COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 11, 25-30

Par: Lc 10, 21-24

1. 

Esta importante oración de Jesús contiene tres afirmaciones fundamentales: sólo el Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre; la revelación del Padre se abre a los pequeños y se cierra a los sabios, todos los que están cansados y oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio. La afirmación central es la primera; las otras dos le sirven de marco y expresan su contenido.

Dios ha decidido gratuitamente ("así te ha agradado") manifestar "estas cosas" a los "pequeñuelos". Es una revelación que sigue esquemas inesperados: oculta estas cosas a los prudentes y a los sabios y las revela a los pequeños. Para dar aún más relieve a la paradoja, Jesús no dice simplemente "Padre", sino que añade "Señor del cielo y de la tierra". Aquí está la maravilla: el Dios del cielo y de la tierra tiene preferencias por los humildes y los pequeños.

Mas en este punto las preguntas se hacen numerosas: ¿Quiénes son concretamente los pequeños a los que se manifiestan los secretos de Dios? ¿Quiénes son los sabios y prudentes a los que, en cambio, se les ocultan? ¿Qué se ha manifestado y se ha mantenido oculto? Jesús no dice exactamente qué ha revelado el Padre a los sencillos. Se limita a decir "estas cosas". Pero es fácil comprender que se trata del Evangelio en su totalidad, es decir, de aquella nueva comprensión de Dios y de su voluntad que se contiene en las palabras y en los hechos de Jesús.

Cuando Jesús hablaba y Mateo escribía, la expresión "los sabios y los prudentes" designaba concretamente a las élites religiosas de Israel, rabinos y fariseos, que permanecían ciegos ante la claridad de las palabras de Jesús y se irritaban por su predicación en favor de los pobres (se escandalizaban de ella).

Por consiguiente, "pequeño" no se opone a adulto (y, por tanto, no designa a los niños), sino que se opone a sabio y prudente.

Pequeños son los hombres sin cultura (así se dice), sin competencia religiosa, sin habilidad dialéctica, sin facilidad de palabra. Concretamente, en tiempo de Jesús eran los llamados hombres de la tierra, los pobres aldeanos de Galilea, a quienes los doctores de la Ley y los fariseos despreciaban. Decían ellos: "Un ignorante no puede evitar el pecado y un hombre del campo no puede ser de Dios". Y en el contexto histórico de la época de Jesús, los cansados y los oprimidos eran los que penaban bajo las intolerables y complicadas prescripciones de la ley farisaica y se sentían perdidos ante la doctrina sutil y difícil de los rabinos. Jesús les invitaba a buscar en otra parte, a saber, en el evangelio y en su ejemplo, la verdadera voluntad de Dios; una voluntad sin duda exigente, pero rectilínea y simple y al alcance de todos. Para motivar su invitación y ofrecer su ejemplo, se define Jesús "manso y humilde de corazón". Humilde indica la actitud de Jesús, dócil en todo a la voluntad del Padre; una docilidad interior, libre y querida ("de corazón"). Manso indica la actitud de Jesús respecto a los hombres: una actitud rectilínea, valiente, no violenta; misericordioso, tolerante, pronto al perdón, pero también exigente.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MATEO
EDIC. PAULINAS/MADRID 1982.Pág. 121


2.AUTOSUFICIENCIA PLAN-DEI/ORGULLO:

La acción de gracias tiene como punto de referencia el rechazo que los escribas y fariseos habían hecho de la palabra de Jesús.

Eran los doctos de la época particularmente los escribas, los profesionales de la Ley. El misterio del Reino no es accesible a esta clase de sabiduría humana. La acción de gracias significa en este caso concreto la aceptación del plan o designio de Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquéllos que se presentan ante Dios conscientes de su vaciedad y pequeñez, con la pobreza sustantiva que caracteriza al ser humano, con la actitud humilde y "desesperada" búsqueda de algo o Alguien que sea capaz de llenar la propia vida. Caraterísticas que, por lo demás, pueden darse en la gente docta, en los doctores de la Ley, como lo demuestra el caso de Nicodemo (Jn 3. 1ss). Dios no admite que el hombre entre en petulante competencia con Él. La autosuficiencia será el obstáculo mayor para que el misterio de Dios se abra a ellos. El plan de Dios puede ser aceptado o rechazado por el hombre, pero no puede ser discutido.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1006


3. J/PADRE. J/CONCIENCIA-HIJO.

Digamos, en primer lugar, que la oración de Jesús aquí citada no debe quedar separada de los versículos que la preceden. Acostumbrados a cortar este capítulo, dejamos de lado el estrecho lazo que une las palabras de Jesús al fracaso de su predicación en Galilea. Este fracaso está aquí supuesto mediante la condena de las ciudades incrédulas.

