COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 13. 44-52

 

1. PARA/TESORO: D/TESORO DEL HOMBRE

-El reinado de Dios: Jesús comenzó su vida pública en Galilea anunciando el reinado de Dios, proclamando su venida, y ése es, sin duda, el contenido de su evangelio. Pero ¿en qué consiste ese reinado y a qué podemos compararlo? Jesús, para enseñar a las gentes el misterio del reinado de Dios, hacía constantemente uso de hermosas parábolas, que tomaba de la vida cotidiana: el reinado de Dios -les decía- se parece a un labrador que halla un tesoro en el campo y luego va y lo esconde de nuevo...; se parece también a un mercader que encuentra una perla fina en el mercado y, después de vender todo lo que tiene..., etc, o a unos pescadores que echan la red barredera y cogen pescados grandes y pequeños y luego, sentándose en la orilla..., etc. Jesús, el Maestro, se acercaba a cada cual hablando su lenguaje: al labrador le recordaba sus labores, al mercader sus negocios, a los pescadores sus faenas, y cuando se dirigía a las amas de casa les hablaba de cómo se hace un remiendo, o de cómo se barre una habitación para encontrar una moneda extraviada... Sin embargo, el mensaje era el mismo para todos. Con su evangelio, con su buena noticia, descendía al terreno que les era en cada caso más conocido, pero les llamaba a todos indistintamente a lo más deseado y a lo que, en el fondo, a todos interesaba en absoluto.

Si nos fijamos en las parábolas de Jesús, observaremos también que en ellas el reinado de Dios se compara siempre a un suceso, y nunca a una cosa. No es propiamente como un tesoro, ni como una perla, ni como una red barredera..., sino que en él sucede algo semejante a lo que le pasa al labrador con el tesoro, al mercader con la perla y a los pescadores con la red que echan al mar. De modo que no sabríamos nada del reinado de Dios, si no supiéramos lo que sucede con todas estas cosas, porque el punto de comparación está en el suceso. Por eso, en las parábolas predomina el relato sobre la descripción. Y de ahí podemos sacar ya la primera enseñanza: lo primero que nos quiere decir Jesús en todas las parábolas, independientemente del argumento, es que nadie puede entrar en el reinado que anuncia como si tomara en propiedad una cosa, adquiriera un estado o una posición, sino más bien como alguien que se enrola decididamente en una dinámica y comienza a vivir una vida nueva. Entrar en el reinado de Dios es tomar parte en la historia de salvación. Los discípulos de Jesús, los que creen en el evangelio peregrinan entre el consuelo y la esperanza, viven entre el "ya" y el "todavía no". 

* Se parece a un tesoro...: La nueva vida comienza por la gracia de Dios. El tesoro escondido no lo produce el campo con el esfuerzo del labrador y la perla fina vale más que todo lo que está dispuesto a dar el que la encuentra. Precisamente por eso se trata de una vida nueva, insospechada, más allá de todos nuestros méritos y trabajos, que no podemos producir, que sólo podemos encontrar y recibir. Y por eso es también lo más gratificante, porque es verdaderamente gratuito. De ahí la gran alegría del que la encuentra. Lo inapreciable, lo que no tiene precio, lo que no se puede comprar ni producir, es lo que realmente vale y todo es nada en su comparación.

* Dios es el tesoro del hombre: Desde el punto de vista del hombre que busca, el tesoro viene a ser como una utopía: no sabe dónde está, ni tan siquiera si lo hay en alguna parte. Sólo conoce que lo necesita, sólo siente la inquietud de su corazón: "Donde está tu tesoro allí está tu corazón". Pero ¿dónde tiene el corazón? Por eso busca incesantemente, por eso anda desorientado y errático, por eso busca el sentido de su vida. Pero en estas circunstancias el hombre puede agarrarse al dinero, al poder, a la fama, a la droga, etc. Pero el verdadero tesoro del hombre no es cualquier cosa, sino el mismo Dios. Escondido en nuestro mundo, cubierto por la carne crucificada de Jesús de Nazaret, perdido entre los pobres, identificado con ellos, está el tesoro del hombre. Es ahí donde Dios se ofrece a los que le buscan. Dios mismo se ha hecho el encontradizo en el hombre y para el hombre, aquí en medio de nosotros, Jc es el "lugar de Dios" y el hombre -el otro, el pobre, el hermano- es el "lugar" de encuentro con JC. El tesoro del hombre, lo que da sentido a su vida, ya no es para los creyentes lo que no existe en ninguna parte, ya no es una utopía.

