisés como su instrumento liberador, amenaza al Faraón con los diez castigos de las plagas, y va a suceder la última: la muerte de todos los primogénitos de Egipto, como nos lo cuenta el libro del Exodo: "A medianoche, el Señor hirió de muerte a todos los primogénitos de Egipto: desde el primogénito del Faraón que se sienta en el trono, hasta el primogénito del preso encerrado en el calabozo, y los primogénitos de los animales. Aún de noche, se levantó el Faraón y su corte y todos los egipcios, y se oyó un clamor inmenso en todo Egipto, pues no había casa en que no hubiera un muerto" (Ex 12,29).

4. Los israelitas habían sacrificado el cordero al atardecer, habían rociado con su sangre las jambas de las puertas de sus casas, y lo habían comido con la cintura ceñida, dispuestos para el paso del Señor Sabiduría 18, 6. Está evocando la noche de la salida de Egipto, noche de vela tensa. Los hebreos están alerta, con las sandalias puestas, y el bastón en la mano. Esperan que suene la hora de la pascua, del paso de la esclavitud a la libertad, y de emprender la larga marcha por el desierto hacia la Tierra Prometida. Dios va a caminar con su pueblo. Y caminaba delante de ellos (Dt 1,30); iba al frente guiándolos de día en forma de nube y de noche en forma de columna luminosa (Ex 13,21); los llevaba como un padre lleva en brazos a su hijo (Dt 1,31), como el águila lleva la nidada sobre sus alas extendidas (Ex 19,4); el ángel de Yavé guiaba sus pasos (Ex 14,19). Mientras guiabas a tu pueblo como un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón (Sal 76,21).

5. El pueblo dichoso a quien Dios escogió, aguarda al Señor Salmo 32, y tiene que esperarlo con la cintura ceñida. Conocían muy bien los orientales el significado de esta expresión la cintura ceñida, porque con los ámplios vestidos que usaban, no podían caminar de prisa sin ceñidor.

6. El progreso, gracias a Dios, hace sentirnos hoy tan confortablemente instalados en la tierra, que, por nuestra desafortunada miopía, nos cuesta aceptar que aquí sólo estamos de paso. Sin embargo, es una realidad indiscutible. Somos peregrinos en busca de la patria verdadera: "Peregrino soy en la tierra" (Sal 119,19). "Somos ciudadanos del cielo" (FI 3,20). "No tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la futura" (He 13,14). Pocos jóvenes, acaba de decir el cardenal Rouco en El Escorial, ecucha en las homilías estos conceptos. Es nuestra responsabilidad. Pero como escribió San Juan de Avila, “lo que no se vive no se predica”.

7. La carta a los Hebreos nos hace contemplar el desfile de la inmensa caravana de los peregrinos de la fe encabezada por Abraham y Sara. Empieza el texto definiendo la fe: “La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve" (He 11,1). La fe se apoya en la sabiduría y veracidad de Dios que no puede engañarse ni engañarnos, en la fidelidad a sus promesas, y en su omnipoten­cia para cumplirlas, no en la evidencia experimental. Por la fe, Abraham y Sara obedecieron a la llamada de Dios, salieron de Jarán y, confiando en sus promesas, emprendieron el camino sin saber adonde les llevaría. "Por la fe vivieron como extranjeros en la tierra prometida, habitando en tiendas, mientras esperaban la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios". Avanzando de campamento en campamento "ansiaban una patria mejor, la del cielo, viéndola y saludándola de lejos confesando que eran extranjeros y peregrinos en la tierra". Nosotros nos hemos incorporado a la peregrinación iniciada por nuestros padres, impulsados por la misma fe y sostenidos por la misma esperanza de una patria mejor.

8. Somos peregrinos de la fe, no caminamos errantes, a oscuras. Al final del camino hay luz, pues avanzamos "hacia la Ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial" (He 12,22). "Tenemos un Guía de la salvación" (He 2,10) que conoce perfectamente el camino; pues él es "el Camino nuevo y vivo" (He 10,20), como él mismo lo ha dicho: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14,6). Para entrar en la casa del Padre basta seguir las huellas de Jesús y "tener los ojos fijos en él, que inició y completa nuestra fe" (He 12,2). Bajó a la tierra para ponerse al frente del nuevo éxodo del pueblo de Dios hacia la tierra prometida, el Reino de los cielos, donde esperamos entrar en el "descanso en Dios" (He 4,11).

