COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA

Ga 1, 1-2. 6-10


1.

Comienza la lectura continua de una de las cartas importantes en la correspondencia paulina. Las circunstancias que motivaron esa misiva son estas: la comunidad de Gallacia, en la parte central de la actual Turquía, fundada por Pablo en sus viajes apostólicos, estaba compuesta de antiguos paganos de raza celta, gente sencilla y algo ruda. Había aceptado el mensaje paulino con sinceridad. Pero a ella llegan predicadores, probablemente judeocristianos de estricta observancia manteniendo que era necesario circuncidarse y guardar la ley del Antiguo Testamento para obtener la salvación. Los miembros de esas comunidades están tentados de aceptar esa predicación. Ello supone que Cristo no es suficiente, sino que hace falta algo más. Por eso Pablo se opone rotundamente a esa predicación. Por ello escribe esa carta, apasionada y polémica.

Es necesario tener este contexto muy presente cuando se lee. Porque sus afirmaciones tienen que complementarse con otras, más sosegadas y equilibradas.

Los versos primeros son el saludo. No se comprenden las razones de estos cortes que deberían evitarse. Son una cierta manipulación de textos sagrados, por criterios no siempre acertados.

Se observa una actitud de enfado por parte de Pablo que se nota más cuando comparamos este saludo con los de otras cartas.

Los perturbadores, como es lógico, habían intentado desprestigiar el mensaje y persona de Pablo. Por eso él tiene que hacer una defensa de sí mismo y de su predicación de forma, si quiere exagerada, pero muy convencida. Eso aparece más en los vv. 6-10.

Pablo está seguro de que su mensaje viene de Cristo mismo. Nada ni nadie lo debe cambiar. Porque está en juego el punto central y único del Señor Jesús como único Salvador. Podrían ponerse peros a este convencimiento de Pablo, pero es mejor que criticar su actitud, quedarse con el núcleo de sus palabras: sólo Cristo basta.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1989/31



2. MAESTROS/FALSOS.

Al principio de la carta está el nombre del remitente. Junto al nombre, Pablo añade inmediatamente su título de apóstol. Así da a su carta, ya desde el principio, carácter oficial.

El apóstol es el "enviado" a quien se ha dado un mensaje y autoridad. Pero ese mensaje y autoridad no son meramente humanos ni recibidos por mediación humana. Según parece, en las comunidades gálatas se ha olvidado esto. Los falsos maestros que se han introducido en ellas después de su fundación y de la visita del Apóstol han impugnado entre los gálatas la autoridad apostólica de Pablo.

Probablemente menospreciaban al Apóstol, diciendo que no pertenecía a los doce que Jesús había elegido y enviado, que Pablo no había estado desde el principio junto a Jesús y que, por tanto, no podía ser apóstol. Una vez que estos argumentos habían encontrado eco, se podía hacer sospechosa también la predicación de Pablo.

Junto con Pablo, otros cristianos envían la carta. Son corremitentes. No son mencionados por sus nombres, pero Pablo da importancia al hecho de escribir y enseñar "de acuerdo con los hermanos". No se refiere tanto a algunos individuos cuanto a la totalidad de los hermanos. Porque el Apóstol no habla sólo en virtud de su autoridad apostólica; habla de acuerdo con todos los demás cristianos.

Las iglesias de Galacia son las destinatarias de la carta. Se refiere a varias comunidades cristianas de la región de Galacia.

La carta es una circular que debe pasar de una comunidad a otra; todas las comunidades corren el mismo peligro: ser desgajadas de la comunión de la fe por los falsos maestros. Deben acordarse de la comunidad mayor a la que pertenecen.

El Apóstol no tiene más remedio que sorprenderse de la rapidez con que ha comenzado en Galacia el proceso de apostasía, pues apenas hace un año que Pablo visitó las comunidades y ya los cristianos, todavía neófitos, se apartan de Dios. Dios les había llamado "al ámbito de la gracia". Cuando los cristianos de lengua griega hablaban de "ekklesía" = comunidad, iglesia, en esta palabra resonaba la conciencia de haber sido "llamados" por Dios a la comunidad de su pueblo. En él estaban seguros de la benevolencia y del amor paterno de Dios: eran sus hijos amados...

Por eso se sorprende de cómo los gálatas quieran separarse de Dios y volverse a algo que no hay. No hay más evangelio que el que Pablo ha predicado, porque, como en el caso de los demás apóstoles, es el único Evangelio de Jesucristo y, además, porque lo que los innovadores predican en Galacia se opone a la esencia del Evangelio como buena nueva, que no consiste en lo que aquéllos predican -volver al yugo de la ley-, sino en la bondad paterna que libera al hombre.

Los falsos maestros sólo pudieron tener éxito porque hicieron pasar su doctrina por Evangelio. Al obrar así, son causa de perturbación. Se respaldan en Jesús y sus apóstoles, pero sin razón. ¿Cómo pueden distinguir los cristianos el verdadero mensaje del Señor de los falsos mensajes? No siempre es fácil, pero hay una cosa que es característica y no puede faltar en el verdadero mensaje de Jesús: es una nueva de gozo y no un yugo pesado. Y, si en la predicación del Evangelio se predica a Cristo mismo, toda falsificación del mensaje es un atentado contra él.

