COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Sb 18, 6-9

 

1.

Contexto. La tercera parte del libro de la Sabiduría (caps. 11-12 y 16-19) es una homilía o comentario didáctico muy libre a siete de las diez plagas narradas en el libro del Éxodo, en las que Dios y sus representantes se enfrentan al Faraón y a los suyos.

En esta confrontación hay un opresor y un oprimido, un culpable y un inocente, y, como resultado del juicio divino, habrá un vencedor y un vencido.

El autor del libro de la Sabiduría, comentando con mucha libertad los relatos del Éxodo, nos quiere hacer ver cómo el castigo del malvado viene a ser premio para el inocente: "con una misma acción castigabas a los adversarios y nos honradas llamándonos a ti" (v.8), "con lo que sus enemigos eran castigados, ellos, en el apuro, eran favorecidos" (v.11,5).

Texto. Los vs. de esta perícopa forman parte del comentario a la sexta plaga: muerte de los primogénitos (cf.18,5-19=décima plaga del Éxodo: Ex. 11,4-8;12,29-36).

"...Así dice el Señor: a medianoche yo haré una salida entre los egipcios: morirán todos los primogénitos de Egipto... Y se oirá un inmenso clamor... como nunca lo ha habido ni lo habrá..." (Ex. 11,4ss.). El autor de Sabiduría nos recuerda "aquella noche" de espera y esperanza para Israel y de desesperación para Egipto: "Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como palabra inexorable..." (/Sb/18/14ss.). La palabra divina, en figura de exterminador pasa matando a los egipcios y salvando al oprimido Israel: "Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban" (vs.6 s.) La justicia divina se ha manifestado en la historia del pueblo castigando y liberando: Egipto pierde a sus primogénitos mientras que se salvan los israelitas. Y los opresores egipcios, que intentaban matar a los primogénitos israelitas, "...confesaron que el pueblo aquél era hijo de Dios" (v.13).

Y esta justicia divina se recordará y conmemorará, a lo largo de los siglos, en la liturgia pascual (v.9: "...ofrecían sacrificios..., se imponían esta ley sagrada... empezaron a entonar los himnos tradicionales...".

Reflexiones. Reconocer y agasajar al Dios liberador implica necesaria- mente sentirse unido con todos los miembros de la comunidad "en los peligros y los bienes" (v.9). ¡Celebrar el banquete es compartir todo con todos! ¡Casi nada! Sólo así se puede ser hijo o primogénito de Dios. Sólo con esta actitud podremos llamarnos "santos" o cristianos. El reino de Dios "ya es", pero "todavía no". Un silencio sereno envuelve nuestra existencia cristiana a la espera no de un juicio histórico sino escatológico. El primero sólo es anticipo y prueba del segundo. Y este silencio sereno nos invita a modificar nuestras vidas, a ser auténticos cristianos. ¡Vigilancia, no perdamos el tiempo! Cuando nos diésemos cuenta podría ser demasiado tarde.

A. GIL MODREGO
DABAR 1986, 42


2.

La expresión "aquella noche" es una fórmula consagrada en el recuerdo israelítico: noche de la acción de Dios y del futuro del pueblo. Ese "ánimo" que se da a los padres puede referirse tanto a los patriarcas, informados de la servidumbre y de la salida de Egipto (cf. Gn 15,13-14), como a los hebreos del Éxodo a quienes Moisés hizo conocer con anterioridad la noche pascual (cf. Ex 12,21-28). De cualquier manera la promesa de Dios sostiene el ánimo de los que pasan la prueba de la fe, lo mismo ayer que hoy.

Esta "misma acción" es la muerte de los egipcios perseguidores y la liberación de los israelitas cuando el paso del Mar Rojo (v.5). Este es un principio clave en el libro de la Sabiduría: una misma cosa, un mismo suceso, por la mano de Dios, se convierte para unos, el pueblo elegido, en salud, y para otros, los enemigos de Israel, en condena (cf. cap 12). El creyente israelita tiene la seguridad interna de que Dios actúa en la historia entonces como ahora. Si entonces les libró de la opresión ¿por qué no ahora?

