COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Ex 16, 2-4. 12-15

 

1.

-Texto: 

En esta lectura veterotestamentaria podemos distinguir dos partes:

a) Importancia de la peregrinación como etapa intermedia (vs. 2-3).

* La peregrinación de Israel por el desierto es un tiempo intermedio entre la liberación del poder esclavizador del Faraón, de Egipto y la entrada. Israel camina hacia su tierra de promisión (Ex. 15, 22-17, 16; Nm. 11-16; 20). El Señor no abandona a su pueblo en su lucha hacia la libertad, pero toda etapa es dura, difícil. Y por eso el pueblo se subleva protestando y murmurando (este es el marco de fondo de muchos de los relatos de esta época). El desierto es lucha, prueba, crisol para probar la madurez del pueblo.

* En su peregrinar se acercan al Sinaí (no conocemos el lugar exacto de este relato), y el autor nos recuerda una de tantas murmuraciones y protestas del pueblo contra sus dirigentes, contra Dios. La falta de alimentos provoca la revuelta en la que escuchamos aseveraciones blasfemas: La liberación de Egipto (=salida de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida) es considerada como salida hacia la muerte: "Nos has sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad". Israel añora los tiempos de pan abundante en Egipto (=seguridad con esclavitud) importándole muy poco su libertad (=miedo al riesgo). La libertad es esfuerzo, y el esfuerzo se rehuye.

b) Alimentación en el desierto (vs. 4, 12-15)

* A pesar de la postura de Israel, Dios no ceja en su afán de liberarlos, y por eso los alimenta en el desierto (el autor de este relato unifica el tema del maná y las codornices; según Nm. 11, 2 ss. las codornices sólo se dan después de que el pueblo se haya hastiado del maná). El don divino tiene una finalidad: "para que sepáis que yo soy el Señor vuestro Dios" (v. 12). El Señor está siempre lejano al pueblo y le ayuda: el maná y las codornices son don divino, respuesta de Dios a las reclamaciones de un pueblo hambriento. El maná viene del cielo como lluvia que hace germinar los campos (v. 4); pero Dios pone una prueba: recoger sólo lo necesario para cada día.

* La captura de codornices y la recogida del maná suelen relacionarlas los autores con dos fenómenos naturales que se dan en la Península del Sinaí. En primavera y otoño, grandes bandadas de codornices sobrevuelan aquel espacio y no es difícil capturarlas ya que su vuelo es corto a causa del cansancio. El maná hasta entonces desconocido a los israelitas (por eso preguntan: "man-hu"=¿qué es esto? de ahí su nombre maná) es una especie de gotas que segrega un arbusto (Tamaris Mannifera). Al caer en tierra se coagula bajo el efecto del frío nocturno. Su descubrimiento fue considerado por el pueblo, como un hecho milagroso (al menos según la tradición, que lo ha idealizado). El predicador hará bien en no entretenerse con estos detalles descuidando el significado profundo del texto.

-Reflexiones.
Libertad/Seguridad

* También el Israel de hoy peregrina hacia su liberación humana, religiosa. La conquista de esta libertad siempre ha sido dura, y el pueblo de hoy, como el de ayer, murmura y protesta ante cualquier dificultad. Cree que Dios lo ha abandonado, que no sabe guiarlo, y si lo guía es una conducción hacia la muerte. Como dice E. ·Fromm-E (cfr. "El miedo a la libertad"), el hombre de todos los tiempos siempre ha preferido la esclavitud con una relativa comodidad a la libertad con dureza y esfuerzo. La libertad es riesgo, y siempre resulta más cómodo anhelar lo pasado: las ollas de carne en Egipto. Por eso apelamos tanto al pasado, a lo que siempre fue, a la tradición (postura cómoda y egoísta), y nos lamentamos tanto de la nuevas ruta que se emprenden (sólo hacen política...). Anhelamos la esclavitud y rechazamos la libertad, fermento del cristianismo según San Pablo. Y con esta mentalidad nos vamos a ninguna parte.

* En el éxodo se considera este alimento como don divino y capaz de saciar (vs. 4.8. 12.16.29...), pero según Nm (vs. 11, 6; 21, 5) el pueblo lo encuentra poco sabroso y se queja contra Dios. El único maná o pan capaz de saciar al hombre es Jesús: su palabra y su carne (cfr. Dt. 8, 3; Jn 6).

* El maná es don que viene del cielo, y por eso sólo se recoge el necesario para cada día. La libertad, don divino, también nos ha proporcionado a la larga bienestar, abundancia de bienes materiales... ¿Nos conformamos con los necesarios para cada día?

(A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 41


 

2.

