SUGERENCIAS


1.V/CONTEMPLATIVA CONSUMO/PROGRESO RELIGIOSOS/PARA QUE

La mayoría de la gente, incluidos los propios cristianos, comprenden y admiran la labor humanitaria que desarrollan las órdenes religiosas dedicadas a la educación y a la atención de enfermos, huérfanos, desamparados, desahuciados, etc. Pero esa gran mayoría, incluidos los cristianos, se muestran perplejos y no acaban de comprender a las órdenes religiosas entregadas a la "contemplación". La ignorancia de la vida contemplativa, la escasa experiencia de la oración y, de otra parte, la seducción de una cultura profundamente utilitarista y materialista, favorecen todo tipo de prejuicios al respecto. ¿Para qué sirve que hayan unos miles de personas, monjes y monjas, que vivan ocultos en silencio, dedicados a tiempo completo a la oración? Esa gran mayoría, de mentalidad científica, técnica, práctica y pragmática, también tienen serias dificultades para entender a los poetas, a los cantautores, a los filósofos, a los deportistas (¡no confundir con los trabajadores del deporte, que no deportistas!), a los niños, a los románticos y contemplativos de la naturaleza. ¿Para qué sirven? ¿Qué ventaja nos reportan? ¿Cómo se les computa el IRPF? ¿Qué hacen que podamos comprar en un supermercado? La gran mayoría de la gente, incluidos los cristianos, de los países sedicentes desarrollados -¿en qué?- han sido absorbidos y masificados en la sociedad del consumo. Su mayor ilusión es ganar cada vez más dinero, sobre todo con cualquier concurso o lotería, para comprar más, más casas, más coches, más electrodomésticos, más acciones del Central o de Repsol, más moda, más engaños para rejuvenecer, más lo que sea. Viven para consumir, es decir, para comer. El mundo no es para ellos más que un inmenso supermercado, un mercado europeo, un mercado mundial, en el que todas las cosas tienen un precio y una utilidad. Sólo se aprecia lo que se puede comprar y vender. Y así lo inapreciable, lo que más vale porque no se puede comprar con dinero, se desprecia, se menosprecia y se deja por inútil.

¿Para qué sirven los cielos, los mares, los bosques, las montañas, los animales de todo tipo? Interesa sólo la carne para comer o las pieles para vestir, pero se desprecian todos los animales y plantas que no se pueden "comercializar", es decir, vender y comprar. Interesa la madera de los árboles o los minerales del subsuelo que son susceptibles de explotación. ¿Para qué sirven tantos millones de estrellas inalcanzables? ¿Para qué las aguas de los océanos? Y esta pregunta interesada, utilitaria, cicatera, embota lo mejor del hombre: su capacidad de admiración, de asombro, de contemplación respetuosa y placentera. No hay tiempo ni ganas de salir a contemplar las maravillas de la naturaleza. No hay tiempo ni ganas de callar y llenarse de gozosa contemplación ante el espectáculo gratuito y para todos que ofrece la naturaleza: el sol y las estrellas, los árboles y las hierbas y flores, las aves y los insectos, el panorama, el horizonte sin fin, el azul del cielo, el verde del mar, la sinfonía de colores de la creación. Y así se procede despiadadamente contra la flora y la fauna, explotando, aniquilando, agotando, estropeando, degradando lo más maravilloso, lo que se ofrece a todos sin distinción de clase, de nación, de nivel de renta, de nivel cultural... Hay una infinita variedad de placeres y gozos menospreciados por el mero hecho de que no se pueden comprar y vender, no se pueden comercializar, no se pueden arrebatar a los pobres y explotados de la tierra.

No es extraño que no se comprenda la vida contemplativa, pues nos hemos inventado un sistema de vida consumista. Nos conformamos con comer y nos perdemos el espectáculo impresionante de un mundo lleno de maravillas. Y lo que es peor nos empeñamos en no dejar comer a los demás.

Sobran las contemplativas, como sobran los poetas y los pensadores y los naturalistas y todos los que necesitan muy poco para disfrutar en un mundo sorprendente y maravilloso. Pero si un día fallan los poetas y los que sólo rezan y cantan y los contempladores, aquel día el hombre habrá dado el primer paso de regreso hacia sus antepasados los primates. Ese día habrá terminado la evolución y dará comienzo la involución, se pondrá punto al progreso y se iniciará el regreso y la deshumanización.

LUIS BETES
DABAR 1989, 38


2.