9. El evangelio sigue la misma dinámica de éxodo cuando nos dice que hemos de permanecer en vela, preparados para salir al encuentro del Señor. Hemos de ser como el siervo fiel que aguarda en la noche la llegada de su señor con la cintura ceñida y con la luz encendida. O como el que vigila la llegada del ladrón con oído atento y ojo despierto. O como el administrador prudente que espera a su amo con las cuentas al día y bien hechas. La actitud propia del cristiano es de vigilancia y de fidelidad al Señor, que puede llamar a la puerta a la hora menos pensada. "Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo".

10.«No andéis preocupados por la comida ni por el vestido... buscad que reine Dios, y eso se os dará por añadidura. No temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar entre vosotros» (Lc 12,31). «Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Decía el Cura de Ars: El tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por eso nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

11. El corazón regula la circulación sanguí­nea, nutriendo los órganos con oxígeno y alimento. Su buen funcionamiento asegura la regeneración de las células. Su parada oca­siona la muerte. Un tesoro es el resultado de un largo tra­bajo, de orden material, cultural, o espiritual. Si lo encerramos para tenerlo protegido con la seguridad de no perderlo, se convive con algo muerto. Un capital inmovilizado no alimenta la vida. El tesoro asegura la circulación y el intercambio, y así engendra riqueza y crea comunicación y vida. Dios quiere que esta vida se propague. Entre los que están metidos en el circuito de la comunicación, el Señor puede aparecer de improviso, y entrar con toda naturalidad, no como el dueño que viene a pedir cuentas, sino como un partícipe del movimiento de la comunicación y del servi­cio.

12. El Señor va a llegar, y hay que estar preparados para ir con él a su reino, antes de que el Faraón se arrepienta de haberles dejado salir de Egipto. Urge la diligencia a los que hemos elegido el reino y en él hemos puesto nuestro corazón, y hemos decidido seguirle y colaborar con él en la difusión, extensión y profundización de ese reino. Tened encendidas las lámparas con aceite preparado por si se retrasa el Señor. Dios no será el tapaagujeros de nuestros problemas, sino que éstos se solucionarán en el contexto de la realización de su reino. Reino que no hemos de reducir a la otra vida, sino en las personas en las que Dios reina, y que se esfuerzan en vivir como Dios quiere y en buscar la solución a los problemas de este mundo según el evangelio, amando, sirviendo y ayudando como buenos administradores, a ir resolviendo los problemas del hambre, del vestido... ignorancia, carencia de palabra de Dios, soledad, tristeza....

13. Jesus establece su reino en nosotros y nos pone al frente de todos sus bienes. El no llega para hacerse servir sino para servir a los que esperan y para compartir su gozo con ellos. El Señor de la Luz no es sólo el que deslumbra con su luz, brillante como el sol de Pascua, también es el Señor de los encuentros, de las aproximaciones imprevistas, de las caídas en la noche, de las dudas y los miedos. Lejos de ser un Dios que se impone, va a llamar a la puerta del que menos se lo espera y en el momento menos pensado. Pedro pregunta: «¿Has dicho esa parábola por nosotros o por todos?». Haríamos mal en dormirnos, sobre todo nosotros, a quienes Cristo ya se ha revelado, pues nos expondríamos a un despertar de sobresalto. Para el criado que no ha sido fiel, la venida del Señor será una catástrofe, un robo, como el arrebato de una caja fuerte.

14.¡Ay del criado desordenado y perezoso, que ante la demora del Señor, malbarata los talentos, desprecia el tiempo, no reparte la ración de su palabra a la servidumbre, maltrata con despotismo a sus hermanos y hermanas, y se dedica a beber y a banquetear! Le espera un castigo tanto mayor, cuanta mayor responsabilidad se le haya entregado. Al que más haya abusado de la confianza de su Señor, mayor castigo se le impondrá. "Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá" Lucas 12, 32.