* Llenos de inmensa alegría: El que encuentra a Dios en JC y en aquellos con los que se ha identificado JC, se siente libre de todo a lo que estaba sometido y experimenta una gran alegría. Se siente agraciado por el Amor y libre para el amor. Libre para dar la vida, libre para dar todo lo que es menos que la vida. Y en ese encuentro todo tiene ya sentido, porque ahora sabe dónde tiene el corazón.

EUCARISTÍA 1981/36


2. /Jr/20/07: FE/A: LA FE ES UN ENAMORAMIENTO.UNA SEDUCCIÓN.

-Un tesoro escondido en un campo.-¡Aquellos hombres lo hacen tan espontáneamente esto de venderlo todo! No como un sacrificio costoso, sino con una decisión alegre, porque ante el descubrimiento que acaban de hacer nada tiene valor. No se trata pues, de una gimnasia ascética de renuncias y sacrificios para poderse ganar el Reino. Se trata de ser ganados por el Reino, de quedar enamorados del Reino. La fe es un enamoramiento de Dios, una seducción: "me has seducido, Señor y me he dejado seducir" (Jr 20. 7). ¿Por qué el tesoro del Reino no tiene en nosotros esta fuerza de atracción?, ¿por qué no actúa como el norte de una aguja imantada? ¿Por qué nuestro discurso es aburrido y en absoluto interesante, y Dios aparece como una mercadería sin comprador? Mirad, en cambio, el eco de los teólogos de la liberación. ¡Y anuncian al mismo Dios y predican el mismo Reino!

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/15


3. /Mt/13/52

El texto termina con una referencia a los letrados que se han convertido al Evangelio, y que constituían un sector al que se debió prestar especial atención en la Iglesia primitiva, puesto que aportaban un caudal de conocimientos y de reflexión sobre la Escritura que sin duda resultaría estimulante para aquella primera comunidad.

Esos letrados eran capaces de "sacar del arca", junto con "lo nuevo" de Jesús, "lo antiguo" del A.T. que resultase valioso y útil para el camino de la comunidad. De ahí se puede deducir también una enseñanza general: de toda realidad, sea del tipo que sea, se pueden sacar cosas valiosas. Se trata simplemente de saber discernir según los criterios del Reino.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1990/15

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Jesús nos habla en la conclusión de un letrado o maestro de la ley que se hace discípulo del Reino de Dios. Alguien que sabe juntar lo bueno y valioso de lo antiguo con lo bueno y valioso de lo nuevo. Es toda una sabiduría. Y pone Jesús como una nueva parábola. Es como el padre de familia o amo de casa que sabe sacar oportunamente de su arcón la cosas nuevas y viejas.

No cabe duda que es toda una sabiduría saber conservar de lo antiguo todo aquello que merece ser conservado y, al mismo tiempo, estar abiertos a recibir toda novedad buena. Es una actitud que Jesús quiere para sus discípulos.

En una sociedad como la actual en que abundan tanto los iconoclastas del pasado, también entre los cristianos, viene bien esta sentencia del Señor.

Hay que ser conservadores de todo cuanto merezca la pena ser conservado y esto tanto en la cultura como en la fe y en la naturaleza. Sin avergonzarnos nunca de ello y sabiendo que únicamente desde ahí es como se sabe apreciar y saborear lo nuevo. Quien no tiene los pies bien firmes en el suelo de la tradición y de la historia humana siempre estará en el aire y pronto al traspiés. Sólo con los pies bien firmes en el presente se puede otear con serenidad el futuro.

Esto no es apuntarse a la rutina, a la pasividad y a lo arcaico, cosas totalmente incompatibles con la novedad y radicalidad del Evangelio de Jesús.

MARCOS M. DE VADILLO
DABAR 1990/39

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Un buen letrado es Jesús que saca de la historia de su pueblo algo tan antiguo como la salvación y el Reino de Dios, que le da un sentido tan radicalmente nuevo y distinto que no es reconocido por sus contemporáneos: la apertura del Reino a todos los hombres, cualquiera que sea su origen, raza o cumplimiento, porque el Dios de Abrahán no es sólo de Abrahán sino de todos los hombres y a todos extiende su promesa de elección y salvación.