-CONTENIDO DOCTRINAL Y ACTUALIZACIÓN

La vida cristiana es esfuerzo, pero es también -e incluso prioritariamente- recepción, acogida. En el proceso personal y comunitario hay camino y reposo, misión y comunión, evangelización y sacramento, lucha y fiesta... Bien comprendido: estos aspectos no deben contemplarse como sucesivos y desvinculados entre sí, sino más bien como acentos y perspectivas de una misma realidad invisible: la fidelidad a Jesucristo.

Esta fidelidad a Jesucristo es la que destaca en la figura de María y en la respuesta de Jesús. Por encima del "servicio" -con demasiada frecuencia sujeto a la preocupación por "tantas cosas"- está el valor absoluto de la Palabra de Dios. Se podría recordar la respuesta de Jesús en las tentaciones: "¡... el hombre vive de toda palabra que sale de la boca de Dios!" Por ello la iniciativa de Marta es, literalmente, absurda. ¿Cómo puede Jesús apartar a María de la fidelidad a la Palabra? La imagen es fuertemente expresiva. Es cierto que sería igualmente absurdo pensar en una fidelidad a la Palabra que fuera "desmovilizadora", es decir, que dejara al cristiano simplemente "parado", sin reacción ante las necesidades y urgencias que piden su colaboración y su testimonio. Para no caer en tal interpretación, será bueno recordar el contenido del domingo anterior: el cristiano tiene la palabra muy cerca de sí, y precisamente esto tiene que hacerle ser realista (¡el buen samaritano!). El cristiano valora la Palabra por encima de todo en el sentido de vivir con plena fidelidad personal a Aquel que le habla.

También se puede acentuar la actualización que tiene en la vida cotidiana la palabra de Jesús: "... no se la quitarán". La fidelidad a la Palabra es un valor jamás comprometido en sí mismo, sea cual sea la situación del cristiano. Para otras cosas pueden existir impedimentos, dificultades internas y externas: enfermedad, situación social, cultura, economía, etc. La fidelidad a la palabra es el valor siempre "asegurado". De nuevo, aquí, la referencia al domingo anterior: "...está muy cerca de ti, en tu corazón, y en tu boca".

El fruto de acoger la Palabra es la comensalidad con el Señor, su familiaridad, la seguridad de un futuro. Nótese el sugerente paralelismo entre la promesa del hijo de Sara y el "no se la quitarán". También el salmo responsorial: "El que así obra, nunca fallará".

Una actualización fácil puede hacerse en función de las vacaciones, ahora en su momento álgido. ¿No son una buena oportunidad para reposar serenamente -como Abrahán- y reflexionar sobre las prioridades de nuestra vida, durante el año? Nuestro descanso puede convertirse en una oportunidad para "acoger" al Señor, para revisar la fidelidad que mantenemos a su Palabra, para discernir sobre las perspectivas de futuro real que tienen nuestras ocupaciones de todos los días, personales, sociales, familiares, eclesiales... El valor de las que "se nos quitarán" frente a aquella que "no nos quitarán".

-REFERENCIA SACRAMENTAL Y LITÚRGICA

Una aplicación bastante espontánea en esta homilía podría ser la valoración de la liturgia de la Palabra. Quién sabe si habría que subrayar que la liturgia de la Palabra es sobre todo para escuchar la Palabra de Dios, más que la homilía del celebrante, y que, en consecuencia, no es lógico que los fieles vayan entrando en la iglesia mientras se hacen las lecturas, y solamente se haga silencio cuando empieza la homilía. Por otro lado, habría que cuidar tanto o más que las lecturas se hagan de tal modo que la misma audición externa sea posible...

Otra aplicación, más sacramental, podría presentar la Eucaristía como el verdadero "corazón" de la vida cristiana, movida constantemente por el doble movimiento de sístole y diástole: momento de comunión, reposo, fiesta, y momento de expansión misionera, de salir a todos los caminos, de fortalecerse para la lucha cotidiana. Y, en el centro, la fidelidad de Jesucristo a la voluntad del Padre, como prototipo de acogida del Padre: "Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí, no lo echaré afuera..." (Jn 6,37).

PERE TENA
MISA DOMINICAL 1983, 17-7, 14-17


3. ABRAHAN/HOSPITALIDAD  

-ALGO MAS QUE LA HOSPITALIDAD:

La lectura 1a. y el salmo, junto con el evangelio, parecen conducirnos a una clave "moral": la virtud de la hospitalidad.