15. ¡Dichosos vosotros si cuando llegue el Señor, os encuentra despiertos y a punto, venga a la hora que venga!. Igual puede venir a media noche, como a la madrugada. Si os encuentra en vela, ocupados en servicios de la casa, o en la oración, o dedicados al estudio, o enseñando la doctrina, o exhortando, o repartiendo con generosidad, o presidiendo con seriedad en la caridad, o haciendo obras de misericordia con alegría, o administrando rectamente vuestros asuntos, en fin, cumpliendo fielmente las obligaciones de vuestro correspondiente servicio, desarrollando vuestro carisma para la edificación del Reino, y la construcción del Cuerpo de Cristo (Rm 12, 7), os hará entrar al banquete donde él mismo os servirá. “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”(Ap 3,20). Holman Hunt lo ha expresado en su pintura: Jesús Esposo y Rey con corona de espinas llama a la puerta en la oscuridad de la noche. La casa empobrecida y abandonada, suscita un hombre demacrado, pobre y descuidado. Los abrojos y los cardos ante la puerta, anuncian la miseria y la lobreguez que contrasta con la luz del fanal de Jesús. Pensamos en el soneto de Lope de Vega: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? / ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío / Que a mi puerta, cubierto de rocío / pasas las noches del invierno oscuras?”. Espera que le abras. Si lo haces, cenarás con él. San Agustín nos dice que teme a Jesús que pasa de largo… Si le abres y cenas con él: Oye la cena que te prepara como escribe San Juan de la Cruz:

16. “Dios se comunica a esta su alma con tan impresionante intensidad de amor que no hay ternura de madre, por fuerte que sea, que se le pueda comparar. Es más, ningún amigo es tan impetuoso en su amistad. Ni existe un hermano que manifieste su amor a su hermano como Dios lo hace al alma en tan íntima union. Puesto a hacer todo cuanto puede para engrandecer a su alma, invierte los términos de criatura y Creador. A ella la trata como si ella fuese señor y a si mismo, el inmenso Padre, se considera como criado de la dichosa alma.Tanto afán tiene por regalarla que su trato con ella es como sí Dios fuera esclavo ye¡ alma fuera Dios del mismo Dios. ¡Maravilla de amor!. ¡Deseos infinitos de engrandecería!.¡Profunda humildad de Dios!.¡Exquisita dulzura de Dios!.Aquí se cumple lo que dice San Lucas: Dichosos esos criados si el amo al Ilegar los encuentra en vela; os asegu­ro que él se pondrá el delantal, los hará recostarse y les ser­virá uno a uno... (Lc 12,37). ¡Dios ocupado en halagar; acariciar y deleitar al alma como si fuera una madre que amamanta a sus hijos dándoles vida de su misma vida, mientras los besa y los llena de caricias y ternuras! Aquí se cumple lo de Isaías: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acaridarán; como un niño a quien su madre consuela así os consolaré yo (Is 66,12). ¿Será capaz el alma de resistir tan infinitos, dulces regalos? ¡Cómo no se derretirá en estos momentos en puro amor de Dios! ¡Con qué gratitud mirará a Dios viéndole con el pecho abierto derrochando Amor soberano... amor largo...Es lógico que, en medio de tanta ternura, se entre­gue totalmente a Dios como la Esposa de los Cantares: Yo soy de mi Amado y él me busca con pasión. Amado mío ven,vamos al campo, al abrigo de enebros pasaremos la noche, madrugaremos para ver las viñas, para ver si las vides ya florecen, si ya se abren las yemas y si echan flores los granados, y allí te daré mi amor (Cant 7,1-13).

17. Dispóngamonos a presentar nuestro corazón con disponibilidad total como Abraham, que obedeció a la llamada sin saber a dónde iba, y como Isaac y Jacob, herederos de la promesa Hebreos 11,1, para que como a ellos, el Señor resucitado, nos pueda sentar hoy en el banquete que nos ha preparado y que él mismo nos va a servir para que crezca en nosotros su reino.

JESÚS MARTÍ BALLESTER


22. COMENTARIO 1

PREPARADOS PARA EL ENCUENTRO
En una sociedad como la nuestra, con tantas casas asegura­doras, con tantos seguros de bienes y de vidas, con tantas ofer­tas que garantizan un futuro feliz, el evangelio suena a utópi­co, a algo que no tiene ya lugar, irrealizable o realizable sola­mente por aquellos que tengan madera de héroes o de locos suicidas.

«Tranquilizaos, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho sobre vosotros. Vended vuestros bienes y dadlos en limosnas; haceos bolsas que no se estropeen, un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladro­nes ni echa a perder la polilla. Porque donde está vuestra ri­queza, está vuestro corazón.

Tened el delantal puesto y encendidos los candiles: pare­ceos a los que aguardan a que su amo vuelva de la boda para, cuando llegue, abrirle en cuanto llame. Dichosos esos criados si el amo, al llegar, los encuentra en vela... » (Lc 12,32ss).

