COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 8, 18-23

Ver MARTES DE LA 3ª SEMANA

 

1. CREACION/ESPERANZA  FRUSTRACION/P-O 

Podríamos resumir el contenido de esta lectura con el v.24 de este capítulo de Rm: "porque en esperanza fuimos salvados". El deseo de llegar a la plenitud de la salvación ("la plena manifestación de los hijos de Dios") es la gran esperanza del cristiano. Desde su resurrección de entre los muertos, Cristo posee plenamente esta glorificación. El cristiano, también, en cierto modo: posee el Espíritu como primicia y garantías de llegar a ella. La esperanza cristiana se apoya, por tanto, en la acción salvadora de Cristo y los que han sido incorporados a Cristo caminan firmemente -bajo el impulso de la fuerza del Espíritu- hacia "la plena manifestación de los hijos de Dios", ya que ésta es su vocación: la gloria que se ha revelado en Cristo se revelará también en cada uno de los que viven incorporados a él.

Ahora bien, este caminar hacia la plena salvación, poseyendo ya las primicias, que define la vida del cristiano, Pablo lo aplica también a toda la creación: el universo entero debe regresar a su situación originaria de sumisión y servicio al hombre. Por el pecado de Adán quedó rota la relación filial con Dios y de dominio de la creación. Su estado actual es de una "esclavitud" puesto que el hombre la utiliza al servicio de su egoísmo o afán de dominio. Eso significa que el camino del hombre hacia la plenitud de su salvación pasa también por la liberación del universo de su estado de frustración. ECOLOGISMO Tanto el universo como nosotros mismos vivimos ahora en una situación dolorosa, pero el Espíritu que habita en nosotros nos hace esperar un nuevo estado glorioso, en el que el universo entero estará asociado a la glorificación del hombre en Cristo resucitado, cuando "Dios lo será todo para todos".

JOSEP ROCA
MISA DOMINICAL 1981/14


2. RECREACION/MUNDO-NEO:

"La creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto". Realmente en el mundo hay sufrimiento. Y la misma tierra se halla sometida a una situación absurda: pensemos en las guerras que destruyen bosques, regadíos, pueblos y que sobre todo matan tantas personas. O en la contaminación, el agotamiento de los acuíferos, la malversación de los recursos, la rotura del difícil equilibrio ecológico... Y, naturalmente, en el sufrimiento y la muerte a que estamos fatalmente inclinados. Pues bien, la mirada del cristiano es esperanzada: este sufrimiento, esta situación absurda son gemidos y dolores de parto: con la resurrección de Jesús y el don de su Espíritu ya apunta la aurora de un mundo nuevo.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/14


3. CR/HIJO-DE-D: ES TODAVÍA UN LLEGAR A SER HIJOS DE DIOS.REALIDAD DINÁMICA.(/1Jn/03/02)

El ser hijos de Dios es todavía un llegar-a-ser hijos de Dios, es una realidad dinámica y en gestación. Hemos sido concebidos; pero aún no hemos nacidos plenamente. Aguardamos la hora de ser hijos de Dios, de serlo del todo; pero el Espíritu Santo, que es el Espíritu de la filiación divina, ya nos ha dado las primicias de la cosecha que está creciendo para nosotros y nos anima a llamar "Padre" a Dios. Con todo, es también el Espíritu que gime en nosotros (v. 26s.) hasta que consigamos la plena redención de nuestros cuerpos. Sólo entonces seremos plenamente hijos de Dios.

EUCARISTÍA 1987/33


4. 

En uno de los más bellos pasajes de su correspondencia, Pablo responde a la pregunta que se hacían muchos cristianos: "Si hemos sido reconciliados por el bautismo y por el Hijo de Dios (Rm 6.), ¿cómo es posible que el sufrimiento y el fracaso tengan poder sobre nosotros?".