En esta perícopa podemos ver dos unidades diversas:

Versículos 2,3. 

-Ha comenzado la peregrinación del pueblo por el desierto; liberado del poder esclavizador del Faraón, Israel camina hacia la tierra de promisión (Ex. 15, 22-17, 16; Nm. 11-16; 20). El desierto es la etapa de la prueba, el crisol en el que el pueblo ha de probar su madurez. La carencia de agua y alimentos provoca la protesta de la comunidad contra Dios y su representante, Moisés; y en su murmuración oímos algo blasfemo: la liberación de Egipto -que es la salida de la esclavitud hacia la libertad, de la muerte a la vida- es considerada por el pueblo como una salida hacia la muerte. Israel añora los tiempos de abundancia en Egipto importándole muy poco su libertad. Prefiere la seguridad, la esclavitud, a la libertad porque se tiene miedo al riesgo. El camino de la libertad es difícil, como difícil fue la lucha de Dios y de sus representantes para que el pueblo comprendiera lo precioso que es este don. Y todo esto sucedió para que aprendiéramos nosotros (I Cor. 10, 6-11), los que caminamos por el desierto de nuestra vida a la conquista de la libertad.

Versículos 4, 12-15. 

-El maná y las codornices son don de Dios, respuesta divina a las reclamaciones del pueblo hambriento. El maná viene del cielo como la lluvia que hace germinar los campos (v. 4). También aquí hay una prueba: recoger sólo el necesario para cada día. No se trata de hechos milagrosos, sino de fenómenos naturales de esta región. En la península del Sinaí no es difícil apresar codornices que caen agotadas al suelo en su lucha contra el viento: el maná es una especie de goma resinosa que desprenden los tamariscos "manníferos". Su descubrimiento fue considerado por el pueblo como un hecho milagroso, al menos en la mentalidad de la tradición o de los escritores que lo han idealizado.

En el Éxodo se considera este alimento como algo providencial, como don del Señor y alimento que sacia (vv. 4. 8. 12. 16. 29...); pero en el libro de los Números (vv. 11, 6; 21, 5), el pueblo lo encuentra muy poco sabroso y se queja contra el Señor. El único maná o pan que saciará es Jesús: su palabra y su carne (Dt. 8, 3; Jn. 6).

DABAR 1976, 45


 

3.

Existe en la costa occidental de la península del Sinaí un arbusto llamado tamarisco. Produce una secreción dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo. Por el frío de la noche se solidifica y hay que recogerla de madrugada antes de que el sol la derrrita. ¿Fue este alimento natural el maná que describe la Biblia? La explicación podría ser ésta. Una cosa es cierta: los hebreos llevaban consigo rebaños y vivieron como nómadas durante la larga travesía del desierto. Que el maná fuera un alimento natural, aunque extraño y desconocido de los israelitas, deja en pie que éstos lo consideraron como "señal" de la protección y ayuda especial de Yavhé a su pueblo.

Jesús anunciará la institución de la eucaristía a los judíos, cuando éstos le recuerden el maná con que Dios había alimentado a sus padres en el desierto (Jn 6, 31). El pan "llovido del cielo", que "sacia" de verdad y "da vida", es el mismo Jesús, su persona, aceptada en la fe; es la "carne" de Jesús dada "por la vida del mundo" y "para la vida eterna". El significado del "maná", como el de la "nube", se expresará plenamente en el misterio de la carne y de la sangre de Jesús de Nazaret (Jn 6, 31-35; 45-48).

EUCARISTÍA 1988, 37


 

4.

El pueblo que salió de la esclavitud de Egipto empieza ahora a cansarse de la libertad, ahora que tropieza con las primeras dificultades. Este pueblo tiene hambre y el hambre es mala consejera. En medio de él se levanta la sospecha, la crítica y la murmuración contra los caudillos: "Nos habéis sacado a este desierto para matarnos de hambre...". Y son tantas las calamidades presentes, que hacen buenos los tiempos pasados en Egipto. Los murmuradores idealizan la situación anterior: aunque la carne formara parte de la dieta de los egipcios, no hay que pensar que abundara en la dieta de sus esclavos. La murmuración de este pueblo hambriento alcanza también al mismo Dios y no sólo a sus representantes.