El interés de la oración de Jesús viene en primer término de que, después de constatar el fracaso de su gira galilea, Jesús "bendice" a su Padre. No faltan, en el A.T., textos que muestran la reacción agresiva, muy humana, de los heraldos de la Palabra de Dios, heridos ante el fracaso con que chocan, prontos a hacer responsable a Dios de su falta de éxito. Las Confesiones de Jeremías refieren la desesperación, también muy humana -¿quién, fuera de Jesús, podría condenar tal desesperación?-, del desgraciado profeta, acosado por todas partes por los oyentes a los que su palabra ha condenado. Esas frases de un profeta desesperado ante su fracaso, dispuesto a dudar de Dios, que nos refiere Jeremías (15. 15-18 o 15. 19-21) podrían servir como primera lectura: harían ver la debilidad del creyente, del profeta mismo, inclinado a dudar de Dios; harían percibir mejor la sublime fuerza de Jesús que, en lugar de lanzar invectivas de dudar, "bendice". "Sí, Padre, dice, así te ha parecido mejor". Y de la misma manera, en lugar del patético Jeremías, podrían tomarse las frases de Jonás (3. 7-4. 4), obstinado en su incapacidad para entender a Dios, su designio, su misericordia. Jesús, pues, bendice. La bendición viene al final de un movimiento de admiración. Se bendice una obra porque se la admira, y lo mismo a un personaje en quien se descubren los signos de la perfección, del pleno cumplimiento. Del mismo modo Jesús mantiene que el resultado de la predicación galilea, tan decepcionante en apariencia, tiene algo de satisfactorio. Para apreciar las cosas así, se necesita superar los motivos naturales. Porque el grito admirativo que se expresa en la bendición no procede precisamente sólo de la cosa contemplada, vista, admirada. Viene de la referencia a Dios. El impulso maravilloso brota porque Dios ha sido entrevisto; la situación se ha mostrado como fruto de un acto de Dios, como obra divina; y en ese caso es a Dios, más que a su obra, a quien se admira: y se "bendice".

Jesús bendice a Dios porque, sin olvidar nada de la responsabilidad que a los incrédulos corresponde en su fracaso (la condena de las ciudades es un testimonio), reconoce un misterio divino; sabe que Dios está presente en este drama que ha reducido casi a la nada su esfuerzo de evangelización. Y admira esa presencia, esa obra de Dios. Él es el que a unos, a los incrédulos, ha "ocultado", y Él es quien ha "revelado" a los "sencillos": por todo ello debe ser bendecido. Él se ha demostrado como un Dios presente; más que presente: como un Dios "paterno". "Yo te bendigo, Padre", dice Jesús. Estamos muy lejos de Jeremías y de Jonás.

Y estamos más lejos todavía de lo que los hombres son cotidianamente capaces, de eso a que nosotros mismos llegamos. Jesús da además el motivo de esa superioridad. Si su oración alcanza el nivel de disponibilidad, de confianza, de atención filiales a que Él llega y que nosotros no sabemos alcanzar, es debido a los lazos especiales que le unen a Dios: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". (...) Lo mismo que Jeremías se sabía "conocido" por Yahvé (Jr 1. 5), Jesús se sabe también "conocido" con un conocimiento que penetra el más íntimo secreto de sus disposiciones de confianza, de disponibilidad y afecto filiales. Al mismo tiempo, y siempre a la manera de un Jeremías consciente de hablar en nombre de Dios, de poseer sus secretos, Jesús sabe que él "conoce" a Dios, su acción misteriosa, su oculto designio, y que lo conoce mejor que cualquier otro, hasta el punto de saber identificar el carácter "paterno" de esta obra, de este proyecto, como ningún otro hombre sabe hacerlo.

Tal es la fuente de la oración de Jesús y del carácter excepcional de esta oración. En el fondo, estas frases breves dan testimonio de la conciencia que tenía Jesús de los lazos especiales que le unían a Dios, lazos que "experimentaba" en la predicación galilea. Entonces Jesús se descubría a sí mismo "paternalmente" seguido, acompañado, ayudado por Dios de una manera que sólo puede expresar el término tan humano de "Padre"; y además percibía en lo más profundo de su ser la subida hacia ese Dios paterno, con un movimiento que corresponde a lo que nosotros designamos como actitud o amor "filial".

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MATEO
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 179


4. SENCILLO/QUIEN-ES.

¿Quiénes son los sencillos? Hay que distinguir dos niveles de interpretación: el de la tradición y el del evangelista. En el primero, los "sencillos" son los pobres, a los que es anunciado el Evangelio de Reino. En la perspectiva de Mt, el texto adquiere un tono polémico antifarisaico: los "sencillos" son los discípulos creyentes, opuestos a los sabios y entendidos, es decir, a los escribas y fariseos. Esta doble interpretación se insiere en la oración de Jesús, que reconoce la acción salvífica y gratuita del Padre en la doble reacción ante su persona y su mensaje: gozosa acogida por parte de los pobres, marginados, pecadores, pueblo sencillo; y obstinado rechazo de los responsables cualificados por el "saber" y la práctica religiosa.

YUGO/DESCANSO: Siguiendo a Jesús, el yugo (la alianza y la ley del Señor; en la tradición judía, la Torah y los mandamientos) de la voluntad de Dios ya no es un yugo opresor y duro, sino que genera ya ahora aquella gozosa paz prometida a los humildes y pobres, garantía de la salvación definitiva ("el reposo"). Así, el yugo ya no es un sistema legal para interpretar y seguir, sino seguir a Jesús, el Hijo, que revela la voluntad de Dios y la realiza plena y definitivamente.

J. FONTBONA
MISA DOMINICAL 1990/14


5.

La cuestión de la autenticidad, de la unidad y de la doctrina de este pasaje, plantea muchos problemas a los exegetas. La primera parte (vv. 25-27) se parece mucho a la versión de Lucas (/Lc/10/21-22), pero la segunda se separa mucho de ella (/Lc/10/23-24 y /Mt/11/28-29). Parece, sin embargo, que Mateo transmite una versión primitiva, si tenemos en cuenta el gran número de aramismos en este relato.

Primero, Xto formula una acción de gracias a su Padre (vv. 25-27) porque ambos son el uno para el otro y por la misión que Él ha recibido de revelarlo a los pequeños (vv. 28-30) para invitarlos a entrar en comunión con Él.

a)El trasfondo bíblico de este himno es muy revelador: Xto se aplica el himno de /Dn/02/23. Los tres "niños" (cf Lc 10. 21) se oponen a los "sabios" babilónicos; gracias a sus plegarias (Dn 2. 18) se les ha concedido la "revelación" del misterio del Reino (expresión característica del libro de Daniel, que se vuelve a encontrar también en Lc 10. 21), que ha escapado a los sabios y doctores.

