SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA


Col 1,24-28:
Faltan aún los padecimientos correspondientes al cuerpo

Llamad, pues, con el afecto a estas puertas. Clame también Cristo con vosotros: «Abridme las puertas de la justicia» (Sal 117,19). Él nos precedió en cuanto cabeza; se sigue a sí mismo en cuanto cuerpo. Ved lo que dijo el Apóstol: que Cristo padecía en él. Éstas son sus palabras: Para completar lo que falta a los padecimientos de Cristo en mi carne (Col 1,24). Para completar ¿qué? Lo que falta. ¿A qué? A los padecimientos de Cristo. ¿Y dónde faltan? En mi carne. ¿Acaso falta algún padecimiento en el hombre que asumió la Palabra de Dios y que nació de María Virgen? Padeció lo que debía padecer por propia voluntad, no por necesidad proveniente del pecado. Y parece que lo padeció todo. Colgado en la cruz, tras recibir el vinagre, el último padecimiento, dijo: Está cumplido, e inclinada la cabeza entregó su espíritu (Jn 19,30). ¿Qué significa se ha cumplido? Ya no falta nada en cuanto al número de los padecimientos; se ha cumplido todo lo que estaba predicho de mí. Como si estuviera esperando que se cumpliera. ¿Quién hay que parta de aquí como él salió del cuerpo? Antes había dicho: Tengo poder para entregar mi alma y poder para recuperarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo mismo la entrego y de nuevo la tomo (Jn 10,.17-18). La entregó y la recuperó cuando quiso; nadie se la quitó, nadie le hizo fuerza.

Se habían cumplido, pues, todos los padecimientos, pero en la Cabeza; faltaban aún los correspondientes al cuerpo. Vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo (1 Cor 12,27). Como estaba entre esos miembros, por eso dijo el Apóstol: Para completar lo que falta a los padecimientos de Cristo en mi carne. Iremos, pues, allí a donde nos precedió Cristo. Incluso Cristo se dirige hacia el lugar adonde nos precedió. Fue delante Cristo en cuanto cabeza, va detrás Cristo en cuanto cuerpo. Todavía se fatiga aquí Cristo; aún sufría aquí la persecución de Pablo, cuando éste oyó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hch 9,4). Habla de igual manera que la lengua cuando dice: «Me has pisado», aunque el pisado haya sido el pie. Nadie ha tocado a la lengua, pero se deja sentir no porque se le haya herido a ella, sino por compasión. Todavía siente necesidad Cristo aquí, todavía peregrina, todavía está enfermo y es encarcelado aquí. Le injuriamos, si afirmamos que no dijo: Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui peregrino y me hospedasteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis. Y entonces ellos le dirán: «¿Cuándo te vimos padeciendo esas cosas y te socorrimos?» Y el les contestará: «Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,35-40). Por tanto, edifiquemos en Cristo sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas, siendo él mismo la piedra angular, porque el Señor ama las puertas de Sión sobre todas las tiendas de Jacob.

Comentario sobre el salmo 86,5