Sobre este punto, los cristianos encontraban poca luz en la tradición bíblica. En efecto, los sabios, limitados a observar el presente y la naturaleza, admitían que era demasiado presuntuoso pretender ver claro en ella (Jb 38.), o llegaban a la conclusión de que el universo era absurdo (Qo 1. 2-9). Los profetas, por su parte, preveían una solución, pero la situaban en un futuro escatológico, al final de una catástrofe que pondría fin a la creación y a la Humanidad actuales (Is 51. 6; 65. 22-23; Sal 101./102. 26-27).

CREACION/VANIDAD: El interés de la reflexión de Pablo está en la síntesis de estas corrientes, obtenida mediante la armonización de la solidaridad del hombre con la Naturaleza y su esperanza en un mundo nuevo.

Pablo comienza apoyándose en el pensamiento sapiencial y en sus conclusiones. Nuestro cuerpo pertenece al mundo presente (v. 18); por tanto, participa de sus sufrimientos. La creación, es decir, la naturaleza material a la que nuestro cuerpo está estrechamente ligado, está sujeta a la vanidad (v. 20) -nosotros diríamos al sin sentido-, no por el pecado del hombre, como se afirma generalmente, sino por sus propias leyes (Is 40. 26; 48. 13; Ba 6. 59-61; Si 16. 26-28), que le imponen recomenzar incesantemente sus ciclos evolutivos (Qo 1. 4-11) y a mantenerse en unos límites demasiado estrechos para su dinamismo (Jb 38. 8-11; Sal 88/89. 10-11; 103./104. 6-9).

Pero Pablo pasa seguidamente a una visión más profética de las cosas. En su opinión, la Naturaleza se somete a sus leyes y se acomoda a sus límites con repugnancia (vv. 19-21). Ahora bien: esta esperanza cósmica no es vana y la solidaridad del cuerpo humano con el cosmos, en el sufrimiento y la caducidad, se mantiene en esta esperanza, pues goza ya de las arras de la glorificación (v. 23) que transformará a todo el universo (v. 21).

Al expresar esta solidaridad en la esperanza de un mundo nuevo, Pablo es fiel al pensamiento bíblico (cf. Is 65. 17-25; 11. 6-9; 55. 13); no obstante modifica más de un punto importante. Así, el estado paradisíaco prometido al universo ya no se halla ligado a la salvación del pueblo de Israel, como en el A.T., sino a la revelación de nuestra filiación divina (vv. 21-23). El día en que ésta se realice en todos los hombres, hasta el punto de transfigurar sus cuerpos, transfigurará igualmente a toda la Naturaleza, liberándola de la esclavitud a la "vanidad" y adaptándola al nuevo estatuto de la Humanidad.

Lejos de poner su esperanza en cierta especie de inmortalidad separada del cuerpo y del mundo, según la concepción griega, lejos de situarla en un más allá del mundo y de la vida a la manera gnóstica, Pablo define la esperanza cristiana en el presente. Lo que se espera no es un más allá, sino algo interior que no puede alcanzarse más que viviendo su vida en el mundo.

Pablo, además, ha desmitificado el "más allá" de la muerte recordando al cristiano que ya está muerto por el bautismo, que está ya, de alguna manera, en este "más allá" con el que sueña y que puede alcanzarlo uniéndolo al "interior" profundo de la vida.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 155


5. MU/PECADO

Para entrar en los caminos de Xto hay que empezar por dirigir una mirada nueva sobre la condición terrena, una mirada muy distinta de aquella que estaban acostumbrados a dirigir los judíos. Esta tierra en la que el hombre tiene que enfrentarse muchas veces con el sufrimiento y con la muerte no es una consecuencia del pecado.

Cristo, que no tiene pecado, también debe afrontar la misma muerte y el mismo sufrimiento como cualquier otro hombre. Lo que sí es consecuencia del pecado es el sentido que tienen el sufrimiento y la muerte para el hombre pecador, ya que en el camino del orgullo se presentan como obstáculos infranqueables.