Hay aquí una alusión al sacrificio del cordero pascual que se hacia en cada casa. Se sabe unir el aspecto transcendente y la actuación del hombre. El banquete en común expresa y corrobora ese vínculo con una sanción sagrada. Para vivir una fe con cierta profundidad hay que tener siempre ante los ojos el hecho fundacional, en nuestro caso el bautismo.

Cuando el autor habla de "ley sagrada" parece que hace de este momento del Éxodo el lugar del nacimiento de las leyes sobre la participación de todas las tribus en la conquista de Canaán (Núm 31,32, 16-24) y sobre el reparto a partes iguales del botín (Núm 31,27). Pero hay también un juramento de solidaridad entre los miembros del pueblo. Así esta solidaridad llega a convertirse en símbolo y vivencia de la ayuda de Dios. El creyente de hoy, más que estar preparado y en pie para comer la pascua, tiene que estar en una actitud real de ayuda mutua y de lucha codo con codo contra lo que es contrario a la sabiduría: la falsedad que engendra toda injusticia, la tranquilidad engañosa del tirano, cualquier degradación del hombre.

EUCARISTÍA 1977, 38


3. /Sb/18/01-15a: /Sb/19/04-09

En los últimos capítulos del libro de la Sabiduría se vuelve a hablar del acontecimiento capital de la historia de salvación de Israel, la Pascua: «Los piadosos herederos de las bendiciones ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes, y empezaron a entonar los himnos tradicionales» (18,9), anticipando así el canto del Hallel de la pascua judía.

Dios ha decidido intervenir de una forma definitiva y clara en la historia del hombre, enviando su palabra liberadora que se compromete en favor de los oprimidos: «Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable desde el trono real de los cielos al país condenado" (18,14-15). La liturgia aplica este texto a la venida de la palabra encarnada para librarnos de toda forma de opresión y de esclavitud. Pero la palabra, en lugar de lanzarse de forma destructora contra los opresores y vengar sus injusticias, ha cargado sobre sí el peso de la muerte y se ha transformado en nuestra Pascua definitiva.

Jesús el Mesías, dando su vida como prueba suprema de amor a la humanidad entera, ha abierto un paso transitable a cuantos se adhieren a su mensaje comprometiéndose por la causa de los pobres y oprimidos por las potencias esclavizantes de signo político, social, religioso, ideológico o pragmático. La comunidad cristiana, liberada del peso agobiante de todo lo que la oprimía, estalla en un canto de alabanza, el aleluya pascual, que expresa de forma admirable la alegría de saberse salvados. "Retozaban como potros y triscaban como corderos alabándote a ti, Señor, su libertador" (19,9), «porque la creación entera cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza para guardar incólumes a tus hijos» (19,6). 

Es la nueva creación salida del costado del Mesías en el momento de morir para inaugurar el reinado definitivo de Dios entre los hombres. Toda la creación está al servicio de la comunidad cristiana, que en el bautismo ha renunciado a los valores de la sociedad opresora y ha renacido a la nueva vida de la sencillez evangélica gracias a la vivencia de Dios como Padre que le comunica el Espíritu. El mundo le será hostil, la perseguirá por su fidelidad al compromiso adquirido en favor de los hermanos. Pero las fuerzas del fascismo, del imperialismo, del colonialismo o de la dictadura de partido no podrán subyugarla porque no acepta ninguno de sus valores. Será señal inequívoca de que va bien, de que el fermento es bueno y fermenta, de que la sal escuece pero cura. Es el momento de alegrarse por ello. Su opción por la pobreza como negación del orden presente le da alas para proclamar el mensaje liberador de Jesús.

RIUS CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 412 s.