Xto compara la oposición entre sus discípulos y los sabios del judaísmo a la que separa a los "niños y los sabios" en tiempos de Nabucodonosor. También Él va a abrir su Reino y ofrecer la "revelación" a una categoría bien determinada de "pobres", los que lo son en el plano de la inteligencia. En esto se separa de algunos doctores del judaísmo, que con frecuencia eran despiadados para con el pueblo ignorante (cf. Is 29. 14; 1 Co 1. 19-26).

b)En otro pasaje del libro de Daniel (/Dn/07/14), el Hijo del hombre "recibe todo" del Anciano en días..., y este misterio constituye el objeto de la revelación hecha a Daniel. Partiendo de este texto, Cristo, que reivindica para Sí el título de Hijo del hombre (Mt 24. 36), bendice al Anciano en días, pero con un nuevo nombre, el de Padre, porque ha "puesto todo en sus manos", es decir, porque le ha dado, como en Daniel 7. 14, un "poder sobre todas las cosas" (Mt 28. 18; Jn 5. 22; 13. 3; 17. 2), pero también un "conocimiento" pleno del Padre, que deberá revelar a los hombres (v. 27). Cristo es, así, simultáneamente, el Rey y Revelador del Reino a los pequeños. Agrupándose en torno a Él, éstos podrán conocer a Dios y constituir una comunidad distinta de "los que no conocen a Dios"; primero, los paganos (Jr 10. 25), y después los sabios judíos (v. 21; cf Jn 12. 39-50).

c)Los "cansados y cargados" (v. 28) son los mismos que los pequeños y los ignorantes de los versículos precedentes. En efecto, el peso o el "yugo" designa con frecuencia en el judaísmo el cumplimiento de la ley (Si 51. 26; Jr 2. 20; 5. 5; Ga 5. 1).

Los escribas les habían sobrecargado con un número incalculable de prescripciones que los simples y los ignorantes se esforzaban por observar, sin tener la capacidad suficiente para distinguir lo necesario de lo accidental (Mt 23. 4). Los que Jesús ha reclutado no son tanto los afligidos como los simples e ignorantes, esclavos de las prescripciones del legalismo judío.

Cristo, que guardaba sus distancias frente al intelectualismo, hace otro tanto frente al legalismo.

d)Jesús se presenta, sin embargo, como los rabinos y los sabios que reclutaban discípulos para sus escuelas (v. 29; cf Si 51. 31; Is 55. 1; Pr 9. 5; Si 24. 19). Impone a su vez un yugo, pero fácil de llevar (1 Jn 5. 3-4; Jr 6. 6) porque Él también ha formado parte de la comunidad de los pobres anunciada por So 3. 12-13, y porque reúne a los mansos y humildes de corazón. El nuevo Maestro de sabiduría es, pues, un Pobre, y lo es de corazón, porque ha adoptado libre y voluntariamente esta condición.

Esta pobreza de Xto da unidad a todo el pasaje. Frente al intelectualismo de los sabios que creían saberlo todo, Xto se dirige a los ignorantes, pero como uno de ellos, pues afirma que todo lo que Él sabe no proviene de Él, sino que lo ha recibido del Padre (vv. 21-22). Frente al legalismo de los rabinos, Jesús se vuelve hacia los que se encurvan bajo el yugo de la ley, que sienten complejo de culpa frente a esa ley y se presenta igualmente como uno de ellos: también a Él le han echado en cara faltas y pecados (el contexto de Mt 12. 1-11 lo muestra claramente) y se ha liberado de ese complejo de culpa, invitando a cuantos son víctimas de él a liberarse también.

Una comparación entre Ben Sirá (Si) y Jesús puede ayudar a comprender la originalidad del mensaje de Jesús. Ambos han vivido una relación especial con Dios: para uno, era de orden sapiencial e intelectual; para el otro, de orden filial. Con el primero, Dios comparte secretos; con el segundo, comparte su vida.

Ben Sirá y Jesús se enfrentan con los problemas de la ley. A los ojos del primero, la ley emana de la sabiduría y es un instrumento para encontrarse con Dios; para el segundo, su yugo -al menos el yugo del legalismo- es una pantalla que impide el encuentro con Dios, porque desvía a los ignorantes y falsifica sus relaciones con Dios.

Ambos atienden especialmente a los pobres y a los humildes. Pero el segundo amplía el círculo de los pobres a los ignorantes y a los que han sido explotados por una falsa sabiduría y un legalismo estrecho. Ben Sirá y Jesús quieren ser maestros de sabiduría, pero uno cree que su enseñanza sanará a los pobres, mientras el otro se hace pobre entre los pobres y revela incluso sus relaciones con el Padre en la forma de pobreza absoluta, pues Él no es nada por Sí mismo y solo es lo que se le ha dado.

En Jesús, pues, la pobreza adquiere una desviación de su centro de gravedad. La pobreza definía una situación material o de ignorancia; representaba algunas veces una actitud espiritual y moral; de ahora en adelante expresa una condición ontológica. Cristo es pobre porque en Él el hombre se comprende en su relación con el Padre, y esta pobreza es salvadora porque no está construida por fuerzas humanas.

Serán discípulos de Jesús los que acepten en lo más profundo de su ser la renovación que los hace disponibles a la iniciativa divina y vivirán esta renovación en la comunidad eclesial.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág.136 ss


6.

Texto. En el contexto inmediato Mateo resalta la inmadurez y el inmovilismo de los contemporáneos de Jesús. Contrarrestando esta situación Mateo inserta este espléndido texto.