La venida, la visita de Jesús, el amo, a la comunidad cris­tiana, una comunidad de siervos o servidores, pues no se puede ser cristiano si no se es servidor de los demás, se efectúa en dos momentos: uno, en la eucaristía, en la que Jesús se hace presente en medio de la comunidad por la palabra y por la fracción del pan; otro, en la persecución y en la muerte de cada uno.

Para estos dos encuentros, el cristiano debe estar en vela. Y para estar en vela, dos son las actitudes básicas del discípu­lo de Jesús:

- Primera: renunciar a los bienes de la tierra: «Vended vuestros bienes y dadlos en limosnas.» Tal vez la fórmula 'vender y dar' no sea hoy en nuestra sociedad la más eficaz. Hoy habría que hablar de invertir en crear puestos de trabajo, en hacer partícipe al obrero de la ganancia de la empresa u otras fórmulas similares. Pero el espíritu de dicho mandato evangélico es claro: ser solidarios, compartir, hacer partícipes a los demás de los bienes que llamamos 'propios'; ser miseri­cordes, compasivos, justos.

- Segunda: ejercer de servidores, pues la esencia del cris­tianismo es el servicio incondicional al prójimo hasta la muer­te. «Conque, ¿dónde está ese administrador fiel y cuidadoso a quien el amo va a encargar de repartir a los sirvientes la ra­ción a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su obligación. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el tal empleado, pensando que su amo tardará, empieza a maltratar a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, el día que menos se lo espera, y a la hora que no ha pre­visto, llegará el amo y lo pondrá en la calle, mandándolo adon­de se manda a los que no son fieles» (Lc 12,42-47).

De lo que llamamos 'nuestro' somos meros administrado­res, no propietarios; y como administradores debemos servir sin abusos ni egoísmos; cuanto más elevados estemos en el escalafón social, más exigente será el servicio que debamos prestar. Sólo así estaremos preparados para la vuelta del amo de la boda, imagen del reino definitivo, que se anticipa cada vez que celebramos la eucaristía.


23. COMENTARIO 2

A DIOS ROGANDO...

Cuando el evangelio dice que no debemos confiar en las riquezas y que toda nuestra seguridad debemos ponerla en Dios no quiere decir que debamos sentarnos a esperar a que la solución de nuestros problemas baje del cielo; del cielo bajará pero siempre que no esperamos sentados sino activos, confiados en que Dios no permitirá que se frustren nuestro esfuerzo y nuestro compro­miso



BUSCAD QUE EL REINE

No temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho entre vosotros. Vended vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bolsas que no se estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni echa a perder la polilla. Porque donde tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón.



Jesús, después de la parábola del rico necio, se dirige a sus discípulos para insistir en la necesidad de tener una con­fianza absoluta en el amor del Padre: «No andéis preocupados por la vida pensando qué vais a comer; ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir... Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿cuánto más hará por vosotros, gente de poca fe?» (Lc 12,22-28). Estas y otras palabras semejantes han hecho pensar a algunos que no había que preocuparse por la solución de los problemas de la tierra: el mundo está como está porque Dios así lo ha decidido, porque ése es el designio de Dios; ya se encargará él de compensar los sufrimientos de aquellos a los que en este mundo les ha tocado en suerte una mala vida; además, si alguien sufre... ¡por algo será!, se lo tendrá merecido, pues el evangelio asegura que si Dios se preocupa de los pájaros y de las hierbas del campo, ¡cómo no se va a preocupar de sus fieles devotos!



Y CON EL MAZO DANDO

«¿Dónde está el administrador fiel y sensato a quien el señor va a encargar de su servidumbre para que les reparta la ración a su debido tiempo? ¡Dichoso ese siervo si el amo, al llegar, lo encuentra cumpliendo con su encargo!»



Entender las cosas así entraña un peligro mayor, que con­siste en convertir el evangelio en ideología legitimadora de la situación presente y en opio adormecedor de la conciencia de los pobres: si Dios se preocupa de los suyos, los que están bien serán los que reciben más atención de parte de Dios, y los que están mal deben resignarse con su suerte y no rebelarse contra la situación presente, pues será rebelarse contra el designio divino; pero esta interpretación olvida las palabras centrales de este párrafo: «No andéis preocupados por... Por el contrario: buscad que él reine, y eso se os dará por añadi­dura. No temas, rebaño pequeño, que es decisión de vuestro Padre reinar de hecho entre vosotros» (Lc 12,31-32): Dios no solucionará nuestros problemas de manera caprichosa, por arte de birlibirloque, cuando él arbitrariamente vaya decidien­do, sino en el contexto de la realización de su reinado.

