COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 14, 22-33

Par: Mc 6, 45-52   Jn 6, 16-21

 

1. J/PEDAGOGIA EN LA FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS.

-Formación de los discípulos. Jesús enseña con las palabras. Pero sobre todo es un auténtico maestro en la escuela de la vida. Hace que sus discípulos se embarquen en la aventura de su seguimiento y aprendan de su vida con él. La pedagogía de la vida cuando se goza del acompañamiento de Jesús es más eficaz que muchos discursos.

En el episodio anterior, multiplicación de los panes, Jesús había tenido que animar a sus discípulos a implicarse con la multitud (/Mt/14/13-21).

Ellos querían dejarlos ir simplemente. Jesús les provocó: "Dadles vosotros de comer". Y aprendieron que cinco panes y dos peces bastaban cuando eran compartidos. La comida llegó a todos ("comieron todos") y esa comida produjo plenitud, bienestar ("hasta quedar satisfechos"). Jesús les había invitado a acercarse a la muchedumbre hambrienta y a no inhibirse. Así los discípulos pudieron comprender con sorpresa sus enormes posibilidades. Era un autodecubrimiento gozoso en medio de la gente. Los problemas de los hombres no hay que echarlos solamente sobre los hombros de Jesús, sino que pueden acercarse a ellos solidariamente con él. ¡Los discípulos se sintieron colaboradores del Reino! Pero esta vez la lección va a ser más dolorosa. Aunque al final resulte igualmente gozosa, Jesús "apremia" a sus discípulos a que suban a la barca y se separen de la gente, mientras él los despedía y oraba. También en esta ocasión quiere aclararles su situación, ayudarles a autodescubrirse, empujarles a una auténtica relación con él. La propia verdad puede ser dura, pero siempre resulta liberadora. Cuando estaban con la multitud los discípulos aprendieron que debían ser colaboradores de Jesús; cuando se alejan solos comprenderán que llevan dentro la duda y el miedo, que necesitan reconocer la presencia amiga de Jesús. Es ésta la grandeza y la miseria de los enviados de Dios. (...) En la formación de los que siguen a Jesús esta experiencia es tan necesaria como la de la multiplicación de los panes.

Tarde o temprano, una o muchas veces tendremos que enfrentarnos a nuestros miedos y dudas, con nuestras frustraciones y cansancios, con nuestra profunda angustia y ganas de abandonar. ¡Esa verdad es liberadora! Esos somos también nosotros. Si habíamos creído otra cosa al ser capaces de alimentar a una muchedumbre, nos habíamos equivocado. Pero la presencia de Jesús está asegurada todos los días hasta el fin del mundo. Cuando nos invita a no tener miedo, cuando nos agarra de la mano, cuando llega a la serenidad y la calma, recibimos como gracia comprender que nuestra misión no se basa en nuestra grandeza sino en su fidelidad absoluta. El discípulo conoce a la vez su propia verdad y la Verdad salvadora.

JOSÉ MARÍA ALEMANY
DABAR 1990/41


2. FE/DUDA: LA DUDA PARECE SER UN INTEGRANTE CONTINUO Y SIEMPRE PRESENTE EN LOS QUE QUIEREN VIVIR SU FE DÍA TRAS DÍA.

En este relato, lo mismo que en el que le precede (la multiplicación de los panes), los discípulos ocupan un puesto importante. No son pasajes directamente relacionados con la teología del discipulado, pero sí que encierran una relación directa con la postura del que quiere acercarse a Jesús. La fe en él pasará por la superación y asimilación de la duda. La fuerza del viento y el peligro de la vida son temas para dibujar la situación de dificultad que presupone el reino de Dios y el esfuerzo necesario para superar la actitud de duda. Pero la idea dominante no es el peligro en el que se encuentran los discípulos, ni su inquietud; Mt concentra su relato en la persona de Cristo, cuyos discípulos van a descubrir nuevamente, en el esfuerzo y la duda, su autoridad soberana y su voz apaciguadora. El progresivo acercamiento a la realidad que es Jesús supone un continuo estar a la escucha de la Palabra en una actitud fuerte de superación.

Este diálogo de Pedro con Jesús exclusivo de Mt, parece presentar a Pedro como un prototipo de discípulo por su amor a Jesús y por la insuficiencia de su fe. No es aquí un líder que haya captado mejor que otros su relación con Jesús, sino que se hace portador de la situación en que se encuentra "todo" discípulo. La duda parece ser un integrante continuo y siempre presente en los que quieren vivir su fe día tras día.

Pedro es aquí la figura del que confunde el entusiasmo un tanto presuntuoso con la fe, y no se da cuenta que debe su salvación más a un gesto salvador de Jesús, como lo hace observar el mismo Maestro (v. 31). Si la fe conlleva una gran carga de duda, también contiene la promesa del apoyo de Jesús a todo el que cree. Dios no solamente rehabilita al hombre por la muerte de Jesús, sino que también lo salva, es decir, lo acompaña en su caminar diario (cf Rm 5.)

v 33:Aunque como expresión hay que situarla en una elaboración tardía, la confesión de Pedro encierra la confianza fundamental que el creyente y toda la Iglesia, pone en la persona de Jesús.