Abraham acoge en su casa a los tres viajeros; las dos hermanas acogen a Jesús. Ya esta dirección se muestra rica en aplicaciones para nuestra vida. En un mundo tan inhóspito y que facilita tan poco la comunicación amable entre las personas, es una invitación a tener un corazón acogedor para con los demás, tanto si son conocidos como si no lo son (y en verano tenemos probablemente mucha ocasión de ejercitar esta virtud). Se trata, además, de una hospitalidad desde la fe, y con recompensa de Dios: Abraham "ve" a Dios mismo en los huéspedes, y recibe nada menos que el cumplimiento de la promesa tanto tiempo ansiada: la descendencia.

A Marta y María les vienen también toda clase de bendiciones al hospedar en su casa al Mesías. Ver en los demás a Dios, o a Cristo es una clave cristiana de indudable densidad teológica y de consecuencias morales. Cada encuentro con el hermano es un encuentro con Dios: es como una "teofanía" cada vez. "El Señor se le apareció...". Pero parece que Lucas, al narrarnos la escena, pretende algo más.

-SABER ESCUCHAR A JESÚS QUE NOS HABLA

Es más bien a María, la que se sienta a sus pies a escucharle, a la que alaba Jesús, porque ha elegido "la mejor parte".

Ciertamente tiene mérito la actitud de Marta, que quiere atender con toda clase de detalles a Jesús. Pero Lucas subraya que hay otra actitud fundamental en el cristiano -él escribe para la generación siguiente, que ya no tendrá ocasión de hospedar físicamente a Jesús- y es la escucha de la Palabra.

No habría que oponer, al comentar esta escena, a esas dos figuras entrañables del evangelio como símbolos de la "acción" y la "contemplación", o de la "vida activa" y la "vida contemplativa".

Entre otras cosas, porque es impensable que Cristo "desautorice" la acción: el domingo pasado era bien "activa" la postura alabada en el buen samaritano. Lo que aquí se quiere resaltar -y es una lección para todos nosotros- es la prioridad del

acercamiento a Jesús desde la escucha creyente. El Jesús físico, en camino hacia Jerusalén, ya no tenemos ocasión de encontrarlo: pero su Palabra sí queda, y es siempre viva, y con ella es con quien nos confrontamos. María se hizo "discípula" de la Palabra del Maestro. Ella ha escogido bien (cfr. la alabanza de Lc 11,27-28 a los que escuchan y cumplen la Palabra). Es una escucha desde la fe, una escucha activa, comprometedora (cfr. Lc 8,21: "mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen"). Es una postura de fe ante Cristo, el Maestro verdadero, que nos sale al encuentro -también ahora, en nuestra generación, y en cada Eucaristía- en su Palabra viva. Una actitud interna esencial para el cristiano. Poco más tarde de este episodio, Lucas nos traerá otras palabra parecidas de Jesús: "no andéis preocupados por la vida... buscad primero el Reino de Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura" (Lc 12 22-31). No hay oposición entre acción y contemplación: pero todo debe tener su raíz profunda en esa escucha atenta de la Palabra. Así, podemos llegar a ser "contemplativos en la acción" o "activos en la contemplación".

-APLICACIONES

Este mensaje tiene fáciles direcciones de interpelación a nuestra vida:

a)ante todo, si se quiere recordar la lección de la hospitalidad, habría que insistir en su visión desde la fe: ver en el hermano al mismo Cristo; b)respecto a este mensaje central de la escucha de Jesús Maestro, hoy sería una buena ocasión para potenciar la importancia de la celebración de la Palabra en todas nuestras celebraciones, sobre todo de la Eucaristía; la nueva introducción del Leccionario (ampliada en 1981) tiene consideraciones muy ricas a este respecto, potenciando la actitud de escucha por parte de toda la comunidad cristiana; sería conveniente resaltar esto mismo con algún signo: ¿la procesión con el Leccionario al principio? ¿algún otro gesto de aprecio a la Palabra? ¿una proclamación más destacada?: la Palabra proclamada y escuchada en cada Misa es ya el primer encuentro con Cristo realmente presente (cfr. introducción al Misal nn. 9 y 33); c)pero saber ser discípulos de Jesús es también seguir en actitud de escucha en toda la vida, incluso fuera de la celebración: los acontecimientos, los "signos de los tiempos", la persona del prójimo (empalmando así con lo de la "hospitalidad"): todo son palabras significativas si sabemos tener la escucha interior del Maestro, aunque de un modo distinto que el de la Palabra revelada que se nos proclama en la Eucaristía. La oración del cristiano empieza, no con palabras nuestras, sino sabiendo escuchar la Palabra de Cristo.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1986, 14


4.