Por eso puede Pablo anatematizar al que intenta falsificarlo. Se trata de algo esencial; si el mimo Apóstol, o incluso un mensajero del cielo, cambiara el único Evangelio, le alcanzaría también ese "anatema".

Los falsos maestros han intentado agradar a los hombres; han persuadido y engatusado a los gálatas. Y Pablo les viene a preguntar que si la dureza de las condenas que lanza son precisamente adulación o, más bien, fidelidad a Dios con quien hay que congraciarse. También hubo un tiempo para Pablo -triste recuerdo- en que trató de agradar a los hombres, pero por la gracia de Cristo pasó a ser un apóstol, como los profetas del Antiguo Testamento, con la conciencia de "siervo" (doulos) de Dios.

EUCARISTÍA 1986/27



3.

Servir a Cristo o agradar a los hombres (Ga 1, 1-2.6-10)

Los gálatas pasan dificultades. Parece que hay quienes les predican doctrinas que no están conformes con el Evangelio. Y S. Pablo lamenta su rápido abandono del Evangelio de Jesús que él les había predicado. La situación se fue engendrando en los medios judeo-cristianos, cuando S. Pablo se opuso a la necesidad de la circuncisión y de la observancia de la Ley para alcanzar la salvación. S. Pablo se ve obligado a recordarles que fue enviado por el mismo Jesús a quien el Padre resucitó de entre los muertos. La reprimenda de S. Pablo es severa. No hay más que un Evangelio y nadie, ni los ángeles siquiera, tienen derecho a anunciar otro. Insiste pues en la fidelidad al Evangelio de Cristo que él les ha anunciado.

Esto no deja de traerle dificultades. Pero no hay que pretender contentar a los hombres, sino que hay que anunciar la verdad tal cual es. Se trata de servir a Cristo y "si se dedicara a agradar a los hombres no sería servidor de Cristo".

Dejando a un lado las contingencias concretas que dieron ocasión a esta carta, nos encontramos ante el problema que se le presentó a S. Pablo y que se presenta continuamente a la Iglesia y a cada responsable de la Iglesia e incluso a cada cristiano. Hay momentos en que la fidelidad a Cristo nos impone tomar actitudes y decisiones firmes. La mentalidad del mundo contemporáneo exige del cristiano una actitud comprensiva para con todas sus angustias y sufrimientos, pero también nos exige una exacta fidelidad al mensaje y a la doctrina de Cristo.

El cristiano, la Iglesia, no pueden encerrarse en una tradición que no sea esencial y les ponga en peligro de asfixia, bajo pretexto de no querer desagradar a algunos amantes de lo que llaman la "tradición" y que muchas veces no coincide más que con su modo propio de sentir, con su educación o con un determinado "humanismo" y una determinada cultura. Tampoco puede consentir con componendas morales que fueran claras desviaciones en relación con las exigencias del Evangelio de Cristo; y esto no sólo puede suceder en las materias de moral sexual, sino también en los temas de la vida social y de determinadas formas de gobierno político. Lo que la Iglesia tiene que hacer es proclamar lo esencial del Evangelio, que es la única, verdadera y esencial tradición. En esto la Iglesia no debe temer desagradar a los hombres si reivindica, en toda circunstancia, la obediencia a lo que sea esencial en el Evangelio. Tampoco debe temer a los hombres si trata de adaptarse al mundo de hoy abandonando cosas que no sean esenciales en su tradición. Discernimiento delicado; pero no olvidemos que la Iglesia tiene la asistencia del Espíritu de Cristo, hoy lo mismo que en los primeros tiempos.

NOCENT-6.Pág. 132 s.



4. Ga/01/01-12

En teoría, es una crueldad conservar y releer lo que una persona ha escrito estando enfadada. En el caso de la carta a los Gálatas, la figura de Pablo no pierde nada por el hecho de que la carta se haya escrito en un momento de sorpresa indignada: su pensamiento aparece con todo vigor y ni siquiera el amor que tiene a las personas concretas queda enturbiado por la dureza dramática del momento.

Los gálatas están en peligro de apartarse del evangelio, es decir (según un encadenamiento lógico, típico de Pablo): de apartarse «de aquel que les ha llamado». Embarcados en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo, los gálatas habían pasado a un mundo totalmente nuevo. Por eso resulta inconcebible la idea de ser un poco de cada sitio. Por eso se pronunciaría el anatema contra los mismos ángeles del cielo si se atreviesen a modificar el evangelio que Pablo les predicó. En estos momentos de peligro, Pablo es consciente de saltarse las reglas de la persuasión humana (incluso las que él mismo observa en todas las cartas). Pero eso es debido precisamente a que no habla en nombre de otros hombres, ni de contenidos meramente humanos, ni tiene nada de miras humanas en su intervención.

El, que no ha recibido el evangelio por medio de una catequesis, ni el ministerio por medio de una ordenación eclesiástica, sino directamente de Cristo, se siente más seguro que nadie de no estar al servicio de ningún interés humano, y por eso puede gritar más fuerte.

En el fondo siente la presencia de las fuerzas del mal, encarnadas en el mundo presente, en la apostasía -"¡tan rápida!"- de sus fieles.

J. SANCHEZ BOSCH
BI-DIA-DIA.Pág. 254 s.