J. ALEGRE ARAGÜES
DABAR 1987/39


3-4.

Contexto. Continuamos dentro de la sección reflexiva iniciada hace dos domingos. El evangelio de hoy tiene como interlocutores de Jesús a los discípulos, no a la gente. (Es totalmente erróneo el encabezamiento del texto litúrgico. Procúrese corregirlo, leyendo "discípulos" en vez de "gente".) Recordamos que para Mateo discípulos son los que escuchan el programa del monte y lo ponen en práctica.

Texto. Tres parábolas (vs. 44-50). Interpelación a los discípulos (v. 51a). Respuesta de éstos (v. 51b). Jesús formula en forma de parábola corta la consecuencia que se deriva de esa respuesta (v. 52). De las tres parábolas, las dos primeras tienen un mismo trasfondo: una persona que encuentra una cosa valiosa y vende cuanto tiene para hacerse con ella. La tercera parábola (vs. 47-50) tiene el mismo trasfondo que la parábola de la cizaña y su aplicación escatológica (cfr. versículos 24-30, 40-42): de la misma manera que los humanos separamos los productos buenos y malos, habrá también una separación de justos y malos.

Pre-texto. Las tres parábolas recogen modos de proceder y escenas de la época de Jesús. En el caso del tesoro encontrado, el modo de proceder (esconderlo) está condicionado por la legislación hebrea de entonces; en efecto, de haberlo declarado inmediatamente, hubiera ido a parar al propietario del terreno.

Los vs. 49-50 recogen imágenes apocalípticas populares; su lenguaje es puramente imaginativo. Letrado o escriba: teólogo-jurista, transmisor oficial en Israel de las leyes y tradiciones.

Sentido del texto. 1. El evangelio de hoy sólo tendrá sentido para los discípulos, es decir, para aquéllos que habiendo escuchado el sermón de la montaña lo ponen en práctica. Dicho con otras palabras: sólo tendrá sentido para quienes hayan tomado opción con el Reino de los cielos.

2. Parábolas del tesoro y de la perla (vs. 44-46). Quieren reflejar la "actitud ejemplar" a tomar ante el Reino. Haber descubierto el Reino es haber descubierto el valor supremo dentro de una escala de valores.

3. Parábola de la red (vs. 47-50). Nuevo aviso a los discípulos en la línea del domingo anterior. El discípulo no es quién para determinar quiénes son buenos y malos. Esto es competencia de Dios y sólo El puede hacerlo patente y lo hará.

4. Versículo 51-52. La superación del intelectual judío por la nueva imagen del discípulo de Jesús: hombre abierto, que vive una vida encarnada en la realidad de hoy sin romper la continuidad con la realidad de ayer.

DABAR 1978/43


5.

Texto. No es ni mucho menos seguro que las tres parábolas de hoy vayan dirigidas a la gente, como la traducción litúrgica ha supuesto. Mateo las presente más bien dentro del aparte de Jesús con los discípulos, aparte que comenzaba el domingo pasado con la aclaración de la parábola de la buena semilla y de la cizaña. La pregunta final parece también confirmar esta distribución del texto. ¿Habéis entendido todo esto? es pregunta característica del maestro a sus discípulos. Desde hace dos domingos sabemos que Mateo presenta a los discípulos como las personas que entienden a Jesús. Es cierto que las dos primeras son parábolas puras, sin aclaración o explicación posteriores. Este dato abogaría por la gente como destinatario del texto. Pero no es menos cierto que la tercera parábola lleva incorporada una explicación, dato que aboga por los discípulos como destinatario.

Como el domingo pasado, también hoy las tres parábolas se refieren al Reino de los cielos. Recuérdese lo dicho entonces sobre esta expresión y sobre la fórmula introductoria. Las dos primeras forman un par. Ambas presentan el mismo punto de vista: hacerse con lo que tiene valor.

La tercera parábola abarca propiamente los vs. 47-48. En ella se habla de pesca y de selección de lo pescado. Se trata de dos momentos o tiempos sucesivos. Los vs. 49-50 son la aclaración o explicación de la parábola. Obsérvese que esta aclaración se fija solamente en el segundo de los tiempos de la parábola, el correspondiente a la selección de lo pescado, y que está formulada en el mismo lenguaje figurado de la aclaración de la parábola de la buena semilla y de la cizaña.