Por eso es Dios el que responde a las quejas de Israel; el mismo que lo sacó de Egipto es ahora el que sacará de apuros en el desierto. El "pan del cielo" o "maná" (v. 31) es un alimento conocido desde antiguo y hasta nuestros días en las regiones interiores de la península arábiga, donde las tribus nómadas lo siguen llamando "mann". Se trata de una especie de gotitas, como el rocío, que se forman en las hojas del tamarisco ("tamarix mannifera") producidas por la secreción de unas cochinillas, y caen después y se endurecen a causa del frío de la noche. Pero los israelitas, que no conocían el maná, se llenaron de asombro al encontrarlo, y vieron en él un alimento providencial. Se preguntaron: "¿Qué es esto?" (en hebreo arcaico: manhu), y lo llamaron, en consecuencia, "maná". Esto, según la etimología popular que recoge la Biblia.

También puede explicarse naturalmente el fenómeno de las codornices. En efecto, sabemos que en las costas mediterráneas de la península del Sinaí todos los años, en primavera y en otoño, aparecen bandadas de codornices, las cuales llegan a veces tan cansadas que pueden cogerse fácilmente con la mano. El carácter milagroso de ambos fenómenos, de suyo naturales, depende sobre todo de las circunstancias en que se hallaban los israelitas. No cabe duda que para ellos se trató de un alimento providencial.

EUCARISTÍA 1982, 36


 

5.

Con la liberación de Egipto, el pueblo de Israel entra en una etapa que se caracteriza por la inseguridad del alimento cotidiano. Era normal que surgiera el recuerdo de la situación precedente que, si no daba libertad, garantizaba el alimento y la tranquilidad. Pero el Dios de Israel no es un Dios que condene, sino el Dios que salva. En el maná, el pueblo experimenta la presencia salvífica, aunque la fe queda sometida a prueba. Al no poder acumular, permanece la inseguridad.

El tema del libro del Éxodo es la liberación de Egipto y la manifestación de Dios en el Sinaí por medio de la alianza. Al lado de este tema hay unas narraciones sobre la peregrinación de Israel por el desierto. La finalidad de estos relatos es afirmar que en el desierto Yahvé ha hecho de Israel su pueblo. Con algunas incongruencias, el esquema de estas narraciones es: murmuración contra Moisés por alguna situación desagradable; diálogo entre Moisés y Dios; milagro o solución de la dificultad.

El tema de la murmuración en el desierto tiene gran variedad de formas. Es la actitud del que se encuentra en una situación nueva en la que está en juego su vida. Es la situación del que se fuga de un campo de concentración o de tantos otros peligros. Se siente libre, pero poco a poco le llega la inseguridad, el hambre, el no dejarse ver ni reconocer. ¿Qué libertad es la que ha adquirido? Surge el miedo de haber tenido el valor de escapar, de haber mirado hacia adelante, de haberse comprometido, y desea volver atrás.

Los israelitas no ven claro si Dios quiere liberarlos o quiere destruirlos en el desierto. El dios de Egipto, por medio del Nilo, les aseguraba la vida. Yahvé los ha conducido a un desierto en el que no hay seguridad ni fertilidad. El maná garantiza un mínimo vital, pero cada día hay que sufrir y superar la prueba.

Es una actitud difícil para el hombre de hoy, pero que han de soportar tantos hombres. Se quiere prever y programar.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 16


 

6.

Este relato del "milagro" del maná ha sido redactado muy tardíamente; se atribuye a la tradición sacerdotal posexílica. Su género literario es el de una homilía midráshica que amplía algunos datos tradicionales. En estas condiciones no se puede decir que posea un carácter estrictamente histórico. Por ejemplo, se podría admitir que el maná es el resultado de la transpiración de un arbusto, que un día se produjo tan abundantemente que se habría atribuido tal fenómeno a una intervención divina.

Probablemente las tradiciones antiguas hablaban del maná como de un fenómeno que ocurrió una sola vez; la ampliación del hecho y de su sentido religioso será obra de tradiciones posteriores.

a) El fondo religioso del relato consiste en que el pueblo ha adquirido certeza de una intervención especial de Dios. Los hebreos pasan por un momento de crisis bastante aguda de desánimo y ponen en tela de juicio la posibilidad misma de poder ser liberados (vv. 2-3), cuando se produce un fenómeno natural excepcional (v. 4). Los hebreos ven en esta coincidencia entre su desaliento y la aparición de este fenómeno una señal de la presencia divina destinada a animarlos.

Reducida a este dato esencial, la tradición yahvista sobre el maná resalta la intervención de Dios (v. 4). La tradición sacerdotal añadirá algunos puntos de vista propios al colocar a Aarón al lado de Moisés (vv. 2 y 6), al recordar la legislación referente al sábado (v. 5), al insistir en la función mediadora del sacerdote ("nosotros, ¿qué somos nosotros?", vv. 7 y 8) y al subrayar que el manjar celeste es la base esencial del sustento del pueblo elegido (v. 4).

b) Dentro de los distintos matices propios de cada tradición se desprende, sin embargo, una idea común: la experiencia del desierto es, sobre todo, la experiencia de la providencia divina que guía a su pueblo fielmente, cada día y según las necesidades de cada uno, sin permitir que el hombre por sí mismo haga cálculos sobre su mañana y considerando como una injuria que el hombre busque sus medios de subsistencia. El maná es, por tanto, una prueba: enseña al hebreo a ser "pobre".