Una de las causas de la mala interpretación de estas reco­mendaciones de Jesús ha sido la obstinación en reducir el reino de Dios a la otra vida: el reino de Dios no es ni el cielo ni la tierra, sino las personas sobre las que Dios reina, las personas que se esfuerzan en vivir como Dios quiere y en buscar la solución a los problemas de este mundo en la direc­ción que el evangelio señala: la solidaridad y el amor; en la medida en que los hombres acepten vivir así y se comprome­tan seriamente con el proyecto de convertir este mundo en un mundo de hermanos, en la medida en la que todos asuman seriamente su tarea de servir y prestar ayuda a los demás como los buenos administradores del evangelio, en esa medida, más lo mucho que añada la inconmensurable generosidad del Padre, se irán resolviendo los problemas del hambre, del vestido... y los de la soledad y la tristeza, problemas estos que no se pueden solucionar con el dinero de las bolsas que se estropean y que tanto gustan a los ladrones.



NO TEMAS PEQUEÑO REBAÑO

Tened el delantal puesto y encendidos los candiles... Estad también vosotros preparados, pues cuando menos lo penséis llegará el Hombre.



Así adquieren pleno significado las palabras del evangelio: renunciar a la riqueza no es un sistema para hacer méritos para el cielo, sino para ser coherentes con el proyecto del evangelio, para estar más libres a la hora de comprometernos en preparar este mundo para que Dios pueda realizar su decisión -que no la realizará si nosotros libremente no la aceptamos- de reinar entre nosotros.

Porque tampoco debe ser causa de preocupación, y menos de miedo, el encuentro último con el Señor. No hay razón para el temor. Nadie debe asustarse: no nos amenaza ningún peligro; él no viene a condenar. Como la primera vez, que sólo vino a salvar, así será cuando muchas otras veces vuelva para salir al encuentro de los que, entre los suyos, se vayan dejando la piel por ser fieles a su proyecto. La piel, que no la vida, que está en las manos del Padre. Será la época de la cosecha. Los frutos, los del amor manifestado en la lucha por la libertad y la Justicia, por la fraternidad, la paz, la felicidad..., en la lucha por el reino de Dios. Por eso no debe haber lugar para el miedo: hay que estar preparados, sí, pero no asustados ni preocupados. Porque también eso está en manos del Padre y forma parte de la «añadidura».


24. COMENTARIO 3

EL DOBLE EMBOLO DE LA ANTIGUA GASOLINERA:
CONFIANZA O PREOCUPACIÓN

Los versículos 22-40 no hacen sino insistir en las advertencias iniciales, convertidas ahora en recomendaciones, después de haber dejado bien claro que el problema crucial era el de la riqueza. El desprendimiento no se produce de golpe ni de una vez por todas. De la misma manera, la confianza no se compra sino que se gana. En la medida en que el cristiano experimenta que dar no es perder, se va vaciando de preocupaciones materiales y va llenándose de confianza en el presente de Dios (el futuro para Dios no existe, como tampoco el pasado): «Porque donde tengáis vuestra riqueza, tendréis el corazón» (12,34). Hay quien la tiene en un banco o una caja, en posesiones o en acciones; hay quien la tiene en Dios, porque la ha depositado en los pobres: no hay ladrón ni atracador que pueda robar al que «vende sus bienes y lo da en limosna» (12,33). El que vendrá como un ladrón, en cambio, es el Hombre Jesús... en la persona que menos te esperas y cuando menos lo pienses (12,35-40).



BUENOS Y MALOS ADMINISTRADORES

La intervención de Pedro, portavoz del grupo de los Doce, conduce a un colofón. Pedro, con su interpelación, trata de excluir a los discípulos no israelitas (recuérdese que Jesús se ha dirigido en primer lugar «a los discípulos», sin más, 12,1): «Señor, ¿has dicho esta parábola por nosotros o por todos en general?» (12,41). La respuesta de Jesús los engloba a todos: la figura del «administrador» se aplica tanto a los de origen israelita como a los que proceden de la marginación. Los admi­nistradores de la comunidad, cualquiera que sea su procedencia, deben ponerse al servicio de los demás y prestar ayuda para que en la comunidad no falte nada (12,42). Jesús declara «dichoso» al «administrador fiel y sensato» a quien «el Señor -término característico del Resucitado-, cuando llegue, lo encuentre cumpliendo con su encargo» (12,43: compárese con vv. 37-38). El que haga esto, como lo hace Jesús, llega al mismo nivel que su Señor (cf. v. 37). «Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes» (12,44). El primer encargo que le ha con­fiado ha sido el servicio de la mesa y de la despensa: la distribu­ción equitativa de los bienes de los pobres; si cumple bien ese primer encargo, le confiará la administración de los bienes espi­rituales de la comunidad. Mediante la parábola de los «adminis­tradores» Lucas anticipa y prepara el tema de la administración de los bienes de toda índole de la comunidad creyente que desarrollará en el libro de los Hechos.