Esta es la revelación que diariamente hace Jesús y acepta el creyente. Sin ella es imposible construir el camino de la fe. Dios y hombre coinciden en la tarea.

EUCARISTÍA 1978/37


3. J/SEÑOR.PIDE ADHESIÓN INQUEBRANTABLE DE FE EN MEDIO DE LAS CRISIS. EL DISCÍPULO DEBE FIARSE TOTALMENTE DEL SEÑOR AUN EN MEDIO DE LAS CRISIS.

Jesús se revela a la comunidad de sus discípulos en medio de las dificultades y los confirma en la fe, liberándolos del temor y de la duda. El episodio paradigmático de Pedro, propio de Mt quiere destacar que el discípulo es invitado a fiarse totalmente del Señor, también en las situaciones que ponen en crisis la adhesión inquebrantable de fe.

Jesús viene de su experiencia de oración en el monte; ello pone de relieve la importancia de ese encuentro misterioso con los discípulos: Jesús se les acerca como Señor. Jesús es el Señor que controla el peligro ("amainó el viento") y es el salvador ("extendió la mano, lo agarró") eficaz de la comunidad en medio de las pruebas.

J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/16


4.

Jesús marchaba sobre las aguas como Señor del mar. Así nuestra historia se halla en estrecha relación con la anterior. En la multiplicación de los panes, Jesús se había dado a conocer como el Mesías a la muchedumbre. Caminando sobre el mar, al estilo de una teofanía o cristofanía, Jesús se revela a los discípulos que le reconocen como el Hijo de Dios. Se da incluso el paso importante que va, desde el Mesías, a la confesión del Hijo de Dios. Un notable progreso en la fe. Al lector del evangelio de Mateo no debe sorprenderle esta confesión de fe de los discípulos. Nuestro evangelista ha afirmado la filiación divina de Jesús explícita o implícitamente en otras ocasiones: la voz que se dejó oír desde el cielo con ocasión de su bautismo, la historia de las tentaciones, la confesión de los espíritus malos e, implícitamente, cuando se habla de la filiación divina de los discípulos (5,9. 16. 45.48), que deriva de la de Jesús (6,9).

Pudiéramos tener la impresión de que este milagro tiene como finalidad única la demostración de la divinidad de Cristo. En otra ocasión (ver el comentario a 8, 1-4) dijimos que los milagros evangélicos no tienen esa finalidad. También en nuestro caso, el milagro es predicación y anuncio del evangelio, porque es provocado por la necesidad en que se ven los discípulos. Como consecuencia de haberla remediado Jesús de forma tan milagrosa surge el reconocimiento de Jesús como el Hijo de Dios.

Dijimos que nuestra historia tiene aspecto de teofanía. En el Antiguo Testamento, aunque sea en textos poéticos, se describe la soberanía de Yahvéh recurriendo también al dominio que tiene sobre las olas del mar "...por el mar fue tu camino, por las grandes olas tu sendero" (/Sal/077/20), "...camina sobre las alturas del mar" (/Jb/09/08). La marcha de Jesús sobre las aguas le coloca al mismo nivel en que era puesto Yahveh en el Antiguo Testamento. Habla por sí misma de la divinidad de Cristo. Pero nuestra historia pone de relieve al mismo tiempo una peculiaridad singular: este Hijo de Dios recurre con frecuencia a la oración; en la que pasa largas horas: "subió al monte para orar. Entrada ya la noche..."

Exactamente es lo que recoge la fe cristiana al confesarlo verdadero Dios y verdadero hombre. Con necesidad de recurrir con frecuencia a la oración, como todo mortal, y dando el ejemplo de su necesidad para el hombre.

FE/PERFECTA-IMPERFECTA: La segunda gran lección de nuestra perícopa gira en torno a la figura de Pedro. Quiere poner a prueba la palabra de Jesús, que ya se les ha presentado en su categoría divina con la frase "Yo soy", "...si eres tú..." La fe de Pedro busca su apoyo más en el milagro que en la palabra de Jesús. Fe, por tanto, muy imperfecta, porque la verdadera fe se halla determinada por una abertura total a Dios y una confianza absoluta en su palabra, aun en las necesidades más extremas de la vida. La fe imperfecta ("hombres de poca fe") es precisamente aquella que se acepta como consecuencia de algo extraordinario y milagroso. Ante las fuerzas de las olas Pedro dudó. Una duda que equivale a falta de fe, falta de confianza en la palabra de Dios o de Jesús, como en el caso presente (no debió dudar de la palabra de Jesús). Pedro comienza a caminar hacia Jesús (v. 29) y, sin embargo, la violencia del viento y de las olas le hace dudar y comienza a hundirse (v. 30). Dos rasgos que parecen excluirse: caminar hacia Jesús y hundirse. La paradoja se resuelve diciendo que, desde que comenzó la duda, dejó de caminar hacia Jesús.