Mientras que si se los afronta como lo hizo Xto, con espíritu de obediencia a su condición de criatura y con la abnegación que tal obediencia lleva consigo, resulta que él les ha descubierto su verdadero sentido. La muerte especialmente se convierte en el terreno privilegiado del don total de sí mismo, el terreno en el que se concreta de una manera verdaderamente real, el doble amor de Dios y de todos los hombres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 166


6.

Siguiendo el tema de la vida en el Espíritu, pasa Pablo a hablar de las consecuencias, si se pueden llamar así, de esa vida. Una de ellas, quizá la más importante, es la condición de hijos de Dios (vs. 15-17).

Esta condición filial realísima, sin embargo, no ha explotado toda su virtualidad y en el tiempo presente todavía es objeto de esperanza en ciertos aspectos. De ello trata esta perícopa.

Compara San Pablo la experiencia presente actual, tanto del hombre como del mundo, con la futura. Evidentemente, todavía hay mucho de dolor, frustración, angustias, etc. No conviene negarlo o disminuirlo para no caer en un angelismo fuera de lugar. Pero hay, para quien tiene esas primicias del Espíritu, una perspectiva mejor. No precisamente alienante o que haga evadirse del mundo, pero sí conferidora de esperanza y sentido para afrontar lo negativo. Es importante subrayar esa seguridad del porvenir. El cristiano no simplemente espera algo futuro, sino que tiene la garantía absoluta de ello en virtud de la presencia del Espíritu.

También la misma condición filial tiene este matiz escatológico. Se es hijo, pero todavía no se es en cierto sentido. Hay que irse convirtiendo en hijo de Dios. Lo difícil es mantener esa tensión entre lo presente y lo que se espera. Pero en ello consiste el difícil equilibrio cristiano. Un puro don.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1990/37


7. ENC/COSMO

"El mundo material, creado para el hombre, comparte el destino de éste. Pero, maldecido por causa del pecado del hombre, se encuentra actualmente en una situación de violencia: 'vanidad' (versículo 20), 'servidumbre de la corrupción' (v. 21). Pero, al igual que el cuerpo del hombre está destinado a la gloria, también el mundo es objeto de redención; de esta forma participará en la libertad (versículo 21) del estado glorioso. La filosofía griega pretendía liberar al espíritu de la materia, a la que consideraba como algo degradante; el cristianismo libera a la materia misma» (Biblia de Jerusalén, nota relativa a este pasaje). «La Encarnación es la incorporación de todo el universo a una persona divina» (CAYETANO (1646-1534). «Este hombre, Cristo, fue tomado de entre toda la humanidad como primicias de la creación; mediante este hombre todas las cosas quedaron unidas a la divinidad» (·GREGORIO-NACIANCENO-SAN siglo IV). «El beneplácito del Padre realizó la unión de todos los seres en su Hijo Unigénito. En efecto, siendo el hombre un microcosmos que une en sí todas las realidades visibles e invisibles, plugo al Señor que creó y gobierna todas las cosas unir en su Hijo único y consustancial la divinidad con la humanidad, realizando de esta forma la unión de las criaturas, a fin de que Dios fuese todo en todos» (·DAMASCENO-JUAN-SAN, siglo VIII).

«El universo entero y todas las naturalezas existentes en él fueron elevados de alguna manera a la participación de una persona divina.

La naturaleza humana, en efecto, es como un lazo de unión entre todas las naturalezas y contiene en sí algo de cada una de ellas... Al ser asumida por el Verbo divino la naturaleza humana, todas las demás naturalezas fueron también asumidas de alguna manera» (LORCA, Teología escolástica).

«Sin duda alguna es preciso entender bien la santificación de que aquí se trata: no podría ser de un orden moral propiamente dicho. pero es una dignidad, una nobleza sobrenatural, una lejana participación en la santificación que el Espíritu realiza en el hombre, una participación indirecta en la única santidad del Hombre-Dios... El Verbo, al hacerse hombre, quiso depender del Cosmos, de su ritmo y de sus leyes; él se insertó en el curso de la historia como uno cualquiera de nosotros. Pero esta inserción en el tiempo que le hacía tributario de un país, de una época y de una civilización determinada, contenía el misterioso poder de consagrar y elevar al mundo entero a una sublime dignidad, ya que este universo era un todo del cual el propio Hijo de Dios vino a ser una parte... Por el hecho mismo de la presencia de la Gloria de Dios en un miembro de la humanidad, todo el Cosmos queda elevado a un grado superior, a una categoría filial» (J. ·LEMARIE-J, "La Manifestación del Señor").

