COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 8, 9. 11-13

 

1. CARNE/ESPIRITU: H/CARNE:

La antítesis carne-espíritu se refiere a la situación del hombre-en-sí o del hombre apoyado en la gracia que Dios le ofrece por medio de Cristo. "Espíritu" puede significar esta situación de conexión con Dios ("espíritu") o la causa trascendente: el "Espíritu, el Espíritu Santo. El paso de espíritu a Espíritu y viceversa es imperceptible y a veces no totalmente diferenciado.

"Andar según la carne es, pues, contentarse con los propios recursos, sin aceptar el don gratuito de Dios. Así se explica que la "carne" tiende a la "muerte": el hombre-carne -el que de hecho y conscientemente rechaza la oferta de salvación- no tiene otra desembocadura que la "muerte" (en el sentido pleno); mientras que el hombre-espíritu tiene la perspectiva segura de "vida" y "paz".

"Paz" es una expresión hebrea ("shalom"), que comprende el conjunto de todos los bienes deseables por el hombre.

Como se comprende (y así lo afirma Pablo) la situación actual del cristiano es de "tensión": por una parte, la vieja vinculación con el pecado hace de él un "cadáver", un ser lanzado a la muerte; pero, por lo que tiene ya de espíritu, es vida, está "proyectado a la vida por razón del juicio favorable divino", pronunciado sobre su frustración existencial. Las "hazañas del cuerpo" ("tàs pràxeis toû sòmatos"): aquí "cuerpo" es todo el hombre en su actuación exterior y visible: se refiere al hombre-en-sí, en cuanto que intenta actuar por su propia cuenta. El cristiano se desprende de esta manera de actuar ("prâxis") y la "entrega a la esfera de la muerte", consciente de que por ese camino se va derecho a la "muerte". Una de las prerrogativas principales del hombre-espíritu es que no ha recibido un espíritu de esclavitud, sino de filiación. Es un hijo de Dios y puede hablar con Dios llamándole sencillamente "papá".

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1734


2. LEY/CARNE.

a) La carne designa el camino que el hombre elige en una preocupación de autosuficiencia, sin referirse a esta ayuda particular de Dios que es el Espíritu. La ley, aun siendo don de Dios puede pertenecer al orden de la carne cuando el hombre desnaturaliza hasta tal punto su observancia que hace de ella un medio para presentarse ante Dios con títulos y méritos. "Vivir en la carne" es, pues, querer la autarquía que Adán ha buscado en la desobediencia y que los observadores exclusivos de la ley buscan en la obediencia formalista. Una y otra actitud avocan a la muerte, es decir, aislamiento con relación a Dios y a la era escatológica. "Vivir en el Espíritu" es aceptar que El "vive" en nosotros, que nuestro ser esté abierto entonces a una iniciativa de Dios para ser conducido por El a la vida y a la paz. Si vive en nosotros es como Maestro (tema de la autoridad en los vv. 7-9), aun cuando fuera aparentemente huésped de un cuerpo muerto (V. 10), como ya lo fue en Jesús amortajado.

b) La vida de los cristianos en "espíritu" está en estrecha relación con la resurrección de Cristo, porque el mismo poder de Dios y el don de su único Espíritu (cf. Rom 1, 4) actúan tanto en un caso como en el otro (v. 11). Es por esto por lo que la vida del cristiano en espíritu es el mejor testimonio posible de la resurrección de Cristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 133


3.

Todo el capítulo 8 de esta carta está bajo el lema de "la vida en el Espíritu". Es otro modo, quizá el más abarcante y global de explicar lo que es el ser cristiano. Sin entrar aquí en explicaciones, un poco complejas, sobre "carne" y "espíritu" en Pablo, baste recordar que no se trata en absoluto de lo equivalente a cuerpo y alma en la mentalidad griega u occidental. Más bien es, en términos generales, todo hombre en cuanto inclinado hacia sí mismo y su egoísmo o hacia Dios, respectivamente.

La manera de ser cristiana se debe a la unión con el Espíritu. No se trata tan simplemente del Espíritu Santo, porque en San Pablo la delimitación de los conceptos no es tan clara como en Vg. San Juan. Lo cierto es que "Espíritu" supone una unión con Cristo Resucitado y con el Padre que resucita a Jesús. Lo cual quiere decir que la condición de vida cristiana se asemeja a la de Cristo en lo glorioso, porque de El, y del Padre, proviene esa vida.

Teniendo esa vida el destino es también paralelo. Todavía no está del todo presente, mejor dicho, todavía no se sienten todos los efectos y virtualidades de esa condición. Por ello Pablo habla de una vivificación futura. Pero ya está el germen, las arras, las primicias o como se quiera llamar, con tal de que se acentúe la seguridad de ese destino semejante también al de Cristo.

Por lo mismo (vs. 11-13) lo lógico es vivir lo que se es y no conforme a lo que uno ha dejado de ser, aun cuando se tenga todavía esa triste posibilidad. Ciertamente nosotros no estamos en igualdad de condiciones respecto a un mundo o a otro. El árbol, aun cuando no haya llegado todavía al suelo, ya ha empezado a caer inexorablemente del lado del Resucitado. Podemos pararlo o dar marcha atrás, pero lo lógico es vivir conforme a ese Espíritu que vive en nosotros.