La actitud de Pedro es verdaderamente paradigmática. En ella se personifica y simboliza todo caminar hacia Jesús. Un caminar que no está exento de dudas (28, 17; Rom 14, 1.23) porque, junto a la certeza y seguridad absolutas que la palabra de Dios garantiza, está el riesgo de salir de uno mismo hacia lo que no vemos. Sólo una fe perfecta, como la de Abraham -salió de su tierra hacia lo desconocido, fiándose exclusivamente en la palabra de Dios-, supera el riesgo humano en la seguridad divina. El riesgo de la fe está precisamente en que a nuestros pies les falta la arena, como en las grandes resacas... y entonces nos vemos suspendidos en el vacío. Entonces el único grito apropiado es el lanzado por Pedro: "Señor, sálvame". Acudir a Jesús convencidos de lo que significa y realiza su nombre: "salvador" (1, 21).

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976


5. MAR/MAL.

a) La victoria de Dios sobre las aguas es un tema muy importante de la cosmogonía judía. El pensamiento bíblico ha heredado, en efecto, de las viejas tradiciones semíticas la idea de una creación del mundo en forma de un combate entre Dios y las aguas, hasta que el poder creador de Dios se impuso a las aguas y a los monstruos del mal que contenía (Sal 103/104, 5-9; 105/106, 9; 73/74,13-14; 88/89, 9-11; Hab 3, 8-15; Is 51, 9-10). Incluso la historia de la salvación aparece como una victoria de Yahvé sobre las aguas: tal es el significado de la victoria sobre el mar Rojo (Sal 105/106, 9) y de la victoria escatológica sobre el mar (Ap 20, 9-13).

Ahora bien: el poder de Cristo sobre las aguas impresionó evidentemente a los primeros cristianos, que vieron en el relato de la tempestad calmada (Mt/08/23-27) y en el caminar sobre las aguas (nuestro Evangelio) la manifestación de quien vuelve a reanudar la obra de la creación y la lleva a su plena realización triunfal. El Día de Yahvé debía ser un día de victoria sobre las aguas (Hab 3, 8-15; Is 51, 9-10); Yahvé está, pues, entre nosotros, para completar esa obra (cf. v. 33). El caminar sobre las aguas es, por tanto, una especie de epifanía del poder divino que reside en Cristo.

b) Pero la victoria de Cristo sobre las aguas se sitúa en un momento decisivo de la vida de Cristo. Su vida de rabbí itinerante, ídolo de las multitudes, no conduce a nada. Al confrontar los pobres resultados de ese ministerio con la voluntad salvífica de su Padre (cf. la oración del v. 23), Cristo cambia de política y se dedica a la formación intensiva de un grupo de apóstoles -y de Pedro en particular- separado de la multitud.

La formación de estos apóstoles persigue dos objetivos: enseñarles a utilizar los poderes mesiánicos de Cristo tal como se los transmitiría un día y enseñarles a tener confianza en El.

El episodio de la marcha sobre las aguas responde a este doble objetivo: Cristo convence a Pedro de que posee realmente los poderes que le permitirán vencer al mal (simbolizado por las aguas sobre las que Pedro camina) (vv. 28-29). Cristo enseña igualmente a Pedro que esa victoria no dimana de un poder mágico, sino que depende de la fe (vv. 30-31).

La victoria sobre las fuerzas del mal es ofrecida, pues, al cuerpo apostólico, con la condición de que a ese poder conferido sobre tales fuerzas correspondan una fe y una adhesión confiadas a la persona de Cristo.

Lo mismo que en la primera lectura, la victoria sobre las fuerzas del mal aparece, por tanto, como una posibilidad ofrecida al hombre en Jesucristo.

Afirmar que Cristo ha vencido al imperio del mal es, en realidad, reconocer a la obra de Cristo sus dimensiones cósmicas. Hasta El existía una solidaridad en el pecado que afectaba a toda la creación. En adelante queda abierta una brecha en el círculo de esa solidaridad. Con Cristo se rompe ese lazo cósmico en beneficio de otra solidaridad: la del amor.

Injertado en ese dinamismo de amor, el cristiano no es solo vencedor de sí mismo y de las zonas oscuras de su persona, su victoria tiene realmente una repercusión cósmica: ha vencido realmente al mundo, ha dominado realmente a los elementos lo mismo que Cristo y Pedro han dominado al mar.

La misión del cristiano en el mundo consiste, efectivamente, en destruir el influjo del imperio del mal en todos los terrenos en que se sigue manifestando y hasta en la muerte que parece ser hasta ahora su mejor sirvienta.

La Eucaristía alimenta al cristiano para el combate efectivo de cada día, puesto que le hace copartícipe de la victoria sobre Satanás y sobre la muerte.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 253