Oración: Invitación a la plegaria para que cada cual se percate bien de la impresionante característica que tiene el hecho cósmico de la Encarnación. Recogimiento en silencio; después, oración del celebrante, por ejemplo en estos términos: «Ayudadnos, Señor, para que sepamos admirar el mundo como una inmensa irradiación de la Encarnación de vuestro Hijo. Os lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965.Pág 58 s.


8.

-La creación aguarda expectante la revelación de los hijos de Dios

En esta carta se nos invita a reformar nuestros juicios y nuestras maneras de ver el mundo. No se trata, como pensamos, de un mundo sometido a unas leyes cosmológicas que le hacen, a la vez, agradable y difícil de vivir por encontrarse en un estado de lucha entre los elementos que a veces se enfrentan entre sí y provocan catástrofes. Las condiciones zoológicas del mundo también carecen de equilibrio e Isaías, en su poema de la edad de oro, predecía la reconstrucción de este mundo en la unidad, cuando veía al cordero y al león viviendo juntos. Las condiciones del hombre en sí mismo también son muchas veces contradictorias, y su cuerpo ya no es la traducción de su alma, sino que hay una ley de oposición a la que hay que someterse. Es preciso considerar esta situación presente en función de un futuro. No existe una medida común entre los desequilibrios del tiempo presente y la gloria que Dios va a revelar pronto en nosotros. Porque toda la creación aspira con todas sus fuerzas a ver esta revelación de los hijos de Dios. La creación, es decir, no sólo los cristianos, no sólo los hombres, sino todo el universo. Toda esta creación, ahora bajo los efectos del pecado, espera su liberación, la gloria de los hijos de Dios. Pero es necesario que pasen el tiempo y los dolores de la infancia y aceptar gemir, nosotros y toda la creación, con una esperanza en el corazón que no se equivoca. Ya hemos recibido el Espíritu, pero esperamos la liberación total.

Esta es realmente la descripción de nuestra condición de cristianos y de la condición del mundo entero. Tampoco los progresos del mundo pueden dejar indiferente al cristiano; son el signo de la reconstrucción del mundo y de su recreación progresiva en la unidad. Es preciso, también, que los desequilibrios que nosotros constatamos no destruyan nuestra esperanza, sino que hemos de aceptar la insatisfacción que todo ser siente, como un signo del futuro al que estamos abocados y cuyas primicias ya nos han sido dadas por el Espíritu.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 147


9. /Rm/08/18-39

Muchos de los problemas con que el hombre se encuentra en el mundo son de tipo ético (o el pecado propio y el pecado de los demás). Pero, aparte del problema ético, el hombre tiene el problema del dolor, de todas las frustraciones que provienen de la limitación humana.

La actitud de Dios ante el problema ético es clara: Dios no quiere el mal. Ante los otros problemas, que el estoicismo consideraba indiferentes, la actitud de Dios es más difícil de definir. De hecho, no se puede decir que Dios sea totalmente contrario al dolor, ya que no fue contrario a la cruz de Cristo. Pero la cruz no es un fin en sí misma, sino un camino hacia la gloria.

En cierta manera, la «vanidad» y la «corrupción» (las limitaciones humanas) a que el hombre está sometido son tan contrarias a Dios como el mismo pecado. Pero Dios quiere conducirnos a la gloria por caminos de esperanza, los cuales no comienzan por una posesión de la felicidad, como no hemos comenzado por una posesión de la justicia, sino que, de una manera personal y casi heroica, confiamos en el Dios que quiere liberarnos de toda esclavitud y de toda tribulación. (Si tenemos esa idea de Dios, trabajaremos también por superar toda clase de infelicidad en este mundo).