Como ya sucedía con esta aclaración, el punto que se resalta es el siguiente: la selección de las personas no es competencia del discípulo, sino de Dios. La parábola no tiene, pues, sentido conminatorio, sino disuasivo; no busca amenazar con un castigo, sino mover al discípulo a mudar de opinión.

La enseñanza de Jesús a los discípulos finaliza con una observación sobre la tarea y función del discípulo en cuanto persona experta en la interpretación de la Biblia. El término letrado designa, en efecto, a tales personas. Letrado no es el que entiende del Reino de los cielos, sino el experto en interpretación bíblica. El comienzo del v. 52 podría traducirse de la siguiente manera: Todo letrado que sea discípulo del Reino de los cielos se parece a un padre de familia... La tarea viene descrita con la imagen familiar antigua del arcón del que se sacan cosas nuevas y cosas antiguas. Muy probablemente se esconde en ella una crítica a los sabios y entendidos judíos de los que habla Mateo en 11, 25. Tratándose de ambientes judíos se adivina fácilmente que lo antiguo es la tradición. Pero ¿y lo nuevo? Difícilmente puede tratarse de la actualización de esa tradición, por cuanto los letrados judíos eran expertos en ella. Lo nuevo tiene que ir en la línea de la captación de las perspectivas abiertas por Jesús con su persona y su actuación.

Comentario. Una escala de valores, la que sea, la tenemos todos. Desde ella nos entendemos a nosotros mismos y desde ella actuamos. Las dos primeras parábolas de hoy dicen al discípulo cuál debe ser su escala en la condición y calidad de discípulo.

Por consiguiente, todo lo que no sea entenderse y actuar desde ella equivaldrá a ser todo lo buena persona que se quiera, pero no discípulo de Jesús.

Vosotros, antes de nada, buscad el Reino de Dios (Mt. 6, 33). He aquí formulado el valor primordial para todo el que quiera apuntarse a discípulo de Jesús.

A estas alturas del Evangelio de Mateo no creo que haya nadie que entienda este valor como un escape hacia arriba o una huida hacia afuera. El Reino de Dios no es centrifugo, sino centrípeto. El centro de este Reino es la tierra y la historia humana, pero vistas y entendidas en colaboración y compañía de Dios. Ya sé que la palabra Dios puede ser percibida y vivenciada de muchas maneras, no siempre ni todas justas. Las mediaciones humanas de Dios han hecho demasiadas veces mucho mal a Dios. En este punto conviene ser claros: no hay más mediación válida de Dios que la ofrecida por Jesús, tal y como está consignada en los cuatro Evangelios. Tarea del discípulo y del intérprete bíblico será dar con esa mediación y, sobre todo, vivir desde ella. Hoy ya no valen palabras ni construcciones mentales si no van avaladas por su correlativo práctico. Repito lo del comienzo: escalas de valores las tenemos todos. Lo que al discípulo de Jesús se le pide es que su escala arranque del Reino de Dios.

Así orientado el discípulo, la tercera parábola le recuerda que no es competencia suya distribuir patentes de Reino de Dios. La función de esta parábola no es el amenazar con el infierno, sino el mover al discípulo a mudar de opinión y de juicio sobre las personas. Dejemos a Dios que sea El quien determine la calidad de cada uno y no nos arroguemos nosotros esa facultad. El hacerlo así sería un caso claro de apropiación indebida.

A. BENITO
DABAR 1990/39


6.

Sentido del texto. El proverbio-dicho con que terminaba el texto del domingo pasado ("el que tenga oídos, que oiga") servía para avisar al nuevo Pueblo de Dios de que también él puede convertirse en viejo. No hay Pueblo de Dios por descontado. En este ambiente de aviso crítico se mueve el texto de hoy. La función crítica que tenían las parábolas en cuanto dirigidas al viejo Pueblo se sigue manteniendo en cuanto dirigidas al nuevo.

"¿Entendéis bien todo esto?" ¿Qué es lo que el nuevo Pueblo tiene que entender? Primeras dos parábolas (vs. 44-46). Tiene que entender que la utopía (ese Reino de los cielos cuyas líneas maestras han quedado perfiladas en los caps. 5-7) es un tesoro cuyo descubrimiento relativiza todos los otros valores de la vida. Los relativiza en el sentido de que los resitúa en un marco de perspectiva que da a la vida lozanía, libertad y alegría. Tercera parábola (vs. 47-50). El nuevo Pueblo de Dios tiene también que entender que en él puede repetirse el mismo fenómeno que ya se ha puesto de manifiesto en la parábola de la cizaña y en su explicación (cfr. domingo pasado). Tiene que entender que también él puede convertirse en un pueblo religioso que obstaculice la utopia del Reino.

