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H O M I L Í A

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DOMINGO XIV
TIEMPO ORDINARIO
CICLO B

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1. En el comportamiento de la gente de Nazaret ante Jesús hay como una parábola del comportamiento del pueblo de Israel, "hijos testarudos y obstinados" (1. lectura), a lo largo de su historia y que no reconocieron en Jesús al profeta del Reino ni reconocieron a Yahvé en su anuncio del Padre misericordioso. Y también de lo que sucedió con la primera iglesia, que se sintió perseguida por la sinagoga y se abrió a los paganos (léase también Ezequiel 3,6).

2. En Nazaret conocían demasiado a Jesús. Es decir, creían conocerlo. ¿Qué podían esperar, pues, de él? También los círculos dirigentes de Israel creían conocer a Dios hasta el más mínimo detalle. Por eso el modo de hablar y comportarse de Jesús (no cesaba de apelar al Padre) les resultaba un escándalo. Una buena ocasión para invitar a los cristianos de buena fe (que somos todos nosotros) a no creernos tan familiarizados con Dios y con Jesús que ya lo sepamos todo y no tengamos nada nuevo que esperar. A no cerrarnos en nuestra rutina y a dejarnos interpelar por situaciones, personas, acontecimientos, que nos presenten una imagen nueva e insólita de Dios o de su Reino.

FE/ESCANDALO: 3. Las palabras de la gente de Nazaret ponen de manifiesto la profunda humanidad de Jesús. Sí: es el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón. ¿Y pretende anunciar el Reino de Dios? ¡Qué escándalo! Quizá sólo después de haber pasado por este escándalo (la encarnación) podremos comenzar a vislumbrar los caminos de Dios y a Dios mismo. Y comprenderemos que los milagros del evangelio no son tan espectaculares como pensamos y que la fe no se impone por ninguna fuerza intelectual o maravillosa, sino que se descubre como un tesoro escondido entre los acontecimientos de la vida ordinaria y como una luz viva, que parece insignificante entre tantas lucecitas de colores, y como una diminuta semilla por la que no daríamos nada a simple vista, con nuestra mirada de cada día... Ni milagros, pues, ni sabiduría, como diría san Pablo, sino un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los griegos (1Co 1,22-24).

4. La primera lectura insiste en la incomprensión. Vuelta del revés, se podría poner de manifiesto la fidelidad de Dios, que nunca se echa atrás y siempre está en la puerta y llama. No como un premio a nuestro buen comportamiento, a nuestra fidelidad, sino ¡como una manera de ser él mismo! El salmo expresa la actitud del creyente, que tiene siempre los ojos puestos en el Señor. Pero, ¡cuidado!, la lección de hoy es que sus caminos son desconcertantes e inesperados.

La fuerza se realiza en la debilidad, escribe san Pablo. El apóstol ha aprendido bien la lección: también el poder de Dios ha resplandecido en la debilidad de la cruz de Jesús.

II. ALGUNAS INDICACIONES

1. Sabrán que hubo un profeta en medio de ellos (1. lectura).
Dios continúa siempre fiel aunque nosotros no le seamos fieles, ya que no puede negarse a sí mismo (2Tm 2,13). Su palabra está siempre viva entre nosotros, y su llamada siempre resuena. Aunque no nos diga lo que esperamos oír sino cosas muy distintas. Somos nosotros los que debemos afinar nuestra mirada y nuestro oído y acoplarnos al rostro de Dios y a su mensaje, y no esperar que sea él el que venga a nosotros y se acople a nuestros deseos y a nuestras rutinas.

2. Nuestros ojos están en el Señor (salmo).
Esta es la actitud del creyente: tener los ojos fijos en el Señor en todas las situaciones de la vida y en todos los momentos. Pero su voluntad no se nos manifiesta con la trasparencia que esperaríamos. O bien -aunque es bastante transparente- nosotros no acabamos de reconocerla (o quizá no queremos reconocerla, cerrados como estamos en nuestra manera de hacer y de ver las cosas). Ya nos recuerda Jesús en el evangelio que no basta decir Señor, Señor. Saber escuchar, saber mirar no es tan fácil como parece. Necesitamos educar la mirada y el oído para ser verdaderos creyentes.

3. Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad (2. lectura).
Estas palabras, san Pablo se las aplica a sí mismo. También podemos aplicárnoslas a nosotros mismos, a la Iglesia entera. Y entonces son como una invitación a despojarnos de tantos poderes que pretendemos poner al servicio de Dios y de su Reino. ¿No nos ha enseñado Jesús que la grandeza del Reino no es homologable a las grandezas humanas, sino que, a su lado, no tiene ningún color ni ejerce ningún atractivo? (parábola del grano de mostaza). ¿Cómo podríamos pretender poner esas grandezas al servicio del Reino? Ver también los textos y los comentarios del próximo domingo.

4. Y se extrañó de su falta de fe (evangelio).
Y se extrañaba de su falta de fe. Se admiraba de su incredulidad. Le parecía imposible que no le creyeran. Son diversas versiones. ¿Qué querrá decir esta expresión? ¿Acaso la fe es algo normal? En todo caso, el comportamiento de los compatricios de Jesús debería hacernos pensar. ¡Creían conocerle tanto, saber de él hasta los más mínimos detalles... ! ¿Qué son este don de sabiduría y estos milagros? ¡Si al fin y al cabo es el hijo del carpintero del pueblo! Cuántas veces no hemos razonado, prácticamente, de la misma manera: ¿qué tiene que explicarnos éste, qué tiene que decirnos aquél? La seguridad de tenerlo todo nos puede alejar de los caminos de Dios, nos puede impedir captar su presencia y escuchar su llamada.

JOSEP M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1994,9




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