Inspirándonos en un comentario de J. Llopis, podríamos decir que la lectura del AT y el evangelio de este domingo contienen una misma enseñanza fundamental: a través del acoger al huésped, el hombre experimenta su encuentro con Dios. La virtud de la hospitalidad era muy valorada en los pueblos antiguos y Jesús nos recuerda su más hondo sentido. El episodio evangélico nos lo muestra admirablemente. Dice "La Bible du dimanche": "Acabemos por fin con la repartición alegórica de la acción y de la contemplación entre Marta y María. Las dos hermanas sólo tienen una preocupación común: recibir bien a sus huéspedes y repartirse la tarea en función de esta idea: Marta se ocupa de la cocina, María hace compañía a los invitados, sostiene la conversación. Quehaceres complementarios de una misma caridad y de la misma hospitalidad. Pero Marta quiere extremarse: quiere preparar una cocina complicada cuando "un solo plato basta" (v.42).

Desbordada, se ve obligada a pedir ayuda a su hermana (v.40): en este momento la hospitalidad pierde su equilibrio; Jesús lo recuerda mostrando que los cuidados materiales hacen que se descuide la conversación. Romper este equilibrio cuando el reino está cerca (Lc 12,22) es un error grave." Los cristianos debemos recuperar el verdadero sentido de la hospitalidad. Tenemos el peligro de caer en dos defectos: si se trata de acoger amigos y conocidos, nos preocupa excesivamente el quedar bien, a base de la cantidad y calidad de lo que ofrecemos (en el fondo, hay un motivo egoísta); si se trata de recibir a desconocidos (hecho frecuente en este tiempo de turismo y migraciones), parece que sólo interesa asegurar una ganancia, conseguir algún provecho material para nosotros (también el motivo es egoísta). La verdadera hospitalidad cristiana nace de un amor altruista y desinteresado, es el encuentro profundo entre personas, a través del darse y aceptarse mutuamente. Si este encuentro es auténtico, a quien acogemos es -en definitiva- al mismo Señor que nos asegura: "fui extranjero y me acogisteis" (Mt 25,35).

El resumen es que se trata de descubrir que la hospitalidad cordial, atenta, desinteresada, nos abre a encontrar a Dios en el hermano, en cualquier hombre. Porque es obra de amor (recordemos el evangelio del pasado domingo: no pasar de largo ante cualquier hombre: saber mirarlo, atenderle, ayudarle: esto es amar a Dios y al hombre).

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1977, 14


5.

a) Más importante que las preocupaciones que nos tomamos por los hijos es estar con ellos, escucharlos, amarlos, comunicarse con ellos. También muchas personas con quienes nos relacionamos se sienten solas en medio del ruido y del gentío y esperan alguien que las escuche.

b) ¿No exageramos un poco? ¿tan incapaces somos de distanciarnos algo del ritmo de la vida moderna para encontrarnos de nuevo a nosotros mismos?; ¿de renunciar a alguna actividad, a algunas horas "extras", a algunos ingresos... para tener más paz y más tiempo para estar con los hijos, para escuchar música, para leer, para orar?; c) deberíamos ser capaces alguna vez de dedicar un tiempo exclusivo (una tarde, una jornada, un fin de semana, dos o tres días) a escuchar la palabra del Señor: con la esposa, con otros amigos, mientras los hijos juegan y están a su aire. Y los jóvenes cristianos, también. En cada celebración eucarística y en cada encuentro de cristianos hacemos esto precisamente: sentarnos a los pies del Señor, escuchar su palabra. Una palabra que no nos aparta de la vida, sino que nos la llena de sentido y nos renueva el corazón.

COMUNICACIO/MASA: "Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas..." Palabras que Jesús nos dice hoy a cada uno de nosotros. Pero, ¿qué podemos hacer? ¿evadirnos de nuestra tarea, dejarlo todo y encerrarnos en un convento? También allí Jesús nos repetiría las mismas palabras. No se trata de dejar lo que hacemos. Pero debemos vigilar para que las preocupaciones, tráfagos y desasosiegos no nos coman el corazón y la vida y no nos dejen tiempo (¡tan preocupados estamos por obsequiarles!) para conversar con los hijos, y escuchar a los amigos, comunicarnos profundamente entre nosotros. La falta de comunicación humana profunda se acentúa en la sociedad de las aglomeraciones, los contactos y la "comunicación": una comunicación superficial y apresurada que no pone en contacto a las personas en su interioridad y verdad. ¿No convendría dejar alguna ocupación y dedicarnos más a escuchar y a hablar? Quizás podríamos examinarlo con decisión.