Una vez más hay que insistir que la división en buenos y malos no es de naturaleza ética, sino religiosa. Dicho más claro: los peces malos pueden ser personas éticamente buenísimas, tan buenas como eran los fariseos, perfectos e intachables cumplidores de los dictámenes y sugerencias de la ley de conciencia. El nuevo Pueblo tiene que entender que personas buenas, pero de talante religioso fundamentalista, son cizaña y malos peces. Recordemos lo del domingo pasado: religión y religioso no son conceptos ni experiencias unívocas. Un día aparecerá claro esto (vs. 49-50).

"¿Entendéis bien todo esto?" La consecuencia la saca Jesús: aprended, pues, de la historia y renovaos continuamente; que no os suceda como al viejo Pueblo religioso.

DABAR 1981/39


7.

Dice Jesús que el letrado que entiende del reinado de Dios se parece al padre de familia que saca de su arcón "cosas nuevas y antiguas". En un tiempo como el nuestro en que tantas veces nos aferramos a lo antiguo por antiguo o buscamos lo nuevo por nuevo, es buena la lección de Jesús que señala el camino de lo profundo o fundamental, en el cual debemos y podemos coincidir todos.

Sin tirar por la borda fácilmente lo bueno de siempre y abiertos y creativos para todo lo nuevo que merezca la pena. Es el camino para construir el reino de Dios.

DABAR 1981/39


8.

Mira, había una vez un comerciante, que era un hombre muy práctico, no daba un paso si no tenía asegurada la ganancia, no cedía ni un centavo de lo suyo, y más bien trataba de engañar al prójimo; un hombre deshonesto que sólo miraba al dinero.

Un día encontró, probablemente en el mercado de las pulgas, una perla preciosa; se dio cuenta inmediatamente que valía mucho. E hizo lo que tú no has sido capaz de hacer: corrió a casa, vendió todo, y rápido como un rayo volvió a comprar aquella perla, antes de que otro se la llevara. Este hombre no era ni devoto, no fervoroso, ni honesto, pero te llevó la delantera, te venció.

El tesoro en el campo.

Después Jesús podría contarle también la otra parábola, la de Mt. 13, 44-46: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo". Sabemos que los antiguos usaban a menudo este sistema: cuando había invasiones, había peligro, hacían un hueco en la tierra y allí escondían lo que tenían de precioso. Pero a veces sucedía que la persona moría sin poder revelar el escondite. Hace pocos años, en Qumran, se encontró un tesoro de esos: tres jarras llenas de monedas, enterradas una cerca de la otra; se ve que nadie supo dónde estaban.

Un hombre, pues, escarba y encuentra un tesoro. Ese también es un hombre poco honesto, un especulador; por tanto, cubre todo y lo deja como si nadie hubiera tocado nada y luego "muy contento" -dice el Evangelio- corre a casa y vende todo".

Probablemente la esposa y los hijos le dicen: ¿qué haces? ¿Te has vuelto loco? No escucha a nadie, no tiene miedo, vende todo y va a comprar el campo. Seguramente la gente se burla de él: ¡por qué habrá comprado ese campo, no vale nada, es árido, no tiene agua, se ha dejado engañar!... Pero él sigue adelante, desafía el ridículo, porque sabe que allí está el tesoro.

Entonces Jesús probablemente le dirá a este joven rico: mira, tú no te puedes mover si alguien no te hace comprender que tu tesoro está en otra parte, que el bien que deseas es una Persona buena, que busca una relación de verdad contigo. De las palabras que te he dicho, te quedaste solamente con las primeras y dijiste: no, es imposible, es una locura, qué dirán mis familiares, la gente... no puedo. En cambio, hubieras debido fijarte en la última palabra: sígueme.

Es decir, era una invitación personal la que te dirigía el Bueno, una invitación a una relación de amistad "nueva", en la que te encontrarías a ti mismo en verdad, esa amistad que ninguno de tus familiares y amigos que están contigo por el dinero, te pueden dar. Tú no lo has comprendido. Así no podías. Por eso te dejé en tu tristeza, hasta cuando no madurara en ti la necesidad de mí.