Quizás hace falta no poca fe para aceptar todo esto. Pero tal es el convencimiento paulino y de donde él saca sus consecuencias.

F. PASTOR
DABAR 1990/36


4.

La nueva vida (6,4) que hemos recibido es una vida "en el espíritu", es decir, según el hombre renovado por la acción del Espíritu de Dios que habita en nosotros. El Espíritu de Dios es también el Espíritu de Cristo, pues es el Espíritu que el Señor Jesús envía y que nos une a él para formar con él un solo cuerpo.

Pero nuestra vida, a diferencia de la vida de Jesús resucitado, es aún una vida en esperanza que camina a su plenitud alentada por el mismo Espíritu, fuerza de Dios, que se manifestó en la gloria de la resurrección de Jesús.

Es necesario que hagamos sitio en nuestra vida para el Espíritu de Dios. Si nos dejamos llevar por el Espíritu, seremos efectivamente hijos de Dios. Y si somos hijos, también seremos herederos de aquella gloria que ya posee Cristo, el Señor, que es "primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29).

H/DIVISION:A simple vista, pudiéramos pensar que Pablo distingue entre dos clases de hombres: los que sirven a la "carne" (los infieles) y los que recibieron el Espíritu de Dios (los fieles). Pero San Pablo amonesta precisamente a los fieles, en los que supone que "habita el Espíritu de Dios" (v. 11), para que no vivan "según la carne" (v. 13). Esta amonestación a los fieles sólo puede explicarse si entendemos que la frontera que separa el ámbito influido por la "carne" del ámbito influido por el Espíritu de Dios, pasa por el corazón de cada uno de los creyentes, comprometiéndolos en un conflicto interior. No se trata, pues, de dos clases de hombres, los buenos y los malos, sino de la división que padece el hombre en sí mismo. El cristiano, conducido por el Espíritu, ha de operar su salvación día a día y dar muerte a las obras del cuerpo, de la "carne", para resucitar con Cristo a una vida eterna según Dios.

EUCARISTÍA 1987/32


5.

-Dar muerte a las obras del cuerpo para vivir (Rm 8, 9.11-13) En una primera lectura, el pasaje de esta carta a los romanos resulta difícil. La redacción es clara, pero concisa y no es sencillo seguir la línea de evolución de su pensamiento. Pero una vez que se comprende su línea de pensamiento apenas es necesario entrar en detalles.

El Espíritu de Dios y de Cristo están en nosotros; vivimos pues en el Espíritu. Esta vida con Cristo en nosotros, tiene como consecuencia que hemos muerto al pecado y estamos vivificados por el Espíritu del que resucitó a Jesús. Estamos en deuda, no con la carne, sino con el Espíritu; consecuentemente debemos vivir según el Espíritu. Es necesario que comprendamos con exactitud la oposición que establece S. Pablo entre carne y Espíritu. Para S. Pablo "carne" no es algo que pertenezca a la biología, ni a la metafísica, sino que es una expresión exclusivamente teológica y religiosa. Es la "carne de pecado", como dice en esta misma carta a los romanos (6, 6). Hay que excluir toda idea de pecado sexual como la expresión podría parecer significar. La carne de pecado es la situación del hombre en su historia. Es la criatura contra Dios, que ha sucumbido al pecado y está destinada a la muerte. Esto es precisamente lo que distingue a Cristo que tomó una carne semejante a esta carne de pecado, pero sin pecado (Rm 8, 3).

Por espíritu entiende el Espíritu divino, el Espíritu de Dios que es fuerza. La oposición entre "carne" y Espíritu nos lleva a la comprensión de todo lo que S. Pablo quiere enseñarnos en el texto de hoy. El cristiano vive en relación con Dios y el Espíritu. Su bautismo le ha sustraído, en principio, a la carne de pecado y está ya en la vida del Espíritu. Esto implica consecuencias radicales para la vida cristiana. Su orientación debe ser la lucha contra todas las empresas de la carne de pecado a las que los restos de su debilidad le inclinan; debe matar en sí mismo los desórdenes del hombre pecador para poder vivir. Dicho de otra manera, el cristiano debe realizar en sí mismo el misterio pascual de la crucifixión, matando al mal con Cristo para resucitar y vivir con él.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 144


6.

Pablo ha presentado la situación del que vive bajo la Ley, que actúa según "la carne", es decir, mirando sólo al propio yo (en la línea del que cree que ha de hacer cosas para ganarse el favor de Dios). Ahora habla del que vive bajo el Espíritu, del hombre libre. El Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo son el mismo. Es la presencia de Dios entre los hombres después de la resurrección de Jesús, obra del mismo Espíritu. Este Espíritu habita en los bautizados: Dios está presente en los creyentes en Jesucristo, y de aquí nace su libertad. Pablo insiste fuertemente en esta realidad.

El Espíritu resucitó a Cristo de entre los muertos. Si este Espíritu habita en los bautizados, quiere decir que también ellos tienen la misma vida de Cristo, ya ahora y después de la muerte. Por eso ya ahora hay que vivir según el Espíritu, es decir, no llevados por los propios intereses, no preocupados por el cumplimiento de la Ley, sino dejando que sea el Espíritu quien nos conduzca: así hacemos morir "las obras del cuerpo", así tenemos vida.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1993/09