La esperanza en un futuro sin dolor está sostenida por el Espíritu de Dios, que constantemente nos hace sintonizar con el sentido que Dios tiene de las cosas. Y el plan de Dios es transformar en bien todo lo que la vida nos va presentando (del mismo modo que el pecado transforma todo en mal). En definitiva, nuestra esperanza se funda en el compromiso que Dios ha asumido de llevar a término su obra de salvación. No hay muerte ni vida, ni ángel ni potestad, ni hambre ni dolor, que puedan apartar a Dios de su propósito ni arrebatarnos la seguridad de nuestra esperanza.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 494 s.


10.

Después de hablar de la vida actual del cristiano en el Espíritu, que también le hace ser hijo de Dios entre otras muchas cosas, pasa Pablo a hacer notar algunos detalles de esa condición cristiana en su historia real.

En estos versos se nota la experiencia humana actual, un tanto deficiente y angustiada en muchos momentos, a pesar de todo lo dicho anteriormente, porque todavía se encuentra en una situación de no completa plenitud. Pero sobre esa deficiencia predomina la esperanza, una esperanza de liberación total, precisamente porque ya se tiene la prenda segura de que eso va a llegar con toda certeza. Tenemos en efecto las primicias del Espíritu (v. 23) lo cual no quiere decir un Espíritu sólo poseído en parte, sino que la totalidad del Espíritu ya está en nosotros -si se puede hablar así- pero todavía no ha surtido sus efectos de modo integral, por lo que hay aún aspectos negativos. Pero es seguro que se llegará a ello. Nos espera, pues, una liberación total.

El texto es uno de los poquísimos en que puede leerse una preocupación paulina por la naturaleza y su destino. "La creación" se refiere, probablemente a toda la realidad cósmica y no sólo a la humana. Pablo percibe que no todo funciona perfectamente en este mundo. Por eso hay dolor como de parto y gemidos. Los hombres lo experimentamos no pocas veces ante las catástrofes naturales.

Pero también aquí habrá liberación. De algún modo misterioso la naturaleza participará de ese glorioso destino de los hombres. Podría decirse que aquí hay uno de los pocos textos ecológicos de la correspondencia paulina.

No es que vaya a darse algo mágico, pero por lo menos, pensar que lo hermoso y grande del mundo no se perderá sino llegará a su plenitud igual que nosotros.

DABAR 1993/37


11.

Pablo acaba de hablar de la participación en los sufrimientos y la gloria de Cristo. Y ahora expresa la diferencia incomparable entre la felicidad futura y los sufrimientos presentes. Estos sufrimientos, como lo fueron los de Jesús, son fruto básicamente de la manera nueva de vivir de los creyentes.

Pero Pablo da un paso más. Ya no se trata solamente de los hombres, sino del universo entero. La creación había sido puesta por Dios en manos del hombre y este estaba sometido a Dios. Pero, habiendo roto con Dios, también se desbarató la relación del hombre con la creación. Ahora, pues, también la creación espera expectante la liberación, que empieza por la liberación del hombre.

La imagen de los dolores de parto, que utilizaban algunos filósofos griegos para hablar del renacimiento de la naturaleza en primavera, le sirve a Pablo para expresar la situación de toda la creación.

A pesar de haber recibido el Espíritu, aún gemimos como la creación, porque aún no ha llegado a plenitud la liberación total, la filiación. Pero ya poseemos las primicias de ella: los primeros frutos de la cosecha se ofrecían a Dios simbolizando la consagración de toda la cosecha, pero a la vez significaban la prenda de lo que tenía que venir.

En el momento actual, de sensibilidad ecológica, seguramente que este texto tendría que hacer replantear a los cristianos su relación con la naturaleza: los hijos de Dios tienen que tratar con solicitud el mundo que Dios les ha dado para que lo habiten.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1995/09