Aquí creo que podemos comenzar nuestra oración: Señor, ¿por qué no te sé reconocer, por qué no me lanzo? Porque tú consideras estas cosas como deberes, como cosas que hay que hacer, como bienes que hay que hacer producir. Porque no piensas que soy Yo quien te ofrezco mi amistad; la relación conmigo es la que está en juego. Yo soy el origen de tu fuerza, de tu capacidad de lanzamiento. Mientras la busques en ti o a tu alrededor, no LA encontrarás nunca.

Si yo le hubiera ordenado a ese mercader que comprara con todo su dinero una perla que no le parecía de mucho valor, jamás la habría comprado: la obediencia no serviría para nada. Si le hubiera dicho a aquel hombre: compra ese campo, sin que él hubiera estado seguro que había allí un tesoro, ¿lo habría comprado?.

Entonces, mira la fuente de donde recibe luz la verdad de tu vida: no es el dar a los pobres o el hacer esto o aquello, sino, en el fondo de todo, está la relación de verdad y de amistad conmigo. Solamente aquí puedes verificar esa verdad de ti mismo que hasta ahora te pesa.

Oremos así y comprenderemos que no se trata de hacer grandes cosas, sino de encontrar al Señor; si él empieza a hablarnos, a ponernos en el corazón alguna cosa, entonces todo cambia, todo es distinto: entonces se trastornan las relaciones, ya que no me importará nada lo que diga la gente, porque he fijado mi mirada en el tesoro que es él, Jesús.

Quiero contarles un hecho que me impresionó mucho, una historieta antigua que leí durante unos ejercicios en lengua copta, que se habla en el Antiguo Egipto, que se estudia en el Bíblico para profundizar mejor el conocimiento del Nuevo Testamento. En esa lengua se han conservado bellísimas sentencias de los primeros Padres del desierto, que sabían narrar con pocas palabras situaciones humanas muy profundas.

PERSEVERANCIA/SECRETO: En este episodio se dice que un tal fue donde uno de estos grandes Padres del desierto y le dijo: Padre mío, tú que tienes tanta experiencia, explícame ¿por qué vienen al desierto tantos jóvenes monjes y después muchos se devuelven; por qué perseveran tan pocos? Entonces el anciano monje dijo: "Mira, sucede como cuando un perro corre detrás de las liebres, ladrando. Muchos otros perros, oyéndolo ladrar y viéndolo correr, lo siguen. Pero solamente uno ve la liebre; pronto sucede que los que corren sólo porque el primero corre, se cansan y se detienen. Solamente el que tiene ante sus ojos la liebre, sigue adelante hasta alcanzarla". Así, dice el anciano monje, solamente quien ha puesto los ojos verdaderamente en el Señor crucificado, sabe en realidad a quién sigue y sabe que vale la pena seguirlo.

Este es otro modo de contestar al joven rico: si tú fijas los ojos en el punto exacto, es decir, si te dejas mirar por el Señor, no sólo como Maestro, que te enseña a comportarte mejor, sino como amigo que te invita a seguirlo, si comprendes qué ofrecimiento es el que te está haciendo y la nueva relación que te propone cualquier elección paradójica de vida; entonces llegarás a ser lo que Jesús, en su bondad, te llama a ser: una persona que es Hijo del Padre y que por tanto entra en la libertad del Hijo.

Por eso, pidamos también nosotros esta gracia, pidamos poder comprender este Evangelio que es buena noticia y no debe entristecernos, sino llenarnos de alegría, como el mercader que encontró la perla.

CARLO M. MARTINI
EL EVANGELIO ECLESIAL DE S.MATEO
EDIC. PAULINAS/BOGOTA 1986.Pág. 74 s.


9.

¿Qué quería decir Jesús con las dos parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa? Más o menos esto. Ha sonado la hora decisiva de la historia. ¡Ha aparecido en la tierra el Reino de Dios! Concretamente, se trata de él, de su venida a la tierra. El tesoro escondido, la perla preciosa, no es otra cosa sino Jesús. Es como si Jesús con esas parábolas quisiera decir: la salvación ha llegado a vosotros gratuitamente, por iniciativa de Dios, tomad la decisión, aferradla, no la dejéis escapar. Este es tiempo de decisión.