Comienza con un canto de acción de gracias de Jesús al Padre y al Señor del universo. Este primer momento del texto abarca los versículos 25-26. El motivo de la acción de gracias es la toma de postura del Padre en favor de la gente sencilla. En este motivo es perfectamente reconocible la línea de conducta de Dios, cuyos orígenes se encuentran en el texto fundacional de la Biblia: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto... y he bajado a liberarlos de los egipcios (Ex. 3, 7-8).

La expresión gente sencilla traduce adecuadamente el término figurado griego "niños pequeños" y funciona en contraposición a "sabios y entendidos". En el conjunto del evangelio de Mateo ambas categorías de personas son trasponibles a maestros de la Ley y fariseos (sabios entendidos) y a recaudadores y gente de mala reputación (niños pequeños). Un motivo similar al de este texto lo desarrolla Pablo cuando contrapone los considerados sabios por el mundo a los que en el mundo tiene por necios (I Cor. 1, 18-31). En su acción de gracias Jesús maneja magistralmente el recurso del contraste: el que es imponente y majestuoso manifiesta su "impotencia" y majestad tomando postura por los que nada pueden.

El segundo momento del texto es el v. 27. El destinatario no es ya el Padre sino los oyentes y lectores. Este segundo momento viene a dar razón y fundamento a la acción de gracias precedente.

Si Jesús puede dar gracias al Padre por su toma de postura y por su parecer, ello es debido al grado de conocimiento y de compenetración que tiene con el Padre. Jesús lo sabe todo del Padre, porque el propio Padre se lo ha enseñado. En el conjunto del texto este verbo enseñar es traducción más ajustada que el genérico entregar. Mi Padre me lo ha enseñado todo.

El tercer momento del texto abarca los vs. 28-30. Se trata de una doble invitación, cuya fuerza y valor residen en lo que conocemos de Jesús por el versículo anterior. Los destinatarios de la invitación son los cansados y los agobiados. Ambos términos están empleados en sentido figurado. En el conjunto del evangelio de Mateo se trata del cansancio y agobio derivados de las cargas de la Ley, tal como lo entienden y exponen los sabios y entendidos.

"Los maestros de la Ley y los fariseos echan cargas pesadas sobre los hombros de los demás" (Mt. 23, 4). La actitud de Jesús, expresada en la frase "yo os aliviaré", contrasta con la de los sabios y entendidos, que "no están dispuestos a tocar ni siquiera con un dedo" las cargas que echan (Mt. 23, 4). Ellos habla del yugo de la Ley; también Jesús lo hace, pero unciéndose él mismo el yugo y caminando delante con él. La invitación de Jesús a cargar con el yugo parte de su mismo ejemplo.

En el conjunto del texto el v. 27 ocupa el lugar central no sólo por posición sino, sobre todo, por importancia. El, en efecto, irradia luz a los anteriores y a los posteriores. Estos, a su vez, ayudan a ver la perspectiva de las afirmaciones del versículo central. En él niega a la Ley toda pretensión de mediación válida para el conocimiento del Padre y del Hijo. Comentario. La Biblia tiene su origen en un acto de justicia social: la toma de postura de Dios en favor de los oprimidos. En el texto de hoy Jesús confirma autoritariamente esta imagen de Dios, la cual se convierte así en la única imagen válida de Dios.

Jesús nos revela a un Dios que toma partido en favor de los oprimidos por las cargas que les imponen los sabios y entendidos. No pretendamos ver en este texto un planteamiento antiintelectual. Se trata pura y simplemente de un acto de justicia social.

Un acto de justicia social no verbal ni teórico, sino real y práctico. En este texto no hay fractura entre teoría y praxis ni un planteamiento orientado al dominio técnico de las conciencias.

A diferencia de los maestros de la Ley, que son expertos, Jesús es un guía que camina por delante del yugo que impone. Mientras que el experto convierte el saber en un instrumento en favor de algo, el guía es ante todo una posición vital que integra la teoría y la praxis. La imagen de Dios que Jesús revela tiene su confirmación y constatación en Jesús. De ahí el papel esencial e insustituible de Jesús como mediador de Dios por un lado y su valor de ejemplaridad esencial e insustituible por otro.

Nos hallamos ante un texto de trascendencia incalculable; uno de los textos indispensables, porque dan respiro y libertad a la vida tan desafortunadamente atormentada por códigos y leyes.

Gracias a este texto la mirada del creyente deja de tener el aspecto cansino y agobiado de un animal humano de carga. Si Jesús da gracias al Padre, justo es que nosotros entonemos un canto de acción de gracias a Jesús por habernos dicho lo que en este texto nos dice. Hoy es una de las ocasiones en las que la exégesis no puede cerrarse al sentimiento.

A. BENITO
DABAR 1990/36


7.

Contexto. El nuevo Pueblo de Dios es ya una realidad literaria (9, 35-10). Hay que calificarlo de realidad literaria porque en el Evangelio de Mateo este pueblo no comenzará su actuación sino después de 28, 16-20. De momento, Mateo quiere que el nuevo Pueblo siga formándose en la escuela de su líder y maestro. Un liderazgo que Mateo sigue concibiéndolo, en un contexto realístico de incompresión por parte de los contemporáneos religiosos (11, 1-24).