Por el contrario, si actúa con autoritarismo y con aires de grandeza y de poder, como hacen los que ejercen autoridad sobre los demás (cf. 22,25-26), «el Señor cortará con él y le asignará la suerte de los infieles» (12,45-46). Es de notar la dureza del lenguaje de Jesús con el grupo de discípulos proceden­tes del judaísmo. A la falta de libertad interna que aún padecen por no haber renunciado a la ideología autoritaria judía, corres­ponde un lenguaje propio de esclavos: «El siervo ese que, conociendo el deseo de su señor, no prepara las cosas o no las hace como su señor desea, recibirá muchos palos» (12,47), muchos más que los infieles que «desconocen su designio, pero hacen algo que merece palos» (12,48a). La razón es obvia: «Al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá; al que mucho se le ha confiado, más se le pedirá» (12,48b). La responsabilidad va pareja con los dones recibidos.


25. COMENTARIO 4

En las lecturas de hoy nos encontramos con el tema de la "espera vigilante". El evangelio de Lucas exhorta al "pequeño rebaño" a no temer y a mirar hacia adelante. Por eso, es necesario no apegarse a las riquezas; de ellas hay que "aligerarse" a través de la limosna y elegir lo esencial, sabiendo discernir cuáles son los valores, cuya validez no "caduca". Estos bienes inagotables a los que es lícito, e incluso justo, apegar el corazón, pertenecen al campo del ver y no al del tener, al del amor que se da y no al de la posesión egoísta.

Están después las tres breves parábolas, cuyo motivo dominante es la espera vigilante, dinámica: los criados que esperan en la noche la vuelta del amo; la irrupción inesperada del ladrón en la casa para desvalijarla; el administrador inteligente y diligente, siempre dispuesto a presentar los libros al día cuando el amo lo llame a dar cuentas. La vigilancia, especialmente cuando la noche parece que nunca va a terminar, se sostiene por la esperanza y comporta:

- Una mentalidad de disponibilidad, de apertura, de prontitud para ponerse en camino (tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas);

- Una conciencia clara sobre los peligros que nos amenazan. Basta un minuto de distracción, de decaimiento y desánimo para que alguno se aproveche y nos robe los valores más preciosos. O también: según el contenido de la segunda parábola: si uno se deja seducir, desviar, incluso ocasionalmente, por otras perspectivas, peligra de faltar a la cita decisiva con el Reino, que llega a la hora menos pensada;

- Una fidelidad constante y una gran cordura, que no es otra cosa que sensatez, lo cual indica el comportamiento del hombre que sabe adoptar la postura más adecuada en cada circunstancia.

Las tres parábolas representan la condena de un estilo cristiano somnoliento, distraído, apagado, cansado, con todo hecho, al final del camino. Las parábolas constituyen una invitación a un compromiso inteligente, a un servicio diligente, a una apertura hacia lo imprevisible, a insertar en el cuadro de un orden razonable el elemento sorpresa, a dejar brotar desde dentro de nuestros miedos y temores la flor de la esperanza.

El mensaje de las lecturas de hoy es una invitación a todos los cristianos para que asumamos una actitud de disponibilidad y prontitud, de encender nuestras lámparas y estar preparados para emprender el camino hacia la casa de Dios Padre. Es una invitación a la confianza, a ver la vida de un modo nuevo, lo cual debe llevar a relativizar todo, menos al mismo Dios. Hemos de cuidar mucho más nuestras actitudes que las seguridades y las cosas, "porque donde está su tesoro, allí estará también el corazón".

COMENTARIOS

1. Jesús Peláez, La otra lectura de los evangelios II, Ciclo C, Ediciones El Almendro, Córdoba

2. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Para que seáis hijos". Ciclo C. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

3. J. Mateos, Nuevo Testamento (Notas al evangelio de Juan). Ediciones Cristiandad Madrid.

4. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).