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1980, 15


6.  HOSPITALIDAD DESDE LA FE

En el camino del hombre Dios se le hace encontradizo y huésped. La primera lectura bíblica de este domingo nos recuerda a Abrahan, ofreciendo hospitalidad a Dios, que se le muestra bajo las apariencias de tres extranjeros que van de paso. En el Evangelio Jesús se detiene para descansar en casa de sus amigos de Betania. Marta nos recuerda al samaritano del domingo anterior, María es signo de lo primero y fundamental para la acción caritativa: la escucha de Jesús.

En un mundo inhóspito, en que hay tantos recelos y suspicacias y miedos de abrir la puerta, es conveniente meditar sobre las exigencias de una hospitalidad desde la fe. Todos hubiéramos acogido con toda prontitud y alegría a Jesús, si hubiese querido físicamente quedarse en nuestra casa, del mismo modo que lo hizo en Betania. Sin embargo nos resulta bastante difícil acogerle en la verdad misteriosa de su Palabra. En cada Eucaristía siempre tenemos la ocasión maravillosa de dar hospitalidad a la Palabra que se nos proclama (que es Cristo), de ser discípulos del Maestro, de escuchar la verdad que fortalece la fe, centra la esperanza y purifica el amor. Así podremos después servir a los hermanos, acoger siempre a todos con amabilidad.

Andrés Pardo


7. Para orar con la liturgia

Oh Dios, que en la casa de Betania
deparaste a tu Hijo el afecto del amigo,
la generosidad del anfitrión
y la solicitud atenta del discípulo:
concédenos la gracia de adherirnos al mismo maestro
mediante el fervor de la meditación y las obras de caridad,
de modo que, siendo aceptables a sus ojos,
nos introduzca finalmente en la casa de su bienaventuranza.


8. La página del evangelio de hoy es uno de los relatos más hermosos y significativos; el Señor se dirige hacia Jerusalén y en el trayecto se detiene a visitar a dos hermanas, Marta y María; por el evangelio de Juan sabemos que ellas son hermanas de Lázaro, que son amigos de Jesús y viven en Betania.

Marta se nos presenta como todo un modelo de anfitriona y María como el modelo de discípula; ambas con su actitud buscan dar acogida al Señor, pero la verdadera acogida que El espera es simplemente la escucha de su palabra.

Jesús no desestima el servicio de Marta: indica que lo esencial es escucharle y esto exige una total y exclusiva atención para dar mucho fruto. Si nos ponemos a servir, trabajar por el reino, pero no lo escuchamos, perderemos lo esencial. Si le escuchamos aprenderemos a servir como Jesús, que no ha venido para hacer su voluntad sino la voluntad del Padre y a comunicarnos todo lo que a escuchado y aprendido de él.

La actitud de Marta y la de María no deben contraponerse ni excluirse la una frente a la otra, ambas son modelo de vida cristiana que es preciso coordinar e integrar: la escucha quieta y sosegada de la palabra y la actitud de servicio a los demás.

C. .E de Liturgia. PERU


9. Las prisas

No sé si ha sido por un afán de canonizar a Marta, pero la tradición que nos ha llegado, por lo menos hasta hace unos años, presenta a las dos hermanas de Lázaro como perfectas seguidoras de Jesús. Es más, se ha aprovechado el pasaje para presentar a las hermanas como representantes de uno modo concreto de vida cristiana: María la contemplativa y Marta la activa.

Una lectura más ponderada del texto muestra que las hermanas, ante la visita del Maestro, tuvieron dos posturas difícilmente homologables entre sí como las propias de un seguidor de Jesús.

Efectivamente, al llegar Jesús cada una de las hermanas adopta una actitud totalmente diferente ante Jesús: María se sienta a su vera para escuchar la Palabra de salvación y María se dedica con todo afán a preparar todo lo necesario para el buen banquete que requería una visita tal especial.

Simplificando, mientras que María se desconectó de todo para adoptar una postura de discípula y seguidora de Jesús, Marta creyó mas necesario dedicarse a arreglar las cosas de este mundo, sin antes orientar su actividad con la luz de las palabras de Cristo El juicio de Jesús lo tenemos en el texto. Marta escucha una reprimenda, mientras que María es presentada como la que "ha escogido la mejor parte y no se la quitarán". Si queremos traducir a nuestra vida este mensaje, quizá la palabra 'prisas' es la que mejor define el pecado de Marta y el nuestro. Estamos tan entretenidos en las cosas de la vida que no prestamos atención a la vida de fe, a la necesaria puesta a punto que nos aporta el encuentro con Jesús en la oración o en la misa dominical, como acaba de recordar el Papa.

Antonio Luis Martínez
IGLESIA EN CAMINO