Sentido del texto. Si en los caps. 8-9 Mateo había ido dando entrada paulatina a la oposición religiosa, en 11, 1-24 esta oposición es una realidad plena. El autor presenta, pues, claramente diferenciados al viejo y al nuevo Pueblo de Dios. El v. 25 comienza reflejando el alborozo incontenido de Jesús por la existencia del nuevo Pueblo. El viejo Pueblo es calificado como sabio y entendido; el nuevo, como gente sencilla (textualmente; personas sin voz). Muy probablemente, Jesús se refiere a los dirigentes del viejo Pueblo, ante los cuales los que aceptan a Jesús se sienten impotentes para hablar. En efecto, ésta era la realidad dentro del viejo Pueblo: sólo los dirigentes, los constituidos en jerarquía, podían hablar; los demás sólo podían escuchar y aceptar. Los dirigentes, sobre todo de corriente farisea (los letrados), eran los únicos intérpretes de la Escritura y de la Tradición, movidos ciertamente por un noble espíritu de actualización de las mismas. El resultado a nivel de pueblo era una existencia dirigida y heterónoma. Un pueblo fatigado y angustiado por el fardo pesado de una reglamentación de la conciencia (cfr. Mt. 23, 4). Un pueblo, en definitiva, maltrecho y derrengado por culpa de sus pastores (cfr. Mt. 9, 36).

Estas son las gentes sin voz (la traducción litúrgica "gente sencilla" no quiere decir gente inculta o sin recursos materiales) que respiraron el aire fresco de Jesús. Un Jesús manso, es decir, sencillo, que no atosiga ni abruma las conciencias. Un Jesús humilde, es decir, sin ese aire arrogante y prepotente que inevitablemente exhalan sin darse cuenta los religiosos del cumplimiento. Sí, Jesús fue aire fresco, alivio y descanso en aquel mundo perfectamente religioso.

Frente a la tradición de los mayores, Jesús habla de la tradición del Padre (v. 27a; el matiz de "tradición" aparece muy claro en el texto original). Al fin, Dios deja de ser impositivo y atosigador de conciencias. La tradición de los mayores convierte la existencia en un peso insoportable y agobiante. La tradición del Padre devuelve a la existencia agilidad y frescura. Desde Jesús tenemos, pues, un criterio de discernimiento para saber si una tradición es cosa de los hombres o de Dios. Desde Jesús sabemos quién y cómo es Dios. Desde Jesús sabemos cómo debe experimentarse el Pueblo de Dios. Un Pueblo así es el que hace estallar de alegría a Jesús, quien en gesto de intimidad insondable se la ofrece a su Padre. En Jesús es Dios quien palpita. ¡Fantásticos versículos! El viejo soñador de Génesis 1, puede, al fin, ser el que es; gracias a Jesús deja de ser el que los hombres religiosos le imponen ser. ¡Por favor: no sigamos haciendo violencia a Dios! ¡Dejémosle ser el que Jesús revela en estos versículos! ¡Dejemos que las gentes sin voz puedan sentir alivio y descanso!

DABAR 1981/39


8. CONOCIMIENTO BIBLICO.

Conocer en la Biblia tiene un significado mucho más extenso. La imagen del "árbol de la ciencia del bien y del mal" en el paraíso del Edén designaba unos conocimientos amplios, una inteligencia inmediata de las razones y causas de las cosas. Además el verbo conocer indica que se está familiarizado con otra cosa, designa la aceptación juiciosa y la apropiación amante de una cosa. Participan por igual en la acción de conocer la voluntad, los sentimientos y la inteligencia. Por eso la Escritura puede designar con el verbo "conocer" el encuentro más íntimo del hombre y de la mujer en el matrimonio. Si Dios conoce al hombre, lo penetra por completo con su espíritu y al mismo tiempo le abraza con amorosa propensión. Conocer y amar son entonces una misma cosa.

EL NT Y SU MENSAJE 01-1
EL EVANGELIO SEGUN SAN MATEO
HERDER BARCELONA 1970.Pág. 250


9.

Mateo reúne aquí tres palabras o dichos que Jesús pronunció seguramente en diversas ocasiones, pero que en su conjunto nos ofrecen uno de los testimonios más claros del Maestro sobre sí mismo, sobre su persona y su misión en el mundo. Hallamos el texto dividido convenientemente en tres estrofas; aunque, dada su coherencia temática, debemos interpretarlo como un todo.

Comienza Jesús dando gracias al Padre y alabándolo porque ha revelado "estas cosas" a la gente sencilla y las ha escondido a los sabios y prudentes. Como se desprende de la situación en la que está hablando según informa Lucas (10, 21) los discípulos acaban de llegar de su primera misión), Jesús, al decir "estas cosas", se refiere a toda su predicación del reinado de Dios. Los "sabios y prudentes" son las personas cultas y mejor formadas, de las que cabría esperar una mejor comprensión del evangelio, pero que encuentran en su autosuficiencia el mayor obstáculo. Creen saberlo todo de las ciencias humanas y divinas; por eso Dios confunde su sabiduría (cfr. Is 29, 14; I Cor 1, 19). Sabios y prudentes eran en aquel tiempo los escriba y fariseos que rechazaron a Jesús con toda su alma. Por el contrario, la "gente sencilla" son los que llama Jesús "pobres" en sus bienaventuranzas (Lc 6, 20; Mt 5, 3). Son hombres que no tienen ni bienes ni cultura; son los "isidros" o gente ruda del campo; son todos aquellos que entonces parecían los últimos, porque no sabían interpretar la Ley y no conocían los preceptos, y por ello eran despreciados por los fariseos y los escribas en Jerusalén.

Todos estos son "la gente sencilla" y "los pobres" cuando buscan, preguntan y se abren a la gracia y a la verdad de Dios. En el rechazo que padece el evangelio de parte de los "sabios y prudentes" y en la acogida que recibe en la "gente sencilla", como sus discípulos, ve Jesús los planes de Dios y los acepta con entusiasmo. Lucas nos dice que "en aquel momento se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo..." La exclamación gozosa de Jesús y su alabanza al Padre está animada por el mismo Espíritu de Dios.