El aspecto prodigioso de las intervenciones de Dios en el desierto del Sinaí no convierte ya, probablemente, a nadie. Es casi impensable ya la intervención inmediata de Dios en el curso de los acontecimientos humanos.

Se dirá que Dios no obra ya más que a través de las causas segundas (en este caso: la transpiración posible de un arbusto del desierto). Pero al fijarse en ellas sigue siendo necesaria la fe para descubrir allí la presencia e intención divinas. Estas no son evidentes en su conjunto y el ateísmo que no concede significación alguna religiosa a las causas segundas obliga a los cristianos a preguntarse por la naturaleza de aquello que constituye la hermenéutica de las mismas, la fe: ¿qué es la fe? Los cristianos coinciden con el ateísmo en no buscar ya más a Dios en el aspecto prodigioso de sus intervenciones milagrosas, sino en descubrirlo en lo más íntimo de la promoción humana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 183)


 

7./Ex/16/01-18:/Ex/16/35:

Un nuevo capítulo en la larga historia de la prueba humana del don de la libertad, una nueva piedra de toque, que se convierte en piedra de tropiezo, y una nueva intervención de Dios en favor de su pueblo. Pero en esta ocasión la tradición antiquísima del hecho ha sido recogida por la reflexión teológica de un pueblo que busca a Dios y su revelación en cada momento de su historia, y también en el momento que ahora vive. De este modo, la intervención de Dios pasa de ser remedio del hambre del cuerpo a ser alimento del espíritu, hasta llegar a convertirse en presencia real de Dios en la marcha de la comunidad y en la obra de la construcción de la personalidad de cada hombre. Maná -«pan alimento» corporal caído del cielo-, palabra de Dios -"pan del espíritu" que ilumina y orienta-, eucaristía -«pan de la presencia de Cristo» que salva-. A través de este itinerario, la revelación de Dios va conduciendo al hombre como en una larga peregrinación por el desierto de su vida hacia la comunión plena con él. Es la pedagogía de la libertad, que arranca del reconocimiento de la propia realidad, la limitación humana, para poder conducir al hombre hasta el infinito y la eternidad de Dios.

En el texto bíblico encontramos dos temas bien diferenciados, pero que se complementan mutuamente. En el primer tema -la murmuración del pueblo (vv 2-3.6-7.9-12) hay que destacar la reacción negativa del pueblo ante las dificultades que comporta el camino de la libertad (3). El pueblo se cansa pronto de la lucha, y a la hora de optar entre la comodidad y la libertad, cede al encanto de la comodidad. Hay también otro aspecto muy importante en la manera de hacer del pueblo: la murmuración contra los jefes (2): el pueblo, en masa, renuncia fácilmente a las responsabilidades colectivas. Los que habían hecho la opción por la libertad y habían salido de Egipto eran todos. En teoría, todos estaban decididos a todo. Pero ahora, cuando se encuentran con la dura realidad, renuncian a los principios democráticos y hacen recaer la responsabilidad de las dificultades únicamente sobre los jefes. Por eso Moisés tiene que puntualizar: no murmuráis contra nosotros sino contra Yahvé ( 7 ). El es el que lleva la iniciativa de la liberación. Los jefes no son más que servidores suyos y del pueblo.

En el segundo tema se nos presenta el contorno providencial del hallazgo de un nuevo alimento. Aquellos hombres se veían obligados a vivir sobre todo de los productos del ganado que habían tomado consigo en el momento del éxodo (cf. 23). El descubrimiento de nuevos alimentos en aquellas trágicas circunstancias es recibido como un verdadero milagro de la providencia de Dios. Y ciertamente es Dios el que lleva al hombre a descubrir -"dominar"- las riquezas que él mismo ha puesto como posibilidades de la creación. En lo que se refiere al tema concreto del maná, la reflexión teológica de Israel lo va desarrollando en el sentido de relacionar estrechamente, hasta identificarlos, los conceptos de "pan del cielo" y de "palabra de Dios". Jesús tomará de nuevo esta expresión y la llevará a la plenitud total: el pan-palabra bajado del cielo, que sacia realmente el hambre del hombre y le da «vida», es él mismo, comido en la eucaristía, memorial de su sacrificio salvador.

J.M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 131 s.