J/MEDIADOR:Sólo a Jesús se ha revelado el Padre en plenitud y le ha entregado todo su poder. Jesús es el único Mediador, porque es el Hijo amado del Padre y está lleno de verdad y de vida para que de él todos participemos. Es aquí donde alcanza su culminación en el evangelio según san Mateo la revelación que hace Jesús de sí mismo. Estas palabras suenan evidentemente a san Juan (cfr. Jn 3, 35; 8, 19; 10, 15; 13, 3; 17, 25).

Los "cansados y agobiados" son todos los que se afanaban inútilmente en el cumplimiento de la Ley y de las tradiciones de los judíos. Los fariseos imponían a la gente sencilla un fárrago de leyes y obligaciones que ellos mismos no podían soportar y no cumplían (23, 2-4). De esta manera, lo único que conseguían era atormentar las conciencias y dominar sobre los que se sentían culpables. Jesús quiere ser un alivio para todos estos. El había dicho que la ley es para el hombre y no a la inversa ("No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre"), y en muchas ocasiones contesta con obras y palabras al legalismo de los fariseos. Sin embargo, este alivio es a su vez un yugo, sólo que mucho más ligero, porque es el yugo único del amor. Y es "suave" porque el mismo Jesús lleva ese yugo como ningún otro.

"Manso y humilde de corazón" significa precisamente esto, que sabe comprender a los pobres y a los humildes, porque padece con ellos y es pobre lo mismo que ellos. Precisamente se trata de dos palabras que en las bienaventuranzas se refieren también a los "pobres".

EUCARISTÍA 1975/39


10. Esta exclamación gozosa, en la que Jesús celebra la voluntad del Padre y le da gracias, y le bendice, porque se ha revelado a los humildes parece situarse mejor en el contexto de San Lucas. En el tercer evangelio estas palabras de Jesús se encuentran inmediatamente después del informe que hacen los discípulos sobre el éxito de su primera misión evangélica (Lc 10, 21 ss). Si muchos "sabios y entendidos" (principalmente, fariseos y doctores de la Ley) no quieren ver y escuchar lo que Jesús hace y lo que Jesús dice, otros ven y creen en él. La obcecación de los primeros, que se enorgullecen de su propia sabiduría y de sus títulos, no es un impedimento para que no se cumplan los planes de Dios. La sabiduría de los doctores que no puede salvarles se muestra necedad, en cambio la sabiduría de la gente sencilla es una sabiduría divina. Estos son los "pobres de espíritu" (5, 3), cuyo es el Reino de los Cielos. Entre esta gente sencilla están los discípulos de Jesús, pero también algún hombre docto como Nicodemo (Jn 3, 1-15), que no presume de su propia ciencia y abre humildemente sus oídos al Evangelio. También san Pablo, discípulo de fariseos, elegirá este camino de los "necios" ante el mundo, que es el camino de los verdaderamente sabios delante de Dios (cf. 1 Cor 1, 18-2, 16; 3, 18-20). Sólo a Jesús se ha revelado el Padre plenamente, sólo a él le ha entregado todo su poder. Jesús está lleno de la verdad y de la vida divina, es el Mediador, el Hijo de Dios. El HIjo es el único que conoce al Padre y el Padre es el único que conoce al Hijo. El Hijo y el Padre son un mismo Dios. En este lugar llega a su punto culminante la revelación que hace Jesús de sí mismo en todo el evangelio de San Mateo. Estas palabras suenan evidentemente a San Juan (cf.Jn 3, 35; 8, 19; 10, 15; 13, 3; 17, 25).

Porque es el Enviado de Dios, el Mediador, para salvar a los hombres, Jesús llama a sí a todos los que necesitan de salvación; a los que gimen bajo la carga de la vida, bajo el peso de sus pecados, bajo las exigencias de la ley y de los mil preceptos que de ella se derivan, de aquellos preceptos que escribas y fariseos tratan de explicar y que ni ellos mismos son capaces de cumplir (cf. 23, 2-4). Y a todos éstos Jesús les llama para que le sigan, prometiéndoles alivio para tantos males y liberación de tantos yugos intolerables. El Evangelio de Jesús es un yugo que oprime; es, en primer lugar, el anuncio de la salvación y, sólo en segundo lugar, la proclamación de las exigencia del amor de Dios. Primero es evangelio y sólo después Ley. ¿Qué hemos hecho nosotros del Evangelio?

EUCARISTÍA 1987/32


11. 

Este pasaje es propio de Mt; viene inmediatamente después del himno de júbilo en el que Cristo bendice al Padre por haber revelado su misterio a los "pequeñitos" y no a los sabios (vv. 25-27).

En los vv. que preceden a nuestro pasaje, Cristo ha contrapuesto un pueblo ignorante y simple a los sabios expertos de la ley, los "pequeñitos" a los doctores, para explicar cómo los primeros, a falta de ciencia y de conocimientos, se benefician de una "revelación" divina que compensa su ignorancia.

Cristo introducía así a los ignorantes en la comunidad de los pobres de Yahvé destinada a la participación en el reino. Es, pues, verosímil que quienes sufren y están doblados bajo el peso (v. 28) son los mismos "pequeños" e ignorantes de los vv. anteriores. Efectivamente, el peso y el yugo designan, frecuentemente, en el judaísmo, las observancias de la Ley (Si 51. 26; Jr 2. 20; 5. 5). Pero los escribas los habían sobrecargado con un número incalculable de prescripciones que los simples trataban de cumplir, sin tener siempre la perspectiva suficiente para diferenciar lo esencial de lo accesorio (Mt 23. 4). El pueblo invitado por Cristo no son siempre los afligidos en general, sino los simples esclavos de las prescripciones demasiado pesadas del legalismo.

Siempre habrá en el mundo yugos pesados y cargas aplastantes: el hombre está tan angustiado que acepta las prescripciones, los ritos y los dogmas religiosos, a fin de encontrar en ellos un poco de garantía y de seguridad. ¡No hay más que ver la confusión de muchas personas cuando la religión cambia o se simplifica y les enfrenta con su angustia básica! Si sucede que el rechazar la carga de la religión es, muchas veces, para cargarse con yugos más pesados aún, que van desde el fanatismo político hasta la religión de la ciencia.

Cuando Jesús anuncia un yugo ligero, no anuncia en absoluto una religión que vaya a ser menos legalista que las demás, menos ritualista o menos dogmática. Jesús no predica una nueva religión, sino que propone al hombre la posibilidad de incorporarse a una realidad nueva. Al revelarnos que somos aceptados tal como somos, angustiados y desgarrados, nos tranquiliza y da un sentido a nuestro valor. En adelante sabemos que estamos en Dios porque Él mismo nos ha captado, sea cual fuere nuestra debilidad y nuestro pecado, a pesar del carácter fragmentario y disforme de nuestra persona y del mundo. Así es el Dios de JC: no podemos encontrarle por nosotros mismos, sino que es JC quien nos acerca a Él.

La Iglesia, a su vez, repite la invitación de Cristo: "Venid..." Pero no tiene derecho a apelar al cristianismo si éste se ve obstaculizado por el particularismo y el legalismo, por cargas y yugos; es enviada para llamar al hombre a esa realidad nueva que se ha manifestado en Jesús, del que no es más que signo y testigo. Esto es importante, en especial para el diálogo entre cristianos y ateos. Si la Iglesia propone el mensaje de Jesús, no es para transformar a los ateos en adeptos de una religión, sino para anunciar la persona de Jesús que está por encima de la religión y de la no-religión, y para llamar al hombre a un nivel más profundo de su vida: allí donde se siente aceptado por el Otro.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 93


12. LEY/YUGO  J/LIBERTAD:

¿Quién no sueña con una vida sencilla, libre de las mil y una molestias que cada día le ensombrecen a uno la vida desde que se despierta? ¿Y qué decir de esas obligaciones religiosas, imaginadas para quién sabe qué humanidad perpetuamente al acecho de inauditas desviaciones?: Eso no se puede hacer... Cuidado con aquello... Con harta frecuencia, las leyes elaboradas por las gentes de Iglesia contienen ciertos resabios de sadismo, muy ajeno al Evangelio.

No es que predique la facilidad y la indolencia. Él sabe mejor que nadie que el corazón del hombre necesita ser continuamente encauzado. Pero sólo él sabe también cuál es el camino para ello: su yugo es sencillo, fácil, esencial. Sí, la vida cristiana conlleva una carga, pero ésta, comparada con las cargas que los hombres imponen, es una auténtica liberación. ¡Esto lo entenderán los que han aceptado el yugo del amor! Nada hay tan inverosímil como esa imagen de un Dios creador siempre tramando nuevas leyes para los hombres o, mejor dicho, ¡contra los hombres! Pero ¿no es ya de por sí la existencia una carga bastante pesada de llevar? Es verdad que el Dios infinito se interesa infinitamente por ese microcosmos que es el hombre; pero la manera de actuar de Dios está en las antípodas de los dioses inventados por los poderosos. Nuestro Dios es "manso y humilde de corazón"... Entonces, cuando ya no funciona ninguna otra cosa, cuando la religión te parece sobrecargada por el peso de la ley, piensa en esto y cobra nueva vida: Dios es manso, Dios es humilde. ¡El dueño de la vida es humilde.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 34


13. /Mt/11/28-30

En este tiempo de Adviento recibimos esta invitación ¡venid a mí! ¿Acepto yo esta llamada? ¿Me dirijo hacia El? La voluntad de Dios se vuelve ligera si se hace lo que dice Jesús; aprended de mí. Jesús lleva también las dos cosas: su misión para él es yugo y peso; con todo, él los ha aceptado como siervo humilde de Dios. Se ha hecho inferior y cumple con toda sumisión, lo que Dios le ha encargado, se hace servidor de todos. Jesús promete el descanso para el peso abrumador de la vida diaria, para el cumplimiento de la voluntad de Dios en todas las cosas pequeñas. El que vive entregándose a Dios y ejercita incesantemente el amor es levantado interiormente y se serena.

Nuestra fe nunca puede convertirse en carga agobiante. Entonces se apreciaría la fe de una forma falsa. Siempre es una fuente de consuelo y de apacible serenidad.


14. RV/DESTINATARIOS

Después de hacer el elogio de Juan Bautista, después de "quejarse" de su generación porque no ha aceptado ni el mensaje de Juan ni el suyo, Jesús hace esta plegaria de bendición que expresa quiénes son los destinatarios de su predicación.

Es típico del judaísmo hacer plegarias de bendición al Señor, que suelen constar de una exclamación de agradecimiento y del motivo por el cual se expresa la bendición. En este caso, Jesús habla del "Señor de cielo y tierra", es decir, del Dios creador de todas las cosas, como Padre. El motivo de su bendición es que el Padre se da a conocer a la "gente sencilla" y no a los "sabios y entendidos"

Los sencillos nos recuerdan a los pobres y humildes de las bienaventuranzas, aquéllos que no ponen las seguridades en ellos mismos, sino que confían plenamente en Dios; básicamente se refieren a los discípulos, a quienes les han sido reveladas todas "estas cosas". Los sabios y entendidos hacen referencia sobre todo a los doctores de la Ley y a todos los que pretenden saber sin abrirse dócilmente a la revelación de Dios. En el trasfondo, parece que está el texto de Daniel, aquel jovencito que muestra tener más sabiduría que todos los sabios de Nabucodonosor.

El Padre, el Señor de cielo y tierra, lo ha puesto todo en manos de Jesús: véanse las palabras finales del evangelio de Mateo, donde Jesús dice esto mismo. El poder de Jesús es el poder de Dios y no ningún otro. El conocimiento entre el Padre y el Hijo indica la unión íntima y afectiva de ambos, y no un simple conocimiento racional.

La plegaria da paso a una llamada al seguimiento. El yugo significaba en el Antiguo Testamento la Ley de Dios y era visto en términos de alegría. Jesús propone un yugo totalmente liberador, que conduce al reposo. La Ley acabará siendo una carga insoportable, sobre todo para los sencillos. Jesús les propone su yugo, y se pone él mismo como ejemplo: él es manso y humilde de corazón. Jesús es el que ha vivido plenamente las bienaventuranzas, es el que vive la alegría de hacer siempre la voluntad del Padre. Los que hagan como él, serán felices como él.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1993/09


15.

Después del discurso de misión, cuya lectura terminamos el domingo anterior, el evangelio de Mt nos habla de la embajada que Juan Bautista manda a Jesús y de la queja de Jesús por las personas y las ciudades que no quieren recibirlo ni escucharlo. Este fracaso ante "los sabios y entendidos" y el rechazo en algunas poblaciones motiva estas palabras de Jesús. Pueden relacionarse también con las palabras de la misión: "has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado..."; "nada hay escondido que no llegue a revelarse".

Estas palabras son una plegaria al Padre en forma de bendición y al mismo tiempo de reconocimiento por parte de Jesús -y de revelación para nosotros- de cuál es su voluntad. Se bendice a Dios porque, de acuerdo con su voluntad, son los sencillos los que están dispuestos a recibir y acoger la salvación y revelación de Dios de la que Jesús es portador, mientras que los "sabios y entendidos" (los expertos en materia religiosa, los que buscan un conocimiento intelectual por encima de todo) la rechazan. Al mismo tiempo, esta oración manifiesta la particular relación de Jesús con el Padre.

A esta voluntad del Padre de dar a conocer el Reino a los más pequeños corresponde también la revelación del Hijo según su voluntad. Esto es así por la relación y conocimiento únicos que se dan entre el Padre y el Hijo. Llegar al conocimiento de Dios y de su revelación es básicamente un don que se hace a aquellos que tienen la capacidad de recibirlo: los "pequeños" o "la gente sencilla", los "discípulos".

La segunda parte es una llamada a la vinculación personal a Jesús. Jesús dirige esta llamada o invitación a cuantos están "cansados y agobiados" por el peso de la ley tal como era explicada por los "sabios y entendidos" (escribas y fariseos) de su tiempo, que insistían mucho en el cumplimiento exacto y legalista pero no hacían sentir la alegría de la salvación ofrecida por Dios. A estos pequeños que se hallan agobiados les invita Jesús a que rompan la relación con la escuela de los escribas y fariseos y se conviertan en discípulos suyos: El les ofrece alivio. Hacerse discípulo es descrito también con la imagen de aceptar o cargar con el yugo, indicando la adhesión a Jesús de la persona entera.

El discípulo hallará la paz y el alivio no porque Jesús no sea exigente ("el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi"; "bienaventurados..."), sino porque es manso y humilde de corazón. Es decir, porque Jesús comunica a los que le siguen la alegría de entrar en el Reino, de sentirse salvados y amados por El y esta relación personal hace que el yugo sea suave y la carga, ligera.

JOSEP ROCA
MISA DOMINICAL 1981/14

16. ACI DIGITAL 2003

25. El Evangelio no es privilegio de los que se creen sabios y prudentes, sino que abre sus páginas a todos los hombres de buena voluntad, sobre todo a los pequeñuelos, esto es, a los pobres en el espíritu y humildes de corazón, porque "aquí tienen todos a Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, caridad y misericordia, y están abiertas para el género humano, herido y tembloroso, las fuentes de aquella divina gracia, postergada la cual y dejada a un lado, ni los pueblos ni sus gobernantes pueden iniciar ni consolidar la tranquilidad social y la concordia" (Pío XII en la Encíclica "Divino Afflante Spiritu").

28. No sólo los muy agobiados; también todos los cargados, para que la vida les sea llevadera.

29. Nótese que no dice que soy manso, sino porque soy manso. No se pone aquí como modelo, sino como Maestro al cual debemos ir sin timidez, puesto que es manso y no se irrita al vernos tan torpes.

30. El adjetivo griego "jrestós" que Jesús aplica a su yugo, es el mismo que se usa en Luc. 5, 39 para calificar el vino añejo. De ahí que es más exacto traducirlo por "excelente", pues "llevadero" sólo da la idea de un mal menor, en tanto que Jesús nos ofrece un bien positivo, el bien más grande para nuestra felicidad aun temporal, siempre que le creamos. El yugo es para la carne mala, mas no para el espíritu, al cual, por el contrario, Él le conquista la libertad (Juan 8, 31 s.; II Cor. 3, 17; Gál. 2, 4; Sant. 2, 12). Recordemos siempre esta divina fórmula, como una gran luz para nuestra vida espiritual. El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Jesús acentúa esta revelación en Juan 14, 23 s., al decir a San Judas Tadeo que quien lo ama observará su doctrina y el que no lo ama no guardará sus palabras. Tal es el sentido espiritual de las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa (13, 44 ss.). Del conocimiento viene el amor, esto es, la fe obra por la caridad (Gál. 5 y 6). Y si no hay amor, aunque hubiera obras, no valdrían nada (I Cor. 13, 1 ss.). Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: Ubi amatur, non laboratur.